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Continuidades y rupturas en el ensayo latinoamericano de identidad:
Latinoamericanos buscando lugar en este siglo
de Néstor García Canclini

De Grandis, Rita
University of British Columbia

 

En 1972, la Unesco publica conjuntamente con la editorial Siglo XXI de América Latina una obra colectiva de gran envergadura titulada América Latina en su literatura, bajo la coordinación de César Fernández Moreno (1919-1985) quien entre 1972 y 1978 se desempeñó como Director de la Unesco para América Latina y el Caribe. Colaboraron en esta publicación Fernando Alegría, Roberto Fernández Retamar, Adolfo Prieto y Antonio Cándido, entre otros, y, escritores como Mario Benedetti, Juan José Saer, José Lezama Lima y Severo Sarduy, entre los más destacados, de los distintos países de la región. 

En la introducción al volumen, César Fernández Moreno se pregunta “¿Qué es América Latina?” Y retomando la aserción de Hegel sobre América, esto es, América como el continente del futuro en oposición al Viejo Mundo y América como dividida por la lucha entre Norte y Sur, asevera que si bien un siglo y medio han transcurrido, lo que para Hegel era futuro es ahora presente; y, lo que era Naturaleza es ahora Historia.[i]  De acuerdo a Fernández Moreno, la distinción que hace Hegel entre Norte América y Sud América tiene una particular relevancia contemporánea puesto que el norte representa la potencia más poderosa del mundo, y el sur, bajo un nombre nuevo y diferente, representa “una de las ideas más dinámicas del mundo del presente;” una región intelectualmente vital en expresiones culturales y artísticas, en ideas políticas y en cuestionamientos filosóficos. (Fernández Moreno 5)  Los ensayos que componen América Latina en su literatura son una ilustración y vidriera de esa diversidad cultural y tienen por objetivo iluminar al mundo y específicamente a los latinoamericanos acerca de su propia heterogeneidad cultural.  El propósito del volumen es consignar los términos en los cuales América Latina constituye una entitad unitaria aunque compuesta de partes separadas, de distintas naciones y culturas. Se trata de estimular una percepción unitaria pero diversa entre los participantes, promoviendo estudios sobre cultura, etnicidad, lingüística y política a fin de examinar cómo se manifesta América Latina en y a través de sus expresiones culturales. Fernández Moreno aclara que se tiene “una clara intuición” de que esta región se va imponiendo en el mundo con sus productos culturales, sus hombres y sus mitos. Además “Se trata de una empresa que, como todas las que importan a los hombres, parte de una ignorancia esperanzada y se dirige hacia un conocimiento anhelado.  ¿Qué es América Latina? Lo único seguro que de ella sabemos, por ahora, es que es nuestra.”  (17-8) (nuestro énfasis)

Ahora bien, en octubre de 2001, la Fundación guatemalteca Luis Cardoza y Aragón otorga el premio Ensayo a Néstor García Canclini por Latinoamericanos buscando lugar en este siglo que aparece  publicado en el año 2002.[ii] Este ensayo no por coincidencia comienza con una pregunta similar a la formulada por Fernández Moreno treinta años antes. Notablemente, la pregunta de García Canclini evoca la de Fernández Moreno, la presupone y a su vez la transforma. Si ¿Qué es América Latina? de Fernández Moreno había emanado del protagonismo de los intelectuales y de la agenda cultural de los años sesenta/setenta, más precisamente de finales de los sesenta y comienzos de los setenta, inspirada por la idea bolivariana de la patria grande, que confluía con la del internacionalismo socialista, por la que escritores y críticos se mancomunaban para dar cuenta de la diversidad pero también de la unidad de América Latina, la de Latinoamericanos buscando su lugar en este siglo, opera un desplazamiento de la misma, preguntándose no ¿Qué es América latina? sino ¿Dónde está América latina? No ¿Qué significa ser latinoamericano? sino ¿Quién quiere ser latinoamericano? Del señuelo de estos desplazamientos se ocupará este premiado ensayo. 

