El verso con métrica y rima

 

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  JESÚS HERRERA  

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DIRECTORIO DE ESTE AUTOR

su obra 1

su obra 2

        SU OBRA 1  

     

    En esta página encontrarás las siguientes poesías:

 

 

LLANURA


I

En la manchega llanura
—o quizás en la sagreña—
la bella torre bargueña
contempla desde la altura

de su esbelta arquitectura,
en una tarde abrileña,
el vuelo de una cigüeña
sobre la verde mixtura.

De lejos, un caminante
admirando la apostura
de esa torre dominante,

acompasa su andadura,
pero sigue hacia delante
sobre su cabalgadura.



          II

    Tres cipreses centenarios
se yerguen sobre el paisaje
con su perenne follaje.
Son como tres campanarios,

tres guardianes necesarios
que indican el hospedaje
de todo fin de viaje.
Recinto destinatario.

Y a lo lejos del camino
nos parecen tres gigantes;
tres gigantes sin molinos


si los mira el caminante
con talante cervantino.
Y si no...   sigue adelante.



III

    La tarde da boqueadas.
A lo lejos del camino
se divisa un campesino.
Suenan siete campanadas.

Vuelan bajo las bandadas
de perdices.  Me imagino
que este cielo vespertino
con sus nubes encarnadas,

de la estepa toledana,
lo está viendo un pasajero
al mirar por la ventana

de su caballo de acero.
¿Le invadirá la galbana...?
.....pero no.        Pasa ligero.

                         ___________
                          Agosto 1995





          UNA TRISTE  HISTORIA

                          I

             La niña era un fruto
          de madre soltera.
          Por aquellas cosas
          que trajo la guerra
          él estaba preso
          muy lejos de ella.
          La niña crecía
          en aquella dehesa
          en donde la madre
          era cocinera;
          el jardín regaba,
          cuidaba la huerta;
          era la criada
          y hasta la enfermera
          del ama que estaba
          en la cama enferma.
          La niña crecía
          feliz en la dehesa.
           
             El señor, tan bueno,
          atento con ella,
          le daba esperanzas
          de que removiera
          el caso del novio
          para que saliera.
          Ella confiaba
          y estaba a la espera
          ya que por su oficio
          tal vez consiguiera
          librar a su novio
          de la cruel condena.
          ¡Qué feliz sería
          la madre soltera
          si el señor consigue
          que el novio volviera!


                         II
           
             Ha pasado el tiempo
          y el novio ya ha vuelto,
          gracias al empeño
          que el señor ha puesto.
          —Señor, muchas gracias,
          ¡cómo le agradezco...!
          Por usted, mi novio
          ha salido absuelto.

           

           

          Por fin se ha casado
          la madre soltera
          y son muy dichosos
          viviendo en la dehesa.
          Pero...   ¡ay!,    hay un débito
          que no olvida ella.
          La niña vivía
          feliz en la dehesa.
          Un día de otoño
          que iba a la escuela;
          un ser inhumano
          que a la niña acecha,
          deshonestidades
          comete con ella.
          La niña, asustada,
          ni a gritar acierta,
          se somete atónita
          a sucias vilezas;
          la fiera inhumana
          no muy satisfecha,
          está decidida
          a borrar las huellas.
          ¡Qué hace, Dios santo!
          La niña degüella
          y arroja su cuerpo
          por la torrentera.
          —¿Dónde se ha metido
          mi niña pequeña?
            Se pasan las horas,
          nadie aporta señas.
          —¿Dónde está mi niña?
          ¡¿Dónde estás, mi reina?!
            Nadie ha visto nada
          ni a explicar aciertan.
          Las horas se pasan,
          la noche se acerca.
           
