El
laberinto y la svástica en Los perros
del paraíso Rodríguez,
José Manuel |
Para Abel Posse
Las
palabras que usted lee configuran sobre el lenguaje una operación crítica a
partir de la novela Los perros del
paraíso (Posse, 1987). Novela histórica que como recordará el especializado
lector, nadie más lee estas cosas, indaga en el descubrimiento de América.
Usaremos como herramienta básica para desarrollar la operación crítica anotada
el modelo de los estratos. Hablamos de aquel que considera a la obra como "una
integración jerárquica de varios planos escalonados" (Hozvén, 1976, 45).
Aunque este modelo fue propuesto para el poema, lo trasladamos,
experimentalmente, al análisis de la prosa[2].
Para el ejercicio consideramos explorar los estratos paratextual, sintáctico,
narrativo y semántico del texto. La interacción entre ellos será analizada a la
luz de una función estructural que los relacione. Tal función la hemos llamado
dominante y la definimos como: un factor
que tiene la posibilidad de entrar en correlación con otros elementos de la
obra y con la obra entera, constituyéndose en el principio que genera,
subordina, transforma y determina a los demás.
Ese factor, en el caso de Los perros del paraíso es la cópula.
Palabra que entendemos como la unión fecunda de lo uno y de lo otro.
Iniciamos la indagatoria sobre la
presencia de la función descrita a partir de la edición príncipe de la novela. En ella la portada
del texto está encuadrada por una serie de hermosas indias desnudas que se
tocan por los cabellos. Estos, al unirse, conforman una serie de vulvas. La
lectura se propone, entonces, como una cópula. La función dominante actúa, en
este nivel, representada por la unión del lector (lo uno) y del texto (lo
otro). Continuando el viaje por el objeto-texto notamos que éste se divide en
cuatro capítulos, titulados correlativamente: El Aire; El Fuego; El Agua; La
Tierra. Esta serie la podemos dividir en dos parejas: la primera: El Aire y El
Fuego; la segunda: La Tierra y El Agua. Estas parejas simbolizan una unión
fructífera. El aire estimula el fuego, lo hace crecer; el agua riega la tierra,
la hace fecunda. Por ello postulamos que la relación entre los capítulos que
componen la novela está signada por la
operatoria de la función dominante propuesta: la cópula.
Siguiendo, ahora, con el estrato
sintáctico observamos que el tipo de combinatoria que prevalece en la relación
entre las oraciones componentes de la novela es la yuxtaposición. A modo de ejemplo citamos: "Siesta de Junio.
Un aire de invisibles llamas disolviendo los montes de Castilla. Estampido de
rocas partidas por el solazo. El pastor duerme entre las breñas con los ojos
entreabiertos como un saurio. Los gorriones no se mueven del ramaje. Saben que
caerían fritos si osasen la alberca..." Ahora, la yuxtaposición se define como: "1.- Juntar, unir una cosa con otra...". (R. A. E,
1992,189) Nos encontramos con que la
yuxtaposición es una forma de cópula, de ahí que afirmemos que la función
dominante opera en este nivel del relato.
En
el estrato narrativo los procedimientos que organizan la estructura de la
narración son la intercalación y la alternancia. La primera se ha definido como
la inclusión de una historia dentro de otra. La intercalación “supone la
existencia de una o más historias que se intercalan -la(s)
intercalada(s)"- y una historia que la(s) contiene - "la(s)
intercalante(s)” (Hozvén, 1976, 92). En Los
perros del paraíso funciona como "intercalante" la relación del
descubrimiento por Occidente de las tierras americanas y, como "intercaladas",
la historia de Cristóbal Colón y de los Reyes Católicos. La alternancia
consiste en contar dos historias simultáneamente, interrumpiendo una u otra
para retomarla más adelante. En el texto la
alternancia se encuentra en la relación entre la historia de Occidente (relato
alternante) y el relato que da cuenta del mundo prehispánico (relato
alternado). Ambos sistemas narrativos se pueden entender como la unión de lo
uno y de lo otro, por ende son formas
de cópula.
