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Crítica: sobre prohibición y placer/‘el vicio impune’ y ‘la tentación funesta’ ” [1]

Luongo Morales, Gilda
Universidad de Chile

 

“a la vez objeto y mirada sobre este objeto, palabra y  palabra de esta palabra, literatura-objeto y meta-literatura.”

Roland Barthes

“Literatura y Metalenguaje”

 

Sobre el lenguaje crítico

La noción de crítica elaborada por Barthes  nos posibilita hacer la siguiente reflexión: se puede considerar dicho ejercicio escritural como una deformación en lenguaje de una forma primaria. Esta afirmación cobra una densidad particular cuando intentamos rastrear, desde la perspectiva de género, en esta anamorfosis los sentidos que se articulan  y que determinan el modo en que un  lenguaje primero es puesto a circular por la crítica en los diversos contextos o campos literarios. Barthes señala:

“Si el crítico está llamado a decir algo (y no cualquier cosa) es que concede a la palabra (la del autor y la suya) una función significante y que en consecuencia la anamorfosis que imprime a la obra ( y a la que nadie en el mundo tiene poder de sustraerse) está guiada por las sujeciones formales del sentido: no se halla un sentido de cualquier modo ( en caso de duda inténtese hallarlo): la sanción del crítico no es el sentido de la obra, sino el sentido de lo que dice sobre ella”.[2]

Siguiendo esta  línea de reflexión la importancia de la producción de lenguaje crítico, que termina  situando a las producciones de escritoras  y su circulación en la primera mitad del siglo XX, nos parece fundamental a la hora de repensar los modos en que la literatura producida por mujeres intelectuales ha sido valorada, invisibilizada, estereotipada, travestida. En definitiva, clasificada por producciones de lenguaje que tienen directa relación no sólo con la crítica como institución sino con  posicionamientos de sujetos intersectados por visiones y construcciones de mundo y de cultura en tanto creadores de un determinado lenguaje. Asimismo el examen de la crítica entendida de este modo, nos permite abrir un espectro más diverso respecto de las condicionantes que han circunscrito la recepción y circulación de la producción de escritoras. Ello permite, asimismo, el diseño tentativo de parte de esa genealogía necesaria, que amerita ser construida,  para situar de manera más rigurosa la labor cultural  de mujeres intelectuales que han intervenido con ello el campo cultural latinoamericano.

Consideramos,  por otra parte, que dichas producciones de sentidos  develan al sujeto crítico experimentando y escenificándose desde su propio lenguaje. A la luz de la indagación bartheana, nos interesa complejizar la relación del crítico con su lenguaje. Este intento posibilita exponer asimismo cierta  subjetividad construida o escenificada  y permite  el acceso a los relieves que dicha construcción deja puesta en la escritura crítica sobre determinadas producciones literarias como también acerca de cuestiones extra literarias. Si el lenguaje es el sujeto, como expone Barthes,  necesitamos mirar en esa producción, consciente o inconsciente, para advertir los sentidos  de dicha subjetividad desplegados desde ella. Intentamos indagar en aquellas construcciones identitarias del sujeto crítico que lo posicionan no sólo desde el discurso crítico sino desde aquellos lenguajes pretendidos como formas escriturales otras, ambiguamente situadas en relación con la literatura entendida tradicionalmente. Nos referimos fundamentalmente a la producción de la formas del diario íntimo y de las memorias producidas por la figura del crítico chileno Alone[3].

Barthes señala,   en su intento por precisar el ejercicio de la crítica,   que la medida del discurso crítico es su “justeza” en tanto que puede no ser verdadero, pero sí requiere ser armónico como lo es una nota musical. Este lenguaje intermedio, entonces, requiere de una palabra justa y ella es posible dice el autor francés siempre y cuando la responsabilidad del “intérprete” hacia la obra se identifique con la responsabilidad del crítico hacia su propia palabra. En este sentido nos parece relevante aquel posicionamiento que se despliega desde el ejercicio crítico que examinamos, para situarse de manera expresa (des)vinculado con este tipo de discurso y por lo tanto indicador del modo de concebir reflexivamente, en el lenguaje crítico,  el espesor que dicha labor tiene en el contexto en que está situado[4].

