La
recepción del teatro independiente por la izquierda argentina en la
década del sesenta: Hoy en la cultura, El grillo de papel y
El escarabajo de oro Kosiorek,
Maira |
La década del sesenta fue una
época de renovación. En la figura del crítico de los sesenta maduraron
tendencias y actitudes que venían de la década del ‘50, como por ejemplo un
cambio en cuanto a la utilización del lenguaje y la fuerte entrada de la
política. Para los escritores de la década, la literatura significó una opción
de vida, se creía en el poder del arte y en la posibilidad del cambio.
La urgencia por polemizar y por tomar posición en los problemas
de la política y de la cultura encontró rápidamente una forma eficaz de
canalizarse en las revistas literarias. Todo podía ser cuestionado: esta frase
sintetiza el espíritu de las revistas que se colocaban en una zona polémica y
sentaban posiciones estéticas, ideológicas y políticas.
El estudio de las revistas literarias nos permite ver la fuerte
carga del presente inmediato y de la cotidianidad que se encuentra en sus
páginas. Las polémicas, novedades y opiniones que enriquecen el campo
intelectual del momento se suceden de un número al otro, y permiten la
comunicación en el interior del campo cultural. Son una huella además, de las
actividades que se realizaban fuera del papel y muestran al campo como un
espacio de intercambio y de contacto permanente en esos años. Las notas que se
escriben de un mes al otro testimonian el proceso de construcción de teorías
que luego se ven plasmadas en los libros. Es el pensamiento vital de los
críticos, las primeras opiniones y las contradicciones que se encuentran vivos
en las revistas.
Entre las instituciones del campo indispensables en la década
del sesenta para comprender, vehiculizar y promover las nuevas tendencias
culturales, sociales y políticas, sobresalen las revistas especializadas en
teatro como Talía y Teatro XX1,
así como la función difusora y legitimante sobre la actividad escénica
desplegada en su momento por Primera Plana2.
Por otro lado, el surgimiento de la genéricamente llamada “nueva
izquierda”, que tanto protagonismo tendría en el proceso ideológico y político
de estos años, puede leerse en revistas como Hoy en la cultura o El
escarabajo de oro que sin ser específicas del campo teatral, igualmente
permiten ver la recepción de un público que se había modificado
sustancialmente, que estaba más alerta y sensibilizado.
Coherentemente con sus postulados políticos, estas revistas
seguían la trayectoria del teatro independiente, y ante la fuerte oposición
entre este teatro y el instituto Di Tella inclinaban sus críticas a favor del
primero. De la misma manera que ante la disputa entre realismo o
neovanguardismo se inclinaban por el realismo, privilegiando los contenidos
sociales. El arte realista es, para los sectores de izquierda, un arma de
influencia social y política, una de las formas que adopta la conciencia
social. No puede haber un arte neutral, sino que debe tomar partido.
El pensamiento de izquierda argentino que se ve en revistas como
Hoy en la cultura o El escarabajo de oro tenía un antecedente en la
década anterior, las revistas Contorno y Cuadernos de Cultura. Contorno
se publicó entre 1953 y 1959. Fue uno de los pilares sobre los que
se asentó la política cultural de la nueva izquierda de la época, que núcleo a
un grupo importante de autores: León Rozitchner, Noé Jitrik, Ramón Alcalde,
Juan José Sebreli, Oscar Masotta, los hermanos Viñas, Tulio Halperin Donghi,
entre otros colaboradores. La teoría
del compromiso, tal como se expresaba en los escritos de Sartre fue asumida por
Contorno. Para Horacio Tarcus, Contorno “participó en la búsqueda
(...) de una opción entre las filosofías del liberalismo y el marxismo
estalinista y sus prolongaciones dogmáticas, tal como se planteaba como
ideología oficial del socialismo “real”.” (1999: 429)
La actitud hacia el grupo de escritores anterior, entre ellos
Martínez Estrada y Eduardo Mallea, le valió al grupo la calificación de
“parricida”, incluso por la reconsideración crítica del antiperonismo de sus
mayores. Contorno no fue una revista clásica marxista, Marx no fue un
tema específico en sus páginas, sino que más bien fue una vertiente cultural
del marxismo sartreano. Tanto Hoy en la cultura como El escarabajo de
oro continúan esta línea, pero revitalizadas por el nuevo impulso de la
revolución cubana, que se convirtió en el factor aglutinante de los escritores
argentinos ubicados en la izquierda. Más abiertas a las nuevas experiencias
literarias, apelando, sin perder el compromiso con la nueva izquierda, a
teorías del pensamiento y del arte más avanzadas.
