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El Maestro Perfecto Artola,
una vida para la música

R. Monferrer - P.-E. Barreda

Entre los numerosos hijos de la tierra a los que siempre deberemos gratitud y reconocimiento por su excelente e inmensa labor cultural, figura el nombre de Perfecto Artola, músico y compositor que plasmó la vida de su tierra con magníficas páginas musicales que, sin duda, le harán ocupar, por derecho propio, un lugar importante en la historia de la música.

El maestro Perfecto Artola Prats nació en Benassal el 30 de diciembre de 1904. Influenciado por un ambiente familiar de afición musical y la solícita atención del beneficiado y organista mosén Leandro Alcácer pronto sería el cantor tiple solista del coro parroquial y poco después, a los ocho años, flautín de la banda de música de su pueblo con notables progresos y excelentes resultados que le convertirían en el dulzainero oficial de Benassal, con buena acogida y éxito extensible a los pueblos circunvecinos comarcanos, donde sus actuaciones eran muy celebradas.

En 1923 se traslada a Barcelona para ingresar en el ejército. Allí, con Julián Palanca y en la Escuela Municipal de Música de la capital catalana cursa estudios de solfeo y teoría (Millet), clarinete (Nori) y armonía (Palanca) que simultanea con los de contrapunto, fuga, transcripción y formas musicales, en Madrid, con Emilio Vega. Prosigue en 1933-1934 en el Conservatorio de Córdoba y finaliza el ciclo completo de los estudios superiores en Sevilla en 1945, sin descuidar perfeccionar la transcripción, instrumentación y conocimiento de la gran banda con Manuel López Varela, director de la Banda Municipal de Madrid, sapiencia y maestría máxima en estos menesteres. Las prácticas de dirección, con la banda que conduce el conocidísimo Pascual Marquina.

Relevante clarinetista y discípulo destacado de brillantes maestros, en sus años de Barcelona, muy joven demostró buenas aptitudes creativas como lo prueba su primera producción, la marcha Fuente En Segures (1927), inmediatamente grabada en disco, a la que seguirían otras de la índole, entre las que destaca su celebérrimo pasodoble Gloria al Pueblo (1932).

En 1931 ingresa de clarinete principal en la Banda Municipal de Málaga, ciudad en la que prácticamente ha desarrollado toda su carrera musical como solista -dominaba perfectamente el clarinete y el saxofón-, como en su importante labor al frente de clases y creación de bandas de música que fueron la simiente del florecimiento actual y la gran cantidad de excelentes profesionales salidos de sus aulas y de su magisterio que ocupan plazas en las mejores bandas civiles y militares y orquestas de España.

Nuestro músico, que había conducido en Barcelona el conjunto Reus-Paris-Londres y participado activísimamente con la Jazz Band de Mataró, al poco de llegar a la capital malagueña funda la Orquesta Artola (1933-1955) -de tanta vigencia en los años 40 en el Hotel Miramar, Caleta, Baños del Carmen y Café Español de la calle Larios-, con la que introdujo el género jazzístico en Andalucía y motiva la creación de numerosísimas piezas para su repertorio (Cerco de la Luna, Sol y sombra, Garbo de España, Always for you, Siempre para ti, Sólo es tentación, Engaño, Grito del alma,..., entre otras, ilustran lo referido).

Tras fundar la banda cómica Los Ases-Inos (1936), de vida efímera, en 1939 prepara y dirige con notable éxito una Banda Juvenil hasta su disolución en 1944, como la posterior de las Escuelas del Ave María de Málaga (1945-1955), máxima categoría nacional paseada en triunfo por toda España.

Desde 1945 hasta 1979, fecha de su jubilación, fue director de la Banda Municipal de Málaga a la que confiere calidad, empaque y categoría en los programas, consiguiendo una plantilla suficiente y ser el principal artífice de su consolidación que prestigió con conciertos populares, en locales cerrados y el Parque, convirtiéndola en una de las mejores de España.

