Sun
Tzu
El Arte de la Guerra
Indice
Introducción: Sun Tzu y el "Arte de la Guerra"
1. Sobre la evaluación
2. Sobre la iniciación de las acciones
3. Sobre las proposiciones de la victoria y la derrota
4. Sobre la medida en la disposición de los medios
5. Sobre la firmeza
6. Sobre lo lleno y lo vacío
7. Sobre el enfrentamiento directo e indirecto
8. Sobre los nueve cambios
9. Sobre la distribución de los medios
10. Sobre la topología
11. Sobre las clases de terreno
12. Sobre el arte de atacar por el fuego
13. sobre la concordia y la discordia
I N T R O D U C C I O N
Sun Tzu, El Arte de la Guerra
Sun Tzu fué un general chino que vivió alrededor del siglo V antes
de Cristo. La colección de ensayos sobre el arte de la guerra atribuida a Sun
Tzu es el tratado más antiguo que se conoce sobre el tema. A pesar de su
antigüedad los consejos de Sun Tzu siguen manteniendo vigencia.
El Arte de la Guerra es
el mejor libro de estrategia de todos los tiempos. Inspiró a Napoleón,
Maquiavelo, Mao Tse Tung y muchas más figuras históricas. Este libro de dos mil
quinientos años de antigüedad, es uno de los más importantes textos
clásicos chinos, en el que, a pesar del tiempo transcurrido, ninguna de sus
máximas ha quedado anticuada, ni hay un solo consejo que hoy no sea útil. Pero
la obra del general Sun Tzu no es únicamente un libro de práctica militar, sino
un tratado que enseña la estrategia suprema de aplicar con sabiduría el
conocimiento de la naturaleza humana en los momentos de confrontación. No es,
por tanto, un libro sobre la guerra; es una obra para comprender las raíces de
un conflicto y buscar una solución. “la mejor victoria es vencer sin combatir”,
nos dice Sun Tzu, “y ésa es la distinción entre le hombre prudente y el
ignorante”.
La obra de Sun Tzu llegó
por primera vez a Europa en el periodo anterior a la Revolución
Francesa, en forma de una breve
traducción realizada por el sacerdote jesuita J. J. M. Amiot. En las diversas
traducciones que se han hecho desde entonces, se nombra ocasionalmente al autor
como Sun Wu o Sun Tzi
El núcleo de la filosofía
de Sun Tzu sobre la guerra descansa en estos dos principios:
Todo el Arte de la Guerra se
basa en el engaño. El supremo Arte de la Guerra es someter al enemigo sin
luchar.
Las ideas de Sun Tzu se
extendieron por el resto de Asia hasta llegar a Japón. Los japoneses adoptaron
rápidamente estas enseñanzas y, posiblemente, añadieron algunas de su propia
cosecha. Hay constancia de que el principal libro japonés sobre el tema,
"El libro de los Cinco Anillos", está influido por la filosofía de
Sun Tzu, ya que su autor, Miyamoto Mushashi, estudió el tratado de "El
Arte de la Guerra" durante su formación como Samurai.
Habitualmente se hace
referencia a las culturas orientales como culturas de estrategia y no es
pequeña la influencia de Sun Tzu en este desarrollo cultural. Hoy en día, la
filosofía del arte de la guerra ha ido más allá de los límites
estrictamente militares, aplicándose a los negocios, los deportes, la
diplomacia e incluso el comportamiento personal. Por ejemplo, muchas frases
clave de los manuales modernos de gestión de empresas, son prácticamente citas
literales de la obra de Sun Tzu (cambiando, por ejemplo, ejercito por empresa, o armamento por recursos,
sin ir más lejos). Las ideas siguen siendo completamente válidas a pesar de los
25 siglos transcurridos desde que se escribieron.
Sun Tzu dice: la guerra
es de vital importancia para el Estado; es el dominio de la vida o de la
muerte, el camino hacia la supervivencia o la pérdida del Imperio: es forzoso
manejarla bien. No reflexionar seriamente sobre todo lo que le concierne es
dar prueba de una culpable indiferencia en lo que respecta a la conservación o
pérdida de lo que nos es mas querido; y ello no debe ocurrir entre nosotros.
Hay que valorarla en
términos de cinco factores fundamentales, y hacer comparaciones entre diversas
condiciones de los bandos rivales, con vistas a determinar el resultado de la
guerra. El primero de estos factores es la doctrina; el segundo, el tiempo; el
tercero, el terreno; el cuarto, el mando; y el quinto, la disciplina.
La doctrina significa
aquello que hace que el pueblo esté en armonía con su gobernante, de modo que
le siga donde sea, sin temer por sus vidas ni a correr cualquier peligro.
El tiempo significa el
Ying y el Yang, la noche y el día, el frío y el calor, días despejados o
lluviosos, y el cambio de las estaciones.
El terreno implica las
distancias, y hace referencia a dónde es fácil o difícil desplazarse, y si es
campo abierto o lugares estrechos, y esto influencia las posibilidades de supervivencia.
El mando ha de tener como
cualidades: sabiduría, sinceridad, benevolencia, coraje y disciplina.
Por último, la disciplina ha
de ser comprendida como la organización del ejército, las graduaciones y rangos
entre los oficiales, la regulación de las rutas de suministros, y la provisión
de material militar al ejército.
Estos cinco factores
fundamentales han de ser conocidos por cada general. Aquel que los domina,
vence; aquel que no, sale derrotado. Por lo tanto, al trazar los planes, han de
compararse los siguiente siete factores, valorando cada uno con el mayor
cuidado:
¿Qué dirigente es más sabio y
capaz?
¿Qué comandante posee el mayor
talento?
¿Qué ejército obtiene ventajas
de la naturaleza y el terreno?
¿En qué ejército se observan
mejor las regulaciones y las instrucciones?
¿Qué tropas son más fuertes?
¿Qué ejército tiene oficiales y
tropas mejor entrenadas?
¿Qué ejército administra
recompensas y castigos de forma más justa?
Mediante el estudio de estos
siete factores, seré capaz de adivinar cual de los dos bandos saldrá victorioso
y cual será derrotado.
El general que siga mi consejo,
es seguro que vencerá. Ese general ha de ser mantenido al mando. Aquel que
ignore mi consejo, ciertamente será derrotado. Ese debe ser destituido. Tras
prestar atención a mi consejo y planes, el general debe crear una situación que
contribuya a su cumplimiento. Por situación quiero decir que debe tomar
en consideración la situación del campo, y actuar de acuerdo con lo que le es
ventajoso.
El arte de la guerra se
basa en el engaño. Por lo tanto, cuando es
capaz de atacar, ha de aparentar incapacidad; cuando las tropas se mueven,
aparentar inactividad. Si está cerca del enemigo, ha de hacerle creer que está
lejos; si está lejos, aparentar que se está cerca. Poner cebos para atraer al
enemigo. Golpear al enemigo cuando está desordenado. Prepararse contra él
cuando está seguro en todas partes. Evitarle durante un tiempo cuando es más
fuerte. Si tu oponente tiene un temperamento colérico, intenta irritarle. Si es
arrogante, trata de fomentar su egoísmo. Si las tropas enemigas se hallan bien
preparadas tras una reorganización, intenta desordenarlas. Si están unidas,
siembra la disensión entre sus filas. Ataca al enemigo
cuando no está preparado, y
aparece cuando no te espera. Estas son las claves de la victoria para el
estratega.
Ahora, si las estimaciones
realizadas antes de la batalla indican victoria, es porque los cálculos
cuidadosamente realizados muestran que tus condiciones son más favorables que
las condiciones del enemigo; si indican derrota, es porque muestran que las
condiciones favorables para la batalla son menores. Con una evaluación
cuidadosa, uno puede vencer; sin ella, no puede. Muchas menos oportunidades de
victoria tendrá aquel que no realiza cálculos en absoluto. Gracias a este
método, se puede examinar la situación, y el resultado aparece claramente.
C A P I
T U L O II
Sobre
la iniciación de las acciones
Una vez comenzada la
batalla, aunque estés ganando, de continuar por mucho tiempo, desanimará a tus
tropas y embotará tu espada. Si estás sitiando una ciudad, agotarás tus
fuerzas. Si mantienes a tu ejército durante mucho tiempo en campaña, tus
suministros se agotarán.
Las armas son instrumentos
de mala suerte; emplearlas por mucho tiempo producirá calamidades. Como se ha
dicho: "Los que a hierro matan, a hierro mueren." Cuando tus tropas
están desanimadas, tu espada embotada, agotadas tus fuerzas y tus suministros
son escasos, hasta los tuyos se aprovecharán de tu debilidad para sublevarse.
Entonces, aunque tengas consejeros sabios, al final no podrás hacer que las
cosas salgan bien. Por esta causa, he oído hablar de operaciones militares que
han sido torpes y repentinas, pero nunca he visto a ningún experto en el arte
de la guerra que mantuviese la campaña por mucho tiempo. Nunca es
beneficioso para un país dejar que una operación militar se prolongue por mucho
tiempo.
Como se dice comúnmente, sé
rápido como el trueno que retumba antes de que hayas podido taparte los oídos,
veloz como el relámpago que relumbra antes de haber podido pestañear. Por lo
tanto, los que no son totalmente conscientes de la desventaja de servirse de
las armas no pueden ser totalmente conscientes de las ventajas de utilizarlas.
Los que utilizan los medios
militares con pericia no activan a sus tropas dos veces, ni proporcionan
alimentos en tres ocasiones, con un mismo objetivo. Esto quiere decir que no se
debe movilizar al pueblo más de una vez por campaña, y que inmediatamente
después de alcanzar la victoria no se debe regresar al propio país para hacer
una segunda movilización. Al principio esto significa proporcionar alimentos
(para
las propias tropas), pero
después se quitan los alimentos al enemigo. Si tomas los suministros de armas
de tu propio país, pero quitas los alimentos al enemigo, puedes estar bien
abastecido de armamento y de provisiones. Cuando un país se empobrece a causa
de las operaciones militares, se debe al transporte de provisiones desde un lugar
distante. Si las transportas desde un lugar distante, el pueblo se empobrecerá.
Los que habitan cerca de donde está el ejército pueden vender sus cosechas a
precios elevados, pero se acaba de este modo el bienestar de la mayoría de la
población.
Cuando se transportan las
provisiones muy lejos, la gente se arruina a causa del alto costo. En los
mercados cercanos al ejército, los precios de las mercancías se aumentan. Por
lo tanto, las largas campañas militares constituyen una lacra para el país.
Cuando se agotan los recursos, los impuestos se recaudan bajo presión. Cuando
el poder y los recursos se han agotado, se arruina el propio país. Se priva al
pueblo de gran parte
de su presupuesto, mientras que
los gastos del gobierno para armamentos se elevan.