Ahora, el estrato del texto que nos
interesa desarrollar aquí es el semántico. Este concierne al "nivel de
elaboración profunda de la obra. Los demás estratos son su efecto generativo.
Alude a los contenidos ideológicos, simbólicos, culturales, insertos en el
poema. Corresponde al plan abstracto subyacente en el poema." (Hozvén,
1976, 123). La complejidad del análisis de este estrato en la novela de Posse
está dada por la multiplicidad de elementos simbólicos que contiene. Existe una
verdadera red esotérica que lo cruza, pero tras esta red existe otra. Una estructura simbólica que
sustenta y propone la novela. Aquella tiene por objeto proyectar una versión
sobre una gran máquina, Occidente, revelando su accionar fundado en un corpus
mítico los mitos que lo informa y que lo condena. Tal versión, intentaremos
mostrarlo, se funda en la operatoria de la función que hemos definido como
dominante. Vamos al texto:
En la primera fecha anotada
en la serie que abre el Libro I de Los
perros del paraíso leemos. "1461 Orígenes del Occidente Moderno..."
(Posse, 1987, 11). Notamos que el texto se refiere en forma clara y precisa al
sujeto que le obsesiona, Occidente. En la última data de la misma cronología se
anota:
"1469. En un clima de deliciosa lujuria adolescente. Isabel de
Trastámara y Fernando de Aragón se amanceban por la Iglesia el 18 de Noviembre.
Los fidelísimos SS. Nace el Imperio donde nunca se pondrá el sol. "(Posse,
1987, 11).
A través de estas dos citas
se hace presente el alcance de la versión: Lo tratado versará sobre imperial
Occidente moderno, situando en la base de éste el amor entre Fernando e Isabel,
tal como se expresa en el relato: "De no poder impedirse aquella unión de
los adolescentes angelicales y salvajes, el mundo entero debía prepararse a los
horrores de un nuevo renacimiento..." (Posse, 1987, 47). Como no se pudo
impedir se produce lo anunciado. Así lo confirma la cronología que abre el
Libro Segundo:
"1487 el 27 de febrero en
rito secreto. Rodrigo Borja, futuro Papa Alejandro VI, se unge con el semen
consagrado de Fernando e Isabel. El Vaticano redimido de la molicie Pietista.
Renacimiento". (Posse, 1987, 57).
Aparece, en este primer
nivel de aproximación, la cópula como el factor relevante y fundamental en la
sucesión de los acontecimientos. Su fruto, el semen consagrado, generará el movimiento, la historia.
Consignado ya el alcance de
la versión referida a Occidente, atenderemos a la visión que tiene el texto del
accionar de este colectivo Imperial.
Existe un párrafo que
ilumina claramente este punto. Tras la llegada de Colón al nuevo mundo se
produce un "intenso lanchaje de desembarco. Bajaban herramientas para
poder trasladar y reconstruir un mundo en otro..." (Posse, 1987, 183). Se
revela un signo de Occidente: su incapacidad de reconocer lo otro, constituyéndose
en la expresión de lo uno y de lo
mismo. Ejemplos, confirmatorios, de esta visión pueblan el texto:
a). Recorriendo la decoración del castillo de La Bobadilla el texto anota: "Un busto de Sócrates o de
César. Nunca se distingue bien. .." (Posse, 1987, 131). La ironía no es
gratuita. El texto iguala el modelo filosófico con el modelo del emperador, es
decir, filosofía e imperio son expresión de lo mismo en Occidente. Uno es
producto de la otra.
b). Un diálogo entre los Reyes: "Un Imperio, Un pueblo, un conductor..."
(Posse, 1987, 36). Sólo se desea la unidad con exclusión de lo diverso. (Nótese
la parodia de las frases famosas).
c). Respecto del nuevo orden que desean imponer los monarcas:
"Sabían que Occidente podía renacer afirmándose en su raíz greco-romana..."
