‹‹‹‹ ÍNDICE

Narrando la rebelión en términos de videoclip: Caras extrañas de Rafael Courtoisie

Montoya Juárez, Jesús
Universidad de Granada

 

Las presentes páginas pretenden el análisis de la novela de Rafael Courtoisie, Caras extrañas (Lengua de trapo, 2001),  en la que su autor propone una reflexión acerca de una ruptura en la sensibilidad que acontece con los violentos sucesos previos al golpe de estado acaecido en Uruguay en 1973. La narración de hechos que aún hieren el inconsciente colectivo del país se lleva a cabo en un modo que se halla impregnado de la retórica de lo audiovisual y mediático. El ritmo frenético, cinematográfico, y más aún, televisivo, tendente al videoclip, el humor negro, la incidencia en los aspectos más sórdidos, la elección de la posibilidad más morbosa, grotesca, de los hechos históricos, el dibujo de unos personajes en buena medida ridículos, de cómic o caricatura, que apenas representan el soporte de cartón piedra para la narración o el recurso en momentos aparentemente trágicos al absurdo o al grotesco telenovelesco, se alternan con fragmentos líricos que arrancan reflexiones por la vía de la iluminación poética, digresiones al margen del hilo narrativo, citas de música popular, de tango, juegos de palabras y asociaciones libres de ideas, configurando un discurso que el propio Courtoisie consiente en llamar lúdico-fantástico que, sin embargo, nos hace temblar al descubrir, tras el fárrago grotesco, la concatenación de muertes, de violencia retórica a la que asistimos los lectores, que la realidad siempre es mucho más grotesca, más terrible, más sórdida que la ficción. La novela de Courtoisie apela una vez más al debilitamiento de las fronteras entre realidad y ficción, entre simulacro audiovisual y la experiencia cotidiana, entre la versión televisiva y el acontecimiento histórico, entre los códigos de lo fantástico y lo realista que se han vuelto una constante en el territorio de lo posmoderno. Y nos parece que en este sentido puede decirse que se inscribe dentro de un cierto posmodernismo rioplatense.

 

Lo posmoderno en literatura desde sus primeros pasos en los sesenta supone la radicalización de lo metafictivo y autorreferencial, desde un pesimismo ante la imposibilidad de generar un arte verdaderamente nuevo, con la neovanguardia norteamericana [Huyssen, 1988], y después, con la postvanguardia, una opción por la aceptación de la imposibilidad de la propia voz, para revisitar distanciada e irónicamente el pasado en busca de los puntos de fuga y las tradiciones alternativas en una poética del pastiche o la cita [Eco, 1984; Jameson, 1985], que dialoga más o menos en conflicto con la amalgama de signos de la cultura mediática y juega y se nutre en mayor o menor medida de ella. Si bien estas problemáticas pueden rastrearse en buena parte de la narrativa sudamericana de las últimas décadas, el término posmodernismo surge en Europa y EEUU. Lo posmoderno, si se profundiza en lo filosófico y sociológico, se relaciona con toda una serie de conceptos post y podría acaso resumirse con la cita de Lyotard como una incredulidad radical hacia las metanarrativas o crisis de lo real que se percibe como simulacro [Jameson, 1985; Vattimo, 1987; Baudrillard, 1988]. Por lo general, la posmodernidad en el pensamiento social y filosófico, ha sido recibida con un cierto y variado pesimismo [Baudrillard, 1988, 1993; Habermas, 1985; Jameson, 1985, 1991; Lipovetski, 1986]. Pero frente al rechazo habermasiano del posmodernismo y la polémica reivindicación de un proyecto neoilustrado, tal vez sea Jameson quien, a pesar de su constatación del vínculo entre posmodernismo y capitalismo tardío, deje aún abierta la pregunta sobre si es posible una forma en la que la producción cultural y discursiva posmoderna sirva de resistencia ante la lógica neoliberal capitalista[1][Jameson, 1985] global, de si desde el posmodernismo es aún posible la construcción de algún horizonte de emancipación, aun cuando se trate de un horizonte o proyecto fragmentado.  Y a esa pregunta pareciera que responden los partidarios del posmodernismo teórico que cuentan con su mejor valedor en Vattimo [1988, 1999] y su proyecto de una lectura débil de Nietzsche o Heidegger.

 

Huellas de estas problemáticas posmodernas se manifiestan con más fuerza en opinión de algunos críticos tras las crisis económicas de mediados de los setenta [Colás, 1994; Shaw, 1999] y, sobre todo, en la narrativa bajo tensión producto de las condiciones impuestas por las dictaduras militares y sistemas de represión [Aínsa, 2003]. Las identidades nacionales de los países del Cono Sur, acaban de fracturarse con la violencia abrupta de los golpes de estado [Andatch, 1992]. El optimismo sesentista se trueca pesimismo e incertidumbre en la década posterior. Sin embargo, uno de los más reconocidos entre los primeros escritores tildados como posmodernistas en Sudamérica, como es Piglia, defiende un posmodernismo que no rehuye el compromiso político ante las graves consecuencias y rupturas generadas por la represión. La exhibición del simulacro o el reconocimiento de la imposibilidad de una verdad sobre lo real no agotan el alcance del posmodernismo latinoamericano. Los noventa asisten a un debate  sobre el concepto de una posmodernidad periférica, para la que bien se han erigido proyectos alternativos, relacionados con una crítica al sistema dualista de pensamiento moderno occidental [Dussel, 1995, Mignolo, 2003], o se ha reivindicado un aspecto específico que entendemos relacionado con la idea vattimiana de chance positiva [Richard, 1989; Hopenhayn, 1994; Achugar, 1994] de oportunidad para el diálogo en el que lleguen a intervenir voces habitualmente silenciadas o subalternizadas  por lo hegemónico, lo posmoderno debe así redefinirse. Como lo expresa Hopenhayn:

