Obra literaria y po�tica de Carlos L�pez Dzur
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Carlos L�pez Dzur

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Memoria del untraje de Floris

La traici�n

Mi ara�a predilecta en el congal

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Indice / Las Partidas Sediciosas de 1898

Introducci�n a las 13 monograf�as hist�ricas sobre Pepino

Introducci�n a Comevacas y Tiznaos

13. El ataque a los Jaunarena y los Laurnaga

14. El repudio a los Orfila y los Card�

15. El ataque a Pedro L�pez Valdivieso

16. Incendios en las fincas de Mayol Casta�er y Los V�lez de Mirabales

17. Otras persecusiones

Magisterio en Pepino (2)

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La pianista negra

Puerto Rico a la distancia / Entrevista

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El Charkito / 2

Botetonas / El Charkito

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Carlos Fuentes

�Qu� es el coraz�n despu�s de todo?

Homenaje a las tortas

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Marco Antonio y Cleopatra

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La bruja de la torre

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Ravaillac en Cristina

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Memoria del ultraje de Floris

Crucito el feo

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Mi ara�a predilecta en el congal

Angustia de Occidente

Gabriela crece

El mot�n

La Coleguita


Un compa�ero de trabajo me present� a El Coleguita, llamado as� porque ten�a su mismo oficio, fot�grafo. En ese tiempo, �l ser�a uno de esos apachurrabotones que va, c�mara en mano, en ronda por varios desveladeros. Tomar� fotograf�as a las parejas, familias o amigos que se amanecen en los centros de baile, espect�culos o restaurantes, donde festejan sus onom�sticos o el gusto por desvelarse juntos.

Por la misma v�a, conoc� a La Coleguita, hermana del aludido. Ella es todav�a estudiante de la Secundaria. Antes de conocerla, por lo general, en vacaciones, fung�a como la ayudante de El Coleguita. Ofrec�a el servicio de toma de fotos, yendo de mesa en mesa y, si alguien picaba, �l completaba la oferta. Al ir de mesa en mesa, labor muy propiamente suya ser�a exhibirse, modelarse, provocar morbo con su juventud. Solicitar�a, con sensualidad, qu�dense con un recuerdo. Una foto. Hab�a que expresar su sex-appeal en esa frase.

El Coleguita aprendi� que, si ella acced�a al abrazo de alg�n importuno, har�a negocio. Una que otra vez, alguno sospech� que �l la vend�a, hasta cierto punto. El te maneja. A �l ofrecieron y a�n ofrecen suficiente por ella. �Una noche de revolc�n y ah� muere�. Tambi�n se le pregunta procazmente: ��Es v�rgen?� Si lo es, pagan el triple.

�El pinche Coleguita ha hecho hasta n�meros�, me coment� su amigo.

�Una hermana linda es una minita de oro�.

�T� que la vendes, o prostituyes, y yo que te saco las ingles por la boca. Te parto el alma, Coleguita�, le dijo.

Ella es quien mejor ha sabido protegerse de los fornicarios y puta�eros, como el mismo Colega. Basta que se sepa bonita y no permita que las cifras de narcos presuntuosos sean un avance mayor a lo que El Coleguita instruyera.

�El que quiera azul celeste que le cueste�.

��No, �l no me vende! Son otras cosas las que me dan miedo�, me dijo la muchacha.

Ha aprendido a poner o�dos sordos, a evitar discusiones. Con su voz, llena de dulzura, ella desarma a los gandayones. La presi�n es fuerte. Y yo, que sufro moralmente al comprenderla, me muero por darle sus pujazos. Imagino a otros, con m�s duros timbales, c�mo la desear�n� �Pobrecita!

El d�a que yo visit� su casa para conocerla, hab�a limpiado la casa, tan inmunda. Ser�a la primera lecci�n, el primer encuentro con sus padres. La Coleguita pens� que saldr�a ahuyentado. La pocilga no perdi� su olor de a�os y ser�a muy deprimente que yo viera a dos cad�veres vivientes. Su padre est� af�sico, ausente, paral�tico; un cami�n casi lo hizo pedazos. Su madre, sorda, sucia, ya hab�a aprendido a llenarse los ojos con las im�genes de TV y, por man�a, la pon�a a todo volumen. No quer�a ba�arse. Ni dar un tajo. Pr�cticamente, no razonaba desde hac�a varios a�os.

��C�mo puedes estudiar con ese ruido de la tele?�, pregunt�.