Los habitantes constituyen la
base de un país, los alimentos son la felicidad del pueblo. El príncipe debe
respetar este hecho y ser sobrio y austero en sus gastos públicos. En
consecuencia, un general inteligente lucha por desproveer al enemigo de sus
alimentos. Cada porción de alimentos tomados al enemigo equivale a veinte que
te suministras a ti mismo.
Así pues, lo que arrasa al
enemigo es la imprudencia, y la motivación de los tuyos en asumir los
beneficios de los adversarios. Cuando recompenses a tus hombres con los
beneficios que ostentaban los adversarios los harás luchar por propia
iniciativa, y así podrás tomar el poder y la influencia que tenía el enemigo.
Es por esto par lo que se dice que donde hay grandes recompensas hay hombres
valientes. Por consiguiente, en una batalla de carros, recompensa primero al
que tome al menos diez carros.Si recompensas a todo el mundo, no habrá
suficiente para todos, así pues, ofrece una recompensa a un soldado para animar
a todos los demás. Cambia sus colores (de los soldados enemigos hechos
prisioneros), utilízalos mezclados con los tuyos. Trata bien a los soldados y
préstales atención. Los soldados prisioneros deben ser bien tratados, para
conseguir que en el futuro luchen para ti. A esto se llama vencer al adversario
e incrementar por añadidura tus propias fuerzas. Si utilizas al enemigo para
derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar a donde vayas. Así
pues, lo más importante en una operación militar es la victoria y no la
persistencia. Esta última no es beneficiosa. Un ejército es como el fuego:
si no lo apagas, se consumirá por sí mismo. Por lo tanto, sabemos que el que
está a la cabeza del ejército está a cargo de las vidas de los habitantes y de
la seguridad de la nación.
C A P I
T U L O III
Sobre
las proposiciones de la victoria y la derrota
Como regla general, es
mejor conservar a un enemigo intacto que destruirlo. Capturar a sus
soldados para conquistarlos y dominas a sus jefes. Un General decía:
"Practica las artes marciales, calcula la fuerza de tus adversarios, haz
que pierdan su ánimo y dirección, de manera que aunque el ejército enemigo esté
intacto sea inservible: esto es ganar sin violencia. Si destruyes al ejército
enemigo y matas a sus generales, asaltas sus defensas disparando, reúnes a una
muchedumbre y usurpas un territorio, todo esto es ganar por la fuerza."
Por esto, los que ganan todas las batallas no son realmente profesionales; los
que consiguen que se rindan impotentes los ejércitos ajenos sin luchar son los
mejores maestros del Arte de la Guerra. Los guerreros superiores atacan
mientras los enemigos están proyectando sus planes. Luego deshacen sus
alianzas. Por eso, un gran emperador decía: "El que lucha por la victoria
frente a espadas desnudas no es un buen general." La peor táctica es
atacar a una ciudad. Asediar, acorralar a una ciudad sólo se lleva a cabo como
último recurso. Emplea no menos de tres meses en preparar tus artefactos y
otros tres para coordinar los recursos para tu asedio. Nunca se debe atacar por
cólera y con prisas. Es aconsejable tomarse tiempo en la planificación y
coordinación del plan. Por lo tanto, un verdadero maestro de las artes
marciales vence a otras fuerzas enemigas sin batalla, conquista otras ciudades
sin asediarlas y destruye a otros ejércitos sin emplear mucho tiempo.
Un maestro experto en las
artes marciales deshace los planes de los enemigos, estropea sus relaciones y
alianzas, le corta los suministros o bloquea su camino, venciendo mediante
estas tácticas sin necesidad de luchar. Es imprescindible luchar contra todas
las facciones enemigas para obtener una victoria
completa, de manera que su
ejército no quede acuartelado y el beneficio sea total. Esta es la ley del
asedio estratégico.
Así pues, la regla de la
utilización de la fuerza es la siguiente: si tus fuerzas son diez veces
superiores a las del adversario, rodéalo; si son cinco veces superiores,
atácalo; si son dos veces superiores, divídelo. Si tus fuerzas son iguales en
número, lucha si te es posible. Si tus fuerzas son inferiores, manténte
continuamente en guardia, pues el más pequeño fallo te acarrearía las peores
consecuencias. Trata de mantenerte al abrigo y evita en lo posible un
enfrentamiento abierto con él; la prudencia y la firmeza de un pequeño número
de personas pueden llegar a cansar y a dominar incluso a numerosos ejércitos.
Este consejo se aplica en los casos en que todos los factores son equivalentes.
Si tus fuerzas están en orden mientras que las suyas están inmersas en el caos,
si tú y tus fuerzas están con ánimo y ellos desmoralizados, entonces, aunque
sean más numerosos, puedes entrar en batalla. Si tus soldados, tus fuerzas, tu
estrategia y tu valor son menores que las de tu adversario, entonces debes
retirarte y buscar una salida. En consecuencia, si el bando más pequeño es
obstinado, cae prisionero del bando más grande. Esto quiere decir que si un
pequeño ejército no hace una valoración adecuada de su poder y se atreve a
enemistarse con una gran potencia, por mucho que su defensa sea firme,
inevitablemente se convertirá en conquistado. "Si no puedes ser fuerte,
pero tampoco sabes ser débil, serás derrotado." Los generales son
servidores del Pueblo. Cuando su servicio es completo, el Pueblo es fuerte.
Cuando su servicio es defectuoso, el Pueblo es débil.
Así pues, existen tres
maneras en las que un Príncipe lleva al ejército al desastre. Cuando un
Príncipe, ignorando los hechos, ordena avanzar a sus ejércitos o retirarse
cuando no deben hacerlo; a esto se le llama inmovilizar al ejército. Cuando un
Príncipe ignora los asuntos militares, pero comparte en pie de igualdad el
mando del ejército, los soldados acaban confusos. Cuando el Príncipe ignora
cómo llevar a cabo las maniobras militares, pero comparte por igual su
dirección, los soldados están vacilantes. Una vez que los
ejércitos están confusos y
vacilantes, empiezan los problemas procedentes de los adversarios. A esto se le
llama perder la victoria por trastornar el aspecto militar. Si intentas
utilizar los métodos de un gobierno civil para dirigir una operación militar,
la operación será confusa.
Triunfan aquellos que:
Saben cuándo luchar y cuándo no
Saben discernir cuándo utilizar
muchas o pocas tropas.
Tienen tropas cuyos rangos
superiores e inferiores tienen el mismo objetivo.
Se enfrentan con preparativos a
enemigos desprevenidos.
Tienen generales competentes y no
limitados por sus gobiernos civiles.
Estas cinco son las maneras de
conocer al futuro vencedor.
Hablar de que el Príncipe sea el
que da las órdenes en todo es como el General solicitarle permiso al Príncipe
para poder apagar un fuego: para cuando sea autorizado, ya no quedan sino
cenizas.
C A P I
T U L O IV
Antiguamente, los
guerreros expertos se hacían a sí mismos invencibles en primer lugar, y después
aguardaban para descubrir la vulnerabilidad de sus adversarios. Hacerte
invencible significa conocerte a ti mismo; aguardar para descubrir la
vulnerabilidad del adversario significa conocer a los demás. La invencibilidad
está en uno mismo, la vulnerabilidad en el adversario. Por esto, los guerreros
expertos pueden ser invencibles, pero no pueden hacer que sus adversarios sean
vulnerables. Si los adversarios no tienen orden de batalla sobre el que
informarse, ni negligencias o fallos de los que aprovecharse, ¿cómo puedes
vencerlos aunque estén bien pertrechados? Por esto es por lo que se dice que la
victoria puede ser percibida, pero no fabricada. La invencibilidad es una
cuestión de defensa, la vulnerabilidad, una cuestión de ataque. Mientras no
hayas observado vulnerabilidades en el orden de batalla de los adversarios,
oculta tu propia formación de ataque, y prepárate para ser invencible, con la
finalidad depreservarte. Cuando los adversarios tienen órdenes de batalla
vulnerables, es el momento
de salir a atacarlos.
La defensa es para tiempos de
escasez, el ataque para tiempos de abundancia. Los expertos en defensa se
esconden en las profundidades de la tierra; los expertos en maniobras de ataque
se esconden en las más elevadas alturas del cielo. De esta manera pueden
protegerse y lograr la victoria total. En situaciones de defensa, acalláis las
voces y borráis las huellas, escondidos como fantasmas y espíritus bajo tierra,
invisibles para todo el mundo. En situaciones de ataque, vuestro movimiento es
rápido y vuestro grito fulgurante, veloz como el trueno y el relámpago, para
los que no se puede uno preparar, aunque vengan del cielo. Prever la victoria
cuando cualquiera la puede conocer no constituye verdadera destreza. Todo el
mundo elogia la victoria ganada en batalla, pero esa victoria no es realmente
tan buena. Todo el mundo elogia la victoria en la batalla, pero lo
verdaderamente deseable es poder ver el mundo de lo sutil y darte cuenta del
mundo de lo oculto, hasta el punto de ser capaz de alcanzar la victoria donde
no existe forma.
No se requiere mucha fuerza
para levantar un cabello, no es necesario tener una vista aguda para ver el sol
y la luna, ni se necesita tener mucho oído para escuchar el retumbar del
trueno. Lo que todo el mundo conoce no se llama sabiduría; la victoria sobre
los demás obtenida por medio de la batalla no se considera una buena victoria.
En la antigüedad, los que eran conocidos como buenos guerreros vencían cuando
era fácil vencer. Si sólo eres capaz de asegurar la victoria tras enfrentarte a
un adversario en un conflicto armado, esa victoria es una dura victoria. Si
eres capaz de ver lo sutil y de darte cuenta de lo oculto, irrumpiendo antes
del orden de batalla, la victoria así obtenida es un victoria fácil.
En consecuencia, las
victorias de los buenos guerreros no destacan por su inteligencia o su bravura.
Así pues, las victorias que ganan en batalla no son debidas a la suerte. Sus
victorias no son casualidades, sino que son debidas a haberse situado
previamente en posición de poder ganar con seguridad, imponiéndose sobre los
que ya han perdido de antemano.
La gran sabiduría no es
algo obvio, el mérito grande no se anuncia. Cuando eres capaz de ver lo sutil,
es fácil ganar; ¿qué tiene esto que ver con la inteligencia o la bravura?
Cuando se resuelven los problemas antes de que surjan, ¿quién llama a esto
inteligencia? Cuando hay victoria sin batalla, ¿quién habla de bravura?