Por último nos interesa tomar  la complejidad contenida en el ejercicio crítico cual es  la diada lectura/escritura con el propósito de situar (sitiar) las praxis críticas que hemos indagado y su posicionamiento respecto de este par semiótico. Según lo que Barthes expone  es necesario renunciar a  la siguiente ilusión: el crítico no puede sustituirse en nada al lector. Esta imposibilidad está, necesariamente, dada por la escritura. Siempre el crítico será un lector que escribe y por lo tanto encontrará en su camino un mediador temible: la escritura misma. Podemos partir de esta afirmación del teórico francés para señalar a la vez que no hay inocencia posible en la asunción del ejercicio de escritura crítica. Asimismo, ninguna gratuidad es posible en tanto la distancia que media entre la lectura y la escritura se instala como un requisito inapelable.

Barthes afirma otra diferencia entre un lector y un crítico:  

 

“en tanto que no sabemos cómo un lector habla a un libro, el crítico está obligado a tomar un “tono”, y ese tono, sumando y restando no puede ser sino afirmativo.[…]no puede sino recurrir siempre a una escritura plena, es decir, asertiva.[…] es irrisorio pretender esquivar el acto de institución que funda toda escritura.” [5]

 

De este modo nos interesa detectar en esta mirada indagativa respecto de cierta crítica, aquellos sentidos que develen en el lenguaje la asunción de esa plenitud que se reconoce como tal en tanto se la sitúa como acto comprometido que expone el salto de la lectura  a la escritura. En esta vertiente resulta central revisar lo que se instituye en la crítica toda vez que ella siendo escritura se levanta como institución.

Por otra parte, las elaboraciones hechas por el crítico francés en torno al deseo de lectura y escritura ofrecen una provocadora entrada para remirar cuánto hay de deseo silenciado u oculto en las elaboraciones críticas que nos ocupan. Según Barthes, la lectura crea una relación de deseo con la obra que no puede sino traducirse en querer ser la obra y por ende se sostiene en la negación de ser otra cosa que la obra misma. Por lo tanto, lo único que se puede crear desde la lectura es sólo un “pastiche”. En consecuencia,   lo que ocurre en el paso de la lectura a la escritura es el cambio de deseo: es ya no desear la obra sino su propio lenguaje. En esta mutación o transformación tiene sentido la resonancia que toma la forma de la indagación en relación con cuánto dice esta escritura crítica este deseo y si en ese reconocimiento se sitúa a la vez el deseo de lectura como otra faz de la escritura. Desde la sospecha pretendemos vincular ambos deseos con la constitución de la subjetividad en la producción de lenguaje crítico.

Al re-elaborar estas indagaciones bartheanas para inscribirlas respecto de una específica producción crítica a comienzos de siglo XX en América Latina, hacemos explícito nuestro interés de que a partir de estas lúcidas teorizaciones, nuestro trabajo metacrítico se pueda  plegar, en el entendido de realizar un nuevo pliegue,  desde esta presente escritura junto con su pretensión de generar otros sentidos que, en la sospecha,  se abren como provocación al lenguaje de antes y de ahora en tanto se desean deconstructores de gestos censuradores y de ocultamientos no siempre conscientes en la labor de la crítica como creación.

 

La crítica de Alone: deseo de lectura/escritura

Consideramos fundamental el hecho de que la crítica que nos ocupa, tanto en su producción como en su circulación,  se sitúa  en contextos de la temprana modernización en nuestro país. Podemos, por lo tanto,  advertir que en esta creación se exponen asimismo las valoraciones complejas que emergen respecto de la literatura y su vinculación con el entorno social cultural y político en sus oclusiones y silenciamientos. No es curioso entonces que Alone exponga su tendencia hacia las letras, hacia lo estético, en sus inicios,  como una especie de seducción prohibida[6]. 

