‹‹‹‹ ÍNDICE

Memoria del fuego 2: Caras y máscaras de un sujeto cultural

Turco, Claudia Evangelina
Universidad Nacional del Comahue

 

 "El uso ejemplar [de la memoria] permite utilizar el pasado con vistas al presente, aprovechar las lecciones de las injusticias sufridas para luchar contra las que se producen hoy día, y separarse del yo para ir hacia el otro" (Tzvetan Todorov, Los abusos de la memoria, 2000: 32).[i]

 

Memoria del fuego del escritor uruguayo Eduardo Galeano se constituye por tres volúmenes (Los  Nacimientos, Las caras y las máscaras y El siglo del viento), cuyos textos reescriben la historia desde una mirada distinta: aquí, la historia se construye como un discurso memorioso que intenta recuperar las vivencias de América a través de una exploración ficcional configurada desde diversos recursos típicos del microrrelato: ironía, reescritura de la historia; exploración recuperadora que, por otra parte, intenta manifestarse como devolución. En el prólogo a la obra, dice el autor: "Ojalá Memoria del fuego pueda ayudar a devolver a la historia el aliento, la libertad y la palabra" (Galeano, 2000: XVII).

Resulta interesante explorar cómo se manifiesta este uso de la memoria en los textos de Memoria del fuego. Para dicho análisis, quisiera centrarme en la noción de sujeto cultural que recorre los relatos, lo que nos lleva a considerar los planos de la enunciación y del enunciado. Un sujeto hablante no narra desde su subjetividad, expresada en su enunciación, sino que el discurso enmascara cuanto revela la voz del sujeto cultural, di-simulado en el enunciado.

La noción de sujeto cultural ha sido desarrollada por Edmond Cros en El sujeto cultural. Sociocrítica y psicoanálisis. Según el autor, esta categoría designa: "1-una instancia de discurso ocupada por Yo; 2- la emergencia y el funcionamiento de una subjetividad; 3- un sujeto colectivo; 4- un proceso de sumisión ideológica" (Cros, 1997: 9). En otras palabras, el sujeto cultural se configura en la representación discursiva. Distinguiéndose del sujeto del deseo, que se expresa en el plano de la enunciación, el sujeto cultural se manifiesta en el plano del enunciado y, a la vez, se enmascara en él, constituyéndose por todos los integrantes de una misma colectividad que, sin embargo, dice Cros, son remitidos respectivamente a sus propias clases sociales.[ii]

Desde este marco teórico, me interesa delinear los rasgos del sujeto cultural así como su funcionamiento en la figuración de lo indígena, centrándome en dos aspectos que, desde mi punto de vista, resultan sugestivos para su análisis: en primer lugar, la construcción del otro[iii] indígena desde la mirada europea y, más tarde, la referencia a la lengua indígena. Indagaré en tales aspectos a partir de la lectura de "Retablo de los indios" y "El guaraní" del segundo volumen de Memoria del fuego.

Publicado en 1984, el segundo volumen -titulado "Las caras y las máscaras"-, como el primero y el tercero, expone en sus textos una perspectiva particular de la cultura propia del universo americano, en el período que abarca desde el año 1700 al 1900. Galeano traduce aquí, a través de la reescritura y la ironía, la otra cara de la Historia, aquella no oficial.

 

Retablo de los indios

De no más de trescientas cincuenta palabras, a partir de la reescritura, este texto expone en su argumento la visión de exploradores y frailes franceses respecto de los indios de Canadá. Cada uno de los ocho párrafos que constituyen el relato desarrolla una característica del indio canadiense desde la mirada europea. En la voz del narrador - instancia de enunciación- se puede observar cómo la perspectiva europea inscribe en sí misma parámetros culturales propios del Viejo Mundo para definir y describir los rasgos físicos y costumbres del indio canadiense. Dice el texto: "Entre los indios de Canadá no hay ningún panzón ni ningún jorobado, dicen los frailes y los exploradores franceses [...]" y más adelante: "Obedecen a los sueños como los cristianos al mandato divino, observa Brébeuf [...]" para agregar luego: "Comen cuando tienen hambre, anota Cartier [...] Son libertinos, advierte Le Jeune". (Galeano, 1984: 20 - 21)

Es decir, la visión sobre lo físico, la obediencia a los sueños, la alimentación, el libertinaje se evalúan desde la mirada y las vivencias del europeo; la formación de la imagen del Otro -representación discursiva- se configura desde una especie de perversión de lo cultural indígena[iv]. El mundo del otro se descubre aquí desde una única cultura: la europea, cuando en realidad resulta imposible comprenderlo en su totalidad si el sujeto no se sitúa desde una mirada empática y, por otro lado, que considere la situación colonizadora en la que se encuentra. En palabras de Edward Said: "No hay modo en que yo pueda percibir el mundo desde dentro de nuestra cultura (una cultura, además, con una exhaustiva historia de exterminio y anexión detrás suyo) sin percibir al mismo tiempo el conflicto imperialista mismo" (Said, 1996: 44 - 45).

