‹‹‹‹ ÍNDICE

LITERARATURA MARGINAL: LA VOZ LETRADA DE LA PERIFERIA

Villarraga Eslava, Fernando
Universidad Federal de Santa Maria. Brasil

En los últimos años el escenario cultural brasileño viene siendo agitado por una serie de eventos que  traducen la presencia de un organizado movimiento de escritores nacidos o instalados en las periferias humanas y sociales de algunos centros urbanos del país, hecho que viene despertando las más variadas reacciones por parte de ciertos sectores tanto de la crítica académica como periodística, sobre todo por las implicaciones literarias y estéticas que acompañan sus textos y temáticas al no ajustarse plenamente a los cánones de la ciudad letrada.  Por eso, entonces, la cuestión crucial que se plantea inicialmente a quien busca aproximarse sin prejuicios al fenómeno de la autodenominada Literatura Marginal, pues son sus propios representantes los que se otorgan tal título, es la de abandonar los gestos conocidos del hombre ilustrado frente a lo que desafía su visión y sus valores, para asumir en su lugar lo que podría ser definido aquí como principio hermenéutico, el cual tendría que estar orientado para la comprensión de la naturaleza y de las significaciones de escrituras al parecer descoyuntadas.  Porque los primeros indicios de la tímida recepción crítica que se viene realizando ponen de manifiesto que las desconfianzas son muchas y las sospechas enormes.  Algunas figuras esclarecidas advierten sobre los inminentes peligros, confusiones y promiscuidades que la onda de los marginales comporta al buscar su lugar en el panteón sagrado de la literatura nacional, ya que, como se afirma en el manifiesto inaugural, ellos están “lutando pelo espaco para que no futuro os autores do gueto sejam lembrados e eternizados”.  Es decir, sin pedir ningún permiso a las autoridades de la cultura oficial y canónica, y con el respaldo ideológico de “caros amigos”, algunos sujetos periféricos del Brasil actual decidieron invadir de forma orquestada la esfera pública para lanzar sus voces estridentes y peculiares letras como expresión directa y auténtica de un “povo composto de minorias, mas em sua  maioria um  todo”; no dijeron, como la minera boliviana Domitila, se me permiten hablar, porque tomaron por asalto la palabra escrita para dar fisonomía a sus creaciones literarias y artísticas.

Las reacciones contra ese gesto tan radical se hacen sentir en diversas declaraciones de alerta para tornar claro lo que parece ser esencial en las manifestaciones que se agrupan bajo tal rótulo: para algunos, lo que motivaría los sujetos periféricos a agarrar el bolígrafo, lógicamente por la falta de un computador, estaría ligado a la ingeniosa política de mercado de la industria editorial, lo que explicaría, entre otras cosas, el reciente boom de la literatura carcelaria y de la violencia; para otros, el aspecto relevante estaría centrado no en el hecho de tales sujetos intentar construir su propia representación simbólica a través de la palabra, ya que esto les conferiría un fuerte grado de autenticidad a sus expresiones, mas en el pobre y a veces primario dominio que ellas revelan de los códigos y de las técnicas generados por las corrientes de la literatura moderna occidental; e, para unos pocos, lo más relevante de la Literatura Marginal sería el carácter problemático que ella encierra al constituir un registro en donde convergen, bajo una extraña combinación discursiva, la intención documental, la fuerza del testimonio y la elaboración ficcional de las aventuras y desventuras vividas por los propios autores marginales, mezcla que da origen a las dudas y a los interrogantes sobre los parámetros críticos necesarios para abordar el fenómeno en todas sus dimensiones.  Por lo tanto, se percibe en estas reacciones, referidas aquí sólo superficialmente, la presencia  común de una objeción frente a lo que desde la periferia social y humana de algunas urbes brasileñas se viene proyectando, gracias a la estratégica mediación de heterogéneos agentes culturales y de los artificios del mercado, como un conjunto de objetos textuales cuyo signo distintivo es el de aparecer como literarios, con el sello nada pacífico del adjetivo marginal que sus productores les imprimen al ser puestos en circulación.

