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Problemática del sujeto en la ciudad contemporánea

Salas, Elsa
Pochettino, María Susana

University of California


“¿Cuánto de residual hay en cada uno? ¿Cuánto resto de incontables progenies, cuánto, indicio de quienes fueron y fueron y sobreviven impalpables en nosotros?”

                                     Santiago Kovadloff de “Una biografía de la lluvia”

 

 

Según define Marc Angenot: La novela vincula la actualidad transitoria con la verdad eterna y asegura una vinculación interdóxica a los temas más eficaces (en cuanto a la reproducción ideológica ) : la novela es el encuentro inesperado de la sublimidad estética, de hábitos diversos y de saberes filosóficos. Un rasgo que ficcionaliza a la novela consiste en procurar en la sociedad el simulacro de una gnoseología del sentido común,  una manera de conocer el mundo, mezcla de lo típico y de lo verosímil.[1]

        La idea es  entonces pensar  al sujeto cultural y su problemática relacionada con el tiempo y el  espacio en la ciudad contemporánea.

Perdida en el momento,  novela de Patricia Suárez será el eje para analizar los aspectos antes mencionados, atendiendo a la escritura, a la inscripción subjetiva (datos geográficos, históricos, sociológicos y una etnografía social) es decir, todas las formas del trazado del sujeto en una sociedad en la que deja sus huellas.

Esta novela  presenta desde la perspectiva aquí adoptada tres aspectos relevantes:

-          la ciudad

-          el sujeto

-          el exilio

 

Lena Polzicoff  busca en su historia, la que pareciera sobrevivir intacta, porque surge en la bruma de su lenguaje silenciado.  Los pasos que da a partir de cometer un acto inaudito,  (el de arrojar vidrio molido dentro de un  frasco de mayonesa, en el restaurant  neoyorquino  donde trabaja), permiten al lector recorrer, leer, interpretar y tal vez comprender, la figura de la ciudad como metáfora de la vida moderna.  La ciudad con sus cambiantes contextos y experiencias, sobrepasa la lógica del mapa al cual estamos acostumbrados porque excede los límites del espacio geográfico.  Ese romper los límites lleva a Lena, a conocer lugares de un mundo cotidiano y complejo :

 

       “A la una de la mañana tomó un taxi en la Avda. Lexington y una vez en el aeropuerto sacó un pasaje a Toronto : El avión embarcaba en veinte minutos, con anterioridad ya una vez  había viajado a Boston en el avión de las 12.05 y había vuelto a Boston en el de las 2.02.  Pero esto fue cuando recién llegaba de la Argentina y no se hallaba cómoda en ninguna parte....tenía en aquel tiempo, como decía ella el alma en un grito.”[2]

 

 

            La ciudad transformada en una superposición de planos en la cual operan procesos sociales diferentes. Ya no se consideran los planos como antitéticos,  porque en ellos confluyen tendencias de conjunción y disyunción de espacios.  Esto nos permite percibirla como marcada por dos direcciones, una volcada hacia lo singular, otra, hacia la diversidad.[3]

           La declinación del estado-nación, inaugura una etapa de fragmentación social dejando al mundo contemporáneo constituido por espacios inconexos entre sí, como ghetos ligados por una red televisiva. La postmodernidad avanza y las sociedades, son sociedades globalizadas, en las cuales las relaciones sociales ya no se limitan a los sujetos que la habitan sino que se presentan mundializadas, dejando a estos sujetos desencajados o desorientados en ella.