Entre 1966 y 1975 conduce, con la debida competencia, la Orquesta Sinfónica de Málaga, con especial atención a la promoción y repertorio de los jóvenes valores malagueños, hasta alcanzar los mejores calificativos críticos, que le llevarían a Bruselas a dirigir la Orquesta de la Radiotelevisión Belga (1971). También ha dirigido la Masa Coral de Málaga, la posterior Agrupación Lírica Malagueña, con la que dio un impulso definitivo a la música coral, sacra y a las obras líricas con representaciones de zarzuela que dirigió en Málaga y otras ciudades españolas.

Ha sido profesor de solfeo e instrumento de viento y madera en la Escuela Municipal de Música (1946-1979) y catedrático de clarinete en el Conservatorio Superior de Música de esta capital (1948-1976). En muy pocos meses prepara y presenta la Banda Juvenil de los Colegios de Miraflores de los Ángeles y Gibraljaire de Málaga (1975), formada por ciento diez componentes, la gran realidad bandística andaluza actual.

Respecto a las formaciones bandísticas, como la enseñanza va a cargo exclusivo de su director que sabe la capacidad de sus alumnos, Artola les hizo lo más apropiado incorporando al repertorio habitual algunas de sus obras de carácter popular escritas con esta finalidad y en número considerable de pasodobles, pasacalles, marchas, serenatas, poutpurris, etc. como: 29 de Octubre, Valencianeta, Malagueña, De Málaga a Valencia, La Concha Flamenca, Aires de Ávila, La gloria del Camino, Hacia la Olimpíada, etc.

Artola, que representa el prototipo del músico completo, si como director es un músico de calidad, magníficamente dotado, de batuta firme y segura, particular destreza, muchas facilidades concertando y con gran conocimiento de las agrupaciones que ha dirigido, especialmente la banda -que domina y maneja magistralmente-, su faceta como compositor ha sido iguaimente fructífera hasta los últimos días. Autor de rica inspiración espontánea, colorista, melódica y de gran imaginación, se ofrece como un compositor dueño de una formación seria y enamorado de las formas clásicas.

En el campo de la composición su producción es relevante; ha escrito obras para banda y orquesta, piano, chelo, guitarra, coros, etc., con una nómina que rebasa los quinientos títulos. Si bien, merece recordarse la obertura Romería de San Cristóbal (1947). Las suites El Maestrazgo (1952), Capricho Peruano (1967) y Regalos. Suite en Fa Mayor (1970). Los poemas sinfónicos descriptivos Semana Santa en Málaga (1958), Fadrell (1983, 1985), Maria-Anna (1988) y Axarquia (1990). Seis Scherzos (1950-1952). El ballet Caín y Abel (1973). La zarzuela inédita Coraliyo (1945) y la revista folklórica Rosa de Espinas (1950). Junto con más de cuatrocientas composiciones breves de gran originalidad y popularidad entre las que hay que destacar sus característicos pasodobles de concierto (Bous al Pati, Peña Chocolate, El Clarín, La Plana, Moncátil, Tierra Mía, Cadencia Ibérica, Fontanal, Castell de Culla, Málaga tierra ideal, García Alted, Silvestre Segarra, La Vall, María Auxilio, Peña Malaguista, Canto a Málaga, Málaga del Sol, Nules, Henri Bouché, Francisco Sales, San Mateo, Club Taurino Villafranca, El Alguacilillo, Cadencia Cromática, etc.), airosos y castizos, de ricos recursos melódicos, en algunos de los cuales se adivina la conjunción de la influencia valenciano-andaluza, una peculiaridad muy característica del autor. Al igual que otros himnos, canciones, plegarias, arreglos, transcripciones, ediciones, grabaciones discográficas, y un largo etcétera que, sin duda, lo han consagrado como uno de los grandes en la especialidad, aunque no lo suficientemente conocido.

Buen conocedor del folklore musical de su tierra y malagueño, lo incorpora frecuentemente a sus composiciones consiguiendo bellísimas páginas descriptivas llenas de inspiración y colorido, incluso reunidos en recopilaciones como Málaga Canta (1948) y en el inédito Cancionero Popular de Benassal (1949).