Así pues, los buenos
guerreros toman posición en un terreno en el que no pueden perder, y no pasan
por alto las condiciones que hacen a su adversario proclive a la derrota. En
consecuencia, un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla
después; un ejército derrotado lucha primero e intenta obtener la victoria
después. Esta es la diferencia entre los que tienen estrategia y los que no
tienen planes premeditados. Los que utilizan bien las armas cultivan el Camino
y observan las leyes. Así pueden gobernar prevaleciendo sobre los corruptos.
Servirse de la armonía para
desvanecer la oposición, no atacar un ejército inocente, no hacer prisioneros o
tomar botín par donde pasa el ejército, no cortar los árboles ni contaminar los
pozos, limpiar y purificar los templos de las ciudades y montañas del camino
que atraviesas, no repetir los errores de una civilización decadente, a todo
esto se llama el Camino y sus leyes. Cuando el ejército está estrictamente
disciplinado, hasta el punto en que los soldados morirían antes que desobedecer
las órdenes, y las recompensas y los castigos merecen confianza y están bien
establecidos, cuando los jefes y oficiales son capaces de actuar de esta forma,
pueden vencer a un Príncipe enemigo corrupto. Las reglas militares son cinco:
medición, valoración, cálculo, comparación y victoria. El terreno da lugar a
las mediciones, éstas dan lugar a las valoraciones, las valoraciones a los
cálculos, éstos a las comparaciones, y las comparaciones dan lugar a las
victorias. Mediante las comparaciones de las dimensiones puedes conocer dónde
se haya la victoria o la derrota.
En consecuencia, un
ejército victorioso es como un kilo comparado con un gramo; un ejército
derrotado es como un gramo comparado con un kilo. Cuando el que gana consigue
que su pueblo vaya a la batalla como si estuviera dirigiendo una gran corriente
de agua hacia un cañón profundo, esto es una cuestión de orden de batalla.
Cuando el agua se acumula en un cañón profundo, nadie puede medir su cantidad,
lo mismo que nuestra defensa no muestra su forma. Cuando se suelta el agua, se
precipita hacia abajo como un torrente, de manera tan irresistible como nuestro
propio ataque.
C A P I
T U L O V
La fuerza es la energía
acumulada o la que se percibe. Esto es muy cambiante. Los expertos son capaces
de vencer al enemigo creando una percepción favorable en ellos, así obtener
la victoria sin necesidad de ejercer su fuerza. Gobernar sobre muchas
personas como si fueran poco es una cuestión de dividirlas en grupos o
sectores: es organización. Batallar contra un gran número de tropas como
si fueran pocas es una cuestión de demostrar la fuerza, símbolos y señales. Se
refiere a lograr una percepción de fuerza y poder en la oposición. En el campo
de batalla se refiere a las formaciones y banderas utilizadas para desplegar
las tropas y coordinar sus movimientos. Lograr que el ejército sea capaz de
combatir contra el adversario sin ser derrotado es una cuestión de emplear
métodos ortodoxos o heterodoxos. La ortodoxia y la heterodoxia no es algo fijo,
sino que se utilizan como un ciclo. Un emperador que fue un famoso guerrero y
administrador, hablaba de manipular las percepciones de los adversarios sobre
lo que es ortodoxo y heterodoxo, y después atacar inesperadamente, combinando
ambos métodos hasta convertirlo en uno, volviéndose así indefinible para el
enemigo. Que el efecto de las fuerzas sea como el de piedras arrojadas sobre
huevos, es una
cuestión de lleno y vacío.
Cuando induces a los adversarios a atacarte en tu territorio, su fuerza siempre
está vacía (en desventaja); mientras que no compitas en lo que son los mejores,
tu fuerza siempre estará llena. Atacar con lo vacío contra lo lleno es como
arrojar piedras sobre huevos: de seguro se rompen. Cuando se entabla una
batalla de manera directa, la victoria se gana por sorpresa. El ataque directo
es ortodoxo. El ataque indirecto es heterodoxo. Sólo hay dos clases de ataques
en la batalla: el extraordinario por sorpresa y el directo ordinario, pero sus
variantes son innumerables. Lo ortodoxo y lo heterodoxo se originan
recíprocamente, como un círculo sin comienzo ni fin; ¿quién podría agotarlos?
Cuando la velocidad del agua que fluye alcanza el punto en el que puede mover
las piedras, ésta es la fuerza directa. Cuando la velocidad y maniobrabilidad
del halcón es tal que puede atacar y matar, esto es precisión. Lo mismo ocurre
con los guerreros expertos: su fuerza es rápida, su precisión certera. Su
fuerza es como disparar una catapulta, su precisión es dar en el objetivo
previsto y causar el efecto esperado.
El desorden llega del orden, la cobardía surge del valor, la debilidad brota de la fuerza. Si quieres fingir desorden para convencer a tus adversarios y distraerlos, primero tienes que organizar el orden, porque sólo entonces puedes crear un desorden artificial. Si quieres fingir cobardía para conocer la estrategia de los adversarios, primero tienes que ser extremadamente valiente, porque sólo entonces puedes actuar como tímido de manera artificial. Si quieres fingir debilidad para inducir la arrogancia en tus enemigos, primero has de ser extremadamente fuerte porque sólo entonces puedes pretender ser débil. El orden y el desorden son una cuestión de organización; la cobardía es una cuestión valentía y la de ímpetu; la fuerza y la debilidad son una cuestión de la formación en la batalla.
Cuando un ejército tiene la
fuerza del ímpetu (percepción), incluso el tímido se vuelve valiente, cuando
pierde la fuerza del ímpetu, incluso el valiente se convierte en tímido. Nada
está fijado en las leyes de la guerra: éstas se desarrollan sobre la base del
ímpetu. Con astucia se puede anticipar y lograr que los adversarios se convenzan
a sí mismos cómo proceder y moverse; les ayuda a caminar por el camino que les
traza. Hace moverse a los enemigos con la perspectiva del triunfo, para que
caigan en la emboscada. Los buenos guerreros buscan la efectividad en la
batalla a partir de la fuerza del ímpetu (percepción) y no dependen sólo de la
fuerza de sus soldados. Son capaces de escoger a la mejor gente, desplegarlos
adecuadamente y dejar que la fuerza del ímpetu logre sus objetivos.
Cuando hay entusiasmo,
convicción, orden, organización, recursos, compromiso de los soldados, tienes
la fuerza del ímpetu, y el tímido es valeroso. Así es posible asignar a los
soldados por sus capacidades, habilidades y encomendarle deberes y
responsabilidades adecuadas. El valiente puede luchar, el cuidadoso puede hacer
de centinela, y el inteligente puede estudiar, analizar y comunicar. Cada cual
es útil. Hacer que los soldados luchen permitiendo que la fuerza del ímpetu
haga su trabajo es como hacer rodar rocas. Las rocas permanecen inmóviles
cuando están en un lugar plano, pero ruedan en un plano inclinado; se quedan
fijas cuando son cuadradas, pero giran si son redondas. Por lo tanto, cuando se
conduce a los hombres a la batalla con astucia, el impulso es como rocas
redondas que se precipitan montaña abajo: ésta es la fuerza que produce la
victoria.
C A P I
T U L O VI
Sobre
lo lleno y lo vacío
Los que anticipan, se
preparan y llegan primero al campo de batalla y esperan al adversario están en
posición descansada; los que llegan los últimos al campo de batalla, los que
improvisan y entablan la lucha quedan agotados.
Los buenos guerreros
hacen que los adversarios vengan a ellos, y de ningún modo se dejan atraer
fuera de su fortaleza. Si haces que los
adversarios vengan a ti para combatir, su fuerza estará siempre vacía. Si no
sales a combatir, tu fuerza estará siempre llena. Este es el arte de vaciar a
los demás y
de llenarte a ti mismo. Lo que
impulsa a los adversarios a venir hacia ti por propia decisión es la
perspectiva de ganar. Lo que desanima a los adversarios de ir hacia ti es la
probabilidad de sufrir daños. Cuando los adversarios están en posición
favorable, debes cansarlos. Cuando están bien alimentados, cortar los
suministros. Cuando están descansando, hacer que se pongan en movimiento.
Ataca inesperadamente,
haciendo que los adversarios se agoten corriendo para salvar sus vidas.
Interrumpe sus provisiones, arrasa sus campos y corta sus vías de
aprovisionamiento. Aparece en lugares críticos y ataca donde menos se lo
esperen, haciendo que tengan que acudir al rescate. Aparece donde no puedan ir,
se dirige hacia donde menos se lo esperen. Para desplazarte cientos de
kilómetros sin cansancio, atraviesa tierras despobladas. Atacar un espacio
abierto no significa sólo un espacio en el que el enemigo no tiene defensa.
Mientras su defensa no sea estricta - el lugar no esté bien guardado -, los
enemigos se desperdigarán ante ti, como si estuvieras atravesando un territorio
despoblado. Para tomar infaliblemente lo que atacas, ataca donde no haya
defensa. Para mantener una defensa infaliblemente segura, defiende donde no
haya ataque. Así, en el caso de los que son expertos en el ataque, sus enemigos
no saben por dónde atacar.
Cuando se cumplen las
instrucciones, las personas son sinceramente leales y comprometidas, los planes
y preparativos para la defensa implantados con firmeza, siendo tan sutil y
reservado que no se revelan las estrategias de ninguna forma, y los adversarios
se sienten inseguros, y su inteligencia no les sirve para nada. Sé extremadamente
sutil, discreto, hasta el punto de no tener forma. Sé completamente misterioso
y confidencial, hasta el punto de ser silencioso. De esta manera podrás dirigir
el destino de tus adversarios.
Para avanzar sin encontrar
resistencia, arremete por sus puntos débiles. Para retirarte de manera esquiva,
sé más rápido que ellos. Las situaciones militares se basan en la velocidad:
llega como el viento, muévete como el relámpago, y los adversarios no podrán
vencerte. Por lo tanto, cuando quieras entrar en batalla, incluso si el
adversario está atrincherado en una posición defensiva, no podrá evitar luchar
si atacas en el lugar en el que debe acudir irremediablemente al rescate.
Cuando no quieras entrar en batalla, incluso si trazas una línea en el terreno
que quieres conservar, el adversario no puede combatir contigo porque le das
una falsa pista. Esto significa que cuando los adversarios llegan para
atacarte, no luchas con ellos,
sino que estableces un cambio
estratégico para confundirlos y llenarlos de incertidumbre. Por consiguiente, cuando induces a otros a efectuar una
formación, mientras que tú mismo permaneces sin forma, estás concentrado,
mientras que tu adversario está dividido.