 

El final abierto es nuestra fragilidad, pero también nuestra fuerza. Al calor de esta ambivalencia, vamos y volvemos del entusiasmo a la desesperanza. Postmodernos por osmosis, en medio de una modernización pendiente. [Hopenhayn, 1994, p. 179]

 

Rota la Verdad, o reconocida ésta una construcción artificial, llámese Imperialismo, Falogocentrismo u Occidentalismo, e incluso Utopía revolucionaria, con mayúsculas, los dialectos pueden comenzar a escucharse. Las novela latinoamericana actual tematiza esa crisis del sentido de lo real y, como pedía Vattimo, la pérdida del sentido de realidad es un hecho característico, aunque no exclusivo, de la posmodernidad. Por tanto creemos que el término posmoderno puede ser representativo de ciertas características de la novela hispanoamericana actual, aunque lo posmoderno sea un aire que llevemos mucho tiempo respirando,  y por ello mismo, quizás debamos afinar y hablar de tratamientos divergentes de problemáticas posmodernas en los textos, o de rasgos estilísticos, estructurales o ideológicos posmodernos presentes en las obras, que serán en mayor o menor medida dominantes. Nos parece que el adjetivo posmoderno por tanto será válido a la hora de abordar la literatura de las últimas décadas, siempre y cuando, como pedía Barth, no busquemos imponer una etiqueta sino describir e iluminar los textos.

 

Alfonso de Toro propone una periodización de lo posmoderno que se extiende en retrospectiva hasta Borges  rebelándose contra lo que juzga la otra cara del mito, el que Latinoamérica sea algo  diferente de Europa o Estados Unidos, espacios de creación del posmodernismo, más allá de lo que puedan diferenciarse estos entre sí o con otras regiones del mundo[2]. De Toro plantea lo que ya había sugerido Barth, que en la vuelta o transformación [Jauss, 1995] de la modernidad que opera en las ficciones fantásticas de Jorge Luis Borges aparece una mirada posmoderna que tiene que ver con lo lúdico, con la hibridación y subversión de tradiciones locales y foráneas, con la mezcla de géneros, de discursos, con la parodia, la paralogía, la ironía, la paradoja, la metaficción. De Toro lo resumirá con el concepto metadiscurso lúdico:

 

Bajo el término metadiscurso lúdico entendemos aquella combinación sutil entre la narración de una historia y la descripción o el juego con los procedimientos narrativos empleados para narrarla. […] Borges abrió dentro del paradigma de la modernidad, aquél de la postmodernidad, que atrajo la atención de algunos círculos tanto  filosóficos como literarios […] [De Toro, 1991, pp.452-455]

 

Nelly Richard plantea también la idea de un valor posmoderno en la mirada moderna de la producción cultural latinoamericana, que se configura con las vueltas del posmodernismo y la fracturación y crisis del Centro como el pre del post:

 

[…] de dependiente por imitativa y siempre atrasada respecto de la consigna internacional de lo Nuevo, Latinoamérica pasaría a ser ahora precursora de novedades por cómo anticipó el simulacro postmodernista desde las simulaciones y disimulos ya contenidos en la firma colonial […] [Richard, 1991, p. 6].

 

Esta idea de relectura posmoderna de textos latinoamericanos y concretamente rioplatenses como predecesores de lo posmoderno ha sido apuntada a menudo por la crítica latinoamericana aunque siempre con toda cautela [Zavala, 1991; Ortega, 1997; Castillo, 2003]. Sería motivo de otro texto profundizar en la discutida existencia y periodización del posmodernismo literario en el Río de la Plata, que algunos han visto arrancar en Ficciones de Borges o en Rayuela de Cortázar, otros en el pastiche y el reciclaje de lo audiovisual y kitsch de La traición de Rita Hayworth o Boquitas pintadas de Puig [Colás, 1994], en la relectura de Kafka y el pastiche dadaísta de París o Nick Carter, de Mario Levrero [Verani, 1996], y otros, en la narrativa que surge en los ochenta durante las dictaduras y se prolonga en la postdictadura, el juego intertextual y la metaficción historiográfica de Respiración artificial, de Piglia [Shaw, 1999], o la pérdida de densidad de lo real narrado y el reciclaje de géneros de la tradición para subvertirlos en Ema la cautiva, de Aira [Pollman, 1991].

 

Precisamente en la novelística airiana sobre todo desde fines de los ochenta existe una presencia importante de la idea del simulacro audiovisual. Una reflexión sobre la reconfiguración del realismo y la crisis de lo real, de la originalidad, del arte en el contexto audiovisual aparecen como motivos recurrentes en sus obras. Aira reivindica un realismo a pesar de que muchos de sus relatos remiten al género fantástico[3], y en otras se pierden en los territorios de lo maravilloso.

