‹‹‹‹ ÍNDICE

IDENTIDAD CULTURAL VS. IDENTIDAD NACIONAL  EN LA POESÍA POSCOLONIAL DEL CARIBE HISPÁNICO

Vercesi, Graciela
Universidad Javeriana - Colombia

 

I. REFLEXIONES LIMINARES

 

 

El debate en torno al concepto de identidad  nacional y latinoamericana ha ocupado un lugar central en torno al análisis de las prácticas  sociales y políticas en América Latina, así como de sus producciones culturales y artísticas, entre las que se encuentra la literatura.

 

Frente a esta preocupación, surgieron diversas respuestas por parte de la intelectualidad latinoamericana temprana. Por ejemplo, el cubano José Martí, mirando al continente latinoamericano más que a Europa, propone una  panlatinoamericanidad, en  la línea  de pensamiento de Simón Bolívar y  Andrés Bello[1]. 

 

Por otra parte, frente a la  poética  esteticista  y cosmopolita del Modernismo literario[2]  y a orientaciones como la de Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) -quien ponderó el concepto de“civilización”, identificada con la cultura europea y urbana, en oposición al de  “barbarie” latinoamericana- , los escritores del aniversario de la independencia (1910-1920) se concentraron  en una representación literaria de la realidad nacional, con énfasis en  el medio rural  como espacio asociado a una imagen arcádica de América.[3] [4]

 

Por su parte, José Enrique Rodó ofrece en Ariel (1900) una lectura simbólica de La tempestad, de William Shakespeare, en la cual identifica  a sus personajes del siguiente modo: Próspero representa a Europa, Calibán, encarnación del materialismo craso, a los Estados Unidos, y Ariel,  estandarte de los valores humanistas y espirituales, a América Latina. En los años setenta, el cubano Roberto Fernádez Retamar  en su ensayo Calibán, va a invertir la alegoría identitaria popularizada por el escritor uruguayo, de tal modo que, el símbolo de América Latina y las Antillas será Calibán, nativo  de la isla que aprende la lengua del amo para luego maldecirlo; Ariel personificará al intelectual burgués del Nuevo Mundo, que considera la cultura latinoamericana como una prolongación de la tradición occidental; y Próspero  al colonizador, a Occidente, motor del capitalismo mundial. (Retamar, 1971; 19 y ss. ).

 

En  una nueva puesta a punto de la discusión dentro del proceso de revisión de la literatura  y del pensamiento crítico latinoamericano,  ha sido cardinal la redefinición  de la  identidad [5] latinoamericana  a partir de la reivindicación de la heterogeneidad[6] social y cultural de América Latina, con la consecuente revalorización del corpus de literatura “transcultural” y  reformulación del canon literario.

 

Recordemos que Ángel Rama retoma el término “transculturación” con el que, ya en 1940, el cubano Fernando Ortiz reemplaza el  de “aculturación”, para  referirse al fenómeno de culturas en contacto, propio de América Latina y el Caribe ( Rama, 1982). Así,  la literatura transcultural - diglósica, alternativa , heterogénea, otra - propia de las culturas híbridas latinoamericanas, se caracteriza por la co-presencia de diversos discursos (dominantes/dominados) en la obra literaria.

 

Por cierto, es Stuart Hall quien replantea la tradicional noción esencialista de identidad  desde una crítica deconstructiva y realiza desde la enunciación de la diferencia cultural una exploración más allá de las concepciones originarias, integrales y unificadas propias de los discursos étnicos, raciales y nacionales de la identidad nacional. Surge entonces el concepto de identificación, estratégico y posicional, que rearticula la relación entre sujetos y prácticas discursivas. (Hall, 2003;13 y ss.)

 

En el corpus de la literatura caribeña  objeto de nuestra investigación, cobran especial  relieve los discursos del pannacionalismo, el nacionalismo y la diáspora dentro de la construcción de identidades culturales y políticas resistentes a las prescripciones imperiales que marcaron las relaciones coloniales. Entre varios movimientos identitarios, tuvo un protagonismo precoz y un vigor inusitado el de la negritud, que exhortó a los pueblos afrodescendientes  dispersos por el mundo a forjar una identidad colectiva en relación con su cultura vernácula, más allá de las barreras nacionales.

 

Ana Pizarro incluye su reflexión sobre el Caribe en el marco de los procesos de la globalización, el  fenómeno de las migraciones y el descentramiento de la noción estrecha de identidad, tema éste último, de interés central en la reciente investigación en América latina:

 

          “Se trata de un espacio identitario diferente, en movimiento, en   instancias de

          negociación, de aceptación, rechazo y transformación entre dos y a veces más

          culturas. ”  (Pizarro, 2002; 13)

 

Desde la vivencia fronteriza  de nuestro tiempo, cuyo signo se nombra con el imaginario de la distancia; desde la exploración de rutas inciertas que lleven a una nueva definición de la identidad, a través de la dimensión intersticial de los espacios “entre-medio”- in- between-[7] de la diferencia cultural,  pensamos el mundo caribeño, identificado metonímicamente[8] con el cronotopo[9] del navío -the sailing ship- -símbolo transhistórico de la apoikía-,[10] como un territorio transnacional[11] que construyó tempranamente la diáspora de pueblos más allá de las fronteras nacionales y las restricciones étnicas. Estas “culturas de la contramodernidad colonial[12]”, comunidades de las cuales da cuenta la crítica poscolonial, se manifiestan resistentes a la modernidad y su tecnocracia, a la vez que reinscriben el imaginario social metropolitano  desde la hibridación cultural de su condición liminar, asumiendo el “derecho a significar desde la periferia del poder autorizado y el privilegio.” [13]

 

Néstor García Canclini, [14]define la modernidad latinoamericana como “un eco diferido y deficiente de los países centrales”, que prolonga el auge del modernismo literario y artístico europeo, con apogeo en las tres primeras décadas del siglo XX, en una versión retrasada, ideologizada y degradada en nuestro continente. En América Latina, además de la hibridación étnica, racial y cultural, se daría una hibridación de visiones de mundo y de tiempos: el precapitalismo, medieval y partriarcal se superpone a ciertos sectores capitalistas modernos. Esta heterogeneidad multitemporal, en la cual se verifica la presencia de un modernismo cultural que no expresa una modernización económica y social (como sí ocurre en Europa), ha generado formaciones híbridas en todos los estratos sociales y complejas representaciones culturales y estéticas que exigen un peculiar instrumento de análisis ad hoc.

 

 

En este pliegue particular de la historia, en la frontera entre dos milenios, nuevo tiempo eje  alrededor del cual las identidades se desestabilizan, las nacionalidades se globalizan y las autoridades se exorcizan y los textos se hibridizan, el metachipiélago multicultural caribeño[15], suerte de “metáfora de toda la humanidad”[16], se constituye en  un paradigma de sociedades migrantes, transculturadas e intersticiales, cuyas manifestaciones artísticas no canónicas reclaman una nueva mirada crítica. Por cierto, las identidades transversas y los espacios intermedios que se gestaron en el Caribe  adelantaron la problemática que plantea la globalización actual, porque desafiaron desde los comienzos las representaciones monoculturalistas y desacreditaron las grandes cartografías históricas de la modernidad, trazadas desde la centralidad de Occidente.