Las diversas precisiones que Alone[7] elabora respecto de las nociones de lectura y escritura las postulamos como simiente de su ejercicio crítico. En sus Memorias[8] tanto como en diferentes textos recopilados en las recientes décadas[9], nos enfrentamos con dos nociones develadoras para señalar su fascinación por estas actividades literarias.  En tanto se constituyen en metáforas de su quehacer, ellas son “el vicio impune” [10] y “la tentación literaria”[11]. Funcionan, para los efectos de esta indagación, como dos ámbitos  que contienen una serie de aristas,  sentidos que deseamos detonar y que posibilitan develar un lenguaje situado o mejor dicho sitiado por el inconsciente. Si el lenguaje es elaboración secundaria, como lo señala el psicoanálisis freudiano,  podemos leer en estas nociones una condensación productiva que posibilita desentrañar sentidos plurales respecto de la creación de lenguaje[12].

                  La noción de “vicio” tiene una connotación moral inevitable. Es imposible no aludir a  acepciones como el mal, el morbo y el placer, la desviación o los apetitos asociados, casi siempre, con la satisfacción de los sentidos y por ende vinculados a lo sexual y a lo erótico. Rastreando esta última acepción, encontramos a menudo esta palabra en  los discursos sobre sexualidad y la hallamos cargada de connotaciones o involucrada en intentos de definiciones problemáticas referidas a prácticas sexuales masturbatorias o a comportamientos  homosexuales[13].

Si hurgamos, además, en el atributo que acompaña a esta palabra hallamos una carga semántica que sobredetermina al nombre de “vicio”. Impune se refiere a “sin castigo”[14], lo que implica que en el nombre se designa una acción o un acto que necesita una enmienda o corrección porque se ha desviado de cierto lugar. No evitaremos leer en la subjetividad del crítico este deseo sexual, supuestamente anómalo, estigmatizado por una época cargada de anatemas para aquellos que se atreven a sentir deseos homosexuales, bisexuales o lésbicos.

Alone cuando rompe con el deseo de lectura lo hace  para encontrarse con cuerpos, cuya materialidad es similar a su propio cuerpo [15] . La belleza en la exposición de éstos, era buscada, seguida, perseguida por el crítico en diversos lugares públicos. Mientras más masculinas y jóvenes [16] aquellas formas, mayor era el éxtasis en la contemplación. El erotismo homosexual se cruza con el erotismo presente en la lectura. Sin embargo, si la lectura es placer, el erotismo del encuentro con los cuerpos pareciera superarla cuando señala:  

“La actitud erótica, el mayor de los placeres, el goce por excelencia y antonomasia, tan superior a los otros que , al lado suyo, todos los demás resultan pálidos, llega a su fin, está por extinguirse, entre terrores higiénicos, entre consultas médicas [17] ”.

 

         La lectura en el ejercicio crítico y en la escritura de Alone ocupa, sin duda, un lugar asociado al placer. Es lo que espera o para lo que se predispone. Lo relata en la siguiente cita:

 

“Hace tiempo buscaba un libro para leer, un libro largo, largo de esos que duran, por cuyas páginas entra uno como por una avenida, sin verle el término […] Existen libros perturbadores, incitantes, como los hay serenos, de palabra lenta y clara, adaptables al cuerpo, que nos abrigan y sonríen.” [18]

 

Habitualmente en la escritura aparecen estas escenas de lectura que tienen una vertiente de gozo, de disfrute, una corriente erótica que invade el cuerpo con el paisaje de la lectura. Tal vez podríamos aventurar, de modo riesgoso, que la imagen de la penetración está siempre inmiscuyéndose en estas escenas[19]. El libro citado, en este caso “el elegido”, es uno de Gautier llamado Mlle. De Maupin. Este es el tono que usa para describir el (des)encuentro:               

“Hasta que la obtuve y me la llevé. ¡Todavía me dura en la boca y en el estómago la especie de asco, el empalagamiento, la indigestión de esa carne fofa, blanda hinchada alrededor de un hueso mísero, presa hipertrófica […]”[20]

Encuentro entre cuerpos simulados que parecen desearse es la sensación de esta escena narrada, sin embargo es sólo la lectura hecha carne. Lugar que parece plagarse de sensaciones que no tienen una lógica comprensible. En sus Memorias el autor señala:

 

