El poema en prosa
de Néstor Perlongher Rodríguez
Francia, Ana María |
Introducción
Antes de internarnos en la Poética de Néstor Perlongher,
me referiré a los tres ejes que rigen esta comunicación: el poema en
prosa como clase textual vehiculizante; y el modernismo y el
neobarroco como estilos de configuración.
Comenzando con el primer eje, expreso que en mi investigación
acerca de “El poema en prosa en Argentina”
[1]
, luego de explanaciones filosóficas, psicoanalíticas,
lingüísticas, semióticas, poéticas y estéticas, defino al poema en prosa
del siguiente modo:
“A raíz de nuevas visiones que la modernidad, como
apertura y crisis que el mundo impone al poeta, desde los más lejanos hontanares
del deseo (Lacan), en contacto con una zona tan vasta y aún desconocida
como es la de la primordialidad del lenguaje (Genette), ser y presencia
de Heidegger, nace el poema en prosa como tipo, clase o transformación textual
(Jitrik).
Siguiendo a Jitrik, pensando en una escritura ubicada
en el “hueco del deseo”, distanciada de la poesía versal y de la prosa,
pero legitimada en razón de la ley de la diferencia, surge en el blanco
de la hoja a través del icono de su aparente linealidad”
(Proyecto, 11)
En el marco de esta Comunicación, estos conceptos operan
como sustentación de los caracteres de este tipo de discurso en Perlongher,
a mi entender estrechamente ligado en sus poemas pertinentes, a la confluencia
del modernismo y el neobarroco que, como veremos, los nutren.
Continuando con el segundo eje, y sin intentar una caracterización
englobante de todos los fenómenos que atañen al modernismo, al que
siempre vislumbramos como una prominencia, y a riesgo de caer en una en
cierta medida “irrespetuosa” brevedad, diré que me interesa referirme al
mismo según lo enfoca Noé Jitrik, como inscripto en una “historia de la
escritura” en América Latina (“El sistema modernista”, 51).
Lejano de todo contenidismo, abierto a lo nuevo (Ibid, 52)
tiende a la búsqueda de lo original en el sentido más puro de las palabras,
donde subyace la imagen de Mallarmé (Ibid, 53).
Cuando Darío expresa que el clisé verbal daña porque revela
el clisé mental y promueve la anquilosis (El canto errante, 731)
fundamenta una fidelidad hacia la propia mismidad del poeta, donde la movilidad
del discurso manifiesta el valor de la trama entre significantes, que establecen
correlaciones que tienden puentes hacia otras zonas (“El sistema”, 54).
Se trata del ingreso a una Poética de un intelectual diferente
del S. XIX (Ibid, 55), que entre la vigencia del acento y la sonoridad,
pone en juego la palabra, el ritmo, la fuerza (Ibid,
56) responsables de una semántica que la amplificación y la polifuración
sostienen (Ibid, 58).Entre la sonoridad y las insólitas imágenes, rige una
tensión del lenguaje (recordamos expresión sobre L. Lima [infra]).En esa
escritura, se aglutina el arte de los parnasianos y la musicalidad
de los simbolistas, que inaugura zona de conflicto ante una muy densa reflexión
sobre el discurso poético (Ibid, 61).
A mi entender, tal conflicto, que según Jitrik está mucho
más lejos que el discurso poético, se anuda en la trama del deseo,
recordando otras reflexiones de Jitrik respecto de asuntos semióticos, pero
ahora desde Lacan, en el impulso y búsqueda de una dinámica, como Lacan
quería, propia de la movilidad del significante.
Creo que para entender la poesía de Perlongher, es necesario
tener en cuenta, básicamente, estas reflexiones.
En lo que respecta al que llamo tercer eje, concerniente
al barroco y a su sucedáneo: el neobarroco hispanoamericano, trataré lo
siguiente.
