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ANTONIO MACÍAS
SU OBRA 2
En esta página encontrarás
las siguientes poesías:
TENTACIÓN
No para la lluvia. En la chimenea un monte erizado con matas crepita. A contemplar fijo tu perfil me invita el voraz incendio que ágil titubea. Y en el recogido ambiente que crea el cálido hogar y la íntima cita mi corazón se abre, con amor se agita; en mi alma tu cuerpo prende como tea Entre humos y chispas se queman abrojos y en tuero candente tras de ti navego ¿Son vivos reflejos u honestos sonrojos los que ante las llamas en vibrante juego tiñen tus mejillas y encienden mis ojos? Por más leña que echo, no avivo tu fuego.
LAS
RODERAS DE MI PLUMA
En un día aplomado, desapacible y muerto me susurran los árboles del huerto que el otoño ha llegado. Perezosas, las ramas se estremecen, rodeadas de zarzales que se mecen y rasgan el aire vivo. Se eternizan los dulces cabeceos de las espigas a la vez que escribo, y mezclo el frenesí de los deseos en la cal del papel, con vigorosos trazos en tropel. Yo puedo hacer que huyan del azul las cimas de los montes, cuando mi alma, al reír, de luz se pinta, cuando los sentimientos no se frenan, y extender a infinitos horizontes las roderas de tinta que las aradas de mis versos llenan. Y así labra mi pluma con primor de joyero la plata del vocablo, tiñendo de color las montañas y el mar cuando les hablo.
A
UNOS GIRASOLES SECOS
Girasoles requemados, que con orgullo ante mí alzáis aún vuestras ruïnas, no dejéis que os llegue el fin. Mirad mis ojos que os lloran, no quieren veros morir. ¡Arriba, buscad los cielos teñidos de carmesí, al sol tardío que os clama y, como yo, revivid!
PENSANDO EN ELLA
Esta noche me ronda la vigilia; me está engañando el sueño; se me estanca el correr de los minutos en cuentas de un eterno rosario, que se dejan abrazar por invisibles dedos. Esta noche ella no está junto a mí, ¿quién nadará en el río de sus besos? Sangra el desgarro abierto de su ausencia; la veo turbia en los muros, lejos, pero clara en la mente, en el cortante vidrio del silencio. Se hunde en los muebles la raíz del polvo, cuelga un celaje oscuro en el espejo. En mis cuatro paredes se despedaza, a ciegas, el murciélago del alma y los sentidos; en ellas se destrozan mis anhelos. Da a luz la primavera un día más con encendido gesto; se despiertan los pájaros al olor del romero, mientras en las laderas aún reposan la encina y el cantueso. Entre cuatro paredes un poema sin fin bordo con celo, hilvanando palabras, aliviando flagrantes desaciertos. Sin entrada y salida, infinito es el encierro en mi túnel de sombras densas que se prolonga vasto y negro. Y en el triste presidio de mi mundo reo y esclavo soy de pensamientos con el deseo de volver a verla, con la esperanza de salir liberto.
A
UN MULO MUERTO
Discurren aguas mansas con dulce borboteo;
solloza Sietearroyos, en un recodo seco, por la giba deforme de un quebrado esqueleto. Las adelfas y juncos velan un mulo muerto. Descombros de osamenta se amontonan deshechos. Aflora una mandíbula con desgastado asiento. No tiemblan con los tábanos los huesudos brazuelos. Se descuelga la piel raída en polvorientos jirones, con hilillos que se alojan en huecos, y enredan telarañas en el costillar negro. Se aproxima tortuosa la corriente de lejos para esquivar el túmulo con cuidadoso empeño. Pobre bestia de tiro, máquina del labriego; triste acémila inerte con descarnados belfos, ya no puedes saciar la sed en cauce fresco; ya no sientes el agua, sus cosquilleantes besos. Los días y las noches queman podrido incienso, que empalaga las márgenes de olor a cementerio. Mientras el mirlo asombra con sonoro portento, vuelan alrededor insaciables insectos; se infiltra un reguerillo del arenoso lecho por ojos que no duermen, que se lanzan al cielo.
AL
GUADALQUIVIR CONTAMINADO
Tu collar líquido desgrana perlas marrones; se escabullen de la roja mirada del naranjo, que por verlas más de cerca, su pie en tus aguas moja. Vas rodando, calmoso en el descenso, bravo Guadalquivir. Vas lejos a esparcir tu azul gastado en arrozal inmenso. Por marismas hermanas de la Vega vas lamiendo, nutriéndote de orillas, y en el cauce dormido, en larga briega, plantas el cenagal de tus semillas. Río ilustre y grandioso,
antes creabas, con orgullo, historia y donde ayer corrió caudal glorioso hoy sólo engendras barrizal y escoria.
AUTÉNTICA POESÍA - Herrera/Muñoz - 2001
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