Hacia el final del relato, por otra parte, en la voz que da curso al pensamiento europeo, se introduce -divergentemente- el discurso del indio, donde se puede visualizar la perspectiva indígena respecto de la denominación del dinero y de la idea del infierno: para la primera, corresponde la expresión serpiente de los franceses; para la segunda, en estilo directo, corresponde la siguiente construcción: Y en el infierno, ¿estarán mis amigos?. Vinculado a este último caso, sigo a Cros:

 

Así pues, el indio interioriza en                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    el seno de sus categorías originales las categorías que le son extrañas y que, en relación con las primeras, son contradictorias. Interiorizando esta «alteridad» irreductible a sus propias normas, la imaginación colectiva se manifiesta como una matriz que no puede producir más que figuras híbridas. Implantada en la conciencia, la «alteridad» no puede, en efecto, disolverse en ella. (Cros, 1997: 61)

 

         Sin duda, en la pregunta del indio, asoma toda una comunidad cuyas convenciones y creencias no incluyen las mismas que constituyen el universo europeo, por lo cual no puede comprender el mundo desde la alteridad europea. En otras palabras, se trata del sujeto cultural, di-simulado en el enunciado, que contribuye a amordazar la subjetividad que aparentemente se traduce en la enunciación discursiva.

El sujeto cultural indígena se explicita hacia el final del relato desde la modalidad irónica. Tras  la serie de descripciones europeas respecto del indio, la pregunta de éste en torno al infierno emerge casi como un guiño al lector, sobre todo en esta circunstancia, en la que el europeo ha intentado intimidarlo: "Cuando los cristianos los amenazan con el infierno, los salvajes preguntan: Y en el infierno, ¿estarán mis amigos?" (Galeano, 2000: 21).  Enmascarada en el humor, la construcción trae a la superficie textual situaciones opuestas: el infierno, espacio de sufrimiento y dolor y, por otro lado, la amistad; antagonismo que, además, muestra su faceta absurda en tanto revela su sinsentido, clausurando la finalidad de la amenaza europea.[v]

 

El guaraní

         Con el título, ciento once palabras conforman este texto que, más que narración, se estructura como una serie de rasgos que describen y fundamentan la supervivencia de la lengua guaraní. Cito el texto:

 

El guaraní

Del Paraguay aniquilado, sobrevive la lengua.

Misteriosos poderes tiene el guaraní, lengua de indios, lengua de conquistados que los conquistadores hicieron suya. A pesar de prohibiciones y desprecios, el guaraní es la lengua nacional de esta patria en escombros y lengua nacional seguirá siendo aunque la ley no quiera. Aquí el mosquito se seguirá llamando uña del Diablo y caballito del Diablo la libélula. Seguirán siendo fuegos de la luna las estrellas y el crepúsculo la boca de la noche.

En guaraní han pronunciado los soldados paraguayos su santo y seña y sus arengas, mientras duró la guerra, y en guaraní han cantado. En guaraní callan, ahora, los muertos. (Galeano, 2000: 249)

 

En sólo seis palabras, la frase inicial presenta una situación histórica ampliamente antagónica: por un lado, una sociedad aniquilada (Paraguay); por otro, una lengua que ha sobrevivido (el guaraní). A la vez, aquella frase abre en el texto dos series de términos contrapuestos -plano de la enunciación- que responden a aquel antagonismo y albergan un significado particular -plano del enunciado-: en la voz del narrador, se entrecruzan dos registros lingüísticos distintos, el del conquistador y el del indio; voces que no sólo forman parte de sus respectivas culturas sino que, por otra parte, dicen acerca de ellas.