Según Sarduy, que estima al barroco como “la gruesa perla
irregular” (El barroco y el neobarroco, 167), desde su origen estaba
destinado a la ambigüedad, a la difusión semántica, excrecencia, quizá,
lo que prolifera, al mismo tiempo libre y lítico, quizá filología fantástica
(El barroco ..., 167). Y cita a Eugenio d’Ors, quien apunta a pensar
en la presencia de un objeto no representable, que obstaculiza su franquear
la línea de la Alteridad (A como correlación biunívoca de (a); (a), y como
formando una sola palabra: (a)licia que fastidia a Alicia porque ésta no
logra hacerla pasar del otro lado del espejo) (El barroco
... , 168).
En América produce, dentro del marco de la narrativa, inarmonía,
desajuste, transgresión /yo subr./. espejo de una ausencia que, en
apoyo de su propia búsqueda, da como resultado cierta pervivencia del tipo,
que en Argentina reaparece en la lírica, y no casualmente, en épocas próximas
a encrucijada entre siglos.
Intentando entonces integrar conceptos, expreso que el neobarroco
es el estilo donde aglutinan aquellos elementos germinales en el barroco
mestizo del siglo XVI: lo grotesco, la caricatura, lo desbordante, asentados
en la yuxtaposición inverosímil y en la parodia. Semánticamente abre espacio
a la crítica cáustica de la realidad, la degradación y el escepticismo y
estilísticamente, a mecanismos de artificio,
“técnica del espejo”, claroscuro,
perspectivismo e impresionismo, alteraciones sintácticas, hipérbole,
carnavalización y mascarada.
[2]
Surgimiento
del poema en prosa perlonghiano
A través de las distintas instancias de mi aludida investigación
en curso acerca del poema en prosa, he señalado la aparición de esta forma
poética a raíz de la necesidad, patentizada en la obra de distintos autores,
de romper con reglas pre-existentes tendiendo, por distintas razones, a
una expresividad anárquica.
En mi opinión, la aparición del poema en prosa en Perlongher
se debe a diferentes causas, a algunas
de las cuales me refiero a continuación.
En
primer término, como expresa Echavarren, aparece la frase de Lezama Lima:
“como la verdadera naturaleza se ha perdido, hay que inventar una sobrenaturaleza”
(Poemas completos, 5).Esto nos recuerda la necesidad de los
poetas franceses, sostenedores del poema en prosa, de encontrar una lengua
nueva.
En
segundo lugar, como continúa refiriendo Echavarren, “Esa invención resulta
(...) la de un mutante que se aventura singular /yo subr./ , se sabe
desviado respecto de los roles, ideología y costumbres del contexto en que
se crió” (Ibid., 5)
En
tercer lugar, y no creo agotar todas las razones, hay en Perlongher la inquietud
del antropólogo social que pone su mirada no sólo en el entorno, sino que la proyecta hacia
la historia que prolifera en tierras
donde todo es desborde, exuberancia, excrecencia, drama de “(a) licia que
irrita a Alicia porque esta última no logra hacerla pasar del otro lado
del espejo...” /supra/
Con
las reflexiones que acabo de explanar, quiero expresar que ante tanto contenido
avasallante, la contención del verso no alcanza para satisfacer, antes bien
lo entorpece, en el exaltado impulso expresivo, la necesidad de convulsionar
todo margen, todo límite. Leyendo a Perlongher, tenemos la impresión de
que se trata de un maremoto en todo su furor, un “algo”, un “qué” que no
ha de saciarse sino en la muerte, elemento que planea en toda su obra, y
no puede expresarse mejor que a través de una expresividad anárquica.
Como casi
todos lo poetas que han cultivado el poema en prosa, comienzan a notarse
en los primeros poemas en verso, ciertas “irregularidades”.
Al
principio, en Alambres, sólo notamos abundancia de recursos aliterativos.
Pero en el poema “Miche” aparece una coma, que pertenecería al verso anterior:
“crueldald del firmamento / , del fermento;” (Poemas , 89); puede
afirmarse que se trata de una marca inaugural del fenómeno de anarquía frente
a la puntuación, que se irá acrecentando hasta alcanzar niveles que, en
este sentido, pueden calificarse de paroxísticos (como la ausencia total
de puntuación en un extenso poema en prosa, tal el XXXIV de la página 396).