 

La presencia de la temática del simulacro, de la pérdida de densidad de lo real, de la falsificación, de la penetración de lo audiovisual en la percepción de la cotidianidad o la historia aparecen también en otros muchos narradores del Cono Sur de los noventa, entre los que podríamos citar a Alberto Fuguet, Rodrigo Fresán, Edmundo Paz Soldán o Rafael Courtoisie. Precisamente esta problemática de lo audiovisual afecta decisivamente al modo de contar que plantea Caras extrañas, un modo de contar, una mirada, que nos hace pensar en lo maravilloso y en lo fantástico. Si bien a lo largo de la novela no hay alusiones directas a la vacilación, no hay cuestionamientos de la realidad que dibuja la historia narrada por parte de autor y personajes, por lo que, alejándonos de lo fantástico [Todorov, 1972; Risco, 1987; Ceserani, 1999], lo increíble y espectacular de los sucesos  que se narran, podría hacer pensar al lector que está en el territorio de lo maravilloso, la vacilación que exige la categoría de lo fantástico surge en el interior de la lectura cuando descubrimos que lo que aparentemente nos resulta grotesco e inverosímil sucede en la realidad, es decir, ha acontecido y sostiene el realismo de la obra. La anécdota central que anima la novela, la toma de Pando por parte de los Tupamaros el 8 de octubre de 1969, entrando en la ciudad simulando un cortejo fúnebre, no es, como es sabido, inventada, es real, histórica, la registran las hemerotecas. Lo fantástico en Courtoisie tiene que ver con un modo de mirar la realidad, de describir la historia a través de una óptica audiovisual, una lectura distanciada, paródica, que posibilita deconstruir las versiones asentadas y reflexionar sobre las transformaciones que los acontecimientos históricos provocan en la sensibilidad.  Pero lo que es aún más fantástico es que ese modo aparentemente televisivo, irreal, superficial, se convierte en un realismo muchas veces no observado en un mundo en que la experiencia cotidiana de los lectores se halla transida del espectro de las imágenes digitales.

Caras extrañas

 

La novela de Courtoisie, de 2001, dedicada al extupamaro Mauricio Rosencof, se elabora a partir de un tema relacionado con la historia reciente del Uruguay, compartido con buena parte de los países de América del Sur, y que configura la identidad de su presente: la violencia en torno al golpe militar. Como el propio autor ha manifestado, la novela aborda unos sucesos históricos acaecidos poco antes del advenimiento de la dictadura uruguaya. Nos referimos a los hechos acontecidos en el mes de octubre 1969 durante la toma por parte del MLN Tupamaro (Tapurí en la novela) de la ciudad de Pando (Salvo en la novela), a treinta kilómetros de Montevideo (Montenegro en la novela), y la subsiguiente y durísima represión militar, que se salda con la muerte y desaparición de muchos de los revolucionarios.

 

Courtoisie se concibe a sí mismo dentro lo que se ha llamado Generación del Silencio, en el Río de la Plata, autores cuyos inicios literarios no tuvieron lugar hasta entrada la dictadura y que se observan a sí mismos fuertemente condicionados por este hecho: 

 

Si bien veníamos de toda una cultura muy vívida uruguaya donde había muchas publicaciones, muchos trabajos, mucha actividad editorial y conexiones con el resto de Latinoamérica. A partir del 73 eso se corta, y se corta de una manera abrupta que pasa por el silenciamiento, pero al mismo tiempo por la insistencia de esa generación que recién empezaba a moverse, a escribir, a intentar publicar, por la insistencia en crear a pesar de esas condiciones adversas, a pesar de la oscuridad del momento, a pesar de todas las condiciones de la dictadura[4].

 

Caras extrañas no es, a nuestro entender, una novela histórica al uso, aunque se parte de los hechos acaecidos en Pando en 1969. Courtoisie habla de una ruptura en la sensibilidad que se transforma para siempre no sólo en Uruguay, sino en todo el mundo actual globalizado, que tiene que ver con la irrupción de la violencia en una cotidianidad que por contraste exhibe su componente ficcional. La vida es violentada por esas caras extrañas que irrumpen de repente y destruyen cualquier posible ingenuidad y esto, aunque se olvida, forma parte de la condición posmoderna en que vivimos. De eso es de lo que habla la novela, del impacto de la violencia que mutila la identidad del individuo, la agresión a la intimidad individual, y a la vez, la ruptura de la identidad nacional y  transformación del imaginario colectivo de los uruguayos. Cito a Fernando Andatch:

 

Más que el orden constitucional, más que el ámbito de lo político-democrático, lo que es fisurado brutalmente son los límites dentro de los cuales se había pensado el habitante uruguayo, es su legitimidad lo que de golpe se ve amenazado con violencia inaudita [Andatch, 1992, pp. 38-39]

 

La dictadura supone el golpe definitivo a uno de los mitos cada vez más debilitado que había sustentado la identidad del país ex-Suiza de América: La consideración de un Uruguay no latinoamericano, de un Uruguay brillante en continuo progreso [Andatch, 1992,  p. 39]

 

Unos acontecimientos que aún hieren el inconsciente colectivo de su sociedad son tratados por Rafael Courtoisie mediante la herramienta de la ironía, en una novela que se mueve en la frontera entre los géneros de la narrativa, la poesía y el ensayo. La narración se desarrolla en un ritmo frenético, estructurada en secuencias aparentemente desconectadas entre sí, cinematográficas, que constituyen flashes de historias que se pierden para reaparecer más tarde, en los mismos personajes o en otros diferentes de algún modo relacionados con ellos, retrocediendo y avanzando en el tiempo de modo libre y asistemático. La novela está por tanto recorrida por esta gramática acelerada de lo audiovisual plano-contraplano y una técnica caleidoscópica:

 

La señora de Olmos, a la que le habían hecho un trabajo, está muerta, desparramada sobre la silla de estera. Las piernas abiertas.

