I Trabajo actual en filosofia baha'i.
II Astrología sabea, que correlaciona la filosofia India y los arquetipos de adivinación Africana con el I-Ching.
III Wen Wang Gua, sobre el origen de los trigramas y su uso en la adivinación tradicional taoista.
IV El I-Ching, traducción de Carmelo Elorduy.

LÓGICA SABEA

    La lectura de astrología sabea da como resultado ocho hexagramas del I-Ching designados con nombres de planetas, y una linea específica de cada uno.    Estos se interpretan leyendo el texto que acompaña a las lineas, como por ejemplo en la traducción al Inglés de James Legge.    Cada uno de los textos se puede representar como un triagrama y leido en el orden especificado en el gráfico.    De acuerdo al principio de lógica matemática llamado igualdad lógica, si los dos lados de una ecuación son iguales el resultado es yang ( 1 ) y si son diferentes el resultado es yin ( 0 ).

orden triagrama nombre
1 000 Luna
2 010 Venus
3 110 Mercurio
4 011 Sol
5 101 Saturno
6 111 Marte
7 100 Jupiter
8 001 Tierra


Esto se puede usar para estudiar la relación entre los triagramas, estableciendo correspondencias lógicas entre los textos representados por ellos, y este sistema funciona para cualquier tipo de escrito.    La combinación lógica por la cual los triagramas se combinan para producir otros triagramas es igualmente como los párrafos representados por ellos se pueden combinar para entenderlos.    Por ejemplo, cuando el triagrama Luna se combina lógicamente con el triagrama Saturno se produce el triagrama Venus, etc.    Para la lectura esto y su disposición quiasmática, tal como se explica al final de esta página, parece suficiente, mientras que para la escritura pareceria que se requiere entenderlos como manifestaciones de prakriti, tal como se vió en la astrología sabea.    Lo siguiente busca dar una explicación científica, basada en la serie Fibonacci, de una importante consecuencia de esto, es decir, que todos los escritos se dividen naturalmente en dos tipos distintos.

