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¡Vaya con el opacímetro!

 

            Estoy convencido que al 99 % de nuestros lectores este término lingüístico les suena a chino. Yo también confieso que lo desconocía hasta ahora. Pregunté a mi hijo, por eso de que es ingeniero superior electrónico, por curiosidad, claro, y me informó de que debía tratarse de algún artilugio capaz de medir “la opacidad”. Evidente, querido Wattson. Pero, ¿en qué momentos de nuestra vida cotidiana debemos enfrentarnos a sus precisas mediciones y a las decisiones que deben tomarse tras ellas? Os adelanto que todos nosotros, o al menos una mayoría, hemos pasado ante un opacímetro y hemos dependido de sus resultados.


            Como todos los años cuando llega el verano soy consciente de una de las tareas que no podemos evitar, ya que dos de nuestros vehículos son “mayorcitos” y deben someterse a esas revisiones propias de la edad : la ITV. Siempre he aprovechado estas fechas para solventar con tranquilidad este proceso. Eso sí, también con un poco de responsabilidad y sensatez, aunque ello suponga rascarse dos veces el bolsillo, es decir, pasando primero por los servicios oficiales correspondientes (Audi y Opel) para asegurarse de  que todo vaya bien. Todo ello con vistas a garantizar nuestra seguridad y la de los demás, como debe ser. Siempre ha resultado todo satisfactorio y nunca se nos hizo volver por alguna deficiencia grave, aunque era frecuente que en uno de los vehículos, que funciona con diesel, nos observaran en el último momento (primera pista sobre el opacímetro) que al coche había que pegarle más “caña”, apurando las marchas para evitar que se acumulara carbonilla en el interior del tubo de escape y las mediciones del opacímetro fueran correctas. Esta observación me sorprendió al principio y tras consultar a los mecánicos me confirmaron que es conveniente echar algún aditivo al combustible y apurar el vehículo para este fin. Es decir, que conviene “engañar” al opacímetro de esa manera. Me preguntaba qué fiabilidad puede tener un instrumento de medida al que se debe engañar previamente.

Al final del recorrido nuestros vehículos se las tienen que ver con este terrorífico instrumento de medida...

Uno de los carriles por los que todos hemos pasado durante la Inspección Técnica de Vehículos (ITV).


            Esta vez ha sido desconcertante y casi paranoico. Ayer mismo acompañé a mi hija a la última revisión de su vehículo (ITV) ya que la semana pasada, como visita previa, habíamos acudido a nuestro mecánico de confianza del servicio oficial, de modo que todo estuviera a punto.


            No pudo ser, el opacímetro dijo “NO” y el informe revelaba una deficiencia grave, un 3´8 que nos obligaba a volver. Comentamos con el ingeniero el hecho de que nuestro mecánico nos había asegurado que todo estaba correctamente, ya que tiene orden revisar el vehículo a fondo y tenemos plena confianza en su trabajo. Antes, durante la medición, el técnico había sometido al coche por tres veces a una aceleración desmesurada, llegándose a las 5000 revoluciones por minuto y escuchándose en dos ocasiones el martilleo de las válvulas. Nos comentaban nuestros mecánicos que algunos de estos energúmenos han llegado a romper motores en el momento de pasar por el opacímetro y alcanzar esos niveles de aceleración. Evidentemente, el informe fue desfavorable  y tuvimos que abandonar el recinto sin la pegatina correspondiente. Más aún, se nos advirtió que el vehículo sólo podía desplazarse de casa al taller y del taller a casa hasta que el problema fuera subsanado.

El opacímetro, descansando de su larga tarea diaria de revisiones.


            Desde allí nos desplazamos directamente al taller de nuestro mecánico de confianza, en el Servicio Técnico Opel de Burriana, con el fin de que nos explicara las divergencias y buscara una solución. Nos aseguró que todo estaba correcto. Conectó el opacímetro, esperó a que se calentara, limpió con aire comprimido los sensores (la sonda) y los recipientes del medidor (evidentemente, sin tocar absolutamente nada de nuestro vehículo) de modo que las mediciones fueran más fiables, introdujo la sonda en el tubo de escape y aceleró hasta alcanzar las 5000 revoluciones por minuto durante unos 10 segundos, tal como habían hecho en el centro de inspección. La pantalla marcaba entre 0´78 y 1´02. Imprimió los resultados directamente desde la máquina y nos emitió un certificado con todos los detalles de la prueba que había llevado a cabo.


            Por segunda vez regresamos mi hija y yo al centro donde habían realizado la inspección técnica de nuestro vehículo, en Masalfasar (Valencia). Últimamente acudimos a este centro por la comodidad de no tener que pedir turno para este servicio.


            Pagamos la segunda cuota en cabina, unos 20 euros, y colocamos nuestro vehículo en una entrada diferente a la anterior, más que nada por comprobar qué marcaría otro opacímetro. El ingeniero que nos había atendido antes se percató de nuestra presencia y nos pidió amablemente que cambiáramos de carril, ya que sólo estaba pendiente la comprobación del opacímetro. Accedimos y le mostramos el certificado de la prueba que había realizado nuestro mecánico en Burriana unos minutos antes. Repitió la medición en dos instrumentos diferentes y los resultados oscilaron entre 1 y 2, con lo que la prueba ahora resultaba satisfactoria, ya que el máximo permitido es de 3. Ahora ya podíamos irnos a casa con la tranquilidad de que nuestro vehículo no contamina más de lo permitido. Como veis, una auténtica odisea para pasar la dichosa ITV.


            Mientras regresábamos a casa mi hija y yo, a unos 40 o 50 kilómetros de distancia, y con el buen humor que nos caracteriza, ella me comentó mientras conducía por la autovía : “Papá, ya sé lo que es un opacímetro. Al menos hoy he aprendido una palabra nueva”. Le sonreí asintiendo y le comenté que ya podíamos ampliar ese jocoso vocabulario que utilizan los jóvenes cuando hablan de “drivers”, “jumpers”, plugins”, “megas” o “gigas”...Por mi parte, que soy más de ciencias que de letras, me preguntaba cómo es posible que en pleno siglo XXI se utilicen instrumentos de imprecisión como el opacímetro. Pregunta que traslado desde aquí a los técnicos responsables de esas inspecciones periódicas : Señores ingenieros, ¡aquí falla algo!, ¿o no?...


Carmelo Ramón, agosto de 2008.

 


Carmelo Ramón es Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación, con la especialidad de Organización y Dirección de Centros Educativos, por la UNED desde 1992.


CRB 2000 -ESPAÑA- Editor : [email protected]

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