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Tamara Kamenszain: El ghetto secular de los poetas.

León, Denise
CONICET
Universidad Nacional de Tucumán

 

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“Uno escribe su vida cuando cree escribir sus lecturas.

¿No es a la inversa del Quijote? El crítico es aquel que

encuentra su vida en el interior de los textos que lee.”

Ricardo Piglia, Formas breves.

 

 

     De las muchas ficciones a las que recurren los escritores para configurar esa imagen de sí mismos desde la que desean ser leídos, el relato de los comienzos (el origen) parece ser una de las favoritas. Sabemos que la infancia del escritor se distingue de otras infancias por las huellas que han dejado en él los libros. Por eso, al evocar su ingreso al mundo de las Escrituras el sujeto obra su propia composición. Al elegir este primer recuerdo, entre los muchos posibles que la memoria ha retenido, el sujeto elige un “comienzo” que, de alguna manera, se  vincula con la imagen presente que el escritor quiere darnos  de sí.[i]

     En “Toda escritura es femenina y judía”[ii], la poeta y ensayista argentina Tamara Kamenszain[iii] evoca de un modo anecdótico los “comienzos de su vocación literaria” apelando a la historia de Bruria. Esposa de un afamado rabino, Bruria adquiere su sabiduría escuchando a escondidas las conversaciones de los sabios que se reunían a estudiar con su marido. La ensayista se detiene especialmente en legitimar y distinguir el “goce desinteresado de la sabiduría” (Tamara Kamenszain, 1986:130) por parte de esta mujer que adquiere sus conocimientos oculta, sólo para el propio deleite. Tamara, al igual que su Bruria, parece optar por la curiosidad y el placer silenciosos que le permite adquirir esta sabiduría casera que se obtiene a escondidas,  con “mayor tranquilidad”, en “la trastienda”. (130)

     Al elaborar sus juicios críticos, todo escritor, de alguna manera escribe sobre lo que debe ser la literatura de acuerdo con lo que supone que es o puede ser su propio trabajo. La presencia de Bruria en los comienzos de la vocación literaria de Tamara, me permite establecer un mapa en el que respiran sus propias preocupaciones como ensayista. Para comenzar, podría decir que Tamara recibe la historia de Bruria de su abuelo, quien a su vez se inspira en la Biblia (Torá)  y  el Talmud. Es decir, que su vocación se inicia  en relación con un sujeto masculino (el abuelo)  quien  le ofrece, entre otras historias de la tradición judía, la de un personaje femenino transgresor que invierte el sentido de un espacio de dominación y lo transforma en un espacio de placer sin oponerse abiertamente a las normas sociales[iv].

     Esta escena original me resulta sumamente interesante, ya que Tamara trabaja paralelamente la lectura / escritura ensayística y la lectura / escritura poética vinculándolas  con la tradición judía por un lado (considera alternativamente sus libros de poemas como re escrituras de la Torá, la Mishná y el Talmud), y por otro, con los elementos masculinos y femeninos presentes en la propia escritura. Tanto la crítica revisada como la propia escritora, han señalado en repetidas ocasiones la relación que se establece en la obra de Kamenszain entre madre, silencio y escritura. Considero que esta relación se establece de un modo insistente, deliberado, pero que aunque no la niega del todo, la propia obra de Kamenszain establece tensiones respecto de esta afirmación.

     Si bien es cierto que la ensayista elige una figura femenina transgresora para tramar los propios orígenes, también afirma que Bruria “no quiso interrumpir el hilo de la disquisición masculina para competir con ella”. (Tamara Kamenszain, 1986: 130) Bruria goza a escondidas, no sólo por elección sino también por necesidad. Transgrede y no transgrede el peso de la tradición, y no tengo ninguna seguridad de que el secreto haya hecho mayor su sabiduría o su deseo más verdadero.

