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Crónica del Campeonato Mundial
por Pablo Milrud, integrante del equipo argentino

 

 

El torneo

Hasta el observador menos perspicaz notará que este mundial dista bastante de contar con la espectacularidad de los Mundiales de Fútbol y de los Juegos Olímpicos. Pero tiempo al tiempo, ya valdrán nuestros pases los millones de dólares que merecen...

Las imágenes de las instancias de competición son muy similares a las de la prueba del 5 de julio realizada en el edificio del diario La Nación. Ochenta individuos sentados en sus respectivas mesas (a dos personas por mesa), todos mirando en las pruebas individuales hacia el frente del salón, donde se encontraban siempre una gran cronómetro indicando el tiempo restante hasta el momento de entregar nuestras soluciones a lo problemas a resolver, más algún miembro del jurado, amén de los demás que se paseaban por la sala cuidando que no nos vayamos a copiar ni hacer trampa ni usar una serie de adminículos extra (fichitas, calculadora, ...) no permitidos, y lo hicieron cumplir. Alguna de nuestras estrategias de resolución se basaban en un uso intensivo de la goma de borrar, lo cual casi deriva en un conflicto internacional... ¡¡¡nada menos que un británico!!! Afortunadamente el hecho no pasó a mayores, pero el compartir mesas tuvo su peso.

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El equipo argentino

La mayoría de los mortales tuvimos ocho rondas de resolución, a la que se agregaba una novena para aquellos que tuvieran los diez puntajes más altos. Los enunciados de los problemas estaban escritos en un correcto inglés que, claro, no era el idioma materno de la mayoría de los nosotros. Estos enunciados nos fueron entregados el miércoles 11 de octubre, día previsto para la llegada de todas las delegaciones, a fin de que podamos desmenuzarlos convenientemente, traducirlos cada uno a su idioma preferido y hacer las consultas del caso en una sesión el jueves 12 por la mañana especialmente prevista para ello.

 

Los problemas

Todos los problemas del Torneo, junto con sus soluciones y el tiempo permitido para su resolución, están disponibles aquí. Los problemas eran de muy buena calidad.

El término inglés "puzzle" no remite estrictamente a "juegos de ingenio". La mayoría de los puntos en juego se conseguían mediante problemas en los que una lógica deductiva estricta garantizaba una solución, aunque esa garantía requería de un esfuerzo considerable y de una maquinaria deductiva bien aceitada. Algunas veces se podía cortar camino entrando por el lugar correcto (i.e., alguno de los datos desencadenaba más deducciones que otros). Y otras veces, para qué negarlo, el azar venía en nuestro apoyo.

Otros pocos problemas escapaban a esa resolución lógica y sí apelaban a algún tipo de ingenio. El objetivo podía ser cortar y/o armar una figura, descubrir una propiedad compartida por un grupo de nombres de personas, u optimizar alguna cosa.

Y, por otro lado, estaban los problemas de resolución grupal. Acá no estuvieron muy acertados en el diseño, ya que no eran en general problemas de resolución colectiva sino individual, con lo que no sólo no se aprovechaban las posibilidades de interacción de los miembros de un equipo, sino que en algunos casos se entorpecía el trabajo al tener que estar todos manipulando un mismo objeto.

(Mr. Potato Head es un bicho de plástico con forma de papa y al cual se le agrega ojos, pelo, patas y demás extremidades insertándolas en unos agujerillos ad hoc)

La partida de nuestro vuelo a Nueva York, prevista para el martes 10 cerca de la medianoche, se demoró hasta el 11 a las 8:00 de la mañana ya que el camión proveedor de alimentos chocó contra la cola del avión, pese a lo cual Aerolíneas Argentinas no dejó de alimentarnos. Consecuentemente, no pudimos contar con ese día tan necesario no sólo para imbuirnos de los enunciados de los problemas y marcar los aspectos difusos de los enunciados, sino también para planear estrategias de resolución, recordar y resolver problemas semejantes cuyo conocimiento pudiera contribuir a resolver los del torneo presente, etc.

La sesión de consultas fue uno de los eventos más interesantes del torneo. Es una pena que no sea parte de la competencia ni otorgue puntos a los equipos, ya que hubiéramos avanzado un par de puestos antes de empezar. Cada vericueto que los enunciados dejaban dudoso fue preguntado y repreguntado sistemáticamente por alguno de los picapleitos presentes: algún húngaro, algún holandés, y nosotros mismos. Y tanto fue así que hubo que desdoblar la sesión en dos.

En la novena ronda, los diez participantes con mayores puntajes individuales debían resolver ocho problemas en unas pizarras que se encontraban frente a todo el público, contando para ello con 30 minutos el que había quedado en décimo lugar, y todos con un tiempo proporcional al puntaje que habían acumulado en las ocho rondas anteriores. Todos se encontraban fuera del escenario. Comenzaba el primero, a su tiempo comenzaba el siguiente, y así seguían entrando hasta el décimo. Cada vez que alguien resolvía un problema, se lo entregaba a alguno de los ayudantes que rondaban el área, los cuales anotaban el momento en el que recibían la respuesta. Se podía, además, presentar más de una solución a cualquiera problema, contando en ese caso sólo la última respuesta. El orden final se establecería en función de la cantidad de problemas bien resueltos y, en caso de paridad, según quién haya presentado antes su última respuesta correcta. Finalmente, éstos fueron los resultados individuales y éstos los grupales.

 


Ulrich Voigt

 


Stamford Marriot Hotel

La organización

La organización de un torneo como éste requiere mucho trabajo. Los responsables no dejaron detalles librados al azar, y se prestaron a resolver asuntos extra con la mayor voluntad. Fuera de la competencia, hubo actividades surtidas, como un paseo a Nueva York con pub por la noche incluido, y un asado de despedida en casa de Ron Osher (miembro del equipo de EEUU).

Aprovechando el torneo, se organizó y presentó en el Museo de Arte de Katonah la exposición The Art of the Puzzle, en la que se exhibían montones de rompecabezas mecánicos de todo tipo y época, en su mayoría de la colección personal de Jerry Slocum.

El alojamiento y la competencia tuvieron lugar en el Stamford Marriott Hotel, con sus cómodas habitaciones, sus amplios salones y sus fastuosos desayunos.

¡Que se repita!

 

 

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