‹‹‹‹ ÍNDICE

El silenciero. Dos imágenes de familia y una novela

Mancini, Adriana
UBA

 

 

“Es dificil vivir”

Albert Camus  (Entre Sí y No)

 

El personaje de la novela El silenciero de Antonio Di Benedetto, es un hombre joven, obsesionado por ruidos. 

Ruidos que él clasifica en “ruidos benignos”, los ruidos familiares que resultan de la vida doméstica  y los ruidos “malignos”; los que provienen de un mundo exterior que lo enajena con su agresión sonora y que lo impulsa a buscar un mundo mudo. A buscar, dice Jimena Néspolo en su estudio sobre Di Benedetto “el núcleo de la inmovilidad, ese absoluto silencio que linda con la muerte”.

Estas dos categorías de ruidos, los benignos y los malignos, se corresponden respectivamente con dos espacios en el texto, un adentro y un afuera, en principio bien definidos.

Dice el narrador al comienzo del texto: 

Cito

“La vereda de mi casa marca el límite del recelo: más allá pueden encontrarse planteadas las condiciones definitivas para una lucha .

Adentro sólo está mi madre y los benignos ruidos domésticos” Fin de cita

Sin embargo,....sabemos...., el devenir de la novela desmorona ese límite y los ruidos del afuera avanzarán y contaminarán ese “adentro” acogedor.  Entonces,  la familia se verá obligada a itinerar por la ciudad, de casa en casa, de pensión en pensión, en busca de un techo protector para este personaje sin nombre de la novela de Di Benedetto.

Quiero subrayar que este personaje que obliga a su familia a itinerar por la ciudad, acosado por los ruidos, es, además, el narrador de la novela. Una primera persona que recurre al tiempo presente para armar su relato. Y que, a su vez, se presenta a sí mismo como un escritor que está escribiendo su primer novela. “Un libro sobre el desamparo” aclara (p32) cuyo título sería precisamente El techo.

Voy a retomar este punto, pero quiero adelantar con respecto a la relación del personaje con los ruidos malignos, que este “silenciero” pareciera no estar dispuesto a dejar de someterse a ellos. No admite la posibilidad de que los ruidos dejen de perturbarlo; muy por el contrario. Al comienzo de la novela después de reconocer haber tenido una reacción agresiva contra un tío que le había  sugerido la posibilidad de que el ruido molesto que lo perturbaba en ese momento desapareciera dice   

cito y subrayo

“no acato la posibilidad de que el ruido de repente se apague y no regrese, me encarnizo en la suposición de que el problema se ha posesionado del futuro y ya nunca nos dará un respiro” (p18)

Esta decisión de someterse marca, si se quiere, un destino. Del personaje y también de la novela y de alguna manera señala en ambos casos la Muerte, un punto de cruce entre el personaje y su escritura.

Dijimos que también están los  “ruidos benignos”. Son aquellos que al personaje no parecen perturbar:

-         la música que elige escuchar su madre,

-         el llanto de su hijo,

-         o el tarareo de Nina, su mujer. Que el define como “un canto bajito que apenas se le oye” (33) y que lejos de molestarlo ese canto le arma una imagen la de “una muchacha loca que se hamaca con una muñeca en brazos y le canta” (93) que además de ser muy poética se enlaza con la locura.

En el presente en el que el personaje inicia su relato, al comenzar la novela, él vive con su madre. “esta pequeña familia que hacemos ella y yo”, dice (87)

En el final,  su relato diseña un espacio y un tiempo impreciso, que subraya su soledad.

El  relato y la novela terminan dejando al personaje tal como terminan los viejos en el límite de su existencia: sin un cuerpo que medie con el mundo.

Termina, desnudo y confuso.. Cito y subrayo : “con su cerebro machucado, como si estuviese al cabo de un abnegado espacio de creación” .

Entre ambas situaciones, entre los dos extremos, entre el principio y el fin de su historia y de la novela, hay una mujer muy joven, Nina, la muchacha que canta, y que va siendo sucesivamente, amiga, novia, esposa solícita comprensiva y enamorada, con quien tiene un hijo.  La pareja y el hijo vivirán con la madre.