 

 El complejo escenario lingüístico del créole, sumado a las ambiguas identidades criollas de las sociedades de la posplantación de la Gran Cuenca , en las que el sedimento de las formas culturales africanas se superpusieron al sustrato indígena, bajo la legislación imperial  de la Colonia, originaron un nuevo discurso, imposible de analizar desde los modelos eurocéntricos. Se hace indispensable una revaluación de esta producción desde una perspectiva teórico-metodológica, que transgreda las fronteras de la crítica tradicional y sea capaz de describir e interpretar este fenómeno en toda su complejidad.

 

II. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

____________________________________________________________________

 

En el marco de estas reflexiones, nuestra investigación analizará  la emergencia de la identidad caribeña  como testimonio del nacimiento de una identidad latinoamericana, asumida en su hibridación, legible en las distintas tomas de posición dentro del campo literario 1930-1940 en el Caribe hispánico, a partir del concepto de memoria como “construcción social permanentemente redefinida en el marco de una relación dialógica con el Otro[17]”. En este período  de auge de la poesía caribeña[18], encontramos una importante producción poética que representa una temprana toma de posición legitimadora por parte de minorías periféricas postcoloniales como la caribeña, frente al centro hegemónico, en una estética de resistencia que intenta conjurar la violencia colonial.

 

Este escenario multicultural y multilingüe[19], con diferentes pasados coloniales, pero  con problemáticas, procesos y estructuras de relación comunes inscribe su pluralidad en el funcionamiento textual, de modo que es posible leer allí la articulación de varios sistemas de simbolización social, organizados alrededor de lo que Pizarro llama “núcleos de densidad simbólica”(Pizarro, 2002; 19) como son la memoria de la esclavitud y su contraparte, la memoria de la rebelión.

 

 

 

La identidad virtual del sujeto cultural[20] caribeño, desestabiliza las identidades nacionales y pergenia una migrante identidad poscolonial des-territorializada, mucho más fuerte que las fronteras políticas y lingüísticas oficiales. En este contexto, los poetas del Caribe hispánico establecen su toma de posición   con una producción que reclama un nuevo análisis sociocultural, a partir de las microsemióticas textuales, como sitio privilegiado de concreciones sociodiscursivas  que revelan el locus de enunciación de cada escritor.

 

Queremos analizar el surgimiento de la identidad caribeña  como testimonio del nacimiento de una identidad transnacional, asumida en su hibridación y legible en las distintas tomas de posición dentro del campo literario 1930-1940 en el Caribe hispánico; estudiar cómo esta noción des-territorializada de identidad dibuja un territorio virtual dominante en el imaginario colectivo del sujeto cultural caribeño, que problematiza el concepto de nación  y formula el enfrentamiento identidad caribeña/ conciencia nacional y establecer las relaciones entre campo literario y campo del poder en el Caribe de los años treinta, en la reunión de hoy, con referencia al poeta colombiano Jorge Artel. Haremos énfasis en el contrapunto centro-periferia en Colombia, en donde se plantea un enfrentamiento entre el canon metropolitano de la nomóteta República de las Letras bogotana,  llamada la “Atenas Sudamericana” y la producción caribeña de las denominadas “tierras ardientes” costeras, dentro del imaginario discriminatorio que se  esgrime desde ya el siglo XIX.[21]

 

III. APROXIMACIONES TEORICAS

________________________________________________________________________

 

 

Ante un estudio global de las sociedades insulares y continentales del metarchipiélago se interponen grandes obstáculos y objeciones: por una parte, su fragmentación, su inestabilidad, su desarraigo, su complejidad étnica y cultural, su provisionalidad, su olvido histórico y su aislamiento geográfico; por otra, la gravitación de diversas encrucijadas políticas y económicas que signaron su historia.

 

Dentro de la producción cultural caribeña en literatura, se distinguen dos vertientes: por una parte,  el espacio ficcional y poético y, por otra, la reflexión sobre la situación de enunciación y la identidad. Algunos hitos importantes dentro de esta historia quedan señalados por la “literatura militante” decimonónica del  Caribe francófono, pionera en el tema de la reinvindicaciones; el movimiento de la negritud,  con la figura rectora de Aimé Césaire que se alimenta de un triple impulso: el del Caribe francés,  especialmente Martinica; el que viene del Renacimiento del Harlem en los Estados Unidos, asociado al antillano Marcus Garvey y el de la Vanguardia europea que, con epicentro en París, reincorpora el imaginario africano desde el discurso de las artes visuales (P. Picasso) y las letras (G. Apollinaire, B. Cendrars).

 

Los escritores caribeños han adoptado una posición propia en relación con el tema de la identidad caribeña. Por ejemplo, en el Caribe anglófono, el historiador y poeta de Barbados, Edward Brathwaite aboga por el retorno a las raíces africanas; el novelista y crítico guyanés Wilson Harris y el nobel de Santa Lucía, Derek Walcott, se inclinan por entregarse al destino sincrético del concierto multicultural del Caribe. Harris sostiene la fuga de la destructiva dialéctica de la Historia, a través de la imaginación,   que tiene la capacidad de recuperar la tradición y puede trabajar  con la energía involucrada en la violencia, en la cual duerme latente, la creatividad. En su reflexión, la clave de esta transformación es el lenguaje. Según Harris, si exploramos debajo de la superficie histórica, descubriremos un imperativo imaginativo hacia  la creolización, la hibridación y la catálisis.[22] Walcott,  añade una visión adánica, pero no inocente, de la misión del escritor |que nombra las cosas en un nuevo comienzo en el Nuevo Mundo, fuera de la historia. El trinitario Michael Dash, por su parte, analiza las fallas de la negritud como movimiento veinte años atrás y   señala como primordial error el rechazo del pasado colonial, que los dejó sumidos en una amnesia histórica. Propone para el futuro del arte caribeño una transformación de las antagonísticas fuerzas del pasado en sincréticas energías creativas.

 

Dentro de los modelos de descripción estructuralistas, como Tzvetan Todorov[23]  y post-estructuralistas, como Edward Said,[24]  han enfatizado la importancia de la textualidad  -o instancia discursiva- como escenario del encuentro imperial entre Europa y el Otro. Por su parte,   críticos como Homi Bhabha [25]y Gayatri Spivak[26]  han recurrido a teorías euro-americanas contemporáneas para analizar el tema.

 

Finalmente, estas teorías cross-culturales[27] de los críticos literarios  y los historiadores culturales han optado por reconsiderar el encuentro aniquilador de la conquista y colonia europeas, justificado antes desde la óptica de la pureza y preeminencia de una raza y  revaluarlo como el comienzo de un nuevo mundo poscolonial. En este heterocosmos, cuya noción de realidad se construye alrededor de la categoría espacial, más que temporal, ha sido invertida la doble visión colonizador- colonizado y las concepciones monolíticas han sido abandonadas.

 

Dentro de las otras aproximaciones al estudio de la Literatura Latinoamericana y del Caribe, encontramos, por ejemplo, el modelo de análisis de Alejandro Losada, a partir de  la función establecida desde la colonia entre las ciudades capitales del Nuevo Mundo[28] y los centros metropolitanos europeos. En efecto, en  la llamada tercera etapa  -finales del siglo XIX y primeras décadas del XX, caracterizada por países relativamente independientes en lo político, pero económicamente subalternos del sistema imperial de turno, los escritores consagrados tienden a  ignorar el mestizaje cultural, étnico y social de sus territorios y entregarse a exploraciones subjetivas, en conexión con el mundo onírico, los juegos intelectuales y la fantasía evasiva, en una posición esteticista de corte modernista .