(Posse, 1987, 38). Sostienen, por tanto, que el Renacimiento debe nutrirse de
lo mismo que ha informado a la cultura hasta el instante.
d). En cuanto a las advertencias de un enviado de los judíos al
Almirante, justo antes del viaje hacia lo ignoto: "...En la isla de Kish
conservan el espejo sagrado de Salomón. Pero, no te mires en él. Te chupa hacia
lo otro..." (Posse, 1987, 114). No relacionarse con lo otro, más aún, el
temerle, se revela como una máxima de Occidente.
e) Esta última cita nos permitirá asignarle el carácter de atemporal a la
versión que el texto construye. Anota el texto de Posse, respecto de unos
personajes que se encuentran haciendo antesala fuera de las habitaciones del
rey Enrique IV: "En el rincón del eterno retorno de lo mismo, casi
invisibles, el general Queipo del Llano preside la comitiva de académicos y
magistrados (¿Díaz Plaja? ¿El doctor Desini?). Le pedirán dinero para el
Congreso de Cultura Hispánica de 1940..." (Posse, 1987, 17).
Aparte de la ironía sobre
aquellos lamentables franquistas, es significativa la mención al "eterno
retorno de lo mismo". Ella nos permite pensar que la versión que deseamos
revelar, aquella constitutiva del plan abstracto de la obra en estudio, tiene
un carácter atemporal, pues, como ya mostramos con Posse, Occidente no reconoce
la diferencia: su accionar se funda en la imposición de sus ideas políticas,
culturales, religiosas. Es decir, actúa por un redoblamiento de lo mismo Lo que
provoca, en la praxis, que bajo su hegemonía se use o se destruya a lo otro.
Cuestión en la que Los perros del paraíso
insiste:
a). Comentando un discurso de Roldán el texto anota: "Fue el primer
discurso Occidental y Cristiano que se pronunció en América... Esa misma tarde
se dictó la norma creando el sistema de inconfesada esclavitud..." (Posse,
1987, 201). Se señala que Occidente y su discurso único posibilitan uno de los
mayores desconocimientos que se pueden hacer del otro: Esclavizarlo.
b).Occidente no sólo desconoce al otro en tanto hombre distinto, tampoco
establece relaciones armónicas con el mundo: "Donde los blanquiñosos
avanzaban, el orden del mundo quedaba quebrado. Hasta desviaban los torrentes
para irrigar vides, sin saber que esas delicadísimas cintas de plata que corren
por la selva son sagradas, son cintas de vida que exigen el mayor respeto,
arterias del cuerpo del mundo..." (Posse, 1987, 215).
El occidental no respeta el
orden natural porque sólo reconoce al mundo, y en general a lo otro, en tanto
factor de uso, de beneficio.
2. Este segundo aspecto es un sema consubstancial a la esencia de
Occidente: pues su carácter intolerante y abusivo proviene de sus mitos. De ahí
que para constituir su versión de la historia la novela, se basa, en primer
término, en un mito fundacional de la cultura: el del Minotauro. Mito que
aparece en forma concreta en la narración: "Sintió (Colón) que el alba la
de los dedos de rosa entreabría la noche con la discreción que podría tener
Ariadna al entrar al recinto del Minotauro..." (Posse, 1987, 20).
Más adelante, el mito será
substituido por la tauromaquia, en tanto simulacro de la aventura de Teseo.
Luego, aquella se constituirá en una constante en el relato. Afirmación que
podemos justificar citando, por ejemplo, el festejo organizado para recibir al
papa Alejandro en el Vaticano: "La plaza estaba cerrada por tablones con
los colores vaticanos... habían improvisado una plaza de toros (1)... el único
matador sería el cardenal César Borgia... los clérigos con cuerpo de cebolla y
pietismo de calceta estaban indignados. No sabían, naturalmente, ver en los
toros un renovado símbolo de armonía en la lucha que opone al humano con el
animal..." (Posse, 1987, 98).
Es del todo iluminadora,
para nosotros, la cita anterior. El texto, explícitamente, le otorga carácter
simbólico a la tauromaquia. Un símbolo que muestra oposición entre lo uno, el
hombre, y lo otro, la bestia. Confirma el texto de Posse la intolerancia de
Occidente. Más aún, en un segundo correlato simbólico, el acto de matar al toro
en el ritual de Mitra representa "la superioridad analógica del
ario..." (Cirlot, 1982, 445), esto es, la negación de la alteridad en
tanto inferioridad. Una idea que está en el violento corazón de Occidente.
