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La Astrobiología busca vida fuera de la Tierra y nos hace reflexionar de múltiples formas sobre el lugar que ocupamos en el Universo, y sobre el valor infinito de la Vida en todas sus formas.

¿Qué es la Astrobiología?

 

Saúl Blanco Lanza

Doctor en Biología

Presidente de la Asociación Leonesa de Astronomía

www.astroleon.com

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La Astrobiología, también llamada Exobiología, es la parte de la Biología (o, si se prefiere, de la Astronomía) que estudia las posibilidades y condiciones de vida fuera de la biosfera terrestre. Científicos de todas las épocas se han preguntado si la vida es un fenómeno singular de nuestro planeta o si, por el contrario, el Universo ha evolucionado de forma que el fenómeno vital sea posible e incluso inevitable bajo multitud de condiciones diferentes. No fue, sin embargo, hasta los años 50 del pasado siglo cuando se sentaron las bases para el nacimiento de esta nueva Ciencia, en parte gracias a los entonces novedosos descubrimientos sobre Genética molecular, Química prebiótica y Planetología. Se trata, pues, de una disciplina reciente pero que goza de un gran auge, debido en gran medida a los importantes y continuos avances que se realizan en todas las ramas del saber dedicadas al estudio de la vida y del Cosmos. No obstante, algunos pensadores como el paleontólogo George Gaylord Simpson o el filósofo Gustavo Bueno han manifestado sus dudas acerca del estatus científico de esta disciplina, en cuanto que aún no ha demostrado la existencia de su objeto de su estudio, esto es, la vida extraterrestre. En cualquier caso podría decirse que, si bien los astrobiólogos hoy en día forman un grupo interdisciplinar dedicado a estudios de cuyos resultados emergen conclusiones aplicables al problema de la vida fuera de la Tierra, estos estudios por sí mismos posiblemente no constituyen una rama ajena a la Biología o la Astronomía. En efecto, la Astrobiología actual se concentra en problemas científicos fundamentales y clásicos (el origen de la vida) pero bajo enfoques novedosos que pueden reportar resultados trascendentales en múltiples campos.

 

El objetivo fundamental de la Astrobiología es responder a una pregunta, sencilla pero trascendental (como todas las grandes preguntas en la historia de la Ciencia): ¿hay vida fuera de la Tierra?. Par intentar responderla de una forma racional es necesario verificar que se comprenden bien todos sus términos. Si analizamos la pregunta, vemos que el término "vida" es el que aparece como más vago, confuso y problemático. ¿Qué es la vida?. Vemos que, cuanto más sencilla es la pregunta, más compleja es su resolución. En efecto, generaciones de científicos y filósofos han intentado en vano consensuar una definición de "vida", conjugando múltiples teorías y perspectivas. Hoy en día no es raro encontrar incluso en libros de texto definiciones tautológicas del tipo "vida es el conjunto de propiedades características de los seres vivos", para a continuación definir "ser vivo" como "toda entidad dotada de vida". Para definir los términos básicos en una Ciencia hace falta aumentar el nivel de resolución, esto es, recurrir a Ciencias que traten sobre niveles más básicos de organización de la materia (en nuestro caso, la bioquímica). De esta forma podemos llegar a convenir a qué nivel de complejidad es necesario para poder decir que la materia está "viva" o, mejor aún, si existe un salto discreto o cualitativo que nos permita establecer esta frontera de manera objetiva. La definición de vida sería mucho más sencilla si no existieran una serie de organismos (virus y afines) que representan la frontera entre la materia viva y la inerte. En efecto, se puede decir que los virus son "seres vivos facultativos", es decir, que manifiestan las propiedades esperables en un ser vivo sólo en determinados periodos (cuando se reproducen), mientras que el resto del tiempo se asemejan más a cristales que a cualquier otro organismo en cuanto a sus funciones vitales.

