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Calabash al unísono [i]

Torres, María Bernarda
Universidad Nacional del Comahue


 

 

Abunda en el paisaje frondoso de las islas. Resuena al son de los tambores, al compás del sufrimiento. Despierta la creatividad y el arte en las víctimas de la colonización que pervive en la independencia mentirosa. Calabash: esta palabra clave que alude a un árbol oriundo de la región Caribe se ha convertido en un símbolo de las idílicas playas de arena blanca y aguas azules pero también de la compleja y heterogénea identidad de los pobladores, de su destino diaspórico y su desventajosa situación política.

Navegando en la red he observado que innumerables y variadas empresas, con o sin fines de lucro, que de alguna manera se vinculan con la región antillana (programas y complejos turísticos, hoteles, excursiones, música, arte) escogen calabash como nominación. Entre ellos se encuentra el festival literario internacional que a partir del año 2001 se viene realizando en Jamaica. Su creador, el novelista Colin Channer, con la ayuda de dos amigos, el poeta Kwame Dawes y la productora Justine Henzell, idean el único espectáculo gratuito, con raíces en el Caribe, cuyo mero propósito reside en compartir y transmitir la literatura y música del mundo desde su lar. Cuentan que la elección del nombre calabash tiene que ver con ser representativo de la tierra, la inspiración, el afecto y la diversidad[i].

 Desde la otra orilla, la metrópoli de los Estados Unidos de América, Nueva York, la escritora jamaiquina Jacqueline Bishop[ii], en septiembre del año 2000, funda la revista on-line Calabash / A journal of caribbean arts and letters  en cuya portada reza un caligrama de su autoría con un fondo ilustrado por Tony Monsanto que, en su diseño, título y contenido, define calabash como un árbol autóctono, de aproximadamente nueve metros, a cuyo fruto se le extrae la pulpa y las semillas para convertirlo en vasija, estuche, adorno o instrumento rítmico -en este último caso se lo conoce como gourd o güiro (Ver anexo 1). El periódico mencionado publica trabajos del Caribe en lengua inglesa, francesa, española y holandesa, aunque no se limita a éstas.  En una de sus secciones pronuncia  que su principal intención consiste en presentar las artes y letras de aquellas comunidades que durante mucho tiempo han estado únicamente sub-representadas dentro del discurso creativo de la región.

De esta publicación neoyorquina on-line, Volumen 2, Número 2 del verano/otoño de 2003, he extraído tres de un grupo de cinco microrrelatos en inglés pertenecientes a la puertorriqueña Alba Delia Hernández[iii] -“Muñeca”, “My sister” y  “Mami”- que corresponden al segundo, tercero y cuarto lugar de un mismo ciclo cuentístico y conforman el corpus de este trabajo[iv]. A través de ellos, intentaré expresar de qué manera -desde una perspectiva de género pluralista- percibo la desterritorialización y necesidad de identidad y autoafirmación de lo “colonizados”[v], en términos de Edward Said, que, como él señala, “están condenados a usar un teléfono, nunca a inventarlo”.

 

Disecciones

El cuerpo, la mirada y voz fragmentada de una mujer-niña, Lela, que se encuentra en el intersticio de dos lenguas, enmarca esta secuencia de mini-relatos desde los títulos: “Muñeca” y “Mami” (con “a” y una sola “m”) representan el castellano y “My sister”, el inglés. Los dos primeros pueden tomarse como evocativos lo que produce una sensación de cercanía hacia la narradora; Muñeca y Mami se convierten en interlocutoras inmediatas, conforman una parte de su lengua madre. En cambio, la referencia en inglés en tercera persona, “My sister”, impone una distancia afectiva que se traslada a la relación personaje-lengua palpable en el sentimiento de rechazo y repudio de la niña hacia su hermana:

 

She makes my stomach hurt and jaw tight. I am tired of her making me fix the bed and sweep and mop and then telling Mami she did it. I am tired of her, “If you don’t do this, I’ ll tell Mami…” (Me hace doler el estómago y apretar la mandíbula. Estoy cansada de que me haga arreglar la cama, y barrer, y pasar el lampazo y que luego le diga a Mami que ella lo hizo. Estoy cansada de su “Si no hacés esto, le diré a Mami que ....”)  (p. 134)

 

En la nominalización descripta percibo una dualidad existencial que deambula entre el habitar una nueva “casa”[vi] y la extrañeza que provoca la lejanía de la propia[vii].

