FICCIONES LEYENDO FICCIONES: SUBJETIVIDAD, ESCRITURA
Y CONTINGENCIA Hernández
Montecinos, Héctor |
Un libro es una especie
de cuerpo formado por materias diversas como por ejemplo, líneas, ya sea
cortadas, de articulación, de fuga. Más bien esas líneas son intensidades: una
multiplicidad de intensidades. Además, un libro tiene territorialidades y
estratos, pero a la vez movimientos de desterritorialización y movimientos de
desestratificación que lo desarticulan. Un libro tiene velocidades porque está
en movimiento. Deleuze/Guattari llaman a las líneas y velocidades mesurables agenciamiento, el cual está sobre un
plan de consistencia que es un plano en sentido geométrico donde se establece.
En sí, un libro es un agenciamiento hacia el exterior: hacia otros
agenciamientos El libro es un cuerpo sin órganos que busca fuera de sí (deseo)
lo que responde a su misma interioridad. El libro sólo halla su plena
realización en su conexión con el mundo desterritorializándolo, pero el mundo
efectúa una reterritorialización del libro, que a su vez se desterritorializa en
sí mismo en el mundo (si puede y es capaz). La escritura codifica la realidad,
y luego la decodifica, pero nada queda igual. Blanchot en un libro decía que
después del desastre todo queda igual. Después de los procesos de
subjetivización nada queda igual. Las guerras son contratos políticos para
eliminar masas humanas fluctuantes, sobrantes, comunidades peligrosas y todo
queda igual porque no muere gente inocente, muere gente “culpable”. Las
escrituras siempre son cortes-transgresiones pues la realidad, o la sensación
humana que tenemos de ella es de una eterna continuidad. Lo real es lo
continuo. Los derroteros empíricos y fenomenológicos de linealidad. La ficción
es un corte. La ficción es una suspensión. Un aparte. Una señalización
decididamente equívoca. Se trabaja la continuidad del mundo desde su triple
anclaje para luego hacer estallar sus signos y sus intensidades de
representación y nada y todo queda igual. Móvil y vivo. El libro no es una
imagen del mundo, hace rizoma con él: hay una relación de devenir. La obra
escrita adquiere sentido tras la existencia fuera de ella. Desentrañar el
significado de una escritura no es desentrañar su verdad. La verdad es la gran
tontería de la modernidad. La verdad es lo que todas las formas de conocimiento
humano han querido develar para realizarse en su humanidad. El método
científico busca la verdad a través de la comprobación empírica de las
hipótesis mediante experimentación y observación crítica. Las ciencias sociales
buscan verdades en las comunidades y las relaciones que llevan a cabo o incluso
que podrían hacer. El arte busca verdades metafísicas al igual que la religión.
Como si el ser humano fuera un ser humano
verdadero. Esto nada tiene que ver con la mentira y la falsedad. Como decía
antes en un libro su significado no es su verdad. De hecho podría afirmar que
las significancias, jamás el significado, son meras formas dirigidas de
lecturas. En nuestra cultura leer es hermeneutizar con el implícito de que
interpretar es lo preferible porque se alcanza la verdad de un libro, es decir,
su valor. Lo valioso es lo verdadero, lo auténtico. Basta.
Ante esto uno podría asegurar entonces que la escritura, el
libro, siempre están incompletos. Creo que sí. No hay libro completo como
tampoco existe libro simultáneo. Blanchot dirá que la literatura es lo que aún
no era: la impresencia: esa otra ausencia en cuanto decir lo que aún siempre
está por decirse.
El libro al ser un haz múltiple de
velocidades e intensidades no puede ser atribuido a una unidad-función-autor.
El libro deviene múltiple y no uno. El autor, según Foucault, no representa más
que las condiciones históricas específicas, jurídicas y políticas, que hacen
emerger el nombre propio como categoría fundamental de la clasificación de las
obras. El libro se comunica y conecta a través de microfisuras y fallas
subterráneas superficiales a fin de tomar y extender un rizoma. El
agenciamiento sólo está en conexión con otros agenciamientos, otros cuerpos sin
órganos. Pues, un libro siempre deviene rizoma.