Su ubicación en el campo continúa la línea de Contorno,
aunque en este primer editorial no se los mencione. En primer lugar, se
diferencian claramente de las elites artepuristas, rechazan con desprecio “las
frías aristocracias meramente retóricas”, pero no son tan radicales al situarse
entre los pensadores de izquierda, “tal
vez nuestro compromiso sea a medias. Nacimos en esta orilla de acá: a la
izquierda de la sangre (...) Salimos a la calle sin pre-conceptos ortodoxos
(...) nunca hemos comprendido con exactitud dónde termina la ortodoxia y
comienza la aberración”. Buscaban en un intento de simpleza, por no cargar con
rótulos de ningún tipo, llegar al hombre de la calle con calidad artística.
En este número ya aparece la sección teatro con dos notas, una
sobre el teatro boliviano y otra sobre el teatro polaco. Explican que quieren
consolidar la vigencia humana de los pueblos, aunque en los siguientes se
remitan en general al teatro argentino. El número siguiente, diciembre de 1959,
Gladys Stilman realiza una crítica sobre la reposición de Historia de mi
esquina de Osvaldo Dragún, estrenada en el Teatro Fray Mocho en 1957. No es
una crítica favorable y en los defectos que marca deja ver cual es el teatro
que se esperaba del autor, por ejemplo: “la descripción apurada de
multiplicados problemas diluye la temática y la superficializa (...) pierden
-por acumulación- su dimensiones humana y social (...) su cotidianidad se
malogra por falta de profundidad en la penetración”. Entonces, para la crítica
la temática es adecuada pero falta ajustar su enfoque, se le pide al autor
mayor profundidad y grandeza. En cambio, se elogia la dirección de Ferrigno
(junto con Dragún fundador del teatro) y las interpretaciones.
En el número de junio- julio de 1960 la revista modifica la
sección, dedicándola en exclusiva a “cuanto se refiera a nuestra escena independiente”,
delimitando cual es el teatro que le interesa a la revista. El método que
adoptan, y que continúa en los siguientes números, es reseñar las cinco obras
que consideran más destacadas de la temporada. En este primer caso, las obras
son Cándida de Bernard Shaw, Más allá del invierno de Maxwell
Anderson, Cada cual a su juego de Pirandello, Huis Clos de J. P.
Sartre y Muchacha de campo de C. Odets. La primera crítica, sobre Cándida,
escrita por Oscar Alberto Castelo destaca la puesta en todo sentido, elogia la
coherencia y los sólidos principios teatrales de La Máscara, la
confluencia de nombres, que hoy tienen gran resonancia, no deja de ser
percibida por el crítico, entre ellos, Hedy Crilla, Carlos Gandolfo, Augusto
Fernández, Raúl Rinaldi y Agustín Alezzo. La segunda crítica realizada por
Horacio Salas destaca el elenco, la
escenografía y la dirección de Onofre Lovero pero considera a la obra como
acumulativa y sin profundidad. Las críticas a las obras estrenadas en el Teatro
de la Ciudad las escribe Abelardo Castillo, privilegia la descripción del
trabajo de los actores, destacando a Nina Cortese y a Emma Ledo, pero sin dejar
de mencionar la rigidez de Villamor que además se repite en ambas obras. Por
último, la crítica a Nuevo Teatro la realiza Rey Shadhov, dice “Nuevo teatro
sigue demostrando ser un exponente de alta calidad dentro del plano general de
los conjuntos argentinos”. Las críticas trabajan las actuaciones, la dirección
e incluso la escenografía, sin privarse de marcar lo que no consideran
acertado, lo muestran una comprensión de este tipo de teatro por los críticos
de la revista además de que compartan ideales estéticos y políticos.
