Narrativa de Addis Abeba



ADDIS ABEBA es originaria de Tampico, Tamaulipas. Su nombre completo es Addis Abeba Santacruz Bautista. Actriz, maestra de Educación Artística en varias preparatorias de la localidad y de teatro infantil del Instituto Regional de Bellas Artes. Ha participado en cursos de creación literaria aplicados a la dramaturgia. Escribió, dirigió y actuó en la obra Los detectives del agua que produjo la Junta de Aguas y Drenaje de Matamoros para apoyar la campaña de cultura del agua en la región. Becaria del FONECAT con el proyecto Soy lo que leo con el que organizó grupos de lectura en algunas escuelas de la ciudad. Participó como conferencista en el Primer Congreso de Literatura Tamaulipas–Texas.



LA RESPUESTA

Hace muchos días ella observa que cuando él llega, mira a su alrededor con cierto disgusto. Está segura de que conoce la razón. Le molesta llegar a la casa y tener que brincar entre juguetes, ropa y restos de comida. Lo comprende, viene cansado y lo último que espera es el desorden y el caos en su momento de descanso, cuando más relajado quiere estar.

No dice nada, prefiere pasar él solo el mal momento que hacerla sentir mal. Después de todo son sus hijos y los adora, pero a veces es bastante incómodo un hogar con tanto niño ruidoso saltando alrededor, sobre todo después de una dura jornada en el taller. Pero hoy no puede evitar el comentario.

—¿Qué, no has limpiado?

Ella, un tanto disgustada, le comenta que aunque lo haga, la casa no permanece limpia pues enseguida vuelven los niños a hacer el mismo tiradero. Le sirve la comida como siempre, aunque ya nada es  igual. El comentario le dolió lo suficiente como para ponerle un remedio de inmediato.

Al día siguiente, como todos los días, hizo los quehaceres de la casa. Además, bañó a los niños y los vistió de la mejor manera. Por ningún motivo les permitió que desarreglaran nada. Ni pensar siquiera en tocar algo de lo acomodado en su lugar. Al contrario, los obligó a permanecer lo más quietos que fuera posible. Los sentó sobre los sillones, se sentó a vigilarlos para que ni siquiera respiraran, no se fueran a ensuciar.

Los niños, ante la restricción y la obligada quietud, se lanzaron a la guerra de los gritos y el llanto. Ella soportó estoicamente haciendo gala de paciencia y tolerancia, la andanada de gritos y reclamos de los niños impedidos de comportarse como tales.

El padre llegó y encontró la casa impecable y a los niños limpiecitos como si fuera domingo, pero sumidos en un mar de llanto, ante el castigo que ni comprendían ni merecían. Una vez que lo hubieron saludado, la madre les permitió bajarse de los muebles e ir al patio a jugar.

La comida transcurrió como siempre entre una amena charla y un montón de planes para el futuro: la casa, el coche, la escuela de los niños, planes, planes, planes.

Al retirarse de nuevo al trabajo, el padre tuvo que atravesar entre un montón de ropa regada, juguetes y restos de comida como siempre. Desde la puerta volteó hacia ella y le dirigió una sonrisa y una limpia mirada de comprensión. Nunca volvió a mencionarlo, ni a molestarse por el caos reinante.




TORNA A SORRENTO

Te pones frente al volante una vez más para correr a cumplir con una de tus obligaciones diarias, clases aquí y allá, clubes, cursos, ensayos y qué fácil se agota el día, a veces sin tiempo ni para comer sosegadamente y disfrutar del incomparable placer de un rato en familia que, sin querer, siempre se convierten en momentos bastante prolongados por las interminables charlas de sobremesa, entre bromas y risas.

De manera automática vas repasando mentalmente hacia dónde te diriges y lo que te toca hacer y planeando también el tiempo que te tomará llegar a ese otro compromiso que no se puede aplazar. Asunto de todos los días, ya ni recuerdas, ni quieres hacerlo, los tiempos en que tus días se deslizaban simples y con todo el cúmulo de planes sin cumplir, postergados por las adversas situaciones que no se conjuntaban sino para el trabajo monótono y desabrido que no dejaba sabor de satisfacción, dulzura de triunfo.

En cambio ahora, cada minuto de tu vida está encaminado hacia un objetivo, y te das y le das a tu familia la satisfacción de saberte realizada y por lo tanto feliz. Cuántas veces escuchaste la frase "si eres feliz contigo misma puedes hacer felices a los que te rodean" pensando siempre que la felicidad estaba en alcanzar a satisfacer todos tus antojos y hasta el más mínimo de tus caprichos.

Hasta que descubriste que la felicidad también se encuentra en el brillo de unos ojos de niño, en la sonrisa sin dientes de un bebé y en la carita embarrada de comida que te ofrece un beso, el más puro que puedas recibir.

En el amanecer de un día como todos los demás, pero único porque es tuyo, porque lo estás viviendo, porque lo puedes aprovechar para aprender algo nuevo y para dejar a todos los que se crucen en tu camino, una herencia de amor. Del amor primigenio.

Sin pensar, tomas uno de los casetes que traes en el carro para escuchar algo más agradable que las terribles noticias del día que dan cuenta de un mundo enfermo y una humanidad peor. Inmediatamente te envuelve una atmósfera cálida, llena de amor, de un amor que casi se puede tocar, que penetra en los sentidos para colmar el alma de colores y de signos inequívocos de alegría, matizados por el tremendo sentimiento de nostalgia que evoca la pieza musical que estás escuchando y que provoca que salten de tus ojos pedazos de cristal. Esa canción italiana que él sabe que te causa una especial emoción y que pasó del disco que te regalaron, al casete para que la tuvieras siempre cerca de tu corazón.