 

En este momento, la poesía de las capitales latinoamericanas da la espalda a la realidad social de su continente para mirar al centro imperial, mientras la periferia comienza a manifestarse con identidad propia en el Caribe hispánico, especialmente en poesía. Paralelamente, se verifica  en el campo literario de la época, una inclinación a destacar la producción de las capitales del Nuevo Mundo, abiertas a la modernidad transnacional e invisibilizar la producción intelectual y artística de las regiones periféricas.

 

Por otra parte, es difícil hablar en 1930 del pancaribeñismo que propone el cubano Antonio Benítez Rojo para el Caribe de los años 80. La situación geopolítica reinante establecía un mapa nada homogéneo, en donde predominaba una sensación de “insularidad”[29], de aislamiento, de incomunicación, que agregada, por ejemplo en Puerto Rico, al fenómeno del  “blanqueamiento” o negación de la mezcla en la composición étnica y cultural de la isla, da como resultado una sociedad alienada.

 

En cuanto al estudio de la producción estética verbal del Caribe hispanófono, especialmente insular, de las primeras décadas del siglo XX, se debe tener en cuenta el neocolonialismo establecido por los Estados Unidos, factor decisivo que inicia una era de “Repúblicas bananeras”, y ejerce una presión desestabilizadora en cuanto a la definición de las  identidades nacionales en el Caribe.[30]

 

Considerando estos antecedentes, el enfoque que particularizará nuestro análisis acudirá a algunos planteamientos  de la actual Sociocrítica, que estudia el  texto literario como una peculiar interpretación de la historia y permite a través del  análisis socio-semiótico de la obra estética verbal, la lectura de las estructuras sociales en las estructuras textuales. De este modo, propone una redefinición del núcleo propiamente estético del texto literario, teniendo en cuenta, a la hora de enfrentarse al problema del sentido, las diversas dimensiones (verbal, social, estética) de la literatura.

 

Es pertinente pensar en la la complejidad de este mundo discursivo en términos de diferencia cultural.[31], concepto que se complementa con lo que Bhabha llama Tercer Espacio o espacio escindido de la enunciación, el cual nos  conduce a una dimensión de la cultura internacional, basada no en el exotismo del multiculturalismo o la diversidad de las culturas, sino en la inscripción y articulación de la hibridez cultural.[32] El Tercer Espacio constituye las condiciones discursivas de la enunciación que aseguran que el sentido y los símbolos de la cultura no tienen una unidad o fijeza primordiales y pueden ser apropiados, traducidos, rehistorizados y vueltos a leer. Homi Bhabha señala la importancia de distinguir, dentro de la crítica poscolonial, entre las nociones de diferencia cultural (cultural difference) y diversidad cultural (cultural diversity). Muestra cómo la diversidad cultural se centra en el reconocimiento de  contenidos culturales y hábitos pre-adquiridos, en un período dado y  promueve ciertas nociones anodinas como “multiculturalismo”, “cambio cultural” o “la cultura de la humanidad”. La diferencia cultural, en cambio, reconoce que el problema cultural surge sólo en las fronteras entre culturas, en donde los significados y los valores están sujetos a ser erróneamente interpretados o los signos mal apropiados. El concepto de diversidad, en fin, se alínea dentro de los abordajes binarios (Self-Other), que tanto como los enfoques unitarios son insuficientes para explicar el fenómeno cultural. (Bhabha, 1994; 206)

 

Por otra parte,  la perspectiva de una poética de la relación, propuesta por el escritor antillano Edouard Glissant, es necesaria para superar  prejuicios críticos de origen ilustrado y hallar nuevas categorías estéticas que permitan considerar la latencia, la opacidad y la metamorfosis continua que caracterizan la  episteme caribeña y su producción cultural y artística.

 

Para la profundización del tema lingüístico desde el enfoque translingüístico que reclama Mijaíl Bachtín, nos ha resultado de gran utilidad  la reflexión de los Estudios Culturales[33], especialmente la consulta de algunos textos críticos, como The Empire writes back. Theory and practice in poscolonial literatures[34], que  privilegia este aspecto en el camino del análisis y la interpretación del mundo poscolonial. En este aspecto, nos ha resultado de gran utilidad  el enfoque de EWB [35]que  privilegia el aspecto lingüístico en el camino del análisis y la interpretación del mundo poscolonial. Dado que el control sobre el lenguaje una de los principales instrumentos de dominación[36], los  sistemas educativos  imperiales imponen una versión standard del lenguaje  metropolitano como norma y marginan todas las variantes en calidad de impuras. Este poder es rechazado cuando surge una verdadera voz en la periferia: así, la polémica en torno a la escritura poscolonial se resume en la lucha por derribar esa autoridad exógena impuesta a través de la lengua. La función axial del lenguaje como medio de poder exige que el discurso poscolonial se defina por su apropiación y refuncionalización del lenguaje del imperio, adaptado al espacio colonial. Esto tiene lugar a través de dos procesos: por una parte, el de rechazo (abrogación) de la norma de privilegio, que implica un repudio del poder metropolitano sobre los medios de comunicación y,  por otra, la apropiación (appropriation)  y  reconstrucción del lenguaje del centro, destinado a nuevos usos y contextos. 7 La poesia del Caribe asume la oralidad del homo caribbeans como síntoma de diversidad (Diversity) , por oposición a la universalizante estandarización trascendental de la escritura (Samenness) y reacción contra la labor homogeneizante[37] de la cultura letrada, establecida por el sistema imperial occidental y custodiada por los organismos reguladores del orden vigente en el centro. De este modo, la literatura oficia como archivo cultural[38].

 

IV. CAMPO LITERARIO EN COLOMBIA

 

 

Un pueblo sin  voz propia carece de identidad: este concepto fue largamente debatido por el crítico uruguayo Angel Rama, en relación con la construcción de una literatura nacional y popular en  Latinoamérica, a partir de un perfil continental que se define más por áreas culturales regionales  que por las fronteras políticas de cada país. Las obras literarias constituyen una respuesta cultural a problemáticas histórico- sociales: en un contexto heteroglósico como el del Nuevo Mundo, mal podríamos construir nuestro  discurso desde el monolingüismo autocrático y ejemplarizante del proyecto moderno. Desde un nuevo locus de enunciación, la experiencia cultural del Caribe se ha adelantado al  debate  transcultural de hoy. Más que comprender el territorio americano como una suma de naciones, debemos concebirlo como una superficie fragmentada en distintos complejos culturales[39], unos hegemónicos, que establecen la norma de consagración, y otros periféricos. Sin duda, en Colombia, el problema de la identidad nacional cuenta con la dificultad de la diversidad geográfica y racial, El desafío de la integración de las diferentes regiones constituye un proyecto de larga data. Esta realidad ha propiciado un crecimiento desigual y un desnivel cultural notable entre las metrópolis y las regiones aisladas. Es por ello que, en el trópico, se verifica una convivencia de lo arcaico y lo moderno, de lo feudal y las formas de vida capitalistas. En Colombia, el centro del país se ha caracterizado por su purismo lingüístico y literario y su tradición filohispánica, mientras las costas configuran un territorio heterogéneo, más abierto a las innovaciones literarias. Respondiendo a la vocación regional de América, desde un territorio macerado aisladamente[40], desde el Caribe, definido como an emotional confederation [41]  por Derek Walcott, otro nobel del metarchipiélago; desde un escenario de contrapunto cultural, en donde una episteme profundamente erótica, en el sentido etimológico del eros como instinto vital, es cruzada por una red de subcódigos que nos remiten al antiguo imaginario de los Pueblos del Mar, un nuevo paradigma latinoamericano realiza otra lectura de la realidad y produce nuevas estéticas, transgrediendo el canon tradicional con un texto cultural en contrapunto con las posiciones hegemónicas del campo literario colombiano contemporáneo.