     El discurso es, sin duda, seductor. Kamenszain conoce el arte de remontar literariamente el curso de la memoria. Probablemente los episodios autobiográficos narrados no se correspondan con la realidad de lo vivido, sino que son recreados en la narración, y nos confirman que Tamara presenta sus comienzos tal como desea que sean recordados. Para escribir sobre quien ella es, necesita construirse como otra, como la que fue.[v]  “La nena del pelito judía/ Tamara o Tamar/ como la llaman”. (Tamara Kamenszain, 1998: 31)

    El lector se mueve en la cadencia del ensayo y se abandona a una argumentación  aparentemente espontánea que nos lleva de una frase a la otra. El ensayo genera la impresión de estar gestándose ante nuestros ojos[vi]. Kamenszain apuesta simultáneamente a lo autobiográfico e impersonal, generaliza a partir de un caso (su experiencia) sobre toda escritura, o al menos sobre toda escritura femenina. Pero ¿ resulta posible extender lo femenino a todo origen y lo judío a toda ficcionalidad?

     Beatríz Sarlo (2001) afirma que hay algo de propagandístico en el ensayo, una decisión de atacar o defender una posición desde la escritura, tal vez por eso en algunos casos las analogías de Kamenszain resultan algo forzadas. Si es que acaso importa él género del placer, tanto Bruria como Tamara reciben la sabiduría y la tradición de figuras masculinas, lo que plantea al menos un origen dual para la escritura.[vii]

     Así como recurre a textos que la vinculan claramente con la tradición religiosa masculina  (en la tradición religiosa judía más ortodoxa, a la mujer no le estaba permitido acceder al estudio de los textos bíblicos y menos a los esotéricos como el Talmud), la poeta ensayista acude a imágenes que la aproximan a una tradición artesanal femenina El bordado de la abuela, la aguja que enhebra, la liviandad de la lengua materna, son imágenes utilizadas para vincular el elemento femenino y maternal al elemento masculino presente tanto en la tradición judía religiosa como en la tradición literaria en las que Kamenszain se sumerge, no sin problemas.

 

2

 

“No hay sótano más oscuro

que este al que desciende el alma

para esconder con palabras

lo que debería decirse”

Tamara Kamenszain, “Ana Frank” en El ghetto.

 

     Con El círculo de tiza del Talmud[viii] Kamenszain cierra Historias de amor, un texto que reúne  ensayos de distintas épocas  que le permiten recorrer, al modo de un álbum familiar, una tradición poética en castellano. Me interesa particularmente centrarme en este ensayo (mucho menos visitado por la crítica que “Bordado y escritura del texto”[ix]) porque cierra la colección y se encuentra ubicado en un apartado que, dentro de El texto silencioso, se subtitula “Apéndice”.  Tal como señala Cesar Aira (2001), este ensayo se genera a partir de  la vinculación de distintos temas:  judaísmo, lectura y escritura. Considero que este ensayo retoma algunas de las direcciones planteadas en el ensayo anterior y que, al mismo tiempo, nos ofrece algunas pistas sobre las filiaciones que establece Tamara y el modo en el que desea ser leída.

     “El círculo de tiza...” comienza una bellísima paradoja que nos sumerge en una atmósfera borgiana: la de los talmudistas[x]. Los talmudistas pasan su vida discutiendo los detalles insignificantes del único texto legible para ellos: la Torá[xi]. Lejos de discutir conceptos se detienen en las minucias creando una narración paralela que oficia como muralla de protección preservando a la Torá de violaciones interpretativas. Esta telaraña de notas creadas por los talmudistas distrae a los buscadores de verdades haciéndoles perder la pista. Discutir lo más insignificante mantiene vivo el pleno del sentido, he aquí la paradoja.

     Como señala Sarlo respecto del ensayo se establece aquí una condensación, una cantidad de ideas no completamente desplegadas, que me propongo recuperar e iluminar recogiendo algunas referencias históricas y poniendo en contacto distintos texto de la autora. Reponer algunos silencios, creo, permite sortear las dificultades de un texto que se vuelve oscuro por momentos. Kamenszain parece tener debilidad por lo cifrado, así, los casos o ejemplos que selecciona son vistazos complejos, simultáneos, de un universo otro.

     Sabemos que la práctica de los talmudistas fue durante mucho tiempo exclusivamente oral, ya que “El que escribe, máximo hereje, imprime su propia Verdad sobre las escrituras, borrándolas” (Kamenszain, 1983: 214) . Estos susurrantes guardianes nos recuerdan a las mujeres silenciosas de “Bordado y costura del texto”, el otro ensayo contenido en la sección “Apéndice”, donde la plática de mujeres funciona como una cadena irrompible de sabiduría transmitida oralmente, que de alguna manera sostiene y permite la escritura.