En tal sentido, pues, lo que se propone realizar aquí es el esbozo de una agenda crítica inicial para el abordaje de un movimiento hoy consolidado, cuyas resonancias directas o indirectas ya se hacen sentir, para el lamento de sus detractores y el beneplácito de sus simpatizantes, en el campo de interés de instituciones y figuras de la vida  universitaria y en la esfera de acción de algunas organizaciones culturales.  Puede decirse, entonces, que en razón de la complejidad de un universo a todas luces bastante pantanoso, a comenzar por la naturaleza de sus agentes que obliga a reconocer que se trata de la voz del otro, con pleno derecho democrático a también hacer uso de la letra, es que deben ser formuladas las indagaciones para procurar establecer la identidad y el sentido que tendría la auto-titulada Literatura Marginal, caso se quiera evitar, por supuesto, aquellos juicios precipitados y absolutos que a veces la razón ilustrada produce cuando las sombras de cuerpos extraños se tornan una supuesta amenaza para la paz artística y simbólica de su mundo.  Porque no deja de llamar la atención el hecho de que en las pocas reseñas e opiniones críticas hasta ahora emitidas resulte visible la tendencia genérica a descalificar, a restringir o a superestimar los alcances que tendría el movimiento, sin que, por otro lado, se brinde atención específica a todos sus elementos híbridos o contradictorios, a las tensiones que se instalan en la lógica discursiva de sus representaciones, a los varios niveles de significación que emanan de sus escrituras por demás heteróclitas, en fin, a la diversidad de factores que conforman esa literatura en cuanto proyecto y realidad concreta que se inserta en el contexto de la sociedad brasileña contemporánea.

Por eso quizás la primera cuestión a ser enfrentada sea la referente a las dimensiones semánticas e ideológicas de la propia denominación, porque los dos términos, literatura y marginal, como bien se sabe, cargan consigo una larga historia de polémicas y conflictos al tener un lazo umbilical con una serie de discursos que nombran diversas prácticas humanas  y sociales.  Y el truismo no es inmediato.  Basta recordar que bajo el concepto de literatura, sustantivo que se escribe implícitamente con mayúscula, según la clásica visión dominante, se reunió casi siempre, en las extensas tierras de Santa Cruz, la producción escrita que se encajaba de alguna manera en los moldes canónicos elaborados por las culturas europeas de mayor renombre.  Al extremo de que nunca fue necesario el empleo de un adjetivo para su distinción respectiva. Literatura dentro de las fronteras nacionales siempre fue Literatura.  Sin embargo, el recorte que se impone para la delimitación del corpus correspondiente a cada época o tendencia, con las potenciales variantes según la orientación de los agentes e las instituciones que lo realice, nunca estuvo desligado de la operación implícita o explícita de silenciar, disminuir o ignorar otras prácticas e expresiones de carácter literario que, por los artificios expresivos o formatos con las cuales se estructuran, pasan a ser consideradas como pertenecientes al universo de la literatura folclórica o masiva o popular.  Y aquí si tiene sentido, para una tal perspectiva, el uso de tales adjetivos, pues con ellos se ejecuta la profilaxis de lo que puede desajustar.  Al mismo tiempo, a esto se suma el hecho de la carga denotativa del término marginal estar asociada a todo lo que debe ser irremediablemente condenado, castigado y/o expulso por constituir un peligro, aunque se trate, como en este caso, de simples e inocentes escrituras que tienen la pretensión de ser literarias, pero cuya legitimación pasa a depender en buena medida, no por mera coincidencia, de aquellos que controlan el poder simbólico del campo.           

