IDENTIDAD CULTURAL VS. IDENTIDAD NACIONAL Vercesi,
Graciela |
I. REFLEXIONES LIMINARES
El debate en torno al concepto de identidad nacional y latinoamericana
ha ocupado un lugar central en torno al análisis de las prácticas sociales y políticas en América Latina, así
como de sus producciones culturales y artísticas, entre las que se encuentra la
literatura.
Frente a esta preocupación, surgieron diversas respuestas
por parte de la intelectualidad latinoamericana temprana.
Por ejemplo, el cubano José Martí,
mirando al continente latinoamericano más que a Europa, propone una panlatinoamericanidad, en
la línea de pensamiento de Simón
Bolívar y Andrés Bello[1].
Por otra
parte, frente a la poética esteticista
y cosmopolita del Modernismo literario[2] y a orientaciones como la de Domingo
Faustino Sarmiento (1811-1888) -quien ponderó el concepto de“civilización”,
identificada con la cultura europea y urbana, en oposición al de “barbarie” latinoamericana- , los escritores
del aniversario de la independencia (1910-1920) se concentraron en una representación literaria de la
realidad nacional, con énfasis en el
medio rural como espacio asociado a una
imagen arcádica de América.[3]
[4]
Por su
parte, José Enrique Rodó ofrece en Ariel (1900)
una lectura simbólica de La tempestad,
de William Shakespeare, en la cual identifica
a sus personajes del siguiente modo: Próspero representa a Europa,
Calibán, encarnación del materialismo craso, a los Estados Unidos, y
Ariel, estandarte de los valores
humanistas y espirituales, a América Latina. En los años setenta, el cubano
Roberto Fernádez Retamar en su ensayo Calibán, va a invertir la alegoría
identitaria popularizada por el escritor uruguayo, de tal modo que, el símbolo
de América Latina y las Antillas será Calibán, nativo de la isla que aprende la lengua del amo para luego maldecirlo;
Ariel personificará al intelectual burgués del Nuevo Mundo, que considera la
cultura latinoamericana como una prolongación de la tradición occidental; y
Próspero al colonizador, a Occidente,
motor del capitalismo mundial. (Retamar, 1971; 19 y ss. ).
En una nueva
puesta a punto de la discusión dentro del proceso de
revisión de la literatura y del
pensamiento crítico latinoamericano, ha
sido cardinal la redefinición de
la identidad [5]
latinoamericana a partir de la
reivindicación de la heterogeneidad[6]
social y cultural de América Latina, con la consecuente revalorización del
corpus de literatura “transcultural” y
reformulación del canon literario.
Recordemos
que Ángel Rama retoma el término “transculturación” con el que, ya en 1940, el
cubano Fernando Ortiz reemplaza el de
“aculturación”, para referirse al
fenómeno de culturas en contacto, propio de América Latina y el Caribe ( Rama,
1982). Así, la literatura transcultural - diglósica, alternativa , heterogénea, otra - propia de las culturas híbridas latinoamericanas, se
caracteriza por la co-presencia de diversos discursos (dominantes/dominados) en
la obra literaria.
Por
cierto, es Stuart Hall quien replantea
la tradicional noción esencialista de identidad desde una crítica deconstructiva y realiza desde la enunciación
de la diferencia cultural una
exploración más allá de las concepciones originarias, integrales y unificadas
propias de los discursos étnicos, raciales y nacionales de la identidad
nacional. Surge entonces el concepto de identificación, estratégico y
posicional, que rearticula la relación entre sujetos y prácticas discursivas.
(Hall, 2003;13 y ss.)
En el corpus
de la literatura caribeña objeto de
nuestra investigación, cobran especial
relieve los discursos del pannacionalismo, el nacionalismo y la
diáspora dentro de la construcción de identidades culturales y políticas
resistentes a las prescripciones imperiales que marcaron las relaciones
coloniales. Entre varios movimientos
identitarios, tuvo un protagonismo precoz y un vigor inusitado el de la negritud, que exhortó a los pueblos
afrodescendientes dispersos por el
mundo a forjar una identidad colectiva en relación con su cultura vernácula,
más allá de las barreras nacionales.
Ana Pizarro
incluye su reflexión sobre el Caribe en el marco de los procesos de la
globalización, el fenómeno de las
migraciones y el descentramiento de la noción estrecha de identidad, tema éste último, de
interés central en la reciente investigación en América latina:
“Se trata de un espacio identitario diferente, en movimiento, en instancias de
negociación, de aceptación, rechazo y transformación entre dos y a veces
más
culturas. ” (Pizarro, 2002; 13)
Desde la
vivencia fronteriza de nuestro tiempo,
cuyo signo se nombra con el imaginario de la distancia; desde la exploración de
rutas inciertas que lleven a una nueva definición de la identidad, a través de
la dimensión intersticial de los espacios “entre-medio”- in- between-[7]
de la diferencia cultural, pensamos el mundo
caribeño, identificado metonímicamente[8]
con el cronotopo[9]
del navío -the sailing ship- -símbolo
transhistórico de la apoikía-,[10]
como un territorio transnacional[11]
que construyó tempranamente la diáspora de pueblos más allá de las fronteras
nacionales y las restricciones étnicas. Estas “culturas de la contramodernidad
colonial[12]”,
comunidades de las cuales da cuenta la crítica poscolonial, se manifiestan
resistentes a la modernidad y su tecnocracia, a la vez que reinscriben el
imaginario social metropolitano desde
la hibridación cultural de su condición liminar, asumiendo el “derecho a significar
desde la periferia del poder autorizado y el privilegio.” [13]
Néstor García Canclini,
[14]define
la modernidad latinoamericana como “un eco diferido y deficiente de los países
centrales”, que prolonga el auge del modernismo literario y artístico europeo,
con apogeo en las tres primeras décadas del siglo XX, en una versión retrasada,
ideologizada y degradada en nuestro continente. En América Latina, además de la
hibridación étnica, racial y cultural, se daría una hibridación de visiones de
mundo y de tiempos: el precapitalismo, medieval y partriarcal se superpone a
ciertos sectores capitalistas modernos. Esta heterogeneidad multitemporal, en
la cual se verifica la presencia de un modernismo cultural que no expresa una
modernización económica y social (como sí ocurre en Europa), ha generado formaciones
híbridas en todos los estratos sociales y complejas representaciones culturales
y estéticas que exigen un peculiar instrumento de análisis ad hoc.
En este pliegue particular de la historia, en la frontera
entre dos milenios, nuevo tiempo eje alrededor del cual las
identidades se desestabilizan, las nacionalidades se globalizan y las
autoridades se exorcizan y los textos se hibridizan, el metachipiélago multicultural caribeño[15],
suerte de “metáfora de toda la humanidad”[16],
se constituye en un paradigma de
sociedades migrantes, transculturadas e intersticiales, cuyas manifestaciones
artísticas no canónicas reclaman una nueva mirada crítica. Por
cierto, las identidades transversas y los espacios intermedios que se gestaron
en el Caribe adelantaron la problemática
que plantea la globalización actual, porque desafiaron desde los comienzos las
representaciones monoculturalistas y desacreditaron las grandes cartografías
históricas de la modernidad, trazadas desde la centralidad de Occidente.