Haz que los adversarios
vean como extraordinario lo que es ordinario para ti; haz que vean como
ordinario lo que es extraordinario para ti. Esto
es inducir al enemigo a efectuar una formación. Una vez vista la formación del
adversario, concentras tus tropas contra él. Como tu formación no está a la
vista, el adversario dividirá seguramente sus fuerzas. Cuando estás concentrado
formando una sola fuerza, mientras que el enemigo está dividido en diez, estás
atacando a una concentración de uno contra diez, así que tus fuerzas superan a
las suyas. Si puedes atacar a unos pocos soldados con muchos, diezmarás el
número de tus adversarios. Cuando estás fuertemente atrincherado, te has hecho
fuerte tras buenas barricadas, y no dejas filtrar ninguna información sobre tus
fuerzas, sal afuera sin formación precisa, ataca
y conquista de manera incontenible.
No han de conocer dónde piensas librar la batalla, porque cuando no se conoce,
el enemigo destaca muchos puestos de vigilancia, y en el momento en el que se
establecen
numerosos puestos sólo tienes que combatir contra pequeñas unidades. Así pues, cuando su vanguardia está preparada, su retaguardia es defectuosa, y cuando su retaguardia está preparada, su vanguardia presenta puntos débiles. Las preparaciones de su ala derecha significarán carencia en su ala izquierda. Las preparaciones por todas partes significará ser vulnerable por todas partes. Esto significa que cuando las tropas están de guardia en muchos lugares, están forzosamente desperdigadas en pequeñas unidades. Cuando se dispone de pocos soldados se está a la defensiva contra el adversario el que dispone de muchos hace que el enemigo tenga que defenderse. Cuantas más defensas induces a adoptar a tu enemigo, más debilitado quedará. Así, si conoces el lugar y la fecha de la batalla, puedes acudir a ella aunque estés a mil kilómetros de distancia. Si no conoces el lugar y la fecha de la batalla, entonces tu flanco izquierdo no puede salvar al derecho, tu vanguardia no puede salvar a tu retaguardia, y tu retaguardia no puede salvar a tu vanguardia, ni siquiera en un territorio de unas pocas docenas de kilómetros.
Si tienes muchas más tropas que los demás, ¿cómo puede ayudarte este factor para obtener la victoria? Si no conoces el lugar y la fecha de la batalla, aunque tus tropas sean más numerosas que las de ellos, ¿cómo puedes saber si vas a ganar o a perder? Así pues, se dice que la victoria puede ser creada. Si haces que los adversarios no sepan el lugar y la fecha de la batalla, siempre puedes vencer. Incluso si los enemigos son numerosos, puede hacerse que no entren en combate. Por tanto, haz tu valoración sobre ellos para averiguar sus planes, y determinar qué estrategia puede tener éxito y cuál no. Incítalos a la acción para descubrir cuál es el esquema general de sus movimientos y descansa. Haz algo por o en contra de ellos para su atención, de manera que puedas de ellos para atraer descubrir sus hábitos de comportamiento de ataque y de defensa. Indúcelos a adoptar formaciones específicas, para conocer sus puntos flacos. Esto significa utilizar muchos métodos para confundir y perturbar al enemigo con el objetivo de observar sus formas de respuesta hacia ti; después de haberlas observado, actúas en consecuencia, de manera que puedes saber qué clase de situaciones significan vida y cuáles significan muerte. Pruébalos para averiguar sus puntos fuertes y sus puntos débiles. Por lo tanto, el punto final de la formación de un ejército es llegar a la no forma. Cuando no tienes forma, los informadores no pueden descubrir nada, ya que la información no puede crear una estrategia.
Una vez que no tienes forma
perceptible, no dejas huellas que puedan ser seguidas, los informadores no
encuentran ninguna grieta por donde mirar y los que están a cargo de la
planificación no pueden establecer ningún plan realizable. La victoria sobre
multitudes mediante formaciones precisas debe ser desconocida par las
multitudes. Todo el mundo conoce la forma mediante la que resultó vencedor,
pero
nadie conoce la forma
mediante la que aseguró la victoria. En
consecuencia, la victoria en la guerra no es repetitiva, sino que adapta su
forma continuamente. Determinar los cambios apropiados, significa no repetir
las estrategias previas para obtener la victoria. Para lograrla, puedo
adaptarme desde el principio a cualquier formación que los adversarios puedan
adoptar. Las formaciones son como el agua: la naturaleza del agua es evitar lo
alto e ir hacia abajo; la naturaleza de los ejércitos es evitar lo lleno y
atacar lo vacío; el flujo del agua está determinado par la tierra; la victoria
viene determinada por el adversario. Así pues, un ejército no tiene formación
constante, lo mismo que el agua no tiene forma constante: se llama genio a la
capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose según el enemigo.
C A P I
T U L O VII
La regla ordinaria para el uso del ejército es que el mando del ejército reciba órdenes de las autoridades civiles y después reúne y concentra a las tropas, acuartelándolas juntas. Nada es más difícil que la lucha armada. Luchar con otros cara a cara para conseguir ventajas es lo más arduo del mundo. La dificultad de la lucha armada es hacer cercanas las distancias largas y convertir los problemas en ventajas. Mientras que das la apariencia de estar muy lejos, empiezas tu camino y llegas antes que el enemigo. Por lo tanto, haces que su ruta sea larga, atrayéndole con la esperanza de ganar. Cuando emprendes la marcha después que los otros y llegas antes que ellos, conoces la estrategia de hacer que las distancias sean cercanas.
Sírvete de una unidad especial para engañar al
enemigo atrayéndole a una falsa persecución, haciéndole creer que el grueso de
tus fuerzas está muy lejos; entonces, lanzas una fuerza de ataque sorpresa que
llega antes, aunque emprendió el camino después. Por consiguiente, la lucha
armada puede ser provechosa y puede ser peligrosa. Para el experto es
provechosa, para el inexperto peligrosa. Movilizar a todo el ejército para el
combate en aras de obtener alguna ventaja tomaría mucho tiempo, pero combatir
por una ventaja con un ejército incompleto tendría como resultado una falta de
recursos. Si te movilizas rápidamente y sin parar día y noche, recorriendo el
doble de la distancia habitual, y si luchas por obtener alguna ventaja a miles
de kilómetros, tus jefes militares serán hechos prisioneros. Los soldados que
sean fuertes llegarán allí primero, los más cansados llegarán después - como
regla general, sólo lo conseguirá uno de cada diez. Cuando la ruta es larga las
tropas se cansan; si han gastado su fuerza en la movilización, llegan agotadas
mientras que sus adversarios están frescos; así pues, es seguro que serán
atacadas. Combatir por una ventaja a cincuenta kilómetros de distancia
frustrará los planes del mando, y, como regla general, sólo la mitad de los
soldados lo harán. Si se combate por obtener una ventaja a treinta kilómetros
de distancia, sólo dos de cada tres soldados los recorrerán. Así pues, un
ejército perece si no está equipado, si no tiene provisiones o si no tiene
dinero.
Estas tres cosas son
necesarias: no puedes combatir para ganar con un ejército no equipado, o sin
provisiones, lo que el dinero facilita. Por tanto, si ignoras los planes de tus
rivales, no puedes hacer alianzas precisas. A menos que conozcas las montañas y
los bosques, los desfiladeros y los pasos, y la condición de los pantanos, no
puedes maniobrar con una fuerza armada. A menos que utilices guías locales, no
puedes aprovecharte de las ventajas del terreno. Sólo cuando conoces cada
detalle de la condición del terreno puedes maniobrar y guerrear.
Por consiguiente, una
fuerza militar se usa según la estrategia prevista, se moviliza mediante la
esperanza de recompensa, y se adapta mediante la división y la combinación. Una
fuerza militar se establece mediante la estrategia en el sentido de que
distraes al enemigo para que no pueda conocer cuál es tu situación real y no
pueda imponer su supremacía. Se moviliza mediante la esperanza de recompensa,
en el sentido de que entra en acción cuando ve la posibilidad de obtener una
ventaja. Dividir y volver a hacer combinaciones de tropas se hace para
confundir al adversario y observar cómo reacciona frente a ti; de esta manera
puedes adaptarte para obtener la victoria. Por eso, cuando una fuerza militar
se mueve con rapidez es como el viento; cuando va lentamente es como el bosque;
es voraz como el fuego e inmóvil como las montañas. Es rápida como el viento en
el sentido que llega sin avisar y desaparece como el relámpago. Es como un
bosque porque tiene un orden. Es voraz como el fuego que devasta una planicie
sin dejar tras sí ni una brizna de hierba. Es inmóvil como una montaña cuando
se acuartela. Es tan difícil de conocer como la oscuridad; su movimiento es
como un trueno que retumba.
Para ocupar un lugar,
divide a tus tropas. Para expandir tu territorio, divide los beneficios. La
regla general de las operaciones militares es desproveer de alimentos al
enemigo todo lo que se pueda. Sin embargo, en localidades donde la gente no
tiene mucho, es necesario dividir a las tropas en grupos más pequeños para que
puedan tomar en diversas partes lo que necesitan, ya que sólo así tendrán
suficiente. En cuanto a dividir el botín, significa que es necesario repartirlo
entre las tropas para guardar lo que ha sido ganado, no dejando que el enemigo
lo recupere. Actúa después de haber hecho una estimación. Gana el que conoce
primero la medida de lo que está lejos y lo que está cerca: ésta es la regla
general de la lucha armada. El primero que hace el movimiento es el
"invitado", el último es el "anfitrión". El "invitado"
lo tiene difícil, el "anfitrión lo tiene fácil". Cerca y lejos
significan desplazamiento: el cansancio, el hambre y el frío surgen del
desplazamiento.
Un antiguo libro que trata
de asuntos militares dice: "Las palabras no son escuchadas, par eso se
hacen los símbolos y los tambores. Las banderas y los estandartes se hacen a
causa de la ausencia de visibilidad." Símbolos, tambores, banderas y
estandartes se utilizan para concentrar y unificar los oídos y los ojos de los
soldados. Una vez que están unificados, el valiente no puede actuar solo, ni el
tímido puede retirarse solo: ésta es la regla general del empleo de un grupo.
Unificar los oídos y los ojos de los soldados significa hacer que miren y
escuchen al unísono de manera que no caigan en la confusión y el desorden. La señales
se utilizan para indicar direcciones e impedir que los individuos vayan a donde
se les antoje. Así pues, en batallas nocturnas, utiliza fuegos y tambores, y en
batallas diurnas sírvete de banderas y estandartes, para manipular los oídos y
los ojos de los soldados. Utiliza muchas señales para confundir las
percepciones del enemigo y hacerle temer tu temible poder militar. De esta
forma, haces desaparecer la energía de sus ejércitos y desmoralizas a sus
generales.