“Mirar fijamente un papel surcado por hileras de signos negros, parecidos a arañas; quedarse inmóvil, ajeno a las circunstancias externas, como absorto, sin mayor motivo, oír que extrañas voces suenan, ver desfilar figuras, aquí una pareja abrazándose, allá otra que también parece luchar; divisar un fondo de calles, de campos, de avenidas y árboles lejanos, y sonreír al espectáculo, estremecerse contemplándolo, sentir furia, terror o los más dulces y tiernos sentimientos, he ahí algo que, sin estar advertido, podría tomarse por un rapto de locura, una operación de magia o el efecto de drogas alucinantes”. [21]

 

Leer implica desajustarse de la realidad. El crítico vuelve a señalar: “El placer de la lectura, como el amor, como el vino o las drogas, agota los nervios y exige estímulos de orden fantástico”[22] Esta disposición de lectura abre a la soledad. Como “vicio” se despliega en una escena solitaria que sólo se rompe con la compañía. Cuando Alone retoma la noción con que bautiza la lectura señala: “No existen, por desgracia, los vicios impunes y, llevada a ciertos términos, la lectura, como todo, recibe su castigo”[23]. Pareciera que el castigo, según el autor, remitiera específicamente a ese dejarse llevar  del  “lado de los sueños”, sin límites. El inconsciente, los sueños en la cita,  emerge para situar al deseo poderoso, silencioso, que tendrá castigo por excesivo, incontenible y desbordado. Es posible pensar que la escritura es este castigo. La escritura que visibiliza, que hace público el deseo, que lo expone para que otros/as digan de ella lo que devela. En la escritura los deseos secretos desatados por la lectura quedan expuestos, nuevamente la elaboración secundaria del inconsciente se impone como inevitable, elaboración de lenguaje que exhibe, muestra expone, el secreto deseante.

         Alone deriva, inevitablemente, en el impulso de escribir. Deseó la escritura como aquel lugar donde depositar toda la belleza posible, sin embargo ese deseo se le escapó siempre. La angustia de esa fuga de la escritura, de la mejor escritura, es la que define como “tentación literaria”.[24] Tentación del latín temptare, alude a ‘palpar’, ‘probar a  hacer algo’ como también en sus derivados se emparenta con ‘atentado’[25]. En la escritura se encuentra la tentación como impulso a hacer algo que aguarda ser reprobado. De tanto deseo de lectura se acaba en la tentación de la escritura.  Imagino que deseo de escritura es también deseo sexual, homosexual. Por ello ligo ‘tentación literaria’ con ‘tentación funesta’[26]. En la escritura de la esfera íntima, Diario, Memorias, leemos estas huellas. En la escritura crítica ellas son menos asibles. Por públicas resultan obturadas, acalladas. Sin embargo, en el lenguaje de la crítica se leen los espacios  de interpretación que rondan una subjetividad  que se quiere cercana a los temblores escriturales concebidos como  femeninos.  Nuestra lectura de la “figura del exceso” en la crítica de Mistral y Brunet constituye una sospecha respecto de los ocultamientos develados en  los textos de Alone sobre estas escritoras[27].

         En su escritura del Diario íntimo y las Memorias Alone reconoce varias tentaciones para emprender la escritura literaria. La práctica epistolar es la primera de ellas. Deja esta seducción para  (a)tentar con la novela. Dice “¿Por qué no escribir, por ejemplo, una novela, una novelita?”[28]. Sin embargo, siempre duda de su calidad. La quema de algunas primeras producciones de creación literaria devela su descontento, su propia reprobación. Se instituye, primero y antes que nada, en crítico implacable de su incipiente y deseante labor literaria.  Entonces se vuelca en la escritura íntima aquella del Diario que abarcará  cincuenta y siete años, desde 1917 hasta 1975.  Esta producción y la escritura de la crítica son dos ‘tentaciones’ monumentales del autor tanto por su cantidad como por su relevancia y consecuencias en la formación del campo literario epocal.