Y hay otra mujer, Leila.

Quisiera pensar las .....afinidades fugas y disidencias....... entre el personaje y las tres mujeres –madre, esposa y  esa otra mujer-   a  través de dos imágenes que aparecen en el texto, que a mi entender tienen mucho impacto, o a mi me lo provocaron . Y quiero pensar también estas relaciones del personaje con respecto a la escritura de su novela. 

Pero antes de entrar a este esquema familiar donde imperan las mujeres, voy  a detenerme un momento en el sistema de los afectos masculinos de este silenciero personaje

Hay o hubo un padre. Se menciona a un padre, que el personaje, dice firmemente “tuvo”:  “No tengo padre ahora; aunque tuve, claro” dice a quien será su mujer, Nina, en unos de los primeros encuentros, enrareciendo de algún modo el sentido de sus palabras.

Ese padre que “tuvo” está presente en el afuera y el adentro espacial que diseña la novela, y en ambos casos la presencia del padre ausente tiene relación con el ruido.

En el afuera, la ausencia paterna pareciera querer suplirse con la ley. El personaje, al principio, antes de entregarse a la locura,  busca protección en la ley, pretende que la ley lo defienda de la violencia a la que lo somete el mundo con sus ruidos.  Busca en el Código civil sus derechos, recurre a la policía en reiteradas ocasiones, consulta a alguno de sus antiguos profesores de abogacía....

Y en el “adentro” familiar, el padre estaría presente en dos instancias.  Se puede pensar que el piano que el padre solía tocar y lega a su mujer y a su hijo aunque ninguno sepa música y que acompaña la mesa familiar ....en silencio, Ese piano “que ahora está en el comedor y nunca suena “ dice el personaje, es sinecdoque del padre.

El piano permanece mudo en la casa y en algún momento la propuesta descarada y espontánea de Nina, de ir a la casa de este hombre joven que la atrae y tocar ese piano mudo aunque sea para hacer “un poco de ruido” indigna al personaje sustrayéndolo del diálogo cordial que mantenía hasta ese intante.

En esta escena, el texto avanza, se proyecta al futuro de la relación con Nina. El silenciero cierra esta escena muy fugaz del encuentro exhalando un “Pobrecita Nina” que anticipa de alguna manera el padecer de esta mujer durante su matrimonio con él..

Pero hay otra instancia en la que aparece la imagen paterna, que sutura el espacio de ese padre que el silenciero tuvo y “ahora no” y es la biblioteca.

Y si tanto la ley como el piano en algún momento lo abandonan, -sabemos que el silenciero termina en una especie de presidio. Y el piano también lo abandona, porque de tanto mudar de pensión en pensión comienza a deteriorarse, y entonces piano y madre se niegan a seguirlo quedando ambos  en casa de un tío,  el piano “callado como siempre” manteniendo su “discreta integridad” y a “cuidado de futuros riesgos” ..

Puede pensarse, entonces,  que la figura de ese padre ahora ausente persiste en esas novelas legadas que ocupan en silencio la estantería que respalda su cama y que lo incitan a la escritura.

Cito: (la cita es extensa, pero central)

“El sol de la pequeña tarde  lame mi ventana. Atrás NO HAY RUIDO. Como alto respaldo de la cama está la librería de novelas heredadas de mi padre y las novelas por mí elegidas, y yo acato su contagio: quizás este es el día señalado para empezar mi libro.

Lo tengo casi todo en la cabeza.. Nada más me falta que elegir la punta: qué digo primero, con qué empiezo.

Sentado al escritorio, lo medito,  y esas criaturas que he pensado ya hacen lo que deben para vivir el drama prefijado. Le he dicho que anden, y andan. Me maravillo de la magia de mi pensamiento.

Reclino la cabeza y me adomezco. Soy dichoso y tengo merecido este descanso.

La hora del té. No en mi libro, en casa.

Acudo a la convocatoria de su  aroma. Calculo que escribiré luego, hasta la cena  ” .