 

Posiblemente una de las definiciones más acertadas de "vida" sea la que propusiera hace años el astrobiólogo Carl Sagan: "vida es la capacidad de una entidad de reproducirse, mutar y reproducir sus mutaciones", pero incluso aceptando esta propuesta no seríamos capaces de discriminar de esta definición "entidades" convencionalmente inertes como, por ejemplo, los virus informáticos, que manifiestan una serie de propiedades asombrosamente similares a las de los seres vivos (aún siendo además únicamente "información" inmaterial). ¿O deberíamos "ampliar" nuestro concepto "subconsciente" de lo que es un ser vivo? La propia Tierra -y, en cierto sentido, todo el Universo- manifiesta propiedades -como la homeostasis, o capacidad de autorregulación- que adscribimos comúnmente a los organismos vivos (es la "hipótesis Gaia" de Lovelock y Margulies), aunque quizá sería más correcto decir que son ciertas "propiedades universales" las que se manifiestan también en los seres vivos. Ante esta situación aparentemente irresoluble, podemos recurrir a Ciencias aún más "básicas", como la Física, encontrando propuestas enormemente originales y sugerentes como la expuesta por Steven Weinberg en su famoso libro "¿Qué es la Vida?".

 

En cualquier caso, parece cierto que si no podemos partir si quiera de un concepto sólido de "vida", pocas esperanzas podemos tener de reconocer "vida" que ha nacido y evolucionado en condiciones inimaginablemente distintas. Es el famoso problema del "chauvinismo terrestre" de los científicos, que están preparados para encontrar vida más allá de la Tierra sólo si ésta se manifiesta tal y como la conocemos en nuestro planeta. En este sentido se pueden proponer toda una serie de especulaciones más o menos gratuitas sobre la posibilidad de formas de vida completamente exóticas, muy atractivas desde el ámbito de la ciencia-ficción, pero que poco a aportan al avance de nuestro conocimiento sobre la vida. Por ejemplo, es francamente difícil conjeturar la existencia de organismos mínimamente complejos en ausencia de agua u otro disolvente polar, y tampoco es sencillo imaginar un elemento más idóneo que el carbono para configurar el esqueleto de las macromoléculas que forman los seres vivos. Bajo todo esto subyace un problema meramente estadístico: sólo conocemos una forma de vida: la terrestre, y por tanto, es objetivamente imposible aventurar si se trata de un caso "normal" en del Universo (si es que realmente no es un caso único) o bien es una extravagancia, un "valor espurio" dentro de la supuesta diversidad de formas de vida existentes. Si algún día los astrobiólogos encontraran organismos vivos en otro mundo, no sólo se trataría de, probablemente, la mayor revolución científica de la Historia, sino que además nos proporcionaría una base estadística para comprender qué es la vida y hasta qué punto es inherente a la propia estructura del Cosmos.

 

El estudio de la vida extraterrestre se ha establecido históricamente a través de dos vías diferentes, pero complementarias. Uno de ellos, en cierto sentido más "fundamental", es el que intenta determinar cuáles son las condiciones necesarias y suficientes para que aparezca y evolucione la vida y comprobar qué lugares, a parte de la Tierra, cumplen estos requisitos. En ciertos casos, además, los avances en astronáutica nos permiten hacer constataciones empíricas "in situ" y comprobar si efectivamente los modelos propuestos se cumplen. Aún en los albores de la era espacial, sólo un mundo (la Luna) ha sido lo suficientemente explorado como para llegar a una conclusión (negativa, en este caso) sobre su capacidad de albergar vida. Debido a su relativa similitud con nuestro planeta, dentro del Sistema Solar es sin duda Marte el planeta con más probabilidades de soportar (o haber soportado) seres vivos, y por ello el esfuerzo de cientos de científicos se ha centrado en este pequeño planeta rojo durante los últimos 30 años. Si tuviéramos que resumir en una sola frase la ingente cantidad de trabajos científicos sobre la vida en Marte, ésta sería: "aún no se ha dicho la última palabra". A pesar de contar con la gran cantidad de datos proporcionados por las sondas americanas y europeas (y la existencia de posibles microorganismos fosilizados en el famoso meteorito marciano hallado en la Antártida en 1984), los resultados hoy en día están lejos de ser concluyentes. Es posible que en un remoto pasado, cuando las condiciones generales del planeta eran similares a las de la Tierra, pudieran haber surgido organismos que hoy encontraríamos como fósiles o como formas relictas en ciertos ambientes muy especializados. Las próximas sondas destinadas a este planeta posiblemente aporten datos reveladores en este sentido. Por otra parte, la información de que disponemos acerca de Europa y Titán (satélites, respectivamente, de Júpiter y Saturno) es ciertamente alentadora, y sendas misiones espaciales están actualmente en camino hacia estos mundos en busca de señales de vida.

