ANTONIO MACHADO       

Antonio Machado publica sus primeros poemas en la revista modernista Electra (marzo-mayo 1901) sería, junto a sus predecesoras Germinal (1897-1898), Vida Nueva (1898-1899), Arte Joven (1901) y las posteriores Juventud.

(1901), Alma Española (1903) y Helios (1903-1904), la plataforma —junto a la prensa progresista del momento— del amplio movimiento renovador de la «gente nueva» (frente a la «gente vieja», defensora del statu quo social y literario de la Restauración). La revista estaba dirigida por un grupo integrado por Pío Baroja, Ramiro de Maeztu, Valle-Inclán, Villaespesa y Manuel Machado como secretario de redacción; en ella colaborarán, además de Antonio Machado, Benavente, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez... 

 

LAS MOSCAS

 Vosotras, las familiares,
inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.
  ¡Oh, viejas moscas voraces,
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!
  ¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!
  Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela,
  - que todo es volar -, sonoras
rebotando en los cristales
en los días otoñales...
Moscas de todas las horas,
  de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada,
  de siempre... Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado
  sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.
  Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.

 

YO VOY SOÑANDO CAMINOS

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
- la tarde cayendo está-.
"En el corazón tenía
"la espina de una pasión;
"logré arrancármela un día:
"ya no siento el corazón".

Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.

  La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece.

  Mi cantar vuelve a plañir:
"Aguda espina dorada,
"quién te pudiera sentir
"en el corazón clavada".

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