El campo literario nacional[42] de la primera mitad del siglo se inscribía en  una tradición  que enfrentaba  la posición hegemónica, heterónoma y conservadora del centro del país, con figuras como Guillermo Valencia, poeta epígono del modernismo (Bogotá) y  Tomás Carrasquilla (Medellín),  a la posición periférica, autónoma y librepensadora  del complejo costeño , en donde se distingue la obra precursora de  Luis Carlos López, “El Tuerto López”, poesía posterior al modernismo y marcadamente contestataria hacia el canon oficial colombiano y José Félix Fuenmayor[43].

 

Frente al deseo de reverdecer el mustio tronco de la nación, fueron frecuentes en las primeras décadas del siglo, tanto la recurrencia a los valores telúricos, arcadizados en tópicos clásicos de elogio de la vida campesina (beatus ille, locus amoenus), así como la fuga en el espacio y en el tiempo -patente en las utopías y ucronías incontaaminadas del modernismo- lejos de la “prosa del mundo”[44]. Por ese entonces, se produce  lo que la critica ha dado en llamar “el nacionalismo cultural de los años 20’” discurso apologético de los valores conservadores que identifica, por un proceso  metonímico la patria con la tierra. Un memorable ejemplo son las Odas Seculares, compuestas por Leopoldo Lugones para el centenario de la Independencia argentina y visiblemente influidas por el ethos virgiliano en la construcción de las nacionalidades americanas[45]. Al igual que en la obra del vate latino, en las Odas se   considera el campo como reservorio de las virtudes tradicionales y genuinas de un pueblo. Como anota Jean Franco:

 

 Una sabia minoría firmemente enraizada en la  tierra era la mejor garantía para el futuro de la nación[46].

 

Simultáneamente, gravitaba en el ambiente  la dimensión metafísica  de nación como la utopía ilustrada  de un sujeto homogéneo, característica del concepto moderno de identidad nacional, fincado en el súbito crecimiento urbano propiciado  por la  modernización y el progreso que promovían los sectores mercantiles y burgueses.

 

 

V. JORGE ARTEL : UNA RESISTENCIA LETRADA

 

 

Jorge Artel (1909-1994) es contemporáneo de los poetas de la generación de Piedra y Cielo -su obra es paralela a la obra de Aurelio Arturo, Eduardo Carranza, Arturo Camacho Ramírez y Jorge Rojas-. También habla desde un  locus de enunciación que tiene como referente  la cultura letrada colombiana, establecida en épocas de la colonia y vigente, por cierto, hasta hoy en el territorio nacional:

 En territorios americanos, la escritura se constituiría en una suerte de religión secundaria,  por tanto pertrechada para ocupar el lugar de las religiones cuando éstas comenzaran su declinación en el siglo XIX .La razón de [su]supremacía se debió a la paradoja de que sus miembros fueron los únicos ejercitantes de la letra en un medio desguarnecido de las letras.  [eran] los dueños de la escritura en una sociedad analfabeta y [...]  procedieron a sacralizarla dentro de la tendencia gramatológica constituyente de la cultura europea. A través del orden de los signos, cuya propiedad es organizarse estableciendo leyes, clasificaciones, distribuciones jerárquicas,  la ciudad letrada articuló su relación con el Poder, al que sirvió mediante leyes, reglamentos, proclamas, cédulas, propaganda y mediante la ideologización destinada a sustentarlo y justificarlo.…Por encima de todo inspiró la distancia respecto al común de la sociedad. Fue la distancia entre la letra rígida y la fluida palabra hablada, que hizo de la ciudad letrada una ciudad escrituraria reservada a una estricta minoría… La lectura y la escritura estaban reservadas al grupo letrado… Este exclusivismo fijó las bases de una reverencia por la escritura que concluyó sacralizándola. La letra fue siempre acatada, aunque en realidad no se la cumpliera, tanto durante la colonia con las reales cédulas, como durante la República respecto a los textos constitucionales. Hubo un secular desencuentro entre la minuciosidad prescriptiva de las leyes y códigos y la anárquica confusión de la sociedad sobre la cual legislaban.[47]

Artel responde a  la ideología republicana y nacional y la identidad blanca, criolla. Desde esa voz, intenta legitimar la oralidad propia de su etnia frente a la cultura escrituraria del país, no en un gesto de blanqueamiento, sino de recuperación o re-apropiación de las raíces. Asume una masque blanc, como diría Fanon, una identidad prestada en la cual  el habitus caribeño es enmascarado por el habitus andino. Canta desde una actitud reverencial  y purista ante la lengua, herencia de la hispánica consideración del código como  un patrón inamovible, y desde una vivencia esquizoide de la realidad, en la cual se impone la norma  oficial, siempre eufemística frente a la experiencia cotidiana, sumida en la anomia y el descrédito, situación por cierto de diglosia pero lejos de la creolización y la hibridación.

 Aunque   manifiesta que todo poeta negro debería  traducir “en su prosa las diferentes modalidades de ritmo, fuerza y espíritu raciales, que deben caracterizar la personalidad del escritor negro” (La literatura negra en la costa . Carta de Jorge Artel a Gregorio Espinosa. El Tiempo. Viernes 15 de julio de 1932), su estilo por cierto a veces solemne, hímnico, con ecos de retórica neoclásica, y resabios de los poetas piedracielistas, de la Atenas Sudamericana, que lo inscriben dentro de  los valores de una ideología republicana tardía. Leyendo su poesía reconocemos, por ejemplo, el slogan retórico (el pueblo te quiere a ti, Diego Lui) y su argumento ad populum, en referencia al congresista chocoano Diego Luis Córdoba. En su prosa descubrimos  (Ensayo sobre Santander, que firma bajo el seudónimo de Lucas Faber, con clara reminiscencia del homo faber, ideal del pensamiento iluminista2) metáforas ilustradas: “Algo tan sólo comparable a la perfecta maquinaria moderna...que nos hace sentir el chasquido inicial de la chispa, la marcha acompasada de los émbolos, la propulsión incesante y armoniosa, como si al actuar este hombre todo en él obedeciese al funcionamiento de un calculado y preciso engranaje de motivaciones psíquicas e intelectuales”3.  Llama a Bolívar “cóndor andino que robara el rayo de Júpiter para aniquilar en tierras de los incas el poder de las huestes monárquicas de Fernando VII” o “el semidios cuyo perfil cesáreo fundiéronlo para siempre los fogonazos de Boyacá”.