        

        “La desterritorialización, principio que caracteriza a la modernidad, tiene la virtud de apartar el espacio del medio físico que lo aprisionaba, la reterritorialización lo actualiza como dimensión social” [4]    Explorando la formación del sujeto cultural de principios del Siglo XX y XXI, con el aporte que ofrece la sociocrítica actual se entiende que el sujeto individual o colectivo es una construcción por y en relación con el mundo. Cornejo Polar lo explicita de la siguiente manera:

 

  “El sujeto individual o colectivo no se construye en y para sí, se hace, casi literalmente en relación a otros sujetos, pero también  (y decisivamente) por y en relación con el mundo[5]

 

         El lenguaje cumple entonces, una función  moderadora, es filtro en sus múltiples códigos.  Es necesario  recurrir al concepto de diglosia, existencia de  lenguas diferentes en un mismo lugar, para comprender el contexto. En la novela leemos que “ En su país no existían los arándanos, cuando importaban alguna mermelada o un yogur los llamaban “frutos del bosque”, un menjunje que incluía moras (blackberries), frambuesas ( berries) y fresas (strawberries)”[6] o cuando dice…” Eran las 4 am”[7].  En forma diferente el lugar es atravesado por un idioma, coexistiendo espacialidades distintas en las que no hay intercambio, porque las distintas lenguas no coexisten en el mismo nivel de representación. Edmond Cros sostiene que la noción de representación la reduce “ a las prácticas sociales, generadoras ellas mismas de prácticas discursivas”[8].

 

          Hablar de sujeto cultural nos remite a dos pronombres : al yo y al sujeto colectivo dentro de un proceso de sumisión ideológica que lo condena a ocultar contradicciones.    Son sujetos que pertenecen a culturas diferentes, entendiendo por cultura el espacio ideológico cuya función objetiva consiste en enraizar una colectividad en la conciencia de su propia identidad. La característica principal es la de ser específica: la cultura sólo existe en la medida en que se diferencia de los otros y sus límites vienen señalados por un sistema de indicios de diferenciación.  La cultura funciona como memoria colectiva y sirve de referencia.

-          El lenguaje y las diversas prácticas discursivas

-          El conjunto de instituciones y prácticas sociales

 

En Lena confluyen indicios de dos culturas antes de su fuga a Nueva York. Por un lado nacida en Argentina, Provincia de Santa Fe, y por otro, nieta de inmigrantes rusos. Esas culturas la sostienen en ese espacio solitario y descarnado que le ofrece el lugar de sus “ sueños”. Nueva York la enfrenta a una nueva cultura: Lena va sumando indicios culturales con diferencias lingüísticas, prácticas discursivas, conjunto de instituciones y prácticas sociales. Tantas marcas diversas presentan una dicotomía lugar – no lugar. La protagonista acepta características de los personajes que a su paso va conociendo y que provienen de otras experiencias.

 

  Lena busca ganarse la vida y en esa búsqueda encuentra sujetos que sobrellevan sus propios exilios: Angela, una mexicana devota de los muertos:  Angela tendía a pensar las cosas más insólitas, a adjudicar los hechos a causas sobrenaturales, tenía un tipo de pensamiento complejo y extraño, de mentalidad azteca...” [9]Alexis García Jaramillo un colombiano que era como el tequila, resultaba un tipo extrano: trataba a las personas que formaban parte de su vida como a documentos preciados que se pueden archivar en gavetas…”[10]

 

         Las metáforas de la ciudad, dadas a través de imágenes, tienen efectos reales en la sociedad actual: en la desterritorialización  La “alteridad” no puede representarse puesto que la identificación con el “otro” se manifiesta a través de sus propios modelos discursivos.  El sujeto reproduce una serie de procesos  alienantes, negándole éstos, la posibilidad de representar al “otro” generado por las culturas del poder, que le impiden ver las diferencias desde donde se podría reconocer.   El sujeto ignora que él no habla por sí mismo, que es hablado en su discurso, y seducido por una serie de signos organizados en una red ideológica, que constituye la cultura y  dominado  por el sujeto cultural.

