¿Una
nueva historia de la literatura argentina? Croci,
Paula |
Cuando Salvador Samaritano era director del Cine
Club Núcleo en Buenos Aires se ocupaba, entre otras cosas, de dar información
telefónica sobre las exhibiciones diarias de la sala: ciclos de pre estrenos,
retrospectivas y homenajes eran parte de la programación habitual del lugar,
del mismo modo que cinéfilos, estudiantes de cine y críticos eran el público
frecuente. Pero cuenta el director que nunca faltaba ese espectador
desprevenido que llamaba para preguntar cuál era la película programada para
ese día y se suscitaban diálogos como el siguiente:
-¿Qué película pasan hoy?
-Ladrones de
bicicletas de Vittorio De Sicca-
respondía Samaritano.
-¿Es un estreno?- preguntaba con candidez el interesado ya
que no le resultaba familiar el título, mucho menos el realizador.
Ante pregunta tan inesperada, el director no podía
evitar responder con otra pregunta:
-¿Usted ya la vio?-
-No, todavía no.
-Entonces, para usted es un estreno.
Samaritano no sabía con certeza si el desprevenido espectador
entendía el significado de sus palabras o si efectivamente conseguía
interesarlo en una película “clásica” pero que muchos no conocían y que no
irían a conocer nunca, pero su anécdota nos pone en alerta sobre la relación
distante que establecen las personas con los objetos culturales canonizados por
las instituciones: o bien los desconocen por completo o bien los rechazan como
si tuvieran fecha de vencimiento. Algo similar o aún más marcado sucede con los
textos literarios: cada vez encuentran menos lectores que los hagan salir de
los estantes a los que parecen confinados como signos monumentales de “cultura”
no por lo que dicen sino por el espacio que ocupan.
Frente a esta
realidad innegable cabe preguntarse tanto por razones como por responsabilidades;
sin embargo, resulta más productivo encontrar alguna manera de trazar el camino
por el que los lectores, otrora numerosísimos, vuelvan a la literatura para que
la biblioteca empiece a ser como una red virtual pero en la memoria de cada
lector y conectada a otras series culturales como el arte, la historia, el
cine, el teatro.
Un puente que una el pasado de la
escritura con el presente de las lecturas, a los
autores y las obras con los lectores, puede encontrarse en una nueva historia
de la literatura, escrita desde los límites actuales de circulación de los
textos y con los ojos atentos a las historias ya producidas: la Historia de
Rojas, de Arrieta, del CEAL y la Historia Crítica de Jitrik. Una historia que
vuelva novedosos los textos antiguos porque en ella se reponen las condiciones
de producción de las obras literarias, se iluminan las conexiones con textos
recientemente escritos por autores inspirados en relatos de otras épocas y se
contempla la historia de la lengua nacional, de los lectores, de las
lecturas.
Esa nueva historia puede llamarse ”Historia de la Literatura Argentina
desde la época colonial hasta la actualidad” porque elegimos segmentar la masa
del pasado con ejes histórico-políticos sobre todo en la primera entrega, que
va desde la colonia hasta el Romanticismo, en la medida en que escuelas y
géneros europeos se transplantan a la Argentina aunque manifiestan los primeros
síntomas de una literatura vernácula; y llegamos hasta el presente en tanto lo
asumimos como el punto de la perspectiva desde la que organizamos e
interpretamos esa masa en sí misma incognoscible sino a través de sus huellas,
es decir los documentos literarios a disposición.
¿Qué objetivos nos hemos propuesto?
En primer lugar, reconstruir en línea cronológica el sistema de autores,
géneros, obras literarias y estilos argentinos por el interés estético que
suscitan y la cohesión social que pueden ejercer en el campo cultural; en
segundo lugar, ofrecer una imagen de la literatura argentina en un conjunto
general y no de manera fragmentada como es hoy habitual, como parte de la
tradición de nuestro país y su posible función identitaria; en tercer lugar,
promover el gusto por el conocimiento de los escritores nacionales, en el
intento de recuperar lectores que, en contacto con la historia de autores y sus
obras, se sientan nuevamente atraídos por una práctica que no es para unos
pocos y entendidos. Por otra parte, un nuevo objetivo a ser considerado es
proponer la revisión del canon de lecturas literarias a comienzos del nuevo
siglo y en vísperas del segundo centenario, además de destacar las
convergencias y diferencias entre la lengua nacional (la escolarizada) y la
literaria argentinas.
