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La educación en latinoamérica en el siglo XIX

Rivara, Roberto Carlos
ISFD nº 102

 

              Ya en la antigüedad griega, las transformaciones sociales se debieron básicamente a demandas educativas de las clases dirigentes. Se pretendía que, además de dominar la lengua y la retórica, los ciudadanos educados conociesen los avances científicos y los conocimientos considerados importantes de ser transmitidos.

              En Latinoamérica, en el siglo XlX sólo algunos y según el país, cada vez menos, se acercarán a la educación, hecho que permitió sostener las diferencias sociales y el manejo del poder.

              El espectro fue amplio en la controvertida América latina, por eso nos vamos a ubicar a partir del Romanticismo, hito histórico que permitirá ver rupturas y nuevas construcciones en la idea educativa; en Argentina, fundamentalmente, con una nueva concepción de ciudadano y con ella la de educar

              Primero y como punto de partida trataremos de sintetizar la función de la educación: a partir de 1850 en los países  principales europeos y en los Estados Unidos de América se establecía o comenzaba a establecerse el racionalismo y al mismo tiempo se iba conformando el sistema de educación formal que surge como responsabilidad del Estado y que tardíamente se expanderá  hacia América Latina. Con este sistema se trata de crear una conciencia nacional, de conformar valores, de imponer contenidos culturales de tradición humanística y nuevos conocimientos científicos y técnicos y de a poco se manifestó su función específica, reclamada por la sociedad: la capacitación ocupacional. De esta manera se fueron estableciendo niveles y modalidades con fines propios que dieron en un sistema educativo con la organización de las universidades y los institutos politécnicos.

              Esto implica que existe una correlación entre sociedad desarrollada y estructura ocupacional fundada en la capacitación formal que recién para el S XX se efectivizó en Hispanoamérica.

              Volvamos a Latinoamérica en el siglo XlX y más precisamente en épocas del Romanticismo. En este período y como dice Enrique Anderson Imbert [i] “En los hijos americanos reconocemos la misma fisonomía de los pueblos europeos, sólo que en América, los fenómenos culturales se arreglan en series peculiares.” Lógicamente, los románticos criollos, no contaban, por ejemplo, con una amplia literatura local. Se entabló más, una actividad civilizadora y de aquí la fuerte idea de educar, una guerra entre tradición y progreso; hispanismo y europeísmo. Esto fue más evidente en la Latinoamérica de la costa atlántica que permitió que en sus inicios, el ingreso de ideas y estructuras que facultaban un cambio radical  chocaran a posteriori , como veremos más adelante con la figura conservadora y la aspiración espiritualista de Rodó.

              Andrés Bello dijo en 1821 que Bs.As. era la ciudad donde menos se leía, lo que demuestra que la figura conservadora de la cultura hispánica no era aquí tan fuerte y daba lugar a la ruptura, durante este período,  y a la nueva construcción de una concepción diferente que hacía que aquella educación escolástica y cerrada sufriera muy lentamente una transformación, naturalmente, no inmediata pero sí contundente.

              En Argentina, hasta el auge y posterior declinación del Romanticismo, los hombres cultos son aquellos que viven bajo el influjo racionalista, están bajo el signo de la ilustración de la Revolución de Mayo. La educación hasta ese entonces estaba dispuesta por y para una elite intelectual y dirigente que claramente complementan   las ideas progresistas de estos hijos de Mayo, la generación del 37 y sus posteriores seguidores con los ideales de justicia, igualdad, libertad y progreso importados de Francia y que abren el pasaporte a la Nueva Concepción de Educación que dará sus frutos en Argentina con la Generación del 80 hacia 1884 con la Ley 1420. Esta Ley revolucionará el concepto de Educación, pues su función no sólo será la propedéutica de formación de algunos, sino que hace ingresar obligatoriamente a todos  e irá tomando valores sistemáticos y surgirá la educación para el trabajo.

              La educación y la estructura social se perfilan de otra manera, a la luz de una nueva concepción; “la estructura social básica de una sociedad surge como ordenación de la población en estratos por las funciones que cumplen en la sociedad, jerárquica y socialmente dada por una escala de poder que culturalmente se define en un momento del tiempo o del espacio” [ii]

              Tanto en Chile como en Uruguay, al desterrarse los románticos argentinos, influyeron con sus ideales y bibliotecas, aun cuando en Chile algunos contemporáneos se resistieron a los aires de cambio que se acercaban desde el vecino país.

              En Bolivia, el fondo oscuro del atraso cultural en que se tenía sometida a la gran masa social, como se observó a lo largo de todo el siglo XlX, atrapó también a clases privilegiadas que no lograron mayores avances ni progresos en materia de educación.

              En México y el resto de América fueron brotando exponentes románticos. La educación hispanista arraigada en el pueblo mexicano provocó un choque violento que no permitió avances de los nuevos ideales y concepciones.

