El verso con métrica y rima

directorio

Inicio
 
Por qué esta web
 
Antologías selectas
 
Listado general
 
Novedades
 
Enlaces
 
Más poesía
 
Reglas de la poesía
 

logotipo de AUTÉNTICA POESÍA

     DELFINA ACOSTA     

atrás subir un nivel

portada

comentarios a su obra

DIRECTORIO DE ESTA AUTORA

su obra 1

su obra 2

su obra 3

     

        SU OBRA 2  

             En esta página encontrarás las siguientes poesías:

(Del libro  "ROMANCERO DE MI PUEBLO")



         DISCÚLPAME...

Discúlpame, si puedes, por mis versos,
Neruda, de mil sábanas poeta,
pues yo no sé escribir cantando al agua,
a aquel frescor primero de la hierba,
igual que tú en tu Chile de araucarias.
Yo sólo sé escribir palabras quietas
en este pueblo donde todo muere
volviéndose en las manos simple piedra.
Sucede, sin embargo, algunas veces,
que el corazón procura alguna fiesta,
y salgo a andar, alegre y bien vestida,
por el camino y luego estoy de vuelta.
Me ocurre que me río, que mi risa,
igual al llanto mío desespera.
De mi costado izquierdo sale un verso
apasionado y triste que gotea.
Ah... si entonara como tú, Neruda;
si alzara por los vientos los poemas
mejores de mi vida en dulce nota.
Si el verso hablara a Dios sin una queja.
Sollozo sin su madre, fuego triste,
jardín quemado que no dio violeta,
invierno sin cerilla, espectro frío,
es todo lo que tengo por cosecha.





      ALGUNA VEZ CREÍ....

Alguna vez creí hablar contigo,
Neruda, allá en tu tierra; tú decías
que la primera música en Parral
fue un soplo virtuoso de la espiga,
y aquel silbido patriarcal del viento
llevando sobre el lomo su familia
de cartas sin destino, de hojarasca,
de lágrimas y páginas escritas.
Contabas que te hiciste compañero
del sol que madrugaba con la brisa.
Sobre la miel y el pasto quebradizo
tendiste la frazada de tu vida.
También contabas que al amor cantando
del hielo liberaste a la poesía.
Jamás te perdonaron los poetas
que honraban las estatuas de caliza,
la musa muerta, la ya fría lágrima
que le quitó el pañuelo a la mejilla.
Jamás te perdonaron los poetas.
Tu nombre fue quemado en una pipa.
Volviste, tan alegre, de la hoguera.
Naciste, nuevamente, en tu ceniza.
Una pleamar de estrellas en el norte
levanta cada noche tu poesía.





     EL MAR TÚ VISITABAS...

El mar tú visitabas; le decías
lo que le dice un hombre a una muchacha.
En tardes pasajeras del verano
de novio te pusiste con sus algas.
No se sorprenda nadie; es tan común
que rompa su cadena, enamorada
de algún poeta triste, alguna ola,
para tumbarse luego en libres playas.
También tus novias fueron las estrellas
caídas de su altura en la mañana,
y la esmeralda noble de las minas
que mira por los ojos de las gravas.
Entonces los poetas eran novios
de las mujeres frágiles y blancas.
Mas tú, morado de alegría diste
tu corazón al fuego y a la escarcha,
a la cintura azul del universo,
al fondo y las alturas de las aguas.
Te fue muy lacio, muy sencillo amar,
tan libre de las penas como estabas.
Abrigo diste al cielo y a la tierra
con la crujiente sal de tus palabras.
Hubiera yo querido, dulce Pablo,
por una vez, también, ser tu muchacha.




        UN DÍA TÚ DIJISTE...

Un día tú dijiste: soy feliz.
La tienda azul del mar es mi camisa.
Junté en mi percha todo de este mundo:
el torso del océano y la brisa.
Te fuiste a caminar alegremente
por Chile entero dando "Buenos días"
al vendedor de anzuelos y pescados,
a la mujer inmóvil de la esquina,
que abrió, feliz, sus ojos, al oírte,
y abrió, también, de golpe, su sombrilla,
al sastre que lustraba un saco a cuadros,
y a la virtuosa ronda de las niñas.
Mas para ti no ha sido aquello mucho.
Te diste a hablar también a las semillas
de lo que luego fue un oscuro bosque,
y a aquel carbón del pobre vuelto chispa.
Ah... cuánto conversaste así Neruda.
Qué alegre y corto se te puso el día
Y aún quisiste hablar con el silencio
para escuchar el oro de su risa.
Después de hacerse tarde regresaste
a tu conciencia de una flor con firma.
Cenaste. Te acostaste. Las estrellas
en tu ventana, aguadas, sonreían.





