MITOS Y LEYENDAS DE DOÑIHUE*
DEVOCION A LA VIRGEN MARIA
La devoción a
la Virgen María está muy arraigada en nuestro pueblo chileno y prueba
de ello es que ha sido elegida como patrona de muchos pueblos de la
Sexta Región.
Con el
Terremoto de 1906, todo lo que había en nuestro templo se vino al
suelo. Sin embargo, la imagen de la Virgen vestida de nuestra Sra. de
la Merced, quedó, por un milagro, intacta sin sufrir ningún rasguño,
tapada por la campana más grande del campanario que adorna nuestra
Iglesia.
La leyenda
dice que la devoción a la Virgen deriva del milagro que hizo cuando
el río Cachapoal amenazó llevarse el poblado con huertos y sembrados
que existían a sus alrededores desde remotos años. El milagro se hizo
y los doñihuanos prometieron no hacer fiestas antes que la de la
Virgen.
La imagen de
Nuestra Señora, a la que se hace referencia, es de madera y está
vestida de gala en el camarín del altar mayor.
No hace mucho
tiempo, en este pueblo no se celebraba el 18 de septiembre hasta la
fiesta mercedaria, que es el 24 de septiembre.
LA VIRGEN DE PIEDRA
Hace muchos años, cuando
era párroco de Doñihue el Padre Cándido , que tuvo fama de santo
varón, y que realizó en este pueblo una fructífica labor pastoral,
existió en el cerro Poqui, en las afueras de Doñihue, una virgen de
piedra que sólo podía ser observada desde lejos, porque en cuanto
alguien se acercaba al lugar en que se encontraba, el cerro empezaba
a temblar y a llover. Alrededor de la Virgen crecían todo el año
bellas flores silvestres que perfumaban el ambiente.
Un día, este santo varón
decidió ir a buscar a la bella imagen para la veneración del pueblo.
El Padre Cándido se encomendaba a Dios a medida que se acercaba a la
quebrada donde estaba la Virgen. Al llegar al lugar, éste estaba
alumbrado con una luz celestial. La Virgen, adoptando la figura
humana, le dijo al Sacerdote que no se podía mover de allí, pues el
Creador le había encomendado una misión. Al cabo de unos minutos,
desapareció.
El Sacerdote volvió a su
Parroquia, la Virgen desapareció y de sus huellas en la tierra sólo
han quedado en los cerros los bellos huilles azules, que allí crecen
muy hermosos.
EL SANDILLERO DOÑIHUANO
En Camarico de Doñihue, vivía un caballero
de nombre Manuel, y sembraba sandías a medias en los potreros de la
Familia Iligaray. Siempre le había ido bien en las cosechas, pero le
sobrevino un período de tres años en que las sandías se le daban muy
pequeñas, pese a que abonaba bien la tierra y le echaba buena semilla.
Al ver esto, el hombre medio arruinado, se sentó en una piedra y muy
triste empezó a llorar, mientras comía su pobre almuerzo.
No se dio
cuenta cuando se le acercó un hombre extraño y le preguntó la causa de
su pena. Al enterarse le dijo:
“No se
preocupe, gancho. Convídeme un poco de su almuerzo y yo le voy a poner
abono que llevo en esta bolsita y mañana usted tendrá grandes, jugosas
y hermosas sandías, como no las ha tenido nunca.”
El campesino
compartió con él su merienda. Terminado el almuerzo, el extraño
extrajo de su linguera una bolsita, mirando hacia la siembra la
bendijo y se puso a derramar una tierra oscura en forma rápida, encima
de los camellones de sandías. Terminada su faena, se despidió del
hombre y éste lo vio desaparecer por el camino.
Al otro día,
de madrugada, el hombre salió de la ramada y con los primeros rayos
del sol vio encima de los camellones unas inmensas sandías. Al ver
aquello, el campesino se puso muy feliz, y se dio cuenta que era un
Enviado de Dios que había pasado por allí y, meditando, se dio cuenta
que hacía tres años vivía en pecado, alejado de Dios.
Desde
entonces, se acercó a la Iglesia, fue un hombre piadoso y nunca tuvo
problemas con sus siembras.