El escarabajo de oro
El escarabajo de oro fue
entonces, la continuación de otra revista, El grillo de papel, que fue
prohibida por el gobierno de Arturo Frondizi durante la aplicación del plan
Conintes en 19603.
El escarabajo de oro publicó treinta siete números
entre mayo-junio de 1961 y mayo-junio de 1968. Inicialmente estuvo dirigida por
Abelardo Castillo y Arnoldo Liberman, pero luego la dirección quedó a cargo de
Castillo exclusivamente, cuya presencia en las tapas y editoriales era
considerable. La revista se destaco por su continuidad, en un medio en el que
muchas otras duraban pocos números. Y porque en sus páginas se iniciaron una
serie de narradores que se destacaron en las décadas siguientes (Liliana Heker,
Ricardo Piglia, Miguel Briante, Germán Rozenmacher, etc.), rearmando un sistema
de lecturas.
Las polémicas eran frecuentes entre revistas, los
integrantes del campo intelectual se leían entre sí y respondían a lo que no
consideraban exacto. Para mencionar una de ellas, en El escarabajo de oro número
seis, de abril de 1962, una nota, de una carrilla, titulada “Potenze, patria y
hoggar”, le responde al crítico de la revista Criterio por dos
artículos, en uno de ellos se criticaba una obra de Abelardo Castillo diciendo
“ni representada ni leída es posible encontrar en ella un pensamiento
original”, a lo que responden “opinión que no es lo que se dice una indirecta”.
En el otro, refiriéndose a la pieza de Abelardo Castillo que obtuvo el premio
del concurso del I.T.I., organizado por la UNESCO, dice “defecto común de los
concursantes (...) la absoluta despreocupación por los problemas nacionales
(...) por lo que equivocado era enviar piezas que transcurrieran en países
extranjeros”, comentario que produce una serie de ironías por parte de El
escarabajo de oro como respuesta4.
Mantenían la mirada cosmopolita. Estaban atentos al teatro de
Latinoamérica, así como a las producciones de Estados Unidos y de Europa, en
sus páginas aparecen los nombres de B. Brecht, H. Miller, Ionesco, Meyerhold,
por mencionar únicamente los que pertenecen al campo teatral. La preocupación
por la escena teatral lleva a la revista a realizar una encuesta “Interrogatorio al teatro argentino” a cargo
de Pedro Espinosa. Dividido en dos partes y en dos números, una primer parte
sobre los autores y la segunda sobre los directores
La sección teatro de la revista estuvo, en el primer número a
cargo de Horacio Salas, a partir del tres estuvo a cargo de Eduardo Barquín, a
partir del trece de Lelia Varsi y en los últimos números se encargo de la
sección Sara Markovieki.
El año 1964 presentó para Lelia Varsi un “Milagro insólito” por
el hecho de que se hayan montado seis obras de autores argentinos. La aparición
de autores jóvenes como Sergio de Cecco, Germán Rozenmacher y Roberto Cossa la
impulsa a dejar de lado la puesta en escena para “indagar las temáticas propuestas
por autores de los que esperamos, saldrá acaso el teatro argentino, el que
traduzca, en drama integral, nuestra integral visión del mundo”. A pesar del
esperanzado comienzo las duras críticas se preguntan “si una pieza de tesis
falla en la tesis, ¿qué queda?”, la única pieza a la que considera excelente,
para luego enumerar sus defectos, es Nuestro fin de semana, a la que
califica de ‘naturalista’.
