CARACOL:
Molusco gasterópodo marino, terrestre o de agua dulce, pulmonado, que tiene la
concha arrollada en espiral bien desarrollada y capaz de alojar todo el cuerpo
del animal. El cuerpo es blando y pegajoso, y las antenas telescópicas. Existen
una multitud de especies repartidas por todo el mundo, desde las profundidades
abisales a las cumbres más elevadas del Himalaya.
De entre toda esta diversidad, algunas especies frecuentan de forma natural los
jardines y más generalmente todos los lugares en los que hay plantas cultivadas.
Los limacos, que se alimentan de hojas a las que perforan, pueden causar
importantes estragos en los cultivos, sobre todo cuando las plantas están
tiernas aún. Es por ello que hoy en día están considerados como perjudiciales y
se les combate enconadamente con ayuda de productos tóxicos como el metaldehido.
Esta lucha encarnizada es la principal causa de la escasez de caracoles, junto a
la recolección excesiva de la que son objeto desde hace unas décadas.
Principales especies:
Los dos caracoles más frecuentes son el caracol común (Helix aspersa) y el
borgoña (Helix pomatia). La concha del caracol común mide aproximadamente 3 cm
de diámetro; se le puede reconocer por el color gris estriado o negro, y está
considerado culinariamente como uno de los mejores. Comercialmente se le
denomina en Francia "petit gris", y todavía es muy abundante, ya que su valor
comercial es sensiblemente inferior al borgoña. Este último (Helix pomatia) es
conocido comercialmente como "gros blanc". Existen asimismo otros caracoles
"blancos gordos", particularmente en Africa del norte, pero se trata de falsos
borgoñas, si bien son perfectamente comestibles e incluso excelentes.
La concha del borgoña es gruesa y redondeada, y puede tener un diámetro superior
a los 5 cm. Llega a tener hasta cinco franjas espirales. El borgoña es el
caracol terrestre de mayor tamaño en Europa occidental.
Frecuentemente se encuentra en los jardines un pequeño caracol amarillo con
estrías negras. Se trata de otro tipo que pertenece al género Cepaea, al que a
menudo se denomina Helix de jardín. Es igualmente comestible pero no tiene
salida comercial, sin duda a causa de su reducido tamaño, aunque se considera su
carne mas fina que la de los otros.
En la Península Ibérica, las especies más comunes son la ya citada Helix aspersa,
así como Euparypha pisana, Eobannia vermiculata y otras del género Iberus.
También se encuentra el caracol serrano (H. alonensis), el caracol judío (H.
candidissima) y el caracol de bosque (H. nemoralis).
Cabe también destacar dos especies que, aunque no son endémicas de la Península
Ibérica, tienen gran importancia comercial. El turco (Helix lucorum) es grande y
gris, reconocible por la capa algo negruzca que al decir de algunos expertos
consideran perjudicial para un buen consumo, a pesar de lo cual, es la especie
que más se importa en Francia. Finalmente, el caracol chino o acatino (Achatina
fulica) es un animal enorme que puede llegar a medir hasta 20 cm y pesar 250 g.
Este caracol gigante, que es muy prolífico, ha llegado a constituir una
verdadera plaga de carácter alarmante en diversos países orientales. Son por
ello exportados y Francia recibe importantes cantidades de acatinos congelados
que son separados y colocados en conchas de caracoles indígenas y se venden como
caracoles, sin más precisión. Puesto que nadie protesta, la carne debe ser buena
y bastante parecida a la del caracol francés. Es de notar que en algunos
mercados franceses bien abastecidos es también posible encontrar acatinos vivos.
Anatomía del caracol:
La concha es una verdadera casa ambulante segregada por el mismo caracol a
partir del calcio que absorbe. De una forma esquemática, la formación de la
concha se produce de la siguiente manera: el calcio que contienen los alimentos
es inicialmente almacenado en células especiales y posteriormente difundido por
la sangre. Llega a la capa, que secretará la concha en forma helicoidal. El
dibujo de dicho caparazón se debe a la forma del lomo, que es a la vez enroscada
y retorcida. Como la capa sigue las sinuosidades del cuerpo, la concha adquiere
el característico aspecto en espiral.