El complejo
escenario lingüístico del créole, sumado a las ambiguas identidades criollas de las
sociedades de la posplantación de la Gran Cuenca , en las que el sedimento de
las formas culturales africanas se superpusieron al sustrato indígena, bajo la
legislación imperial de la Colonia,
originaron un nuevo discurso, imposible de analizar desde los modelos
eurocéntricos. Se hace indispensable una revaluación de esta producción desde
una perspectiva teórico-metodológica, que transgreda las fronteras de la crítica tradicional y sea capaz de
describir e interpretar este fenómeno en toda su complejidad.
II. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
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En el
marco de estas reflexiones, nuestra
investigación analizará la emergencia
de la identidad caribeña como
testimonio del nacimiento de una identidad latinoamericana, asumida en su
hibridación, legible en las distintas tomas de posición dentro del campo
literario 1930-1940 en el Caribe hispánico, a partir del concepto de memoria como “construcción social
permanentemente redefinida en el marco de una relación dialógica con el Otro[17]”.
En este período de auge de la poesía
caribeña[18],
encontramos una importante producción
poética que representa una temprana toma de posición legitimadora por parte de
minorías periféricas postcoloniales como la caribeña, frente al centro
hegemónico, en una estética de resistencia que intenta conjurar la violencia
colonial.
Este
escenario multicultural y multilingüe[19],
con diferentes pasados coloniales, pero
con problemáticas, procesos y estructuras de relación comunes inscribe
su pluralidad en el funcionamiento textual, de modo que es posible leer allí la
articulación de varios sistemas de simbolización social, organizados alrededor
de lo que Pizarro llama “núcleos de densidad simbólica”(Pizarro, 2002; 19) como
son la memoria de la esclavitud y su contraparte, la memoria de la rebelión.
La identidad virtual del sujeto cultural[20]
caribeño, desestabiliza las identidades nacionales y pergenia una migrante
identidad poscolonial des-territorializada, mucho más fuerte que las fronteras
políticas y lingüísticas oficiales. En este contexto, los poetas del Caribe
hispánico establecen su toma de posición
con una producción que reclama un nuevo análisis sociocultural, a partir
de las microsemióticas textuales, como sitio privilegiado de concreciones
sociodiscursivas que revelan el locus de enunciación de cada escritor.
Queremos analizar el surgimiento de la identidad
caribeña como testimonio del nacimiento
de una identidad transnacional, asumida en su hibridación y legible en las
distintas tomas de posición dentro del campo literario 1930-1940 en el Caribe
hispánico; estudiar cómo esta noción des-territorializada de identidad dibuja
un territorio virtual dominante en el imaginario colectivo del sujeto cultural
caribeño, que problematiza el concepto de nación y formula el enfrentamiento identidad caribeña/ conciencia
nacional y establecer las relaciones entre campo literario y campo del poder en
el Caribe de los años treinta, en la reunión de hoy, con referencia al poeta
colombiano Jorge Artel. Haremos énfasis en el contrapunto centro-periferia en
Colombia, en donde se plantea un enfrentamiento entre el canon metropolitano de
la nomóteta República de las Letras bogotana,
llamada la “Atenas Sudamericana” y la producción caribeña de las
denominadas “tierras ardientes” costeras, dentro del imaginario discriminatorio
que se esgrime desde ya el siglo XIX.[21]
III. APROXIMACIONES TEORICAS
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Ante un
estudio global de las sociedades insulares y continentales del metarchipiélago
se interponen grandes obstáculos y objeciones: por una parte, su fragmentación,
su inestabilidad, su desarraigo, su complejidad étnica y cultural, su
provisionalidad, su olvido histórico y su aislamiento geográfico; por otra, la
gravitación de diversas encrucijadas políticas y económicas que signaron su
historia.
Dentro
de la producción cultural caribeña en literatura, se distinguen dos vertientes:
por una parte, el espacio ficcional y
poético y, por otra, la reflexión sobre la situación de enunciación y la
identidad. Algunos hitos importantes dentro de esta historia quedan señalados
por la “literatura militante” decimonónica del
Caribe francófono, pionera en el tema de la reinvindicaciones; el
movimiento de la negritud, con la figura rectora de Aimé Césaire que se
alimenta de un triple impulso: el del Caribe francés, especialmente Martinica; el que viene del Renacimiento del Harlem
en los Estados Unidos, asociado al antillano Marcus Garvey y el de la
Vanguardia europea que, con epicentro en París, reincorpora el imaginario
africano desde el discurso de las artes visuales (P. Picasso) y las letras (G.
Apollinaire, B. Cendrars).
Los
escritores caribeños han adoptado una posición propia en relación con el tema
de la identidad caribeña. Por ejemplo, en el Caribe anglófono, el historiador y
poeta de Barbados, Edward Brathwaite aboga por el retorno a las raíces
africanas; el novelista y crítico guyanés Wilson Harris y el nobel de Santa
Lucía, Derek Walcott, se inclinan por entregarse al destino sincrético del
concierto multicultural del Caribe. Harris sostiene la fuga de la destructiva
dialéctica de la Historia, a través de la imaginación, que tiene la capacidad de recuperar la
tradición y puede trabajar con la
energía involucrada en la violencia, en la cual duerme latente, la creatividad.
En su reflexión, la clave de esta transformación es el lenguaje. Según Harris,
si exploramos debajo de la superficie histórica, descubriremos un imperativo
imaginativo hacia la creolización, la
hibridación y la catálisis.[22]
Walcott, añade una visión adánica, pero
no inocente, de la misión del escritor |que nombra las cosas en un nuevo
comienzo en el Nuevo Mundo, fuera de la historia. El trinitario Michael Dash,
por su parte, analiza las fallas de la negritud como movimiento veinte años
atrás y señala como primordial error
el rechazo del pasado colonial, que los dejó sumidos en una amnesia histórica.
Propone para el futuro del arte caribeño una transformación de las
antagonísticas fuerzas del pasado en sincréticas energías creativas.
Dentro
de los modelos de descripción estructuralistas, como Tzvetan Todorov[23] y post-estructuralistas, como Edward Said,[24] han enfatizado la importancia de la
textualidad -o instancia discursiva-
como escenario del encuentro imperial entre Europa y el Otro. Por su parte,
críticos como Homi Bhabha [25]y
Gayatri Spivak[26] han recurrido a teorías euro-americanas
contemporáneas para analizar el tema.