Fin de la cita

Inmediatamente después de esta escena que encuentra al personaje en un momento de paz y plenitud, aparece mentado otro personaje Besarión , que funcionaría como un doble en el texto, la crítica se ha detenido en él. Sólo leeré las líneas que completan la cita anterior y cierran esta escena, vuelvo a citar

“Mientras la media tarde circula sosegada, con su infusión caliente y pastas dulces, me duplico: converso de algo con mi madre y en mi laberinto interno está rotando la nuez del misterio que se hace Besarión

Es decir, El misterio se hace Besarión, su otro yo lo devuelve al mundo inquietante que lo expulsa de la escena familiar. y finalmente el personaje cierra la escena abruptamente. (como si concluyera un cuadro)  diciendo “Después no escribo. Me dejo estar y me disperso.” 45

clausurando además la  línea de fuga encontrada en la escritura y el esfímero bienestar en una escena familiar que imprime uno de los escasos momentos de sosiego al relato.

Hay un hijo, un pequeño niño en el vientre y en el regazo de su madre. Nina.

El silenciero no tiene relación explícita ni contacto con su hijo.. Sabemos que el llanto de su hijo no lo perturba pero sabemos que alguna vez los niños le causaron una “herida” con su bullicio callejero y la consecuente reacción violenta contra ellos que llevó a él y a su familia abandonar la pensión en la que vivían.

“Yo tenía de los niños una herida. Una herida real” 115 recuerda el silenciero cuando narra una escena en que la que le sugiere a su mujer tener un hijo.

Propuesta que su mujer rechaza brutalmente y con ironía

“-Sí, un niño nuestro.-dice Nina- Un niño que ocupe el lugar del piano en los camiones de mudanza” (acá también podríamos detenernos y pensar la relación  que hace la mujer : piano-niño o sea -padre del personaje - niño, según nuestra lectura. Pero nace un niño

Casarse y tener un hijo se plantean como líneas de fuga, como tablas de salvación que desplacen la congoja del padecer cotidiano, intentos frustrados de este personaje por lograr una existencia serena, desplazar lo dificil de la vida con hechos convencionales, socialmente cristalizados que él supone simples de sostener  condenando a  quien lo acompaña.

“Me casaré con Nina, dice, Es lo más fácil, sí, mucho más fácil que todo lo demás” (Un puede preguntarse ¿Qué sería  lo demás???? El laberinto interior, el misterio que hace Besarión, su personalidad esquizoide????

El hijo me lleva a las imágenes que quiero subrayar en la novela. Y hago la siguiente analogía:.

para Barthes, toda fotografía tiene un punctum, un detalle, que saca fuera de campo al que mira la foto.  Pienso: si yo tomo la novela, como si fuera una fotografía, hay dos imágenes que me sacan de campo en la novela. Serían el punctum barthesiano de esta historia y de algún modo son las que me llevaron a esta lectura que tiene como eje las relaciones familiares

Las dos imágenes se dan en el siguiente contexto: el personaje recuerda palabra por palabra un diálogo con Besarión en el cual queda claro que él está enloqueciendo. Lo último que recuerda es una frase de B.  “Su aventura (con los ruidos) es metafísica...Ud. la teje, sobre todo en la cabeza, con elementos sutiles, a partir de nada”

E inmediatamente el silenciero prepara un simulacro de atentado en el baño de su casa, una explosión casera en el lavatorio. Y en el ir y venir de los preparativos –fluido,  un perilla de goma, una mecha, fósforos...dice: 

“Paso por la cocina. Mi madre teje. Nina nutre al niño. Subo al cuarto de baño”

La imagen que suscita “Mi madre teje. Nina nutre al niño”. Queda atrapada,  inmóvil, como si estuviera suspendida en un tiempo eterno que se recorta sobre el tiempo vertiginoso, alienado del personaje Paso – Subo.

Uno puede pensar que:

Mi madre teje. Nina nutre al niño es una imagen duplicada de “La piedad”

La entrega maternal en el devenir temporal. Porque cada una de las dos imágenes señala a la otra un tiempo otro. El que fue y el que será en toda relación materno filial. Tal vez  único afecto incondicional,  si hay algún amor que lo sea.