En primer lugar, has de ser
capaz de mantenerte firme en tu propio corazón; sólo entonces puedes
desmoralizar a los generales enemigos. Por esto, la tradición afirma que los
habitantes de otros tiempos tenían la firmeza para desmoralizar, y la antigua
ley de los que conducían carros de combate decía que cuando la mente original
es firme, la energía fresca es victoriosa. De este modo, la energía de la
mañana está llena de ardor, la del mediodía decae y la energía de la noche se
retira; en consecuencia, los expertos en el manejo de las armas prefieren la
energía entusiasta, atacan la decadente y la que se bate en retirada. Son ellos
los que dominan la energía. Cualquier débil en el mundo se dispone a combatir
en un minuto si se siente animado, pero cuando se trata realmente de tomar las
armas y de entrar en batalla, es poseído por la energía; cuando esta energía se
desvanece, se detendrá, estará asustado y se arrepentirá de haber comenzado. La
razón por la que esa clase de ejércitos miran por encima del hombro a enemigos
fuertes, lo mismo que miran a las doncellas vírgenes, es porque se están
aprovechando de su agresividad, estimulada por cualquier causa. Utilizar el
orden para enfrentarse al desorden, utilizar la calma para enfrentarse con los
que se agitan, esto es dominar el corazón. A menos que tu corazón esté
totalmente abierto y tu mente en orden, no puedes esperar ser capaz de
adaptarte a responder sin límites, a manejar los acontecimientos de manera
infalible, a enfrentarte a dificultades graves e inesperadas sin turbarte,
dirigiendo cada cosa sin confusión.
Dominar la fuerza es
esperar a los que vienen de lejos, aguardar con toda comodidad a los que se han
fatigado, y con el estómago saciado a los hambrientos. Esto es lo que se quiere
decir cuando se habla de atraer a otros hacia donde estás, al tiempo que evitas
ser inducido a ir hacia donde están ellos. Evitar la confrontación contra
formaciones de combate bien ordenadas y no atacar grandes batallones constituye
el dominio de la adaptación. Por tanto, la regla general de las operaciones militares
es no enfrentarse a una gran montaña ni oponerse al enemigo de espaldas a ésta.
Esto significa que si los adversarios están en un terreno elevado, no debes
atacarles cuesta arriba, y que cuando efectúan una carga cuesta abajo, no debes
hacerles frente. No persigas a los enemigos cuando finjan una retirada, ni
ataques tropas expertas. Si los adversarios huyen de repente antes de
agotar su energía, seguramente hay emboscadas esperándote para atacar a tus
tropas; en este caso, debes retener a tus oficiales para que no se lancen en su
persecución. No consumas la comida de sus soldados. Si el enemigo abandona de
repente sus provisiones, éstas han de ser probadas antes de ser comidas, por si
están envenenadas. No detengas a ningún ejército que esté en camino a su país.
Bajo estas circunstancias, un adversario luchará hasta la muerte. Hay que
dejarle una salida a un ejército rodeado. Muéstrales una manera de salvar la
vida para que no estén dispuestos a luchar hasta la muerte, y así podrás
aprovecharte para atacarles. No presiones a un enemigo desesperado. Un
animal agotado seguirá luchando, pues esa es la ley de la naturaleza. Estas son
las leyes de las operaciones militares.
C A P I
T U L O VIII
Por lo general, las operaciones militares están bajo
el del gobernante civil para dirigir al ejército. El General no debe levantar
su campamento en un terreno difícil. Deja que se establezcan relaciones
diplomáticas en las fronteras. No permanezcas en un territorio árido ni
aislado. Cuando te halles en un terreno cerrado, prepara alguna estrategia y
muévete. Cuando te halles en un terreno mortal, lucha. Terreno
cerrado significa que existen lugares escarpados que te rodean por todas
partes, de manera que el enemigo tiene movilidad, que puede llegar e irse con
libertad, pero a ti te es difícil salir y volver. Cada ruta debe ser estudiada
para que sea la mejor. Hay rutas que no debes usar, ejércitos que no han de ser
atacados, ciudades que no deben ser rodeadas, terrenos sobre los que no se debe
combatir, y órdenes de gobernantes civiles que no deben ser obedecidas. En
consecuencia, los generales que conocen las variables posibles para
aprovecharse del terreno sabe cómo manejar las fuerzas armadas. Si los
generales no saben cómo adaptarse de manera ventajosa, aunque conozcan la
condición del terreno, no pueden
aprovecharse de él.
Si están al mando de
ejércitos, pero ignoran las artes de la total adaptabilidad, aunque conozcan el
objetivo a lograr, no pueden hacer que los soldados luchen por él. Si eres
capaz de ajustar la campaña cambiar conforme al ímpetu de las fuerzas, entonces
la ventaja no cambia, y los únicos que son perjudicados son los enemigos. Por
esta razón, no existe una estructura permanente. Si puedes comprender
totalmente este principio, puedes hacer que los soldados actúen en la mejor
forma posible. Por lo tanto, las consideraciones de la persona inteligente
siempre incluyen el analizar objetivamente el beneficio y el daño. Cuando
considera el beneficio, su acción se expande; cuando considera el daño, sus
problemas pueden resolverse. El beneficio y el daño son interdependientes, y
los sabios los tienen en cuenta. Por ello, lo que retiene a los adversarios es
el daño, lo que les mantiene ocupados es la acción, y lo que les motiva es el
beneficio. Cansa a los enemigos manteniéndolos ocupados y no dejándoles
respirar. Pero antes de lograrlo, tienes que realizar previamente tu propia
labor. Esa labor consiste en desarrollar un ejército fuerte, un pueblo
próspero, una sociedad armoniosa y una manera ordenada de vivir.
Así pues, la norma general
de las operaciones militares consiste en no contar con que el enemigo no acuda,
sino confiar en tener los medios de enfrentarte a él; no contar con que el
adversario no ataque, sino confiar en poseer lo que no puede ser atacado. Si
puedes recordar siempre el peligro cuando estás a salvo y el caos en tiempos de
orden, permanece atento al peligro y al caos mientras no tengan todavía forma,
y evítalos antes de que se presenten; ésta es la mejor estrategia de todas. Por
esto, existen cinco rasgos que son peligrosos en los generales. Los que están
dispuestos a morir, pueden perder la vida; los que quieren preservar la vida,
pueden ser hechos prisioneros; los que son dados a los apasionamientos
irracionales, pueden ser ridiculizados; los que son muy puritanos, pueden ser
deshonrados; los que son compasivos, pueden ser turbados. Si te presentas en un
lugar que con toda seguridad los enemigos se precipitarán a defender, las
personas compasivas se apresurarán invariablemente a rescatar a sus habitantes,
causándose a sí mismos problemas y cansancio. Estos son cinco rasgos que
constituyen defectos en los generales y que son desastrosos para las
operaciones militares. Los buenos generales son de otra manera: se comprometen
hasta la muerte, pero no se aferran a la esperanza de sobrevivir; actúan de
acuerdo con los acontecimientos, en forma racional y realista, sin dejarse
llevar por las emociones ni estar sujetos a quedar confundidos. Cuando ven una
buena oportunidad, son como tigres, en caso contrario cierran sus puertas. Su
acción y su no acción son cuestiones de estrategia, y no pueden ser complacidos
ni enfadados.
C A P I
T U L O IX
Sobre
la distribución de los medios
Las maniobras militares son el resultado de los planes y
las estrategias en la manera más ventajosa para ganar. Determinan la movilidad
y efectividad de las tropas. Si vas a colocar
tu ejército en posición de observar al enemigo, atraviesa rápido las montañas y
vigílalos desde un valle. Considera el efecto de la luz y manténte en la
posición más elevada del valle. Cuando combatas en una montaña, ataca desde
arriba hacia abajo y no al revés. Combate estando cuesta abajo y nunca cuesta
arriba. Evita que el agua divida tus fuerzas, aléjate de las condiciones
desfavorables lo antes que te sea posible. No te enfrentes a los enemigos
dentro del agua; es conveniente dejar que pasen la mitad de sus tropas y en ese
momento dividirlas y atacarlas.
No te sitúes río abajo. No
camines en contra de la corriente, ni en contra del viento. Si acampas en la
ribera de un río, tus ejércitos pueden ser sorprendidos de noche, empujados a
ahogarse o se les puede colocar veneno en la corriente. Tus barcas no deben ser
amarradas corriente abajo, para impedir que el enemigo aproveche la corriente
lanzando sus barcas contra ti. Si atraviesas pantanos, hazlo rápidamente. Si te
encuentras frente a un ejército en media de un pantano, permanece cerca de sus
plantas acuáticas o respaldado por los árboles. En una llanura, toma posiciones
desde las que sea fácil maniobrar, manteniendo las elevaciones del terreno
detrás y a tu derecha, estando las partes más bajas delante y las más altos
detrás. Generalmente, un ejército prefiere un terreno elevado y evita un
terreno bajo, aprecia la luz y detesta la oscuridad. Los terrenos elevados son
estimulantes, y por lo tanto, la gente se halla a gusto en ellos, además son
convenientes para adquirir la fuerza del ímpetu. Los terrenos bajos son
húmedos, lo cual provoca enfermedades y dificulta el combate. Cuida de la salud
física de tus soldados con los mejores recursos disponibles. Cuando no existe
la enfermedad en un ejército, se dice que éste es invencible. Donde haya
montículos y terraplenes, sitúate en su lado soleado, manteniéndolos siempre a tu
derecha y detrás. Colocarse en la mejor parte del terreno es ventajoso para una
fuerza militar. La ventaja en una operación militar consiste en aprovecharse de
todos los factores beneficiosos del terreno. Cuando llueve río arriba y la
corriente trae consigo la espuma, si quieres cruzarlo, espera a que escampe.
Siempre que un terreno presente barrancos infranqueables, lugares cerrados,
trampas, riesgos, grietas y prisiones naturales, debes abandonarlo rápidamente
y no acercarte a él. En lo que a mí concierne, siempre me mantengo alejado de
estos accidentes del terreno, de manera que los adversarios estén más cerca que
yo de ellos; doy la cara a estos accidentes, de manera que queden a espaldas
del enemigo. Entonces estás en situación ventajosa, y él tiene condiciones
desfavorables.
Cuando un ejército se está
desplazando, si atraviesa territorios montañosos con muchas corrientes de agua
y pozos, o pantanos cubiertos de juncos, o bosques vírgenes llenos de árboles y
vegetación, es imprescindible escudriñarlos totalmente y con cuidado, ya que
estos lugares ayudan a las emboscadas y a los espías. Es esencial bajar del
caballo y escudriñar el terreno, por si existen tropas escondidas para tenderte
una emboscada. También podría ser que hubiera espías al acecho observándote y
escuchando tus instrucciones y movimientos.