Finalmente,
estas teorías cross-culturales[27] de los críticos literarios y los historiadores culturales han optado
por reconsiderar el encuentro aniquilador de la conquista y colonia europeas,
justificado antes desde la óptica de la pureza y preeminencia de una raza
y revaluarlo como el comienzo de un
nuevo mundo poscolonial. En este heterocosmos, cuya noción de realidad se
construye alrededor de la categoría espacial, más que temporal, ha sido
invertida la doble visión colonizador- colonizado y las concepciones
monolíticas han sido abandonadas.
Dentro
de las otras aproximaciones al estudio de la Literatura Latinoamericana y del
Caribe, encontramos, por ejemplo, el modelo de análisis de Alejandro Losada, a partir de
la función establecida desde la colonia entre las ciudades capitales del
Nuevo Mundo[28] y los
centros metropolitanos europeos. En efecto, en
la llamada tercera etapa -finales del siglo XIX y primeras décadas
del XX, caracterizada por países relativamente independientes en lo político,
pero económicamente subalternos del sistema imperial de turno, los escritores
consagrados tienden a ignorar el
mestizaje cultural, étnico y social de sus territorios y entregarse a exploraciones
subjetivas, en conexión con el mundo onírico, los juegos intelectuales y la
fantasía evasiva, en una posición esteticista de corte modernista .
En este
momento, la poesía de las capitales
latinoamericanas da la espalda a la realidad social de su continente para
mirar al centro imperial, mientras la periferia comienza a manifestarse con
identidad propia en el Caribe hispánico, especialmente en poesía.
Paralelamente, se verifica en el campo
literario de la época, una inclinación a destacar la producción de las
capitales del Nuevo Mundo, abiertas a la modernidad transnacional e
invisibilizar la producción intelectual y artística de las regiones
periféricas.
Por otra
parte, es difícil hablar en 1930 del pancaribeñismo que propone el cubano
Antonio Benítez Rojo para el Caribe de los años 80. La situación geopolítica
reinante establecía un mapa nada homogéneo, en donde predominaba una sensación
de “insularidad”[29], de
aislamiento, de incomunicación, que agregada, por ejemplo en Puerto Rico, al
fenómeno del “blanqueamiento” o
negación de la mezcla en la composición étnica y cultural de la isla, da como
resultado una sociedad alienada.
En
cuanto al estudio de la producción estética verbal del Caribe hispanófono,
especialmente insular, de las primeras décadas del siglo XX, se debe tener en cuenta
el neocolonialismo establecido por los Estados Unidos, factor decisivo que
inicia una era de “Repúblicas bananeras”, y ejerce una presión
desestabilizadora en cuanto a la definición de las identidades nacionales en el Caribe.[30]
Considerando estos antecedentes,
el enfoque que particularizará nuestro análisis acudirá a algunos
planteamientos de la actual Sociocrítica, que estudia el texto literario como una peculiar
interpretación de la historia y permite a través del análisis socio-semiótico de la obra estética verbal, la lectura
de las estructuras sociales en las estructuras textuales. De este modo, propone
una redefinición del núcleo propiamente estético del texto literario, teniendo
en cuenta, a la hora de enfrentarse al problema del sentido, las diversas
dimensiones (verbal, social, estética) de la literatura.
Es
pertinente pensar en la la complejidad de este mundo discursivo en términos de diferencia cultural.[31],
concepto que se complementa con lo que Bhabha
llama Tercer Espacio o espacio escindido
de la enunciación, el cual nos
conduce a una dimensión de la cultura internacional, basada no en el exotismo del multiculturalismo o la diversidad de las culturas, sino en la
inscripción y articulación de la hibridez cultural.[32]
El Tercer Espacio constituye las
condiciones discursivas de la enunciación que aseguran que el sentido y los
símbolos de la cultura no tienen una unidad o fijeza primordiales y pueden ser
apropiados, traducidos, rehistorizados y vueltos a leer. Homi Bhabha señala la
importancia de distinguir, dentro de la crítica poscolonial, entre las nociones
de diferencia cultural (cultural difference) y diversidad
cultural (cultural diversity).
Muestra cómo la diversidad cultural se centra en el reconocimiento
de contenidos culturales y hábitos
pre-adquiridos, en un período dado y
promueve ciertas nociones anodinas como “multiculturalismo”, “cambio
cultural” o “la cultura de la humanidad”. La diferencia cultural, en cambio,
reconoce que el problema cultural surge sólo en las fronteras entre culturas,
en donde los significados y los valores están sujetos a ser erróneamente
interpretados o los signos mal apropiados. El concepto de diversidad, en fin,
se alínea dentro de los abordajes binarios (Self-Other),
que tanto como los enfoques unitarios son insuficientes para explicar el
fenómeno cultural. (Bhabha, 1994; 206)
Por otra
parte, la perspectiva de una poética de la relación, propuesta por el escritor
antillano Edouard Glissant, es necesaria para superar prejuicios críticos de origen ilustrado y
hallar nuevas categorías estéticas que permitan considerar la latencia, la
opacidad y la metamorfosis continua que caracterizan la episteme caribeña y su producción cultural y
artística.
Para la profundización del tema
lingüístico desde el enfoque translingüístico
que reclama Mijaíl Bachtín, nos ha resultado de gran utilidad la reflexión de los Estudios Culturales[33],
especialmente la consulta de algunos textos críticos, como The Empire writes back. Theory and practice in poscolonial literatures[34],
que privilegia este aspecto en el
camino del análisis y la interpretación del mundo poscolonial. En este aspecto, nos ha resultado de gran utilidad el enfoque de EWB [35]que privilegia el aspecto lingüístico en el
camino del análisis y la interpretación del mundo poscolonial. Dado que el
control sobre el lenguaje una de los principales instrumentos de dominación[36],
los sistemas educativos imperiales imponen una versión standard
del lenguaje metropolitano como norma y
marginan todas las variantes en calidad de impuras. Este poder es
rechazado cuando surge una verdadera voz en la periferia: así, la polémica en
torno a la escritura poscolonial se resume en la lucha por derribar esa
autoridad exógena impuesta a través de la lengua. La función axial del lenguaje
como medio de poder exige que el discurso poscolonial se defina por su
apropiación y refuncionalización del lenguaje del imperio, adaptado al espacio
colonial. Esto tiene lugar a través de dos procesos: por una parte, el de rechazo (abrogación) de la norma de privilegio, que implica un repudio del
poder metropolitano sobre los medios de comunicación y, por otra, la apropiación (appropriation) y reconstrucción del
lenguaje del centro, destinado a nuevos usos y contextos. 7 La poesia del Caribe asume la oralidad del
homo caribbeans como síntoma de diversidad (Diversity) , por
oposición a la universalizante estandarización trascendental de la escritura
(Samenness) y reacción contra la labor homogeneizante[37]
de la cultura letrada, establecida por el sistema imperial occidental y
custodiada por los organismos reguladores del orden vigente en el centro.
De este modo, la literatura oficia como archivo cultural[38].