Desde esta lectura, no sorprende encontrar una pronunciada sintaxis hipotáctica (subordinativa), compleja, propia del razonamiento lógico, en vez de la paratáctica (coordinativa) propia de los procesos asociativos del discurso poético:

 

Los tambores en la noche,

parece que siguieran nuestros pasos...Tambores que suenan como fatigados,

 en los sombríos rincones portuarios,

en los bares oscuros, aquelárricos,

donde los ceñudos lobos

se fuman las horas

plasmando en sus pupilas

un profuso motivo de rutas perdidas,

de banderas, de mástiles y proas.

Los tambores en la noche son como un grito humano. Trémulos de música les he oído gemir,

cuando esos hombres que llevan

la emoción en las manos

les arrancan la angustia de una oscura saudades,

de una íntima añoranza,

donde vigila el alma dulcemente salvaje

de mi vibrante raza,

con sus siglos mojados en quejumbres de gaitas.

En las largas tiradas de versos de arte mayor propios de la poesía culta, aparece el cliché de sabor neoclásico o romántico:

“Vibrante raza”, “signo fatal”, “ansia suprema”, “padres de la raza”, “febril impulso”, “proceloso vértigo”

 

También incursiona el léxico culto, letrado:

“Trémulo de música, fauces gigantescas, repujados de gritos ancestrales, turbio de rubor, jirón de luz, versos para zarpar un día, adiós inédito, mástil de mi quimera, mar atrabiliario, pechos erguidos, ayer definitivo, errátil signo crepuscular, oscura saudade, alas broncas, mañanas que un ópalo revela, ritmo uncido a mi verso, broncínea carne, sol [que ] fustig[a], rugosa faz (del acordeón), hontanar [que] eleva...”

 

No falta el hidalgo hipérbaton, de tradición  barroca :

Y del confuso cafetín cercano,

-gritos, ron, oscuridad-

saca el viento un murmullo

 para ahogarlo en el mar.

(Tambores en la noche. 1940)

Su voz canta desde la periferia costera en un país centralizado cuyo nomos capitalino consagra el canon y rechaza la alteridad. Sin embargo, Artel busca la consagración de  la Academia: “Más ahora, después de haber traído yo mi poesía a Bogotá y haberla paseado como un tambor en donde vibran las voces desconocidas de mi raza, he visto con asombro que cierta gente de allá, antes sin otra preocupación que la de incorporarse a la mulatería burguesa, reclamar el fuero racial que no hacían valer porque se habían obstinado en olvidarlo”4 

 

En cuanto a su relación con otras posiciones contemporáneas dentro el campo del Caribe, califica el campo del Caribe anglófono: “necesario se hace leer las novelas de [...]Claudio Mac Kay, los versos de Lansgton Hughes, de Paul Laurence Dumbar.)5, frente al caribe hispanófono (“Haber leído cuatro poemas de Palés Matos o Nicolás Guillén, proclamarse ingenuamente negro en un artículo literario o conferencia, no es ser escritor racial ni erigir una cátedra desde donde se pueda esperar que nos sigan discípulos”. “Candelario Obeso ...era también de color y sin embargo en sus versos no vibraba el imperativo de la raza en una forma integral”.)6. Y por cierto reclama la posición de nomóteta: “Desde mi puesto de abanderado de un grupo humano”... “Yo podría proclamar con orgullo, rasgando mi modestia personal, lo que han proclamado varios intelectuales del país: que soy el único intérprete fiel de mi raza en Colombia”. 7

Por cierto, los ideales  de la República, importados a América medio siglo más tarde de su eclosión europea, y extendidos a lo largo del siglo XIX promovían como valores máximos la libertad, fraternidad e igualdad, y se cimentaban en la creencia en la educación y el desarrollo del comercio y la agricultura para promover la riqueza y lograr el crecimiento de un país. El hombre ilustrado era anticolonialista y antimonárquico y defendía los derechos del indio y las minorías discriminadas. Los próceres de la independencia, por cierto, ilustrados, hicieron la revolución americana con la ayuda de los sectores populares, quienes engrosaron las filas de la que también era su causa, aunque no comprendieran del todo el discurso retórico de las Luces8.

 

Contemporáneo de los poetas de la generación de Piedra y Cielo( su obra es paralela a la obra de Aurelio Arturo, Eduardo Carranza, Arturo Camacho Ramírez, Jorge Rojas y Fernando Charry Lara),Artel publicó varios libros de poesía, caracterizada por sus cantos a valores civiles como la libertad, la fraternidad, la paz y el amor pero también a  su ciudad, al mar y a su cultura negra.... [igualdad] 9

VII. AD FINEM

Las diferentes modalidades de explotación económica dentro del protosistema  colonial en el Nuevo Mundo  determinaron manifestaciones lingüísticas y culturales de distinto tenor. Por una parte:

 

a. La máquina- plantación en el Caribe insular (temprana, con marcada diglosia y perfil de factoría en las colonias francesas e inglesas, como La española y Jamaica y tardía, mestizada y urbanamente desarrolladas  en las colonias españolas, como Cuba),con aporte de numerosos contingentes de esclavos africanos y genocidio indígena.

 

 b. La explotación de metales preciosos (oro y plata) en el continente y, en segundo término, de la ganadería y el cuero, con puerto negrero (Cartagena) y mercado de esclavos para el  interior, con comunidades negras más fragmentadas que en las plantaciones antillanas e importante elemento de resistencia indígena, por ejemplo, en la Guajira. (es el Caribe de Cien años de soledad y de Del amor y otros demonios).

 

c. Diferente relación con la metrópoli española: laxa y desentendida en las plantaciones insulares y dependiente y burocratizada en los virreinatos del continente, cuyo oro era  vigilado más de cerca por España.

 

d. El componente substrático es distinto: en los ingenios y plantaciones (escaso componente indígena, grandes contingentes negros, escaso número de blancos en las colonias inglesas, como Jamaica, Tobago, Barbados o francesas como Saint- Domingue o Martinica), mientras que en las costas continentales ( prolongada explotación del indio en las minas, negros más integrados y en labores más benévolas, como curtiembre u oficios domésticos).

e. Distintas tendencias en relación con la tradición en los elementos del substrato: el indio es aculturado más fácilmente que el negro, quien tiende a mantener su lengua, su culto ancestral, sus ritos funerarios y sus relaciones tribales.

 

f. Africanización variable según distintos grados de movilidad del esclavo en el Caribe (cuanto más rebelde, mayor vehículo de expresión cultural, por ejemplo, el esclavo haitiano y el cimarrón y, cuanto más sometido, por ejemplo el esclavo de ingenio o el de las plantaciones no azucareras,  menos  aporta culturalmente a la sociedad criolla).  

