Sobre el pueblo montañés

En su obra Los pueblos de España, Julio Caro Baroja lleva a cabo un estudio de los pueblos de España desde el punto de vista etnográfico. En la tercera parte del libro, el análisis se centra en las modernas regiones del país, donde la palabra "región" no debe entenderse en un sentido político o histórico, sino en el sentido de gran área geográfica. El mismo autor explica lo que entiende por tal palabra.

"La Península Ibérica se halla dividida en varias regiones (naciones hubiéramos dicho aún en el siglo XVIII, cuando la palabra nación no tenía el sentido absoluto que se le da hoy), determinadas, en parte, desde los siglos más oscuros de la Edad Media. Es claro que el concepto de región, antes de que los hombres se hayan dado a las pesquisas científicas, se basa en diferencias de tipo lingüístico fundamentalmente, siendo de importancia secundaria (y por este orden) las de carácter cultural y antropológico o físicas. (...) Una colectividad, en cambio, es muy difícil que se desembarace de sus rasgos y prejuicios lingüísticos y culturales y es posible comprobar cómo el extraño que ha llegado a formar familia dentro de ella procura acomodarse a tales prejuicios, o es considerado, incluso por sus propios hijos, como un inadaptado poco estimable."

Aunque la división política no es tenida en cuenta como parámetro a la hora de iniciar el estudio, de algún modo sí desempeña un cierto papel, pues las regiones en cuestión respetan la división provincial en uso. De esta manera, la parte europea del país es dividida en ocho grandes áreas con una relativa uniformidad. En el caso de la antigua provincia de Santander, ésta es incluida junto con la de Oviedo y la de León. Sin embargo, a diferencia de lo que sucede con otras regiones, donde el estudio se lleva a cabo conjuntamente, en este caso se desarrollan tres trabajos paralelos, uno para cada una de las provincias. El capítulo dedicado a la provincia de Santander comienza como sigue:

"La actual provincia de Santander es una entidad administrativa de origen moderno. Antes pertenecía en su mayor parte a Burgos, y algo a Palencia y Asturias. Pero en la Antigüedad hubo de ser el corazón de tierra de cántabros; de esto, de no haber sufrido el yugo mahometano y casi tampoco el visigótico, se enorgullecían sus hijos, y durante toda la Edad Moderna ha sido patente de nobleza en España descender de familias montañesas tanto como de vascongadas. Hermosos palacios, vetustas casonas, reflejan hoy día este prurito nobiliario, combinado con gran sentido artístico: los montañeses han sido desde hace mucho excelentes canteros que edificaron fuera de su país toda clase de grandes obras conforme a los más selectos estilo, y en su tierra los siguieron aplicando a la arquitectura civil y familiar."

El párrafo anterior contiene un pequeño error: ningún trozo de la provincia de Santander perteneció en el pasado a la de Asturias, y sí recíprocamente, si tenemos en cuenta las Peñamelleras y Ribadedeva. Malamente podía pertenecer a la provincia de Oviedo cuando ésta también era de creación reciente (simultánea a la de Santander), pues su territorio fue desgajado de la de León, en la que estaba integrada por completo. Por otra parte, la comarca de Reinosa es la única que no había pertenecido anteriormente a Burgos; de hecho, fue incluida en un principio en la provincia de Toro y, ya muy tardíamente, en la de Palencia cuando aquélla fue suprimida. En cualquier caso, tampoco cabe perder de vista que la división de España en provincias o, más propiamente hablando, en intendencias, tampoco era muy antigua, pues databa de 1749. Aparte de este pequeño error, el resto del discurso es de sobra conocido y basta darse una paseo por cualquier parte, no ya de la antigua provincia de Santander, sino de cualquiera de las dos Cantabrias, para corroborar tales afirmaciones.

Pero, aunque la estructura provincial subyace constantemente en el estudio, en determinados momentos el autor se libra de ella para comentar aspectos puntuales. En particular menciona que muchas mujeres de la zona de Espinilla de Campoo, como herederas de los bienes familiares, tomaban criados de La Pernía con los que posteriormente se casaban, habida cuenta de que los hombres de la zona emigraban. Pero donde más se aprecia la identidad etnográfica de ambas vertientes de la cordillera es en su clasificación de las provincias castellanas. Ocupa el capítulo titulado "La meseta central: Castilla la Vieja y las antiguas provincias castellanizadas del Reino de León". En este capítulo no desarrolla unos estudios paralelos de acuerdo a las diferentes provincias, ni a diferentes familias de provincias, sino que lleva a cabo un tratamiento global. Sin embargo, cuando trata la provincia de Burgos, dice lo siguiente:

"La provincia de Burgos, que es una de las más grandes de España y que tiene una longitud no igualada, se puede dividir en numerosas regiones naturales. Las del septentrión (por ejemplo la del valle de Mena) se asemejan a la montaña de Santander, que antes era de Burgos toda ella, y a la parte no vasca de Vizcaya. Esto se nota incluso en rasgos etnográficos muy visibles como el de que el carro de tipo cantábrico se use en pueblos cuales Espinosa de los Monteros, Medina de Pomar y Trespaderne."

Ahora bien, esta identidad de las gentes de ambos lados de la Cordillera ya se hallaba interiorizada por los montañeses tiempo antes de que hubiese en estas tierras ningún tipo de organización administrativa propia y, por otra parte, tan deseada por sus naturales. Así, en la segunda mitad del siglo XVIII, el ilustrado José Martínez Mazas, natural de Liérganes, escribe en su Memorias antiguas y modernas de la iglesia y obispado de Santander: "Casi podíamos decir que los Cántabros antiguos (excepto en la religión y en la policía) vivían al modo que los modernos, porque los habitantes de cualquier país, en el modo de vida, se acomodaban siempre a la calidad de su terreno. Todos eran, y son oy, laboriosos e industriosos, no temen los peligros de mar y tierra. La mujeres no son delicadas, trabajan en el campo como los hombres, llevan la carga en la cabeza, andan muchas descalzas y paren en los caminos. La vestimenta, especialmente entre los pasiegos y campurrianos, que retienen más los usos antiguos, es corta, y las mujeres generalmente traen cubiertas las cabezas con toca o velo de lino y aun de lana; y las doncellas tienen su distintivo de las casadas. El aire del mundo y la vanidad ha introducido ya muchos trajes modernos y, por consiguiente, los vicios, ociosidad, delicadeza y otros males que se excusan con el pretexto y nombre de una mayor cibilización y cultura."


[La página de la Cantabria Histórica]


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