IV. CAMPO LITERARIO EN COLOMBIA
Un
pueblo sin voz propia carece de
identidad: este concepto fue largamente debatido por el crítico uruguayo Angel
Rama, en relación con la construcción de una literatura nacional y popular
en Latinoamérica, a partir de un perfil
continental que se define más por áreas culturales regionales que por las fronteras políticas de cada
país. Las obras literarias constituyen una respuesta cultural a problemáticas
histórico- sociales: en un contexto heteroglósico como el del Nuevo Mundo, mal
podríamos construir nuestro discurso
desde el monolingüismo autocrático y ejemplarizante del proyecto moderno. Desde
un nuevo locus de enunciación, la
experiencia cultural del Caribe se ha adelantado al debate transcultural de
hoy. Más que comprender el territorio americano como una suma de naciones,
debemos concebirlo como una superficie fragmentada en distintos complejos culturales[39],
unos hegemónicos, que establecen la norma de consagración, y otros periféricos.
Sin duda, en Colombia, el problema de la identidad nacional cuenta con la
dificultad de la diversidad geográfica y racial, El desafío de la integración
de las diferentes regiones constituye un proyecto de larga data. Esta realidad
ha propiciado un crecimiento desigual y un desnivel cultural notable entre las
metrópolis y las regiones aisladas. Es por ello que, en el trópico, se verifica
una convivencia de lo arcaico y lo moderno, de lo feudal y las formas de vida
capitalistas. En Colombia, el centro del país se ha caracterizado por su
purismo lingüístico y literario y su tradición filohispánica, mientras las
costas configuran un territorio heterogéneo, más abierto a las innovaciones
literarias. Respondiendo a la vocación regional de América, desde un territorio
macerado aisladamente[40],
desde el Caribe, definido como an emotional confederation [41]
por Derek Walcott, otro nobel del
metarchipiélago; desde un escenario de contrapunto cultural, en donde una
episteme profundamente erótica, en el sentido etimológico del eros como instinto vital, es cruzada por
una red de subcódigos que nos remiten al antiguo imaginario de los Pueblos del
Mar, un nuevo paradigma latinoamericano realiza otra lectura de la realidad y
produce nuevas estéticas, transgrediendo el canon tradicional con un texto
cultural en contrapunto con las posiciones hegemónicas del campo literario
colombiano contemporáneo.
El campo literario nacional[42]
de la primera mitad del siglo se inscribía en
una tradición que
enfrentaba la posición hegemónica,
heterónoma y conservadora del centro del país, con figuras como Guillermo
Valencia, poeta epígono del modernismo (Bogotá) y Tomás Carrasquilla (Medellín),
a la posición periférica, autónoma y librepensadora del complejo costeño , en donde se distingue
la obra precursora de Luis Carlos
López, “El Tuerto López”, poesía posterior al modernismo y marcadamente
contestataria hacia el canon oficial colombiano y José Félix Fuenmayor[43].
Frente
al deseo de reverdecer el mustio tronco de la nación, fueron frecuentes en las
primeras décadas del siglo, tanto la recurrencia a los valores telúricos,
arcadizados en tópicos clásicos de elogio de la vida campesina (beatus ille, locus amoenus), así como la fuga en el espacio y en el tiempo
-patente en las utopías y ucronías incontaaminadas del modernismo- lejos de la
“prosa del mundo”[44].
Por ese entonces, se produce lo que la
critica ha dado en llamar “el nacionalismo cultural de los años 20’” discurso
apologético de los valores conservadores que identifica, por un proceso metonímico la patria con la tierra. Un
memorable ejemplo son las Odas Seculares,
compuestas por Leopoldo Lugones para el centenario de la Independencia
argentina y visiblemente influidas por el ethos virgiliano en la construcción
de las nacionalidades americanas[45].
Al igual que en la obra del vate latino, en las Odas se considera el campo
como reservorio de las virtudes tradicionales y genuinas de un pueblo. Como
anota Jean Franco:
Una sabia minoría firmemente enraizada en la tierra era la mejor garantía para el futuro
de la nación[46].
Simultáneamente,
gravitaba en el ambiente la dimensión
metafísica de nación como la utopía ilustrada
de un sujeto homogéneo, característica del concepto moderno de identidad
nacional, fincado en el súbito
crecimiento urbano propiciado por
la modernización y el progreso que
promovían los sectores mercantiles y burgueses.
V. JORGE ARTEL : UNA RESISTENCIA
LETRADA
Jorge Artel
(1909-1994) es contemporáneo de los poetas de la generación de Piedra y Cielo
-su obra es paralela a la obra de Aurelio Arturo, Eduardo Carranza, Arturo
Camacho Ramírez y Jorge Rojas-. También habla desde un locus de enunciación que tiene como
referente la cultura letrada
colombiana, establecida en épocas de la colonia y vigente, por cierto, hasta
hoy en el territorio nacional:
En territorios americanos, la escritura se constituiría en una
suerte de religión secundaria, por
tanto pertrechada para ocupar el lugar de las religiones cuando éstas
comenzaran su declinación en el siglo XIX .La razón de [su]supremacía se debió
a la paradoja de que sus miembros fueron los únicos ejercitantes de la letra en
un medio desguarnecido de las letras.
[eran] los dueños de la escritura en una sociedad analfabeta y
[...] procedieron a sacralizarla dentro
de la tendencia gramatológica constituyente de la cultura europea. A través del
orden de los signos, cuya propiedad es organizarse estableciendo leyes,
clasificaciones, distribuciones jerárquicas,
la ciudad letrada articuló su relación con el Poder, al que sirvió
mediante leyes, reglamentos, proclamas, cédulas, propaganda y mediante la
ideologización destinada a sustentarlo y justificarlo.…Por encima de todo
inspiró la distancia respecto al común de la sociedad. Fue la distancia entre
la letra rígida y la fluida palabra hablada, que hizo de la ciudad letrada una
ciudad escrituraria reservada a una estricta minoría… La lectura y la escritura
estaban reservadas al grupo letrado… Este exclusivismo fijó las bases de una
reverencia por la escritura que concluyó sacralizándola. La letra fue siempre
acatada, aunque en realidad no se la cumpliera, tanto durante la colonia con
las reales cédulas, como durante la República respecto a los textos
constitucionales. Hubo un secular desencuentro entre la minuciosidad
prescriptiva de las leyes y códigos y la anárquica confusión de la sociedad
sobre la cual legislaban.[47]
Artel responde a la ideología republicana y nacional y la
identidad blanca, criolla. Desde esa voz, intenta legitimar la oralidad propia
de su etnia frente a la cultura escrituraria del país, no en un gesto de
blanqueamiento, sino de recuperación o re-apropiación de las raíces. Asume una masque
blanc, como diría Fanon, una identidad prestada en la cual el habitus caribeño es enmascarado
por el habitus andino. Canta desde una actitud reverencial y purista ante la lengua, herencia de la
hispánica consideración del código como
un patrón inamovible, y desde una vivencia esquizoide de la realidad, en
la cual se impone la norma oficial,
siempre eufemística frente a la experiencia cotidiana, sumida en la anomia y el
descrédito, situación por cierto de diglosia pero lejos de la creolización y la
hibridación.