La redacción contempla la
distribución de la información en dos cuerpos. En el cuerpo central se desarrolla la Historia de la Literatura Argentina,
siguiendo la línea cronológica y en asociación a la construcción de un concepto
de literatura y de las lenguas nacional y literaria. Además, como criterio
organizador se tiene en cuenta la noción de género discursivo y literario en su
devenir histórico. El índice general refleja la segmentación adoptada: en
primer lugar, como ya señalamos, actúan ejes históricos-políticos; en segundo
lugar, la organización responde a un criterio estético alrededor de las
generaciones romántica, realista, naturalista y modernista del siglo XIX y
principios del XX, en la medida en que estas adoptan formas americanas
distintivas. Las vanguardias mundiales orientan la construcción de segmentos en
que conviven líneas estéticas emergentes de distinto signo y a raíz de lo cual
la cronología es útil. Cada periodo responde al siguiente esquema: 1) presentación de la época histórica/
época literaria: generalidades/ autores y obras representativos; 2) abordaje de
distintos géneros: narrativa, teatro, lírica, ensayo, etc.; el teatro abre un
campo particularizado en tanto se contempla el texto literario pero también su
construcción espectacular; 3) explicación histórica, teórica y crítica de
autores y/u obras destacadas por la tradición del período más otras que desde
la lectura contemporánea son revaluadas. Se incluyen, además, las relaciones
entre la serie literaria y las correspondientes a otros discursos sociales como
el periodismo, la historia, la política, con la filosofía, la ciencia, y las
artes en general. Paralela a la historia de la literatura argentina,
se expone información en columnas
transversales de multiplicidad temática: La Argentina Imaginaria
(El imaginario nacional y extranjero sobre el país); El Idioma de los
Argentinos (Constitución y evolución de la lengua nacional) ; Escrituras
de vida (autobiografías,
epistolarios, diarios íntimos, diarios de viaje); Historia del Arte
(preceptivas, escuelas, movimientos artísticos); Tópicos y motivos (de
la literatura argentina); Lecturas y Lectores (prácticas lectoras en la
Argentina); Literatura y escuela (apropiación y canonización de la
literatura por parte de la escuela); Contrapunto (construcción literaria
de temas, objetos o procesos y su abordaje en otros discursos sociales); Perfiles
(hombres y mujeres de la cultura argentina); Personajes, tipos y
estereotipos (de la literatura argentina); Prácticas culturales
(apropiación del arte y la cultura en la Argentina de todos los tiempos); Entre-textos.
La travesía de la escritura (relaciones entre textos literarios y no
literarios nacionales o extranjeros, pasados y presentes). Se suma la
información proveniente de Entrevistas a escritores y críticos, que
posibilitan el acercamiento a los temas y obras a partir de un diálogo abierto
y contemporáneo sobre los textos, y una Antología de fragmentos de obras
literarias argentinas que conforman una muestra de un renovado canon. Acompaña
al material Bibliografía específica
de consulta, actualizada hasta la fecha.
La obra está organizada en 60 fascículos,
publicables por un medio gráfico pero elaborados por profesores. Cada uno de
ellos está concebido como una unidad: una introducción sintetiza los temas
tratados, se despliega a continuación su exposición y análisis, se observa la
evolución de los temas hasta la actualidad, se confrontan con informaciones
provenientes de otros discursos, se establecen relaciones entre textos del
período tratado y textos contemporáneos, se hace una propuesta de antología y
se cierra con la bibliografía especializada. El último fascículo contiene un
índice de autores, obras y temas que facilita la búsqueda específica del lector.
El aprendizaje del
método periodístico sigue siendo arduo. De algún modo, estamos escribiendo dos
historias en paralelo: una tiene una arquitectura más suntuosa, como si tuviera
el mundo a disposición para extender sus pliegos; se regodea en el detalle, en
la minucia de la corrección, en el placer de los hallazgos sorpresivos que
pretendemos incorporar. La otra impone un criterio de realidad avasallador:
cantidad de líneas, espacios, equilibrio –o desequilibrio- entre texto, imagen
y blancos de la página; tiempos breves de redacción, corrección y armado. La
escritura académica se extiende en un ámbito acotado, dignificado y
jerarquizado, donde se trama el debate intelectual; la periodística, en la
inmensidad de tiradas de centenares de miles de ejemplares por edición, donde
se trama la opinión pública. El periódico da, sin embargo, una oportunidad a la
literatura: la de ser re-conocida y re-leída masivamente. Incluso saca a la
crítica de su sitial, disimulada en la trama de esta obra. Una historia de la
literatura subordinada al periódico se diferencia de otras publicaciones
también subordinadas al periódico: por ejemplo, de los suplementos culturales,
cuyo fragmentarismo supone la posesión previa de una biblioteca a la que dicho
suplemento presenta nuevas piezas para que el lector elija, encastre e
incorpore. En esta historia de la literatura, los textos debaten fuera de los
mecanismos de mercado de los libros nuevos, fuera de la función publicitaria de
la reseña: lo económico queda, al menos imaginariamente, al margen de la
lectura. La historia de la literatura, a pesar del periódico, hace posible la
inclusión de lo viejo y de lo nuevo en la misma página sin que operen
directamente como mercancía, permite la transcripción de poemas completos o de
fragmentos de obras, y, en ese sentido,
paradójicamente, devuelve cierto aura a la literatura dentro de un
ámbito, identificado históricamente como uno de los factores de construcción de
esa pérdida.