 

El otro acercamiento hacia el problema de la vida fuera de nuestro planeta consiste en intentar contactar con hipotéticas civilizaciones extraterrestres. Si es difícil conjeturar sobre la existencia de vida en otros mundos, hacerlo sobre la existencia de organismos en algún sentido equiparables a los humanos es prácticamente imposible. La tarea de calcular de forma mínimamente racionales las probabilidades de intercambiar algún tipo de información con seres inteligentes de otros mundos es inabarcable, aunque se han hecho algunos intentos. Parece lógico que, dada la ingente cantidad de estrellas con planetas potencialmente habitables a su alrededor que existe en el Universo, exista la posibilidad de que en alguno de ellos haya vida inteligente dispuesta a comunicarse con nosotros. No obstante, hoy en día carecemos de datos objetivos que soporten esta hipótesis. Pero sería absurdo dejar de invertir ciertos recursos en la tarea de intentar este contacto, sobre todo teniendo en cuenta los potenciales beneficios que tendría para la humanidad un resultado exitoso. Sobre esta base se han desarrollado históricamente varios programas que han intentado este primer encuentro, bien siendo nosotros los emisores (por ejemplo, los discos con información y grabaciones sobre la Tierra que portan las sondas Voyager y Pioneer) o los receptores, como en el programa SETI, que consiste en la "escucha" sistemática de ciertas radiofrecuencias procedentes de diversos puntos del firmamento en busca de posibles mensajes. En cualquier caso hay que tener en cuenta que, aunque el resultado de estas investigaciones fuera negativo, las conclusiones no dejarían de ser menos importantes, en cuanto que nos darían a conocer la extrema singularidad de ese fenómeno que se ha producido en un rincón del Cosmos, así como la trascendental responsabilidad que tendrían los humanos en la preservación de la vida.

 

La Astrobiología, por tanto, tiene un prometedor futuro y probablemente sufra un importante desarrollo en los próximos años a raíz de los múltiples programas de investigación que se están llevando a cabo en diferentes países. En este sentido, España, a diferencia de en otros ámbitos científicos, puede considerarse como uno de los países más avanzados en investigación astronómica y astrobiológica. En 1999 se creó en Madrid el Centro de Astrobiología, dependiente del Instituto Nacional de Técnica Aerospacial y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y está asociado al Instituto de Astrobiología de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio de Estados Unidos. Este centro es el primero del mundo dedicado exclusivamente a averiguar el origen de la vida en la Tierra pero, sobre todo, si la vida, tal y como la conocemos aquí o en otras variantes, puede estar en otros lugares del Universo. En este centro trabaja un equipo interdisciplinar de científicos (biólogos, astrónomos, geólogos...) dedicados a la creación de modelos que conduzcan a establecer un nexo entre el Universo y el fenómeno de la vida.

 

Es grato observar cómo la Ciencia española ha apostado seriamente por el desarrollo de esta disciplina emergente, que intenta arrojar luz sobre una de las cuestiones más trascendentales que se plantea el hombre. Por ello, todos los ciudadanos están llamados a ser partícipes del emocionante proceso de la investigación científica del espacio. Sólo a través del conocimiento podemos apreciar y valorar los enormes progresos derivados de nuestros aún incipientes pasos hacia las fronteras de este vasto Universo.

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