              El padre es un tosco
          gañán de la dehesa,
          la madre una pobre
          semianalfabeta.
          Cabizbajos, tristes,
          vuelven de la escuela.
          "Hoy no la hemos visto"
          es toda respuesta.
          Ya se echó la noche,
          las penas aumentan.
          Gritando la buscan,
          llorando sospechan
          pues lo más terrible
          temen que suceda.
          Al llegar el alba,
          un trozo de tela
          traía el perrito
          lleno de tristeza.
          Entorno a los padres
          todos en la dehesa
          mudos, compungidos,
          la tragedia expresan.
          Se echan a buscarla
          hasta que la encuentran
          fría, ensangrentada,
          desnuda, patética.
          No estaba dormida
          la niña de cera,
          la mirada fija
          mirando una estrella...
          el pelo revuelto,
          desechas las trenzas,
          su cuerpo manchado
          de clara evidencia.
          —¡Ay, me la han matado!
            La escena era tétrica.
          Los padres hundidos
          en honda tragedia,
          con odios muy negros,
          deshechos, sin fuerzas.
          Ya viene el forense
          y el cuerpo se llevan.
            Qué tarde más trágica,
          la sangre se hiela,
          sobran las palabras,
          el aliento quema.
          Silencioso el padre
          en brazos la lleva;
          en el cementerio
          se abre la verja;
          la madre está ausente,
          le fallan las piernas,
          entre dos mujeres
          en vilo la llevan;
          gargantas que estallan
          en gritos de pena
          que claman justicia,
          ¡qué dentro penetran!
          Al día siguiente
          a la niña entierran.
          —¡Adiós para siempre...!
          ¡Qué sola me dejas!
            Gargantas con nudos
          un pésame rezan.
          El padre y la madre
          lloran su tristeza
          mirando la tumba
          de la hija muerta;
          se despide el duelo
          y solos se quedan.
            
            
                        III
            
             El ama, un mal día
          se fue de la dehesa,
          un mal innombrable
          acabó con ella
          y el señor muy solo
          vive su tristeza.
          La vida transcurre
          apática y lenta;
          nada les alegra,
          poco les afecta,
          sólo los recuerdos
          sus mentes recrean.
          Pero...   siempre un "pero"
          en el aire queda:
          existía un débito
          que no olvidó ella.
          Y el señor   ¡tan solo...!
          ¡ tan bueno que era...!
          que no se merece
          tan sola existencia.
          Y los muertos...  muertos;
          y los vivos quedan,
          y el tiempo que pasa
          y todo lo arregla.
             Entre aquellas gentes
          que habitan la dehesa
          faltan dos uniones
          de hilitos de seda.
          En su puesto habita
          una sombra negra...
          pequeños recelos,
          fundadas sospechas,
          frías relaciones,
          notorias miserias.
          Algo se interpuso
          entre la pareja.
          _________
          Junio  1991

 

AÑO  1989

      Año lleno de conmemoraciones.
Murió Dalí, pintor octogenario
y hay cien mayos de manifestaciones.
 
De su muerte cumplió el cincuentenario
pero está don Antonio muy presente
con aquel torpe aliño indumentario.
 
Del rey de los payasos, solamente
cien años hace de su nacimiento
y sigue estando vivo en nuestra mente.
 
Un loco genocida, en mal momento
también hace cien años que nacía;
el racista crüel, el más sangriento.
 
Y Francia celebró con alegría
que un chispazo al mundo iluminara,
dos siglos ya de aquella algarabía.

_________
Julio  1989




     SOLANO DE LA MAÑANA

(en el 20 aniversario de la muerte de mi compañero de trabajo)

Solano de la mañana
que vas dejando en los trigos
pinceladas amarillas
y de perfumes dormidos.
Solano de primavera
que levantas remolinos
en grises atardeceres
con nubarrones plomizos.
Abaniqueas los chopos,
acunas a los olivos;
soplas con fuerza las palas
de los manchegos molinos;
y bebes de los arroyos
y coloreas los guindos;
meces a las mariposas
en temblorosos suspiros;
reverdeces los viñedos
y azuleas a los lirios.

Solano viento de mayo,
viento del sur, viento altivo,
tú que vas de un lado a otro
recorriendo los caminos,
cerrando las cicatrices
y entrando en todo recinto.
Brisa de aquella mañana
que fuiste el primer testigo:
¿Por qué madrugó la muerte
en la vida de Jacinto?

¿Qué eso que no entendemos
cuando se cita al destino?
¿Qué es eso que nos consuela
con decir que era su sino?
¿Y qué esperanza nos calma
cuando falta el ser querido?
¿Qué haremos los no creyentes?
¿Qué hacemos los descreídos?
¿Cómo se nos calma el alma;
cómo se llena un vacío?

Hay cosas inentendibles
que escapan a los sentidos.

Solano de la mañana,
háblame para mi alivio
de los recuerdos de entonces
cuando se nos fue el amigo
una mañana temprano
de repente, de improviso.
Un compañero del alma,
¡mi compañero Jacinto!

10-3-2007

 

 


AUTÉNTICA POESÍA - Herrera/Muñoz - 2001

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