La siguiente corrida de
toros se efectúa durante el gran viaje. Un toro que llevaban para el
"festejo del 12 de Octubre" se libera de sus amarras y corre
sembrando el terror por la cubierta. Joan Valmont, torero a bordo, asume la
responsabilidad: "Cita con valentía a la entrada del sollado y a pie
firme. Cuando el bicho embiste, hace un garboso afarolado y el animal cae en la
oscuridad de la sentina. Festejo general..." (Posse, 1987, 155).
Ya en el
"Paraíso", Colón prohíbe las corridas, pues "¿Qué eran los
toros, sino una consecuencia espectacular de la caída, del pecado
original?.." (Posse, 1987, 191). ¿Por qué Colón afirma que el acto de
matar al toro es una consecuencia espectacular de la caída? Convengamos que la
caída del hombre se produce al acceder este al saber (al lenguaje, más bien),
al comer el fruto del árbol de la vida, por ejemplo.
Ahora bien, la caída se relaciona
estrechamente con el mito del Minotauro: "La función del Minotauro es
proteger el centro del laberinto... allí se encuentra la realidad absoluta, el
conocimiento..." (Cirlot, 1982, 266). Por ello Colón afirma que los toros
son una consecuencia espectacular de ese pecado fundacional. Cada tauromaquia
repite el acto de matar al monstruo, y con ello el acceso del hombre al centro
del laberinto y la apropiación del saber. Pero no sólo del saber... ya que en
el centro del laberinto, en el suelo, hay "una svástica en forma de hacha
doble..." (Cirlot, 1987, 199). El otro brazo es el poder. El texto de
Posse establecerá una relación directa con el símbolo: "1485-1492 España.
Colón lucha por ingresar a la svástica del poder..." (Posse, 1987, 57). En
la página siguiente leemos: "Cristóbal sabía que estaba apenas en la
periferia, en una de las ramas secas y exteriores de la estructura del poder...
una acostada galaxia dextrógira: una svástica que giraba destructora con sus brazos
convergiendo hacia su difícil y ansiado epicentro donde... estaba Isabel de
Castilla depilándose las cejas... ¿Cómo acercarse?..." (Posse, 1987, 58).
Los que lo intentaban se les veía, unos días después "desperdigados,
arruinados, de nuevo excretados hacia los bordes sin luz de la galaxia..."
(Posse, 1987, 58).
Notamos así que en Los perros del paraíso se plasma la
visión de la svástica acostada, que es la misma que está en el centro, en el
suelo, del laberinto en cuyo epicentro se ubica quién ha sido capaz de capturar
el saber-poder. Luego el Imperio, es decir, el dispositivo[3]
por el cuál actúa Occidente, se propone
como una svástica dextrógira que gira destructora expulsando hacia sus bordes a
los que pretenden aproximársele.
El lector habrá notado que el
texto de Posse adjetiva la svástica imperial como "dextrógira". La
razón estriba en que existen dos tipos de svástica. La mencionada, que gira a
la derecha; y otra que es la levógira o siniestroversa que gira hacia la
izquierda.
Esta distinción es de principal
importancia en la constitución de la versión que la novela construye, pues de
funcionar sólo la reactiva Occidente se limitaría a expulsar. Luego ¿de que se
nutre? El texto responde con una hermosa visión que tuvieron los íberos antes
de llegar al otro mundo: "Hacia el poniente, durante un largo instante, se
vio caer un maravilloso ramo de fuego en el mar... varios brazos de fuego en
torno al centro... es la svástica de fuego..." (Posse, 1987, 147).
Svástica levógira
Si vamos al análisis del símbolo,
obtenemos: "La svástica siniestroversa se identifica con el fuego... es la
que, esotéricamente, mantiene unidos a todos los seres..." (Cirlot, 1982,
200). Se empieza a configurar la versión: sobre la svástica de fuego, la que
mantiene unidos a todos los seres, se
instala la dextrógira, el accionar Imperial. Conectándose ambas, de acuerdo al
texto, por la caña de la cruz. Citamos:
"Empezó un intenso
lanchaje de desembarco. Bajaban las herramientas para poder trasladar y
reconstruir un mundo en otro.