En el número dos, los directores de la revista le realizan un
reportaje a Los Independientes, que estaban preparando la puesta de “El otro
Judas”. Esta obra de Castillo había obtenido el primer premio en un concurso
organizado por la revista Gaceta Literaria, cuyos jurados fueron Pablo
Palant, Luis Ordaz y Onofre Lovero. En el reportaje dan su opinión sobre la
obra Haydee Padilla, Daniel Roca y Onofre Lovero, entre las preguntas es
interesante la que dice “¿teme que le traigan problemas con las instituciones
de Occidente digamos: la policía o el ejercito?”. En las palabras previas
Arnoldo Liberman explica como asistieron al ensayo general, produciendo el
encuentro del autor, en carácter de periodista, con el grupo de Lovero que
ensayaba la obra, y como se produjo una identidad de experiencias. Esto nos
permite ver, como mencionamos anteriormente, la actividad viva del campo
intelectual.
Como muestran los ejemplos
mencionados, la revista privilegiaba la escena independiente y realista, con
contenido social. De esta manera, las revistas no logran dar cuenta de la otra
importante poética del momento, el absurdo o la neovanguardia, que se
encontraba en plena polémica con el realismo.
En el género dramático la polémica se produce entre los
absurdistas o neovanguardistas y el realismo reflexivo. Las revistas que nos
ocupan en esta ocasión son partidarias de la segunda tendencia: el realismo, en
conexión con ideas políticas. Sin embargo, hubo por parte de las dos revistas
un intento de lectura de los movimientos de vanguardia en el teatro.
En El escarabajo de oro número
3 de septiembre-octubre 1961, aparece un reportaje a Eugenio Ionesco, en el
número 6 de abril de 1962, aparece un extenso e interesante artículo de Ángel
Rama sobre autores como Beckett, Genet, Ionesco, entre otros, historiza la
vanguardia sin incluir ningun dato
sobre la producción vernácula.
El estreno de “El Desatino” es
la primera expresión estéticamente madura de esta tendencia en Argentina, el conflicto y los debates que se producen a su alrededor, probablemente al
margen de las intenciones de la autora, lo sitúan dentro de la modernización que se produjo en el sistema teatral
de los 60. La repercusión que tuvo el estreno de “El Desatino”, en el Centro de
Experimentación Audiovisual del Instituto Di Tella, con dirección de Jorge
Petraglia y escenografía y vestuario de Leal Rey, puede leerse en la cantidad
de criticas periodísticas que recibió. De la mayoría que aparecieron en el momento, no todas compartían el horizonte
de expectativas de la obra, sólo el conjunto de revistas que estaban más
cercanas a la ideología estética pudieron leer el espectáculo. En diciembre de
1965 en el número 25 de Hoy en la Cultura aparece “ Absurdo, pornografía
y otras yerbas”, la crítica a la obra, de Francisco Mazza Leiva. En esta, el
crítico descarga toda la inconformidad que siente ante la obra, la llama “la comedita
de Gambaro, que, parafraseando el título, resulto un desatino”, “no justifican
el estreno de una obra mediocre” y “Un autor no puede ampararse en el
liberalismo del absurdo para atentar contra el mal gusto (...); contra la moral
(...) o contra la lógica”. El crítico conoce algunos preceptos del absurdo por
lo que afirma “se ha perpetrado una nueva experiencia “artística”, que no
sabemos hasta qué punto valdrá como experimentación y cómo podría encasillarse
dentro de los cánones mínimos que el
arte exige”
No se queda en el simple resumen
del argumento sino que tiene en cuenta la historia y trayectoria del género,
pero se reconocen como validos únicamente los estrenos absurdos del exterior,
“reconocemos la honda postura filosófica y la solidez estructural que existen
en “Amadeo” o “La lección””, se confirma la imposibilidad de los críticos de
izquierda de leer poéticas cercanas, y que como estrategia de lectura se los
asimilan a autores extranjeros, como Ionesco “Graciela Gámbaro, autora de “El
Desatino”, tiene cierto parentesco con el discutido pero talentoso rumano, a
quien lo aceptamos, sin compartirlo”; por otro lado, reconoce “Jorge Petraglia,
responsable del montaje, ya que cuenta en su haber con un calificado
repertorio, desde “Esperando a Godot” de Beckett, hasta la muy reciente
“Lutero” de Osborne en el mismo salón Di Tella”, se los disminuía en
comparación con las mismas corrientes extranjeras, negando la importancia
nacional del vigoroso movimiento absurdista que se producía en el país.