Aunque manifiesta que todo poeta negro debería traducir “en su prosa las diferentes modalidades de ritmo, fuerza
y espíritu raciales, que deben caracterizar la personalidad del escritor negro”
(La literatura negra en la costa . Carta de Jorge Artel a Gregorio
Espinosa. El Tiempo. Viernes 15 de julio de 1932), su estilo por cierto
a veces solemne, hímnico, con ecos de retórica neoclásica, y resabios de los
poetas piedracielistas, de la Atenas Sudamericana, que lo inscriben dentro
de los valores de una ideología
republicana tardía. Leyendo su poesía reconocemos, por ejemplo, el slogan
retórico (el pueblo te quiere a ti, Diego Lui) y su argumento ad populum,
en referencia al congresista chocoano Diego Luis Córdoba. En su prosa
descubrimos (Ensayo sobre Santander,
que firma bajo el seudónimo de Lucas Faber, con clara reminiscencia del homo
faber, ideal del pensamiento iluminista2)
metáforas ilustradas: “Algo tan sólo comparable a la perfecta maquinaria
moderna...que nos hace sentir el chasquido inicial de la chispa, la marcha
acompasada de los émbolos, la propulsión incesante y armoniosa, como si al
actuar este hombre todo en él obedeciese al funcionamiento de un calculado y
preciso engranaje de motivaciones psíquicas e intelectuales”3.
Llama a Bolívar “cóndor andino que robara el rayo de Júpiter para
aniquilar en tierras de los incas el poder de las huestes monárquicas de
Fernando VII” o “el semidios cuyo perfil cesáreo fundiéronlo para siempre los
fogonazos de Boyacá”.
Desde
esta lectura, no sorprende encontrar una pronunciada sintaxis hipotáctica
(subordinativa), compleja, propia del razonamiento lógico, en vez de la
paratáctica (coordinativa) propia de los procesos asociativos del discurso
poético:
Los
tambores en la noche,
parece que
siguieran nuestros pasos...Tambores que suenan como fatigados,
en los sombríos rincones portuarios,
en los
bares oscuros, aquelárricos,
donde los
ceñudos lobos
se fuman
las horas
plasmando
en sus pupilas
un
profuso motivo de rutas perdidas,
de
banderas, de mástiles y proas.
Los
tambores en la noche son como un grito humano. Trémulos de música les he
oído gemir,
cuando esos
hombres que llevan
la
emoción en las manos
les
arrancan la angustia de una oscura saudades,
de una
íntima añoranza,
donde vigila
el alma dulcemente salvaje
de mi
vibrante raza,
con sus
siglos mojados en quejumbres de gaitas.
En las
largas tiradas de versos de arte mayor propios de la poesía culta, aparece el
cliché de sabor neoclásico o romántico:
“Vibrante raza”, “signo fatal”, “ansia suprema”,
“padres de la raza”, “febril impulso”, “proceloso vértigo”
También
incursiona el léxico culto, letrado:
“Trémulo de música, fauces gigantescas, repujados
de gritos ancestrales, turbio de rubor, jirón de luz, versos para zarpar un
día, adiós inédito, mástil de mi quimera, mar atrabiliario, pechos erguidos,
ayer definitivo, errátil signo crepuscular, oscura saudade, alas broncas,
mañanas que un ópalo revela, ritmo uncido a mi verso, broncínea carne, sol [que
] fustig[a], rugosa faz (del acordeón), hontanar [que] eleva...”
No falta
el hidalgo hipérbaton, de tradición
barroca :
Y del confuso cafetín cercano,
-gritos, ron, oscuridad-
saca el viento un murmullo
para
ahogarlo en el mar.
(Tambores en la noche. 1940)
Su voz
canta desde la periferia costera en un país centralizado cuyo nomos capitalino
consagra el canon y rechaza la alteridad. Sin embargo, Artel busca la consagración
de la Academia: “Más ahora, después de
haber traído yo mi poesía a Bogotá y haberla paseado como un tambor en donde
vibran las voces desconocidas de mi raza, he visto con asombro que cierta gente
de allá, antes sin otra preocupación que la de incorporarse a la mulatería
burguesa, reclamar el fuero racial que no hacían valer porque se habían
obstinado en olvidarlo”4
En
cuanto a su relación con otras posiciones contemporáneas dentro el campo del
Caribe, califica el campo del Caribe anglófono: “necesario se hace leer las
novelas de [...]Claudio Mac Kay, los versos de Lansgton Hughes, de Paul
Laurence Dumbar.)5, frente
al caribe hispanófono (“Haber leído cuatro poemas de Palés Matos o Nicolás
Guillén, proclamarse ingenuamente negro en un artículo literario o conferencia,
no es ser escritor racial ni erigir una cátedra desde donde se pueda esperar
que nos sigan discípulos”. “Candelario Obeso ...era también de color y sin
embargo en sus versos no vibraba el imperativo de la raza en una forma
integral”.)6. Y por cierto reclama la
posición de nomóteta: “Desde mi puesto de abanderado de un grupo humano”... “Yo
podría proclamar con orgullo, rasgando mi modestia personal, lo que han
proclamado varios intelectuales del país: que soy el único intérprete fiel de
mi raza en Colombia”. 7
Por
cierto, los ideales de la República,
importados a América medio siglo más tarde de su eclosión europea, y extendidos
a lo largo del siglo XIX promovían como valores máximos la libertad,
fraternidad e igualdad, y se cimentaban en la creencia en la educación y el
desarrollo del comercio y la agricultura para promover la riqueza y lograr el
crecimiento de un país. El hombre ilustrado era anticolonialista y
antimonárquico y defendía los derechos del indio y las minorías discriminadas.
Los próceres de la independencia, por cierto, ilustrados, hicieron la
revolución americana con la ayuda de los sectores populares, quienes engrosaron
las filas de la que también era su causa, aunque no comprendieran del todo el
discurso retórico de las Luces8.
Contemporáneo
de los poetas de la generación de Piedra y Cielo( su obra es paralela a la obra
de Aurelio Arturo, Eduardo Carranza, Arturo Camacho Ramírez, Jorge Rojas y
Fernando Charry Lara),Artel publicó varios libros de poesía, caracterizada por sus
cantos a valores civiles como la libertad, la fraternidad, la paz y el amor
pero también a su ciudad, al mar y a su
cultura negra.... [igualdad] 9
VII. AD FINEM
Las
diferentes modalidades de explotación económica dentro del protosistema colonial en el Nuevo Mundo determinaron manifestaciones lingüísticas y
culturales de distinto tenor. Por una parte:
a.