  

           Este se organiza alrededor de tres ejes: imagen, territorio y comunicación, entre otros.[11]  Esta organización permite “desplazamientos”  y condensaciones de sentido[12].  La ciudad es el eje que une esos tres campos: la publicidad, la televisión, el arte contemporáneo - a través de sus metáforas mediatizadoras  posibilitan la pérdida de secuenciación  del sentido -, todo esto conduce a una economía de ficción de los objetos y de los sujetos que producen descomposición permanente dado que cambian, mutan, fluctúan confundiéndose ficción y realidad. Patricia Suárez lo explicita de la siguiente manera :

 

“Esta es la  historia del conejo Pedro, según relató Lena Polzicoff, a su primer cliente, Mr. Patterson, quien se encontraba ya relajado en un diván turco, mientras ella iba lentamente acercándose a él. “...Un día la Má del conejo Pedro – comentó Lena-  tuvo que  salir de compras a la ciudad. Y ordenó a sus hijos Pelusa, Cuchuflo ,  Rabito y Pedro que se quedaran bien adentro de la madriguera y no salieran porque allí rondaba el Sr. Malaspulgas...”[13]; en el caso del francés que adiestra cerdos : “Pierrot decía que las piedras tenían un alma y que él conocía el arte de materializar el espíritu  “-Oh!,  vamos – dijo el viejo - ¿Para qué querría reencontrarme  yo con los mezquinos parientes irlandeses o con los soldaditos alemanes muertos por el fusil? No, no. Déjelos descansar....mejor ocúpese de los cerdos muchacho”[14]...

 

  Finalmente el amor llega de la mano de Owen, un escocés. Todos comparten la misma soledad porque cada uno desconoce su lugar en el mundo y arrastra tras de sí y con nostalgia, fragmentos que conforman parte de su historia :” De pronto le vino el recuerdo de su abuelo quietecito allá en su campo echado en la hamaca o bebiendo vodka y leyendo al rayo del sol el único libro que tenía caracteres rusos..., su abuelo que creía en todos los presagios posibles, en las adivinaciones, en los sueños, en los encantamientos, en el fin del mundo...)” [15]

        

En la novela, la ciudad, se asemeja a un gran caleidoscopio en la cual los símbolos se superponen sin cesar.  Lena deambula,  se desliza  sobre imágenes cubiertas de neviscas. ...”Nevascas o neviscas”[16] fenómeno en el cual una vocal marca la diferencia y que le sirve de disparador  para el inicio de un  viaje hacia sus raíces:   historia contada por su abuelo.  Esta imagen detonante es intensificada por el olor de los  pretzel....olor, percepción, memoria.  Y, coincidiendo con Marc Augé,  [17] en la ciudad se inscriben los itinerarios de los que la habitan y cada uno  en su recorrido se adueña  de sus olores y los ingresa en ella. “ La ciudad es olores, olores que varían con las estaciones y las situaciones, los lugares y las actividades”.  El olor de los pretzel, como símbolo de excelencia; comprar el carrito repleto de ellos significaría ser dueña de algo y vagar sin rumbo fijo, estar en ningún lugar, burlar así  a la policía.  El deseo de  no ser reconocida... vender pretzel como evasión y retornar así  en el aroma a la historia familiar. Sin embargo Lena busca adaptarse a ciudades, lugares, cuya preocupación por el ser humano no está entre sus objetivos. Ella resulta ser una figura sincrética, facetada, con inscripciones muy distintas unas de otras.

 

Según Marc Augé[18]la organización del espacio y la constitución de los sujetos son, en el interior de un mismo grupo social, una de las apuestas y una de las modalidades de las prácticas colectivas e individuales. Las colectividades como los individuos que se incorporan a ellas, tienen necesidad de pensar la identidad y las relaciones. El tratamiento del espacio es uno de los medios de esta empresa. Para Lena la búsqueda de su lugar antropológico es conflictiva: no es rusa, no es argentina, ni yanquee, ni canadiense “  De pronto, parada allí, se sintió una idiota a la que no le enseñaron en la academia de niños especiales como orientarse en una ciudad, y para quien, -  por ejemplo -, una luz roja del semáforo no es más que una nariz de payaso; decidió marcharse esa misma tarde, siempre hacia el norte…”[19]          Peregrina que huye de las ciudades agobiantes del primer mundo, intentando integrarse en ciudades más pequeñas.