Sali� de la habitaci�n a la sala, baj� el volumen del aparato, pero la madre, sin decir palabra, volvi� a hacer que se colara hasta la rec�mara el ruidajo de la tele otra vez y, sentados en la cama, nos re�mos. Las piernas y el ombligo de La Coleguita, su short y camiseta corta, ahora me excitaban m�s que cuando se fue a la sala y la v� de espaldas. La tela del pantaloncito hab�a sido mordida por la raja de sus nalgas. �Qu� hermosura! Deseaba que reapariciera por la puerta y la cerrara tras s�, apestill�ndola.

Cuando regres�, me falt� el valor de subirme sobre ella y com�rmela a besos; pero tal pensamiento hab�a revolcado mi adrenalina. Sent�a c�mo los ojos grandes de La Coleguita evitaban irse lujuriosamente a mi bulto. �Ah, carajo! Una bestia es una bestia y se conocer� por el vergajo.

�No puedo�.

Tard� en reaccionar a esa respuesta, asoci�ndola al ruido, al ambiente inadecuado para el estudio, a la observaci�n que hice y que motivara que saliera a bajar el volumen al televisor. Un segundo tard� en marcharse, con su pancarta de feromonas y oxitocinas, la idea. Lo pens�: �Ni�a, tal vez no estudiar�mos ahora; pero, desn�date. Voy a entrar a t� y desvirgarte�. Me port� caballerosamente.

De todos modos, por el hedor de la casa, me call�. Mord� mis labios. Imposible que yo decidiera desnudarla sobre su cama en medio de esas paredes mugrosas. Un abanico el�ctrico nos quitaba de encima las moscas importunas; pero no los pensamientos cochambrosos. El bulto en mi bragueta me evitaba palabras y, para La Coleguita, se volvi� la se�al de algo muy evidente. Te gusto.

�Tendremos que estudiar en otro lado. �Te importa que la pr�xima vez sea en mi casa?�

Asinti� con la cabeza, cuando son� el tel�fono de su rec�mara. El amigo avisaba que El Coleguita no vendr�a esa noche. �Va a quedarse en mi casa�, le dijo.

�Otro que terminar� como pap� por andar en la peda�.

Y llor�. ��Qu� pasa?�, pregunt�.

La acarici�. A poco de llegar, ten�a similares deseos. Se fundaron mil dedos con cada mirada. Ahora ella misma me armaba con pretextos. Pas� mi mano derecha por una de sus piernas, de la r�tula a su muslo calato a mi vista. Estaba erotizado de pies a cabeza.

�Qui�n se negar�a a posar con La Coleguita si con su linda voz lo asintiera? �Alguno hay que no quiera cercar con su brazo su cintura? O darse un paseo, con las manos en sus muslos, sub�rsela a la punta de la pinga. Aqu� pues combato este desocultamiento de mi psiquis. A menudo, me sorprendo con las urgencias de un adolescente. En el fondo de mi bragueta, me eyaculo.

Ella, por ser una atleta, con el cuerpo esbelto, sano y su piel adorable, conserva su �ngel y su ninfa. Su rostro y su cuerpo se complementan y me cautivan. Estoy intelectualizado, con tanta cautela moral, por este barniz que cubre al zorro, al ni�o l�dico y el �ngel desnudo que soy, pero bien que se encimar�a sobre esa ni�a para disfrutarla enteramente. Es v�rgen, s�, pero ha de estar llena de candela.

Me he dejado llevar. Beso su mejilla. Paso mi lengua sobre el rastro de sus l�grimas. �Es vulnerable! Mi mano sobre su muslo ha sido suficiente est�mulo para que me abrace, con mudo discurso / poder, que comunica: �F�llame! Intercambiamos miradas donde se dice claramente que queremos. El silencio nos convoc� a besarnos.

Su padre, quien est� en el sof�, con la jeta babosa, fue como hoy es El Coleguita: hombre de muchas aventuras. �Puta�ero! Uno que anduvo en la peda y la mota. En complicidad con otro amigo, su hermano organiza que yo me encargue de la muchacha, me tiente como ahora, me enrede con el gozo de seducirla en su propia cama. �Ella har� lo que El Coleguita le pida. El te da campo libre. C�getela. Ll�vatela de la Ciudad; pero d�le buena vida. Ed�cala, h�zle de amante y de padre�.

Este d�a que describ� pudo ser la primera de esas noches. No soy tan gazmo�o. Me la dieron servida.

�A mi hermano le puede pasar lo que a �l�, me dijo ella. Un segundo de su autoreflexi�n frente a sus progenitores. �M�ralo. Nos dej� solos a�n sin haberse ido� recuerdo cuando mi jefita sufr�a de verdad; �l le dio mala vida; ya no, ya es solo una lela�.

Entramos a su habitaci�n. La m�s limpia de la casa. Se quit� el uniforme de la escuela y qued� vestida con su pantaloncito blanco de gimnasia y una camisilla muy pegada, tras la cual se insinuaban sus pezoncillos oscuros. Pod�a verla, ante un espejo, donde se peinaba, mientras reflexionaba sobre su familia.