 

Por otra:

 

a.      En el caribe insular se verifica un mayor grado de hibridación y creolización lingüística ( Haití, Martinica, Jamaica, etc).

b.      La relación con la lengua es más dinámica.

c.      Fuerte blanqueamiento en el caribe antillano hasta Jamaica 70´, a pesar de la prolongada resistencia intelectual del Caribe francófono.

d.      El caribe continental (Colombia) es monolingue, con mayor integración del negro (Prescott) y escasa pidginización y criollización lingüística, con excepción de las comunidades de San Basilio de Palenque (criollo de base española) y el archipiélago de San Andrés y Providencia (criollo inglés).

e.      La poesía afrohispánica antillana (Guillén, Palés Matos)  difiere del Caribe continental (Artel),porque procede de estructuras económicas, políticas y sociales diferentes: el litoral continental sostuvo un contacto más cercano con España, a través de los virreynatos y las complejas jerarquías de la administración colonial, exigidas por su actividad económica relacionada con la explotación del oro, la plata y los metales preciosos. Las comunidades negras eran más pequeñas, fragmentadas y aisladas y sufrían en tanto culturas subalternas, el gran peso de la ley, del código y de la lengua del amo. La cultura criolla continental, resulta pues  más débil y reprimida, con una fuerte división entre la desacreditada vida cotidiana y la siempre distante cultura oficial leguleya e hiperformal: “Somos dos países a la vez”, sostiene Gabriel García Márquez en La proclama por un país al alcance de los niños, “ uno en el papel y otro en la realidad... Tal vez una reflexión más profunda nos permitiría establecer hasta qué punto este modo de ser nos viene de que seguimos siendo en esencia la misma sociedad excluyente, formalista y ensimismada de la colonia”.

 

Podríamos decir que las identidades transversas y los espacios intermedios que se gestaron en el Caribe  adelantaron la problemática que plantea la globalización actual, porque desafiaron desde los comienzos las representaciones monoculturalistas y desacreditaron las grandes cartografías históricas de la modernidad, trazadas desde la centralidad de Occidente. Entre otros, M..Dash, especialista en Literaturas Poscoloniales[48], destaca la necesidad de un modelo no eurocéntrico y no autoritario en el estudio las sociedades caribeñas, para poder analizar especialmente el aspecto cultural y el rol específico de la supervivencia psicológica colectiva de estas comunidades.

 

En este sentido, los teóricos postmodernos revivieron el interés en las nociones de hibridación y creolización, vivas en la consciencia literaria caribeña desde 1930.[49] Sin embargo, aún se interponen grandes obstáculos ante un estudio global de las sociedades insulares y continentales del metarchipiélago: su fragmentación, su inestabilidad, su desarraigo, su complejidad étnica y cultural, su olvido histórico y su aislamiento geográfico. Para vencer estos escollos, el cubano Antonio Benítez Rojo  propone una relectura pancaribeña  que abandone las viejas metodologías racionalistas canónicas y  busque  ciertas regularidades dinámicas subyacentes en el language games del Caribe.

 

Sin duda, como afirma Julio Rodríguez -Luis:

 

The artistic appropriation of the traditional components of a culture advances the decolonization  process at every level  (143)

 

 Siempre que  entendamos por “componentes tradicionales” no los elementos que  ha entronizado en su hiperbaton histórico[50] el pensamiento conservador, sino aquellos que rescatan constituyentes primarios de una cultura en su complejidad étnica, lingüística y social. La literatura es, sin duda, un sitio privilegiado para leer la  historia inédita de un pueblo, sobre todo, cuando logramos desceñir el documento y el monumento de las estrechas riendas del canon, para emprender un nuevo viaje de la crítica por la memoria  (trans)cultural del momento.

 

BIBLIOGRAFÏA

Ashcroft, Bill, Griffiths, Gareth and Tiffin, Helen. The Empire Writes Back. London and New York. Routledge. 1989.

 

Bhabha, H. El lugar de la cultura. Buenos Aires. Manantial. 2002. Traducción de César Aira. (Título original: The Location of Culture. Routledge.1994)

 

Bhabha, Homi Cultural diversity and cultural differences.(En: Colonial Discourse and Poscolonial Theory. A Reader. New York. Columbia. University Press. (1994.): 206-209

 

Bachtín, M. Teoría y estética de la novela. Madrid. Taurus. 1989..

 

Benítez Rojo, Antonio. The repeating Island. The Caribbean and the Posmodern Perspective. Durham-London: Duke University Press. 1992.( En español, La isla que se repite. Ed. Norte.)

 

Bourdieu, P. Las reglas del arte. Barcelona. Anagrama. 1997

 

Cornejo Polar, Antonio. Escribir en el aire. Lima. Editorial Horizonte. 1994.

 

Casanova, Pascale. La República mundial de las Letras. Barcelona. Anagrama. Colección Argumentos. 2001

.Dash, M. “Psychology Créolización and Hibridization.” Bruce King Ed. New National and Poscolonial Literatures. An introduction. Oxford. Clarendon. (1996)

 

Franco, Jean. La cultura moderna en América latina.  México. Grijalbo. (1985): 249

 

García Canclini, N. Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. México. Grijalbo.

 

Gilroy, P. The Black Atlantic: Modernity and Double Consciousness. Cambridge: Harvard UP,1992.

 

Glissant Edouard, Caribbean Discourse. U.P. of Virginia. Charlottesville. Caraf. Books. 1999.

1989

 

Gonzales Echavarría, Roberto. Mito y archivo. México F.C.E.. 2000.

 

 Maglia, Graciela. De  la nostalgia demorada de la tierra  al destierro a-moroso de la nostalgia. Morada al Sur, de Aurelio Arturo: aproximación sociocrítica. Bogotá. CEJA. Pontificia Universidad Javeriana.. 2001.

 

Múnera, Alfonso. El fracaso de la nación: Región, clase y raza en el Caribe colombiano. Bogotá. Banco    de la República/El Ancora Editores. 1998

 

Prescott, L. Without hatreds or fears. Jorge Artel and the struggle for black literary expression in Colombia. Detroit Wayne State University Press. 2000

 

Rama, Angel,  Edificación de un arte nacional y popular Bogotá. Colcultura. 1992.

___________ _Transculturación narrativa en América Latina. México. Siglo XXI. 1987.

 __________ La ciudad letrada. Ediciones del Norte. Hanover. 1984

 

 Rodríguez –Luis, Julio.” Literary Production in the Hispanic Caribbean”. Callaloo. Volume 0 ,Issue 34 .. Johns Hopkins University Press. (1988): 132-46

 

Said, Edward. Cultura e imperialismo. Barcelona. Anagrama.. 1996

 

 

 

 



[1] Cfr. la reflexión de Pedro Henríquez Ureña en: La utopía de América. Caracas. Biblioteca Ayacucho. 1989.

[2] Véase,  especialmente, en Prosas Profanas (1896) la intertextualidad con el mundo francés dieciochesco y decimonónico; las referencias a antigüedad helénica, así como a la China del mandarinato, realidades todas muy alejadas de la sensibilidad latinoamericana del momento.

[3] Confrontar  la narrativa del primer tercio del siglo XX: La vorágine (1924), del colombiano José Eustacio Rivera, Don Segundo Sombra (1926), del argentino Ricardo Guiraldes, Doña Bárbara (1929) del venezolano Rómulo Gallegos; la novela indigenista :Los de abajo (1916), del mexicano Mariano Azuela y  Huasipungo (1924), del peruano  Jorge Icaza. Más tarde:.El mundo es ancho y ajeno (1941) de Ciro Alegría y Los ríos profundos  (1958), de José María Arguedas, entre otros.