Se puede afirmar entonces, que
la recepción de las estéticas neovanguardistas fue sólo reproductiva, y que los críticos de las revistas de
izquierda del sesenta no pudieron acercar su horizonte de expectativas al de ninguna estética diferente del
realismo, lo que les impidió comprender lo que sucedía en el país manejando
únicamente los modelos extranjeros.
La revista comenzó a salir
mensualmente a partir de noviembre de 1961. Fue, como El escarabajo de oro,
una revista de gran continuidad, su último número salió en 1966. Sus directores
fueron Pedro Orgambide, Juan José Manauta, David Viñas -de Contorno y Centro-
y Raúl Larra -que provenía del partido comunista-. El consejo de redacción
estaba integrado por Luis Ordaz, Rubén Benítez, Fernando Birri, María Fux,
entre otros muchos colaboradores que fueron cambiando en los años que se
publicó la revista. Los unía una actitud por la polémica cultural y la
proyección de lo ideológico en lo concreto.
El repertorio de directores mostraba la apertura del comunismo
argentino que se manifestaba en la búsqueda de un avance cultural, con
intelectuales progresistas que cuestionaban principalmente al sistema burgués.
Esto se ve en una polémica muy extensa, que abarco varios números y a distintos
escritores, sobre la crisis de los intelectuales y la inserción laboral. La
primer nota “La gran frustración” escrita por Pedro Orgambide apareció en abril
de 1963 en el número 8. En ella se preguntaba si era lícito que los
intelectuales participaran de los nuevos medios masivos. La nota tiene un tono
irónico e intimista, que aumenta con la mención de numerosos nombres de
intelectuales del campo, como Sergio De Cecco y Oscar Ferrigno, dice por
ejemplo “Entonces usted, poeta de vanguardia, muerto de hambre, pasará a ser
letrista de jingle. No ponga cara de asco. Es un oficio como cualquier otro. Y
pagan bien”.
El artículo se pregunta sobre la
legitimidad de que por ejemplo, Carlos Creste, autor de teatro, sea por
necesidad guionista de televisión. Reflexiona sobre la relación entre la
cultura y el mercado, y sus conclusiones son pertinentes a la tarea del teatro
independiente, que para no “comercializarse”, debía repartir su tiempo entre el
teatro y diversos trabajos en oficinas o empresas.
Las respuestas que se originan en los números siguientes no
aceptan “la frustración” y afirman que, en realidad, se lucha contra la
indiferencia, apuntando a la sociedad burguesa y al imperialismo, estos
artículos están firmados por Oscar J. Arveras, Juan José Manauta, Julio César
Silvain y Gerardo M. Goloboff.6
De la sección de teatro de Hoy en la cultura se
encargaban Blas Raúl Gallo y Francisco Mazza Leiva, y colaboraban en las
críticas autores como Alberto Ciria, Jorge Luis Sanni y Susana Valles. Se
privilegiaba un teatro, que según la revista, se comunicara en forma abierta
con su tiempo y que fuera mediador entre los acontecimientos y su gente. A lo
largo de los números se leen las críticas a las obras estrenadas en el teatro
de los independientes, en el I.F.T., en Nuevo Teatro, entre otros.