¿Qué finalidades pueden orientar
entonces en este marco la escritura de una nueva historia de la literatura
argentina? En primer lugar, la de extender una empresa común a dos
instituciones que suelen ser enfrentadas en el campo cultural: la escuela y los
medios masivos de comunicación. Estas dos instituciones, cada una con sus
poderes e historias distintivas, pueden potenciarse recíprocamente en una
empresa de divulgación académica que contrarreste realidades actuales
denostadas con frecuencia pero infructuosamente combatidas: el desplazamiento
del discurso literario en los currículos educativos, la pauperización de la
lengua y la cultura que manifiestan los medios, los monopolios ideológicos que
construye cierto mercado de la comunicación y alienta hasta los topes de las
listas de los más vendidos la literatura de la autoayuda o de las anécdotas
escabrosas, literaturas pornográficas más que por lo que reproducen de la
realidad (sexo, miseria, corrupción presente o pasada) por la impotencia
ciudadana que alimentan.
Escuela y medios masivos de
comunicación pueden asociarse en la elaboración de un exitoso enunciador de un
discurso de divulgación que alimente a otro tipo de lector, un lector cuyas
estrategias de lectura estén orientadas por representaciones sociales de la
literatura distintas de las más difundidas. En primer lugar, la argumentación
de ese enunciador bien podría fundarse en el precepto clásico de la convicción,
el del enseñar agradando, al que aportarían sus especialidades el discurso
pedagógico y el periodístico. En segundo lugar, la renarración de la historia
canónica de la literatura nacional posibilitaría a ese enunciador hacer
re-conocer la tradición literaria como una construcción de posibilidades de lo
que se puede decir e interpretar o pensar hoy en diferentes ámbitos. Esa
renarración apuntaría a hacerle reconocer o reconstruir ideas y principios,
prejuicios o zonceras, en fuentes literarias que nunca leyó o cuya existencia
tal vez incluso ignoraba. Podría divulgarse así una representación de la
literatura como discurso que, dialécticamente, tiene efectos en otras prácticas
históricas más que ser un reproductor mimético de ellas. Esta representación de
la literatura podría resistir la que la postula como un discurso gratuito o
preciosista del que la sociedad en general puede prescindir. Pondría en
evidencia que los efectos de los textos son activados por los lectores, pero
con estrategias que no les pertenecen como individuos psicológicos, autónomos y
dueños de sí mismos sino al sujeto social que los trasciende y que se va
construyendo a través del tiempo. Una nueva narración de la historia de la
literatura nacional puede democratizar conceptos como estos, o como señala
Barthes en un prólogo a una enciclopedia literaria[1],
género de divulgación por antonomasia, puede difundir y argumentar la
representación de que la literatura no es monolítica y homogénea en nada, que
no es una institución noble de las sociedades con escritura, ni una
contestataria o una sirvienta irreductible del poder hegemónico de turno. Estos
conceptos, provenientes del análisis del discurso, la crítica literaria o la
filosofía del lenguaje, son inaccesibles para los no iniciados en los
restringidos círculos de los profesionales de la literatura. En el marco de una
renarración de la historia nacional de la literatura a cargo de un enunciador
fronterizo entre los discursos académico universitario y su trasposición
didáctica en el ámbito escolar y en el medio periodístico, no se pretendería
discutir esos conceptos con aquellos profesionales, sino argumentarlos
inductivamente para un auditorio más extenso. La presentación de casos, que la
historia provee, de exempla cuyas
premisas calladas fueran esos conceptos, los haría didácticamente accesibles
pero propondríamos alejarnos de representaciones de objetividad atribuida a
ciertos discursos escolares y periodísticos, es decir no disimularíamos
nuestras “discutibles” operaciones de selección y evaluación, desnudo
discursivo con el que intentamos provocar el deseo de otras lecturas en otros
lectores.
Abric, J.C. (1994) Pratiques sociales et Représentations.
Paris: PUF.
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historiografía literaria argentina. Buenos Aires: Pasco.
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