 

4 Cornejo Polar, Antonio. Escribir en el aire. Lima. Editorial Horizonte. 1994. Pág. 11 y ss..  El crítico peruano habla de tres agendas problemáticas centrales en la reflexión crítica latinoamericana en torno a la literatura. La  primera, alrededor del cambio en la noción de literatura, cuando a partir de los años sesenta, la “nueva narrativa” (de la poesía conversacional, del teatro de creación colectiva, de los himnos callejeros y los grafitti) pide a la crítica una modernización de su enfoque teórico-metodológico; la segunda, con referencia al tema de la identidad nacional / latinoamericana, en el plano de la creación y de la teoría literaria y la tercera, en relación con  la reivindicación de la heteróclita pluralidad de la sociedad y la cultura latinoamericanas

5[6] Cfr. De Mojica, Sarah. (2002), “Sujetos híbidos en la literatura puertorriqueña: Daniel Santos y Yo-yo Boing. Literaturas heterogéneas y créoles”, en Revista de Crítica literaria latinoamericana, año XXVIII, N°56, 2° Semestre, 2002. La autora  retoma la polémica alrededor de los conceptos de hetrogeneidad e hibridación que adelantara Cornejo Polar, entre otros. Según esta discusión, la de heterogeneidad sería una categoría de análisis apta para estudiar fenómenos socio-culturales en  la zona Andina y la de hibridación sería más apropiada para comprender  el Caribe.

[7] . Cfr. Bhabha, H. El lugar de la cultura. Buenos Aires. Manantial. 2002: 18. Traducción de César Aira. (Título original: The Location of Culture. Routledge.1994)

[8] La metonimia es una figura retórica que constiste en el empleo de  palabra en lugar de otra, con la cual mantiene una relación de contigüidad semántica. En este caso, se designa la parte por el todo ( pars pro toto)

[9]Cfr.  “Formas del tiempo y el cronotopo en la novela (Ensayos sobre poética histórica), en: Bachtín, M. Teoría y estética de la novela. Madrid. Taurus. 1989.El cronotopo es un  tecnolecto  bachtiniano que designa “la conexión esencial de relaciones temporales y espaciales asimiladas artísticamente en la literatura.” Página 237.

[10] Término que designa el momento de expansión colonizadora del mundo griego, cuya versión literaria leemos en la Odisea homérica. Usamos el vocablo en lato sensu.

[11]Gilroy, P. The Black Atlantic: Modernity and Double Consciousness. Cambridge: Harvard UP,1992. El autor habla de “Black Atlantic as a Counterculture of Modernity.”

 

[12]   Cfr.  Bhabha, 2002;23

[13] . Cfr.  Bhabha, 2002; 19

[14] Gacía Canclini, N. Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. México. Grijalbo. 1989

[15]Cfr. A.Benítez Rojo. The Repeating Island. The Caribbean and the Posmodern Perspective (Durham –Londres. : Duke University Press, 1992). En español: La isla que se repite. Hanover. Ediciones del Norte. 1989. El término metarchipiélago  designa, según el escritor cubano, un archipiélago que carece de límites y de centro y extiende su área de influencia mucho más allá del Trópico de Cáncer y la línea del Ecuador. “Un conjunto discontinuo” de “condensaciones inestables, turbulencias, remolinos, racimos  de burbujas, algas deshilachadas galeones hundidos, ruido de rompientes, peces voladores, graznido  de gaviotas, aguaceros, fosforescencias nocturnas, mareas y resacas, inciertos viajes de la significación”. Pág. iii.

[16] “The Caribbean territories have a universal significance far beyond their size and social weight. They seem to be a slice of Western civilization put under a microscope”. Citado por M. Dash. Psychology, Creolization , and Hibridization. En: Bruce King (Ed.)New National and Poscolonial literatures. An Introduction. Oxford. Clarendon. 1996. 

[17] Candau Joël, Memoria e identidad. Buenos Aires. Ediciones del Sol.S.R.L.2001. Pág. 9 (Título original: Mémoire e identité. París. Presses Universitaires de France. 1998). Este libro constituye un ensayo de antropología de la memoria y de la identidad, que analiza el problema de la traslación de las formas individuales a las formas colectivas de estas dos instancias.

[18] Pamiés, Alberto y Fernández de la Vega, Oscar. Iniciación a la poesía afroamericana. Colección Ebano y Canela. Ediciones Universal. Miami. U.S.A. 1973.

[19] Ya no se habla de sincretismo racial, de melting pot, de negritud universal o de mestizaje, sino de hibridación, heterogeneidad y diferencia cultural.

[20] Cfr. Cros, Edmond. El sujeto cultural. Sociocrítica y psicoanálisis. Ediciones Corregidor. Buenos Aires. 1997.

 

[21] Cfr. Alfonso Múnera. El fracaso de la nación. Banco de la República/El áncora editores.Bogotá. 1998.

[22] Catálisis es un término que  designa el proceso de erosión psíquica por el cual cada grupo racial califica y disminuye la  self  imagen del otro.

[23] The Conquest   of América: The Question of Other. Harper and Row. 1982. New York

[24] Orientalism. Nueva York. Random House y Vintage 1978. En español: Orientalismo. Ediciones Libertarias- Prodhufi. Madrid. 1990. También: The world, the Text and the Critic. Cambridge (E.E.U.U.), Harvard University Press. 1983.

[25] “Representation  and the colonial text: a critical exploration of some forms of mimeticism”. En The Theory  of  reading.Ed. Frank Gloversmith. Brighton: Harvester. 1984. También: “Of mimicray and man: the ambivalence of colonial discourse”. 1984 y “Signs taken for wonders: questions of ambivalence and authority under a tree outside”.  Delhi En:  Critical Inquiry . 1985

[26] “Can the subaltern  speak?. Speculations on widow sacrifice”, Wedge, 7/8. 1985. También: In Other Worlds: Essays in Cultural Politics. London: Methuen 1987

[27] Los  términos cross-cultural  y  cross-national  son frecuentemente utilizados en el estudio de realidades  culturales complejas , abordadas más allá de los prejuicios hegemónicos de “pureza” racial y lingüística.

[28] Cfr.: Rodríguez –Luis, Julio.Literary Production in the Hispanic Caribbean”. Callaloo. Volume 0 ,Issue 34 . Johns Hopkins University Press. (1988): 132-46. El texto analiza la historia literaria de Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo a la luz de la reflexión de Alejandro Losada en: La literatura latinoamericana en el Caribe. Berlín: Lateinamerika-Institut der Freien Universität Berlin. Ed. 1983  Dentro del  modelo de Losada,  la  llamada primera etapa de esta relación correspondería al período de plena dependencia de la administración  colonial  y la segunda etapa, al período de aparente independencia  de los países latinoamericanos , con real dependencia económica del sistema  metropolitano y marcada tendencia europeizante en la producción cultural.

[29] Como lo ha dicho el puertorriqueño Antonio S. Pedreira  en su ensayo de 1934:  Insularismo. . Río Piedras.Editorial Edil. 1973

[30] A modo de ilustración, podemos mencionar el caso de  Puerto Rico, que en el tránsito desde el dominio español al neocolonialismo norteamericano, se ha convertido en “un país de cuatro pisos”, como afirma José Luis Gonzáles en su interpretación de esta realidad histórico-cultural, a saber: El país de cuatro pisos y otros ensayos (1989). Desenmascarado el mito de la homogeneidad social, racial y cultural de la isla, queda al descubierto un territorio escindido y un pueblo dividido.

