El verso con métrica y rima

 

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   MIGUEL HERNÁNDEZ  

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DIRECTORIO DE ESTE AUTOR

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                   SU OBRA 2                

  En esta página encontrarás las siguientes poesías:

      de   VIENTO DEL PUEBLO (1936-1937)

CANTO DE INDEPENDENCIA

Paso a paso, mi tierra vuelve a mí. Trozo a trozo,
vuelven la claridad y el día y el centeno.
Han querido arrojar tanta luz en un pozo,
en un pozo guardado por un puño de cieno.

Por una madrugada de gallos iracundos,
un ejército joven como las madrugadas
conquista, paso a paso, los arados profundos,
los pueblos invadidos, los hijos, las azadas.

Soplan los toros y hacen temblar la luz del cielo:
los hombre que yo digo la aumentan y la aclaran,
hasta cuando la sombra viene a invadir el suelo
y a la sombra estos hombres que he dicho le disparan.

Haciendo luz la luz y luz la sombra densa,
van los padres del sol, los padres del granito,
que hacen la espiga grande, y hacen la vida inmensa
y el vientre de las madres poblado de infinito.

Aprende en estas vidas, aprende como aprendo:
aprende a ser un hombre bien clavado en el barro,
lo mismo que estos hombres que mueren encendiendo
la mecha, la sonrisa, la muerte y el cigarro.

Dejad el pie descalzo para pisar el punto
donde cayó la sangre de las mejores venas:
para besar la tierra donde recojo y junto
los huesos orgullosos de rodar sin cadenas.

Los huesos de los que antes de entregarse al verdugo
prefieren enterrarse bajo su misma mano,
sobre la boca donde sólo habitó el mendrugo
echándose una tierra que no podrá el gusano.

Vergüenza en tus mejillas mientras que tú no obres
como estas anchas vidas que hasta los astros llegan.
Dulce es la sangre, dulce, la sangre de los pobres,
la sangre de los pueblos con la que tantos juegan.

Los cuervos la devoran a duros picotazos,
ávidos la reclaman los ricos con embudos:
hasta que, amargamente, se encrespa por los brazos
y ataca a quien la absorbe con aletazos rudos.

Hoy, mientras esta sangre recorre España entera
y apenas por sus hombres prueba el pan, prueba el beso,
vosotros, los llegados de un hambre carnicera,
como los perros mismos os disputáis un hueso.

Sois los que nunca abrís la mano, la mirada,
el corazón, la boca, para sembrar verdades:
los que siempre pedís, los que jamás dais nada,
cosecheros que sólo sembráis oscuridades.

¡Fuera de aquí, egoístas de retorcidas manos,
dispuestos a negar la pureza en la nieve!
Sois también invasores como los italianos,
como la dinamita que sobre España llueve.

La vida que prorrumpe como una llamarada
comunicando al cielo su resplandor de avena,
vuestra existencia seca de cárcel encerrada
que no sabe obtener la libertad, condena.

Blandos de peticiones y blandos de lamentos,
se mueven vuestros labios que tan sólo provoca
una voracidad brutal por los sustentos,
sucia y abierta en tanto que otros cierran la boca.

Ellos cierran la boca como una piedra brava
y aprietan las cabezas como un siglo de puños,
cerrados, agresivos, llenos de espuma y lava,
contra aquellos que quieren robar nuestros terruños.

Rayos de carne y hueso, carbonizan a aquellos
que atacan su pobreza, su trabajo, su casa.
Yo voy con este soplo que exige mis cabellos,
yo alimento este fuego creciente que me abrasa.

Escoged bien la piedra para grabar los nombres,
la eternidad, los rasgos, la vida, la figura
de la definitiva materia de estos hombres,
hasta volverla carne de siglos y hermosura.

Escoged bien la mano y el cincel decisivo
donde de estos soldados la historia resplandezca,
porque el avance sigue de la encina al olivo
por más que el perro ladre y el cuervo se oscurezca.

España se levanta limpia como las hojas,
limpia con el sudor del hombre y las mañanas,
y aún sonarán los nombres y las pisadas rojas
cuando el bronce no suene y el cañón eche canas.

 

         
        VIENTOS DEL PUEBLO ME LLEVAN
         
        Vientos del pueblo me llevan,
        vientos del pueblo me arrastran,
        me esparcen el corazón
        y me aventan la garganta.
         
        Los bueyes doblan la frente,
        impotentemente mansa,
        delante de los castigos:
        los leones la levantan
        y al mismo tiempo castigan
        con su clamorosa zarpa.
         