García Canclini retoma la tradición del ensayo como una forma crítica por excelencia que vincula arte y teoría,[iii]  y que en América Latina emergió de una situación de urgencia, como respuesta a una amenaza de peligro, particularmente durante los períodos de independencia y formaciones nacionales.  Decir algo sobre los desafíos políticos, étnicos, raciales o culturales que las recientes naciones enfrentaban constituía un acto apremiante para el ensayista, haciendo uso de la versatilidad del género y sus múltiples posibilidades, interveniendo en asuntos muy cercanos a sus connacionales.  ¿Cuál es la urgencia entonces que impele Latinoamericanos buscando su lugar en este siglo? Cuál su desafío? El desafío es la globalización, y en Latinoamericanos los interrogantes que se plantean intentan captar la ambivalencia, incertidumbres y contradicciones que enfrenta América Latina dentro del capitalismo global, específicamente en lo concerniente a la producción y consumo cultural. En trabajos previos, como La globalización imaginada (1999) y “La épica de la globalización y el melodrama de la interculturalidad” (2000), García Canclini analiza el fenómeno de la globalización con trabajo de campo llevado a cabo en la zona fronteriza de los EEUU y México,[iv] mientras que en Latinoamericanos su atención recae sobre los posibles modos de arguir por estrategias y políticas proteccionistas de los mercados culturales latinoamericanos.  Sugiere repensar el rol del Estado, de modo que éste sea conceptualizado como una entidad con una función regulatoria, capaz de intervenir y proveer políticas específicas para las industrias culturales latinoamericanas en el mercado global. Contiende que América Latina no podrá vislumbrar un futuro mejor a menos que opere un giro radical en la concepción del rol del Estado. Critica las concepciones basadas en un modelo maniqueo de oposiciones entre Estado y empresa privada, que ciertas tradiciones intelectuales sesentistas-setentistas todavía sostienen.  El nuevo rol del Estado consiste en ser un ente regulador y articulador entre los gobiernos, las empresas privadas y las iniciativas de otros sectores civiles de la sociedad.  Designar políticas culturales y comerciales para los productos culturales en medio de las formas nuevas de privatización requiere un nuevo rol del Estado, así como también una redefinición del mercado y de su relación con la actividad cultural. Aunque en las décadas precedentes muchos intelectuales progresistas se opusieron a la intervención del Estado sobre el control de la actividad cultural, para García Canclini el momento ha llegado de re-evaluar esta posición, puesto que la industria cultural (música, videos, radio, e internet) se ha constituido en un actor social y político crucial (Latinoamericanos 67-8). Su ensayo, una pieza relativamente corta, comprime hechos ya conocidos sobre la globalización, oscila entre distancia y adherencia, y se concentra en asuntos culturales que derivan de sus asunciones generales sobre la cultura de masas, el consumo y la industria cultural.[v]

En Latinoamericanos, la característica autobiográfica del género ensayístico se hace evidente no sólo en el uso de la primera persona, como cuando refiere la conversación con el taxista en Buenos Aires en el 2001 (15), sino también en sus referencias sobre su experiencia generacional y sus gustos literarios y artísticos, ambos del pasado y el presente. A tono con la migración masiva y las diásporas que han caracterizado el continente, el ensayista se define como un intelectual intercultural y transnacional, que vive entre Mexico y Argentina.  Expresa las dificultades de estudiar América Latina en tanto una entidad unitaria, por cuanto cualquier comparación entre dos naciones (Mexico y Argentina, por ejemplo) implica un énfasis en las diferencias más que en los rasgos compartidos. Sostiene que embarcarse en tal tarea requiere reconocer y continuar el camino de predecesores como Alfonso Reyes (1889-1959) y Arnaldo Orfila (1897-1998) cuya acción cultural dejó una huella profunda en el mapa cultural de América Latina: Alfonso Reyes, en el campo de la literatura y Arnaldo Orfila, en el de la industria del libro.  Reyes y Orfila supieron captar las vibraciones culturales, políticas, filosóficas y literarias de su tiempo y dedicaron sus vidas al desarrollo cultural del continente como un todo interdependiente. (García Canclini Latinoamericanos 12)[vi] García Canclini aspira continuar esa tarea y comprometerse con las preocupaciones y posibilidades de su región. Mantener la tradición de sus predecesores requiere reconocer la riqueza de sus expresiones culturales junto con las de un pensamiento social con perfiles propios. Presupone redefinir ideas y nociones usadas en el pasado junto con una historia de estudios compartidos, diáporas y migraciones en la región; compartir el cine, la literatura, las telenovelas y la música: tango, bolero, y rock.  Requiere también considerar seriamente las ganancias que estos productos culturales aportan, comparables a las del petróleo, turismo y materias primas: las industrias culturales latinoamericanas representan una fuente de ingresos muy considerable que debe tenerse en cuenta si los intelectuales se preocupan verdaderamente por el bienestar social y cultural de su región.

Latinoamericanos promueve políticas gubernamentales que protejan las industrias culturales nacionales, insistiendo en que los gobiernos de América Latina, deben proteger y estimular las industrias culturales locales, como lo ha hecho España, con el cine, la televisión a través del consorcio Ibermedia, y la industria editorial.[vii]  De hecho, los ministerios de cultura deben promover “nuestro” capital cultural entre las comunidades hispanas de los Estados Unidos y Europa.  Esto no significa que el Estado crea cultura, sino que es indispensable para generar las políticas que estimulen y regulen la producción cultural y el consumo, como también proveer fondos y accceso a estas políticas sin discriminación. (García Cancilini Latinoamericanos 71)