Sangra la boca.

-          Vamos- dice el primer soldado.

 

4

Olmos no sabe que quedó viudo. / Está desnudo, sobre la cama, con la rubia que le hizo el trabajo a su mujer para quedarse con él, con Olmos, con el marido que ahora es viudo. / La rubia se inclina y lame el antojo de Olmos. Lo lame. / Están solos. / Escuchan el tiroteo a lo lejos. […]

La rubia le pide a Olmos que abra la boca. Olmos abre la boca. Le pide que la cierre. Olmos cierra la boca. Le pide que le diga algo al oído. - ¿estás loca?- dice Olmos, y en ese momento entra una bala por la ventana y le parte el pecho a la rubia.

La rubia agoniza. Olmos se viste. La rubia quiere gritar, pero las burbujas de sangre apagan la luz de la garganta. Olmos se pone las medias. La rubia quiere gritar. Olmos se calza. Toma un monedero con billetes de la mesa de luz. Seis billetes que le había dado antes a la rubia. Se los guarda. Los ojos de la rubia se dan vuelta. Se ponen blancos como huevos. Blancos y duros"[5].

 

El objetivo de Courtoisie juega con los aspectos más grotescos, más sórdidos de lo posible, por tanto real, dibujando una caricatura que nos golpea a dentelladas de humor negro y en la que hallamos fuertes dosis de lirismo. El desorden, lo fragmentario, las fronteras entre géneros, son rasgos del modo de expresión que prefiere Courtoisie; al miniaturizarlo, el discurso puede escapar del turbión de negatividad que lo devora, transformándolo en mentira. Este modo poético de razonar es calificado por el propio Courtoisie como característico de la posmodernidad:

 

Yo creo que la razón poética, así como hay una razón positivista, una razón ordenada, una razón de trabajo, de lógica formal en la Modernidad, incluso en el trabajo en términos científicos de termodinámica, que tiene que ver con la maquinaria, con lo progresivo. En la posmodernidad, hay una razón poética, que trabaja con formas espontáneas de conocimiento y con iluminaciones, en el sentido de Rimbaud [Courtoisie, 2004]

 

En esas iluminaciones el fantástico de Courtoisie no tiene que ver tanto con lo imposible, con lo que está del otro lado del mundo de lo racional, o con lo sobrenatural y exótico. Tiene que ver más bien, como en su admirado Felisberto Hernández, con una cierta mirada sobre la realidad que transforma el objeto observado. Pero ahora, en Courtoisie, esa mirada es cinematográfica, y más que eso, televisiva; lo fantástico en Courtoisie se construye mediante la acumulación excesiva de elementos que están en la baraja de lo posible, provocando el efecto del grotesco en un ritmo que recuerda al video clip. Las referencias al mundo de lo cinematográfico, a lo telenovelesco, a lo televisivo se convierten en literales, en muchas ocasiones, como por ejemplo en la presencia de Robert Altman durante el copamiento de Salvo, para rodar la segunda parte de los Pájaros de Hitchcock:

 

Las jaulas de Robert Altman estaban llenas, atiborradas. Los barrotes reventaban. / Se iba a filmar una segunda versión de una de las joyas del cine universal, de un clásico. / Robert Altman estaba alerta, histérico, se movía, tiritaba, aleteaba más que los pájaros de su futura película. / 4. Llegaron las patrullas militares. Bajaron los soldados. Verdes. Armados a guerra. Un teniente amartilló su fusil y puso el caño sobre la garganta de Robert Altman.

 

-          ¿Quién es usted?[…]

-          Mi nombre es Robert Altman.

-          ¿El que filmó Mash?

-          El mismo que viste y calza.

El oficial retrocedió, bajó el arma, balbuceó.

-          ¿Así que es usted Robert Altman?

-          Soy yo. […]

-          ¿Para qué quiere tantas jaulas?

-          Para la película. Estamos filmando, oficial. […] es un film de terror y suspenso, oficial. Necesitamos muchos pájaros.

En ese momento estalló la granada de un obús.

-          Los yankees hijos de puta han enjaulado a todos los pájaros- bramó la comandante Matilde.

-          A liberarlos.

-          Sí, a liberarlos ya.

La avanzada guerrillera se aproxima al campamento de filmación. […]

La artillería de los guerrilleros toma posición. Avanza. / Fuego cruzado de morteros y cohetes antiblindado.

-          Bang, bang

-          Bum, bum

-          ¿Qué es esto? What is this?- indaga Robert Altman.

-          Es la subversión- contesta un asistente.

-          Who?

-          Los subversivos, señor director. [Courtoisie, 2001, pp. 166-167]

 

A través de  esa mirada paródica y la construcción audiovisual del relato Courtoisie se ocupa en la novela de un asunto central en el posmodernismo como es la construcción de la realidad a través de la mediación de los media. La parodización de la propaganda de guerra, está hablando también de la manipulación de los medios, de la imposibilidad de acceder al hecho real:

 

 Un comando sedicioso ejecutó por error, al obispo. Lo confundieron, a causa de su sotana púrpura, con un travesti informante de la policía.

