El niño
que escribía cartas ajenas
Yo solía escribir y
firmar cartas en nombre de algunos indios que venían a la estafeta
de Caraz, apenas el postillón llegara con el correo y esperara
un plazo para marcharse con la nueva valija.
Me pedían que. la carta preguntara directamente alguna cosa, o
que averiguara algo sin notar-se, o que fuera una queja, una invitación,
una advertencia, una declaración de amor, o simplemente un saludo
y una mirada, para saber cómo estaba el destinatario.
Un día llegó una india llorosa y preguntó dónde
estaba el niño que escribía cartas por un medio, esto es,
por cinco centavos. Aquí, dije yo, y nos sentamos en el suelo empedrado
del bello patio de la oficina de correos.
Quería dos cartas, una para su hijastra y otra para su marido,
pidiéndoles que no vivieran juntos, que los ojos de Dios no dejaba
de mirarlos, que mañana más tarde podría recaer un
castigo sobre toda la familia, incluso sobre ella, que era inocente. Yo
me detenía a cada rato, buscando desentreñar el enredo que
entonces no comprendí, pero ella sólo me animaba a seguir,
trabando su lengua en quechua y castellano, conforme se quejaba de su
suerte, y aun, indignada, parecía increpar a ambos responsables
como silos tuviera al frente.
venga lo que Dios quiera ,porque ignoro aun como sera mi venganza.
No quiso que le pusiera fecha y tampoco firma .y cuando cogi los sobres
para poner el nombre de los destinatarios , me los quito simplemente y
se los metio en el seno , pagándome los diez centavos-
No son para mandárselas , traduje que me decia , se las dare en
mano cuando los encuentre ,porque sin duda la ira o el llanto me impedira
hablar .Emtonces iremos juntos a buscar a otro niño como tu para
que les leas las cartas, y después que
Primera
comunión
· Como todas las muchachas
de un pueblo católico, la analfabeta María debía
comulgar, pero previamente alguien debía prepararla.
Cuando vino a mi, le dije que yo no servía para eso, pero que mi
hermana Julia podía ayudarla.
Durante los primeros días de diciembre, Julia le leyó pasajes
de libros piadosos y le explicó el significado de la vida espiritual,
que debía consagrarse a Cristo, hijo de Dios. ¡Es una chica
tan buena e inocente!, exclamó Julia.
El día de la Inmaculada Concepción, María nos invitó
a la ceremonia. Parecía la más hermosa de las muchachas
indias del Perú; pero no estaba sola, la seguía una páreja
de niños.
Son mis hijitos, dijo ella, con profunda ternura; quieren ir a la iglesia
conmigo.
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