El ensayista también retoma la cuestión valorada y desvalorada de la identidad y recuerda al lector ciertos aspectos de su peregrinaje conceptual, caracterizando el presente, en términos de diversidad y resistencia a la homogeneización, [viii] y en vez de identidad, prefiere hablar de un espacio cultural heterogéneo y desterritorializado, esto es, más allá de sus fronteras nacionales y de sus lenguas, incluyendo los Latinos en los EEUU, que constituyen la segunda minoría más grande del país, [ix] así como otras combinaciones lingüísticas como Spanglish.  La identidad latinoamericana bajo el orden global configura un espacio o red de lenguas derivadas del Latín, asociadas con circuitos académicos y de publicación, gastronomía, turismo y comunicaciones: las que atraen grandes inversiones. “Lo latinoamericano” se modula con énfasis diferentes, según las influencias de Europa, América o Asia, y según otras configuraciones étnicas y políticas. [x] El ensayista insta volver a la idea de una comunidad transnacional unida por lazos culturales y por preocupaciones comunes, puesto que la cultura será la que salvará América Latina. Concluye afirmando:

 

Es preciso escribir esta palabra—lo mismo que latinoamericano—con modestas minúsculas.  Contra las Alianzas Militares y Políticas que en estos tiempos guerreros se inflaman de mayúsculas, y también para diferenciarnos de tantas palabras que se gastaron al solemnizarse en épicas pasadas, lo latinoamericano puede crecer si se nutre de intercambios solidarios y abiertos, renovados y renovables. [. . .] Buscar otro lugar.  No encontrar, a veces, más que promesas. [ . . .] Imaginar la cultura como ese relato, la inminencia de lo que todavía no ocurrió, el derrumbe que tal vez aún puede evitarse.  Contar la experiencia posible de los otros.  Contar con los otros.  (107-8) 

 

Con este llamado de solidaridad y unidad a través de la experiencia compartida y de la cultura, el ensayista vuelve al “nosotros” buscando el compromiso empático del lector como lo hiciera Fernández Moreno al invocar “Lo único seguro que de América latina sabemos, por ahora, es que es nuestra.” Esta “nuestra” comunidad que ambos ensayos en su persuación comunicativa enfatizan, implica en el caso de García Canclini un moverse fuera de la esfera del ensayo académico per se, una salida de la razón estrictamente académica para involucrase con una esfera más amplia de divulgación, incluso en una guerra de ideas que la naturaleza cambiante y polémica del ensayo en tanto género discursivo permite.  Desde este punto de vista Latinoamericanos puede leerse como un recuento personal, incluso un testimonio intelectual latinoamericano – téngase en cuenta que en el jurado del Premio Luis Cardoza y Aragón participó nada menos que la exponente máxima del género: Rigoberta Menchú-, que responde con subjetividad y responsabilidad a los nuevos llamados históricos. Latinoamericanos puede ser analizado sobre la base de cuestionamientos epistemológicos y metodológicos (Follari 2002), pero también como una oportunidad para plantear controversias, y como ilustración de la trayectoria de un intelectual que ha atravesado varias décadas con los consiguientes reajustes y transformaciones que cada etapa ha dejado en su desarrollo intelectual, en sus gustos y objetos de estudio. Aún más, puede leerse como rasgo de una práctica intelectual periférica, en la que la competencia pragmática y la laxitud disciplinaria fueran una forma de no ceder totalmente a la razón instrumental hegemónica; piénsese en pensadores como Fernando Ortiz o Angel Rama cuyos ensayos también atraviesan fronteras disciplinarias porosas. Si leemos Latinoamericanos como un relato testimonial o autobiográfico, este ensayo genera diferentes expectativas. En la larga trayectoria del ensayista, el intento por salvar la brecha entre una concepción elitista de cultura y una más democrática, adhiriendo a la cultura popular y de masas, lo ha llevado a reformular su función de intelectual, más cercana en su nueva situación histórica, a la de un consejero cultural, como si la función del intelectual académico se hubiera desplazado a la de un funcionario cultural dentro de la nueva dinámica cultural de la producción de los bienes simbólicos.[xi]  Porque si las posibilidades de intervención social, política y comercial fueran otras, sería posible articular una red inter-americana de esferas de conocimiento que beneficien no sólo a artistas, consumidores e intelectuales de América Latina, sino –también a aquellos que residen en los EEUU y Canada.  Invita a solidarizarse con los intelectuales de la región y sugiere que en lugar de un par de encuentros con investigadores del Norte en dos congresos anuales, estos eventos debieran organizar colaboraciones de investigación conjunta y promover investigaciones, entre otras, sobre los financiamientos culturales de los bancos extranjeros en América Latina.  Si esto ocurriera, sería posible intervenir más directamente y positivamente en asuntos que afectarán a las próximas generaciones de latinoamericanos. (García Canclini Latinoamericanos 57)