La máquina- plantación en el Caribe insular (temprana, con marcada diglosia y
perfil de factoría en las colonias francesas e inglesas, como La española y
Jamaica y tardía, mestizada y urbanamente desarrolladas en las colonias españolas, como Cuba),con
aporte de numerosos contingentes de esclavos africanos y genocidio indígena.
b. La explotación de metales preciosos (oro y
plata) en el continente y, en segundo término, de la ganadería y el cuero, con
puerto negrero (Cartagena) y mercado de esclavos para el interior, con comunidades negras más
fragmentadas que en las plantaciones antillanas e importante elemento de
resistencia indígena, por ejemplo, en la Guajira. (es el Caribe de Cien años
de soledad y de Del amor y otros demonios).
c.
Diferente relación con la metrópoli española: laxa y desentendida en las
plantaciones insulares y dependiente y burocratizada en los virreinatos del
continente, cuyo oro era vigilado más
de cerca por España.
d.
El componente substrático es distinto: en los ingenios y plantaciones (escaso
componente indígena, grandes contingentes negros, escaso número de blancos en
las colonias inglesas, como Jamaica, Tobago, Barbados o francesas como Saint-
Domingue o Martinica), mientras que en las costas continentales ( prolongada
explotación del indio en las minas, negros más integrados y en labores más
benévolas, como curtiembre u oficios domésticos).
e.
Distintas tendencias en relación con la tradición en los elementos del
substrato: el indio es aculturado más fácilmente que el negro, quien tiende a
mantener su lengua, su culto ancestral, sus ritos funerarios y sus relaciones
tribales.
f.
Africanización variable según distintos grados de movilidad del esclavo en el
Caribe (cuanto más rebelde, mayor vehículo de expresión cultural, por ejemplo,
el esclavo haitiano y el cimarrón y, cuanto más sometido, por ejemplo el
esclavo de ingenio o el de las plantaciones no azucareras, menos
aporta culturalmente a la sociedad criolla).
Por
otra:
a. En
el caribe insular se verifica un mayor grado de hibridación y creolización
lingüística ( Haití, Martinica, Jamaica, etc).
b. La
relación con la lengua es más dinámica.
c. Fuerte
blanqueamiento en el caribe antillano hasta Jamaica 70´, a pesar de la
prolongada resistencia intelectual del Caribe francófono.
d. El
caribe continental (Colombia) es monolingue, con mayor integración del negro
(Prescott) y escasa pidginización y criollización lingüística, con excepción de
las comunidades de San Basilio de Palenque (criollo de base española) y el
archipiélago de San Andrés y Providencia (criollo inglés).
e. La
poesía afrohispánica antillana (Guillén, Palés Matos) difiere del Caribe continental (Artel),porque procede de
estructuras económicas, políticas y sociales diferentes: el litoral continental
sostuvo un contacto más cercano con España, a través de los virreynatos y las
complejas jerarquías de la administración colonial, exigidas por su actividad
económica relacionada con la explotación del oro, la plata y los metales
preciosos. Las comunidades negras eran más pequeñas, fragmentadas y aisladas y
sufrían en tanto culturas subalternas, el gran peso de la ley, del código y de
la lengua del amo. La cultura criolla continental, resulta pues más débil y reprimida, con una fuerte
división entre la desacreditada vida cotidiana y la siempre distante cultura
oficial leguleya e hiperformal: “Somos dos países a la vez”, sostiene Gabriel
García Márquez en La proclama por un país al alcance de los niños, “ uno
en el papel y otro en la realidad... Tal vez una reflexión más profunda nos
permitiría establecer hasta qué punto este modo de ser nos viene de que
seguimos siendo en esencia la misma sociedad excluyente, formalista y
ensimismada de la colonia”.
Podríamos decir que las
identidades transversas y los espacios intermedios que se gestaron en el
Caribe adelantaron la problemática que
plantea la globalización actual, porque desafiaron desde
los comienzos las representaciones monoculturalistas y desacreditaron las
grandes cartografías históricas de la modernidad, trazadas desde la centralidad
de Occidente. Entre
otros, M..Dash, especialista en Literaturas Poscoloniales[48],
destaca la necesidad de un modelo no eurocéntrico y no autoritario en el
estudio las sociedades caribeñas, para poder analizar especialmente el aspecto
cultural y el rol específico de la supervivencia psicológica colectiva de estas
comunidades.
En
este sentido, los teóricos postmodernos revivieron el interés en las nociones
de hibridación y creolización, vivas
en la consciencia literaria caribeña desde 1930.[49]
Sin embargo, aún se interponen grandes obstáculos ante un estudio global de las
sociedades insulares y continentales del metarchipiélago: su fragmentación, su
inestabilidad, su desarraigo, su complejidad étnica y cultural, su olvido
histórico y su aislamiento geográfico. Para vencer estos escollos, el cubano
Antonio Benítez Rojo propone una
relectura pancaribeña que abandone las
viejas metodologías racionalistas canónicas y
busque ciertas regularidades
dinámicas subyacentes en el language games del Caribe.
Sin
duda, como afirma Julio Rodríguez -Luis:
The artistic appropriation of the traditional
components of a culture advances the decolonization process at every level
(143)
Siempre que
entendamos por “componentes tradicionales” no los elementos que ha entronizado en su hiperbaton histórico[50]
el pensamiento conservador, sino aquellos que rescatan constituyentes primarios
de una cultura en su complejidad étnica, lingüística y social. La literatura
es, sin duda, un sitio privilegiado para leer la historia inédita de un pueblo, sobre todo, cuando logramos
desceñir el documento y el monumento de las estrechas riendas del
canon, para emprender un nuevo viaje de la crítica por la memoria (trans)cultural del momento.
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[1] Cfr. la reflexión de Pedro Henríquez Ureña en: La utopía de América. Caracas. Biblioteca Ayacucho. 1989.
[2] Véase, especialmente, en Prosas Profanas (1896) la intertextualidad con el mundo francés dieciochesco y decimonónico; las referencias a antigüedad helénica, así como a la China del mandarinato, realidades todas muy alejadas de la sensibilidad latinoamericana del momento.
[3] Confrontar la narrativa del primer tercio del siglo XX: La vorágine (1924), del colombiano José Eustacio Rivera, Don Segundo Sombra (1926), del argentino Ricardo Guiraldes, Doña Bárbara (1929) del venezolano Rómulo Gallegos; la novela indigenista :Los de abajo (1916), del mexicano Mariano Azuela y Huasipungo (1924), del peruano Jorge Icaza. Más tarde:.El mundo es ancho y ajeno (1941) de Ciro Alegría y Los ríos profundos (1958), de José María Arguedas, entre otros.
