El verso con métrica y rima

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   CARLOS REYNA  

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DIRECTORIO DE ESTE AUTOR

su obra



     COMENTARIOS A SU OBRA   

 

Las poesías de este poeta argentino son una muestra genuina de lo que es, fue y será siempre la bella, la perfecta, la auténtica poesía; maravillosamente dotada del perfecto ritmo de todos sus versos y de sonoras rimas de altísima calidad.

Carlos Reyna maneja con destreza la poesía como suprema arte literaria, en la que además de cómo se dice, convive en ella la clara y perfecta manera de hacer entender lo que se quiere decir. 

Estamos ante la obra perfectista de un escritor que nació para escribir y que a cada paso de sus brillantes versificaciones, nos está dando a entender la mejor imagen de una persona que de la pluma ha hecho un bello oficio.

Carlos Reyna es un artista y si no fuera suficiente con la escueta muestra que de sus poesías hacemos, ahí está también su amor y predisposición hacia todo lo que esté tocado por la música.

Y como también la poesía tiene su propia música, pasemos un poquito a  embriagarnos el espíritu con estas bellas artes.




     SU OBRA    

     En esta página encontrarás las siguientes poesías:

    Del libro "23 Poemas de Amor y una Plegaria"

    Del libro "Poemas del Segundo Tiempo"

 

Del libro "Poemas Hallados a la Vuelta de una Esquina"

CANTO A BUENOS AIRES
 
Alguna vez me atrapaste,
ciudad huidiza y errante,
y en tu estrechez me encerraste
con la razón anhelante.
Y me cambiaste el paisaje
por un extraño lenguaje.
 
Y me perdí en tus entornos
de luces estrepitosas
y singulares contornos.
Y me gustaron tus prosas
de adoquines expectantes
y faroles acechantes.
 
Y el color de tu armonía,
desigual y castigada
por la gris monotonía
de premuras olvidadas.
Y sin querer me llenaste
del ciudadano contraste.
 
Y transité tus rincones
de pasiones desandadas
y perdidas ilusiones.
Y tus calles empedradas
de tranvías olvidados
y recuerdos trajinados.
 
Desde Gardel a Piazzolla,
desde Evaristo a Castillo;
desde la vieja pianola
hasta el último organillo,
y el ciudadano contraste
que sin querer me dejaste.
 
                     
Buenos Aires, mayo de 1984


 
 
       
HORAS LENTAS

En esta tarde gris de lejanía
—de olvidos y de fiel monotonía—
tu ausencia se perfila palpitante,
trayéndome al compás de su armonía,
la inmensidad de un tiempo ya distante.
 
¿Será tal vez debido a la distancia...?
¿O es que persiste aún la resonancia
de aquel lejano tiempo transcurrido
entre los vanos sueños de mi infancia
y la certeza cruel de lo vivido?
 
Yo quisiera volver al calendario
del tiempo de mi viejo diccionario
y poder retener el minutero
de aquellas horas del amor primario,
que escapan con su ritmo verdadero.
 
Dejarme estar; vagar en la tibieza
de un tiempo sin fronteras ni tristeza.
Y hundido en una paz que me enternece,
de todo el universo y su grandeza,
¡tan sólo tu recuerdo me estremece! 
 
                                  
Buenos Aires, abril de 1977


    SONETOS A LA VIDA

Cuando la noche inquieta me cante su quimera,
y no arda en mí la llama de alguna vieja herida,
me acostaré en el filo de la doliente espera
y dormiré en el sueño del viaje de partida.
 
Cuando no suene el eco de la pasada gloria
y ya no quede nada, ni el llanto ni la risa,
me perderé en el canto sutil de mi memoria
y dejaré esta vida con mi mejor sonrisa.
 
Resurgiré en el cauce de nuevas alegrías
—dejando mi equipaje de viejas agonías—,
sin tiempo ni distancia, sin forma ni envoltura.
 
Y habrán quedado amigos, pasiones y enemigos
—recuerdos y nostalgias que no tendrán testigos—,
en esa vieja ruta de insólita locura.

                                                
 Buenos Aires, mayo de 1984

 


SONETO A MERCEDES  
(Ciudad Natal)

Estoy desnudo en tu perfil andado,
con la mirada hundida en cada objeto,
y la sonrisa erguida en el inquieto
y nostalgioso espejo del pasado.
 
Me basta el día apenas empezado;
el eco roto en un zaguán inquieto;
tu calidez dormida en un soneto;
tu proverbial acento inescrutado.
 