Esta curiosa forma se debe a la disposición asimétrica de los órganos. El
enroscamiento tiene lugar de la manera siguiente: el conjunto de órganos
recubiertos por la capa empieza por desarrollar una especie de gran joroba
dorsal. Luego, el tubo digestivo se repliega en V, lo que tiene por consecuencia
aproximar el ano a la boca. Dicha flexión va seguida por una torsión de 180°, a
la altura de la cabeza de toda la masa visceral. Llegado este momento, los
órganos respiratorios, el ano y los orificios genitales y urinarios están
orientados hacia adelante, justo detrás del cuello. Tan sólo el sistema nervioso
permanece inalterado, ya que se concentra en la cabeza.
Organización interna de un caracol terrestre:
El corazón, que es muy rudimentario, consta tan sólo de un ventrículo y una
aurícula y se aloja en el interior de los pulmones, más exactamente en la
cavidad paleal, que es una especie de repliegue de la capa que está dotada de un
gran número de vasos sanguíneos y que asegura la oxigenación del animal.
En la cabeza se encuentran unos tentáculos telescópicos que en su extremidad
presentan lo que vulgarmente se denominan ojos. En realidad, se trata de órganos
sensibles a la luz y al tacto, pero que no pueden ser llamados propiamente ojos,
ya que permiten una apreciación de formas muy aproximativa. No hay verdaderos
oídos sino otocistos, que son órganos auditivos igualmente útiles para el
equilibrio del animal. Los otocistos registran toda perturbación mecánica
gracias a algo semejante a unas piedrecillas que flotan en un liquido. Al menor
eco, las minúsculas piedras (otolitos) empiezan a moverse y contactan con
pestañas sensoriales que comunican con el nervio.
Nutrición:
El caracol tiene una forma muy particular de comer. Al no tener mandíbula, no
mastica los alimentos sino que los ralla literalmente sobre la rádula (que
etimológicamente significa rallador). La rádula es un órgano masticador
característico de los moluscos. Se presenta en forma de lengua dotada de gran
cantidad de dientecillos (el borgoña posee 200 hileras de 128, o sea unos
25.600).
No es sorprendente, por lo tanto, que con semejante armamento los caracoles
provoquen destrozos relativamente importantes en los huertos. En efecto, los
gasterópodos de nuestras latitudes son esencialmente vegetarianos. Se alimentan
de hojas tiernas cuando la higrometría es considerable. Tienen costumbres más
bien nocturnas y raramente operan durante el día, como no sea después de un
aguacero. Es de notar asimismo, que el hígado de los caracoles es muy
voluminoso. Los fabricantes de conservas suprimen el del borgoña con el fin de
conservar el buen gusto del animal.
Reproducción:
Otra característica excepcional del caracol es que es hermafrodita. Este término
significa que el animal posee ambos sexos: masculino y femenino. Pero,
contrariamente a lo que se pudiera pensar, ello no basta para asegurar la
descendencia. Debe aparearse para ser fecundado, lo que da lugar a
comportamientos espectaculares y complicados. Cuando dos caracoles de Borgoña
encelados se encuentran, empiezan a aproximarse lentamente el uno al otro. Luego
toman contacto, se alzan el uno contra el otro y se frotan sus cuerpos. Durante
esta fase preliminar, se acarician con los tentáculos y ejecutan un baile
gracioso y a la vez patoso que puede prolongarse por espacio de horas.
Tras un largo "juego amoroso", los dos caracoles hacen surgir del lado derecho
del pie, justo detrás de la cabeza, una especie de puñal calcáreo muy afilado,
que puede llegar a tener 8 mm de longitud. El aguijón es una temible arma que
tan sólo desempeña una función afrodisíaca y con cuya punta se pican los dos
animales cuando tienen los orificios genitales en contacto, intercambiándose el
semen. Acabado el largo "ritual amoroso", los dos caracoles se separan y se van
a comer, a la espera de que los óvulos, que tenían en reserva en la bolsa
copulatriz, estén bien fecundados.
La puesta tiene lugar, por lo general, de 10 a 30 días a partir del
apareamiento. El caracol se conduce entonces como una madre sorprendentemente
cuidadosa. Empieza por buscar un lugar propicio para el desarrollo de sus
futuras crías; busca un lugar protegido pero no demasiado, húmedo sin llegar a
estar inundado, preferentemente próximo a donde haya alimento en abundancia y si
es posible, en tierra blanda, de modo que la confección del nido no resulte
demasiado penosa.
