El verso con métrica y rima

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      J. J. VÉLEZ OTERO      

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DIRECTORIO DE ESTE AUTOR

su obra 1

su obra 2

                 SU OBRA 1          

     

    En esta página encontrarás las siguientes poesías:

   
 PRELUDIO

Ahogado en soledad, duela de olvido,
ujier del abandono, día a día
frecuento el lupanar de la poesía.
Y sueño, no descanso, lucho, pido

la luz; viene la sombra, el alarido
nielado, sin cesar la lluvia fría,
la noche viene negra, la agonía
de amar la aurora azul y estar perdido.

Enferma, la razón quiere dejarla,
mas llama a la pasión, tierna rabiza
y muero por morderla y por besarla.

Se escapa por la sangre y descuartiza
con saña el corazón, que por amarla,
la toma por hetaira y por nodriza.





        PRIMER MOVIMIENTO
                      (Adagio)

...y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
                         (Francisco de Quevedo)



Me llamarán, nos llamarán a todos.
                                  (Blas de Otero)


Abrir los ojos para ver
lo mismo,
poner el cuerpo en marcha para andar
lo mismo,
comenzar a vivir, pero sabiendo
el fracaso final de la última hora.
                              (Ángel González)

De nuevo, en esta tarde de febrero,
la lluvia mansa, plomo y naftalina,
ha visto deslizarse, vespertina,
la dulce soledad hacia el sendero

que lleva hasta mi alma. Prisionero
de nubes, tierra negra y mar albina
me duermo y acrisolo en la resina
del limo de la tarde en aguacero.

Dejadme momia intacta hasta que venga
la muerte a despertarme de la vida.
Dejadme aquí olvidado hasta que tenga

de nieve la crisálida teñida,
de noche el corazón parado, y luenga
el alma de soñar enternecida.




En vano me detengo, en vano abarco
las ondas del segundo con el pecho;
tan pronto en el empeño soy maltrecho,
en otro batallar nuevo me embarco.

Me aferro y me apresuro como barco
de ciego timonel hacia el barbecho
que espera a mi cadáver, hacia el lecho
que espera a mi cadáver frío y parco.

Mas sigo a mi pesar, sigo la marcha
al ritmo de manillas y trompetas
en busca de la fría y dura escarcha.

Ya oigo el retumbar de las piquetas,
ya arrecia el viento crudo en esta almarcha
haciendo enloquecer a las veletas.




Amó, cantó y oró. Desde el convento,
de oscuro añil preñó la tarde ufana,
plagó de tristes grajos la mañana,
con bronces le cambió la voz al viento.

Vivió entregado al rito y al lamento.
Sonora marioneta, la campana
tañía. Arrinconado en la sotana
a Dios sirvió de ofrenda y de sustento.

Fue el día en el que oyó negros tambores;
al ver almidonado su sudario
gritó desde la vega a los alcores:

No quiero estar en voz del campanario
ni hacer de las cigüeñas altas flores.
¡Mantenme preso, atado a este calvario!





    TERCER MOVIMIENTO
             (Largo maestoso)

Silencio y soledad nutren la hierba
                             (Luis Cernuda)

Tan sólo soledad asola al día
de otoño triste, opaco, que transcurre
en lenta procesión. La luz se aburre
de puro batallar la nube fría.

Rosario de quietud. Avemaría
de lluvia por los árboles escurre.
Incólume granado a lo que ocurre
al álamo caduco de la vía.

Oh, tardes del verano devorado
a orillas de la mar y del estero,
en brisas de equinoccio abandonado.

Calmado manantial sentado espero,
oh, tardes del invierno deseado,
oh, tardes del invierno venidero.




Digamos que no tengo lo que tuve:
el alma almidonada de la infancia,
del tiempo el manantial y la fragancia
de vida que en la cuna ayer retuve.

Digamos que alimento hoy esta nube
de sílice y arena, donde escancia
mi voz el vino, en esta oscura estancia,
que a lomos del recuerdo al llanto sube.

Digamos que, aún, perpetuo a los escombros,
perdura un capitel de fuste fuerte,
erguido y adecuado a sus asombros.