Laboriosamente bajaron la
gran cruz que traían amarinada a proa. La
falúa casi se tumbó.
La plantaron sobre una
duna- entre la espigada y grácil población de palmeras- era la
cruz-horca..." (Posse, 1987, 183).
La cruz, de acuerdo a los
principios cuaternarios que informan el Cosmos es: "Una forma de
svástica..." (Cirlot, 1982, 45). Y si representa al Imperio responderá al
tipo de svástica dextrógira. Está conectado entonces, Occidente, al mundo que
le nutrirá.
Las disquisiciones
anteriores, aún, las podemos justificar citando una de las primeras medidas de
Roldán tras capturar el poder:
"Como prueba del
reestablecimiento de la teología española en todas sus formas, el domingo a las
cinco de la tarde se lidió el toro de Joan Valmont.
El matador estuvo
estupendo: mató recibiendo, de una estocada entera...
Los representantes
financieros y los hombres de empresa pudieron impulsar el espíritu de
creación...
El hacer retornó con furor
demoníaco..." (Posse, 1987, 202).
Nos parece que la cita
condensa lo tratado. El reestablecimiento de la teología contempla una
tauromaquia, se repite el acto de matar al Minotauro. Acto que permite
"impulsar el espíritu de creación", es decir, se accede al saber. Y
con ello se pone también en acción el hacer que retorna con "furor
demoníaco", es decir, se despierta la svástica dextrógira (el
saber-poder), una de cuyas formas es la cruz, símbolo de la teología
reestablecida.
Svástica dextrógira
Falta el segundo elemento
constitutivo de la versión: La fuerza que eleva a los seres, unidos por el
movimiento de la svástica siniestroversa hasta el centro del Imperio que se le
impone a la forma de la svástica dextrógira. Esta fuerza será la vampírica.
Fundamentamos citando:
a). Refiriéndose a un personaje, el lansquenete Nietz, el texto informa:
"Amenazado por las
razones teológicas y las tiranías del monoteísmo judeo cristiano con sus bandas
de predicadores armados. Vagabundeando siempre hacia el Sur había alcanzado,
por fin, las tierras donde florece el limonero. Huía de una tumba en la niebla.
Buscaba una posibilidad de vida que no lo transformase en una sombra de sí
mismo... "El aire marino quemará mis pulmones, los climas ardientes me
broncearán". Esta era su más grave deserción..." (Posse, 1987, 22).
Vemos que Nietz huye de la
cultura, es decir, de Occidente porque teme terminar convertido en una sombra
de sí mismo, en una tumba en la niebla. Por tanto teme ser un vampiro. Luego,
su más grave deserción, es buscar el sol, el enemigo de los vampiros.
b). Refiriéndose a Torquemada, el texto en estudio anota: "Era un
hijo de la noche y de la niebla..." (Posse, 1987, 88). Un ser de esas
características puede ser considerado un vampiro.
c). Antes de zarpar hacia el otro mundo, leemos que Colón tuvo una
visita: "En la noche clara no es más que un espectro de polvo claro...
Dice que es un enviado de Santángel..." (Posse, 1987, 114). Santángel era
un poderoso hombre de la época. Su enviado prefigura un vampiro.
d). Ya en América, el texto de Posse describe a los sacerdotes en las
arenas del Caribe: "Con sus renegridas sotanas parecían dos murciélagos
equivocados por la luz..." (Posse, 1987, 183). El murciélago es el animal
con que se identifica al vampiro.
e). Comentando la apariencia de los iberos desnudos en el mediodía del Caribe:
"Mostraban una agresiva palidez. Algunos daban la sensación de verdaderas
catacumbas violadas por los rayos del sol..." (Posse, 1987, 195). Es clara
la referencia al mito vampírico. Hombres muy pálidos, semejantes a catacumbas.