- Nos equivocamos- reconoció el comando sedicioso en un comunicado difundido por radio- Fue un error lamentable: el travesti se llamaba Helena y el obispo Roberto Roca. El obispo lucía barba y lentes y el travesti era lampiño y empleaba lentes de contacto. Fue un error de nuestros cuadros de inteligencia. No se volverá a repetir- afirmaron los subversivos. Pero el daño estaba hecho.

El obispo fue inhumado con honeres de minitro y el gobierno, mediante una astuta campaña propagandística, lo transformó en un mártir. Por todas partes regalaban estampitas con la figura del obispo.

 

-          Es un santo- clamaban las viejas

-          Hace puros milagros- las beatas. […]

-          Hizo hablar a un mudo- dijo la televisión.

 

Una prostituta se arrepintió. Se casó con un marinero calvo. Ya no volvió a las calles ni a la mala vida. Un paralítico no pudo andar pero consiguió canjear una bicicleta de carreras que le habían donado por una silla de ruedas con freno hidráulico y luces. […] Indudablemente el obispo mártir hacía milagros. Lo repetía todo el día la televisión.

[…] La subversión, por su parte, aprovechando la condición barbada del rostro del obispo, mediante un ingenioso juego de imágenes, intentó resaltar el parecido físico entre el obispo difunto y el glorioso comandante Che Guevara. […] “El Ché cristiano”.  La derecha empezó a tildar al mártir como el obispo rojo e invitaban a la feligresía a destruir sus estampitas. […] [Courtoisie, 2001, pp. 46-48]

 

La mayor parte de los personajes que aparecen en el libro se nos antojan soportes en función de la narración. Su falta de densidad convierte la violencia que sufren en un instrumento retórico al servicio del espectáculo irónico que el autor despliega, al estilo de un Quentin Tarantino, y la neobarroca omnipresencia de la muerte- 25 muertos entre las páginas 11 a la 44- la amplia mayoría de los personajes mueren o acaban muriendo años después, siendo muchas de sus muertes descritas en su grotesca ridiculez, despierta acaso esa sonrisa seria que se congela en el rostro, que en ocasiones deviene en lo dramático, pues debajo de todo el espectáculo que nos resulta risible por la gratuidad de sus excesos, encontramos la huella de una realidad que supera la ficción y resulta con frecuencia más sórdida:

 

 

- Me pasé, mi general – informó el coronel de infantería Pedro Saldías a su superior inmediato.

- ¿Cómo que se pasó?

Saldías titubeó, pensó un momento, enseguida respondió, parándose firme, cuadrándose:

- Sí. Me pasé, señor. Me pasé con el rigor de las preguntas.

El general estaba sentado en el escritorio. Revisaba unos papeles. Sin levantar la vista preguntó:

- ¿Son muchos?

- No, no son muchos...

- Menos mal. ¿Cuántos son?

- Por ahora tres...

- ¿Cómo que por ahora tres? ¿Ni siquiera está seguro de cuántos son?

El coronel Saldías parpadeó

- Es que hay cinco más que están graves, uno casi no puede respirar. […] a los que todavía respiran se les inyectó morfina, para que aguanten.

- ¿Y los otros?

- Están un poco maltrechos. [Courtoisie, 2001, pp. 84-85]

 

El coronel Pedro Saldías,  protagoniza una de las tramas de secuencias más amplias del texto, el jefe de Interrogatorios en Pando. Su historia arranca desde el presente, su contestador automático recibe las llamadas amenazadoras de las víctimas, familiares o amigos de quienes asesinó, viaja al pasado en la siguiente escena,  ante el general, que lo felicita por su idea de utilizar a los cadáveres de los subversivos como abono para los árboles que estaba plantando en el cuartel el Cuerpo de Ingenieros:

 

- Muy bien Saldías excelente idea. ¿Ve como usted es un hombre capaz? Por algo lo recomendé para una promoción. Y se la van a otorgar, Saldías, no tenga dudas. El Estado Mayor sabe cómo premiar a su mejor personal. Lo felicito. […]Siéntese, coronel […]

[…] Al poner su cuerpo en la silla evitó apoyar la espalda. Permaneció unos segundos algo inclinado hacia adelante, apenas unos milímetros, doblado a causa de la fatiga de torturar. […]

- ¿Y cómo lo va a enterrar? Me refiero al abono...

- Voy a dar orden de ponerlos paraditos. [Courtoisie, 2001, pp. 88-89]

 

Su historia da un salto de nuevo al futuro, cuando el coronel Saldías viaja con su esposa e hijos a Nueva York y asesina, en el lavabo del ferry que los iba a llevar a Battery Park, a Ballantine- se llamaba como el whisky, inserta el narrador- el agente de la CIA que supervisaba los interrogatorios. Y más adelante asistimos a una escena en que Saldías sufre un infarto, acalorado, persiguiendo a su gato por la selva del living, de nombre Che Guevara, que casi acaba con él. Finalmente, la historia se prolonga en el romance de Ana Saldías, su hija, con el hijo de un guerrillero asesinado.

