Existencia
Autor: Sir Ocult
Junio, 1984. San Cristóbal de
Chamoso (Lugo)
Todos
los veranos solíamos pasar una semana allí, en casa de mi tío-abuelo. En esa
casa, justo detrás de un alto seto de la entrada, había un enorme hormiguero.
De niño solía quedarme a estudiarlo con total concentración. Estaba tan cerca
que los insectos bullían sin cesar por mis piernas. A veces, seguía a una
hormiga desde la hierba del patio, a través de la grava del camino, hasta que
la veía subir por el banco de arena hasta su hormiguero. Ahí me ponía en
guardia para no perder de vista al insecto, pero nunca lo conseguía. Otras
hormigas llamaban mi atención. Cuando eran demasiadas, mi interés se dispersaba
en tantas fracciones que perdía la paciencia.
A veces colocaba un
terrón de azúcar en el hormiguero. Las hormigas adoraban mi regalo, y yo
sonreía mientras se abalanzaban sobre él y lo arrastraban a las profundidades.
Cuando volvía otra semana con mi familia por otoño, cuando llegaba el frío,
veía que las hormigas se volvían más lentas, y yo solía remover el hormiguero
con un palo, para avivarlas. Las personas mayores se enfadaban conmigo cuando
veían mis actos. Decían que saboteaba el trabajo de las hormigas y destruía su
hogar. Aún hoy recuerdo mi sentimiento de agravio, pues no deseaba hacer ningún
mal. Sólo quería divertirme un poco. Quería espabilar esos pequeños insectos.
Mi juego con las hormigas
comenzó, poco a poco, a perseguirme en los sueños. Mi fascinación por los
insectos se deformó en un terror infinito a su hormiguero. Como adulto nunca he
podido soportar la visión de tres insectos a la vez, independientemente de
Era joven, y aún buscaba activamente
las respuestas de mi condición, construía teorías en mi mente, las enfrentaba
unas a otras desde distintos ángulos. Ni siquiera el haber ingresado en un
internado de dominicos en Valladolid me aclaró mucho. La idea de que la vida
fuera un capricho no entraba en mi concepción del mundo. Algo me ha creado. No
tenía ni idea de qué pudiera ser: el azar, el destino, la evolución o quizás
Dios.
Sin embargo, la idea de
que la vida no tuviera sentido la encontraba probable y me llenaba de pena y de
rabia. Si nuestro tiempo en la tierra no tenía sentido, nuestras vidas se
presentaban como un irónico experimento. Alguien nos colocaba aquí para
estudiarnos mientras guerreábamos, nos arrastrábamos, sufríamos y luchábamos. A
veces, ese alguien repartía premios al azar, más o menos como cuando se deja un
terrón de azúcar en un hormiguero, mientras observaba nuestra alegría y
desesperación con frialdad.
La confianza llegó con
los años. Al final, me di cuenta de que el hecho de que la vida tenga un
significado superior no es importante. Aunque lo tuviera, no nos incumbe
conocerlo ni aquí ni ahora. Si hubiera alguna respuesta, ya la conocería, y
como no la sé, no importa lo mucho que piense en ello.
Eso me ha dado una
especie de paz.
By Sir Ocult.