Esta misma bipolaridad aflora en los relatos que están contados en inglés en concomitancia con su escenario, Nueva York[viii], y son interrumpidos por nombres propios como Lela, Titi, Mami, Mamá –para referirse a la abuela-, Indio,  Raquel; y una frase en español, correspondiente al corazón del segundo texto, con la que Mami agrede a Lela: “Sucia, fresca. Esta fresceria en esta casa no se acepta.” (p.134)

Nelly Richard en su artículo “Feminismo, experiencia y representación” dice:

 

El modo en que cada sujeto se vive y se piensa está mediado por el sistema de representación del lenguaje que articula los procesos de subjetividad a través de formas culturales y de relaciones sociales. (Richard, 1996: 734)

 

El primer microrrelato seleccionado, “Muñeca”, utiliza este término en un abanico de sentidos: como nombre propio de los mismos objetos a los que refiere, sumándoles a ellos una característica distintiva –“Muñeca de ojos azules”, “Muñeca de pelo negro y flequillo” y “Muñeca sin ropa”-; como elemento que representa una raíz, un origen; y  como anhelo de identidad de la protagonista:

All my dolls are called Muñeca. I wish my name was Muñeca. Muñeca is doll in Spanish. (Todas mis muñecas se llaman Muñeca. A mí me gustaría llamarme Muñeca. “Muñeca” es muñeca en español.) (p.131)

 

En la repetición de los nombres, en la definición y especificación del término se vislumbran las carencias de la niña que, en su juego de muñecas, traspasa sus frustraciones a los objetos. Lo demuestran el hambre de “Muñeca con pelo negro y flequillo”, la necesidad de atención y afecto de “Muñeca de ojos azules” – que llora porque está mojada, se hizo pipí encima-; y “Muñeca sin ropa” -que quiere que la mimen y le compren una linda vestimenta. En las no-palabras está presente el sueño imposible de alcanzar una belleza acorde a los patrones culturales (ojos azules, pelo negro y flequillo), lo que provocaría un posible ascenso y aceptación social. El no llamarse Muñeca condena a la niña a nunca poder serlo, ni siquiera tener la oportunidad de ser nombrada así por los otros. Por otro lado, que este anhelo se desee en castellano trae aparejado otro agujero en su destino: su  identidad latina. El ser una muñeca tiene como revés negativo la imposibilidad de opinar o quejarse y estar destinada a satisfacer los placeres fetichistas y voyeuristas de los que la compran.  Una muñeca carece de espíritu, inteligencia, capacidad de razonamiento y discernimiento. En esta historia, “Muñeca sin ropa”, la que escoge y protege la niña, sí dice lo que piensa y necesita, se queja y berrincha, se contrapone a su designio.

Tanto los cuerpos de los textos como los de las mujeres se presentan diseccionados. La historia de esta familia matriarcal es fraccionada en minificciones y, a la vez, cada relato se resquebraja en tonos, partes y aspectos. La mirada de los cuerpos se divide y combina de manera caleidoscópica. En forma paralela, el lenguaje se ve entrecortado, excesivamente austero, con una carga semántica de agresividad que aumenta al compás del  número de palabras. El primero de ellos, el más breve, doscientos cincuenta y siete vocablos, toma el cabello, los ojos, el torso y el cuello como referentes de belleza. La violencia se inicia en la desesperación de Lela, por no poder satisfacer las necesidades básicas de sus hijas, las muñecas, y en la respuesta demandante de una ellas, “Muñeca sin ropa”, que llora, grita, reclama, produciendo una reacción inusitada en su pequeña madre quien, ante la insistencia extrema, intenta ahorcarla, luego le pide perdón, la abraza y reafirma su promesa de abastecer su carencia en un mañana que quizá nunca llegue.