La piedad, entonces está en Nina nutre al niño:  Nina tierna solícita ofrece su ser, aplaca al niño mediante sacrificios.

La piedad está en Mi madre teje: la madre repara, compensa una pérdida;  la de su niño

(recordamos que ofrecer su ser, aplacar mediante sacrificios, reparar, compensar una pérdida son acepciones de pio, el verbo latino del que deriva la palabra piedad )

El tejido en las manos de su madre, es metáfora y metonimia del personaje, el hijo; pero también es la tenacidad paciente con que la madre sostiene resignada al personaje en su progresiva alienación;  es, además, el hilo de la trama de esta novela, Y es la súplica final de la madre:  El “¡Si te defendieras!” cuando este silenciero decide callar frente al dedo acusador de la justicia. (184)  Nina cansada para ese entonces ya lo ha abandonado. (183).

La segunda imagen es correlativa a ésta

El personaje ha completado la combustión , una explosión alerta a su familia –es decir, deshace la imagen piadosa - y una llamarada que brota del lavatorio quema su rostro. 

Cito

“Permanezco ante el espejo, recuperando mi imagen, que en un momento estuvo acuosa o vaporosa.

Por el espejo veo el miedo y la ansiedad de Nina y de mi madre , que irrumpen a salvarme. No hay de qué, ya puedo decirlo.” 176 (Ya no hay de qué salvarlo )

El personaje es conciente de que no tiene salvación.  Está condenado.

Su cara ha desaparecido en el espejo. Madre y esposa enmarcan la imagen de ese vacío  –acuoso vaporoso- que señala la ausencia de ese hijo-hombre amado.

Parafraseando a Barthes, podemos decir que estas imágenes que hemos recortado del texto crean los cuerpos que representan, los cuerpos piadosos de estas dos mujeres de El silenciero- o  mortifican el cuerpo, en el caso del cuerpo –sin salvación- del personaje.

Y podemos ahora entrar en el último punto de esta lectura, la novela.

Fuimos señalando las relaciones del personaje con la escritura de su novela , El techo, “Mi libro sobre el desamparo se llamará El techo” dice el personaje. Y junto a la decisión de ser escritor está presente Leila, esa “otra mujer”, que aparece asociada a su deseo de ser escritor, a su necesidad de escribir para ser amado....Hay mención explicita en el texto sobre esto y además es un tópico por lo menos del discurso de los escritores.

Leila, es una jovencita amiga de Nina de quien el silenciero está enamorado. Un amor que se desviará hacia el afecto de Nina, o mejor, Leila es una pasión que protege su existir precisamente porque se cubre con el amor socialmente domesticado, bondadoso, solícito que Nina le depara.

Pero esta mujer se esfuma en la novela de Di Benedetto Y su evanescencia coincide con el abandono de la escritura

“El domingo se está apagando sin Leila. Me descuido de Leila, de mi libro..... (74)  dice el personaje

Hay marcas que señalan la dilación o el abandono de la escritura. De alguna manera señalan la distancia entre la idea y su escritura. Y en este punto se podría pensar en cierta relación entre este personaje y el viejo del cuento “Falta de vocación” de Di Benedetto, aquel viejo que de pronto descubre que puede escribir relatos maravillosos que le salen naturalmente. Pero en un momento dado abandona su incipiente tarea de escritor porque descubre el riesgo que conlleva, descubre el peligro de ser escritor ... Tiene la sensación que “una mano más fuerte, la propia, lo aprieta, le captura el corazón”. Delira ve visiones (como el silenciero con sus ruidos) sueña , tiene pesadillas ....hasta que concluye que cuando se supera “el tormento que es inventar”, a “la imaginación se le ha puesto tan fácil que trabaja sola y empieza a soltar monstruos”

 

Esta reflexión del viejo de “Falta de vocación”  asustado con la idea de hacerse escritor, coincide con un comentario del personaje de El silenciero con respecto a su proyecto de novela...