4 Cornejo Polar, Antonio. Escribir en el aire. Lima. Editorial Horizonte. 1994. Pág. 11 y ss.. El crítico peruano habla de tres agendas problemáticas centrales en la reflexión crítica latinoamericana en torno a la literatura. La primera, alrededor del cambio en la noción de literatura, cuando a partir de los años sesenta, la “nueva narrativa” (de la poesía conversacional, del teatro de creación colectiva, de los himnos callejeros y los grafitti) pide a la crítica una modernización de su enfoque teórico-metodológico; la segunda, con referencia al tema de la identidad nacional / latinoamericana, en el plano de la creación y de la teoría literaria y la tercera, en relación con la reivindicación de la heteróclita pluralidad de la sociedad y la cultura latinoamericanas
5[6] Cfr. De Mojica, Sarah. (2002), “Sujetos híbidos en la literatura puertorriqueña: Daniel Santos y Yo-yo Boing. Literaturas heterogéneas y créoles”, en Revista de Crítica literaria latinoamericana, año XXVIII, N°56, 2° Semestre, 2002. La autora retoma la polémica alrededor de los conceptos de hetrogeneidad e hibridación que adelantara Cornejo Polar, entre otros. Según esta discusión, la de heterogeneidad sería una categoría de análisis apta para estudiar fenómenos socio-culturales en la zona Andina y la de hibridación sería más apropiada para comprender el Caribe.
[7] . Cfr. Bhabha, H. El lugar de la cultura. Buenos Aires. Manantial. 2002: 18. Traducción de César Aira. (Título original: The Location of Culture. Routledge.1994)
[8] La metonimia es una figura retórica que constiste en el empleo de palabra en lugar de otra, con la cual mantiene una relación de contigüidad semántica. En este caso, se designa la parte por el todo ( pars pro toto)
[9]Cfr. “Formas del tiempo y el cronotopo en la novela (Ensayos sobre poética histórica), en: Bachtín, M. Teoría y estética de la novela. Madrid. Taurus. 1989.El cronotopo es un tecnolecto bachtiniano que designa “la conexión esencial de relaciones temporales y espaciales asimiladas artísticamente en la literatura.” Página 237.
[10] Término que
designa el momento de expansión colonizadora del mundo griego, cuya versión
literaria leemos en la Odisea
homérica. Usamos el vocablo en
lato sensu.
[11]Gilroy, P. The Black Atlantic: Modernity and Double Consciousness. Cambridge:
Harvard UP,1992. El autor habla de “Black Atlantic as a Counterculture of Modernity.”
[12] Cfr. Bhabha, 2002;23
[13] . Cfr. Bhabha, 2002; 19
[14] Gacía Canclini, N. Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y salir de la
modernidad. México. Grijalbo. 1989
[15]Cfr. A.Benítez Rojo. The
Repeating Island. The Caribbean and the Posmodern Perspective (Durham
–Londres. : Duke University Press, 1992). En español: La isla que se repite. Hanover. Ediciones
del Norte. 1989. El término metarchipiélago designa, según el escritor cubano, un
archipiélago que carece de límites y de centro y extiende su área de influencia
mucho más allá del Trópico de Cáncer y la línea del Ecuador. “Un conjunto
discontinuo” de “condensaciones inestables, turbulencias, remolinos, racimos de burbujas, algas deshilachadas galeones
hundidos, ruido de rompientes, peces voladores, graznido de gaviotas, aguaceros, fosforescencias
nocturnas, mareas y resacas, inciertos viajes de la significación”. Pág. iii.
[16] “The Caribbean territories have a universal significance far beyond their size and social weight. They seem to be a slice of Western civilization put under a microscope”. Citado por M. Dash. Psychology, Creolization , and Hibridization. En: Bruce King (Ed.)New National and Poscolonial literatures. An Introduction. Oxford. Clarendon. 1996.
[17] Candau Joël, Memoria e identidad. Buenos Aires. Ediciones del Sol.S.R.L.2001. Pág. 9 (Título original: Mémoire e identité. París. Presses Universitaires de France. 1998). Este libro constituye un ensayo de antropología de la memoria y de la identidad, que analiza el problema de la traslación de las formas individuales a las formas colectivas de estas dos instancias.
[18] Pamiés, Alberto y Fernández de la Vega, Oscar. Iniciación a la poesía afroamericana. Colección Ebano y Canela. Ediciones Universal. Miami. U.S.A. 1973.
[19] Ya no se habla de sincretismo racial, de melting pot, de negritud universal o de mestizaje, sino de hibridación, heterogeneidad y diferencia cultural.
[20] Cfr. Cros, Edmond. El sujeto cultural. Sociocrítica y psicoanálisis. Ediciones Corregidor. Buenos Aires. 1997.
[21] Cfr. Alfonso Múnera. El fracaso de la nación. Banco de la República/El áncora editores.Bogotá. 1998.
[22] Catálisis es un término que designa el proceso de erosión psíquica por el cual cada grupo racial califica y disminuye la self imagen del otro.
[23] The Conquest of América:
The Question of Other. Harper and Row. 1982. New
York
[24] Orientalism. Nueva York. Random House y
Vintage 1978. En español: Orientalismo.
Ediciones Libertarias- Prodhufi. Madrid. 1990. También: The world,
the Text and the Critic. Cambridge (E.E.U.U.), Harvard University Press.
1983.
[25] “Representation and the colonial text: a critical
exploration of some forms of mimeticism”. En The Theory of reading.Ed. Frank Gloversmith. Brighton:
Harvester. 1984. También: “Of mimicray and man: the ambivalence of colonial
discourse”. 1984 y “Signs taken for wonders: questions of ambivalence and
authority under a tree outside”. Delhi En: Critical
Inquiry . 1985
[26] “Can the subaltern speak?. Speculations on widow sacrifice”,
Wedge, 7/8. 1985. También: In Other
Worlds: Essays in Cultural Politics. London: Methuen 1987
[27] Los términos cross-cultural y cross-national son frecuentemente utilizados en el estudio de realidades culturales complejas , abordadas más allá de los prejuicios hegemónicos de “pureza” racial y lingüística.
[28] Cfr.: Rodríguez –Luis, Julio. “Literary Production in the Hispanic Caribbean”. Callaloo. Volume 0 ,Issue 34 . Johns Hopkins University Press. (1988): 132-46. El texto analiza la historia literaria de Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo a la luz de la reflexión de Alejandro Losada en: La literatura latinoamericana en el Caribe. Berlín: Lateinamerika-Institut der Freien Universität Berlin. Ed. 1983 Dentro del modelo de Losada, la llamada primera etapa de esta relación correspondería al período de plena dependencia de la administración colonial y la segunda etapa, al período de aparente independencia de los países latinoamericanos , con real dependencia económica del sistema metropolitano y marcada tendencia europeizante en la producción cultural.
[29] Como lo ha dicho el puertorriqueño Antonio S. Pedreira en su ensayo de 1934: Insularismo. . Río Piedras.Editorial Edil. 1973
[30] A modo de ilustración, podemos mencionar el caso de Puerto Rico, que en el tránsito desde el
dominio español al neocolonialismo norteamericano, se ha convertido en “un país
de cuatro pisos”, como afirma José Luis Gonzáles en su interpretación de esta
realidad histórico-cultural, a saber: El
país de cuatro pisos y otros ensayos (1989). Desenmascarado el mito de la
homogeneidad social, racial y cultural de la isla, queda al descubierto un
territorio escindido y un pueblo dividido.