Nos preguntamos entonces: cómo evaluar esta intervención crítica? ¿Qué es lo novedoso en ella? Lo novedoso es una concepción de cultura como recurso, ganancia y fuerza identitaria comparable a la naturaleza como recurso en las fuerzas de producción. Lo que está en juego en Latinoamericanos es afirmar el valor de recurso de la cultura no sólo por su valor comercial sino y no contradictoriamente por su función identitaria. Por eso es importante, involucrarse con los artistas, intelectuales y agentes institucionales en el diseño de políticas culturales de producción, distribución y consumo. (García Canclini Latinoamericanos 68)

Dado este cambio de interés y de estilo, el ensayo se abre a otras razones y otras esferas transnacionales, sale de la estricta ciudad académica para formar redes de solidaridad más allá de los estrictos límites disciplinarios e institucionales.  El ensayo con su énfasis en la persuación comunicativa y en la pragmática de sus fines circula como un escrito que difunde y promueve políticas de protección cultural. Este llamado a unir fuerzas en esa esfera pública de lucha cultural, implica un abandono de rigor científico o analítico. Una argumentación sostenida o estructurada sobre consideraciones estrictamente epistemológicas cede paso a retóricas de persuación. El ensayo, como artefacto simbólico, se une a los encuentros anti-globalización, como el de Porto Alegre y participa de esa “gran conversación que los latinoamericanos estamos teniendo con el mundo.” (García Canclini Latinoamericanos 107).  En él, América Latina, deviene una localidad muy connotada, al evocar y convocar, figuras señeras como José Martí en Nuestra América, o Pablo Neruda en su Canto general; Latinoamericanos hace uso de esa tradición como recurso y capital cultural; como memoria histórica y elementos de cohesión identitaria frente al desafío que la globalización entraña en sus efectos de dispersión, fragmentación y exclusión.

La eficacia  y persuación del ensayo descansan sobre la imagen del intelectual comprometido – una concepción residual pero aún activa y productiva en la región –, porque como afirma Jorge Castañeda “[…] ellos han servido de puentes entre los múltiples cismas que se abren entre las elites económicas y políticas de América Latina y el resto del mundo.” (180) En Latinoamericanos, García Canclini, contiende que ya no se puede pensar las culturas populares en términos de afirmación o resistencia, sino en tanto prácticas en las que los grupos subordinados se disputan y negocian significaciones. La prosperidad o empobrecimiento de los grupos subalternos depende en parte de las tendencias que gobiernan la globalización, las que indiscutiblemente están basadas en relaciones de poder desiguales. Pero, en parte, depende también de la creatividad con la que ellos confrontan e interactúan dentro de los circuitos de la industria cultural y logran ejercer cierto control sobre los productos y sus mensajes.  Por eso el acento del ensayo está puesto en promover protección y mejora en las condiciones de producción de la industria cultural.  El intelectual radical de las eras sesentista – setentista se ha transformado sin por ello perder ese rasgo de función social que le permite hablar por los desventajados. El intelectual de fin de siglo se mueve en la esfera de la negociación cultural; no ha abandonado la memoria histórica de sus predecesores, pero la utiliza con fines más pragmáticos. Esta posición estratégica asociada con el poder legitimante de la institución académica  provee una plataforma para interpelar la esfera pública en favor de medidas proteccionistas. Hay objetivos específicos que promover: aumento de presupuesto en educación e investigación, medidas de protección para las industrias culturales latinoamericanas, promoción local de cine y televisión.  Indudablemente, el ensayo es el género más apto para este tipo de intervención discursiva y social.

¿Cuáles son entonces algunas de las consecuencias para el intelectual cuando se asume este rol de interlocutor intermediario entre el Estado y la industria cultural? Algunas de estas consecuencias remiten al enfoque de García Canclini sobre la cultura de masas, que es vista como un instrumento democratizador que actúa sin tener en cuenta la distinción binaria de la cultura que instituyera la modernidad:

 

Libros y discos se venden en supermercados y grandes tiendas, las obras teatrales y la música clásica y popular encuentran espectadores en la televisión.  Aunque este pasaje a los espacios y circuitos masivos, asociado a ventas y modas fugaces, provoca sospechas sobre la calidad cultural de la comunicación masiva, más escritores y músicos pueden vivir de su trabajo.  Al mismo tiempo, públicos no habituados a los templos estéticos acceden a obras de su país y de muchos otros.  La cultura da trabajo es el título de un libro publicado en Uruguay sobre las funciones económicas de los bienes culturales.  (Stolovich and Mourelle) (García Canclini Latinoamericanos 57)

 

La confianza que García Canclini tiene en la industria cultural parece indicar que la concepción de cultura que sustenta su edificio conceptual es una de recurso y bien de producción y consumo, comparable a la sostenida por George Yúdice, de la cultura como expediente de negociación social e identitaria. (George Yúdice 2003) Un gran giro se ha producido. En 1960 y 1970 las culturas latinoamericanas significaban experimentación vanguardista e innovación formal, singularidad y diversidad, aspectos que trascendían la reificación del realismo y de los estereotipos asociados con América Latina. En las últimas décadas del siglo, sin embargo, la idea de cultura como recurso y/o expediente no parece ser concebida como contradictoria, porque las identidades se definen a través del consumo. ¿Cuál es entonces la función del intelectual que se distancia de la concepción adorniana de la visión universalizadora del intelectual, y de los valores estéticos, éticos y epistemológicos que este intelectual articula y representa? ¿Cómo puede este intelectual todavía formular una perspectiva crítica de la lógica del mercado, y del consumo en particular?

