El verso con métrica y rima

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  MORGANA DE PALACIOS   

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 comentarios a su obra

DIRECTORIO DE ESTE AUTOR

su obra 1

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        SU OBRA 1  

     

    En esta página encontrarás las siguientes poesías:

 

 ALBADA

A través de la reja se precipita el día
que a pasos de gigante, la noche desvanece
y yo puedo morirme, si es que desaparece,
el relámpago pálido con que tu cuerpo hería.

Cierra pronto el sarcófago de la eterna alegría,
para eclipsar la luz, que no se compadece
del espíritu oscuro, de este amor que nos crece
cada noche y se escapa, cuando regresa el día.

Haz que cubra tu sombra el quicio de la puerta,
engaña a las ventanas con tu negro atavío,
impide que el deseo se nos muera en la boca.

Que se acerca inclemente mientras sigo despierta,
coronada de lirios y, en mi libre albedrío,
quiero matar el día. ¿No ves que ya estoy loca?




  BODAS DE NOCHE

Se ríe la noche bullendo de insectos,
detrás de la luna se duerme mi herida;
las sombras reúnen todos los aspectos,
todos los colores de lo que es la vida.

El aire murmura su nuevo dialecto
y enlaza mi talle bailando suicida,
me envuelve en la magia de un ritmo perfecto,
su caricia oscura, procaz y atrevida.

La noche es la misma de cualquier verano
y en el misticismo de su altar pagano
me ofrece una cara distinta de todas.

Me besa en la boca, sujeta mi mano
y en el dulce abismo de su luto arcano
—vestida de negro— celebro mis bodas.




  DISCIPLINA INGLESA

Morir poquito a poco de rutina
(no hablo de la muerte por sorpresa)
sino de la paciente feligresa
que reza cada día en mi cocina.

La que desliza en dulce disciplina,
trocitos de su tarta de frambuesa
y con aires de fría dama inglesa,
reparte la tristeza en su doctrina.

La que no se percibe, por felina;
la escondida y pasiva soterrada
que se enquista en la carne sorprendida.

La que con su goteo de estricnina
va rebosando el vaso, la aliada
de todas las desgracias de la vida.




GUBIA DE PLATA

Despierta del letargo del lirismo de blondas
y encaje de bolillos, que es arte superado
y asume la liturgia del rito acompasado
de un vívido presente que impera, aunque te escondas.

Despierta a los murmullos de las palabras hondas,
al silente albedrío del verbo inmaculado,
a la exacta medida del diapasón soñado
que te dará la clave de sus rítmicas frondas.

Y deja que en la piel te tatúe su instinto,
el prisma refulgente del dulce laberinto
de los catorce versos, con su gubia de plata

que labrará el enigma de un pentagrama "entinto",
porque el soneto toca —pulsante sol corinto—
el cenit de la mente, en fúlgida cantata.

 

PUEDO MENTIR Y MIENTO

Puedo mentir y miento que estoy temblando ocasos
que atrapo desde el borde ciego de mi ventana,
que soy la mujer dulce de gestos abnegados,
sentada en el vacío, detrás de una alambrada.

Mentir que la esperanza siempre es definitiva,
que el aire huele a lluvia cada seca jornada,
que trepan mis paredes flores de buganvilla
y me saben los pechos a menta y mejorana.

Mentir que está el invierno muerto de primavera,
y el olvido recuerda cada día mi nombre,
que el llanto y la alegría no reciben esquelas
y que me esperas ancho y rotundo, cada noche.

Que el tiempo se desliza por un reloj de arena
inagotable y mansa, desde un sueño dorado,
que no existe el pasado y es sólo una acuarela,
colgada en una esquina, que miras de soslayo.

Pero debo acordarme de no torcer la boca,
de levantar la frente, de medir la palabra
y mentir como miente, riente y seductora
la noche de verano: mirando cara a cara.




QUISE UNA VEZ A UN HOMBRE

Quise una vez a un hombre hermoso y displicente,
enemigo de fiestas y de la luz brillante,
de lengua seductora y mente estimulante
que a solas desplegaba gestos de adolescente.

Para el amor tenía un ansia permanente
de fuegos de artificio; manos de buen amante
y una mirada viva de eterno interrogante
que adivinaba mudos deseos de inconsciente.

Era un clíper veloz de albas velas hurañas,
íntimo tejedor de escabrosas patrañas
que se hacían reales con su loca inventiva.

Mentiroso y capaz de todas las hazañas,
desbordó mi razón de razones extrañas.
Ya le quise una vez. Le querré mientras viva.

 

VERDUGO

Reconozco a un verdugo por su cara de miedo:
la mirada huidiza, la boca balbuciente.
Lleva marcada a fuego su cruz en plena frente
y todos, sin distingos, rezan el mismo credo.

Tengo un verdugo cerca, afable y educado,
que cuando cierra puertas es un depredador:
un hombre muy pequeño, sólo un maltratador
de los muchos que abundan en el amplio mercado.

Ha contagiado el miedo al amor de su vida:
amor... amor —musita— cuando el viento golpea
y cada noche implica un nuevo cardenal.

Esa mujer miraba tras cada acometida
con unos ojos mansos de perra sin correa
aferrada al verdugo. Hoy fue su funeral.




  QUÉDATE POR AQUÍ

Hoy soy de piedra, ayer de agua vertida,
mañana seré parte del barro de la tierra.
Opaca está la carne. Muda y herida
la espalda a que mi leve sombra terca se aferra.

Espejean brillantes los cristales
de cuatro lunas blancas deudoras de mi muerte
que arrebatan sus voces ancestrales,
mintiéndome tu nombre para que yo despierte.

Quédate por aquí, que está mi mano,
siguiendo las veredas de tu dorso ambulante
y no importa el silencio si cercano,
haces cierto de incierto y eternidad de instante.

La nada se hace todo cuando rondas
con esa lluvia azul para llover misterios
cada noche en palabras tibias, hondas,
sobre el mármol florido de viejos cementerios.




  MORIR EN UN SONETO

Morir en un soneto, tan amargo,
que acibare los ojos de la muerte
y su insaciable mano desconcierte
al roce de su impávido letargo.

Catorce versos para el triste encargo
de sollozar un mantra que despierte
los espectros siniestros de lo inerte,
siempre a la diestra del penar más largo.

Surgen los torvos lirios del dislate
de la mente abrasada en el granate
reverberar oculto de una hoguera.

Que se puede morir en un soneto,
a la luz de las velas de un secreto
que de tanto esperar, ya nada espera.




   NO HAY VITRIOLO ESTA NOCHE

No hay vitriolo esta noche. Surge mi mansa letra
de un ánimo contrito, flor de lo irreversible,
ante el tártaro oscuro inmerso en la inflexible
clepsidra de la vida, que el tiempo cronometra.

Hoy no finjo ironía, no escondo el frío miedo,
acética al contacto sin añadir vinagre,
sujeto la tristeza para que no deflagre
el llanto vespertino del ansia en que me hospedo.

Muertos de vacaciones caminan mis aceras,
se acaban las opciones para las primaveras
y recorren mis venas hormigas de pavor.

Rozar la muerte en otro, me crispa de impotencia
y por no bajar armas en su negra presencia,
ando tras de mi sombra, tragándome el dolor.

 

 

 


AUTÉNTICA POESÍA - Herrera/Muñoz - 2001

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