     Así como los talmudistas “hicieron de la Torá el cerco delimitado al cual referir su ocupación” (1983: 215) y reivindicaron el ghetto de su diferencia, para Kamenszain los poetas silenciosos recortan su propio ghetto local y generan una escritura circuncisa, incompleta. El poeta, como el talmudista, crea un universo en clave que queda al pie de otro y vive para sostenerlo. También  en El ghetto (2003),  que Tamara instala en el apellido de su padre, los poemas  juegan con el concepto de circuncisión, ya que dentro de la tradición religiosa, la incompletud de la mujer es aún mayor ya que nunca alcanza a pensarse como un número entero. [xii]  Al igual que los talmudistas, los poetas inscriben su propio círculo de tiza, condición de posibilidad de la escritura, universo cifrado, casa oculta de la lengua.

     En el ensayo “Toda escritura es femenina y judía”, Tamara define su propio libro de poemas La casa grande (la culminación de un proceso) como un juego artesanal, como un claroscuro donde se tejen hermetismo, barroquismo y metáfora. No casualmente se vincula entonces con la tradición de los talmudistas, ya que para ella el Talmud, como sus propios textos) son un fino trabajo de orfebrería, un objeto barroco que refleja distintos brillos en sus innumerables facetas.

 

3

 

“El hecho es que cada escritor crea a sus precursores.

Su labor modifica nuestra concepción del pasado, como

ha de modificar el futuro”

Jorge Luis Borges, “Kafka y sus precursores”

 

 

     Kamenszain crea el relato de sus precursores y adhiere a la tradición artesanal de los talmudistas[xiii]. Cuando la dispersión, la guerra y el exilio ponen en riesgo la memoria, los rabinos deciden renunciar a la oralidad y escribir el Talmud. Pero, apoyados en otro texto, no acceden jamás a la tentación de firmar y se convierten es escritores anónimos. Aquí, nuevamente, la labor de los talmudistas (cerca de la propia) aparece vinculada a lo artesanal y a lo femenino.

      Las cosas parecen haber cambiado de Bruria a esta parte para las mujeres judías: Kamenszain inventa el hilo que la une a ese pasado ancestral, para eso, vuelve a invertir los términos: el Talmud (la labor de los poetas) es una obra en clave que se gesta a partir de otra y vive para sostenerla, pero sin cuya presencia sería imposible conservar la tradición y la lengua. Vinculado a la artesanía de la recomposición, y por eso de difícil lectura, el Talmud se relaciona con lo femenino, que desde el silencio, hace posible la palabra.

     Para Tamara, toda escritura es femenina y judía, ya que siempre proviene de la madre y del texto original de las escrituras. La boca que habla (lo oral) remite también a la boca que succiona, afirma,  vinculado el Talmud con la figura materna. Si bien podemos impugnar esta analogía que resulta un tanto forzada, podemos pensar  también que cuando una escritora habla de los libros de otros, siempre habla  al mismo tiempo de los propios, habla de sí misma.

     Esta relación parece ser una preocupación importante que se repite en la obra de Tamara Kamenszain. Así como el cuchicheo, la plática sin sentido y el silencio de las mujeres prefiguran la escritura, así los artesanos del Talmud prefiguran el goce de la firma, la universalización de la escritura. Como si la cadena de la tradición escrita (masculina) se alimentara de la tradición oral (femenina) que al mismo tiempo que vive de ella, la sostiene. Ella, que conoce el goce prohibido de firmar, reivindica también el  aporte callado y rico de milenarias Brurias.

 

 

BIBLIOGRAFÍA.

 

 

-         AA, VV. 1986. Pluralismo e identidad. Lo judío en la literatura latinoamericana, Milá: Buenos Aires.

-         Aira, César, “El ensayo y su tema” en Boletín del Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria, n° 9, Diciembre de 2001.

-         Cohn Sherbok, Dan. 2003. Breve enciclopedia del judaísmo, Ed. Istmo: Madrid.

-         De Lange, Nicholas. 1995. Atlas cultural del mundo judío, Ed. Folio: Barcelona.

-         Giordano, Alberto. “Hector Bianciotti: la autobiografía del escritor público” en Boletín del Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria, n° 10, Diciembre de 2001.

-         Giordano, Alberto. “Imágenes de José Bianco ensayista” en Boletín del Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria, n° 9, Diciembre de 2001.