Cuando el enemigo está
cerca, pero permanece en calma, quiere decir que se halla en una posición
fuerte. Cuando está lejos pero intenta provocar hostilidades, quiere que
avances. Si, además, su posición es accesible, eso quiere decir que le es
favorable. Si un adversario no conserva la posición que le es favorable por las
condiciones del terreno y se sitúa en otro lugar conveniente, debe ser porque
existe alguna ventaja táctica para obrar de esta manera. Si se mueven los
árboles, es que el enemigo se está acercando. Si hay obstáculos entre los
matorrales, es que has tomado un mal camino. La idea de poner muchos obstáculos
entre la maleza es hacerte pensar que existen tropas emboscadas escondidas en medio
de ella. Si los pájaros alzan el vuelo, hay tropas emboscadas en el lugar. Si
los animales están asustados, existen tropas atacantes. Si se elevan columnas
de polvo altas y espesas, hay carros que se están acercando; si son bajas y
anchas, se acercan soldados a pie. Humaredas esparcidas significan que se está
cortando leña. Pequeñas polvaredas que van y vienen indican que hay que
levantar el campamento.
Si los emisarios del
enemigo pronuncian palabras humildes mientras que éste incrementa sus preparativos
de guerra, esto quiere decir que va a avanzar. Cuando se pronuncian palabras
altisonantes y se avanza ostentosamente, es señal de que el enemigo se va a
retirar. Si sus emisarios vienen con
palabras humildes, envía espías para observar al enemigo y comprobarás que está
aumentando sus preparativos de guerra.
Cuando los carros ligeros
salen en primer lugar y se sitúan en los flancos, están estableciendo un frente
de batalla. Si los emisarios llegan pidiendo la paz sin firmar un tratado,
significa que están tramando
algún complot. Si el enemigo
dispone rápidamente a sus carros en filas de combate, es que está esperando
refuerzos. No se precipitarán para un encuentro ordinario si no entienden que
les ayudará, o debe haber una fuerza que se halla a distancia y que es esperada
en un determinado momento para unir sus tropas y atacarte. Conviene anticipar,
prepararse inmediatamente para esta eventualidad.
Si la mitad de sus tropas avanza
y la otra mitad retrocede, es que el enemigo piensa atraerte a una trampa.
El enemigo está fingiendo en
este caso confusión y desorden para incitarte a que avances.
Si los soldados enemigos se
apoyan unos en otros, es que están hambrientos.
Si los aguadores beben en primer
lugar, es que las tropas están sedientas.
Si el enemigo ve una ventaja
pero no la aprovecha, es que está cansado.
Si los pájaros se reúnen en el
campo enemigo, es que el lugar está vacío.
Si hay pájaros sobrevolando una
ciudad, el ejército ha huido.
Si se producen llamadas
nocturnas, es que los soldados enemigos están atemorizados. Tienen miedo y
están inquietos, y por eso se llaman unos a otros.
Si el ejército no tiene
disciplina, esto quiere decir que el general no es tomado en serio.
Si los estandartes se mueven, es
que está sumido en la confusión.
Las señales se utilizan para
unificar el grupo; así pues, si se desplaza de acá para allá sin orden ni
concierto, significa que sus filas están confusas.
Si sus emisarios muestran
irritación, significa que están cansados.
Si matan sus caballos para
obtener carne, es que los soldados carecen de alimentos; cuando no tienen
marmitas y no vuelven a su campamento, son enemigos completamente desesperados.
Si se producen murmuraciones,
faltas de disciplina y los soldados hablan mucho entre sí, quiere decir que se
ha perdido la lealtad de la tropa.
Las murmuraciones describen la
expresión de los verdaderos sentimientos; las faltas de disciplina indican
problemas con los superiores. Cuando el mando ha perdido la lealtad de las
tropas, los soldados se hablan con franqueza entre sí sobre los problemas con
sus superiores.
Si se otorgan numerosas
recompensas, es que el enemigo se halla en un callejón sin salida; cuando se
ordenan demasiados castigos, es que el enemigo está desesperado. Cuando la
fuerza de su ímpetu está agotada, otorgan constantes recompensas para tener
contentos a los soldados, para evitar que se rebelen en masa. Cuando los
soldados están tan agotados que no pueden cumplir las órdenes, son castigados
una y otra vez para restablecer la autoridad. Ser violento al principio y
terminar después temiendo a los propios soldados es el colmo de la ineptitud.
Los emisarios que acuden con
actitud conciliatoria indican que el enemigo quiere una
tregua.
Si las tropas enemigas se
enfrentan a ti con ardor, pero demoran el momento de entrar en combate sin
abandonar no obstante el terreno, has de observarlos cuidadosamente. Están
preparando un ataque por sorpresa.
En asuntos militares, no es
necesariamente más beneficioso ser superior en fuerzas, sólo evitar actuar con
violencia innecesaria; es suficiente con consolidar tu poder, hacer
estimaciones sobre el enemigo y conseguir reunir tropas; eso es todo. El
enemigo que actúa aisladamente, que carece de estrategia y que toma a la ligera
a sus adversarios, inevitablemente acabará siendo derrotado.
Si tu plan no contiene una
estrategia de retirada o posterior al ataque, sino que confías exclusivamente
en la fuerza de tus soldados, y tomas a la ligera a tus adversarios sin valorar
su condición, con toda seguridad caerás prisionero. Si se castiga a los
soldados antes de haber conseguido que sean leales al mando, no obedecerán, y
si no obedecen, serán difíciles de emplear. Tampoco podrán ser empleados si no
se lleva a cabo ningún castigo, incluso después de haber obtenido su lealtad.
Cuando existe un sentimiento subterráneo de aprecio y confianza, y los
corazones de los soldados están ya vinculados al mando, si se relaja la
disciplina, los soldados se volverán arrogantes y será imposible emplearlos.
Por lo tanto, dirígelos mediante el arte civilizado y unifícalos mediante las
artes marciales; esto significa una victoria continua. Arte civilizado
significa humanidad, y artes marciales significan reglamentos. Mándalos con
humanidad y benevolencia, unifícalos de manera estricta y firme. Cuando la
benevolencia y la firmeza son evidentes, es posible estar seguro de la
victoria. Cuando las órdenes se dan de manera clara, sencilla y consecuente
a las tropas, éstas las aceptan. Cuando las órdenes son confusas,
contradictorias y cambiantes las tropas no las aceptan o no las entienden.
Cuando las órdenes son razonables, justas, sencillas, claras y consecuentes,
existe una satisfacción recíproca entre el líder y el grupo.
C A P I
T U L O X
Sobre
la topología
Algunos terrenos son fáciles,
otros difíciles, algunos neutros, otros estrechos, accidentados
o abiertos. Cuando el terreno sea accesible, sé el primero en
establecer tu posición, eligiendo las alturas soleadas; una posición que sea
adecuada para transportar los suministros; así tendrás ventaja cuando libres la
batalla. Cuando estés en un terreno difícil de salir, estás limitado. En
este terreno, si tu enemigo no está preparado, puedes vencer si sigues
adelante, pero si el enemigo está preparado y sigues adelante, tendrás muchas
dificultades para volver de nuevo a él, lo cual jugará en contra tuya. Cuando
es un terreno desfavorable para ambos bandos, se dice que es un terreno neutro.
En un terreno neutro, incluso si el adversario te ofrece una ventaja, no te
aproveches de ella: retírate, induciendo a salir a la mitad de las tropas
enemigas, y entonces cae sobre él aprovechándote de esta condición favorable.
En un terreno estrecho, si eres el primero en llegar, debes ocuparlo
totalmente y esperar al adversario. Si él llega antes, no lo persigas si bloquea
los desfiladeros. Persíguelo sólo si no los bloquea. En terreno accidentado,
si eres el primero en llegar, debes ocupar sus puntos altos y soleados y
esperar al adversario. Si éste los ha ocupado antes, retírate y no lo persigas.
En un terreno abierto, la fuerza del ímpetu se encuentra igualada, y es
difícil provocarle a combatir de manera desventajosa para él. Entender estas
seis clases de terreno es la responsabilidad principal del general, y es
imprescindible considerarlos.
Éstas son las configuraciones
del terreno; los generales que las ignoran salen derrotados. Así pues, entre
las tropas están las que huyen, la que se retraen, las que se derrumban, las
que se rebelan y las que son derrotadas. Ninguna de estas circunstancias
constituyen desastres naturales, sino que son debidas a los errores de los
generales. Las tropas que tienen el mismo ímpetu, pero que atacan en proporción
de uno contra diez, salen derrotadas. Los que tienen tropas fuertes pero cuyos
oficiales son débiles, quedan retraídos. Los que tienen soldados débiles al
mando de oficiales fuertes, se verán en apuros. Cuando los oficiales superiores
están encolerizados y son violentos, y se enfrentan al enemigo por su cuenta y
por despecho, y cuando los generales ignoran sus capacidades, el ejército se
desmoronará.
Como norma general, para
poder vencer al enemigo, todo el mando militar debe tener una sola intención y
todas las fuerzas militares deben cooperar. Cuando los generales son débiles y
carecen de autoridad, cuando las órdenes no son claras, cuando oficiales y
soldados no tienen solidez y las formaciones son anárquicas, se produce
revuelta. Los generales que son derrotados son aquellos que son incapaces de
calibrar a los adversarios, entran en combate con fuerzas superiores en número
o mejor equipadas, y no seleccionan a sus tropas según los niveles de
preparación de las mismas. Si empleas soldados sin seleccionar a los preparados
de los no preparados, a los arrojados y a los timoratos, te estás buscando tu
propia derrota.
Estas son las seis
maneras de ser derrotado. La comprensión de estas situaciones es la
responsabilidad suprema de los generales y deben ser consideradas. La primera
es no calibrar el número de fuerzas; la segunda, la ausencia de un
sistema claro de recompensas y castigos; la tercera, la insuficiencia de
entrenamiento; la cuarta es la pasión irracional; la quinta es la
ineficacia de la ley del orden; y la sexta es el fallo de no seleccionar
a los soldados fuertes y resueltos.
La configuración del
terreno puede ser un apoyo para el ejército; para los jefes militares, el curso
de la acción adecuada es calibrar al adversario para asegurar la victoria y
calcular los riesgos y las distancias. Salen vencedores los que libran batallas
conociendo estos elementos; salen derrotados los que luchan ignorándolos. Por
lo tanto, cuando las leyes de la guerra señalan una victoria segura es
claramente apropiado entablar batalla, incluso si el gobierno ha dada órdenes
de no atacar. Si las leyes de la guerra no indican una victoria segura, es
adecuado no entrar en batalla, aunque el gobierno haya dada la orden de atacar.