EL BURRITO CERRILLANO
Sucedió hace
muchos años en Cerrillos de Doñihue. Allí vivía con sus padres una
hermosa niña, ésta sólo salía a misa el día domingo, acompañada de su
madre. Muchos mozos había buscado diversos medios para llegar a su
corazón, pero todo había sido inútil.
Un día bajó
del tren que venía de Rancagua, un joven con una maleta y muy bien
vestido. Era Armando, el hijo de la Sra. Dolores, que se estaba
educando en el Colegio de los Salesianos de Santiago. Venía a veranear
a la casa de su madre.
Sucedió un día
domingo después de la misa, al ir a untar sus manos con el agua
bendita de la pila del templo ambos jóvenes coincidieron y se miraron.
Así nació un amor a primera vista. Otro día se encontraron en la
tienda de don Jorge y él se ofreció a llevarle unos paquetes a la
casa. Desde entonces fueron muchas las noches que ambos conversaron a
través de los barrotes de la ventana del dormitorio de la niña y
muchas veces no se dieron cuenta del tiempo transcurrido.
La madre del
muchacho contínuamente lo regañaba diciéndole: “a las horas que
llegas, me tenías con cuidado, te he dicho que regreses temprano, pero
eres como burro.” El joven no hacía caso de los consejos de su madre y
pronto el amor fue el cominillo del vecindario doñihuano.
Una noche oscura en la que
el muchacho venía de regreso de la casa de su amada, al doblar una
esquina, le salieron dos muchachotes que le dieron de cuchilladas,
mientras le decían:
“Toma santiaguino, para
que no vengas a meterte con nuestras mujeres.”
El joven, como
pudo, llegó desangrándose a su casa, pero las heridas fueron mortales,
por lo que falleció a los pocos días. Sus funerales fueron muy
sentidos por los habitantes del sector. Sin embargo, fue pasando el
tiempo y se olvidó poco a poco el suceso.
Un día se
empezó a comentar en voz baja que algunas niñas y algunos jóvenes que
se rezagaban más de la cuenta por las noches, al regresar a sus
hogares de repente veían que les aparecía un amistoso burrito que, muy
contento, les acompañaba y luego desaparecía de sus vistas.
Era el joven
que así purgaba su desobediencia ayudando a los demás.
LA PALOMA CHAMUSCADA
Hace muchos
años, en la época del bolero y del romanticismo, vivió en Valparaíso
de Doñihue, una señora que presumía de casta casada y que, muy joven,
había sido desposada con velludo tenientito. En su casa no le faltaba
nada en lo material, pero su defecto era que se reía en la fila.
Sucedía que apenas su esposo partía a trabajar a las minas, esperaba
que anocheciera, se emperifollaba y partía al cerro y se sentaba en
una gran piedra de la placeta a esperar va su enamorada, que muy
pronto llegaba a susurrarle bellas palabras al oído.
Muchas fueron
las noches que conversaron tranquilos en aquel paraje, pero no faltó
la comadre que informó al marido engañado de lo que sucedía a sus
espaldas.
Este preparó su venganza.
Un día hizo todo como si tuviera que ir a trabajar, se escondió muy
cerca y, momentos antes de la cita de los enamorados, calentó con
fuego la piedra.. Pronto llegó la mujer a la cita y, al sentarse, pegó
un gran grito. Corriendo, llena de dolor, bajó a su casa. Detrasito
llegó su esposo, quien cerró la puerta con llave.
El galán
llegó, y al no encontrarla, espero un buen rato. Luego decidió ir a la
casa de su amada para ver por qué no había acudido al lugar de la
junta. Entonces, muy suavecito, dijo por la ventana de la casa:
“Sale mi bella
enamorada, para que juntitos paseemos por el prado.”
Al momento se
escuchó la voz ronca desde adentro que dijo:
“La ingrata
paloma no puede salir porque tiene el poto quemado.”
Al escuchar
esto, el hombre salió corriendo para no ser baleado.
LA MUJER DE FUEGO
En el camino a
Lo de Cuevas, vivía una mujer quien, siendo muy joven, quedó viuda con
dos hijitas. La buena mujer, para vivir, tuvo que entrara a lavar ropa
ajena de los ricos del lugar. Pasó tanto tiempo junto a la artesa, que
un día de otoño cayó en cama con una fuerte pulmonía que la llevó a la
sepultura, a pesar de los cuidados de sus niñas.