    En general, lecturas y escritos se dividen en dos tipos distintos, ya sea que el lector o autor los consideren una busqueda intelectual o la expresion de hechos ( para el ) del todo evidentes.    Se puede determinar científicamente a cual de estos dos pertenece un escrito filosófico.    Se exprese explícitamente o no, todos comienzan con una distincción entre lo que existe y lo que no existe, expresados como dos cosas separadas y distintas.    Representaremos estos como 1 y 0 respectivamente.    Aunque desde el punto de vista de la Naturaleza se pueda expresar que lo que existe aparece de la nada, expresado como 0, 1, es evidente que para todo lo que es dicho la nada o el cero no se pueden entender como un absoluto, sino solo en relacion a lo que se dice que existe.    Por lo tanto, representaremos el principio básico de la aparición de la existencia, y todo razonamiento discursivo en relacion a el, como 1, 0.    De estos todo discurso procede, y asi del cero aparece un uno, expresado como 1, 0, 1.    Pero asi como la nada no se puede expresar como un absoluto, tampoco puede serlo aquello que se dice que existe, una vez comenzado el discurso.    Por eso del uno que establecimos anteriormente procede un uno y un cero, y no solamente el cero porque ya existe en relacion al cero anterior, y no únicamente un uno porque entonces se tendría que entender como un absoluto.    La expresion viene a ser entonces: 1, 0, 1, 1, 0.    Todos los valores subsecuentes se pueden determinar en base a este mismo principio.    Los primeros tres han producido otros ciertos valores, asi que continuamos el discurso en base a lo que el cuarto le añade.    Siendo este un uno, y como un uno produce un uno y un cero, la próxima expresion es: 1, 0, 1, 1, 0, 1, 0.    Continuando con el quinto elemento, y siendo este un cero, el próximo valor expresado es un uno, y despues el sexto elemento, siendo un uno, produce un uno y un cero.    Entonces tenemos la expresion: 1, 0, 1, 1, 0, 1, 0, 1, 1, 0.    Los primeros dos valores produjeron valores únicos, y comenzando con el tercero, produjo dos valores, entonces esos dos produjeron tres, y esos tres producen cinco.    Los cinco entonces producen ocho, que puede expresarse como la suma de cinco y tres, los cinco mismos siendo la suma de tres y dos.    El dos se produjo sumando uno y uno, y antes de eso teniamos la expresion del cero.    Por lo tanto, como los tres primeros valores producen un único valor, algunos escritos comienzan con la expresión de este único valor, y algunos otros expresan asimismo el uno y el cero previos.    Los primeros son los escritos de los intelectuales, y los otros los de los poetas místicos.    Entonces para la aplicación de lógica sabea a la comprension de estos escritos, será conviente recordar que algunos comienzan con el primer triagrama, Luna, mientras que otros lo hacen con el tercero, Mercurio.    Ya que la progresión de unos y ceros no produce ningun patrón repetible, solo hay estas dos posibles formas de todo razonamiento discursivo.    Otros escritos como son los de los cientificos o escritores de fantasias dependen de la abilidad de la mente para recordar cosas que aparecen juntas unas a otras, y así presentan unos ceros y unos en un intento azaroso de tratar de retener la atención del lector, pero no de acuerdo a ningun principio de lógica.    Un ejemplo de la forma de lectura ( o escritura ) propuesta se dará a continuación.    Si el tercer párrafo de una escritura se considera como el triagrama Mercurio, se manifestará en contraste a lo expresado por el sétimo párrafo, representado por el triagrama Jupiter, expresandose en lo expuesto en el quinto párrafo, representado por el triagrama Saturno.    Pero si fuera un escrito intelectual, los párrafos tercero y sétimo se representarian, en vez, por Saturno y Luna respectivamente.    El onceavo párrafo seria igualmente Saturno, y la Luna y Saturno producen Venus, el cual sería el color del octavo párrafo.    Si fuera un escrito místico, el onceavo párrafo sería Mercurio, y Mercurio y Jupiter no producen Venus.    Por esta y otras formas similares se puede determinar si el escrito filosófico es el de un intelectual o el de un místico.    Por ejemplo, el noveno y decimotercer párrafo serian Luna y Saturno en escritos místicos, mientras que serian Mercurio y Jupiter en los intelectuales, y el primero de estos produciría el décimo párrafo Venus, etc.

    Desafortunadamente, algunos escritos han sido cambiado por sus editores, y la division original de los párrrafos ya no es evidente.    Tal es el caso, por ejemplo, con versiones modernas de "El Libro de La Certeza", traducido por Shoghi Effendi de Baha'u'llah, y la Biblia.    En este caso es necesario usar la propia intuición para determinar donde acaba y donde empieza un párrafo.    Si esto no es posible, es porque nos falta información de lo escrito, o determinamos que el escrito no vale la pena.

    El primer párrafo usado en lógica sabea es siempre el primero en el texto, pero un texto de al menos dieciseis párrafos se interpreta como un quiasmo.    En otras palabras, el segundo párrafo usado en lógica sabea seria el número dieciseis o un múltiple de dieciseis, el tercero a interpretar seria el segundo párrafo, y el cuarto el penúltimo del multiple de dieciseis, etc.    Si el texto es intelectual (que comienza con el tercer párrafo) entonces eso debe tomarse en cuenta al buscar el segundo párrafo a ser interpretado, y en el caso de un texto de dieciseis párrafos seria el doceavo, porque doce seria el tercero antes del último, considerando que el catorce seria en realidad el dieciseis.    Ningún quiasmo tendrá mas de 80 elementos, y todo despues del 80 se interpreta como un nuevo quiasmo.    Notese que los escritos intelectuales terminarian el primer quiasmo con el 76 y comenzarian el próximo con el 79.    Si el próximo tiene menos de dieciseis párrafos, puede ser considerado como parte de un quiasmo que incluye el anterior.    Por ejemplo, para un texto de 20 párrafos, los párrafos 17 - 20 pueden considerarse como la segunda parte de un quiasmo de 32 párrafos, lo cual los relacionaria con los párrafos 13 - 16.