De este modo se avanza sin pretender la gloria, se ordena la retirada sin
evitar la responsabilidad, con el único propósito de proteger a la población y
en beneficio también del gobierno; así se rinde un servicio valioso a la
nación.
Avanzar y retirarse en
contra de las órdenes del gobierno no se hace por interés personal, sino para
salvaguardar las vidas de la población y en auténtico beneficio del gobierno.
Servidores de esta talla son muy útiles para un pueblo. Mira por tus soldados
como miras por un recién nacido; así estarán dispuestos a seguirte hasta los
valles más profundos; cuida de tus soldados como cuidas de tus queridos hijos,
y morirán gustosamente contigo.
Pero si eres tan amable con ellos que no los puedes utilizar, si eres tan
indulgente que no les puedes dar órdenes, tan informal que no puedes
disciplinarlos, tus soldados serán
como niños mimados y, por lo
tanto, inservibles. Las recompensas no deben utilizarse solas, ni debe
confiarse solamente en los castigos. En caso contrario, las tropas, como niños
mimosos, se acostumbran a disfrutar o a quedar resentidas por todo. Esto es
dañino y los vuelve inservibles. Si sabes que tus soldados son capaces de
atacar, pero ignoras si el enemigo es invulnerable a un ataque, tienes sólo la
mitad de posibilidades de ganar. Si sabes que tu enemigo es vulnerable a un
ataque, pero ignoras si tus soldados son capaces de atacar, sólo tienes la
mitad de posibilidades de ganar. Si sabes que el enemigo es vulnerable a un
ataque, y tus soldados pueden
llevarlo a cabo, pero ignoras si la condición del terreno es favorable para la
batalla, tienes la mitad de probabilidades de vencer. Por lo tanto, los que
conocen las artes marciales no pierden el tiempo cuando efectúan sus
movimientos, ni se agotan cuando atacan. Debido a esto se dice que cuando te
conoces a ti mismo y conoces a los demás, la victoria no es un peligro; cuando
conoces el cielo y la tierra, la victoria es inagotable.
Conforme a las leyes de las operaciones militares,
existen nueve clases de terreno. Si intereses locales luchan entre sí en su
propio territorio, a éste se le llama terreno de dispersión. Cuando los
soldados están apegados a su casa y combaten cerca de su hogar, pueden ser
dispersados con facilidad. Cuando penetras en un
territorio ajeno, pero no lo haces en profundidad, a éste se le llama territorio
ligero. Esto significa que los soldados pueden regresar fácilmente. El
territorio que puede resultarte ventajoso si lo tomas, y ventajoso al enemigo
si es él quien lo conquista, se llama terreno clave. Un terreno de lucha
inevitable es cualquier enclave defensivo o paso estratégico. Un territorio
igualmente accesible para ti y para los demás se llama terreno de
comunicación. El territorio que está rodeado por tres territorios rivales y
es el primero en proporcionar libre acceso a él a todo el mundo se llama terreno
de intersección. El terreno de intersección es aquel en el que convergen
las principales vías de comunicación uniéndolas entre sí: sé el primero en
ocuparlo, y la gente tendrá que ponerse de tu lado. Si lo obtienes, te
encuentras seguro; si lo pierdes, corres peligro. Cuando penetras en
profundidad en un territorio ajeno, y dejas detrás muchas ciudades y pueblos, a
este terreno se le llama difícil. Es un terreno del que es
difícil regresar. Cuando atraviesas montañas boscosas, desfiladeros abruptos u
otros accidentes difíciles de atravesar, a esto se le llama terreno
desfavorable. Cuando el acceso es estrecho y la salida es tortuosa, de
manera que una pequeña unidad enemiga puede atacarte, aunque tus tropas sean
más numerosas, a éste se le llama terreno cercado.
Si eres capaz de una gran
adaptación, puedes atravesar este territorio. Si sólo puedes sobrevivir en un
territorio luchando con rapidez, y si es fácil morir si no lo haces, a éste se
le llama terreno mortal. Las tropas que se encuentran en un terreno
mortal están en la misma situación que si se encontraran en una barca que se
hunde o en una casa ardiendo. Así pues, no combatas en un terreno de
dispersión, no te detengas en un terreno ligero, no ataques en un terreno clave
(ocupado por el enemigo), no dejes que tus tropas sean divididas en un terreno
de comunicación. En terrenos de intersección, establece comunicaciones; en
terrenos difíciles, entra aprovisionado; en terrenos desfavorables, continúa
marchando; en terrenos cercados, haz planes; en terrenos mortales, lucha. En un
terreno de dispersión, los soldados pueden huir. Un terreno ligero es cuando
los soldados han penetrado en territorio enemigo, pero todavía no tienen las
espaldas cubiertas: por eso, sus mentes no están realmente concentradas y no
están listos para la batalla. No es ventajoso atacar al enemigo en un terreno
clave; lo que es ventajoso es llegar el primero a él. No debe permitirse que
quede aislado el terreno de comunicación, para poder servirse de las rutas de
suministros. En terrenos de intersección, estarás a salvo si estableces
alianzas; si las pierdes, te encontrarás en peligro. En terrenos difíciles,
entrar aprovisionado significa reunir todo lo necesario para estar allí mucho
tiempo. En terrenos desfavorables, ya que no puedes atrincherarte en ello,
debes apresurarte a salir. En terrenos cercados, introduce tácticas
sorpresivas. Si las tropas caen en un terreno mortal, todo el mundo luchará de
manera espontánea. Por esto se dice: "Sitúa a las tropas en un terreno
mortal y sobrevivirán." Los que eran antes considerados como expertos en
el arte de la guerra eran capaces de hacer que el enemigo perdiera contacto
entre su vanguardia y su retaguardia, la confianza entre las grandes y las
pequeñas unidades, el interés recíproco par el bienestar de los diferentes
rangos, el apoyo mutuo entre gobernantes y gobernados, el alistamiento de
soldados y la coherencia de sus ejércitos. Estos expertos entraban en acción
cuando les era ventajoso, y se retenían en caso contrario. Introducían cambios
para confundir al enemigo, atacándolos aquí y allá, aterrorizándolos y
sembrando en ellos la confusión, de tal manera que no les daban tiempo para
hacer planes.
Se podría preguntar cómo
enfrentarse a fuerzas enemigas numerosas y bien organizadas que se dirigen
hacia ti. La respuesta es quitarles en primer lugar algo que aprecien, y
después te escucharán. La rapidez de acción es el factor esencial de la
condición de la fuerza militar, aprovechándose de los errores de los
adversarios, desplazándose por caminos que no esperan y atacando cuando no
están en guardia. Esto significa que para aprovecharse de la falta de
preparación, de visión y de cautela de los adversarios, es necesario actuar con
rapidez, y que si dudas, esos errores no te servirán de nada. En una invasión,
por regla general, cuanto más se adentran los invasores en el territorio ajeno,
más fuertes se hacen, hasta el punto de que el gobierno nativo no puede ya
expulsarlos.
Escoge campos fértiles, y
las tropas tendrán suficiente para comer. Cuida de su salud y evita el
cansancio, consolida su energía, aumenta su fuerza. Que los movimientos de
tus tropas y la preparación de tus planes sean insondables. Consolida la
energía más entusiasta de tus tropas, ahorra las fuerzas sobrantes, mantén en
secreto tus formaciones y tus planes, permaneciendo insondable para los
enemigos, y espera a que se produzca un punto vulnerable para avanzar. Sitúa a
tus tropas en un punto que no tenga salida, de manera que tengan que morir
antes de poder escapar. Porque, ¿ante la posibilidad de la muerte, qué no
estarán dispuestas a hacer? Los guerreros dan entonces lo mejor de sus fuerzas.
Cuando se hallan ante un grave peligro, pierden el miedo. Cuando no hay ningún
sitio a donde ir, permanecen firmes; cuando están totalmente implicados en un
terreno, se aferran a él. Si no tienen otra opción, lucharán hasta el final.
Por esta razón, los soldados están vigilantes sin tener que ser estimulados, se
alistan sin tener que ser llamados a filas, son amistosos sin necesidad de
promesas, y se puede confiar en ellos sin necesidad de órdenes. Esto significa
que cuando los combatientes se encuentran en peligro de muerte, sea cual
sea su rango, todos tienen el
mismo objetivo, y, por lo tanto, están alerta sin necesidad de ser estimulados,
tienen buena voluntad de manera espontánea y sin necesidad de recibir órdenes,
y puede confiarse de manera natural en ellos sin promesas ni necesidad de
jerarquía.
Prohibe los augurios para
evitar las dudas, y los soldados nunca te abandonarán. Si tus soldados no
tienen riquezas, no es porque las desdeñen. Si no tienen más longevidad, no es
porque no quieran vivir más tiempo. El día en que se da la orden de marcha, los
soldados lloran. Así pues, una operación militar preparada con pericia debe ser
como una serpiente veloz que contraataca con su cola cuando alguien le ataca
por la cabeza, contraataca con la cabeza cuando alguien le ataca por la cola y
contraataca con cabeza y cola, cuando alguien le ataca por el medio. Esta
imagen representa el método de una línea de batalla que responde velozmente
cuando es atacada. Un manual de ocho formaciones clásicas de batalla dice:
"Haz del
frente la retaguardia, haz de la
retaguardia el frente, con cuatro cabezas y ocho colas. Haz que la cabeza esté
en todas partes, y cuando el enemigo arremeta por el centro, cabeza y cola
acudirán al rescate."
Puede preguntarse la
cuestión de si es posible hacer que una fuerza militar sea como una serpiente
rápida. La respuesta es afirmativa. Incluso las personas que se tienen
antipatía, encontrándose en el mismo barco, se ayudarán entre sí en caso de
peligro de zozobrar. Es la fuerza de la situación la que hace que esto suceda.
Por esto, no basta con depositar la confianza en caballos atados y ruedas
fijadas. Se atan los caballos para formar una línea de combate estable, y se fijan
las ruedas para hacer que los carros no se puedan mover. Pero aun así, esto no
es suficientemente seguro ni se puede confiar en ello. Es necesario permitir
que haya variantes a los cambios que se hacen, poniendo a los soldados en
situaciones mortales, de manera que combatan de forma espontánea y se ayuden
unos a otros codo con codo: éste es el camino de la
seguridad y de la obtención de
una victoria cierta. La mejor organización es hacer que se exprese el valor y
mantenerlo constante. Tener éxito tanto con tropas débiles como con tropas
aguerridas se basa en la configuración de las circunstancias. Si obtienes la
ventaja del terreno, puedes vencer a los adversarios, incluso con tropas
ligeras y débiles; ¿cuánto más te sería posible si tienes tropas poderosas y
aguerridas? Lo que hace posible la victoria a ambas clases de tropas es las
circunstancias del terreno. Por lo tanto, los expertos en operaciones militares
logran la cooperación de la tropa, de tal manera que dirigir un grupo es como
dirigir a un solo individuo que no tiene más que una sola opción.