Un matrimonio
de tíos decidió ayudar a las huérfanas y constantemente las visitaron
en su casa, pero cada vez que iban se admiraban al verlas tan limpias
y bien peinadas. La tía, muy curiosa, preguntó a los niños quién las
arreglaba tan bien. Ellas, al unísono, contestaron que su mamita.
Al regresar a
su hogar, la pareja se puso a comentar las palabras dichas por sus
sobrinas. El tío, intrigado, por el hecho, dijo que al medio día
siguiente, iría otra vez a visitarlas. Y así lo hizo. Muy
silenciosamente entró a la casa y grande fue su sorpresa al ver frente
al peinador a las dos muchachas y a una mujer de espaldas, que con
mucha paciencia les pasaba la peineta por sus cabellos. Mirándolas
detenidamente, el hombre exclamó:
“¡Es las
comadre Rosa!”
No hizo más
que decir aquellas palabras y la mujer se encendió completamente como
montón de paja y desapareció. Las niñas se pusieron a llorar
amargamente, diciendo que por culpa de su tío su mamita se había ido.
EL GRINGO CONDENADO
Un día, llegó
al pueblo un gringo, quien compró una casa que tenía un terreno que
muchos creían desahuciado por ser mala tierra. Este hombre llegó con
su esposa y su hijo, a los cuales prohibió tener contacto con los
vecinos.
Muy luego, los
lugareños empezaron a ver al extranjero afanado y sin camisa,
trabajando de sol a sol, y, con sorpresa, vieron que con el tiempo, se
cosechaban grandes y bellas hortalizas, que el no quiso vender porque
decía que las guardaba para su gasto. También edificó una hermosa casa
y compró más terrenos, los que trabajaba personalmente. Así vivió
muchos años felices. Pero un día, la señora del gringo no aguantó más
y tuvo que revelar el secreto de las el secreto de las riquezas a sus
vecinos. Les dijo que a su marido le faltaba una semana para cumplir
el pacto con el diablo. Quería que le velaran vivo toda la noche y al
mismo tiempo le rezaran, para así no entregarle su alma. Éste daba
muchísimo dinero al que se arriesgara, pero no encontró a ningún
corajudo. En vista de ello, el día anterior al plazo, el gringo tomó
un revólver y se reventó los sesos de un balazo.
Esa noche la
señora pidió a los vecinos que la acompañaran a velarlo por lo menos
hasta las doce de la noche. Antes de la hora, paulatinamente, los
vecinos se fueron retirando a sus hogares. Sólo dos niños y la señora
del gringo se quedaron con el muerto. Pocos minutos antes de la
medianoche escucharon muchos ruidos de cadenas. Estos, asustados,
huyeron hacia la calle.
Al otro día,
cuando tomaron la urna para sepultarlo, se dieron cuenta que ésta no
pesaba nada. A los pocos días, los vecinos empezaron a sentir un
coche que pasaba haciendo mucho ruido y, finalmente, se detenía en la
esquina de la casa del gringo.
Un día, un
vecino se aventuró a mirar por el postigo de la ventana. Lo que vio lo
hizo exclamar:
-
¡Virgen Santísima, esta es
la casa del demonio!
Le contó a su esposa que
vio un coche rodeado de fuego y al diablo fustigando un par de
caballos negros y, dentro del coche, muy sentado, iba el gringo muy
colorado.
Al otro día, el Párroco
del pueblo, junto con un gran número de personas, hicieron una
procesión cantando y rezando. En la esquina de la casa el sacerdote
tiró mucha agua bendita y luego puso una cruz en el poste donde se
perdía el coche maligno, que nunca más volvió a penar.
* Bibliografía: ACEVEDO,
Sigifredo. Mitos y Leyendas de Doñihue. 1ª. Ed. Doñihue:
Municipalidad, 1997. 28 p.
Inicio
│
Introducción │ Textos │
Imágenes |
Directorio Cultural │Sitios de Interés │
Contáctanos