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El verso con métrica y rima

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  ESTEBAN GRANADO  

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 comentarios a su obra

DIRECTORIO DE ESTE AUTOR

 

su obra 1

su obra 2

   En esta página encontrarás las siguientes poesías:

 

 DE TI

De tus labios románticos el beso,
redondo y suelto como el agua fría.
De tu piel la inmortal geografía
y de tu exacto caminar el hueso.

De tu palabra el doble, por exceso,
—que exige por excelsa idolatría—.
De tu experiencia la inocencia mía
y de tu ausencia sólo tu regreso.

Nada más, corazón, y nada menos
que un verso labio y piel, palabra tuya,
grabado a fuego lento en la mejilla.

Un beso de tus párpados morenos
que el aliento a mi pluma restituya
para alumbrar la octava maravilla.




PRIMAVERA

Hoy hace Primavera. El sol recorre
un vernal espejismo azul turquesa.
En auge su clemencia, me atraviesa
de sueño a carne el alma, me socorre.

Hace un día glorioso. El tiempo corre
dejando atrás su fúnebre promesa
—templa el ambiente, dona luz, progresa,
busca el instante que su rastro borre—.

Un kilómetro cero en los jardines
de la tierra: tu piel sobre la hierba,
descalza de los pies a la cabeza.

¿Qué no florecerá cuando camines
con el discreto encanto que reserva
para la eternidad Naturaleza?

 


NADA MEJOR QUE VERLA DE MAÑANA

Nada mejor que verla de mañana,
nueva para el reloj, recién nacida,
tan cerca del secreto de la vida,
tan física, tan fieramente humana.

Todavía nocturna soberana
—más que despierta apenas desvalida—,
termina de llegar, gacela herida,
le abre la puerta al sol, sonríe y sana.

Casi puedo tocarla -el aire existe-
cuando tras su cabello azul se oculta
para crear un gesto hermoso y claro.

Al filo del amor, un poco triste,
nada mejor que ver cómo sepulta
mi pena bajo el manto de su amparo.




¡QUÉ GUAPA!

Qué guapa está la fuente donde bebes
del agua que solloza la montaña,
donde tu boca su frescura baña
y fabrican tus labios ondas breves.

Qué airosa levedad de pasos leves,
camino de la fuente, te acompaña.
Por la vereda que al calor engaña,
qué flores esperando a que te eleves.

Qué domingos de palmas y claveles
colman el calendario de alegría
cuando el dulzor del manantial te empapa.

Qué guapa está la fuente donde sueles
encomendarte a la melancolía.
Qué guapa está la fuente y tú... ¡qué guapa!




ESTRELLAS

Parte la luz dorada de la estrella
y alcanza, de tus ojos, la ensenada
—espíritu y sustancia iluminada
fundidos en qué límpida centella—.

Su oficio de color no arrastra huella
hasta que no se vuelca, deslumbrada,
sobre el encaje de tu piel rosada,
besada y renovada para ella.

En la albura esencial de tu sonrisa,
porticada de espléndidos rubíes,
sólo la claridad del alma impera.

¿De cuántos soles —cuánta luz— precisa
el fulgor que despierta apenas ríes
que a la galaxia en resplandor supera?




     ABRIL ME DICE AMOR

Abril me dice Amor. Me lo repite
constantemente, Amor Amor…, mil veces,
y yo escucho su voz y tú pareces
desear que mi aliento resucite.

Me dice Abril, amor, que te recite,
Amor Amor Amor..., que así floreces,
que todo el corazón y el alma ofreces
a quien de viva voz a amar te invite.

Y yo escucho su voz reconfortante
y escribo Amor Amor..., lo escribo tanto
que de tanto escribir mis manos lloran.

Abril me dice, amor, que te lo cante
y yo digo que sí, que te lo canto,
y mi voz y tu ausencia se enamoran.




    ELLA

Descargas de silencio baten sus mil perfiles,
¡qué alargada su sombra!, ¡qué significativa!
—el poeta sospecha que es luz, quizás escriba
que es luz, iluminado de mil formas sutiles—.

Opera con el tiempo en su crisol de abriles,
¡qué morena su sombra!, ¡qué sombra positiva!
—el poeta desecha palabras, versos, criba,
escarba en un rimero de imágenes febriles—.

¡Ella!, de mármol, ella, virtud abrasadora,
absorta en la tarea de obrarse poesía,
de hacer oscura burla del lírico suplicio.

¿Quién va a glosarte, sombra, cuando el poeta —ahora
consagrado al empeño de esclarecer el día—
descubra en tu silencio la clave de su oficio?




SI UNA MAÑANA HACIA NINGUNA TARDE

Fue difícil quererte, lo es ahora.
Ayer por impaciente, hoy por cobarde,
siempre he llegado a tu mirada tarde,
cuando ya solo mira, no valora.

De nuevo te adivino escrutadora
—si una mañana hacia ninguna tarde—
y el corazón, de tanto amar, me arde,
y la llama, de nuevo, no devora.

Fue fácil esperar que me quisieras,
lo es ahora que vivo porque espero
renacer en tus ojos algún día.

Qué difícil quererte... ¡Si supieras
cuánta pena he dejado en el tintero
para llegar a tiempo a tu alegría!

 

 

 


AUTÉNTICA POESÍA - Herrera/Muñoz - 2001

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