Ambas escrituras están sitiadas Una desde la esfera privada y la otra desde la esfera pública. En su coexistencia despliegan, escenifican la complejidad y fragilidad de una subjetividad masculina moderna y su inserción legitimada en la sociedad y cultura chilena de la primera mitad del siglo XX, por otra[29].  Nos interesa, a partir de la (im) pertinencia de nuestro trazado escritural, desnudar un metalenguaje que ha sido poco leído en profundidad, aun cuando su relevancia en el ámbito cultural es reconocida de modo unánime. Todo el sentido de este lenguaje sobre un metalenguaje singular espera  mapear aquellas zonas  de fractura  que suelen  no ser advertidos, pero que seducen a quienes nos situamos con/desde las diferencias dado que hace más plural y divergente el lugar de la cultura en nuestras sociedades latinoamericanas.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                

Bibliografía

Alone. 2001. Diario íntimo (1917-1947). Santiago de Chile: Editorial Zig-Zag.

Alone, 1997a. El vicio impune. Cincuenta años de crónica literaria. Santiago de Chile: Ediciones RIL.

Alone. 1997b. La sombra inquieta. Santiago de Chile: Edicotrial Universitaria.

Alone. 1976. Pretérito Imperfecto. Memorias. Santiago de Chile: Editorial Nascimento.

Alone. 1962 “Prólogo” en  Brunet, Marta. Obras Completas. Santiago de Chile: Zig-Zag, pp. 11-16.

Badinter, Elisabeth. 1993. XY La identidad masculina. Colombia: Grupo Editorial Norma.

Barthes, Roland. 1972. Crítica y verdad. Argentina: Siglo XXI Editores.

Clancier, Anne. 1979. Psicoanálisis, Literatura, Crítica. Madrid: Ediciones Cátedra.

Corominas, Joan. 2000.  Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana. Madrid: Gredos.

Laqueur, Thomas. 1992. “El mal social, el vicio solitario y servir el té” en Michel Feher, Naddaff y Tazi, edts. Fragmentos para una historia del cuerpo humano, España: Taurus.

Le Galliot, Jean. 1977. Psicoanálisis y Lenguajes Literarios. Teoría y Práctica. Argentina: Hachette.

 



[1] Esta ponencia se origina en el marco del proyecto de investigación: “Recepción de escritoras latinoamericanas 1920-1950. Análisis del discurso crítico y de su relación con los discursos sociales que construyen identidades sexo-genéricas” (Fondecyt N° 1040702/2004) de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. Su objetivo consiste en poner en relación  la producción de la crítica literaria elaborada respecto de escritoras latinoamericanas (1910-1950) con los discursos sociales de la época que incidieron en la construcción de las normatividades sexo-généricas. La autora es  co-investigadora  y docente de la mencionada Universidad. Su dirección electrónica: [email protected]

[2] Barthes, 1972, p. 67-68.

[3] Alone, 2001 y 1976, respectivamente. Estas producciones, inscritas por la crítica de hace unas décadas, como géneros referenciales, posibilitan abrir un registro que expone en escena a  sujetos y subjetividades  en contextos modernos. Por ello invitan a desplegar las complejidades que se exponen allí  en tanto desmontan concepciones de sujetos cerradas, unitarias, totalitarias y totalizantes. Nos interesa, asimismo y para efectos de los propósitos de nuestra investigación, indagar en los intersticios del estupendo juego de coexistencias contradictoras  entre estos sujetos (subjetividades) y los diversos contextos modernos de América Latina. El Diario íntimo de Alone así como sus Memorias  exponen además el cruce poco leído de las esferas públicas y privadas en el transcurso de la primera mitad del  siglo XX en Chile.

[4] No trabajamos expresamente en este escrito los vínculos del crítico con su  trabajo escritural en tanto “crítica” literaria. Sin embargo, sugerimos una entrada posible a este nudo de la producción crítica en el artículo de nuestra autoría: “Anverso y reverso de una segunda escritura: la crítica de Alone” que será publicado en el próximo número de la Revista Persona y Sociedad de la Universidad Alberto Hurtado de Santiago de Chile.

 

[5] Barthes, Op. Cit., p. 81.

[6] Ver: Alone, 1976. “Con el horror de la literatura”, pp. 13-19.