 

Apelando al tango de Gardel, Courtoisie reflexiona acerca de la destrucción de los mitos, de las identidades que polarizaban a los sujetos, sediciosos y milicos, todos son caras extrañas responsables del miedo, de la traumática transformación en las conciencias. Quizás la propia posmodernidad pueda sin embargo ver en un futuro (tal vez lejano) el deseo del autor cumplido: que las fronteras se hayan debilitado definitivamente para que la hija de un torturador y el hijo de una revolucionaria terminen casados y tengan un niño, aunque bajo esta idea lata el recurso a lo telenovelesco, a lo excesivamente ridículo.

 

La apelación al discurso de lo telenovelesco es literal en otra historia similar, la de Marcela Salinas, hija de Simón Salinas, operado de riñón el día en que los Tapurí- la operación no tiene desperdicio- tomaron la ciudad de Salvo y Jorge, hijo del cirujano y de Maruja Silva, que en secreto había entrado en la revolución y se había convertido en guerrillera. Nótese cómo en el fragmento citado las palabras utópica e idealista suenan como piedras lejanas, como objetos antiguos:

 

-          Mi padre se salvó por milagro- le contó a Jorge Marcela- Sufría de una insuficiencia renal. Le hicieron un transplante la misma tarde en que los Tapurí tomaron la ciudad, en medio de la batalla cuerpo a cuerpo y bajo el fuego del bombardeo. Papá siempre me lo contaba. Después nací yo.

-          Mi madre murió ese mismo día- relató Jorge-, era una idealista. Una utópica. Escribía poemas.

-          Mi padre jamás escribió una letra. Era empresario. Odiaba la literatura y cualquier cosa que se le pareciera...

-          ¿Sí? ¿Cómo se llamaba?

-          Se llamaba Simón Salinas.

-          No puede ser. Es el mismo que operó mi padre ese día. […]

-          ¿De quién sería el riñón de tu padre?

-          Quién sabe..., hay que preguntarle a tu padre, el cirujano.

-          Mi padre murió hace tiempo.

-          Entonces es un misterio.

-          Sí, es un misterio- dijo Jorge y le desprendió la blusa a Marcela, le soltó el pelo castaño y los pechos.

-          Es un misterio- suspiró Marcela, buena.

Otra vez la telenovela. Primer plano: Se besan. El hijo de la guerrillera muerta y la hija de un riñón ajeno [Courtoisie, 2001, pp. 107-108].

 

Queda en el aire flotando la pregunta de si es posible restañar las heridas, más allá del olvido, queda expresado un deseo de reconciliación en términos de folletín televisivo, al que se superpone el Courtoisie más lírico, un deseo abierto que no es más que eso:

 

Ana Saldías, hija del coronel torturador Pedro Saldías y Luis Antonio Aldao, hijo de un guerrillero muerto a los veinticuatro años durante la toma de Salvo, se besaron. Se besaron. La telenovela otra vez. ¿Pueden besarse las piedras? ¿Acaso se besa el movimiento del agua? ¿Se besan las paredes de las casas? ¿Puede besarse el hierro de los clavos? Quién sabe. Lo cierto es que Luis Antonio Aldao y Ana Saldías se besan en la boca, se tocan la lengua, se lamen, se mojan el caracol de la saliva, la jirafa, el ciervo, la vaca, el corazón violentamente [Courtoisie, 2001, p. 110].

 

Pero, a la inversa, también se halla presente en la novela el extremo opuesto de la paradoja, esa confusión de las identidades, a través de las generaciones y del tiempo, ¿habrá querido decir que todo ha sido inútil? ¿Qué no hay alternativa, ni revolución, ni victoria? De nuevo las palabras han perdido significado:

 

No se puede explicar la revolución. ¿Cómo decirlo? Es un pez. Cuando se quiere decir, resbala. Es una palabra. ¿Qué significa? Nadie entiende las palabras. ¿Qué son? […] ¿de qué están hechas las palabras? Nadie lo sabe. […] En el siglo pasado, en el siglo XX, se hablaba de revolución. Siglos antes, Delacroix pintó un cuadro. Se llamaba La libertad guiando al pueblo. Aparece una mujer altiva con un seno descubierto. Es una mujer. La Revolución francesa necesitó la guillotina. Ahí, además de María Antonieta, perdieron la cabeza los ideólogos del movimiento. En el cuadro de Delacroix la certeza es el seno desnudo de la mujer. La guillotina cortó cabezas. Delacroix pintó una teta. ¿Es un concepto? Los conceptos no tienen sexo. La modelo de Delacroix fue una mujer que vivía en París [Courtoisie, 2001, pp. 150-151].

 

En determinados pasajes de la novela el narrador omnisciente que nos narra el espectáculo con frases cortas y mezcla el lenguaje violento y sucio con fragmentos de un fuerte lirismo, en los que se superpone un yo intimista, la figura de un niño de unos diez años, edad con la que el autor propio autor asistió a esos hechos, que aleja la novela del paradigma del género histórico y descenderá al territorio de la confesión poética. Es este narrador quien se preguntará años después por el significado de las palabras:

 

¿Qué significa victoria?... Una cáscara de invierno.

La victoria no existe, existe la alegría y el deseo. La victoria no existe, existen los lugares visitados.

La victoria no existe, existe la respiración y el pulso. La victoria no existe, existen los hijos y nietos […] existen los besos […] existen los cuerpos […] Por eso, entre todas las palabras que empiezan por v, la victoria es un conjunto de sonidos raros [Courtoisie, 2001, pp. 183-184].