El segundo microrrelato de este recorte, “My sister”, contiene quinientas sesenta palabras. El cuerpo del texto y los de sus personajes femeninos se presentan en forma bilateral. Por una parte, se focalizan los pies que se relacionan con una condición de pisoteo, humillación; por la otra, la mirada está puesta en las piernas, el entrepiernas, el sexo, las mamas, que tienen que ver con la censura de lo erótico y lo sexual. También se nombran los dientes sucios, los ojos grandes y con anteojos de su hermana para expresar su fealdad que se ve carcomida por una actitud de constante atropello y soborno.

Lo que comienza como un juego, traspasa los límites y es ferozmente castigado. Las niñas están jugando footsie  sobre el sillón, se tocan los pies por debajo de la mesa. Esto tiene una connotación erótica ya que también constituye una forma de flirtear. Su madre está cerca de ellas remojando sus pies en agua caliente y mirando su telenovela favorita, “Raquel”, que trata de una muchacha que de día es una “santa” y a la noche se escapa por la ventana y trabaja bailando semidesnuda en un bar. Lela fastidia a su hermana quien manifiesta no querer seguir jugando, esta última la denuncia ante su madre por una segunda causa: haberse bajado la ropa interior frente y junto a Freddie. Mami, que permanecía en un estado hipnótico frente a la pantalla, reacciona frenéticamente y comienza a insultar y castigar a la niña en el entrepiernas, con furia y dureza:

 

She is after my legs. No, she is after what’s between my legs. The inside of my thighs hurt. ( Va en busca de mis piernas. No, en busca de lo que está entre mis piernas. La parte de adentro de mis muslos es lo que duele.) (p.134)

 

El sexo, un juego de autodescubrimiento que comienza en la niñez, cuyo objetivo más inmediato es el goce, se vuelve porquería, enfermedad si la practicante o insinuante es una latina en ese contexto: “She won’t stop until she’s beaten the sickness out of me.” (No se detendrá hasta que me saque a golpes toda la enfermedad) (p. 134)

El tercero y más extenso de este subgrupo escogido, “Mami”, de seiscientas treinta y cinco palabras, corresponde a las agresiones en el área laboral de las mujeres-muñecas de la familia que sufren, son lastimadas por su condición, descuartizadas por las leyes del mercado. Los dedos, las partes de unión -como la muñeca, el tobillo, el cuello, la cintura- y “there” (allí), por donde la muñeca orina, constituyen las secciones corporales que rescata separadamente la narradora. 

El relato comienza con un monólogo de Lela en el que enumera las responsabilidades de su madre, único sostén de familia:

 

Mami in a doll factory. Mami working hard. Mami puts the food on our table. Mami puts a roof on our heads. Mami buys me five pants and blouses in September. Mami works in a doll factory. Mami buys me everything I need. (Mami en una fábrica de muñecas. Mami trabajando duro. Mami pone la comida sobre nuesta mesa. Mami pone un techo sobre nuestras cabezas. Mami me compra cinco pantalones y blusas en septiembre. Mami trabaja en una fábrica de muñecas. Mami me compra todo lo que necesito) (p. 135)

 

La frase nominal doll factory que se repite en una suerte de reafirmación puede interpretarse, en el sentido que comúnmente se usa, como un lugar en el que se fabrican muñecas. La otra posible lectura subvierte el significado del texto: en la fabrica trabajan muñecas, es decir, mujeres-objeto.

La menor manifiesta su impotencia por la realidad de Mami que debe tener dos trabajos para satisfacer las necesidades de su familia y traslada su obsesión y venganza -por los dedos cortajeados de su madre como resultado del repetitivo ajuste de las muñecas en sus cajas- hacia una de sus hijas-muñecas, la que le trajo su tía Titi[ix] envuelta y en caja; las que le trae su mamá en bolsa de plástico, escondidas en su cartera, no merecen este castigo. La pequeña intenta sentir en carne propia el dolor que padece su madre repitiendo tediosamente la actividad de ajustar los sujetadores de alambre, y, al lograrlo sólo en una pequeña proporción (únicamente se le enrojecen los dedos), pena a esta muñeca de caja -representante de la clase dominante, respponsable del dolor de su madre- con una condición sine qua non que consiste en pasar cien veces por el ajuste de los alambres antes de ser admitida en el hogar. Esta muñeca deja de ser un juguete de su predilección para convertirse en un objeto peligroso y repudiable, que hiere y deja cicatrices.