Me interesa examinar cómo se manifiesta el sujeto cultural indígena en este texto. Como ya lo he mencionado, la enunciación presenta dos caras de una misma situación histórica. Tras la aparente derrota, la lengua -bien común histórico, social y cultural- arremete mediante "misteriosos poderes" contra las leyes de los hombres y pervive en la misma sociedad en la que esas leyes han intentado negarla, cercenarla de la colectividad de la que es parte. Lo interesante aquí reside en la reafirmación de esta lengua como "nacional" lo que llevaría a pensar ¿qué tan nacional es lo nacional?.  Si "los conquistadores [la] hicieron suya", ésta no sólo es interiorizada por aquéllos sino que sus formas vacías cobran sentido desde el momento en que son enunciadas. Aún así, los conquistadores se constituyen como extranjeros de esta lengua ya que, si el lenguaje forma parte de la cultura[vi], aquéllos no pueden aprehender la práctica discursiva en su totalidad puesto que no son portadores del contexto cultural en el que esa lengua ha surgido.

En la referencia a la lengua puede visualizarse el sujeto cultural indígena. Expresiones como uña del diablo, caballito del Diablo, fuegos de la luna y la boca de la noche son formas lingüísticas culturales que cobran significado en el momento en que el narrador las enuncia: "Que la lengua signifique - dice Émile Benveniste-, quiere decir que la significación no es cosa que reciba por añadidura, o en mayor medida que otra actividad; es su ser mismo; si estuviera ausente, no sería nada" (Benveniste, 2002: 220).

Por último, la supervivencia del guaraní se manifiesta de tal modo que no sólo es la lengua de los vivos sino también la de los muertos: se habla en guaraní y se calla en guaraní. Resulta conocido que el silencio también dice, sobre todo en este relato, donde aquél ejecuta su sentido en tres planos textuales: el estructural, el de la enunciación y el del enunciado.

 El final del texto -plano estructural- está dado por el silencio del narrador –plano de la enunciación- que, sin embargo, lo deja abierto para dirigir al lector más allá de una lectura superficial; lo lleva hacia una instancia de reflexión y le permite generar su propia postura en torno a la injusticia y la memoria. Vinculado a esta instancia de reflexión del lector, aquí puede reconocerse el tipo de escritura brevísima que David Lagmanovich ha caracterizado con el mecanismo de la reescritura[vii]. En efecto, "El guaraní" se construye como la reescritura de una situación histórica, en la que se puede percibir el recurso de la ironía que no sólo provoca la crítica social sino, por otro lado, se constituye como un discurso histórico enfrentado al oficial.

¿Cómo se advierte este silencio en el plano del enunciado donde, como ya se ha visto, se expresa el sujeto cultural? Resulta claro que en tanto no haya enunciación no hay enunciado. Pero, en el caso de Memoria del fuego, estos relatos de carácter memorioso persisten en generar y continuar la reflexión en el lector no sólo porque como microrrelatos requieren una perpetuación de su sentido dada por la participación lecturaria sino que por otra parte, siguiendo a Todorov, en tanto estos textos corresponden a la memoria ejemplar se caracterizan por su función "potencialmente liberadora" y porque responden a la justicia (Tzvetan Todorov, 2000: 31 - 32); entonces, tanto una como la otra, expresan lo que el sujeto cultural indígena ha manifestado en el relato. En otras palabras, la enunciación, que pretende instaurar la continuidad de sentido en "El guaraní", provoca de algún modo la producción de enunciado y revierte la visión del texto como constructo acabado, cerrado o total. La reflexión en torno al sujeto cultural puede manifestarse en este proceso pos-lecturario.

 

He intentado revisar el sujeto cultural indígena en dos microrrelatos del segundo volumen de Memoria del fuego de Eduardo Galeano; textos que considero representativos, dentro de "Las caras y las máscaras", de los rasgos analizados: la mirada del europeo sobre el otro indígena y  la referencia a la lengua, en el marco de esta instancia teórica propuesta por Edmond Cros. Aquí, el sujeto cultural no sólo devela su mirada respecto de un período histórico sino que es manifestación de convenciones y parámetros culturales de la colectividad indígena de los que, insisto, no participaron, participan ni pueden participar los otros, los nuevos habitantes de América.

 

 

Bibliografía

- Benveniste, Émile (1°ed. 1977). Problemas de lingüística general II. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.

- Bravo, Víctor (1996) Figuraciones del poder y la ironía. Venezuela: Monte Ávila Editores.

-Cros, Edmond (1997). El sujeto cultural. Sociocrítica y psicoanálisis. Buenos Aires: Corregidor.