    Aqui estan algunas otras asociaciones de los triagramas:

Triagrama Alquimia china Generos del ser de Plotino Comienzo o Fin Terminologia de Abdu'l-Baha Generos de espiritu y otros seres de Abdu'l-Baha Libros baha'is Relacion de las lineas con el calendario baha'i
011 Aire El conocimiento otro que el conocedor y lo conocido No tiene fin Nubes Espiritus santos Dios Pasa Grandeza, Luz, Misericordia (4,5,6)
101 Tierra El conocido otro que el conocedor y el conocimiento Tiene fin Soles Espiritus santos Evangelio de Tomas ( igual que el Koran en orden cronologico ) Soberania, Dominio, Sublimidad (17,18,19)
100 Madera El conocimiento Tiene fin Rayos de luz Animales Oraciones Meditaciones Voluntad, Conocimiento, Poder (11,12,13)
111 Fuego El conocimiento identico al conocedor y lo conocido No tiene fin Espejos Espiritus de Fe Voluntad y Testamento de Abdu'l-Baha Luz, Misericordia, Palabras (5,6,7)
001 Yang El conocido idéntico al conocedor y el conocimiento No comienza Lluvia Espiritus de Fe Las Palabras Ocultas Esplendor, Gloria, Belleza (1,2,3)
010 Metal El conocido No comienza Frutas La Humanidad Epistola al Hijo del Lobo Expresión, Preguntas, Honor (14,15,16)
110 Agua El conocedor Comienza Arboles Plantas Pasajes de los Escritos de Baha'u'llah Perfección, Nombres, Fuerza (8,9,10)
000 Yin El conocedor idéntico al conocimiento y el conocido Comienza Semillas Objetos inanimados El Libro de la Certeza Gloria, Belleza, Grandeza (2,3,4)


    En relación a todo lo anterior, seria sabio notar que, si pudieramos considerar a todo como proviniente de lo que no tiene comienzo, tampoco habria final, porque su conocimiento no podria tener un comienzo.

DEL SEGUNDO LIBRO SOBRE LA GENERACIÓN Y CORRUPCIÓN DE ARISTÓTELES

§ 1 · NOS hemos referido a la combinación, al contacto, a la acción y la pasión, explicando el modo en que estos procesos se atribuyen a las cosas que sufren un cambio natural, así como también explicamos el modo en que se dan la generación y la corrupción absolutas, a qué afectan y por qué causa se producen. Igualmente, hemos hablado de la alteración, de qué es el alterarse y en qué se diferencia de los anteriores procesos. Nos resta examinar los llamados «elementos» de los cuerpos.

En todas las sustancias naturalmente constituidas no hay generación ni corrupción sin la existencia de cuerpos perceptibles. Empero, algunos filósofos afirman que la materia subyacente a dichos cuerpos es una, suponiendo, por ejemplo, que es el aire, el fuego o un intermedio de éstos, tratándose en todos los casos de algo corpóreo y separado. Otros, en cambio, afirman que hay más de una materia (postulando, unos, el fuego y la tierra; otros, agregando el aire a los anteriores como tercer elemento; otros más, sumando el agua como cuarto: así hace Empédocles) y que, a partir de la asociación y disociación o alteración de estos elementos, tienen lugar la generación y la corrupción de las cosas.

Demos, pues, nuestro acuerdo a que es correcto llamar principios y elementos a las materias primarias a partir de cuya transformación, por asociación y disociación u otro tipo de cambio, se producen la generación y la corrupción.

Pero se equivocan quienes postulan una materia única aparte de las mencionadas y que es corpórea y separada. Es imposible, en efecto, que un cuerpo tal exista sin poseer una contrariedad perceptible, pues ese «infinito» que algunos identifican con el principio necesariamente deberá ser liviano o pesado, frío o caliente.