En estas historias la marginalidad se duplica, se ve inferiorizada por la centralidad del poder masculino y el metropolitano-occidental. (Richard, 1996: 744). Richard, en su artículo antes citado, toma de Santí algunas palabras para declarar que:

 

“ ‘la urgencia política que acompaña el discurso crítico se acentúa aún más’ porque debe cumplir [...] una tarea doblemente descolonizante (‘no sólo de liberación de prejuicios sexuales, sino también de mutilantes dependencias culturales’).” (Richard, 1996: 744)

 

 

Cierre

El género discursivo que sirve de sostén a estas historias se encuadra, con algunas particularidades, dentro del microrrelato por su brevedad, condensación de sentidos y valor mítico. Resulta interesante la manera en que Hernández los ha integrado a partir de las muñecas y los juegos, conformando de esta manera, el corazón de un “ciclo cuentístico”. Tomo estos últimos términos en el sentido que los define Laura Pollastri en su artículo “Desordenar la biblioteca: microrrelato y ciclo cuentístico”, a propósito de un exhaustivo análisis que hace de los distintos enfoques del mismo:

Un CC sería un volumen de cuentos arreglados por el autor [....] o no [....], cada uno de cuyos textos presentan autosuficiencia [...]o no [...], y que están interrelacionados a través de diversos recursos: el título [...], el último relato [...], o pueden relacionarse por “fragmentación y discontinuidad” [...], o por el efecto de “totalidad de conjunto” que emerge en gran medida de la experiencia de lectura [...]. (Pollastri, 2001: 4-5)

 

En este ciclo cuentístico, en la fragmentación de su antagónica circularidad- discontinuidad, en la pobreza de vocabulario, en los errores gramaticales, en las ideas aparentemente inconexas subyace un destino perpetuo de carencias y faltas, de inferioridad en recursos y posibilidades, de heridas, cicatrices y crueldad. Tanto los cuerpos textuales como los otros, los a veces humanos, a veces objetos, son desarmados y vueltos a juntar como piezas de un rompecabezas. La niña-mujer, sus representaciones de las mujeres modelo que la rodean y la textualidad de sus relatos se enlazan, se reflejan, se multiplican. Lela, a través de su juego “[trata] de ser otra para [verse] como otra” (Ludmer, 1994: 167).

Desde una voz no confiable, tambaleante, consternada, Hernández intenta “una resemantización que horada el discurso masculino, que va dando origen a una formación discursiva inestable y que desde su inestabilidad desconcierta y proyecta un nuevo imaginario.” (Genovese,1998:16) Hombres y mujeres como Hernández, que producen relatos subversivos, y como sus heroínas, que han sido empujadas de lengua en lengua y sometidas a una exigente situación de adaptación, de exilio radical y de resignación a la “colonización” perpetua, juntan sus verdades, insulares o esparcidas en el mundo, y en unísono, las revelan y resguardan en una calabash-vasija para que todos los infelices puedan saciar su sed, un calabash-estuche que encierre sus verdades desoídas, o un güiro que llame a los suyos y suene al ritmo de sus latidos.

 

ANEXO 1

 

calabash

 

Poema de Jacqueline Bishop. Ilustración de Tony

Monsanto


ANEXO 2

Alba Delia Hernández

MUÑECA

 

All my dolls are called Muñeca. I wish my name was Muñeca. Muñeca is doll in Spanish. Muñeca is crying on my bureau. Muñeca with the blue eyes us wet with pee pee. Muñeca with the black hair is crying because she is hungry. Muñeca with no clothes is crying because she wants me to rock her and sing to her. I pick up Muñeca with no clothes and put her in bed with me. I tell her that tomorrow we will go to Knickerbocker Avenue and buy her some clothes.

