Historia Local de
Camarico:
DON CUSTODIO*
Por Amelia
Díaz
Llegué a trabajar, por un primer nombramiento, a la Escuela Nº 40 de
Camarico, en Doñihue.
Era una escuela pequeñita, que hoy no existe, en la cual me
correspondió trabajar sola por siete meses, pues la Directora, Doña
Laura, hacía un curso en Santiago.
El
hecho de trabajar sola y ser nueva frente a un grupo de niños me hizo
permitir que fueran mis guías en las primeras relaciones con la
comunidad.
Y fue así, como, luego de llevarme a conocer distintos lugares y
personas del barrio. Un día me propusieron: ¿Vamos a ver a Ño
Custodio?
Por
la forma de referirse a él, supe que Don Custodio era una persona
aceptada y admirada por ese enjambre de niños, cuyas edades fluctuaban
entre los seis y los dieciséis años.
Camarico era un lugar hermoso: una calle rural serpenteante, que
imitaba la línea del estero, que se deslizaba trazando curvas al cerro
y abriéndose paso entre sauces, álamos y otros árboles. Por el lado
sur, las casas rústicas, entre las cuales destacaba la casa de Don
Isaías Soto, hombre de buena posición económica y dueño del local de
la escuela. Sobre el estero, puentecitos de madera, que permitían, al
igual que hoy, el acceso a las casas que quedaban en el sector del
cerro.
Para visitar a Don Custodio debimos atravesar el estero, subir por
las calles irregulares que trepan al cerro y llegar a un canal que los
vecinos llaman La Parralina.
Allí, entre el borde del agua y el cerro, vivía Don Custodio. Había
Construido un “ruco” de piedras y latas, donde dormía. Junto a su
casa formó pequeños terraplenes con piedras labradas por él y
rellenos de tierra cuidadosamente preparada. En esos terraplenes
cultivaba verduras, que junto con sus tareas de hojalatero, le
permitían paliar sus necesidades mínimas.
Era un hombre muy alto, de larga y rizada cabellera, barbudo, que nos
acogió con gran amabilidad y calidez. No sé si sus ojos eran claros,
pero su mirada transparente, que parecía surgir de más allá de sus
pupilas, sugería esa claridad. Su alta figura, que emanaba un halo de
bondad y serenidad, imitaba a muchas imágenes de Jesús, aunque con
muchos años más. Me pareció, las dos veces que lo vi, una persona
excepcional, de un misticismo puro y natural.
Al llegar los niños se ubicaron a su alrededor y luego de algunos
saludos y comentarios Ño Custodio con su voz y sus palabras nos llevó
por las áridas tierras de las pampas nortinas, de las cuales tenía
mucho que decir, por haberlas recorrido en su juventud. Escuchándolo
sentí envidia y deseé que alguna vez mis alumnos bebieran mis
lecciones con la avidez con que lo hacían estos atentos oyentes.
Mi contacto con él fue breve, pero tan impactante que despertó en mí
la necesidad de saber algo más sobre él. Para ello conversé con
vecinos y parientes. Por desgracia eran todos adultos, prácticos, y
con los pies bien firmes en la tierra. Digo por desgracia, porque sólo
los niños apreciaban sus narraciones.
Así
fue como supe que Don Custodio recorrió de joven las tierras nortinas,
de donde volvió trastornado, llegando incluso a estar internado en la
casa de orates de Santiago. No se había casado, pero mantuvo un
romance con una joven del lugar. Cuentan que para visitarla a
escondidas por las noches, tendió un cable sobre el estero, por el
cual se deslizaba para poder llegar hasta su amada. De este romance
nació una niña. Se dice que cuando arreciaba su locura mística
predicaba en una plazuela que había entre las casas del cerro. Una
sobrina recuerda que su madre lo llevaba a su casa, vistiéndolo y
albergándolo durante algún tiempo, pero él se arrancaba para volver a
su morada o para perderse entre los cerros por muchos días, al cabo de
los cuales volvía descalzo, con los pies llagados y muchas veces con
una corona de espinas sobre sus sienes. Dicen también que su locura la
provocó una bolivianita con un maleficio, porque él no quiso
desposarla.
Muchas personas criadas en Camarico tienen algo que decir de él. Los
adultos lo recuerdan como un loco que nunca fue violento ni hizo daño
a nadie. Para los niños que lo conocieron, fue un manantial de
historias y un estímulo para su imaginación.
En agosto de 1968 murió ahogado en las mismas aguas que regaron su
huerta. Una sobrina suya, persona importante en aquella época se hizo
cargo de su funeral y sepultación.
De modo que de Don Custodio Soto Núñez y de su especial locura de
imitar a Jesús, sólo quedan una placa en el Cementerio de Doñihue y
muchos recuerdos en las mentes y corazones de los vecinos de Camarico.
*
Bibliografía:
Y…
Vivimos la magia de las letras…: Taller literario Biblioteca Pública
Municipal de Doñihue. Rancagua: Fondo Nacional de Fomento del Libro y
la Lectura, 2001. 73 p.
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