Piqueros

Los piqueros iban provistos generalmente de capacete, peto, espaldar, escarcela o falzete (especie de faldas metálicas que formaban un ángulo de 45 grados con el cuerpo para permitir al soldado libertad de movimientos), brazales, guarda-brazos y manoplas. Llevaban por tanto media armadura o coselete; su vestimenta se completaba a veces con gregüescos amarillos acuchillados en rojo, calzas rojas y zapatos de cordobán. Como arma defensiva utilizaban también un escudo metálico ovalado o rodela en cuyo anverso se representaban dos columnas enlazadas por una banda con la inscripción "Non Plus Ultra". Este escudo llevaba en su reverso un gancho que permitía al soldado sujetarlo a su cinturón.

Sus armas defensivas eran la pica y la espada. Del examen de las piezas que han llegado hasta nosotros y de la iconografía de la época se deduce que el tamaño de las picas variaba entre amplios márgenes. Así, mientras que en el Museo del Ejército de Madrid se conservan piezas que tienen una longitud aproximada de dos metros y medio, en grabados y tapices que representan las campañas de Túnez, se aprecian picas de hasta cinco metros. Aunque las grandes picas eran armas pesadas y de difícil manejo, sus ventajas en el plano defensivo eran notorias pues permitían guarnecer el frente de los escuadrones manteniendo controlado al enemigo con el mínimo riesgo. El empleo de la pica en formaciones cerradas requería gran entrenamiento y disciplina. Es preciso tener en cuenta que a causa de su gran longitud siempre existía el peligro de que los piqueros situados en posiciones retrasadas hirieran a los que formaban las primeras filas.

En las formaciones defensivas los piqueros de la primera línea se agachaban doblando una rodilla, con la pica apoyada en el suelo, y los de las líneas siguientes mantenían la pica en posiciones progresivamente más verticales. Durante las marchas es probable que las picas se transportaran en los carros de munición, ya que llevarlas sobre el hombro había de resultar fatigoso a causa de la vibración del asta, las picas estaban hechas con madera resistente para evitar que se quebraran. Cuando no se utilizaban en combate la punta de hierro se protegía por una vaina. La espada no solía medir más de un metro con objeto de que pudiera desenvainarse con facilidad. Sin embargo muchos soldados preferían espadas de mayor longitud que resultaban más convenientes en los duelos. Este arma se sujetaba por encima de la cadera con una correa ajustada para evitar que se bamboleara durante la marcha, el combate, etc. Los soldados españoles se hicieron famosos en toda Europa por su destreza en el manejo de la espada. No en vano era Toledo uno de los centros de manufactura de espadas más apreciados en el continente. Las espadas toledanas tenían doble filo y punta cortante, generalmente iban provistas de una guarnición en forma de S, con uno de los brazos curvado hacia la empuñadura con objeto de proteger la mano. Las hojas se sometían a controles muy rigurosos antes de considerarlas aptas para la venta, y se distinguían por estar afiladas como cuchillas y ser resistentes al tiempo que flexibles y ligeras. También son características de esta época las grandes espadas o mandobles, de más de metro y medio de longitud, que se manejaban con ambas manos.

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