�Mi hermano se puede cansar e irse. Nos dejar� a todos en el hambre. Ultimamente, est� rechiflado� Tiene miedo de t�, m�s miedo que yo. Lo asusta la gente inteligente; pero su amigo le dice, oye no, �l no es as� que, en la vida s�lo hay 3 verdades, �Cristo, el Ch� y �l�, t�, que eres una linda persona, yo s� que s텻

Volvimos a sentarnos a la cama. Ahora recogimos los libros, porque este fue un d�a perdido; la anim� a que hablara�

Como desde su sangre, ella adivina lo ardiente de su ancestro, ha navegado hasta mi pecho. Me ha besado. Ha dicho, a l�grima viva, que ella me necesita. Que se entregar� a m�. �Imaginar� que no regresar�? Que ser� esta lecci�n debut y despedida.

Por causa de su necesidad, ella y su hermano urdieron este gesto, tan permisivo y extra�o. Ella est� colabor�ndole y, en complicidad con �l, se ha ofrecido tal como es. Humilde, tierna, sincera y hermosa.

Para dar s�lo tiene su hermosura. Sabr� su cuento. Conmigo se arriesgar� a todo, a equivocarse tambi�n.

�Qu�date. El no vendr�.

Ha mudado la mano que tengo sobre su muslo al lindo bulto de su vulva. Quiere que palpe sobre la tela la humedad pegajosa. Que pactemos sentimientos. Es un lindo chocho. Carnudo y peludo.

Percibo que me habla con los ojos. Medito, ojal� escuche con esos mismos ojos con que me habla: yo, por mi parte, puedo ser un buen padre, el que ella necesita; puedo ser el var�n que, por igual, la disfrute.

El Coleguita ten�a raz�n, piensa ella. �A ese maestrito cabr�n vas a gustarle�.

�Ver�s que ma�ana te llevo a casa... �Vivo solo, soy casi un topo!�, la consuelo. �Adem�s comprar� algo que te guste para que comamos�.

Sin la generosidad de El Coleguita, no habr�a qu� comer en su casa. La madre de ambos es casi el ep�tome de la tontez y el desgaste. Es una mujer enferma, prematuramente ast�nica y envejecida. El Coleguita dice que ya perdi� el contacto con la realidad.

�De qui�n depender�a esta adolescente? �Qu� dif�cil es vivir su dilema! Sicol�gicamente, depende de la escuela. De maestros que la quieren; por eso, en el Departamento de Educaci�n, enfocaron sus ojos en m�. No dejaran, al menos, que me lance como un lobo a comer de esa ni�a� El Coleguita y el amigo, ellos s� que est�n mal.

�Y econ�micamente? ��De qui�n depender�s? �De qui�n has dependido?�, me pregunto. De seguro, de �l que cuando necesita el nuevo surtido de pantaletas o calcetines, �doy el chivo y ella va y compra�. Bendito el hermano que es as� de fiel.

�Qu� �l pide a cambio? Lo resumir�a: �No dejes morir a la jefita con la mierda encima; no los abandones, pues no tenemos a nadie. Somos mojarras, hermana�.

Entiende sus limitaciones y las de su familia. �Ustedes son admirables�, les dije.

Inmigrantes indocumentados, viven en vecindario malo y feo, si bien �l est� ganando su dinero, sus negocios se realizan en lugares, �donde rifa el latino�. Se queja de ser un est�pido, intelectualmente una nulidad. No aprendi� el ingl�s. La esperanza es que La Coleguita no deje la escuela. O tenga la protecci�n y el cari�o de un mentor.

�Un amigo, como �l�.

��Qui�n mejor que �l: soltero, ciudadano, maestro?�

La mayor virtud de El Coleguita ha sido la lealtad a su hermana. Es por ella que es valiente. Que se ha enfrascado a golpes con quien se atreviera a faltarle el respeto. Saca valor de la Nada o los test�culos. �Es una persona muy noble�, dec�a el mutuo amigo anim�ndome a conocerles en verdad y compartir unos tragos juntos alg�n fin de semana.

�No le saques. �No quieres vieja? Bien, no te la cojas. Pero hay que ayudar a La Coleguita� Y a �l, porque es quien sufraga los gastos de la familia�.

Me dijo que ya La Coleguita no est� para gastarse sus veranos de parranda con �l. Los viejos ya est�n muy enfermos. Se zurran en sus ropas. Hay que alimentarlos como a ni�os. La casa se les est� cayendo encima. A la chavita est�n poni�ndole presi�n en la escuela� Se gestiona una beca para que ingrese en la universidad. Todo est� condicionado a que mejore su comprensi�n de lectura e ingl�s y apruebe unos cursos �lgebra.