“I am going to buy you a pink dress with a little white hat and white shoes.”

Muñeca wants pink stockings too.

“You can have anything you want, Muñeca.”

Muñeca wants panties like Muñeca with the blue eyes.

“I will buy you panties too.”

Muñeca cries because she wants the clothes now.

“No, Muñeca. All the stores are clsed now. You have to wait until tomorrow. The stores open at eleven.”

“But tomorrow you’re going to be in school.”

“I won’t go to school, tomorrow, Muñeca.”

“But you’re going to get in trouble.”

“No, I won’t. Nobody’s going to know. Tomorrow, Muñeca, I will buy you your special clothes.”

“I want panties. I want pink panties and pink stockings.”

I hold Muñeca around the neck and choke her. “Stop asking for so much.”

Muñeca is crying. Her face is getting red. There are tears in her eyes.

I let go of her head and hug her. “I’m sorry, Muñeca. Tomorrow, I will buy you new clothes.”


Alba Delia Hernández

MY SISTER

 

My sister has her feet against mine. Her toes are fat and long. Her legs are stronger than mine because she is six years older than me. We are playing footsie on the loveseat while my mother soaks her feet in hot water and watches her favorite TV novella, “Raquel.” Raquel is a sexy woman who during the day is a saint and at night climbs out her window and then goes topless dancing in a bar. We are usually not up so late on a Wednesday, but tomorrow there is no school.

My sister pushes her feet against me so hard that my knees almost bang against my head.

“Okay, now stop,” she tells me, “I don’t want to play any more.”

I don’t listen to her and push my feet against her.

“Lela, I told you to stop!”

I am having fun not litening to her and I push her so hard that she almost falls off the couch.

She stands up from the couch and leans over my face. Her eyes are so big. Her glasses are so thick. Thick like the magnifying glass my science teacher has. My sister is very ugly. There is yellow stuff around her teeth because she does not like to brush them.

“Listen, Lela, I told you to stop, if you don’t I’ll tell Mami about you and Freddie.”

She makes my stomach hurt and jaw tight. I am tired of her making me fix the bed and sweep and mop and then telling Mami she did it. I am tired of her, “If you don’t do this, I’ ll tell Mami…”

“Go ahead, I don’t care,” I tell her trying to sound like I mean it. In less than a second my sister turns around and tells my mother that she saw Freddie and me with our pants down. “Her panties were down too, Mami.”

My mother does not say a word to me. I hear the squeak of the vinyl covering on the sofa as my mom gets up. I look at my legs and regret wearing a skirt today. I never wear skirts, why did I wear a skirt today. I hear the jingling of metal and know that she is looking inside the closet.

I feel the belt against my back first. I leap up and try to hold the belt from hitting my face. But my mother is not after my face. She is after my legs. No, she is after what’s between my legs. The inside of my thighs hurt. Sucia, fresca. Esta fresceria en esta casa no se acepta. I am on my back and I use my feet sep her from hitting my face. I know she is  not after my face, but that is where I am scared she will hit me most. Mami never hits any of us in the face. If she hits us in the face we will lose our shame, that is what she always tells us.

“Mami, please, stop, stop hitting her,” I hear my sister’s voice crying to my mother and I hope that she gets hit too. Usually she laughs when Mami hits me. Usually I laugh when Mami hits her. But now she is holding Mami’s hand and crying. Mami pushes her off. She won´t stop until she’s beaten the sickness out of me.


Alba Delia Hernández

MAMI

 

Mami in a doll factory. Mami working hard. Mami puts the food on our table. Mami puts a roof over our heads. Mami buys me five new pants and blouses in September. Mami works in a doll factory. Mami buys me everything I need. Mami, tonight I want to sleep in your bed and wait for you. I don’t want to sleep in Mamá’s room tonight. Indio and Freddie can help Mamá. Mami let me sleep in your room and wait for you.

Today I made a cake all by myself. Mami’s doesn’t get home till midnight because she’s working two jobs now. At night she works at a factory where she makes plastic fishes. I like her doll factory job better.

The other day I looked at Mami’s hand and noticed that she had cuts and little scars all over her index finger and on her thumb.