        No soy de un pueblo de bueyes,
        que soy de un pueblo que embargan
        yacimientos de leones,
        desfiladeros de águilas
        y cordilleras de toros
        con el orgullo en el asta.
        Nunca medraron los bueyes
        en los páramos de España.
        ¿Quién habló de echar un yugo
        sobre el cuello de esta raza?
        ¿Quién ha puesto al huracán
        jamás ni yugos ni trabas,
        ni quién al rayo detuvo
        prisionero en una jaula?
         
        Asturianos de braveza,
        vascos de piedra blindada,
        valencianos de alegría
        y castellanos de alma,
        labrados como la tierra
        y airosos como las alas;
        andaluces de relámpagos,
        nacidos entre guitarras
        y forjados en los yunques
        torrenciales de las lágrimas;
        extremeños de centeno,
        gallegos de lluvia y calma,
        catalanes de firmeza,
        aragoneses de casta,
        murcianos de dinamita
        frutalmente propagada,
        leoneses, navarros, dueños
        del hambre, el sudor y el hacha,
        reyes de la minería,
        señores de la labranza,
        hombres que entre las raíces,
        como raíces gallardas,
        vais de la vida a la muerte,
        vais de la nada a la nada:
        yugos os quieren poner
        gentes de la hierba mala,
        yugos que habéis de dejar
        rotos sobre sus espaldas.
        Crepúsculo de los bueyes
        está despuntando el alba.
         
        Los bueyes mueren vestidos
        de humildad y olor de cuadra:
        las águilas, los leones
        y los toros de arrogancia,
        y detrás de ellos, el cielo
        ni se enturbia ni se acaba.
        La agonía de los bueyes
        tiene pequeña la cara,
        la del animal varón
        toda la creación agranda.
         
        Si me muero, que me muera
        con la cabeza muy alta.
        Muerto y veinte veces muerto,
        la boca contra la grama,
        tendré apretados los dientes
        y decidida la barba.
         
        Cantando espero a la muerte,
        que hay ruiseñores que cantan
        encima de los fusiles
        y en medio de las batallas.

         

        LOS COBARDES
         
        Hombres veo que de hombres
        sólo tienen, sólo gastan
        el parecer y el cigarro,
        el pantalón y la barba.
         
        En el corazón son liebres,
        gallinas en las entrañas,
        galgos de rápido vientre,
        que en épocas de paz ladran
        y en épocas de cañones
        desaparecen del mapa.
         
        Estos hombres, estas liebres,
        comisarios de la alarma,
        cuando escuchan a cien leguas
        el estruendo de las balas,
        con singular heroísmo
        a la carrera se lanzan,
        se les alborota el ano,
        el pelo se les espanta.
        Valientemente se esconden,
        gallardamente se escapan
        del campo de los peligros
        estas fugitivas cacas,
        que me duelen hace tiempo
        en los cojones del alma.
         
        ¿Dónde iréis que no vayáis
        a la muerte, liebres pálidas,
        podencos de poca fe
        y de demasiadas patas?
        ¿No os avergüenza mirar
        en tanto lugar de España
        a tanta mujer serena
        bajo tantas amenazas?
        Un tiro por cada diente
        vuestra existencia reclama,
        cobardes de piel cobarde
        y de corazón de caña.
        Tembláis como poseídos
        de todo un siglo de escarcha
        y vais del sol a la sombra
        llenos de desconfianza.
        Halláis los sótanos poco
        defendidos por las casas.
        Vuestro miedo exige al mundo
        batallones de murallas,
        barreras de plomo a orillas
        de precipicios y zanjas
        para vuestra pobre vida,
        mezquina de sangre y ansias.
        No os basta estar defendidos
        por lluvias de sangre hidalga,
        que no cesa de caer,
        generosamente cálida,
        un día tras otro día
        a la gleba castellana.
        No sentís el llamamiento
        de las vidas derramadas.
        Para salvar vuestra piel
        las madrigueras no os bastan,
        no os bastan los agujeros,
        ni los retretes, ni nada.
        Huís y huís, dando al pueblo,
        mientras bebéis la distancia,
        motivos para mataros
        por las corridas espaldas.
         
        Solos se quedan los hombres
        al calor de las batallas,
        y vosotros, lejos de ellas,
        queréis ocultar la infamia,
        pero el color de cobardes
        no se os irá de la cara.
         
        Ocupad los tristes puestos
        de la triste telaraña.
        Sustituid a la escoba,
        y barred con vuestras nalgas
        la mierda que vais dejando
        donde colocáis la planta.

         

        JORNALEROS
         
        J
        ornaleros que habéis cobrado en plomo
        sufrimientos, trabajos y dineros.
        Cuerpos de sometido y alto lomo:
        jornaleros.
         
        Españoles que España habéis ganado
        labrándola entre lluvias y entre soles.
        Rabadanes del hambre y el arado:
        españoles.
         