  De ahí que el aspecto a ser observado en un primer momento sea, justamente, el de las implicaciones que derivan del gesto de auto-denominar toda su producción textual como Literatura Marginal, pues con eso el “povo da periferia / favela / gueto” procura, a lo que todo indica sin aparentes complejos, asumir concreta y públicamente su identidad artística, cultural y social diferenciada.  Aquí está el dato inédito que emerge, permitida la paráfrasis, quando novas personagens entram em cena.  Dato que precisa ser entendido, entonces, como la señal más evidente de la irrupción de un movimiento que aglutina sujetos variados de “tribos” e de “galeras”, los cuales, apoderados de la poderosa tecnología de la palabra escrita, aunque su dominio resulte bastante singular, comienzan a trazar sus signos para dar visibilidad a energías creadoras cuya fuente inspiradora es, de manera casi preferencial, la propia experiencia de sobrevivir en las estrechas y miserables márgenes de una sociedad que excluye o elimina sus hijos no predilectos.  De donde la composición del movimiento abarcar un amplio elenco de escritores que, en virtud de su lugar de origen y/o condición social periférica, se presentan bajo una altisonante variedad nominal como favelados, ex o presidiarios, desempleados, indios, negros, rapers, nordestinos, grafiteiros, miembros de asociaciones de barrio o de pescadores, es decir, como individuos inscritos en el cotidiano violento y degradado del nada glamouroso mundo periférico.  Por lo tanto, la acepción marginal de esa literatura lleva al centro de la reflexión crítica la problemática substancial que envuelve el uso nada inocente de un adjetivo tan lleno de valor sociológico, pues, como es obvio gramaticalmente, da al sustantivo que acompaña una tonalidad diferente de la que acostumbra tener entre las élites letradas.

En verdad, lo que ese adjetivo comporta es el deseo programático de colocar en jaque el derecho de exclusividad que los grupos hegemónicos de la sociedad brasileña tendrían para emplear la palabra escrita en su dimensión literaria, porque para el movimiento lo que importa, como se afirma en el “manifesto” que abre la primera de las tres entregas de “A cultura da periferia: Literatura Marginal”, puestas en circulación por la revista de ámbito nacional Caros Amigos, es revertir un proceso de más de 500 años organizado para negar el derecho vital “de um povo massacrado mas não derrotado” a expresar su voz y su letra.  Entonces, es la fuerte y reprimida voluntad de hablar para ser oído lo que impulsa el asalto al poder del bolígrafo, ya que así resulta posible, según la visión y el espíritu comunitario que los agrupa, hacer uso de “nosso vocabulário que é muito precioso” para transmitir y registrar el “grito do verdadeiro povo brasileiro”. 

Una tarea cuyas implicaciones plantean de forma inmediata dos asuntos polémicos: por un lado, la concepción específica de lo que vendría a ser la naturaleza y la función de la literatura como práctica de lenguaje; y, por otro, el propósito expreso de construir la auto-representación a través de textos que se presentan como literarios sin aparentes mediaciones externas.  El primero coloca más una vez en la mesa de discusión, ahora bajo otra mirada, el sentido de caracterizar el hacer literario en razón del compromiso inevitable que tendría con una determinada realidad, la que viven los grupos subalternos de la sociedad brasileña, sólo que teniendo como agentes responsables los propios sujetos que desde las periferias humanas y sociales la van constituyendo.  El segundo conduce al problema crucial que se instala con la modernidad sobre la pertinencia y la validez de representar al otro, aquel que emerge como presencia de la alteridad, pasible de ser transpuesto, según la visión ilustrada,  al campo simbólico e artístico cuando carece supuestamente de medios expresivos para su propia representación; tal como se constata, por ejemplo, en tantas obras de las llamadas literaturas populares que ciertos escritores de las clases medias produjeron por solidaridad ideológica y convicción política.  Los dos asuntos, entonces, alimentan en grados diversos determinados juicios valorativos que, sin la prudente distancia crítica y con escaso rigor hermenéutico, quieren validar o invalidar las diferentes y peculiares manifestaciones de la Literatura Marginal.