En su larga trayectoria García Canclini ha atravesado varias fases conceptuales, desde sus primeros trabajos sobre las vanguardias artísticas hasta sus estudios sobre el consumo y la cultura de masas, la concepción de cultura ha sufrido mutaciones considerables, desde las distinciones entre alta y baja cultura, hasta la de la cultura como bien. Al hacerlo, un progresivo abandono de la radicalidad teórica se ha visto sobreseida por una función que mina la supuesta radicalidad conceptual del intelectual, reduciéndolo a la de consultante o consejero en asuntos culturales.  Tal cambio resulta, en parte, de la pérdida de importancia del rol del intelectual en el discurso público y de la privatización de la cultura. (Jean Franco 2002) Y, además, del movimiento intelectual con el que Carcía Canclini ha estado vinculado desde los años ochenta, y que ha sido definido por algunos de populista (Jon Beasley-Murray 2000), puesto que el populismo parece ser una característica inherente de los Estudios Culturales. Otros irónicamente se refieren al mismo como un movimiento demagógico porque implica alejarse de las literaturas canónicas, por ejemplo, y dedicarse a formas de la cultura popular.[xii] (John Beverley 2003) Considerando que la posición populista o la demagógica debilitan al intelectual frente a su habilidad de llevar a cabo una crítica radical, la cuestión de cómo articular una crítica que no permanezca en el ámbito de la especulación teórica universal, todavía permance abierta al desafío.  ¿Implicaría en primera instancia una crítica a la razón académica y un abandono de la torre de marfil del radicalismo de la teoría?[xiii]  ¿O de su imperio? Cómo puede contribuir Estudios Culturales a una crítica radical de la globalización y de la academia?  Ante estos interrogantes, este premiado ensayo, Latinoamericanos, es precariamente científico y académico; enraizado en una visión empática hacia los marginalizados y excluidos, el (im)migrante y el artista. En contraste, los ensayos de América Latina en su literatura emanaron de una clara distinción entre cultura de élite y cultura de masas, y sobre la literatura como expresión privilegiada de identidad cultural. Si la influencia de la cultura de masas era reconocida, como es el caso del célebre ensayo de Juan José Saer “La literatura y los nuevos lenguajes,” sobre la cultura de masas, y el de Antonio Cándido “Literatura y subdesarrollo,” ésta era conceptualizada particularmente en relación a la literatura y a las técnicas de experimentación, y argumentada sobre la irreductible condición de estas dos esferas.[xiv]  Del mismo modo, América aspiraba a una audiencia específica de críticos literarios, que favorecían la palabra impresa para las exploraciones sobre la identidad y la modernidad, mientras Latinoamericanos incorpora manifestaciones como la música, la cultura popular y el cine, y tiene como mira un público no estrictamente de críticos literarios. El estilo fluido y accesible de García Canclini amalgama conocimiento común sobre la globalización y América Latina, y se mueve laxamente en varios ámbitos disciplinarios. En nuestro caso, el haber elegido este ensayo, y, el haber comenzado con América Latina en su literatura. Unidad y Diversidad como figura de contrapunto, nos ha permitido señalar paralelismos y diferencias, rupturas y continuidades.  Lo que acerca a ambos trabajos en este ejercicio de lectura es su voluntad por la unidad y la diversidad de América Latina,  la centralidad de la identidad de lo latinoamericano a través de sus expresiones culturales; la idea de reclamar un espacio de importancia y dignidad para las expresiones culturales latinoamericanas y la convicción de que la cultura latinoamericana es el recurso más valioso que posee América Latina. Comparten además una concepción de la vocación social del arte y de la literatura como medio para comprender América Latina: ambos hacen un llamado a la comunidad transnacional de escritores, artistas, productores culturales e intelectuales, y lo hacen a pesar de, y más allá de la dispersión que ha afectado la región por tantas décadas, primero bajo el paradigma geopolítico de la Guerra Fría y luego bajo el de la globalización.  Paralelamente, ambos trabajos hablan desde una posicionalidad enunciativa en la que el intelectual asume las preocupaciones de su sociedad, y región; hace un llamado a la unidad en torno a esa entidad llamada América Latina, aun cuando ésta sea demasiado amplia y poco rigurosa como categoría de análisis.