-         Kamenszain, Tamara. 1991. Vida de living, Sudamericana: Buenos Aires.

-         Kamenszain, Tamara. 1998. Tango Bar, Sudamericana: Buenos Aires.

-         Kamenszain, Tamara. “Bordado y escritura del texto”. 2000. En  Historias de amor y otros ensayos sobre poesía, Paidós: Buenos Aires.

-         Kamenszain, Tamara. 2000. Historias de amor y otros ensayos sobre poesía, Paidós: Buenos Aires.

-         Kamenszain, Tamara. 2000.“El círculo de tiza del Talmud”, en  Historias de amor y otros ensayos sobre poesía, Paidós: Buenos Aires

-         Kamenszain, Tamara. 2003.  El ghetto. Sudamericana: Buenos Aires.

-         Mallol, Anahí. 2003 El poema y su doble, Simurg: Buenos Aires.

-         Molloy, Sylvia. 1996. Acto de presencia. La escritura Autobiográfica en Hispanoamérica, Fondo de Cultura Económica: México.

-         Panesi, Jorge. “Protocolos de la crítica: los juegos narrativos de Tamara Kamenszain” en Boletín del Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria, n° 9, Diciembre de 2001.

-         Panesi, Jorge. 2000. “ Banquetes en el living: Tamara Kamenszain” en Críticas, Norma: Buenos Aires.

-         Sarlo, Beatríz.  “Del otro lado del horizonte” en Boletín del Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria, n° 9, Diciembre de 2001.

 

 

NOTAS



[i] En Acto de presencia (1996), Sylvia Molloy que ningún recuerdo seleccionado por el autobiógrafo es inocente así como tampoco los usos que haga de él.

[ii] Ensayo incluido en el volumen de autores varios Pluralismo e identidad. Lo judío en la literatura latinoamericana, 1986, Milá: Buenos Aires.

[iii] Tamara Kamenszain, ensayista y poeta nacida en Buenos Aires. Publicó seis libros de poemas: De este lado del Mediterráneo (1973), Los no (1977) La casa grande (1986), Vida de living (1991), Tango bar (1998) y El ghetto (2003). Sus ensayos están reunidos en el volumen Historias de amor (2000).

[iv] En Las tretas del débil”, Josefina Ludmer propone una estrategia similar pensando en Sor Juana. Como los “lectores terribles”  no pueden ser desafiados abiertamente, la treta consiste en decir sin decir,  en obtener lo que se desea lateralmente.

[v] En “Hector Bianciotti: la autobiografía del escritor público” Alberto Giordano afirma que en toda autobiografía se produce una duplicación: para escribir sobre sí mismo (el que es) el autobiográfo necesita construirse como otro (el que fue).

[vi] Beatríz Sarlo en “Del otro lado del horizonte” señala justamente que una de las características del ensayo es que este deja la impresión de que estamos asistiendo a la escena de un pensamiento en el momento en que está haciéndose.

[vii] Al hablar de su tercer libro La casa grande, Kamenzsain lo considera en el mismo ensayo como una especie de síntesis superadora de estos dos elementos.

[viii] “El círculo de tiza del Talmud”, Kamenszain, Tamara. 2000. En  Historias de amor y otros ensayos sobre poesía, Paidós: Buenos Aires.

[ix] “Bordado y escritura del texto”, Kamenszain, Tamara. 2000. En  Historias de amor y otros ensayos sobre poesía, Paidós: Buenos Aires.

[x] Talmud: Libro de comentarios y explicaciones sobre la Torah y las leyes de transmisión oral. Consta de 63 tomos y se divide en dos partes: la Mishná y la Guemará. Comenzó a recopilarse antes de la era común, y llegó a la forma escrita en que hoy lo conocemos entre los siglos IV y VI de aquella era.

[xi] Torah: los cinco libros de Moisés: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Según la tradición fueron entregados por Dios a Moisés en el monte Sinaí.

[xii] En El poema y su doble, (2003) Anahí Mallol trabaja estos conceptos referidos a la poesía de Tamara Kamenszain.

[xiii] En “Toda escritura es femenina y judía”, Kamenszain vincula su tercer libro (el que ella considera más logrado y el que “algunos clasifican de hermético”) como el Talmud, texto profundamente metafórico donde todo está cifrado.

 

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