El caracol construye un nido con mucho ahínco, hasta el punto de llegar a
agotarse literalmente para conseguir la perfección. Empieza por barrer la
superficie del suelo dejando la tierra al descubierto, y luego se sirve de la
cabeza como si fuera una verdadera taladradora, amontonando la tierra para
formar una cavidad. Tiene una fuerza muy considerable, ya que, sin expeler la
tierra al exterior, consigue perforar hasta 8 cm de profundidad simplemente
empujando. Llegado este momento, la puesta puede tener lugar a cubierto de
miradas indiscretas, puesto que la concha de la madre obstruye la salida del
nido.
Los huevos, cuyo número puede variar según las especies de 10 a 100 (el borgoña
es sin duda el menos prolífico, mientras que el turco y el acatino realizan
puestas muy importantes), son depositados en el interior de la cavidad y van
tapizando progresivamente el fondo de la misma (tal como ya se ha visto
anteriormente en el apartado de anatomía, salen muy cerca de la cabeza y no por
la extremidad del cuerpo). Al parecer, se trata de un proceso bastante
dificultoso, ya que el caracol ha de descansar a continuación por un espacio de
tiempo más o menos prolongado antes de cubrir cuidadosamente la nidada, que
abandonará definitivamente una vez haya desaparecido todo vestigio de su propio
paso.
La eclosión de las crías se efectuará tras un mes de incubación aproximadamente;
las minúsculas conchas de las que ya van provistos miden menos de un centímetro
de diámetro. Los recién nacidos son de una "glotonería" increíble y se
precipitan inmediatamente sobre la primera planta que encuentren para
atiborrarse de verdura. Su crecimiento se realizará en un tiempo que va de uno a
tres años, según sean las condiciones climáticas y ecológicas del lugar. Al
mismo tiempo, la madre partirá en busca de nuevas parejas, ya que en un año se
producen de 2 a 3 generaciones. El acatino (caracol chino) que es aún mucho más
prolífico, puede llegar a poner 500 huevos. Afortunadamente, no todos llegan a
dar fruto y solamente un reducido número de crías llegará a la edad adulta, de
lo contrario supondrían una verdadera invasión (un sólo acatino podría dar luz a
mil millones de descendientes en cinco años, lo que equivale a unas 500.000
toneladas de animales).
Modo de vida:
Los caracoles son seres más bien nocturnos, que esperan a que llegue la húmeda
frescura de la noche para salir en busca de alimento. Tienen un sistema de
locomoción sencillamente extraordinario: nada puede detenerlos, ningún obstáculo
por abrupto o liso que sea. Así pues, el caracol es capaz de escalar una lámina
de cristal alzada en ángulo de 90° con el suelo o bien evolucionar con toda
tranquilidad sobre agudas espinas o el filo de una hoja de afeitar. ¿Cómo un
molusco insignificante puede permitirse proezas propias de un fakir?.
Gracias a la secreción de un "moco o baba" que es elaborado en el borde de la
capa y que el caracol va dejando ante sí. Dicha baba lo aísla del contacto
directo con el soporte a la par que asegura la adherencia de su cuerpo. El pie
(o sea la totalidad de la parte visible del caracol) está animado por un
movimiento continuo de gran complejidad que permite avanzar al animal. De esta
manera, el caracol, lenta pero seguramente, puede pasearse por donde quiera,
despreciando por completo las leyes de gravedad.
Cuando hace mucho calor o hay seguía no es posible ver caracoles a causa de la
permeabilidad de su cuerpo, que en caso de no encontrar una superficie húmeda en
la que hidratarse puede llegar a secarse totalmente. En las épocas más calurosas
se esconden bajo una capa de hojas o se cubren de musgo, a la vez que se
protegen obstruyendo la concha mediante un fino opérculo que evitará la pérdida
de agua indispensable a su vida. Sin embargo, el caracol no es un animal
acuático (si bien existen numerosas especies que viven únicamente en agua); si
la humedad es demasiado alta, el pobre animal corre peligro de ahogarse y sobre
todo de muerte por hidropesía, al hincharse excesivamente de liquido sus
tejidos.