 

[32]. En este sentido, los teóricos postmodernos revivieron el interés en las nociones de hibridación y creolización, vivas en la consciencia literaria caribeña desde muy temprano. No olvidemos que las primeras voces críticas ya se habían alzado desde los propios escritores caribeños: Aimé Cesaire, Frantz Fanon, Edouard Glissant , Patrick Chamoiseau, entre otros. En el Caribe hispanófono, ya en los cuarentas existían figuras precursoras de esta reflexión teórica, como el cubano Fernando Ortiz, con su concepto de transculturación.

[33] La teoría literaria poscolonial surge de la inadaptación de las teorías canónicas europeas para interpretar el nuevo corpus de literaturas cross-culturales poscoloniales.

[34] Por:  Ashcroft, Bill; Griffiths Gareth and Tiffin, Helen. Routledge.London, New York.1989.

[35] Ashcroft, Bill, Griffiths, Gareth and Tiffin, Helen. The Empire Writes Back. London and New York. Routledge. 1989.Haremos referencia a esta publicación como EWB

[36] El lenguaje perpetúa la estructura jerárquica de poder: a través de él las concepciones de “verdad”,”orden” y “realidad” son establecidas. (EWB: 7). Todas las literaturas poscoloniales son transculturales, dado que “negotiate a gap between worlds” (EWB:39). De este modo, las nociones de centro, esencialidad y autenticidad son fuertemente cuestionadas y finalmente rechazadas, especialmente en la dimensión lingüística. Las literaturas de West Indies han sido siempre consideradas regionalmente, más que nacionalmente, subrayando los determinantes  geográficos e históricos más que los lingüísticos. También se han estudiado  las literaturas Del Caribe, oponiendo regiones anglófonas a  francófonas o hispanófonas, etc. A pesar de las diferencias de estas literaturas con respecto al modelo metropolitano, se las ha mirado con un enfoque centralista .

[37] Cfr. Los conceptos de Samenness y Diversity en : Glissant (1999):101.

[38] Cfr. Gonzales Echavarría, Roberto. Mito y archivo. México F.C.E.. 2000.

[39] Rama, Angel,  Edificación de un arte nacional y popular Bogotá. Colcultura. 1992.

[40]  Rama, A. Transculturación narrativa en América Latina. México. Siglo XXI. 1987.

[41] En un Conversatorio , con motivo de la inauguración de la Primera Feria Internacional del Libro del Caribe, en mayo del 2001, en la ciudad de Barranquilla.

[42]Para explicar la obra literaria, Bourdieu no se remite a un sistema filosófico-axiológico, sino al conjunto de praxis literarias, al campo estético,  que constituye una entidad objetiva. El  campo literario está en un lugar del campo del poder, pero no lo representa en su totalidad: es la parte dominada.  Bourdieu  caracteriza la propuesta literaria de un autor  dentro de su campo literario en un período de tiempo dado, para configurar el perfil de la opción de su toma de posición  particular. Analiza la estructura interna del campo literario,  un universo que -por cierto- obedece a sus propias leyes y goza de una  autonomía relativa, y  considera la estructura de relaciones objetivas entre las posiciones que ocupan en el campo individuos o grupos organizados en situación de competencia por la legitimidad.. El nomos es la ley fundamental del campo, el principio de visión y de división  que define el campo artístico como tal.

 

[43] Ubicamos su obra a fines de la década del veinte: Cosme, novela que evoca la literatura de Anatole France y el cuento fantástico, precoz en su género en Hispanoamérica: La extraña aventura de catorce sabios. Libro de cuentos póstumo: Muerte en la calle. Cfr.  Rama, A. 1991: 36 y ss.

[44] Hegel en sus Lecciones de estética habla de la "prosa del mundo" para referirse al proceso de secularización y aburguesamiento que tuvo lugar en la sociedad europea después de la Revolución francesa. Llama “prosa" a esa nueva realidad social en la que predomina una dinámica utilitarista y mercantilista estructurada alrededor del valor de cambio. De este modo, la vivencia del mundo como totalidad, en términos lukacsianos, así como la integridad del ser humano se habían roto para siempre. Cfr. Maglia, Graciela. De  la nostalgia demorada de la tierra  al destierro a-moroso de la nostalgia. Morada al Sur, de Aurelio Arturo: aproximación sociocrítica. Bogotá. CEJA. Pontificia Universidad Javeriana.. 2001.

 

[45] Las Geórgicas de Virgilio  fueron traducidas en forma fragmentaria por el poeta rioplatense.

[46] Franco, Jean. La cultura moderna en América latina.  México. Grijalbo. (1985): 249

 

[47] Rama, Angel. La ciudad letrada. Ediciones del Norte. Hanover. 1984

2  “La burguesía criolla adhirió vehementemente a dos ideas que, por cierto, no eran antagónicas.creyó que su posición dependía también de su eficacia  y pensó que su eficacia –y su riqueza- tenían mucho que ver con su educación. Era precisamente lo que enseñaba la filosofía de la Ilustración. Rico, eficaz y culto, el homo faber americanpo se sentía en condiciones de dominar su ámbito y derrotar al petimetre brillante en los saraos, celoso de los bl      asones que sus padres habían comprado y saturado de desprecianles prejuicios. (L.la sc. Y las ideas:161)

3 En las primeras décadas del siglo empezaron los productores más progresistas a  introducir las máquinas de vapor, especialmente en los ingenios azucareros de Cuba ; y a dedida que la experiencia creció y se superó la polémica acerca de los beneficios o inconvenientes de la máquina, su uso se generalizó ...(J.L. Romero. Op. Cit.)

 

 

4 Artel, J. La literatura negra en la costa. El Tiempo. Bogotá. Viernes 15 de julio de 1932.

5 Artel, J. Ibídem

6. Artel, J. Ibídem

 

7 J. Artel. Ibídem.

8 Romero, José Luis. Latinoamérica, las ciudades y las ideas. México. F.C.E. 1976

9 El Tiempo. Domingo 21 de Agosto de 1994.Jorge Artel, el poeta de ébano.

 

 

 

 

 

[48] M.Dash. “Psychology Créolización and Hibridization.” Bruce King Ed. New National and Poscolonial Literatures. An introduction. Oxford. Clarendon. (1996): 45 y ss.

[49].No olvidemos que las primeras voces críticas ya se habían alzado desde los propios escritores caribeños: Aimé Cesaire, Frantz Fanon, Edouard Glissant , Patrick Chamoiseau, entre otros. En el Caribe hispanófono, ya en los cuarentas existían figuras precursoras de la reflexión teórica negrista, como el cubano Fernando Ortiz, con su concepto de transculturación.

 

 

[50] Bachtín 1989. Hipérbaton histórico es un término que Bachtín utiliza para denominar una convicción propia  de la visión de mundo  conservadora, que ubica teleológicamente todo lo bello, lo verdadero y lo bueno en el pasado.

‹‹‹‹ ÍNDICE

Hosted by www.Geocities.ws

1