Hombres de cementerios, es decir, vampiros.
e). Sobre la reacción de Isabel ante la muerte de su hijo amado, la
novela anota: "Esa misma tarde empezó su enfermedad, una temible
hidropesía. Dio espalda al mundo y marchó hacia los pasajes del más allá. Se
aventuraría en la bruma helada..." (Posse, 1987, 218). Hidropesía, sed...,
marcha hacia el mundo de los muertos. Un muerto sediento, claramente, es un
vampiro.
f). Ahora la cita que consideramos crucial. Hablamos de una visión de Colón: "Vio una
noche un hombre cavando una fosa. Había un hacha y una pálida difunta..."
(Posse, 1987, 123).
Hasta aquí la serie. Le
otorgamos el carácter de crucial a la última por cuanto en ella se unen la
visión de la vampira, la pálida difunta, con la svástica, el hacha. Postulamos,
entonces, que al unir los dos símbolos el texto anuncia que junto a la svástica
dextrógira están los vampiros.
Estamos en condiciones de
enunciar la versión que Los perros del
paraíso construye sobre el accionar de Occidente: este actúa según la forma
de una svástica dextrógira que expulsa. Sólo unos pocos pueden acceder a su
centro. Los demás son excretados a los "bordes sin luz de la
galaxia", donde son recogidos por el principio que mantiene unidos a todos
los seres: la svástica siniestroversa. Sobre ella se instala la dextrógira
conectándosele por la caña de la cruz, succionando por esta, por vampirismo, la
fuerza y la vida de los seres del mundo.
Por eso, de acuerdo al
texto, Occidente no puede reconocer al otro porque lo necesita para vivir.
Citamos. Colón va de regreso a España. Observa y cavila: "Todos estaban
entregados al saqueo del Paraíso. Los indios, azotados, enflaquecidos...
víctimas del progreso. Definitivamente cortados del alma del mundo donde habían
crecido hermanados con las papayas y los pumas...
Comprendió que sus
congéneres civilizados nada temían más que ser devueltos a la armonía
primordial. Que estaban demoníacamente desviados del placer al dolor. Que
preferían el infierno al cielo como casi todos los lectores de Dante..."
(Posse, 1987, 221).
Todos saqueando,
demoníacamente desviados, infernales. Han cortado a los indios, a las papayas y
a los pumas de su relación con el mundo, es decir, les han succionando desde la
armonía para nutrir su propio y maligno Imperio.
Muy impresionante, podrá
exclamar un lector desprevenido, mas uno atento se puede preguntar: ¿Qué tiene
que ver toda esta historia de toros, vampiros y svásticas, con la función
dominante?
Respondemos que de acuerdo
al esoterismo clásico, la svástica tiene en su centro un molinete y este se
mueve y, por tanto, mueve al símbolo por la cópula. Recordemos que al inicio
del análisis del estrato semántico dijimos que será la cópula entre los Reyes
la que ponga en funcionamiento a la historia y que en la base del Imperio
Occidental se encuentra esta Unión Real. A mayor abundamiento citamos: "En
el atolondrado fornicio de aquellos adolescentes sublimes fenece
definitivamente la Edad Media... son renacentistas y fuente del
Renacimiento..." (Posse, 1987, 63). La cópula entre los Reyes inaugura la
Era Moderna, es decir, pone en funcionamiento a Occidente, lo que es lo mismo
que decir, de acuerdo a la versión que la novela propone, que activa el
funcionamiento de la Svástica Imperial, la cuál se constituye en el factor
central del plan abstracto que subyace en Los
perros del paraíso.
Signamos entonces a la
función dominante como el factor que integra y subordina a los demás elementos
del relato en cuanto al estrato semántico se refiere.
Creemos que el ejercicio de descomposición-recomposición efectuado
sobre el texto nos ha permitido revelar su isomorfía o ley estructural, es
decir, "la relación entre los estratos de un sistema determinada por un
mismo tipo de conexiones internas"
(Hozvén, 1976, 130). De ahí que podamos afirmar que toda relación en la
novela, intra o inter estratos, está determinada por la unión fecunda de lo uno
y de lo otro, es decir, por la cópula.