        Esta España que, nunca satisfecha
        de malograr la flor de la cizaña,
        de una cosecha pasa a otra cosecha:
        esta España.
         
        Poderoso homenaje a las encinas,
        homenaje del toro y el coloso,
        homenaje de páramos y minas
        poderoso.
         
        Esta España que habéis amamantado
        con sudores y empujes de montaña,
        codician los que nunca han cultivado
        esta España.
         
        ¿Dejaremos llevar cobardemente
        riquezas que han forjado nuestros remos?
        ¿Campos que ha humedecido nuestra frente
        dejaremos?
         
        Adelanta, español, una tormenta
        de martillos y hoces: ruge y canta.
        Tu porvenir, tu orgullo, tu herramienta
        adelanta.
         
        Los verdugos, ejemplo de tiranos,
        Hitler y Mussolini labran yugos.
        Sumid en un retrete de gusanos
        los verdugos.
         
        Ellos, ellos nos traen una cadena
        de cárceles, miserias y atropellos.
        ¿Quién España destruye y desordena?
        ¡Ellos!¡Ellos!
         
        Fuera, fuera, ladrones de naciones,
        guardianes de la cúpula banquera,
        cluecas del capital y sus doblones:
        ¡fuera, fuera!
         
        Arrojados seréis como basura
        de todas partes y de todos lados.
        No habrá para vosotros sepultura,
        arrojados.
         
        La saliva será vuestra mortaja,
        vuestro final la bota vengativa,
        y sólo os dará sombra, paz y caja
        la saliva.
         
        Jornaleros: España, loma a loma,
        es de gañanes, pobres y braceros.
        ¡No permitáis que el rico se la coma,
        jornaleros!

         

        ROSARIO, DINAMITERA
         
        Rosario, dinamitera,
        sobre tu mano bonita
        celaba la dinamita
        sus atributos de fiera.
        Nadie al mirarla creyera
        que había en su corazón
        una desesperación,
        de cristales, de metralla
        ansiosa de una batalla,
        sedienta de una explosión.
         
        Era tu mano derecha,
        capaz de fundir leones,
        la flor de las municiones
        y el anhelo de la mecha.
        Rosario, buena cosecha,
        alta como un campanario
        sembrabas al adversario
        de dinamita furiosa
        y era tu mano una rosa
        enfurecida, Rosario.
         
        Buitrago ha sido testigo
        de la condición de rayo
        de las hazañas que callo
        y de la mano que digo.
        ¡Bien conoció el enemigo
        la mano de esta doncella,
        que hoy no es mano porque de ella,
        que ni un solo dedo agita,
        se prendó la dinamita
        y la convirtió en estrella!
         
        Rosario, dinamitera,
        puedes ser varón y eres
        la nata de las mujeres,
        la espuma de la trinchera.
        Digna como una bandera
        de triunfos y resplandores,
        dinamiteros pastores,
        vedla agitando su aliento
        y dad las bombas al viento
        del alma de los traidores.

 

        ACEITUNEROS
         
        Andaluces de Jaén,
        aceituneros altivos,
        decidme en el alma: ¿quién,
        quién levantó los olivos?
         
        No los levantó la nada,
        ni el dinero, ni el señor,
        sino la tierra callada,
        el trabajo y el sudor.
         
        Unidos al agua pura
        y a los planetas unidos,
        los tres dieron la hermosura
        de los troncos retorcidos.
         
        Levántate, olivo cano,
        dijeron al pie del viento.
        Y el olivo alzó una mano
        poderosa de cimiento.
         
        Andaluces de Jaén,
        aceituneros altivos,
        decidme en el alma, ¿quién
        amamantó los olivos?
         
        Vuestra sangre, vuestra vida,
        no la del explotador
        que se enriqueció en la herida
        generosa de sudor.
         
        No la del terrateniente
        que os sepultó en la pobreza,
        que os pisoteó la frente,
        que os redujo la cabeza.
         
        Árboles que vuestro afán
        consagró al centro del día
        eran principio de un pan
        que sólo el otro comía.
         
        ¡Cuántos siglos de aceituna,
        los pies y las manos presos,
        sol a sol y luna a luna,
        pesan sobre vuestros huesos!
         
        Andaluces de Jaén,
        aceituneros altivos,
        pregunta mi alma: ¿de quién,
        de quién son estos olivos?
         
        Jaén, levántate brava
        sobre tus piedras lunares,
        no vayas a ser esclava
        con todos tus olivares.
         
        Dentro de la claridad
        del aceite y sus aromas,
        indican tu libertad
        la libertad de las lomas.

         

AL SOLDADO INTERNACIONAL CAÍDO EN ESPAÑA
 
Si hay hombres que contienen un alma sin fronteras,
una esparcida frente de mundiales cabellos,
cubierta de horizontes, barcos y cordilleras,
con arena y con nieve, tú eres uno de aquellos.
 