Digamos que, asombrado, estoy de suerte,
aún llevo la cabeza entre los hombros.
Digamos que ando en tregua con la muerte.




(MIRANDO MI PRIMER RELOJ)

De cuando en cuando vienen los colores
tiñendo los recuerdos; primaveras
pasadas, luminosas, verdaderas,
grávidas de campanas y de flores.

Memorias que son plumas o rumores,
regresan manejando mil esferas
de días transcurridos en quimeras,
de tiempo aprisionado en los tambores.

No queda al mecanismo más que espuma
del mar, que muerto, permanece atado
al fósil del metal y de la bruma.

No queda en el reloj más que pasado,
cristal espectador del tiempo. En suma:
pasado en el presente anquilosado.




No puedo resignarme, no comprendo
lo hueco del destino silencioso.
Morir a pendulazo cauteloso,
vivir a secas, no es vivir viviendo.

Apenas has llegado y te vas yendo,
a penas, por camino farragoso,
sabiendo que el final es mar viscoso,
trocando limpia música en estruendo.

No sabes descifrar sinos inciertos,
ni quién detrás de ti o dentro gime
robándole sus ritos a los muertos.

Y aúllas, que no hay tedio que te estime,
queriéndote escapar de los desiertos
de la vagina inmensa que te oprime.




Callado en la oquedad del cuarto oscuro
me vuelvo a la ventana como sombra
del hombre silencioso que se asombra
de ver la tarde gris tocar el muro.

Las flores del almendro blanco y puro
derraman sobre el patio lenta alfombra,
la brisa con su voz canora nombra
historias de la tarde en su conjuro.

La luz evanescente en los cristales
dibuja en la pared, de cualquier modo,
fantasmas de acuarelas y metales.

¡La gasa blanquiazul del aire, el yodo
del cielo y sus penumbras desiguales,
la augusta soledad que colma todo!




Cuelga el espejo a Venus, donde miras
y lloras la que fuiste en la que hoy eres.
                                (F. de Quevedo)

Si hoy es puro candor, mañana ocaso
será lo que ayer fue alba temprana,
la tarde justo antes fue mañana
nacido ya el destino en su fracaso.

Si ónice eres hoy, serás payaso
del tiempo y asomado a la ventana
de plata observarás tu cara vana
cansada de viajar paso tras paso.

Te espera en su lugar la hija de Ceres,
narcisos en sus manos, luto viste.
Ayer se hace mañana aunque no quieres.

Un hacha hay que tu espalda no resiste.
Ya nadie te verá como ahora eres
y tú verte querrás como antes fuiste.




Perdurarán la estatua, el verso, el rito
del alma en el pincel, la geometría,
del templo las columnas, la poesía
escrita en el adobe en lento grito.

La flauta elevará en su monolito
de tiempo y musgo etérea sinfonía,
eterna, siempre viva, día a día,
creando el inmortal, perenne mito.

Las lluvias pasarán, también los hielos,
así la primavera en tibio nido
madurará la vida y los anhelos.

Y el día cuando el pacto esté cumplido
las obras cubrirán con amplios velos
al hombre y su esqueleto en el olvido.




Al hombre que me mira en el espejo
apenas lo conozco, es un extraño
que vive junto a mí y año tras año
conmigo lentamente se hace viejo.

El rostro que me mira es fiel reflejo
del otro sorprendido por el daño
del tiempo que en cautela fluye a caño
dejando su ira atroz en el pellejo.

La misma soledad, el mismo hastío,
el mismo batallar por estar vivo,
la misma sinrazón y el mismo frío

llevamos a la mar en nuestro río,
perpetuo celador, gregal esquivo,
extraño del espejo, hermano mío.





Algún día
se pondrá el tiempo amarillo
sobre mi fotografía.
                 (Miguel Hernández)

Os miro y viene el humo de la infancia
opaco y amarillo a mi cabeza
expuesta del otoño a la tristeza.
Os miro en esta foto quieta y rancia,

Jacinto, Luis, Manuel, Jesús, fragancia
de tinta y borrador. Con qué presteza
el tiempo, sueño ayer, hoy despereza
su voz de liquen negro en la distancia.