              A medida que transcurre el siglo XlX, se van produciendo transformaciones y llegamos a la idea de “espiritualismo” de los pueblos de América y aquí tendríamos que detenernos en las visiones de Rodó y de Juan Zorrilla de San Martín.

              La divergencia de juicios de ambos escritores, acerca de un punto de apreciación general que comprende el espíritu y la materia, como  expresión de las colectividades del norte y del sur americanos.

              Enrique Molina, comentador chileno, aludiendo al Ariel de Rodó y dejando enunciado el valor filosófico que tiene que ver con los lineamientos educativos dice que Rodó nos hizo a los hispanoamericanos representantes exclusivos de la cultura espiritual y a los angloamericanos de la material. Este enunciado muestra claramente, que la educación quedaría relegada exclusivamente a valores espirituales, noble herencia española para Latinoamérica, mientras que los angloamericanos, heredarían la más pura energía anglosajona.

             Pareciera, al decir de Ramiro de Maetzu [iii] que Rodó no comprendió que el poder no es meramente un don del cielo o de la naturaleza sino un valor cultural de difícil adquisición.

              Rodó, en Ariel, deja ver el espíritu americano que él percibe con las tendencias positivistas y el sentido utilitario de las ideas de la segunda mitad del siglo XlX. En la Educación comienza a sentirse, a fines del siglo, una herida de irremediable decadencia, oponiéndose en todo y para todo, la superioridad del modelo anglosajón. Ese sentido idealista que trasmite Rodó, de la vida y de la idea, y el sentimiento de la raza, son ahora rasgos característicos e la fisonomía intelectual de nuestra América.

              Es notorio, para ser la problemática que tanto influyó en los modelos educativos de América latina en el siglo XlX y hasta hoy, lo que en algún momento advirtió Juan Zorrilla de San Martín en Las Américas, una de sus obras: que la falta de emancipación, en la América española, de determinadas influencias históricas, contrasta con la América inglesa, totalmente emancipada de su madre Inglaterra y de toda Europa. La América inglesa no se emancipó del dominio político inglés para someterse a su dominio espiritual, y menos al francés ni a ningún otro. Esta falta de emancipación de Latinoamérica, la llevó a atarse a los vaivenes europeos y estadounidenses entre otras, en materia educativa. Se transplantaron sistemas educativos completos y los marcos de una educación como la francesa o la española que en muchos casos  mostraron el fracaso por falta de verdaderas competencias frente a los objetivos impuestos o una construcción del sistema que sólo permitía la incorporación de ciertas clases sociales, dada la estratificación de niveles de status ocupacionales.

              En definitiva, al observar las características expuestas, las posturas románticas y las de Rodó, podemos, con un análisis concreto, indicar en el binomio Educación y estructura del poder que la tendencia que muestra el desarrollo como dinámica de un tipo estructural de sociedad es calculable, controlable y orientable. La estructura del poder es la responsable de la misma. En las sociedades que no guardan en sus entrañas una carga explosiva de cambio al decir de Juan Carlos Agulla [iv] , por falta de adecuación de los criterios de ordenación de la estratificación social a la dinámica del desarrollo, la estructura del poder es un reflejo de la estructura social básica: la estratificación social.

              Una sociedad subdesarrollada o una altamente desarrollada tienden a poseer una estructura del poder homogénea y consolidada; cuentan con una “elite del poder” en  forma normada con una ideología dominante.

              Una sociedad en vías de desarrollo [v] tiende a poseer una estructura del poder heterogénea y conflictiva: cuenta con “elites dirigentes”, es decir, que representan a distintos sistemas de estratificación social y con ideologías sin que ninguna sea dominante.

BIBLIOGRAFÍA

·        Agulla, Juan Carlos; Educación, Sociedad y Cambio social; Kapelusz, Bs.As. 1a. Edición, 1973.

·        Revista de Educación; Año l N°3 Bs. As. marzo de 1956.

·        Anderson Imbert, Enrique; Historia de la Literatura Hispanoamericana; FCE, Tomo 1 México; 7a. Reimpresión 1991.

·        Weinberg, Gregorio; Modelos educativos en la historia de América latina; Kapelusz; Bs.As. 1984

·        http://www.segciencias.com.ar/lungren.htm 25/03/05

NOTAS



[i] Anderson Imbert, Enrique; Historia de la Literatura Hispanoamericana; FCE, Tomo l México 7a reimpresión, 1991.

[ii] Agulla, Juan Carlos; Educación, sociedad y cambio social; Kapelusz, Bs.As. 1a. Edición 1973.

[iii] Revista de Educación; Año 1 N°3 marzo de 1956.

[iv] Véase nota 3

[v] Véase nota 3


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