[32]. En este sentido, los teóricos postmodernos revivieron el interés en las nociones de hibridación y creolización, vivas en la consciencia literaria caribeña desde muy temprano. No olvidemos que las primeras voces críticas ya se habían alzado desde los propios escritores caribeños: Aimé Cesaire, Frantz Fanon, Edouard Glissant , Patrick Chamoiseau, entre otros. En el Caribe hispanófono, ya en los cuarentas existían figuras precursoras de esta reflexión teórica, como el cubano Fernando Ortiz, con su concepto de transculturación.
[33] La teoría literaria poscolonial surge de la inadaptación de las teorías canónicas europeas para interpretar el nuevo corpus de literaturas cross-culturales poscoloniales.
[34] Por: Ashcroft,
Bill; Griffiths Gareth and Tiffin, Helen. Routledge.London, New York.1989.
[35] Ashcroft, Bill, Griffiths, Gareth and Tiffin, Helen. The
Empire Writes Back. London and New York. Routledge. 1989.Haremos referencia a esta publicación
como EWB
[36] El lenguaje perpetúa la estructura
jerárquica de poder: a través de él las concepciones de “verdad”,”orden” y
“realidad” son establecidas. (EWB: 7). Todas las literaturas
poscoloniales son transculturales, dado que “negotiate a gap between worlds”
(EWB:39). De este modo, las nociones de centro, esencialidad y autenticidad son
fuertemente cuestionadas y finalmente rechazadas, especialmente en la dimensión
lingüística. Las literaturas de West Indies han sido siempre consideradas
regionalmente, más que nacionalmente, subrayando los determinantes geográficos e históricos más que los
lingüísticos. También se han estudiado
las literaturas Del Caribe, oponiendo regiones anglófonas a francófonas o hispanófonas, etc. A pesar de
las diferencias de estas literaturas con respecto al modelo metropolitano, se
las ha mirado con un enfoque centralista .
[37] Cfr. Los conceptos de Samenness y Diversity en : Glissant (1999):101.
[38] Cfr. Gonzales Echavarría, Roberto. Mito y archivo. México F.C.E..
2000.
[39] Rama, Angel, Edificación de un arte nacional y popular Bogotá.
Colcultura. 1992.
[40] Rama, A. Transculturación
narrativa en América Latina. México. Siglo XXI. 1987.
[41] En un Conversatorio , con motivo de la inauguración de
la Primera Feria Internacional del Libro
del Caribe, en mayo del 2001, en la ciudad de Barranquilla.
[42]Para explicar la obra literaria, Bourdieu no se remite a un sistema filosófico-axiológico, sino al conjunto de praxis literarias, al campo estético, que constituye una entidad objetiva. El campo literario está en un lugar del campo del poder, pero no lo representa en su totalidad: es la parte dominada. Bourdieu caracteriza la propuesta literaria de un autor dentro de su campo literario en un período de tiempo dado, para configurar el perfil de la opción de su toma de posición particular. Analiza la estructura interna del campo literario, un universo que -por cierto- obedece a sus propias leyes y goza de una autonomía relativa, y considera la estructura de relaciones objetivas entre las posiciones que ocupan en el campo individuos o grupos organizados en situación de competencia por la legitimidad.. El nomos es la ley fundamental del campo, el principio de visión y de división que define el campo artístico como tal.
[43] Ubicamos su obra a fines de la
década del veinte: Cosme, novela que
evoca la literatura de Anatole France y el cuento fantástico, precoz en su género
en Hispanoamérica: La extraña aventura de
catorce sabios. Libro de cuentos póstumo: Muerte en la calle. Cfr. Rama, A. 1991: 36 y ss.
[44]
Hegel en sus
Lecciones de estética habla de la "prosa del mundo" para referirse al
proceso de secularización y aburguesamiento que tuvo lugar en la sociedad
europea después de la Revolución francesa. Llama “prosa" a esa nueva
realidad social en la que predomina una dinámica utilitarista y mercantilista
estructurada alrededor del valor de cambio. De este modo, la vivencia del mundo
como totalidad, en términos lukacsianos, así como la integridad del ser humano
se habían roto para siempre. Cfr. Maglia, Graciela. De la
nostalgia demorada de la tierra al
destierro a-moroso de la nostalgia. Morada al Sur, de Aurelio Arturo:
aproximación sociocrítica. Bogotá. CEJA.
Pontificia Universidad Javeriana.. 2001.
[45] Las Geórgicas de Virgilio fueron traducidas en forma fragmentaria por
el poeta rioplatense.
[46] Franco,
Jean. La cultura moderna en América
latina. México. Grijalbo. (1985):
249
[47] Rama, Angel. La ciudad letrada. Ediciones del Norte. Hanover. 1984
2 “La burguesía criolla adhirió vehementemente a dos ideas que, por cierto, no eran antagónicas.creyó que su posición dependía también de su eficacia y pensó que su eficacia –y su riqueza- tenían mucho que ver con su educación. Era precisamente lo que enseñaba la filosofía de la Ilustración. Rico, eficaz y culto, el homo faber americanpo se sentía en condiciones de dominar su ámbito y derrotar al petimetre brillante en los saraos, celoso de los bl asones que sus padres habían comprado y saturado de desprecianles prejuicios. (L.la sc. Y las ideas:161)
3 En las primeras décadas del siglo empezaron los productores más progresistas a introducir las máquinas de vapor, especialmente en los ingenios azucareros de Cuba ; y a dedida que la experiencia creció y se superó la polémica acerca de los beneficios o inconvenientes de la máquina, su uso se generalizó ...(J.L. Romero. Op. Cit.)
4 Artel, J. La literatura negra en la costa. El Tiempo. Bogotá. Viernes 15 de julio de 1932.
5 Artel, J. Ibídem
6. Artel, J. Ibídem
7 J. Artel.
Ibídem.
8 Romero,
José Luis. Latinoamérica, las ciudades y las ideas. México. F.C.E. 1976
9 El
Tiempo. Domingo 21 de Agosto de 1994.Jorge Artel, el poeta de ébano.
[48] M.Dash. “Psychology Créolización
and Hibridization.” Bruce King Ed. New National and Poscolonial Literatures. An introduction. Oxford. Clarendon. (1996): 45 y ss.
[49].No olvidemos que las primeras
voces críticas ya se habían alzado desde
los propios escritores caribeños: Aimé Cesaire, Frantz Fanon, Edouard Glissant
, Patrick Chamoiseau, entre otros. En el Caribe hispanófono, ya en los
cuarentas existían figuras precursoras de la reflexión teórica negrista, como
el cubano Fernando Ortiz, con su concepto de transculturación.
[50]
Bachtín 1989. Hipérbaton histórico es un término que Bachtín utiliza para denominar
una convicción propia de la visión
de mundo conservadora, que ubica
teleológicamente todo lo bello, lo verdadero y lo bueno en el pasado.