No obstante, quisiera precisar un punto
muy importante que hasta ahora ha sido ignorado, y es sobre la supuesta
desaparición del autor que viene desde la proclama nietzscheana de la muerte de
Dios. Si bien es cierto que la multiplicidad explicada un poco más arriba no
puede ser sometida al concepto de una autoría, esta no desaparece ni muere sino
que ocurre un desplazamiento textual: el autor pierde su preponderancia como
“yo” material para instalarse en un “yo” textual, esto es que, el autor se mete
dentro del libro para permanecer en él como una intensidad y una señalización
para los flujos de deseo. Ya sea en la solapa, el prólogo o la contratapa de un
libro el autor interviene una presencia que no ha sido semantizada por ser tan
común en todos los proyectos editoriales, pero es un subtexto (biografías,
datos personales, fotos, currículos) que también se lee y está trabajando como
un discurso de autoría y autoridad.
II.-
Alguien
se pregunta ¿qué es la literatura y cómo se lee? Algo ya se dijo anteriormente
sobre entender la escritura, en este caso la literaria, como un contexto en sí
mismo que suscita formas especiales de lectura. El contexto es la síntesis de
muchos otros textos en una competencia, y de hecho el saber es poder
contextualizar un texto, el saber es la competencia de la ubicuidad del texto.
Uno leería arbitrariamente una obra porque sabría que es literaria, este es un
conocimiento convencional e institucionalizado del discurso literario. El
espejo que no trabaja con oposiciones sino con la yuxtaposición de series
heterogéneas actúa como un modo de reconocimiento; así en literatura es posible
distinguir entre obras literarias y no literarias, no obstante ambas pueden
estudiar conjuntamente y con métodos parejos los rasgos compartidos entre las
obras literarias que en comparación con las no literarias la distinguen como
literatura.
Así
la literatura puede ser vista como un conjunto de actos, acontecimientos y sus
relaciones exteriores. Luego especificarla como femenina, homosexual o negra es
una especificación de lectura y no de escritura, pues ningún texto es
esencialmente algo. Lo femenino establece relaciones materiales con la
literatura que más tienen que ver con una situación política que estética o
artística. Quizás se puede hablar de literatura-algo cuando la experiencia de
lectura trabaje con la construcción de identidad o de deseo del sujeto que lee.
La
literatura es un momento del lenguaje, por tal, el análisis literario tiene que
dar cuenta de la mayor cantidad de emergencias de ese momento literario, es
decir, aplicar las preguntas por la contingencia en la emergencia.
La
literatura trabaja su subjetividad en toda su extensión. La literatura es
inconsciente en el hecho de ser otro-en-uno mismo, ese otro ya sea como autor,
como personaje, como lector que no percibe el cómo se pasa de un borrador a un
texto y de un texto a una obra. Así, el texto es un objeto ficticio y esa
ficción es la representación del vacío entre el yo y el no-yo (la realidad),
por ende, las posibilidades de la lectura son lo que dan mas identidades al
texto. La literatura es un discurso creador de realidad (devenir-mundo) por lo
tanto debe ser una parte más de un dispositivo mayor en contra del dispositivo
del poder. Es decir, hay sistemas de poder
construyendo-codificando-estereotipando-institucionalizando realidades. Por lo
tanto si los valores son una construcción, la literatura que es un libre
discurso de creación y construcción no por escribirla sino que al leerse debe
re-inventarlos. La literatura hace presente en su enunciación. Si estuviera
ausente de verdad no le hablaría. A todo lo que le hablo está presente o yo lo
hago presente, y ese presente es una contingencia de un ‘siendo’. Creer en la
escritura es creer en Dios
El escritor al trabajar desde el triple anclaje (discursos,
territorios y cuerpos) es a la vez un traductor, un viajero y un amante, por
ende, es también un lector, un extranjero y un deseoso. La obra de arte es la
subjetivización (como reterritorialización) de materialidades. El escritor
subjetiviza la materialidad-página en blanco. Del mismo modo que el pintor
clásico subjetiviza la materialidad-soporte y los escultores subjetivizan la materialidad-sólido.