Los caracoles no soportan tener un obstáculo ante sí. Si se les coloca en el
interior de una cajita no cesarán de salirse de la misma (es normal), pero
igualmente si se encuentran en un parque inmenso, automáticamente se situarán
junto a la barrera e intentarán escalarla. Este comportamiento extremadamente
dado a la fuga es uno de los problemas clave de la cría, puesto que, como es
natural, los criadores pretenden mantener a los caracoles en espacios acotados.
A causa de ello, se han inventado gran variedad de técnicas para evitar que
escapen.
Este comportamiento de fuga es debido a que el caracol es el blanco favorito de
un gran número de otras especies. Es alimento corriente de pájaros y en especial
de los tordos y mirlos (Turdus sp.), e igualmente de erizos, musarañas, topos,
ratas, ciempiés, cochinillas, hormigas, luciérnagas y lagartos. Así pues, el
caracol desempeña un papel importante en la escala alimenticia del ecosistema y
por eso resultaría perjudicial, incluso nefasto, que escaseara. La proliferación
de criaderos reducirá de forma considerable la cantidad que de estos animales se
recoge, pero desgraciadamente se está todavía lejos de conseguir el cese de
empleo de tratamientos químicos que causan importantes mortalidades entre las
poblaciones de caracoles.
Hibernación:
La hibernación es un fenómeno muy complejo empleado por una gran cantidad de
animales. Son principalmente las especies denominadas de sangre fría (insectos,
reptiles, batracios, y naturalmente moluscos) las que se benefician de dicha
facultad, aunque ciertos mamíferos (oso, topo, tejón, marmota, lirón y otros)
son igualmente capaces de realizarla.
El hecho de hibernar consiste en vivir al ralentí a expensas de las propias
reservas, con lo que los animales se encuentran en una especie de letargo. El
ritmo cardiaco y respiratorio disminuye sensiblemente y la temperatura del
cuerpo desciende. De hecho se encuentran entre la vida y la muerte. En el caso
del caracol sucede algo parecido y se ha podido constatar que tal forma de
reposo le permite resistir condiciones extremadamente desfavorables.
Resguardado por la concha obstruida por una membrana de moco (epifragma) se le
ha llegado a someter, al caracol, en el laboratorio a temperaturas
increíblemente frías (- 110°), en condiciones bien precisas de higrometría y
haciendo descender muy progresivamente la temperatura. Cierto es que la
naturaleza del caracol no le permite ofrecer tanta resistencia a la escarcha.
Para mejorar su protección, se entierra a varias decenas de centímetros en
terreno blando o bajo una capa de hojas y forma una espesa membrana protectora,
constituida por moco solidificado reforzado por partículas calcáreas. Dicho
epifragma es además origen del nombre de la especie (H. pomatia) que se le da al
borgoña, pues poma significa tapadera. El caracol, retractado en el centro de su
concha, refuerza las defensas contra el frío añadiendo nuevos tabiques de moco
para aislarse mejor.
El hecho de hibernar parece que está en relación con un descenso de la
temperatura, pero también con la disminución del grado higrométrico. En efecto,
en los criaderos se constata que los caracoles prácticamente no hibernan si la
humedad persiste. Por otra parte, basta que la temperatura descienda a 10° para
que la mortalidad sea considerable. El caracol hibernado se encuentra
completamente aislado del mundo exterior. Tan solo a través del epifragma se
establecen ligeros intercambios gaseosos. Si la temperatura permaneciese
constante, el caracol no correría riesgo alguno de morir en invierno. Por
desgracia, los caprichos del clima pueden en ocasiones "hacerle creer" que llega
la primavera. Sale entonces de su letargo, sobreviene una inesperada helada y
perece. Lo mismo ocurre con las puestas de huevos tardías que están aún mucho
más expuestas que los caracoles formados ya totalmente.
La hibernación finaliza normalmente en abril-mayo (septiembre-octubre, en el
hemisferio sur) y entonces el caracol perfora las paredes de su prisión con el
pie y dedica todo su tiempo a comer para recobrar fuerzas. Solamente después,
dedicará su atención a la reproducción.
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