Por otra parte, lo que está escrito en el Timeo carece de toda precisión, visto que Platón no dijo con claridad si el «receptáculo universal» está separado de los elementos, ni hace ningún uso de él, limitándose a decir que es un sustrato anterior a los llamados elementos, tal como lo es el oro con respecto a los objetos de oro (sin embargo, expresado de este modo, esto no constituye una fórmula feliz, sino que sólo vale para las cosas sujetas a alteración, pero es imposible que aquellas cosas que se generan y se destruyen sean nombradas a partir del sustrato del que han surgido; él, no obstante, afirma que es mucho más verdadero decir que cada uno de los objetos de oro es «oro»). Además, Platón lleva el análisis de los elementos -que son sólidos- hasta el nivel de las superficies, pero es imposible que la «nodriza» y la materia prima sean las «superficies».

Nosotros decimos, en cambio, que hay una materia de los cuerpos sensibles, de la cual se generan los llamados elementos; pero ella no posee existencia separada, sino que está siempre asociada a una pareja de contrarios. En otros escritos hemos desarrollado estos asuntos con mayor precisión.

Pero, puesto que también los cuerpos primarios surgen de la materia de este mismo modo, debemos dar una explicación sobre ellos, en la creencia de que la materia, que es sustrato de las cualidades contrarias, pero sin estar separada de ellas, es principio, y principio primario (pues ni lo caliente es materia de lo frío, ni éste de lo caliente, sino que el sustrato es materia de ambos). En consecuencia, «principio» es, en primer lugar, aquello que es potencialmente un cuerpo perceptible; en segundo lugar, las parejas de contrarios (menciono como ejemplo la calidez y la frialdad), y, en tercer lugar, el fuego, el agua y sus similares. Estos últimos, en efecto, se transforman unos en otros, al contrario de como afirman Empédocles y otros pensadores (porque, en tal caso, no habría alteración), pero las parejas de contrarios no se transforman.

Con esto, sin embargo, no menos debemos tratar la cuestión de cuáles y cuántos son los principios del cuerpo, pues todos los demás filósofos los presuponen y se valen de ellos sin decir por qué son tales y tantos.

§ 2 · Dado que buscamos los principios del cuerpo perceptible, esto es, «tangible», y que tangible es aquello cuya percepción se da por contacto, resulta evidente que no todas las parejas de contrarios constituyen las formas y los principios del cuerpo, sino solamente las correspondientes al tacto, pues dichos cuerpos difieren conforme a una contrariedad, a saber, una contrariedad de cualidades tangibles. Por eso, ni la blancura o la negrura, ni la dulzura o el amargor, como tampoco ninguna de las demás contrariedades sensibles, constituyen un elemento.

La vista, en verdad, posee prioridad respecto del tacto, por lo cual también su objeto es anterior, pero no es una afección del cuerpo tangible en cuanto tangible, sino según otro aspecto, si bien ocurre que este otro aspecto sea naturalmente anterior.

Por consiguiente, debemos distinguir cuáles son las diferencias y contrariedades primarias de los cuerpos tangibles mismos. Las contrariedades correspondientes al contacto son las siguientes: caliente-frío, seco-húmedo, pesado-liviano, duro-blando, viscoso-desmenuzable, áspero-liso, grueso-fino.

De estas parejas, pesado y liviano no son ni activos ni pasivos, pues ellos no deben su nombre al hecho de actuar sobre otra cosa o de padecer por agencia de ella. Pero es necesario que los elementos sean recíprocamente activos y pasivos, pues se combinan y transforman unos en otros.

En cambio, caliente y frío, y seco y húmedo, deben su nombre a que son, los unos activos y los otros pasivos. «Caliente» es aquello que asocia cosas del mismo género (pues «disociar», función que adjudican al fuego, es asociar cosas de una misma familia, porque concurrentemente se opera la destrucción de las cosas extrañas); y «frío» es lo que reúne y asocia, por igual, tanto cosas del mismo género como de distinta familia. Y «húmedo» es lo indeterminado en su propio límite, pero fácilmente delimitable; mientras que «seco» es lo fácilmente delimitable por su propio límite, pero que difícilmente adopta uno impuesto.

