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PACO DE JAÉN
En esta página encontrarás las siguientes poesías:
COMPAÑERA
Igual que trema el junco estremecido,
donde se entrega al río la fontana,
mi cuerpo es un temblor cada mañana
cuando eres ave, y pluma yo, en tu nido.
Contigo ansío estar tan confundido
que bronce yo seré si eres campana,
perfume de clavel si alta ventana;
si diana cazadora, ciervo herido.
Hoy somos uno en dos, de tal manera
que a duras penas distinguir consigo
lo mío de lo nuestro, compañera.
Por eso, sin retóricas, te digo
que, si de nuevo al mundo yo viniera,
me volvería a confundir contigo.
DESCIENDO HASTA TU VIENTRE CADA TARDE
Desciendo hasta tu vientre cada tarde,
tratando de asombrar con mi potencia.
Vencida por tu amor va mi insolvencia,
fugitiva, y maltrecha en pleno alarde.
Tú evitas ensañarte, y yo, cobarde,
disfrazo mi egoísmo de impaciencia.
Fundiéndome de frío en tu presencia,
me instalo en el hogar que adentro arde.
Allí, en unción vital alba y caliente,
temblándonos de gozo hasta el aliento,
unimos contenido y continente.
Y tanto se sublima el sentimiento,
que pido, con tu cuerpo hecho tridente,
me arañes sin piedad ¡porque no siento!
CELOSO
Muchas noches, ardiendo en calentura,
porque alguien te miró, y has sonreído,
la sed de la sospecha me tortura,
y palpo, por si estás, o ya te has ido.
Despiertas y, con ríos de dulzura,
consigues que me sienta arrepentido
jurando que verás tu sepultura
y tan sólo de tu agua yo he bebido.
Y para demostrarme que no mientes
me invitas a probar de tus tres fuentes…
Se me ocurre que un buen medicamento,
para curarme de este sufrimiento,
pudiera ser pensar por un instante
que en lugar de marido soy tu amante.
SER BRISA QUE SE LLEVA…
Aunque tras esta vida pienso que está la nada,
a veces, mientras duermo, sueño que a mi presencia
quien me creó me llama, y al ver impura el alma,
me ordena que le busque nuevo asilo en la Tierra.
Inicio la ardua búsqueda por desiertos y frondas,
miro los vegetales y las criaturas bellas,
buscando el mejor cuerpo donde se halle más cómoda;
y aún estoy en ello cuando la aurora llega.
¿En el suelo hospedarse, o ser pluma en el aire?
Mudar piel en otoño, musicar las antenas
con oscuras corcheas, o tener nictitante
el ojo que hipnotiza al ave, y ser culebra.
Salpicar los olivos de lunares alados
y atiplar de silbidos los sauces y mimbreras.
Ser venenosa víbora o simple escarabajo,
lirio en Sierra Nevada o en Cazorla violeta.
Altivo gavilán o cantarina fuente
que da brillo a las flores y textura a la piedra.
De esbelto campanario, donde doblan a muerte,
y a fiesta las campanas, ser ave carroñera.
¿Ser animal o planta, o el agua que ellos beben?
Lo malo de volver, es esta duda eterna;
si reencarnarse en fuego o en esencia de nieve,
si ser junco o ser río, ser olmo o ser ribera.
Antes de decidirlo, será mejor no obstante
rogar al Creador; por si acaso pudiera
de la boca del niño donde se posa el hambre,
las moscas de sus labios ser brisa que se lleva.
EL MAGNOLIO
Recuerdo que una tarde de mi infancia
hallé, tras unas tapias, aquel árbol,
mordido por los dientes de mil zarzas,
que ya alcanzaban sus primeros tallos.
Desnudo, me enfrenté con la maleza,
rompiendo con la boca aquellos látigos
reptantes por su piel, como culebras
que abrazaban el tronco hasta asfixiarlo.
Por fin trepé hasta él: era un magnolio,
ya níveos sus fanales de alabastro;
¡un árbol para mí, para mí solo!;
aún siento la emoción al recordarlo.