�Ella tiene ambiciones. No quiero que sea imb�cil como yo. Adem�s es cari�osa, agradecida; te va a querer�, me dijo El Coleguita.

��No la voy a dejar! Que no seamos novios, no significa que voy a fallarle. Quiero que vaya a la universidad�, promet� ante �l. �Y descuida, la voy a respetar�.

A veces, cuando voy al campus de su escuela, donde ense�� a�os antes, cotejo su desempe�o. La veo en acci�n como corredora de pista y campo, h�bil en el juego de volleyball. Da gusto ir por ella, porque corre a mis brazos, al verme y me impregna su sudor. A sus compa�eras, que curiosean si soy su novio, alguna m�s lista ya ha preguntado por qu� no se busc� uno m�s joven que yo. Quien ha sido maestro sabe que el mundo de los j�venes est� lleno de inquietudes indiscretas, celos y chismes.

Soy yo, ya en este l�o, el que aclara cosas. O, sencillamente, callo. El que calla, otorga. Ciertamente, La Coleguita no es mi novia. No se lo he pedido ni pienso hacerlo. Tengo mis razones. Tampoco es mi pareja... A quien no incumba nuestras vidas, que no pregunte. O que se aguante. Por ahora, soy meramente el tutor que su hermano le busc�. Llevo tres semanas ayud�ndola con sus tareas escolares. Lo har� el tiempo que sea necesario para que cumpla con el progreso acad�mico que ella se ha planteado y con el cual me he comprometido.

He involucrado a los Servicios de Salud del Condado para que me orienten con todo el asunto. S�lo pido la paciencia de ellos; pero est�n temerosos de su deportaci�n. Al menos, La Coleguita naci� en los EE.UU..

Soy joven, soltero, empleado. Ella es diez a�os menor que yo. Con gusto, la har�a mi mujer. Ella es tentadora. Y, en las cuatro paredes de mi casa, yo mando. Ser�a una experiencia agradable, si todo dependiera de nosotros dos y, sin embargo, el asunto se ha complicado. Entr� a esta relaci�n con El Coleguita y su hermana sin saber con qu� habr�a de hallarme. Algunas cosas que antes no fueron tan obvias, ya lo son. El padre criminal de ambos, por ejemplo. �Ay, qu� expediente de pedas y delitos! Si lo investigan todo se vendr� abajo.

Luego El Coleguita... Es impaciente, encajoso. Si me acuesto con su hermana, que es el mejor de los salarios, no podr� esquivar jam�s su chantaje. Confieso que �l no acab� de agradarme.

Este ten�a pinta de maric�n; percib� su �o�ez y dicci�n casi femenina antes de que su otro amigo le imitara; es un chispo de hombre. De baja estatura; empero, tiene el coraje de diez hombres de mayor talla. Un d�a defendi� la casa de su pobre familia. Ech� un par de buenas pu�aladas. Se gan� el respeto de las pandillas en su barrio.

A�n con su cara de pendejo, su piel m�s morena que blanca, el aludido baila muy bien. No pierde la alegr�a. Con �l, se forma el vacil�n. Se folla en la esquina; cinga en su auto. Me dijeron que �l beb�a con cautela; pero ya no lo creo.

��Este chaparrito que ves es m�s cabr�n que bonito!�,me dijo su amigo.

��Maestro! �C�mo va lo de mi hermana? �Est� cumpliendo?�, me pregunt� El Coleguita.

��Aprende hablar, Coleguita! Se dice: �Est� haciendo mi hermanita alg�n progreso acad�mico?�, aclar� mi amigo.

�Si se empatan, d�jaselo en privacidad� Que no haya prisa, que no haya prisa, profesor�, dijo finalmente dirigi�ndose a m� con socarroner�a.

Ambos, El Coleguita y �l, todav�a cargan un bolso lleno de c�maras, lentes de distintos tipos y tama�os, rollos de pel�culas, flashes y, en fin, daban la impresi�n de ser unos profesionales experimentados. S� que se prestan uno al otro su equipo; puede que no haya sido tanto el camer�o, pero, en com�n, ten�an la man�a presuntuosa de cargarse como burros, colg�ndose al hombro el bolso con aparatos, lo que me parec�a innecesario y est�pido.

Siempre merodean cerca de peri�dicos y revistas en espa�ol, cuando no, en congales concurridos. Seres noct�vagos, ambos se desvelan (El Coleguita casi a diario), hecho que lo expone a peligros; ambos son estudiantes brillantes en la materia de sobrevivir y darse a respetar.

7-12-1983

De libro en preparaci�n.

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