Esa es una de las mil pruebas de amor que él te da cada día para demostrarte que piensa en ti. Aunque tú no necesitas comprobar nada, pues lo sabes desde siempre, él es ése que esperabas, no te podías equivocar.

Es especial la conexión que los dos tienen y que a pesar de que transcurren los años no se acaba, sino que al contrario, parece crecer y convertirlos en dos cuerpos compartiendo una misma alma capaz de adivinar y adelantarse al más mínimo deseo, a satisfacer el más leve antojo de tu ser y tus sentidos, como si todo estuviera escrito y el camino trazado para recorrerlo sin miedos, sin dudas, siempre juntos.




MOMENTO DE DECISIÓN

Bajas del microbús que te lleva hasta las cercanías de tu casa, todo el camino has venido pensando en cómo vas a resolver este gran problema en que estás metida. Él, que venía a tu lado y que te acompañó para tranquilizarte un poco para que sintieras que no estás sola, que tienes su apoyo, siguió el camino para volver a su casa, mantuvo durante todo el trayecto tus manos temblorosas entre las suyas para darte ánimos, para transmitirte su fortaleza y la seguridad de sus sentimientos, para hacerte sentir que esta lucha es una lucha por los dos.

Todo empezó desde hace días cuando tu padre se enteró de tu relación con él. El escándalo no se hizo esperar, para ti no fue ninguna sorpresa, sabías que el día que por fin te decidieras a llevar a un novio a la casa o tan sólo con el hecho de que tu padre sospechara o se enterara que existía alguien, ibas a saber lo que es bueno. Discusiones, negativas y, por supuesto, amenazas, nada le importó, tus argumentos no tuvieron ningún valor, ni siquiera que tu tía ya había hecho por su cuenta sus investigaciones para saber todo acerca de él y que no hubiera surgido ninguna oscura intención en su interés para contigo, pues resultó una persona sin complicaciones ni secretos, con una vida tan simple como cualquiera.

Tu padre, sin tomar en cuenta ningún comentario, decidió que dejarías de trabajar y de estudiar para dedicarte a la casa. Puso a tu madre a vigilarte para que no te permitiera ninguna clase de comunicación con el exterior, para que no pudieras ponerlo sobre aviso. Y sí, gracias a esa estrecha vigilancia, simplemente desapareciste por varios días.

Él estuvo desesperado, ya hasta estaba pensando que te habían llevado fuera de la ciudad. Inclusive estaba planeando la forma de rescatarte dondequiera que estuvieras.

Tú soportaste la presión durante ese tiempo, pero ya habías perdido varios días de clases y estabas en tiempos de exámenes. Si no los presentabas corrías el riesgo de perder el semestre. Así que te decidiste por romper el cerco y escapar para cumplir con tus obligaciones escolares y de paso ponerte en contacto con él para que supiera que ya había sucedido lo inevitable. Ahora todo se sabía y había que afrontarlo. Sin embargo, no dejaba de ser un alivio el que ya no existiera ese secreto.

Las horas que estuviste en la escuela las pasaste nerviosa, pensando que en cualquier momento tu padre llegaría a hacerte una escena frente a todo el mundo. Suspiraste aliviada cuando llegó la hora de salida. Él te esperaba como siempre bajo el farol, frente a la escuela. Verlo significó recuperar el sentido de la realidad, sentir que nada había cambiado, cuando en verdad de aquí en adelante ya las cosas no serían igual. Ahora todos lo sabían. Ya no había que callar nada. Todo era claro como el agua. Nunca más el temor de que alguien te viera y se lo dijera a tu papá.

Había llegado el tiempo para la prueba suprema a la que se iba a sujetar este amor. ¿Sería verdadero? ¿Lograría superar los obstáculos o se iría desvaneciendo ante los embates de las circunstancias? Temblabas ante lo que venía encima pero hay algo que siempre tuviste: la seguridad completa, sin ninguna clase de dudas en la verdad de tu amor.

¿Cuántas veces antes tuviste el coraje para enfrentar el diluvio de reproches, de insultos, incluso hasta golpes por defender algo muy tuyo como el amor? ¡Nunca! Las relaciones que existieron antes, siempre escondidas, no valían la pena como para encarar ninguna clase de problema. Hasta hoy que este amor en realidad existe y vale la pena luchar por él.

Afortunadamente entre quienes te rodean existen personas sensatas que piensan que ya estás mayorcita para saber lo que quieres y que te apoyan. Ellos serán quienes te den el soporte necesario por si te quedas en la calle en mitad de la noche, pues conociendo las reacciones de tu padre no dudas que tendrás que recurrir a ellos. A él no debes involucrarlo, pues es eso precisamente lo que todos en tu familia esperan, que aproveche la situación para tenerte sin ningún compromiso y te deje en cuanto cumpla su capricho.

Pero nadie mejor que tú conoce sus deseos de hacer las cosas como se deben hacer: a los ojos de la familia, con ceremonia legal y religiosa de por medio, logrando con ello el respeto a esta relación que han juzgado y condenado de antemano.

Por eso no te acompaña, por eso vienes sola a encarar la situación, pero con todo su amor en tu corazón, con sus palabras en tu pensamiento, con la coraza que te cubre por el poder de su sentimiento y sus oraciones para hacerte fuerte y que no sucumbas, que no pierdas la batalla porque el triunfo será el triunfo del amor, el triunfo de los dos.

Llegas ante la puerta de tu casa y respiras profundamente intentando reunir todas tus fuerzas en un instante. Giras el picaporte. Ya no hay marcha atrás.




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