De estos últimos derivan lo fino y lo grueso, lo viscoso y lo desmenuzable, lo duro y lo blando y el resto de las diferencias tangibles.

Así, la «capacidad de colmar» es propia de lo húmedo, debido a que no está determinado, es fácilmente determinable y sigue la forma de aquello con lo que entra en contacto. Y lo fino posee «capacidad de colmar» porque está hecho de finas particulas, y lo que consiste en particulas diminutas tiene capacidad de colmar; en efecto, está en contacto todo con todo, y lo que es fino posee en máximo grado esta característica. De esto resulta evidente que lo fino deriva de lo húmedo y lo grueso de lo seco.

A su vez, lo viscoso deriva de lo húmedo (pues lo viscoso es algo húmedo que ha padecido una cierta afección, por ejemplo, el aceite), y lo desmenuzable de lo seco, porque desmenuzable es lo completamente seco que, de tal suerte, se ha solidificado por carencia de humedad.

Lo blando también deriva de lo húmedo. Blando es, en efecto, lo que cede hacia sí sin cambiar de posición, como hace precisamente lo húmedo -por eso, lo húmedo no es blando, mas lo blando deriva de lo húmedo.

Lo duro, por su parte, deriva de lo seco, porque duro es lo que ha solidificado, y lo sólido es seco.

Empero, «seco» y «húmedo» se dicen con numerosas acepciones. En efecto, a seco se oponen tanto húmedo como mojado y, por su parte, tanto seco como sólido se oponen a húmedo, pero todas estas cualidades derivan de lo «seco» y de lo «húmedo» antes mencionados.

Puesto que lo seco se opone a lo mojado, y que mojado es lo que posee una humedad extraña en su superficie (mientras que empapado es lo que la posee en su parte más profunda), y que, por otro lado, seco es lo que está privado de dicha humedad, de todo esto resulta evidente que lo mojado será un derivado de lo húmedo y que lo «seco» que a él se opone derivará de lo «seco» entendido en la primera acepción.

Lo mismo, a su vez, sucede con lo húmedo y lo sólido. Húmedo es lo que posee una humedad propia en su profundidad (empapado, en cambio, es lo que allí tiene una humedad extraña) y sólido es lo que está privado de ella. En consecuencia, la segunda de estas cualidades deriva de lo seco y la primera de lo húmedo.

Es manifiesto, por tanto, que todas las demás diferencias se reducen a las primeras cuatro, pero éstas no pueden ser reducidas a un número menor. En efecto, ni lo caliente es, propiamente, lo que es húmedo o seco, ni lo húmedo es, propiamente, lo que es caliente o frío; ni tampoco lo frío y lo seco dependen uno del otro ni de lo caliente y lo frío. En consecuencia, tales diferencias son necesariamente cuatro.

§ 3 · Las cualidades elementales son cuatro, y las parejas resultantes de la combinación de cuatro términos son seis; sin embargo, los contrarios por naturaleza no pueden acoplarse (porque es imposible que la misma cosa sea caliente y fría, o húmeda y seca). Es evidente, entonces, que las parejas de cualidades elementales serán cuatro: caliente y seco, húmedo y caliente, y luego frío y seco, y frío y húmedo. Se atribuyen según un orden lógico a los cuerpos de apariencia simple: fuego, aire, agua y tierra.

En efecto, el fuego es caliente y seco, el aire caliente y húmedo (pues el aire es casi un vapor), el agua fría y húmeda, la tierra fría y seca, con lo cual las diferencias se distribuyen racionalmente entre los cuerpos primarios y su número responde a un orden lógico. Así, todos los filósofos que colocan los cuerpos simples como elementos, postulan uno, dos, tres o cuatro. Ahora bien, quienes afirman que hay uno solo, y luego hacen generar todo lo demás por condensación y rarefacción, postulan, de hecho, dos principios, lo raro y lo denso, o bien lo caliente y lo frío -en efecto, éstos son los principios modeladores, mientras que lo Uno subyace como materia.