“What happened there?”

“The twisties,” she tells me, “the twisties to keep the dolls in the box.”

“Why do you have to put the twisties on? They just make it harder for me to take the doll out. I hate those twisties.”

“You have to keep on so the dolls look neat and people’ll want to buy them.”

The dolls that Mami usually brings me from the factory don’t come in boxes. They just come in a plastic bag inside her purse. But the dolls I get for Christmas and my birthday come in boxes. Like the one Titi got me yesterday. The doll had a hole in her mouth and a hole down there, so I could give her water or milk in a bottle and then she would pee it out and she had diapers that I had to put on her.

She had twisties around her neck and around her ankles and wrists. She had a big one around her waist. I asked my sister to do it. But she tried one and couldn’t do it and she just left the doll on the sofa. I went to my brother to help me, but he told me to give it to Mami to do. But I don’t want to ask Mami, because Mami hates the twisties.

So I tried to do it by myself. I twirled the twisty little by little. I got the twisty around the wrists out. There was a little red mark on my finger now. But it wasn’t a cut like Mami’s. I untwisted her other wrist and then her ankles and then her neck. I got her out of the box. But then I put her back in again. I wrapped the twisty around her neck and tied her to the box again. I tied her wrists and ankles and waist again. And Then I started from the ankles and untwisted her again. I took her out and told her that she had to go in the box again ten times because that’s the only way she could come into my house and play. She didn’t want to go back again in, but I pushed her and told her not to make noise or else I’d tie the twisties harder. She started to cry so I tied the twisty around her neck real tight. I twisted and tied and told her to shut up and when I looked at my fingers, they looked a little like Mami’s. There was a line, but not cut. It was just red and pink. When I touched it, it hurt and burned. I bit my finger to make it redder, but the lines were not like Mami’s. I only had bite marks. I put the doll in again and told her I had to twist and tie her in the box 100 times more, before she could come and stay at my house.

 


TEXTOS PRIMARIOS

HERNÁNDEZ, Alba Delia. “Muñeca” Calabash / A journal of caribbean arts and letters. Volumen 2, Número 2 del verano/otoño de 2003. http://library.nyu.edu/calabash/about.html visitado el 10/02/2005.

---------------------. “My sister” Calabash / A journal of caribbean arts and letters. Volumen 2, Número 2 del verano/otoño de 2003. http://library.nyu.edu/calabash/about.html visitado el 10/02/2005.

---------------------. “Mami” Calabash / A journal of caribbean arts and letters. Volumen 2, Número 2 del verano/otoño de 2003. http://library.nyu.edu/calabash/about.html visitado el 10/02/2005.

 

TEXTOS CONSULTADOS

AHMAD, Aijaz. “Literatura del tercer mundo e ideología nacionalista”. En Beatriz Gonzalez Stephan (comp..) Cultura y tercer mundo. 1. Cambios en el saber académico. Caracas: Graficar, 1996, pp.61-98.

BHABHA, Homi. The Location of Culture. 1994. Londres y Nueva York: Routledge, 2000.

GENOVESE, Alicia. 1998. La doble voz: poetas argentinas contemporáneas. Buenos Aires: Biblos.

LUDMER, Josefina. "El espejo universal y la perversión de la fórmula” en Escribir en los bordes. Congreso Internacional de Literatura Femenina Latinoamericana. 1990.  Chile: Editorial Cuarto Propio, 1994, 167-174.

POLLASTRI, Laura. Desordenar la biblioteca: microrrelato y ciclo cuentístico. En Pablo Brescia y Evelia Romano:  El ojo en el caleidoscopio: las colecciones de textos integrados en  la literatura latinoamericana. México: Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la Universidad Autónoma Nacional de México, en prensa, 2001.

RICHARD, Nelly. "Feminismo, experiencia y representación" en Revista Iberoamericana, núm. 176-177, vol. XLII, julio-diciembre 1996, p. 733-744.

SAID, Edward W.  “Representar al colonizado. Los interlocutores de la antropología”. En Beatriz Gonzalez Stephan (comp..) Cultura y tercer mundo. 1. Cambios en el saber académico. Caracas: Graficar, 1996, pp.23-59.