 

Lo fantástico en Courtoisie tiene que ver así con lo lúdico. El verosímil del texto construye un pacto con el lector que remeda el género del videoclip, o el de programas construidos a modo de pastiche a partir de fragmentos enlatados. En la novela caben fragmentos ajenos por completo al hilo narrativo, digresiones líricas, lúdicas, a menudo asociaciones de ideas sobre la composición de las palabras, chistes, citas literales de canciones populares, de tango, juegos de palabras, incluso el autor en primera persona irrumpe en un diálogo con sus posibles lectores, puede leerse en  el capítulo XIII y en el XXIII, En un bosque de la china [Courtoisie, 2001, p. 113] y Replay: bosque, China, etc:

 

Me pongo en los zapatos de un militar honrado, sobre sus suelas clavadas y pienso: No soy malo. ¿Por qué me echan la culpa a mí? Me pongo en el lugar de un milico y no me gusta que me manden a la puta que me parió. No, no me gusta. Algunos son buenos, honrados, cariñosos con sus hijos. A ellos, y a sus hijos, les pido que sonrían al escuchar esta canción: En un bosque de la China, un milico se perdió, ojalá se pierdan todos la puta que los parió. […] Los bosques de la China están llenos de honesta sabiduría, no es malo o del todo desafortunado extraviarse en ellos. Los bosques de la China están repletos de altos tallos de bambú, de modo que si un milico se pierde en ellos tendrá la dicha de conocer la voz del silencio.

No cierre el libro [Courtoisie, 2001, p. 174].

 

 Toda la novela a través de la narración distanciada irónica, televisiva, apela al entretenimiento, a lo lúdico, en ocasiones a una risa más o menos abierta, para encontrar al término de ella la sensación de que lo real, a pesar del espectáculo, ha estado siempre delante de los ojos, y a veces es necesario desenfocar, aplicar una óptica que ponga en evidencia los aspectos grotescos de lo real, para devolver el efecto de realidad a la cotidianidad y la historia silenciada, para evidenciar la única verdad que queda cuando se hacen añicos las palabras. Lo fantástico en un contexto en el que una parte vital de nuestra cotidianidad la componen espacios virtuales como la televisión o el ciberespacio, es una nueva forma de hacer realismo. La posmodernidad tiene este valor ambiguo, la constatación del fin de las utopías, de indefensión ante las caras extrañas que seguirán llegando a pesar del fin de la Historia, la intemperie [Achugar, 1994] de saber que no existe la protección de las grandes ideas, pero también la apertura a la posibilidad de una reconciliación con lo humano, con su miseria y su contradicción, que los metarrelatos, incluido el de la Revolución, habían marginado, con la intrahistoria fractal de los sujetos individuales, una oportunidad –quizás- final para el diálogo.  Más allá de los juicios de valor literario sobre la obra- algunos partidarios de la ficción histórica criticarían en la novela el que recree las imágenes superficiales del conflicto sin una indagación en las causas históricas, pero ése no parece ser, por otro lado, en ningún momento su objetivo- quizás esta lectura ambivalente, incómoda, del vacío de sentido de los hechos históricos, más aún, de los relatos construidos a partir de los hechos por ambos bandos, milicos y subversivos, sea dolorosa para los apocalípticos del Nuevo Milenio. Existe no obstante en la novela un pesimismo melancólico del fin que nunca cede al sentimentalismo. Pero resultan interesantes las implicaciones filosóficas que suscita y la reflexión sobre la percepción de lo real y el olvido de los acontecimientos que el lector puede construir en su lectura, la vaga formulación de un reto para la sociedad uruguaya y el deseo de que, ahora sí, se lleve a cabo. Caras extrañas, además, nos parece que cobra para lectores ajenos a los hechos a que alude un sentido distinto, convirtiéndose en una alegoría de las transformaciones en la sensibilidad del hombre en la posmodernidad: Uruguay en 1969 es una pieza intercambiable con el resto de piezas fragmentadas del mundo, por eso, el final junto a la Piazza Navona, donde la fuente de los Cuatro Ríos, alegoría de un mundo globalizado. En los cuatro puntos cardinales, el tango, tan rioplatense como universal, se repite:

 

Yo sé que ahora vendrán caras extrañas / con su limosna de alivio a mi tormento / todo es mentira, mentira este lamento / hoy está solo mi corazón.  [Courtoisie, 2001, p. 142]

 

 

Bibliografía:

 

Achugar, Hugo, La biblioteca en ruinas: reflexiones culturales desde la periferia, Montevideo, Trilce, 1994.

 

Aínsa, Fernando, Del canon a la periferia, encuentros y transgresiones en la literatura uruguaya, Montevideo, Trilce, 2002.

 

Aínsa, Fernando, Narrativa hispanoamericana del Siglo XX: del espacio vivido al espacio del texto, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2003.

 

Andatch, Fernando, Signos reales del Uruguay imaginario, Montevideo, Trilce, 1992.

 

Baudrillard, Jean, El otro por sí mismo, Barcelona, Anagrama, 1988

 

Baudrillard, Jean, La ilusión del fin, Barcelona, Anagrama, 1993

 

Brunner, José Joaquín, América Latina en la encrucijada de la modernidad, Santiago de Chile, FLACSO, 1992

 

Castillo, Jorge Luis, “Pierre Menard and the school of the skeptics”, Hispanic Review, vol. 71, Nº 3, Summer 2003, pp. 415-428

 

Ceserani, Remo, Lo fantástico, Madrid, Visor, 1999.