Lo que diferencia radicalmente ambos trabajos es el cambio fundamental en la concepción de cultura.  La nueva concepción más heterogénea y pluralista, se mueve en un ámbito más antropológico que estético. Pero por sobre ello, la paulatina disolución, interprenetación o interabsorción de tales distinciones ha alcanzado también a la concepción antropológica, ya no circunscrita a los ritos, costumbres y creencias de una etnia, o comunidad o a la oposición entre naturaleza y cultura.  Esta nueva acepción se extiende a nuevos espacios transnacionales y desterritorializados en el que las identidades colectivas se entrelazan en nuevos rituales y redes comunicacionales propias. 

Latinoamericanos buscando su lugar en este siglo, como su título lo indica, es un título viejo, para un fenómeno nuevo, y plantea preguntas viejas para procesos nuevos. De ese desfasaje emana el nuevo marco epistémico al que el ensayo de García Canclini alude, en un estilo más cercano al periodismo de ideas que al ensayo científico-social, inscribiendo un tropo viejo como el la búsqueda de identidad, en el marco de las nuevas configuraciones identitarias, que enfrenta la región en su nueva etapa neo-colonial. Latinoamericanos intenta dar cuenta de estas nuevas urgencias. El ensayo como práctica crítica de vocación pública es un escrito en proceso, que plantea cuestiones y busca soluciones. El ensayista todavía no dispuesto a abandonar del todo el ámbito conceptual, lo combina y usa en favor de su función comunicativa.

Nuestra propia perspectiva de lectura recorre la de García Canclini en un movimiento que intenta situar nuestro propio discernimiento más allá de los binarismos señalados (alta cultura/baja cultura, radicalismo de la teoría/ideologismo de la teoría). Señalamos el vigor del ensayo como género discursivo interpelante, cuya dimensión empática junto a la indagación crítica, cuando involucra cuestiones de discriminación, exclusión y luchas por auto-determinación, hacen que el mismo se incline por el arte de la subjetivación pensante e ideologizante so riesgo de perder su univesalidad crítica.


Obras Citadas

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[i] Filósofos y ensayistas latinoamericanos han criticado las consideraciones de Hegel sobre América como eurocéntricas, entre otras, porque para Hegel las civilizaciones americanas (particularmente las de México y Perú)  no estaban completamente desarrolladas; en consecuencia, no debían ser partes del desarrollo de la Historia universal. America era un continente natural y su gente inferior, con tendencia a desaparecer  cuando estuvieran en contacto con civilizaciones superiores. Así, las civilizaciones americanas debían ser excluidas de la Historia, de la Razón y del Espíritu, y no estaban listas aún para asumir un rol en la Historia. Estuardo Nuñez in "Lo latinoamericano en otras literaturas" analiza este aspecto de las ideas de Hegel, señalando el hecho de que para 1825, Hegel ya tenía una percepción clara de la distinción entre Norte y Sud América, y bajo la influencia de las lecturas de los viajeros del siglo XVIII, consideraba que el continente americano era inmaduro, inferior en fuerza  y capacidad respecto de Europa.  De acuerdo a Hegel, los americanos vivían como niños y el Espíritu estaba ausente. Sin embargo,  en 1837, en sus Lecciones de filosofía de la historia, publicadas póstumamente, Hegel conceptualizó America como el continente del futuro. (Fernández Moreno 93-120)

[ii] Luis Cardoza y Aragón (1901-92) fue un poeta, ensayista, cuentista y crítico de arte. Nació en Guatemala, y durante su juventud viajó y vivió en Francia donde publicó su primera obra poética (Luna Park, 1932).  En 1944 regresó a Guatemala y trabajó para el gobierno revolucionario que había derrocado a  Jorge Ubico.  En 1945, fundó y dirigió la Revista Guatemala y el Movimiento Guatemalteco por la Paz, como también la Casa de la Cultura. Durante la administración del presidente Juan José Arévalo, fue Embajador en Noruega, Suecia y Francia. Más tarde, y debido a la turbulenta historia política de su país, vivió exiliado en México hasta su muerte en 1992.  Como señala Jorge Castañeda, Cardoza y Aragón hasta su muerte fue el crítico de arte más destacado de América Latina. Durante la época en que se vio forzado a dejar su país en  1954, fue mentor, padre y consuelo para dos generaciones de disidentes y revolucionarios guatemaltecos. (Castañeda 91)  El jurado del Premio Luis Cardoza y Aragón estuvo formado por Rigoberta Menchú, un símbolo de las luchas indígenas y vocera de su lucha, cuyo testimonio personal cuenta con una historia muy controvertida acerca de la veracidad del mismo. Véase David Stoll, Rigoberta Menchú and the Story of All Poor Guatemalans.  (Boulder, CO: Westview P, 1999). 