STEINER, George, Extraterritorial, Barcelona, Seix Barral, 1969.

 

Páginas web consultadas

HERNÁNDEZ, Alba Delia. “I Cannot See The Holy Ghost” Calabash / A journal of caribbean arts and letters. Volumen 2, Número 2 del verano/otoño de 2003. http://library.nyu.edu/calabash/about.html visitado el 10/02/2005.

---------------------. “There Are Beautiful Stars Outside” Calabash / A journal of caribbean arts and letters. Volumen 2, Número 2 del verano/otoño de 2003. http://library.nyu.edu/calabash/about.html visitado el 10/02/2005.

http://www.angelfire.com/wa2/margin/Bishop.html visitada el 21/02/05

http://www.calabashfestival.org/sh/info.htm visitada el 21/02/05


NOTAS



[i] Estos datos han sido extraídos de http://www.calabashfestival.org/sh/info.htm, vistada el 21/02/05.

[ii] Jacqueline Bishop nació y se crió en Kingston, Jamaica. Luego viajó a los Estados Unidos de América para estudiar en la universidad y reunirse con su madre. Actualmente está editando una película sobre un grupo de artistas jamaicanos llamados The Intuitives. Vive y trabaja en la ciudad de Nueva York. Datos extraídos de: la página web http://www.angelfire.com/wa2/margin/Bishop.html, visitada el 21/02/05.

[iii] Alba Delia Hernández es una escritora de ficción que nació en Puerto Rico y se crió en Bushwick, Brooklyn, Nueva York, Estados Unidos de América. Ha recibido varios honores y premios por su producción artística. Es egresada de la Universidad de Columbia y actualmente trabaja como directora del Programa de maestros y escritores colaboradores, una organización sin fines de lucro que envía escritores a las escuelas públicas para enseñar escritura creativa.

[iv] Este trabajo es sólo una parte de un escrito mayor en el que vuelco mi mirada a toda la serie y no, como en este caso, a sólo una porción. Los dos textos restantes, que corresponden al primero y quinto lugar, se titulan “I Cannot See The Holy Ghost” y “There Are beautiful Stars Outside”, respectivamente.

[v] En su artículo “Representar al colonizado. Los interlocutores de la antropología”, Said dice que la experiencia de ser colonizado no terminó con la caída de la bandera europea, sino que, por el contrario, se convirtió en un destino duradero, incluso después de la independencia nacional. Y lo caracteriza del siguiente modo: “Pobreza, dependencia, subdesarrollo, diferentes patologías del poder y la corrupción junto con, obviamente, importantes logros en las guerras de liberación, la alfabetización y el desarrollo económico: esta mezcla de rasgos caracterizó a los pueblos colonizados que, por un lado, fueron libres pero por otro siguieron siendo víctimas de su pasado” (1996: 26)

[vi] Tomo este término en el contexto que lo utiliza George Steiner en su libro Extraterritorial (Barcelona, 1969)

[vii] Considerando el lugar de origen de la autora, Puerto Rico, me atrevo a incluir a los personajes de estos minicuentos dentro de la comunidad de la diáspora de Estados Unidos de América, más precisamente, la comunidad Nuyorican ya que los mismos pertenecen a una clase obrera, baja, poseen una raíz hispanoamericana -en los textos no se hace ninguna referencia específica a que fueran puertorriqueños pero bien podrían serlo- y residen en Nueva York. Ser un Nuyorican comprende mucho más que una simple denominación; implica y refiere a un grupo numeroso de inmigrantes, con un mismo lugar de origen, Puerto Rico, un pasado trágico común y un presente y una residencia, en muchos ámbitos, marginal y fronteriza.

[viii] En el texto se hace mención de una zona de Nueva York: “I tell her that tomorrow we will go to Knickerbocker Avenue and buy her some clothes.”(p. 131)

[ix] Este dato ha sido extraído del primer relato de este ciclo cuentístico de Alba Delia Hernández, “I Cannot See The Holy Spirit”.

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