Mas quienes desde el inicio postulan dos elementos, como Parménides lo hace con el fuego y la tierra, colocan a los intermedios, el aire y el agua, como combinaciones de los anteriores. Lo mismo hacen quienes hablan de tres elementos, como Platón en sus Divisiones, pues coloca el «medio» como una mezcla. Y los que postulan tres elementos afirman casi lo mismo que quienes suponen dos, salvo que los primeros seccionan el medio en dos, en tanto que los últimos lo consideran uno solo.

En cambio, algunos afirman que desde el inicio hay cuatro elementos, como Empédocles. Pero también él los reduce a dos, dado que opone el fuego a todos los demás elementos.

Empero, el fuego, el aire y cada uno de los cuerpos mencionados no son simples, sino combinaciones. Los cuerpos simples poseen características similares a estos ultimos, pero no son idénticos a ellos; por ejemplo, el cuerpo simple semejante al fuego es «ígneo», no fuego, y el que es semejante al aire es «aéreo», y lo mismo ocurre en los demás casos.

El fuego es un exceso de calor, tal como el hielo es un exceso de frío, pues el congelamiento y la ebullición son excesos, el primero de frío, la segunda de calor. Así pues, si el hielo es un congelamiento de lo húmedo y lo frío, también el fuego será una ebullición de lo seco y lo caliente (por eso, nada se genera del hielo o del fuego).

Siendo cuatro los cuerpos simples, forman dos pares respectivos que pertenecen a dos regiones del espacio (fuego y aire, en efecto, pertenecen a la región orientada hacia el límite exterior, mientras que tierra y agua pertenecen a aquella orientada hacia el centro), y el fuego y la tierra son los cuerpos extremos y más puros, mientras que el agua y el aire son los intermedios y más combinados.

Además, los miembros de cada par son contrarios a los del otro: el agua es contraria al fuego y la tierra al aire, pues están compuestos de afecciones contrarias. Y, sin embargo, siendo cuatro, cada uno posee una afección que le es simplemente propia: la tierra posee la afección de lo seco más que la de lo frío, el agua la de lo frío más que la de lo húmedo, el aire la de lo húmedo más que la de lo caliente, y el fuego la de lo caliente más que la de lo seco.

§ 4 · Dado que antes determinamos que la generación de los cuerpos simples es recíproca, y que a la vez es manifiesto a la percepción que estos cuerpos se generan (de lo contrario, no habría alteración, ya que ésta tiene lugar según las afecciones de los cuerpos tangibles), debemos explicar cuál es la modalidad de su cambio recíproco, y si todos ellos pueden generarse a partir de todos, o si esta posibilidad la tienen unos cuerpos simples pero no otros.

Es evidente que todos estos cuerpos por su naturaleza pueden transformarse unos en otros. La generación, en efecto,tiene por término y por punto de partida a los contrarios, y todos los elementos poseen una oposición recíproca debido a que las cualidades que los distinguen son contrarias. En algunos elementos ambas cualidades son contrarias, por ejemplo, en el fuego y el agua (el primero es seco y caliente, la segunda húmeda y fría), mientras que en otros solamente una lo es, como en el caso del aire y el agua (pues aquél es húmedo y caliente, y ésta húmeday fría). En consecuencia, es manifiesto que, en general, todos ellos por naturaleza pueden generarse de todos, y no es difícil ver cómo esto ocurre en cada caso particular. Efectivamente, todos procederán de todos, pero habrá diferencias en virtud de la rapidez o lentitud y de la facilidad o dificultad de la transformación.

Así, es más rápida la transformación de aquellos cuerpos que tienen características que se corresponden entre sí, pero es más lenta la de los cuerpos que carecen de dichas características, debido a que es más fácil el cambio de una sola cosa que el de muchas.