[iii] El ensayo "el centauro de los géneros," según Ana Bravo and Javier Adúriz, es una forma crítica cercana a la teoría en su búsqueda de verdad, y uso de conceptos, pero vinculada a la retórica en su intento persuasivo. El ensayista además, posee una mirada estreabica en el decir de Sartre, esto es, una perspectiva propia que ve lo que los otros no ven.  Debido a su peso subjetivo, el ensayo manifiesta una voluntad de estilo propio. (Ana Bravo and Javier Adúriz 2000).

[iv] En  La globalización imaginada García Canclini considera la globalización una noción clave y la desarrolla usando una metodología trans-/interdisciplinaria basada en nociones de varios campos del saber, dentro de las ciencias sociales y de las humanidades. Utiliza el concepto de metáfora según el tratamiento que Paul Ricoeur hace de ella, aduciendo que tiene más poder explicativo, que ciertos instrumentos teóricos de las ciencias sociales.  Al mismo tiempo, ha desplazado, o dejado de usar, conceptos como el de hibridez, reemplazándolo por el de reciclaje cultural, que ilustra con una serie de instalaciones artísticas de una exhibición realizada en la frontera San Diego-Tijuana por un colectivo de artistas titulado In-Site.  La incorporación de estas nociones (metáfora, reciclaje cultural), sufre de cierta precariedad conceptual, en particular, cuando la comparamos con su desarrollo más sistemático de hibridez.  Metáfora y reciclaje cultural son instrumentos efectivos de descripción, pero parecen ser usados intercambiablemente. La pregunta entonces es:  ¿Hasta qué punto su enfoque general dentro de una sociología de la cultura no se impregna de la ideología de (re)producción de los valores capitalistas, aunque esta perspectiva intenta develar dichos valores?  Para un análisis completo de esta crítica.

(Rita De Grandis 2004)

[v] Alan O'Connor también considera que los trabajos tempranos de García Canclini eran más radicales que los últimos. Afirma que en La producción simbólica (1979), publicado por Siglo Veintiuno y mucho de lo cual fue reformulado en sus Culturas híbridas (1990), hacía un uso mucho más radical de la teoría, (Althusser, Bourdieu, Marx, Lukacs, Freud, y Lenin). (O'Connor 104)

[vi] Alfonso Reyes fue un humanista mexicano, poeta y diplomático, traductor y ensayista cuya curiosidad intelectual hicieron de él uno de los escritores más prolíficos de América Latina en el siglo XX. En América Latina en su literatura, la vasta obra de Alfonso Reyes es mencionada en casi todos los ensayos de este volumen; por ejemplo, en "La nueva crítica" de Guillermo Sucre, éste menciona el rol importante de Alfonso Reyes en el desarrollo de la crítica literaria. Para Reyes la crítica era inherente a la naturaleza humana y un acto de creación que llevaba con él una poética que buscaba la revelación de una mirada crítica.  (Fernández Moreno 259).  Arnaldo Orfila fue un argentino que residió en México y fue una figura clave de la industria editorial, particularmente, en el desarrollo de una industria editorial de izquierdas. Fue el primer director de Fondo de Cultura Económica entre 1948 y 1958, y luego de Siglo XXI Editores. Llevó a cabo una cantidad decisiva de transformaciones culturales en la dirección de las perspectivas editoriales de estas dos compañías.  Promovió la Revolución Cubana, los escritores del Boom, la teoría de la dependencia, y la teología de la liberación. Como afirma Carlos Monsiváis, Orfila apoyó los movimientos revolucionarios, diseminó tanto material ortodoxo, como crítico y heterodoxo, que tendrá una influencia de gran alcance en las formaciones de las generaciones que vendrán. En su casi medio siglo de tarea editorial, Orfila fue actor y testigo de primera línea en la vida cultural de América Latina, una vida cultural determinada por la cultura del libro pero también por su escasez. Orfila creyó en la inteligencia del lector y apostó a ella. Murió en México a la edad de 101 años. 

[vii] Las editoriales españolas tienen mayor producción y distribución que las mexicanas o argentinas. El poder económico de la industria editorial española ha hecho posible que alcance una gran esfera internacional de lectores, no sólo con los consagrados autores del celebrado  "Boom" (Cortázar, Fuentes, García Márquez, Vargas Llosa), sino también con autores menos conocidos. Es de notar que estas compañías limitan la publicación y circulación de los propios autores latinoamericanos en sus propios países; sólo un porcentaje del 70% de lo que se publica en España llega a América Latina. En contraste, sólo el 3% de lo que se publica en América Latina llega a España. Además, en esta relación comercial asimétrica América Latina parece ser la proveedora de ficción pero no de teoría. La publicación de pensamiento social y cultural parece ser sólo de interés doméstico en países que producen este tipo de saberes, pero carecer  de un campo de lectura más amplio. (García Canclini 49-50)