 

         A través del silencio de su discurso, Lena fuga de su lugar de origen y de su cultura aunque el recuerdo, la memoria, los mantenga vivos. Por otra parte, el lugar elegido para vivir y poder así realizar su sueño de escritora le resulta frío, ajeno.  Alienada ante situaciones desconocidas, la protagonista se encuentra en el no - lugar, el lugar donde va a parar el exiliado.  El primero  es el lugar de nacimiento y el segundo, el no – lugar, ambos operan como polaridades falsas porque el primero no puede borrarse y el segundo no se cumple totalmente.  Son palimpsestos en los cuales se reinscriben sin cesar el juego de la búsqueda de la identidad. La aparición y proliferación de los no- lugares: Nueva York, Toronto, Boston… implican una forma muy particular de soledad, pues la identificación nunca logra concretarse plenamente en el tiempo. Lena siempre está “de paso” por todas partes: es una eterna exiliada tanto en el sentido físico( el lugar) como en el temporal.

 

         Acordando con I. Chambers [20]quien sostiene que “ en la actualidad, aquello que debemos enfrentar son las diferencias que surgen bajo el signo de la condición de homelessness es decir, sujetos, lenguajes, historias, actos, textos, acontecimientos. Valores que están a la pesca  de su morada ( home)  en un mundo sin garantías. Surge de aquí un desplazamiento radical en nuestra comprensión e interpretación de los lenguajes del arte, la política, la cultura y la identidad”.

 

Desde el título de la novela hay una sugerencia metafórica que conduce a la búsqueda laberíntica que Lena realiza a través de su paso por ciudades.

        

    

 

Bibliografía:

-          Altamairano. C./ Sarlo. B.;  Literatura y sociedad, Hachette, Bs. As. 1983

-          Angenot, Marc; Interdiscursividades. De hegemonías y disidencias, Edit. Univ. Córdoba, 1998.

-          Augé, Marc; El viaje imposible, Edit. Gedisa, Barcelona, España, 1998.

-          Cornejo Polar, Antonio;  Escribir en el aire, Edit. Horizonte, Lima, 1994.

-          Cros Edmond; El sujeto cultural. Sociocrítica y psicoanálisis, Corregido,1997.

-          Cambers, I.; Ciudades sin mapa (sin dato editorial).

-          Ortiz, Renato; Otro territorio, Univ. Nac. De Quilmas, Bs. As., 1996.

-          Suárez, Patricia; Perdida en el momento, Edit. Alfaguara, 2004.

 


[1] Angenot Marc.  Interdiscursividades . De hegemonías y disidencias  ( Pág.17 – 18)  Edit. Univ. Córdoba - 1998.

 

[2] Op. cit. P. ?

[3] Renato Ortiz.  Otro Territorio  Univ. de Quilmes   Bs.As. 1996 - p. 61

[4] Renato Ortiz.  Otro Territorio  Univ. de Quilmes   Bs.As. 1996 - p. 63

[5] Antonio Cornejo Polar  - Escribir en el aire - Ed. Horizonte – Lima 1994

[6] P. Suárez - Pérdida en el momento- Ed. Alfaguara- Bs.As. 2003- Pág. 23

[7] Idem. Pág. 19

[8] E.Cros  El sujeto cultural, sociocrítica y psicoanálisis – Ed. Corregidor  Bs.As.1997

[9] P. Suárez – Pérdida en el momento – Ed. Alfaguara.- Bs. As. 2003- pág.28

[10]  Idem  30

[11] Alain  Mons – La metáfora social,Imagen, Tterritorio Comunicaciónl- Ed. Nuevavisión. Bs.As. 1994

[12] Mons

[13] P: Suárez – “Perdida en el momento”- Ed. Alfaguara. Bs.As. 2003

[14] Id. Nota 7

6  Patricia Suárez – Perdida en el momento – 2003 – Algfaguara – p. 47

[16] Id. Nota 8

[17] Marc Augé – El viaje imposible –Ed. Gedisa – Barcelona -1998 - Pág. 117

[18] Ibd.

[19] Ibd. Patricia Suárez

[20] I. Chambers “ Ciudades sin mapas”

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