AUNQUE SOPLÓ TUS PÁRPADOS...

Aunque sopló tus párpados la muerte
el aire de tus odas sigue puro,
por eso te converso en esta tarde,
Neruda, hermano, y traigo en mi saludo
la letra titilante de la brisa,
la hiedra vigorosa de los muros,
las siete vanidades del zafiro,
y las pestañas de mi amor desnudo.
La paja de las cosas más sencillas
subió por tu palabra haciendo humo
con que llenaste casas y poblados.
Y a aquella hoguera no faltó ninguno.
Y a quien no fue me puse a hablar de ti.
Le sigo hablando en este soplo y pulso.
Ya todos aprendieron tu lección
de rosa roja en un cerrado puño.
Los niños te saludan. Canta el agua
con tu canción. Y luego le hace dúo
aquel silbido de las verdes piedras
por las que sopla el cuerno de los juncos.
Adiós. Buen día. Que descanses, Pablo.
Tu amigo y tu enemigo están de luto
por ti, calientemente muerto ayer.
¡Y sin embargo vivo cual ninguno!



***************************





    
PERO ME RÍO

No es el lamento del sauce,
no son las quejas del pino,
tampoco es el duraznero
que trae un largo silbido
lo que me causa esta pena
pese a la cual yo sonrío.
Mi madre, qué llanto negro,
pero me río, me río.
Con su sotana va el cura,
y atrás, descalzo, el gentío,
con paso de romería,
se lleva a cuestas el Cristo.
Yo lloro, lloré por algo,
sin conocer el motivo.
A veces soy ave suelta
que picotazos da al vidrio.
Respira, madre, el aroma
que esparce el agua del pino.
Ay, apartad ambas puertas,
e ir corriendo hasta el río.
Mas qué cordura la tuya
y qué locuras yo digo.
La lluvia levanta vuelo.
No queda en pie un solo trino.





         EL TONTO

El tonto, marcial, se cuadra,
si escucha tañidos blancos
de las campanas del pueblo
que lanzan al cielo pájaros.
San Pedro no lo intimida;
sí mira al crucificado
en silencioso respeto
y hecho varón de calvario
con su corbata de lino,
sus encogidos zapatos.
El tonto huele a lavanda.
Su corazón a naranjos.
El cura párroco extiende
su bendición a un borracho
mientras el viento sacude
las cuerdas del campanario.
Ya santiguados los fieles,
desandan el viejo atajo
del caserón donde aguardan
los perros junto a los gatos.
El tonto custodia el templo
cerrado con dos candados;
también mendiga a la puerta;
no llega a treinta centavos
aquella limosna avara
que le ha tendido un cristiano.





PALOMO Y TRISTÁN

Palomo y Tristán arrastran
la carreta lentamente.
Rechinan las grandes ruedas
tiradas por ambos bueyes
que en yunta también se irán
cuando los coja la muerte.
Un niño crüel los guía
hacia las tablas del muelle,
y un perro negro los sigue
mientras ladra, mientras muerde,
pretendiendo aligerar
aquella picada verde.
Palomo y Tristán enfrían
sus belfos en una fuente
donde cayó el cuerpo blanco
de alguna flor de setiembre.
Ya llegará la carreta
forzada, penosamente,
entre otras tantas carretas
que bajan del occidente
a su destino común,
en punto, para las siete.
El niño crüel castiga,
con el látigo, seis veces,
a las bestias mientras grita
doble amenaza de muerte.
¡Pero esta pena cansina
de mi pecho hasta mi frente!
¡Y aquel angosto camino
que lleva a los tristes bueyes!




        VILLETA

Sus pájaros emigraron
hacia un ocaso bruñido
en busca, acaso, del árbol
que les brinde verde abrigo.
Pero Villeta está quieta
como una rueca en un siglo;
no se han mudado sus casas
de corredores umbríos.
Y la iglesia sigue intacta.
Y hasta quien fue monaguillo
será proclamado santo
por gracia de algún obispo.
No, señor, nada ha cambiado.
Ni la niña que un domingo
va a consultar, vanidosa,
con el espejo del río.
Ni la dama de peinetas
que agitando su abanico
convierte tanto calor
en un cadencioso frío.
Villeta está como siempre.
Ni un sauce más. Ni otro pino.
Ni otro cielo que varíe
la marca de su destino.

 

 

 

 


AUTÉNTICA POESÍA - Herrera/Muñoz - 2001

Hosted by www.Geocities.ws

1