"Divertirse hasta morir"

 

 

 La tesis que Neil Postman expresa en su libro “Divertirse hasta morir” es que la televisión ha cambiado nuestras vidas.

Anteriormente, la gente estaba acostumbrada a pensar, a reflexionar las cosas; desde la aparición de la televisión como puro entretenimiento y espectáculo, el ser humano se ha dedicado a ver, oír y callar.
No tenemos opinión, más bien, vemos lo se nos expone en las diferentes cadenas de televisión y no nos paramos a pensar en que ahora los medios han cambiado.

Por que sí, es verdad; en estas épocas la gente no valora los programas de calidad, ya vamos presupuestos a programas espectáculo como “Crónicas Marcianas” de nuestro gran amigo y periodista Javier Sardà; o programas que rozan en sus secciones lo banal, es el caso de “Vitamina N” de City Tv entre otros.

Mucha gente deja a sus hijos frente al televisor, pensando que así se ahorraran el educarlos, no se preocupan de que lo que ven en la televisión agravie lo que ellos piensan del mundo.
A nuestros hijos los hemos de educar nosotros, no una caja tonta en un salón.

No señores, la televisión no es educativa; la televisión, como vengo diciendo anteriormente, es un medio de espectáculo, nada más que un mísero espectáculo.

Claro que los directivos de las cadenas no son tontos y como se van a resistir a no hacer programas de los que gente pide tanta demanda. Sólo hay que darse cuenta:

Durante cinco temporadas, la cadena de televisión telecinco lleva retransmitiendo el gran programa “Gran Hermano” al que todos estamos enganchados. ¿Es la única cadena que retransmite algún programa del mismo estilo? No, cadenas como Antena 3, ya probó suerte con un formato parecido en el que tres parejas demostraban su fidelidad contra chicos y chicas esculturales que se lo ponían difícil; TVE, apostó por un programa más, digamos, LIGHT… en el que Chicos y Chicas de nuestro país entraban a una academia para ser cantantes [ahora el panorama musical está plagado de “triunfitos”].
La última cadena en apuntarse al carro es TV3, con un nuevo programa llamado “El Talp”, en que un grupo de gente convive observándose durante su estancia para saber quien de ellos es el infiltrado del programa.

¡¡¡Genial, eso es televisión de calidad!!! Todo por llegar a la máxima audiencia.

Incluso, la televisión ha formado la imagen de la persona perfecta; una persona delgada (a veces llegando al extremo) de tez fina, entre otros innumerables atributos. Postman lo aclara en uno de sus capítulos, sino cómo se entiende que las personas aguanten más de treinta segundo sseguidos escuchando un discurso político… ¿Para qué queremos ver un discurso político si podemos ver “Gran Hermano” donde se critican unos a otros.

Ante esta realidad, el político no tiene más remedio que reducir el nivel de su discurso, los partidos políticos han de buscar candidatos que gusten al publico en televisión, y si es necesario, hacer el payaso para captar la atención del telespectador, pues el político lo hace; a fin de cuentas, eso es lo que el público espera de él.

La televisión divierte porque no requiere esfuerzo, porque ofrece productos de consumo rápido, ideales para el espectador que se sienta ante la pantalla y los digiere lentamente sin pensar en un porqué de lo que hacen.

Por otra parte, la televisión nos ha malacostumbrado a ingerir supuesta información muy rápidamente, no perdemos tiempo en reflexionar sobre un discurso enormemente superficial. También hay que decir que no estamos en la misma época ni estamos hablando de la misma gente. Supongo que aún podremos encontrar gente así de cultivada; que la televisión no nos hace imbéciles a todos. Ellos tienen muy claro que la televisión es un mero entretenimiento y que hay cosas más importantes que hacer.

En resumen, cada cosa a su tiempo y cada cosa en su sitio:

· La educación no es cosa de la televisión, para eso están los padres, la escuela y los libros;
· La televisión es un medio de entretenimiento y no de aprendizaje.

La mente la tenemos para pensar por nosotros mismos, la boca para gritar y decir al mundo lo que no nos gusta, y la mano para apagar el televisor.

 

Un texto de Norman Marsà

© Atzukak, 2004

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