Cito al silenciero: “Me puse a construir párrafos de El techo y decidí que había llegado el tiempo de escribirlo. Me propuse la tarea para el día, la noche siguiente, el domingo, el feriado cercano...No sé. Entretanto dije para mí las primeras frases netas, y su ajste a mi esperanza era perfecto. Verdaderamente demoré en darme al libro y después ya tuve que aplicar la cabeza a la búsqueda de recursos para azuzar el desalojo por las grietas

(podemos volver a traer aquí la cita que define la soledad e indefensión en las que el relato, su relato, deja al personaje “con el cerebro machucado, como si estuviese al cabo de un abnegado espacio de creación” según sus propias palabras.

Pero la novela de Di Benedetto, El silenciero, se pliega y repliega sobre sí.

Por un lado, su  personaje, como Sherezad, con su relato en primera persona y en tiempo presente, al hacer avanzar la ficción precipita su muerte.. o su condena buscando el silencio absoluto que linda con la Muerte (como señala Jimena.N.).

En este sentido, avanzando un poco más, podemos pensar que la obstinada entrega del personaje a su destino de locura y muerte (vimos al comienzo de este trabajo cómo el personaje desestima  la posibilidad de que los ruidos que lo atormentan cesen) es el eslabón que une al personaje con su escritura. Recordemos que Barthes, precisamente en  “La escritura de la novela” dice:  “La novela es una Muerte: transforma la vida en destino, el recuerdo en acto útil y la duración en un tiempo dirigido y significativo”.

 

 Pero, a su vez,  el personaje en su rol de escritor y, fundamentalmente, con respecto a la creación de sus propios personajes, se filtra en el relato en primera persona confundiendo los límites entre la novela de  Di Benedetto y la novela El techo, que es la novela que el personaje promete:

Cito:

“Si el altoparlante reincide, me vestiré e iré a denunciarlo al puesto policial. No importa que de este modo malogre, en mi mente, las defensas del personaje que estudio para mi novela. Sé que mi experiencia le da vida y si la limito él se desvanece; pero soy el autor del libro y no el que hará el incendio...”

Recordamos que al personaje de la novela de Di Benedetto lo detienen por un incendio que provoca en un lugar impreciso de una ciudad que se tornó fantasmal....

Pero, a su vez, esta cita nos remite a una declaración de Antonio Di Benedetto, y con esto armamos un sistema, de relaciones, con afinidades y fugas, entre el autor, la escritura  y sus personajes 

Dice Di Benedetto en un reportaje de Ricardo Zelarayán de fines de mayo de 1975, publicado a modo de prólogo en una edición de Cuentos claros  

 “Yo tengo que escribir tal  novela para la que ya he construido un meollo que me nació de adentro, porque es mi falla. Entonces lo que a mi me falla le falla a la humanidad y yo tengo que corregirla de modo ideal escribiendo una novela. (esto tintinea a Besarión, al misterio Besarion)

Ahí está la cosa: el salvador, el creador, el omnipotente a través de las palabras. Luego un ser desdichado que tiene que luchar contra la palabraa para encontrar siquiera un rasgo de perfeccionismo, aunque sea un adjetivo, un más allá ..[...] El autor se sabe centro y representación de un universo en el que está incluido....lo que estoy haciendo es configurar un pasado o un presente o un futuro donde yo tenga un acto de presencia  o pueda hacer tal o cual cosa para asumir otra vida, ya que mi vida es tan mezquina como esta que tengo y nada más...”

Y dando una voltereta más a los avatares de estas relaciones conflictivas entre autor novela  personajes y escritura, Di Benedetto advierte a su entrevistador:

Ud no debe tomar al pie de la letra todo lo que le he susurrado, aunque me haya confiado en primera persona. Reniego haber hablado de mí, o no abjuro, simplemente le aclaro lo que puede suscitar confusiones de identidad, no soy el que dije y narró, sino, modestamente, el personaje de una novela no escrita de la que soy protagonista .”(Prólogo a Cuentos claros, edición Adriana Hidalgo).

Di Benedetto en este párrafo define al personaje de su novela, El silenciero, que también es el personaje de una novela no escrita El techo de la que es protagonista.

‹‹‹‹ ÍNDICE

 

Hosted by www.Geocities.ws

1