Finalmente, informamos al
hipotético lector que la compleja relación tratada la intuye el indio de
América, intuición que notamos en cierta fiesta del altiplano que consiste en
una singular tauromaquia:
Todo se inicia con la paciente captura de un cóndor. Paciente
porque los humanos que capturan al negro pájaro matan un animal mayor, caballo,
mula o asno, y lo dejan en un valle entre las altas cumbres andinas. Luego, se
esconden a esperar que el ave magnífica baje de los cielos por la comida. Una
vez ahíto, los lugareños corren hacia él y lo lacean. Así cogido lo llevan,
caminando, al pueblo. Éste se encuentra engalanado y en la plaza se ha
levantado un ruedo[4]. Aquí
empieza lo otro, pues amarran de las
patas al prisionero sobre el lomo de un toro. Entonces sueltan ese extraño ser,
mitad toro-mitad pájaro en el redondel.
El cóndor lucha por elevarse y el toro lucha por sacudirse eso que lleva
encima.
Pronto empiezan la pelea. En ella
siempre gana el cóndor, el animal muere por desangramiento, gracias a los
picotazos que le da en el cuello.
Terminado el combate, el ave es
devuelta a las montañas. Ya de noche y junto a aquella, los humanos esperan el
alba, cantan y beben vino, el cóndor también bebe. Al amanecer lo sueltan y
vuelve al cielo.
Ahora, como ya mostramos que para
la novela la tauromaquia es una recreación del mito de Teseo. Luego, los
hombres del altiplano al invertir, obscuramente, la tauromaquia, derrotan
simbólicamente a Occidente. Es muy importante señalar, en este punto, que los
antiguos hombres de América conocen las svásticas. La levógira está, por
ejemplo, en la cultura mapuche. Pero los estatales de acá, es decir, incas y
aztecas representaban siempre la dextrógira, la imperial.
La lucha esotérica, no tiene otro
carácter del altiplano, reconoce en el mito una importancia crucial para la
cultura que los produce. Similar percepción Deleuze, leamos: "el mito es
siempre es la expresión del falso infinito y de la inquietud del alma… los
acontecimientos que ocasionan la desdicha de la humanidad no son separables de
los mitos que la hacen posible".
Vinculando ahora con Posse,
sabemos que esa infelicidad constitutiva se le debemos a los vínculos que
establecen los mitos fundacionales de nuestra cultura con zonas muy obscuras
del cosmos, zonas dónde Occidente encuentra su tragedia y su condena. De ahí
que nos quede nada más que aceptar con otro escritor transgresivo, Michel Foucault,
que la historia de ese colectivo imperial posee un carácter violento, sangrante y mortal.
Bibliografía:
1. Cirlot, Jean. Diccionario de
Símbolos. Ariel. Barcelona. 1982.
2.
Deleuze, Gilles. Foucault. Paidós.
Barcelona. 1985. pp: 15 y sgtes
3. Diccionario de la Real Academia de la lengua
española. 1992.
4.
Hozvén, Roberto. El estructuralismo
literario francés. Ediciones de la Facultad de Ciencias Químicas y
Matemáticas de la Universidad de Chile. Santiago. 1976.
5.
Posse, Abel. Los perros del paraíso. Alfaguara.
Barcelona. 1987.
Ilustraciones: Martín Rodríguez
Astorga.
[1] Magíster en Literaturas
Hispánicas. Doctorando en Literatura Latinoamericana. Universidad de
Concepción. E-mail: [email protected]
[2]
El traslado es autorizado además por una característica singular
de la novela en estudio: el carácter evidentemente poético de la prosa en que
está escrita. Apreciación estética que el lector podría compartir o discutir si
nuestras líneas tuviesen una capacidad de sugerencia tal de incentivarlo a leer
o releer Los perros…
[3] Usamos el término en el sentido
dado por Foucault-Deleuze, es decir, aquel elemento que actualiza una máquina
abstracta. Ver: Deleuze, Gilles. Foucault. Paidós. Barcelona. 1985. pp: 15 y
sgtes.