Por ejemplo, el aire resultará del fuego al cambiar una de las dos cualidades (este último es caliente y seco y aquél caliente y húmedo, de modo que habrá aire si lo seco es dominado por lo húmedo) y, a su vez, el agua procederá del aire si lo caliente es dominado por lo frío (el segundo es caliente y húmedo, y la primera fría y húmeda; por lo tanto, habrá agua al producirse el cambio de lo caliente). Ocurre de igual modo cuando la tierra surge del agua y el fuego de la tierra, pues en ambas parejas cada elemento posee características que se corresponden con las del otro. El agua, en efecto, es húmeda y fría, mientras que la tierra es fría y seca, de manera que al ser dominado lo húmedo habrá tierra. Por su parte, dado que el fuego es seco y caliente, y la tierra fría y seca, si llega a destruirse lo frío, surgirá el fuego a partir de la tierra.

Es manifiesto, en consecuencia, que la generación de los cuerpos simples ha de ser cíclica, y que esta modalidad de cambio ofrece menos dificultades, por existir características correspondientes en los elementos que son consecutivos.

En cambio, aunque es posible que se genere el agua del fuego, la tierra del aire y, por su parte, el aire y el fuego de la tierra y del agua respectivamente, ello resulta más dificultoso, ya que el cambio abarca más cualidades. Pues si del agua ha de surgir el fuego, es menester que sean destruidos tanto lo frío como lo húmedo; y, a su vez, si de la tierra ha de resultar el aire, deberán destruirse tanto lo frío como lo seco. Lo mismo sucede si del fuego y del aire han de derivarse, respectivamente, el agua y la tierra, pues es necesario que cambien ambas cualidades.

Por tanto, la generación recién considerada requiere más tiempo. Por otro lado, si se destruye una sola de las cualidades de cada elemento, la transformación será más sencilla, pero no será recíproca, y del conjunto de fuego y agua derivarán la tierra o el aire, y del conjunto de aire y tierra derivarán el fuego o el agua.

En efecto, cuando se destruyen lo frío del agua y lo seco del fuego, habrá aire (porque subsiste lo cálido del segundo y lo húmedo de la primera), mientras que cuando se eliminan lo cálido del fuego y lo húmedo del agua, tendremos tierra, a causa de subsistir lo seco del uno y lo frío de la otra. De forma similar, el fuego y el agua resultarán del conjunto de aire y tierra; pues, cuando se destruye lo cálido del aire y lo seco de la tierra, habrá agua (subsiste, en efecto, lo húmedo de aquél y lo frío de la tierra), en tanto que, cuando se elimina lo húmedo del aire y lo frío de la tierra, se tendrá fuego, en razón de subsistir lo cálido del primero y lo seco de la segunda, cualidades que, precisamente, son las del fuego. Esta generación del fuego concuerda con los datos de la percepción; en efecto, la llama es fuego por antonomasia, es humo ardiente, y el humo está compuesto de aire y tierra.

Pero, tratándose de elementos consecutivos, no es posible que se produzca una transformación en alguno de los cuerpos simples en virtud de la destrucción de una cualidad elemental en cada uno de los dos. Esto se debe a que en ambos subsisten o las mismas cualidades o las contrarias, y no es posible que un cuerpo se genere a partir de dos cualidades idénticas o contrarias. Nada se generará, por ejemplo, si se destruyera lo seco del fuego y lo húmedo del aire (porque en ambos subsistirá lo cálido); en tanto que, si se destruyera lo cálido de cada uno de ellos, subsistirán los contrarios, seco y húmedo.

También sucede lo mismo en los otros casos, pues en todos los elementos consecutivos existe una cualidad idéntica y otra contraria. Luego es también evidente que la generación adviene, en unos casos, al transformarse un elemento en otro por la destrucción de una cualidad, mientras que, en otros casos, ocurre por la transformación de dos elementos en uno en virtud de la destrucción de más de una cualidad.

Hemos establecido, pues, que todos los elementos se generan a partir de todos y explicamos de qué modo se produce su mutua transformación.