[7] Alone, cuyo nombre fue Hernán Díaz Arrieta, se desempeñó como crítico en variados medios escritos masivos chilenos de la primera mitad del siglo XX. Entre ellos se encuentran: el diario La Unión, del Arzobispado,  el Diario Ilustrado, la Revista Zig-Zag y  la revista Atenea. Ejerció la crítica de manera sistemática en el diario La Nación de Santiago desde 1921 hasta 1939. Desde esta última fecha  ocupó el lugar de crítico literario en el diario El Mercurio  de Santiago de Chile hasta 1978. Omer Emeth, seudónimo usado por el sacerdote francés Emilio Vaisse,  había ocupado este espacio desde comienzos de siglo. Cuando dejó vacante este cargo sugirió a Hernán Díaz Arrieta como el continuador de esta labor. Alone reconocerá en él a su “mentor” y  al instaurador de la crítica como institución en nuestro país.  El crítico que nos ocupa recibió el Premio Nacional de Literatura el año 1959. En la última edición de La sombra inquieta, única novela de Alone, es posible encontrar una completa bibliografía sobre y de la producción del crítico chileno. Destacamos el “Prólogo”, de esta única novela, escrito por Armando Uribe puesto que presenta un tono diverso a las restantes escrituras, leídas hasta ahora, sobre el autor. Ver: Alone, 1997b.

[8] Alone, 1976.

[9] Alone, 1997a.

[10] Alone menciona a Valéry Larbaud como aquel  escritor  que nombra a  la actividad de la lectura como  “el vicio impune”. Ver: Alone, 1976, p. 135. El libro de crítica cuya selección y prólogo fue hecho por Alfonso Calderón  lleva este nombre. Toma su título de uno de los artículos recopilados en dicho libro. Ver: Alone 1997a.

[11] Ver: Alone, 1997a, pp. 111-117.

[12] Ver: Clancier, Anne,   1979, Le Galliot, 1977.

[13] Ver: Laqueur, Thomas, 1992, pp. 334-342; Badinter, Elisabeth, 1993, pp. 170-175.

[14] Según el Diccionario etimológico de Corominas, este adjetivo deriva de punire que a su vez significa castigar. Ver: Corominas, 2000, p. 333.

[15] Alone relata,  reiteradamente en sus Memorias y en el Diario íntimo, el modo en que se libera de la soledad de la lectura para encontrarse con otros sujetos varones en diversos sitios abiertos o cerrados: el parque, la montaña o la pre-cordillera; las piscinas, lagunas, riachuelos o  los baños de vapor. La mayor parte del tiempo las descripciones de estos cuerpos  están a la altura de los paisajes de la naturaleza tanto en su belleza como en su  calma y pureza; otras, tienen un tono de angustia culposa. En las lecturas realizadas, hasta el presente de esta escritura, hemos encontrado sólo una mención directa a la identidad sexual de Alone. Gonzalo Vial Correa en el “Prólogo” del  Diario íntimo del crítico, señala aquella parte “normal” de “la vida afectiva” del autor y la: “otra oscura, temida, vergonzante y a la vez irresistible que se desarrolla en medios humanos y escenarios populares –el Parque Cousiño, la Quinta Normal, la Alameda de noche-[…]”. En un párrafo más explícito aún, señala: “Díaz Arrieta, bisexual, tenía numerosos amigos homosexuales, de su edad o mayores, especie de “espontánea sociedad secreta”, que es posible procurara aquel tipo de reservadas relaciones a sus miembros, o los amparase en ellas. Sólo unos pocos, más audaces, vivían de modo abierto con “protegidos” permanentes, el caso de D`Halmar.” Ver: Alone, 2001, pp. 9-10. Queda por hacer en Chile, según mi parecer, estudios que indaguen en estas identidades sexuales vinculadas con el campo literario o artístico de manera más deconstructiva y plural. Este escrito pretende situarse en estas últimas  líneas de interrogación que emergen próximas a los estudios e investigaciones desde las teorías feministas y de género. Estas  posibilitan la consideración de las identidades sexuales de manera móvil y complejizan a su vez los posicionamientos  identitarios de sexo y de género construidos normativa y vigiladamente en nuestra cultura latinoamericana. 