Los artistas modernos subjetivizan desde sí mismos individualmente. La
subjetivización es siempre política.
La máxima confesión en
literatura es reconocer y vivir la ficción ¿Qué más hay que ficción? Y no hablo
sólo de literatura sino de la muerte. El momento en que hablan los lectores
excluidos, no desde la veracidad como rasgo distintivo sino que de la
conciencia de su metaficción.
La literatura podría ser el locus donde la subjetividad del
autor que escribe y la subjetividad del lector que lee se ponen en circulación
generando identidad literaria, quizá esto es lo que hace
literario a un texto. No es la típica identificación, sino que circulación y
recepción de esas subjetividades mediante la lectura, y esta como un producto
cultural, dentro de los que cabe la obra literaria como síntoma de una
configuración sociopolítica subyacente, esto es que el texto es un hecho social
y debe ser socializado. Así, la literatura es una práctica significativa más en
la producción y representación de la experiencia y la constitución del sujeto
humano.
De
este modo, creo en un análisis literario que construya sentido y que ese
sentido no elimine a otros sino que por el contrario los utilice de manera
especificada para circular en construcciones de sentido mayor, pues los textos
literarios refieren a otros textos que no necesariamente son literarios por lo
que este análisis no puede ni debe ser exclusivamente literario. Como ya vimos
anteriormente, el libro no es sólo la obra, pues es una producción de
subjetividad, la obra es el proceso de subjetivización que elabora bajo
máquinas de contrasubjetivización y polisistemas dados. Por ejemplo, la
literatura ha actuado en algunos casos como fijación de identidades y naciones,
es decir, inmovilizando subjetividades y actuando en contra de la multiplicidad
y heterogeneidad de la misma escritura de sí mismo y de la escritura de un
sujeto-máquina.
Las
obras literarias tienen la característica de ser producciones
transubjetivizadas a la vez que generan nuevas subjetivaciones y lo importante
de esto es la subjetivización de quien proyecta o introyecta en la
subjetivización de la producción literaria. La subjetividad escribiente es
parte de las subjetivizaciones literarias, pues se abren campos imposibles de
pensamiento: relaciones exóticas entre vectorialidades de subjetivización, a
veces imposibles, inverosímiles o increíbles. De hecho, cuando la literatura
abre subjetivizaciones impensables (la página deviene territorio y/o cuerpo).
La
subjetividad escribiente (se) escribe para inconscientemente estar escribiendo
lo que performativamente lo convierte en una ficción como lo es el escritor.
Una proyección de intensidades de representación sobre el acto mismo de
escribir literatura como el otro-en-uno
mismo. Foucault señala que se escribe para ser otro de eso que se es. De allí
que podamos argumentar que la obra literaria tiene la contingencia dramática de
la representación teatral: el espesor de signos (intensidades de
representación) en presencia (y casi con pura referencialidad).
Ya
nos hemos referido a la identidad de los géneros y al escribir(se)
desarticulando formas de cómo es que se pueden leer. Los textos son una
lectura. El sujeto no produce textos sino que lecturas. La lectura es un
acontecimiento. El texto es una lectura del sujeto [construcción de sentido] en
el mundo (dimensión diastrática). Somos ficciones leyendo ficciones. Por tal la
profundidad de un texto esta dada en su lectura. Entre el sujeto y la realidad
la lectura del texto es una respuesta construida y contextual.
Lo
que entendemos por literatura se ha conseguido mediante una construcción
discursiva. La literatura como concepto vendría entonces más que una suma de
textos literarios, de la suma de textos sobre literatura y la subordinación de
esta relación pasa por los sistemas de valorización y producción desde las
vectorialidades de subjetivización. La literatura son re-escrituras y un
re-comenzar.