¿Quién pudo aquí amarrar el tiempo al nudo
escueto del papel y la memoria?
Quien pudo sostener el tiempo pudo

parar en luz de ayer la lenta noria
de olvido y soledad, de llanto mudo,
de efímero soñar y vana historia.



 

¿Te acuerdas de aquel sol, de aquel venero
de paz, de aquella infancia vigilada
espléndida de mar— por la mirada
dulcísima del aire del estero?

¿Recuerdas hoy, María, el avispero
del pecho y de la boca avergonzada
del beso, la caricia inmaculada
del trigo de tu pelo, mies y albero?

He visto pasear contigo a solas,
sin rumbo ya, el fantasma aniquilado
del tiempo. A tus oídos caracolas

buscando aquellos días has llevado.
No es ya la misma voz la de las olas
ni el mismo aquel rumor de tu pasado.




¿Tendré los labios fríos de la aurora
o cálidos de fragua sobre el alma?
¿Será mi navegar perpetua calma
o habrá loco huracán hora tras hora?

¿Será de mis momentos la señora
la dicha, o el hastío, seca palma,
barrer conseguirá de toda el alma
atisbos de alegría cegadora?

Acaso, Prometeo sobre la roca,
me vea en el destino acompañado
por ave que derrame furia loca

hundiendo su cerviz en mi costado.
Se torna sin cesar seca mi boca.
¿Tendré la soledad siempre a mi lado?




             ESTAMPA FINAL

Yo tuve sueños que todavía
me hacen cosquillas en el corazón.
                           (Juan A. Gallardo)

Viña baja de luna, alta nube de pinos,
ofrecedme las manos desde entonces inertes,
ofrecedme raíces contagiadas de vinos
encantados de sueños olvidados de muertes.

Ofrecedme la niebla sobre el árbol podado,
y la luz amarilla de la playa y la arena,
y los higos de sangre, y el silencio olvidado
en la esquina dormida de la calle serena.

Atended la llamada que en el eco se pierde
como mágicas sombras en la noche indolente.
Atended a este miedo que descansa en el verde
remanal del cansancio y en la oscura simiente.

Ahora sueño en el viento con retazos de vida,
preguntando a la tarde y esperando que mienta.
¿Volverás algún día a los campos de menta
donde habita el aroma de la infancia perdida?



                  FINAL
        (Allegro ma non troppo)

Esa llegada de la luz que descansa en la frente
                                    (Vicente Aleixandre)


Antes que el sueño me haya vuelto carbón de pino,
antes que la marisma color de hoja de laurel fresco me haya vuelto raíz de diente bravo frente al mar;
                                          (Miguel Ángel Asturias)

Remonta, pensamiento, el universo
añil, todo de luz, como bengala
ansiosa de destino, plena de ala,
preñada de alegría en blanco verso.

Remonta, que tu luz sea el reverso
del tiempo cadencioso, larga escala
de flor y soledad. Viste de gala
al sueño en manantial leve y disperso.

Apártame del llano proceloso,
del ansia al despertar en la mañana
cargada de mazmorra negra y foso.

Emprende vuelo enhiesto a la ventana,
veloz, cadente, limpio y armonioso
huyendo de esta senda estrecha y vana.




Quiero vivir, vivir, estar despierto
al mar, al cielo azul, a las caderas,
al labio. Festejar las primaveras
quiero. Vivir, vivir y no estar muerto.

Quiero vivir, vivir, notarme cierto,
amar, alzar la voz a las esferas,
que dejen su telar las Hilanderas,
danzar de sol a sol, de puerto en puerto.

Yo siento digerir la luz ardiendo
mi alegre corazón y con los dientes
devoro este festín de estar viviendo.

Quiero vivir, vivir, sentir valientes
los golpes de mi sangre repitiendo
trompetas de clamor por todas fuentes.

 

 

 


AUTÉNTICA POESÍA - Herrera/Muñoz - 2001

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