Su dimensión humana podría definirse como la de un hombre prudente, fuerte, sencillo y humilde sin pretensiones humanas -ésto explicaría el porqué no quiso hacerse cargo de la Banda Municipal de Madrid (1950)-. Una persona diligente, íntegra y perseverante que entregó su vida a la música, composición y docencia en una labor -no bien ponderada- callada y constante en el arduo quehacer diario a lo largo de los años. De vida austera y franciscana, siempre contento y con sano humor mediterráneo, entendió que el ser músico era la manera de ser hombre, así lo vivió y así actuó en consecuencia en su dilatada y fecunda existencia.

Por ello y por su vinculación con la Semana Santa malagueña y las cofradías -especialmente en los últimos años- estimulaba su inspiración en marchas procesionales, lentas y solemnes, que mayormente son fruto de su plena madurez artística, y ahí están junto a su imponente poema intitulado con este nombre, entre las que recordemos, Nuestro Padre Jesús del Paso, Credo del Mutilado, Cristo de la Humildad, Merced, Hacia el Calvario, Presentación al Pueblo, Nuestra Señora del Mayor Dolor, Virgen de Gracia, Coronación de la Virgen de los Dolores, Pregón del Rescate, Cristo de las Penas, Nazarenos del Rescate, Esperanza Coronada, Juventud Cofrade, Virgen de la Trinidad, Jesús de la Sentencia, Ánimas de ciegos, Vera Cruz y Lágrimas, Soledad, Exaltación, Santo Grial, Virgen del Carmen, Virgen de la Piedad, Virgen del Rosario, Virgen de la Concepción, Virgen de la Alegría, Virgen de la Trinidad, Cristo de los Estudiantes, Pollinica y Rocío, Nazareno de la Salutación, Cristo de la Expiración, Jesús del Prendimiento, etc. hasta la inconclusa Misericordia -la última de todas sus obras, con la que todavía se recreó el día anterior a su muerte- y dado que la mayor parte de las hermandades malagueñas tienen una marcha procesional compuesta por él, no es de extrañar que se le nominase maestro principal de las cofradías y tildado de eterno cofrade el ser el creador de un corpus musical semanasantero propio y específico, contribuyendo de esta manera al gran auge actual de la semana mayor malacitana.

Perfecto Artola, muy querido por la sociedad malagueña a la que él decía pertenecer tanto como a la suya, siempre fue fiel a su tierra de origen que llevaba en lo más hondo de su corazón, relación más acusada, si cabe, en la época de su jubilación como pudimos observar en algunas actuaciones suyas con la Banda Municipal de Castelló y en otros pueblos de la provincia a los que había dedicado composiciones suyas y en donde se le quería con verdadera veneración. Pocas veces este dato biográfico ha cobrado tanta significación en la obra de un compositor. Algunas de las mejores obras de Artola están inspiradas o llevan un título referente a esta tierra, que vive en la obra de Artola y su obra respira el aire de la tierra.

El Mto. Artola, cuyo nombre rotula calles en Benassal, Castelló, Málaga y un aula del principal conservatorio malagueño, ha sido galardonado con numerosos premios y distinciones, algunas de ellas estatales, como reconocimiento público a su trayectoria, contribución y aportación a la música a la que se ha dedicado y servido durante toda su vida, hasta la víspera misma de su fallecimiento ocurrido, casi repentinamente, la madrugada del viernes 23 de octubre de 1992 a la edad de 87 años. Sus restos reposan en el Parque cementerio de San Gabriel de la capital malacitana.

Málaga, que conoce en su justa medida el meritorio esfuerzo realizado por el Mto. Artola y valora la gran afabilidad y amor que le profesó, se vistió de luto al conocer la noticia de su muerte, testimoniándole -en un acto único en la capital en las últimas décadas- el agradecimiento a que era merecedor por su gran lección de bonhomía, entrega y profesionalidad con su extraordinario legado, que junto con sus virtudes había resaltado su personalidad hasta el momento que varias generaciones todavía le lloran y recuerdan en el sinfín de homenajes que en su memoria se suceden.

El Maestro Artola nos deja su magisterio y su obra, en definitiva, su recuerdo.


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Última actualización: 14 de abril de 1999.

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