Frente al cuadro sintético aquí presentado resulta más que pertinente indagar: ¿qué es lo que se nombra en definitiva con la expresión Literatura Marginal?  La respuesta, que de inicio parece fácil, lleva a observar que se trata de un movimiento bastante articulado con matices y ramificaciones que extrapolan el terreno de lo literario en la medida en que su actuación pública, sobre todo la de su idealizador y especie de portavoz oficial, Ferréz, está dirigida para cuestionar todo el orden de un país construido históricamente sobre la base de la explotación y discriminación de los sectores periféricos.  Ahí residiría el factor que le da cohesión al movimiento y una aparente homogeneidad.  Pero al mismo tiempo, a pesar de que la gran mayoría de sus integrantes pertenece y participa de la vida que se realiza en lugares periféricos, favelas y prisiones, grupos de hip-hop y asociaciones populares, por ejemplo, los productos que ponen en circulación a través de libros, revistas o sitios en la internet, están marcados por la heterogeneidad de los recursos expresivos accionados, las técnicas empleadas y los lenguajes movilizados.  De ahí, pues, esa especie de imperativo categórico de tener que reconocer el carácter de movimiento que identifica la Literatura Marginal, como toma de posición de algunos sujetos subalternos frente a la dura realidad social que enfrentan y, lógicamente, como realización de una propuesta que reivindica el pleno derecho a ser la voz letrada de las periferias brasileñas.

Sin embargo, como ya fue señalado, dicho carácter no invalida la implementación de proyectos individuales o la existencia de corrientes internas, tal como se verifica en las tres entregas referidas o en las obras publicadas bajo su impronta.  Basta confrontar, a título de ilustración, los libros de Paulo Lins y Ferréz para percibir como Cidade de Deus e Capão Pecado, transitando ámbitos temáticos similares, son dos artefactos literarios con visibles diferencias en sus respectivas soluciones narrativas y ficcionales.  E aquí no hay como huir de un dato sociológico fundamental.  Paulo Lins, ex-habitante de la favela que da nombre a su novela, está ligado al universo de la cultura letrada por su trayectoria académica como profesional de la antropología.  Ferréz, adscrito a la cruda realidad de un barrio periférico paulista, Capão Redondo, “famoso” por sus altos índices de criminalidad y violencia, se articula a la esfera letrada siguiendo las vías medio accidentales de muchos autodidactas.  Así, a lo que esas diferencias remeten es al problema crítico de cómo se construyen tales representaciones literarias y cuales serían sus posibles significaciones simbólicas.

En tal sentido, para implementar la propuesta de una agenda crítica inicial resulta más que prioritario observar de forma puntual cómo la tecnología de la palabra escrita pasa a ser incorporada por sujetos que, en la gran mayoría de los casos, están inmersos en tradiciones orales y registros de la cultura visual, pues sus prácticas discursivas indican globalmente, al menos en una primera lectura de sus objetos textuales, ninguna, poca o relativa familiaridad con los códigos dominantes del campo letrado.  Tal vez sea eso lo que venga a explicar los trazos característicos de sus lenguajes casi siempre claros y directos y la fuerte tendencia a reproducir en el nivel de la escritura la “incorrección” y las variantes del habla periférica.  Por eso, el otro aspecto que merece especial atención es el referido a las formas de vencer o no los óbices que imponen las gramáticas de los sectores cultos y hegemónicos, es decir, a las tácticas que los marginales implementan para lidiar con ellas en un terreno que recién están explorando.  Es que no deja de ser significativo que en diversos textos publicados sea notoria una cierta corrección sintáctica y gramatical, como si ya hubiera un cierto dominio de la expresión escrita, lo que parece un tanto extraño cuando se constata la biografía social de sus autores.  Parece así que la palabra escrita coloca al escritor marginal en una curiosa  paradoja.  Porque si con ella el subalterno puede convertirse en sujeto de la vida literaria, asumir la identidad de escritor aunque esté inscrito en los márgenes de la sociedad, sin tener que esperar que tal derecho le sea concedido por la acción de cualquier agencia pública o privada; al mismo tiempo, tal sujeto estaría preso a la racionalidad del universo letrado, a las expectativas e demandas que el propio quehacer literario le impone a su escritura.  Quién sabe no es esa la paradoja que está embutida en el citado “Manifesto de abertura” al proclamarse que “estamos na área, e já somos vários” que luchan para que “os autores do gueto sejam lembrados e eternizados”.


‹‹‹‹ ÍNDICE

Hosted by www.Geocities.ws

1