Un árbol que era un buque, ¡cuántas horas
en él subido estuve, allí abrazado,
viendo, cómo a la luz de sus magnolias
llegaban los insectos deslumbrados!
Las zarzas, ondulantes en el viento,
pensé que eran el mar de los Sargazos;
donde preso quedó el Capitán Trueno
y su barco en las algas atrapado.
Mas cuando vino un hombre con un hacha,
y vi abatirse el mástil de mi barco,
sentí tanta impotencia y tanta rabia,
que lloré, como ahora estoy llorando.
LOS SEGADORES
El trigo era el león, la mies la arena;
y aquel calor de agosto tan intenso
que aún siento el rigor cuando lo pienso
y sudo al revivir aquella escena.
Bajan en formación, cual gladiadores,
en lucha contra el polvo y el hastío;
las encinas semejan el gentío
que sangre demandó a los vencedores.
Borrachos de horizontes amarillos,
agarran con amor cada manojo,
y alanzan de pajones el rastrojo
que, en venganza, les muerde los tobillos.
Ya atacan con furor la empalizada,
ya la caña del trigo se engavilla
y pan se hará mañana, ¡oh maravilla!,
en premio adicional a la soldada.
Eran los segadores. ¿Quién recuerda
los sombreros de paja, los dediles
devorando sus dedos cual reptiles,
albarca al pie y a la cintura cuerda?
De sol a sol, tirando tarascadas
al hambre con la hoz, y con el puño
a un sino cruel que les negó el terruño
pero les dio las manos ya encalladas.
TRES FUENTES
Al mar nos fuimos tú y yo,
desnuditos como peces,
y en tu cuerpo él descubrió
fresas, dátiles y fuentes:
La primera vio en tu boca,
tras las rocas de tus dientes,
manantial de esa saliva
que es más dulce que las mieles.
Las fresas en tus dos labios;
y los dátiles los tienes
en las dunas de tus pechos
que son tus segundas fuentes.
La tercera me la callo
para que no te avergüences;
solo diré que es la puerta
hacia el templo de tu vientre.
¡Ay, mi dulce amor!;
de ese mar que vio tu cuerpo…
¡Ay mi dulce amor!:
de ese mar que vio tu cuerpo
tengo celos yo…
SIN PRISA
Dios creó la poesía porque quiso
conceder al devoto y al converso
la misma opción de desahogarse en verso
y al umbral acceder del paraíso.
Poeta es quien acepta el compromiso
de inventar cada día el universo,
mostrando ya su cara o su reverso,
sin ser su verbo a la verdad remiso.
Poesía es la intangible mariposa,
—regalo del Creador, más que prebenda—,
igual ninfa en el verso que en la prosa.
Mas dudo que sin sangre esto se aprenda:
aún está por definir la rosa
y el verso que al dolor le ponga venda.
COMPAÑERO
A veces, cuando marcho muy temprano
al sitio donde obtengo mi sustento
(hay días que con sueños me alimento),
el tedio prueba a sobornarme en vano.
Con melodiosa voz y torpe mano
se arrima, a convencerme, en el asiento;
mas queda derrotado en el intento
porque su helado pulso siempre gano.
Compañero; ¡qué digo compañero?,
hermano que, con versos, cada día
llevas llama de lumbre al frío enero,
no desmayes, insiste en la utopía;
yo, que ni la rocé y aún persevero,
estrecharé tu mano con la mía.
EL TIEMPO
El ayer ya no existe, ni el presente,
y el futuro es la deuda del pasado;
todo es una ilusión de nuestra mente
—nadie en las mismas aguas se ha bañado—.
El tiempo es subjetivo: intranscendente
para un reo convicto y condenado
y eterno si eres preso e inocente
—ya lo dejó Heráclito afirmado—.
Henri Bergson lo dijo algo más fino,
la sucesión estática de instantes,
mitad élan vital, mitad destino.
Para muchos el tiempo es solo el "antes",
el ahora no vale ni un comino,
viven en el ayer, recalcitrantes.
AUTÉNTICA POESÍA - Herrera/Muñoz - 2001
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