 

Colás, Santiago, Postmodernity in Latin America, the Argentine Paradigm, Durham (N.C.), Duke U.P., 1994

 

Courtoisie, Rafael, Caras extrañas, Madrid, Lengua de trapo, 2001.

 

De Toro, Alfonso, “Postmodernidad y Latinoamérica (con un modelo para la narrativa postmoderna)”, en Iberoamericana, nº 155-157, 1991, pp. 441-469.

 

Dussel, Enrique, “Eurocentrism and Modernity”, en J. Beverley, J. Oviedo y M. Aronna; The

Postmodernism Debate in Latin América, Durham (N.C.), Duke University Press, 1995, pp. 65-76.

 

Eco, U., Apostillas a “El nombre de la rosa”, Barcelona, Lumen, 1984

Habermas, “La modernidad: un proyecto incompleto”, en Hal Foster, La posmodernidad, Barcelona, Kairós, 1985, pp.  19-36

 

Hopenhayn, Martín, Ni apocalípticos ni integrados, aventuras de la modernidad en América Latina, Santiago de Chile-México DF., FCE, 1994.

 

Hutcheon, Linda, A poetics of postmodernism, London-New York, Routledge, 1988.

 

Huyssen, Andreas,  “Cartografía del posmodernismo”, en J. Picó, Modernidad y postmodernidad, Madrid, Alianza, 1988.

 

Jameson, Fredric, "Capitalismo y sociedad de consumo", en La posmodernidad, Foster, Hal, ed., La posmodernidad, Barcelona, Kairós, 1985, pp. 165-186

 

Jameson, Fredric, Posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado, Barcelona, Paidós, 1991 [1984]

 

Jauss, Hans Robert, Las transformaciones de lo moderno, Madrid, Machado Libros- Balsa de la Medusa, 1995.

 

Lipovetski, Gilles, La era del vacío, Barcelona, Anagrama, 1986

 

Mignolo, Walter, Historias locales/diseños globales: colonialidad, conocimientos subalternos y pensamiento fronterizo, Madrid, Akal, 2003.

 

Pollmann, Leo, “Una estética más allá del ser: Ema, la cautiva de César Aira”, en Spiller, R., comp., La novela argentina de los años 80, Frankfurt am Main, Vervuert, 1991,  pp. 177-194.

 

Richard, Nelly, “Periferias culturales y descentramientos posmodernos”, Punto de Vista, Vol 14, Nº 40, pp. 5-6.

 

Richard, Nelly, La estratificación de los márgenes, Santiago de Chile, Francisco Zegers Editor, 1989.

 

Risco, Antón, Literatura fantástica de Lengua Española, Madrid, Taurus, 1987.

 

Shaw, Donald, Nueva narrativa hispanoamericana: boom, postboom, posmodernismo, Madrid, Cátedra, 1999.

 

Todorov, Tzvetan, Introducción a la literatura fantástica, Buenos Aires, Tiempo Contemporáneo, 1972.

 

Vattimo, “La posmodernidad: ¿una sociedad transparente?”,  en AAVV, En torno a la posmodernidad, Barcelona, Anthropos, 1999.  

 

Vattimo, El fin de la modernidad: nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna, Barcelona, Gedisa, 1987

 

Verani, Hugo, De la vanguardia a la posmodernidad, Montevideo, Trilce, 1996.

 

Zavala, Iris M., La posmodernidad y Mijail Bajtín, Madrid, Espasa Calpe, 1991

 



[1] Jameson, Fredric, "Capitalismo y sociedad de consumo", en La posmodernidad, Foster, Hal, ed., La posmodernidad, Barcelona, Kairós, 2002, pp. 185-186

[2] Del mismo modo Brunner demuestra cómo muchos de los conflictos sociales y violencias represoras en el seno de los estados-nación de Latinoamérica, que muchos han señalado como producto del conflicto de los proyectos modernizadores con las fuerzas primitivas o premodernas presentes en sus sociedades, son en realidad violencias y conflictos plenamente modernos.  Brunner, J.J., América Latina en la encrucijada de la Modernidad, Santiago de Chile, FLACSO, 1992

[3] Efectivamente en prácticamente la totalidad de las novelas airianas el personaje protagonista o el narrador proponen absurdos intentos de verosimilización de lo fantástico, pero también de lo inverosímil o lo grotesco, que son incluso más fantásticos aún. En muchas de ellas la solución será optar por la paradoja, el mantenimiento o la convergencia de los dos sentidos o explicaciones a la vez. [Sobre este asunto me remito a otro trabajo Una lectura de la posmodernidad en la narrativa de César Aira, trabajo de investigación para la obtención del Diploma de Estudios Avanzados, en el programa de Estudios superiores de Literatura Española, Universidad de Granada, defendido el 7 de octubre de 2004]

[4] Entrevista realizada en Montevideo, 8- I- 04, (en prensa).

[5] Para las citas de la novela utilizaremos la edición Courtoisie, Rafael, Caras extrañas, Madrid, Lengua de Trapo, 2001, p. 30.

‹‹‹‹ ÍNDICE

 

Hosted by www.Geocities.ws

1