Este detalle es sumamente revelador, porque, como afirma Julia Kristeva:
[La puntuación] “ no es efecto más que una redundancia de
las reglas sintáxicas y deviene insostenible desde el momento en que son
modificadas” (La révolution..., 284)
[3]
Y
según afirmo en un ensayo sobre Alejandra Pizanik:
“ esto guarda estrecha relación con el concepto de azar (Cf.
Mallarmé: `Un coup de dés`), según el cual las formas gramaticales se desarticulan
pulverizando la frase /yo subr./,
[4]
generando sintagmas de distinta valencia, tanto desde
el punto de vista sintáctico como semántico”(La disolución ..., 68)
Siguiendo
el pensamiento de Kristeva, abierta esta compuerta de la anarquía de las
reglas sintáxicas, se fundamentan otras modificaciones que van apareciendo
como, por ejemplo, el corte de palabra de un verso a otro:” a- / caso” (Poemas,
93); o el espacio entre palabras:”ganglio/ nal, en la” de influencia mallarmeana, que amerita – y es opinión
de varios críticos – una interpretación lacaniana acerca de discursos subyacentes
omitidos. en búsqueda de significantes inmersos en el inconsciente.
A
través de oscilaciones entre formas versales y en forma de prosa, se llega
al poema “Amelia”, de Alambres , que es el primero que nítidamente
demuestra, en su icono, la voluntad del poeta de alejar toda duda respecto
del verso; y plasma su creación en forma de prosa.
“Amelia
Y la que vio caer al novio con el frenillo ensangrentado,
el glande: quisiera que apareciera el glande, ese frenillo de color marrón,
como de chocolate, que tascara: el estribo -
de aquellas tempestades – y por ello, se disfraza de madre y sale
a los balcones – en el balcón terraza, junto al porch – con un solero antiguo,
y un bretel, estirado en la mata;” (Poemas . 81).
Interesa
destacar que la función sintáctico – semántica
presenta la instancia del significado, con mayor claridad en ciertos
poemas, en comparación con otros; pero la música del endecasílabo y el heptasílabo
filtrada, a través de la prosa, provoca una constante que, como quería Tinianov, da cuenta
del ritmo, cuya cadencia confiere al poema en prosa, el esplendor que caracteriza
a la poesía.
Otro rasgo
interesante se halla en la subyacencia del glíglico cortazariano en poemas
como “El rompehielos”:
“Alud del aludir: el repostar, reposteril membrana, en el
calambre, nítido o níveo, la renda en la gárgola, la gárgara de rendas,
el gorgotear del pelandrún en la marisca de sofocos,
puercoespín, himenil, el piececillo de Farabeuf cuando, al piscar, al ornicar,
hacía hablar a los peces azules, colorados -, el truco estaba en el tricot
de la cadera, en el tricostelón de la Nigeria. Acantilar, atlántida del
oso lenguaraz.”(Poemas ,
113).
Mucho
más queda por analizar en aspectos que conciernen a este apartado, pero
nos dirigimos ahora a considerar la temática del modernismo y el neobarroco
en esta escritura.
Modernismo
y neobarroco en el poema en prosa de Perlongher
Un interesante párrafo del prólogo de Echavarren aludido
expresa:
“Ridículo, kitsch, humorístico, transgresor, este
poeta supera la adustez de la vanguardia y recupera el mal gusto del modernismo.
Sólo que los moldes modernistas /yo subr./ (...) se contaminan y
flotan como los desechos de una inundación, en el barro y las viscosidades
de una carne /yo subr./ vista a través de muchos lentes y encuadres”
(Poemas, 6)
Observemos ciertos poemas de Perlongher:
“OPALESCENCIA Y LIVIDEZ DEL RAYO, fumarola de jade en su
derrame, arrastraba en su rienda una cohorte de erráticas divinidades. Luz
Divina. Potlach de luz divina en el concurso de las nereidas en las ondas,
en las espumas de las orlas.”