En el número 14 de junio de 1964 aparece una nota titulada
“Nuevo Teatro. Cuando se es joven, se debe ser joven hasta el final” de Susana
Valles, donde analiza el proyecto que significaba Nuevo Teatro. En el artículo
dice que “hacer teatro implica una responsable batalla cultural y que por lo
tanto deben lanzarla no sólo con “prepotencia de trabajo” sino también de
calidad”. El artículo repasa la historia del grupo desde los años 50 y el
extenso repertorio de clara orientación social: “iniciados en el año 1950 con El
alquimista de Ben jonson, delinean un trayecto equilibrado y ascendente”.
Esta característica de las notas teatrales de la revista muestra
como su interés no estaba puesto únicamente en los estrenos contemporáneos,
sino que les interesaba la historia del teatro independiente y sus proyecciones
al futuro. En el mismo artículo dice “generaciones futuras aprenderán a gustar
y aprehender en su totalidad el gran significado del arte y su esencia”. La
nota adhiere totalmente al “esfuerzo tenaz” que constituye Nuevo
Teatro, encontrando solo virtudes en el trabajo del grupo, además de destacar a
Alejandro Boero y Pedro Asquini como fundadores, guías y espíritu del equipo.
De las seis páginas que tenía la revista se le dedica, en el
número 3, de mayo de 1962, una carilla a la nota de Luis Ordaz sobre el teatro
independiente. En su calidad de historiador, especializado en este teatro, al
que consideraba uno de los hechos fundamentales de la cultura nacional, Luis
Ordaz escribe “El teatro independiente en una encrucijada”.
En la nota analiza la escena libre desde los comienzos para
llegar a la etapa del teatro independiente en los sesenta, estudia las dos
etapas que hasta ese momento se habían concretado: la de fundación,
encauzamiento y propulsión, que se inicia con la fundación del Teatro del
Pueblo, y la de autocapacitación.
El autor tiene en cuenta todas las limitaciones del movimiento
como ser: los problemas económicos y organizativos que implica montar una
obra, la poca cantidad de butacas que permitía la municipalidad, el imperio
de la televisión que atraía a los actores y el ritmo de vida agotador de todos
los integrantes. Pero ve en la tercera etapa lo que sería la solución a estas
dificultades, que es la profesionalización de los elementos del teatro independiente,
en la que el movimiento lograría mantenerse por sí mismo
“el teatro independiente nunca podía adoptar una posición
antiprofesional, absurda, desde el
momento que estaba bregando por el buen teatro, ese que,
en todas las épocas, había sido
animado en escena, como el otro al que se combatía, por
artistas profesionales. El problema
no era no profesionalizarse, sino no comercializarse”
Deja planteada la encrucijada sobre cómo podría alcanzar la
profesionalización el artista independiente y plantea que las entidades de la
escena libre deberían “debatir a fondo la situación actual del movimiento y
hallar los medios para penetrar con firmeza en la nueva etapa”, Luis Ordaz veía
con lucidez que si el teatro independiente no lograba la profesionalización de
sus elementos, en forma colectiva y no individual, quedaría desintegrado.
Los intereses en común, así como la fe que tenía en este teatro
se ven en la insistencia y el tono que tiene su artículo “Entendemos que los
problemas se agravan en la medida que no logran ser resueltos dentro del ámbito
natural que les es propio”.
En conclusión, el espacio que se le dedica en las revistas
literarias y las discusiones que circulaban en torno al teatro independiente,
mostraban lo vivo que estaba en los años sesenta, el interés por este arte. Y
la vitalidad que provenía de este teatro permite presumir un público amplio
interesado en sus cuestiones, que era además, el público lector de Hoy en la
cultura, El grillo de papel y El escarabajo de oro. La escena
independiente de la época, como afirma Luis Ordaz, “no es algo al margen de la
escena argentina, sino una parte activa de la misma”, por lo que además, era el
tipo de teatro que promovían los intelectuales de la izquierda argentina desde
sus publicaciones.