Las patrias te llamaron con todas sus banderas,
que tu aliento llenara de movimientos bellos.
Quisiste apaciguar la sed de las panteras,
y flameaste henchido contra sus atropellos.
 
Con un sabor a todos los soles y los mares,
España te recoge porque en ella realices
tu majestad de árbol que abarca un continente.
 
A través de tus huesos irán los olivares
desplegando en la tierra sus más férreas raíces,
abrazando a los hombres universal, fielmente.


 NUESTRA JUVENTUD NO MUERE

Caídos sí, no muertos, ya postrados titanes,
están los hombres de resuelto pecho
sobre las más gloriosas sepulturas:
las eras de las hierbas y los panes,
el frondoso barbecho,
las trincheras oscuras.
 
Siempre serán famosas
estas sangres cubiertas de abriles y de mayos,
que hacen vibrar las dilatadas fosas
con su vigor que se decide en rayos.
 
Han muerto como mueren los leones:
peleando y rugiendo,
espumosa la boca de canciones,
de ímpetu las cabezas y las venas de estruendo.
 
Héroes a borbotones,
no han conocido el rostro a la derrota,
y victoriosamente sonriendo
se han desplomado en la besana umbría,
sobre el cimiento errante de la bota
y el firmamento de la gallardía.
 
Una gota de pura valentía
vale más que un océano cobarde.
 
Bajo el gran resplandor de un mediodía
sin mañana y sin tarde,
unos caballos que parecen claros,
aunque son tenebrosos y funestos,
se llevan a estos hombres vestidos de disparos
a sus inacabables y entretejidos puestos.
 
No hay nada negro en estas muertes claras.
Pasiones y tambores detengan los sollozos.
Mirad, madres y novias, sus transparentes caras:
la juventud verdea para siempre en sus bozos.

         

EL SUDOR

En el mar halla el agua su paraíso ansiado
y el sudor su horizonte, su fragor, su plumaje.
El sudor es un árbol desbordante y salado,
un voraz oleaje.
 
Llega desde la edad del mundo más remota
a ofrecer a la tierra su copa sacudida,
a sustentar la sed y la sal gota a gota,
a iluminar la vida.
 
Hijo del movimiento, primo del sol, hermano
de la lágrima, deja rodando por las eras,
del abril al octubre, del invierno al verano,
áureas enredaderas.
 
Cuando los campesinos van por la madrugada
a favor de la esteva removiendo el reposo,
se visten una blusa silenciosa y dorada
de sudor silencioso.
 
Vestidura de oro de los trabajadores,
adorno de las manos como de las pupilas.
Por la atmósfera esparce sus fecundos olores
una lluvia de axilas.
 
El sabor de la tierra se enriquece y madura:
caen los copos del llanto laborioso y oliente,
maná de los varones y de la agricultura,
bebida de mi frente.
 
Los que no habéis sudado jamás, los que andáis yertos
en el ocio sin brazos, sin música, sin poros,
no usaréis la corona de los poros abiertos
ni el poder de los toros.
 
Viviréis malolientes, moriréis apagados:
la encendida hermosura reside en los talones
de los cuerpos que mueven sus miembros trabajados
como constelaciones.
 
Entregad al trabajo, compañeros, las frentes:
que el sudor, con su espada de sabrosos cristales,
con sus lentos diluvios, os hará transparentes,
venturosos, iguales.

         

 PRIMERO DE MAYO DE 1937
 
No sé qué sepultada artillería
dispara desde abajo los claveles,
ni qué caballería
cruza tronando y hace que huelan los laureles.
 
Sementales corceles,
toros emocionados,
como una fundición de bronce y hierro,
surgen tras una crin de todos lados,
tras un rendido y pálido cencerro.
 
Mayo los animales pone airados:
la guerra más se aíra,
y detrás de las armas los arados
braman, hierven las flores, el sol gira.
 
Hasta el cadáver secular delira.
 
Los trabajos de mayo:
escala su cenit la agricultura.
 
Aparece la hoz igual que un rayo
inacabable en una mano oscura.
 
A pesar de la guerra delirante,
no amordazan los picos sus canciones,
y el rosal da su olor emocionante
porque el rosal no teme a los cañones.
 
Mayo es hoy más colérico y potente:
lo alimenta la sangre derramada,
la juventud que convirtió en torrente
su ejecución de lumbre entrelazada.
 
Deseo a España un mayo ejecutivo,
vestido con la eterna plenitud de la era.
El primer árbol es su abierto olivo
y no va a ser su sangre la postrera.
 
La España que hoy no se ara, se arará toda entera.

 

 

 

 


AUTÉNTICA POESÍA - Herrera/Muñoz - 2001

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