[16] En su Diario íntimo quedan expuestas estas descripciones y es dicha, veladamente, en fragmentos esta búsqueda. Ver: Alone, 2001.

[17] Alone, 2001, p.11.

[18] Alone, 1997a, p.59.

[19] Resulta interesante la indagación en aquellas estrategias discursivas en las que Alone recurre a la idea de la penetración para realizar  su ejercicio crítico. Tal vez  no es sólo esta la idea, sino más bien son las imágenes y palabras usadas que sugieren un encuentro sexual. Cito un breve pasaje de uno de estos ejemplos. El artículo es sobre Marta Brunet y el crítico explica su labor: “No le basta gozarla o padecerla; necesita además explicársela: encontraría que no la ha poseído si no lo consiguiera y para que le abra sus puertas, da esos golpes.

Es la actitud del amante ante la amada, también, desde lejos, semejante a una lucha”. Ver: Alone, 1962, p. 11.

[20] Alone, 1997a, p. 60.

[21] Alone, 1976, p. 135.

[22] Alone, Ibidem, p. 136.

[23] Alone, Ibidem, p. 135.

[24] Ver: Alone, 1997a, pp. 11-117.

[25] Ver: Corominas, 2000, pp. 563-564.

[26] Tomo esta  expresión del  “Prólogo” del Diario íntimo de Alone escrito por Gonzalo Vial Correa. Allí dicho historiador  la emplea para referirse al deseo bi-(homo) sexual: “-La ‘tentación funesta’ va cambiando la moral del escritor, mutación que se realiza ante nuestros ojos, desde una pureza caballeresca […] hasta el fatigado cinismo del Palacio de las Libertades Absolutas […]”. Puedo señalar que en toda la lectura de la obra de Alone, realizada en el marco del proyecto hasta ahora, no he encontrado nuevamente esta expresión que Vial Correa pone entre comillas como si fuera una expresión del propio Alone. Ver: Alone, 2001, p.10.

[27] En el artículo de nuestra autoría: “Recepción crítica de Brunet y Mistral: la legitimación  del exceso” abordamos la lectura de la figura señalada. Este tuvo su origen en la ponencia: “Estrategias discursivas en la recepción crítica de Brunet y Mistral: la legitimación  del exceso” presentada en el encuentro IV Jornadas de  Discurso Social y Construcción de identidades: Mujer y Género. Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba, Argentina desarrollado los días  6, 7 y 8 de octubre, 2004. Artículo sin publicar.

[28] Alone, 1976, pp. 15-16. Curiosamente sólo llega a escribir esta novela que es puesta en tela de juicio por la mayoría de quienes la han comentado. Se la llamó en su época “novela en clave”. Fue escrita en forma de diario íntimo por Alone. El crítico señala, como excusándose,  que la concibió para desagraviar la memoria de su amiga adorada Shade, Mariana Cox de Stuven. Esta escritora había sido difamada por  Leonardo Pena, escritor de la época,  en una novela de su autoría. Alone, queda de este modo como un héroe de la escritura. Esta puede funcionar en sus manos como espada justiciera que limpia de la infamia a la amiga adorada a la vez que acusa a quien es el culpable del agravio. Es interesante considerar que este tipo de producción literaria habla, informa, devela los gestos de  la sociabilidad  epocal que rodeaba a las elites  en el ámbito artístico-cultural. La última edición de La sombra inquieta incluye poemas escritos a propósito de este suceso. Alone atribuye dichos poemas anónimos a Gabriela Mistral quien alaba y apoya su gesto también en una carta al crítico. Ver: Alone, 1997b, pp. 155-158.

[29] Sugerimos la lectura de una masculinidad en crisis en las primeras décadas del siglo XX en Chile. Uno los factores de desestabilización de la identidad masculina lo hipotetizamos  a partir de la presencia y visibilización de las sensibilidades femeninas puestas a circular en la esfera pública las que se escenificaban a partir de diversas estrategias que generaban espacios híbridos a caballo entre ambas esferas: la pública y la privada. Según Badinter, las crisis de la identidad masculina en Occidente han tenido lugar  en los siglos XVII y XVIII y entre el XIX y el XX. Ver: Badinter, 1993, pp. 27-44.

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