(Poemas, 267)
Esta lectura nos permite justificar en parte la afirmación
de Echavarren; y nos sirve para preguntarnos en qué punto se plasma la aludida
síntesis modernismo – neobarroco y a qué producto da lugar.
Leemos otro poema:
“Ghetto (Fragmento)
¡Arribante!, bribón: dribla soleadas excusas, gira del paraván
el tornasol, ensucia el paso con la caballería abrillantada: ardilla arde
la arcilla que burila, derrengar del epicentro, el cabestrol. Ajenjo ardido
en el ardid jaulesco, armadilla de muebles, de hoteles con espejo en el
recueste de la blonda, arpégica, blonda devoración en la mimética voluta
del respaldo. El entusiasmo de salir – internación de bruscas jaleas de
alelí, nocturnas zorras – zapa, cuevas de greda, el zarpe bélico. Giboso,
casi ripio, amembrillaba la bombilla, camoatí emborrachado, en el merodeo
del derrumbe, necio de creso, esa digitación incontrolable y en el meollo
el ciclo de la oruga que se esconde. En esos zaguancitos, noctivados, acecha
el sordo cielo de una bombilla eléctrica; quemada, su amarillez azuza el
maquillaje.” ( Poemas , 232)
Este
poema que continúa en prosa pero termina en versos (lo que habla de una
aglutinación que marca lo prolífero), contiene elementos como: causticidad,
escepticismo, degradación, claroscuro, espejo, parodia que sostiene una
mascarada con visos de carnavalización. En este sentido, como en la mayor
parte de esta producción, planea una
suerte de sinsentido aparente, que opera a modo de velo que sostiene al
claroscuro general. Aquí, se trata de la degradante situación de parangón
entre el ghetto histórico y el ghetto sexual. Perlongher llamó
también a su estilo neobarroso, para dar una caracterización en referencia
a cierta poesía rioplatense.
Sin
embargo, más allá de lo expuesto, los elementos neobarrocos, insertos en
una base escrituraria modernista /supra/, manifiestan una voluntad de alejamiento
del contenidismo /supra/ y sostiene y subraya la intención de lo que en
realidad se persigue: la concreción del deseo (Lacan), en el juego
incesante de la movilidad del sujeto frente al no menos móvil significante.
Luego
de recorrer los caracteres del poema en prosa, el modernismo, el barroco
europeo y el neobarroco hispanoamericano; adentrados después en los temas
concernientes al poema en prosa en la escritura perlonghiana, concluimos
en que, como quería Sarduy, se trata de poemas escritos sobre un cuerpo;
desde un cuerpo, agregamos nosotros.
Lacaniana
contienda en pos del entramado de los significantes, concluyente en la muerte
(elemento que, lo expresamos, planea en toda la obra), como eficaz resolución.
Poesía
de la mirada, en el oxímoron, mancha que arrastra por el lodo las magnificencias modernistas, Néstor Perlongher es
como el cisne, al decir de Saúl Yurkievich, “ejecutor del acuerdo pánico
entre lo celeste y lo terrestre”(Poemas, 380); y su cultivo del poema en prosa neobarroco, neobarroso, se ilumina
como cauce necesario de una postura de vida, ante la vida, y el momento
histórico que le tocó vivir.
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por KAMENSZAIN, T. En “Epílogo” a los Poemas Completos de N. Perlongher.
[1] Este proyecto es llevado a cabo, bajo la dirección de la Dra. María Elena Legaz, en el Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades (CIFFyH) de la Universidad Nacional de Córdoba.
[2] Hasta aquí se ha trabajado en casi su totalidad, sobre la base de la Tesina de Licenciatura de Ana María Rodríguez Francia La estructura neobarroca en una novela hispanoamericana El otoño del patriarca de G. García Márquez, Facultad de Filosofía, Universidad Nacional de Rosario, 1978. Sin publicar.
[3] La traducción me pertenece.