Y detener mi sed de cosas nuevas,
penetrando tu impar fisonomía
—y en tus ojos intactos me renuevas—.
 
Y revivir tu clara geometría,
tu antiguo barbotar de voces nuevas,
en el brote senil de mi poesía.
 
                             
Buenos Aires, junio de 1984

 

 

            DEL AMOR

¿Qué sería del tiempo —en el olvido—
qué del día —apenas demorado—,
sin el rostro que siempre han cobijado
bajo su quieta faz, enternecido?...
 
¿Qué sería del mundo —inadvertido—
estrepitosamente despertado,
y qué del viento mudo y desolado,
sin el inquieto vuelo y el bramido?...
 
De inusitadas formas aprendidas,
tejiste tu coraza indestructible
en incontadas horas trascendidas.
 
Y de pasiones dueño imprevisible,
hiciste de lo bueno duradero
y de lo malo siempre pasajero.
 
                        
Buenos Aires, agosto de 1984

 

 

        DE LA AMISTAD

Ondula más allá de la existencia
en un crujir de muros derribados,
y desafiando olvidos renegados,
le pone al tiempo su inmortal esencia.
 
No tiene voz ni aroma su presencia
—no se adivinan gestos señalados—,
y sin embargo surgen entregados
infinidad de rostros sin ausencia.
 
Qué inocultable ciencia incomprendida:
hallar la pena ajena y combatirla
con el sólo poder de recibirla.
 
Buscar la mano quieta y extendida
y ahogar la sed de días esperados
entre los cuatro brazos entregados.
 
                            
Buenos Aires, agosto de 1984

 

Se fue en silencio, meditando cielos, 
atravesando empeños olvidados, 
y nos legó sus sueños remendados 
a fuerza de añoranzas y desvelos. 
 
Trazó su ruta palpitando suelos, 
desenterrando ocasos esperados. 
Y aunque en tiempo y distancia demorados, 
siguió su empeño renovando anhelos. 
 
Y aún en vano su insistencia ciega, 
no quiso el tiempo doblegar su mano, 
y hurgando al viento su afanosa entrega, 
 
se fue una tarde con su sueño arcano. 
Con él quedó su inquebrantable vuelo, 
y una tarde de invierno halló su cielo. 
 
              Buenos Aires, marzo de 2003

Yo sé que fue a la vuelta de una esquina, 
donde errante mi alma peregrina, 
ya presa de la mano del destino, 
hurgando sombras me empujó al camino. 
 
Simiente de la vida fue mi canto, 
que se ciñó al tamiz de un mudo llanto, 
y fuente de dolor fueron mis versos 
que se trocaron en paisajes tersos. 
 
Así prendí mi errar de mil matices, 
bebido y aspirado en mis raíces... 
Y aunque supe de escarchas y de inviernos, 
nunca creí en endriagos ni en infiernos. 
 
Hoy mis versos son luna amanecida, 
silente rumbo que tomó mi vida, 
y aunque erraba mi alma peregrina, 
los encontré a la vuelta de mi esquina
. 

 
                                            Buenos Aires, octubre de 1996

         

        SONETO A LA AUSENTE

        (En memoria de mi abuela materna,
        María Elena Rapela de Bustos Berrondo)

  
Hoy su tiempo de ser ya se ha cumplido, 
como se cumple el sino de la vida, 
deshojando en su día de partida 
el calendario apenas concluido. 
 
Sin embargo su fruto ha renacido 
en madurada savia florecida, 
y ni la muerte pudo dar cabida 
al canto de su verso enaltecido. 
 
Yo sé que volverá como la aurora, 
en cada voz que su silencio implora, 
y será en mi jardín enredadera 
 
y en mi balcón eterna primavera… 
Volverá, como el sol de la mañana, 
a despertar al pie de mi ventana. 

 Buenos Aires, setiembre de 1996

           

NATURALEZA DEL SONETO

Difícil es el arte del soneto: 
poner en once sílabas medida 
—a efectos de la rima sometida—
y rematar en clásico cuarteto. 
 
Al último cuarteto lo acometo 
con paso firme y pronta arremetida, 
y la ilusión intacta y encendida 
de transitar hacia el primer terceto. 
  
Se dice que en la sexta está el acento, 
o en su defecto en cuarta y en octava;  
será cuestión también de estar atento. 
 
Pensando que mi suerte se agotaba, 
el último terceto voy buscando, 
y al fin catorce versos completando. 
 
                                       Buenos Aires, setiembre de 1996

 

 


AUTÉNTICA POESÍA - Herrera/Muñoz - 2001

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