1 Teatro XX fue la revista que acompaño principalmente a los neovanguardistas y que consagró a Griselda Gambaro -lo que produjo la fuerte polémica en 1965-, entre sus colaboradores se encontraban Edmundo Eichelbaum y Ernesto Schóo, estuvo dirigida por Kive Staiff y se oponía dentro del campo teatral a Talía, publicación tradicional que apareció en 1953 cuyos directores fueron Néstor Barrachini, Julio Spinelli y a partir del número 10, Emilio Stevanovitch.
2 Este importante semanario apareció entre 1962 y 1969, estuvo dirigida por Jacobo Timerman y financiado principalmente por la empresa IKA, respondía al sector azul del ejercito que proponía a Juan Carlos Onganía como figura de recambio al gobierno civil. Fue una revista que se formó a imagen de los modelos norteamericanos y modernizó al público lector -principalmente la clase media, los ejecutivos- a través de discusiones y encuestas que formaban la opinión. En cuanto a la sección teatral, constituyó una institución legitimante de los espectáculos del Instituto Di Tella.
3El plan Conintes fue parte de la época de represión social y política que siguió a la llegada de Carlos Severo Torazo Montero a la Comandancia en Jefe del Ejército.
4 Se puede citar como ejemplo: “También nosotros repudiamos enérgicamente la actitud antinacional de estos dramaturgos que tanto daño causan a su país y a su cultura. Y si no, ahí está el caso de ese señor William Shakespeare, vergüenza del teatro inglés durante cinco siglos, con su maniática propensión a idear sus trapisondas en Dinamarca, Venecia, Atenas, Verona, Roma, Escocia, Pentápolis, Efeso, por no mencionar otros 20 sitios, aún más repugnantes” la indignación que dicha nota habría producido en Abelardo Castillo puede verse en los excesos que comete al defenderse, como compararse con el dramaturgo inglés.
5 Las notas se contestaban y enriquecían, sumando las opiniones anteriores y las respuestas de Pedro Orgambide. Para mencionar un ejemplo, en el número 9 aparece “¿Dónde está la frustración?” de Oscar Arveras, que dice “No te conduelas, Pedro, de aquellos tus amigos, que deben robar horas al sueño para escribir el poema, el ensayo, el cuento, el capítulo de la lenta novela. Duélete sí de los otros, los que parasitan a la vera de las páginas bibliográficas, los sapientísimos corrillos o la inteligencia oficial.” En el número siguiente aparece la respuesta de Juan José Manauta “Creer y actuar” que entabla un diálogo con ambas notas: “Él niega que estemos frustrados, y ve en el esfuerzo de algunos, a veces heroico, y otras sólo sacrificado, la respuesta a la Gran Indiferencia (...) Pienso que vos, Pedro, no hablás de una frustración especial argentina, marca registrada, sino de una frustración que proviene del termino general de alineación a que está sujeto el hombre en la sociedad clasista”, Larra aporta a la interesante discusión su lectura desde el comunismo.
Bibliografía
Lafleur, H., Provenzano, S. y Alonso, F. 1968. Las revistas literarias argentinas: 1893-1967, Bs. As.: Centro Editor de América Latina.
Masotta, O.1965. Sexo y traición en Roberto Arlt, Bs. As. : Corregidor.
Ordaz, L. 1946. El teatro en el Río de la Plata, Bs. As. : Leviatan.
Pellettieri, O. 2004. “Luis Ordaz y el origen de la tradición del autor moderno en la Argentina”, en teatro XXI, 19, primavera, Bs. As. : 1-3.
Terán, O. 1991. Nuestros años sesenta, Bs. As.
: Puntosur.
Tarcus, H. 1999. “El corpus marxista”, en Historia Crítica de la literatura argentina, Bs. As. : Emecé, 465- 499.