-Galeano, Eduardo (1°ed. 1982). Memoria del fuego 1. Los Nacimientos. Buenos Aires: Catálogos.

-_______________ (1°ed. 1984). Memoria del fuego 2. Las caras y las máscaras. Buenos Aires: Catálogos

- González Stephan, Beatriz (comp) (1996) Cultura y Tercer Mundo. 1- Cambios en el saber académico. Caracas: Nueva Sociedad

- Lagmanovich, David (2003). Microrrelatos.  Buenos Aires - Tucumán: Cuadernos de Norte y Sur.<

- Todorov, Tzvetan (1°ed. 1995). Los abusos de la memoria. Buenos Aires: Paidós.

- Viñas, David (1992). Espejos de colores. El concepto de América en la crítica cultural. Buenos Aires: Grupo La carabela perdida.



[i] Manejo la edición (2000) Los abusos de la memoria. Buenos Aires: Paidós

 

[ii] El sujeto cultural, que se expresa esencialmente en el enunciado, se distingue radicalmente, precisamente por eso, del sujeto del deseo que sólo puede darse a oir en la enunciación" (Cros, 1997: 17, su subrayado).

 

[iii] Resulta conveniente decir que una serie de autores ya han desarrollado  en sus textos una exploración en torno a la construcción y figuración del Otro en el marco histórico de la conquista, el colonialismo y el imperialismo. Edward Said, por ejemplo, ha subrayado las diversas corrientes que teorizan alrededor de esta categoría y ha puesto en tela de juicio diferentes estudios realizados en relación con la forma de dominación del otro, en el contexto de la política norteamericana: "tenemos que aceptar críticamente la idea de que estamos autorizando con nuestras investigaciones una política totalmente dura que intenta influenciar y dominar a otros Estados cuya relevancia, implícita o declarada para los intereses de la seguridad norteamericana es enorme", "Representar al colonizado. Los interlocutores de la antropología", en Beatriz González Stephan (comp.) Cultura y Tercer Mundo 1. Cambios en el saber académico. Caracas, Nueva Sociedad, 1996, p.42. Es decir, el autor subraya el relativismo de tales estudios que si bien consideran la categoría del Otro, lo hacen desde una perspectiva que justifica intereses políticos de dominación.

 

[iv] Desde otra perspectiva, se revela aquí cómo se forjan los conocimientos del europeo con relación a los indígenas americanos. En Espejos de Colores, dice Nicolás Rosa: “Todorov decía: los indios tienen la voz ronca como los árabes, tenían una sexualidad exagerada como los árabes. Es decir: «como» es un registro retórico con el cual se van elaborando nuestros conocimientos con respecto a los americanos [...]. La constitución de ese otro pasa por lo que llamamos un registro puramente imaginario. [...] Estructuralmente la constitución de lo que llamamos el sujeto, si quieren el concepto de conciencia, es a partir de ese otro. De ese otro que es un absoluto para sí mismo. De eso otro desconocido que somos nosotros mismos. [...] La constitución de la humanidad para constituirnos como humanos pasa por estos registros”. En Viñas, David (1992). Espejos de colores. El concepto de América en la crítica cultural. Buenos Aires: Grupo La carabela perdida., p. 105       

 

[v] Con referencia al absurdo y su efecto en el período moderno, dice Víctor Bravo: "La experiencia del absurdo cuestiona los más exaltados optimistos de la modernidad: el determinismo causal (que dio origen a la fe en la ciencia clásica) y la finalidad (que dio origen a la mitología del progreso y a una versión no teleológica del destino divino, sino racional de la superioridad del hombre sobre la naturaleza y sobre el mismo hombre)". En Figuraciones del poder y la ironía, Venezuela, Monte Ávila Editores, 1996, p.98.

 

[vi] Dice Cros, retomando a Louis Althusser: "la cultura no posee existencia ideal, sólo existe a través de manifestaciones concretas, es decir: 1-el lenguaje y las diversas prácticas discursivas; 2- un conjunto de instituciones y prácticas sociales; 3- su particular manera de reproducirse en los sujetos, conservando, sin embargo, idénticas formas en cada cultura." (Edmond Cros,1997:10).

 

[vii] Confr. David Lagmanovich "Fábula y reescritura", en Microrrelatos, Buenos Aires - Tucumán, Cuadernos de Norte y Sur, 2003, p. 31

‹‹‹‹ ÍNDICE

 

Hosted by www.Geocities.ws

1