[viii] Eduardo Devés Valdés al examinar Estudios Culturales en relación a lo que llama "pensamiento latinoamericano," arguye que la identidad y modernidad son sus dos tópicos mayores, y que el trabajo de García Canclini los incluye a ambos.  Esta dupla también es central en la práctica crítica de Nelly Richard, otra de las figuras luminarias de la crítica cultural latinoamericana.  Devés Valdés concluye que el mapa conceptual de América Latina dentro de Estudios Culturales ha oscilado entre una crítica de la modernidad/ /modernización y una valoración de las identidades. Aunque estos dos aspectos de la tradición del pensamiento latinoamericano no son exclusivos de Estudios Culturales; ellos han contribuido en gran medida a su desarrollo en las últimas décadas del siglo XX. (Devés Valdés 15-21)

[ix] En Who Are We? The Challenges to America's National Identity, Samuel P. Huntington afirma que entre 2000 y 2002, la población hispana en los Estados Unidos ha superado la Afro-Americana en casi un 10%. 

[x] Además de las influencias externas, el continente ha continuado experimentando nuevas configuraciones étnico-políticas, tales como las de Ecuador bajo la presidencia de  Lucio Edwin Gutiérrez Borbúa y el gobierno de Venezuela bajo Hugo Chávez.  Estas figuras políticas, por su formación étnica (mestizo de ascendencia indígena, uno, y africana, el otro), rompen con tradiciones políticas previas, de origen principalmente blanco-europeo. Gutiérrez Borbúa (1957) proviene de las filas del Ejército.  Era coronel cuando fue elegido presidente de Ecuador en 2003.  Participó del golpe militar que  derrocó el gobierno previo, accediendo a la presidencia a través de elecciones y con un apoyo mayoritario de las comunidades indígenas. Hugo Chávez también proviene de las filas del Ejército y participó del movimiento militar de 1994 que derrocó al presidente Pérez.  Chávez fue elegido en 1998, re-elegido (o como prefieren decir Venezuela, “re-legitimado”) en 2000; su mandato termina en 2006.  Incluso en Argentina, el presidente Menem (de ascendencia libanesa) ilustra la tendencia posmoderna hacia etnicidades heterogéneas; este giro puede aún describirse en términos de clase o región. Lula, un líder obrero, en Brasil llega a la presidencia a través de elecciones parlamentarias, y Néstor Kirchner, en Argentina, un gobernador de una provincia remota del remoto sur argentino, llega a la presidencia de la república.

[xi] Es de notar, que coincidentemente, Alan O'Connor comenta, particularmente que en  Consumidores y ciudadanos, es posible observar un giro conservador en el enfoque de García Canclini.

[xii] Los participantes del Grupo de Estudios Subalternos, como John Beverley, entiende la democratización de la cultura como desplazamiento de la esfera de la cultura letrada, que a su vez implica una salida del canon de las literaturas nacionales, y un giro hacias otras literaturas y subjetividades más heterogéneas y multifacéticas, que se identifican como subalternas.  (Beverley 336)

[xiii] Abril Trigo, al reseñar The Exhaustion of Difference: The Politics of Latin American Cultural Studies  de Alberto Moreiras señala las limitaciones de una crítica post-structuralista y derrideana, que de algún modo niega la posibilidad de su propia crítica. Para Trigo, el énfasis que Moreiras le adjudica a la prioridad cognitiva en su retórica, argumentación y lógica discursiva es lo que requiere un análisis crítico porque produce un continuo regreso sobre lo mismo, careciendo de exterioridad. (Trigo 1024-28).  En una vena similar, Román de la Campa advierte los peligros de una posición radical que consiste en una teoría que se manifiesta a sí misma como un aparato de gran verbosidad. (Campa 359) Concurrimos con estas apreciaciones sobre el imperio de la teoría que paradójicamente se han transformado en doxa del saber y prestigio académico.

[xiv] En "La literatura y los nuevos lenguajes" de Juan José Saer, publicado en el volumen de Fernández Moreno, la cultura de masas aunque un estímulo para la fantasía, es vista como enemiga mortal de la literatura. Si se tiene en cuenta el poder de los medios, su alcance y usos por grupos de poder, es evidente que el alcance de una literatura, que media la cultura de masas, debe desaparecer  y devenir apenas algo más que una fachada  ideológica.  En América Latina, la literatura del siglo XX se ha escrito en un proceso paralelo con la emergencia de la sociedad de masas y la cultura de masas. Los escritores están así vinculados estrechamente a la cultura de masas por su origen y formación.  Aunque mantengan una relación ambivalente con respecto a la cultura de masas, suponeniendo a veces, sin una base ideológica precisa, un total rechazo a la misma, esta ambivalencia generalmente resulta del hecho que muchos intelectuales que trabajan en los medios viven de ellos, aunque expresen su desdén, porque los medios presentan una sociedad congelada en su falsa universalidad.  (Fernández Moreno 301-16)

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