Corresponde al general
ser tranquilo, reservado, justo y metódico.
Sus planes son tranquilos y absolutamente secretos para que nadie pueda
descubrirlos. Su mando es justo y metódico, así que nadie se atreve a tomarlo a
la ligera. Puede mantener a sus soldados sin información y en completa
ignorancia de sus planes. Cambia sus acciones y revisa sus planes, de manera
que nadie pueda reconocerlos. Cambia de lugar su emplazamiento y se desplaza
por caminos sinuosos, de manera que nadie pueda anticiparse. Puedes ganar
cuando nadie puede entender en ningún momento cuáles son tus intenciones. Dice
un Gran Hombre: "El principal engaño que se valora en las operaciones
militares no se dirige sólo a los enemigos, sino que empieza por las propias
tropas, para hacer que le sigan a uno sin saber adónde van." Cuando un
general fija una meta a sus tropas, es como el que sube a un lugar elevado y
después retira la escalera. Cuando un general se adentra muy en el interior del
territorio enemigo, está poniendo a prueba todo su potencial. Ha hecho
quemar las naves a sus tropas y destruir sus casas; así las conduce como un
rebaño y todos ignoran hacia dónde se encaminan. Incumbe a los generales reunir
a los ejércitos y ponerlos en situaciones peligrosas. También han de examinar
las adaptaciones a los diferentes terrenos, las ventajas de concentrarse o
dispersarse, y las pautas de los sentimientos y situaciones humanas. Cuando se
habla de ventajas y de desventajas de la concentración y de la dispersión,
quiere decir que las pautas de los comportamientos humanos cambian según los
diferentes tipos de terreno. En general, la pauta general de los invasores es
unirse cuando están en el corazón del territorio enemigo, pero tienden a
dispersarse cuando están en las franjas fronterizas. Cuando dejas tu territorio
y atraviesas la frontera en una operación militar, te hallas en un terreno
aislado. Cuando es accesible desde todos los puntos, es un terreno de
comunicación. Cuando te adentras en profundidad, estás en un terreno difícil.
Cuando penetras poco, estás en un terreno ligero. Cuando a tus espaldas se hallen espesuras infranqueables
y delante pasajes estrechos, estás en un terreno cercado. Cuando no haya ningún
sitio a donde ir, se trata de un terreno mortal. Así pues, en un terreno de
dispersión, yo unificaría las mentes de los soldados. En un terreno ligero, las
mantendría en contacto. En un terreno clave, les haría apresurarse para
tomarlo. En un terreno de intersección, prestaría atención a la defensa. En un
terreno de comunicación, establecería sólidas alianzas. En un terreno difícil,
aseguraría suministros continuados. En un terreno desfavorable, urgiría a mis
tropas a salir rápidamente de él. En un terreno cercado, cerraría las entradas.
En un terreno mortal, indicaría a mis tropas que no existe ninguna posibilidad
de sobrevivir. Por esto, la psicología de los soldados consiste en resistir
cuando se ven rodeados, luchar cuando no se puede evitar, y obedecer en casos
extremos. Hasta que los soldados no se ven rodeados, no tienen la
determinación de resistir al enemigo hasta alcanzar la victoria. Cuando están
desesperados, presentan una defensa unificada.
Por ello, los que ignoran
los planes enemigos no pueden preparar alianzas. Los que ignoran las
circunstancias del terreno no pueden hacer maniobrar a sus fuerzas. Los que no
utilizan guías locales no pueden aprovecharse del terreno. Los militares de un
gobierno eficaz deben conocer todos estos factores. Cuando el ejército de un
gobierno eficaz ataca a un gran territorio, el pueblo no se puede unir. Cuando
su poder sobrepasa a los adversarios, es imposible hacer alianzas. Si puedes
averiguar los planes de tus adversarios, aprovéchate del terreno y haz
maniobrar al enemigo de manera que se encuentre indefenso; en este caso, ni
siquiera un gran territorio puede reunir suficientes tropas para detenerte. Por
lo tanto, si no luchas por obtener alianzas, ni aumentas el poder de ningún
país, pero extiendes tu influencia personal amenazando a los adversarios, todo
ello hace que el país y las ciudades enemigas sean vulnerables. Otorga
recompensas que no estén reguladas y da órdenes desacostumbradas. Considera la
ventaja de otorgar recompensas que no tengan precedentes, observa cómo el
enemigo hace promesas sin tener en cuenta los códigos establecidos.
Maneja las tropas como si
fueran una sola persona. Empléalas en tareas reales, pero no les hables.
Motívalas con recompensas, pero no les comentes los perjuicios posibles. Emplea
a tus soldados sólo en combatir, sin comunicarles tu estrategia. Déjales
conocer los beneficios que les esperan, pero no les hables de los daños
potenciales. Si la verdad se filtra, tu estrategia puede hundirse. Si los
soldados empiezan a preocuparse, se volverán vacilantes y temerosos. Colócalos
en una situación de posible exterminio, y entonces lucharán para vivir. Ponles
en peligro de muerte, y entonces sobrevivirán. Cuando las tropas afrontan
peligros, son capaces de luchar para obtener la victoria. Así pues, la tarea de
una operación militar es fingir acomodarse a las intenciones del enemigo. Si te
concentras totalmente en éste, puedes matar a su general aunque estés a
kilómetros de distancia. A esto se llama cumplir el objetivo con pericia. Al
principio te acomodas a sus intenciones, después matas a sus generales: ésta es
la pericia en el cumplimiento del objetivo. Así, el día en que se declara la
guerra, se cierran las fronteras, se rompen los salvoconductos y se impide el
paso de emisarios. Los asuntos se deciden rigurosamente desde que se comienza a
planificar y establecer la estrategia desde la casa o cuartel general. El rigor
en los cuarteles generales en la fase de planificación se refiere al
mantenimiento del secreto. Cuando el enemigo ofrece oportunidades, aprovéchalas
inmediatamente. Entérate primero de lo que pretende, y después anticípate a él.
Mantén la disciplina y adáptate al enemigo, para determinar el resultado de la
guerra. Así, al principio eres como una doncella y el enemigo abre sus puertas;
entonces, tú eres como una liebre suelta, y el enemigo no podrá expulsarte.
C A P I
T U L O XII
Existen cinco clases de
ataques mediante el fuego: quemar a las personas, quemar los suministros,
quemar el equipo, quemar los almacenes y quemar las armas.
El uso del fuego tiene que tener una base, y exige ciertos medios. Existen
momentos adecuados para encender fuegos, concretamente cuando el tiempo es seco
y ventoso. Normalmente, en ataques mediante el fuego es imprescindible seguir
los cambios producidos por éste. Cuando el fuego está dentro del campamento
enemigo, prepárate rápidamente desde fuera. Si los soldados se mantienen en
calma cuando el fuego se ha declarado, espera y no ataques. Cuando el fuego
alcance su punto álgido, síguelo, si puedes; si no, espera. En general, el
fuego se utiliza para sembrar la confusión en el enemigo y así poder atacarle.
Cuando el fuego puede ser prendido en campo abierto, no esperes a hacerlo en su
interior; hazlo cuando sea oportuno. Cuando el fuego sea atizado par el viento,
no ataques en dirección contraria a éste. No es eficaz luchar contra el ímpetu
del fuego, porque el enemigo luchará en este caso hasta la muerte. Si ha
soplado el viento durante el día, a la noche amainará. Un viento diurno cesará al anochecer; un
viento nocturno cesará al amanecer. Los
ejércitos han de saber que existen variantes de las cinco clases de ataques
mediante elfuego, y adaptarse a éstas de manera racional. No basta saber cómo atacar
a los demás con el fuego, es necesario saber cómo impedir que los demás te
ataquen a ti. Así pues, la utilización del fuego para apoyar un ataque
significa claridad, y la utilización del agua para apoyar un ataque significa
fuerza. El agua puede incomunicar, pero no puede arrasar. El agua puede
utilizarse para dividir a un ejército enemigo, de manera que su fuerza se
desuna y la tuya se fortalezca.
Ganar combatiendo o llevar a cabo un asedio victorioso sin recompensar a los que han hecho méritos trae mala fortuna y se hace merecedor de ser llamado avaro. Por eso se dice que un gobierno esclarecido lo tiene en cuenta y que un buen mando militar recompensa el mérito. No moviliza a sus tropas cuando no hay ventajas que obtener, ni actúa cuando no hay nada que ganar, ni luchan cuando no existe peligro. Las armas son instrumentos de mal augurio, y la guerra es un asunto peligroso. Es indispensable impedir una derrota desastrosa, y por lo tanto, no vale la pena movilizar un ejército por razones insignificantes: Las armas sólo deben utilizarse cuando no existe otro remedio.
Un gobierno no debe
movilizar un ejército por ira, y los jefes militares no deben provocar la
guerra por cólera. Actúa cuando sea
beneficioso; en caso contrario, desiste. La ira puede convertirse en alegría, y
la cólera puede convertirse en placer, pero un pueblo destruido no puede
hacérsele renacer, y la muerte no puede convertirse en vida. En consecuencia,
un gobierno esclarecido presta atención a todo esto, y un buen mando militar lo
tiene en cuenta. Ésta es la manera de mantener a la nación a salvo y de
conservar intacto a su ejército.
Una Operación militar
significa un gran esfuerzo para el pueblo, y la guerra puede durar muchos años
para obtener una victoria de un día. Así pues, fallar en conocer la situación
de los adversarios por economizar en aprobar gastos para investigar y estudiar
a la oposición es extremadamente inhumano, y no es típico de un buen jefe
militar, de un consejero de gobierno, ni de un gobernante victorioso. Por lo
tanto, lo que posibilita a un gobierno inteligente y a un mando militar sabio
vencer a los demás y lograr triunfos extraordinarios con esa información
esencial.
La información previa
no puede obtenerse de fantasmas ni espíritus, ni se puede tener por analogía,
ni descubrir mediante cálculos. Debe obtenerse de personas; personas que
conozcan la situación del adversario.
Existen cinco clases de
espías: el espía nativo, el espía interno, el doble agente, el espía
liquidable, y el espía flotante. Cuando están activos todos ellos, nadie conoce
sus rutas: a esto se le llama genio organizativo, y se aplica al gobernante.
Los espías nativos se
contratan entre los habitantes de una localidad. Los espías internos se
contratan entre los funcionarios enemigos. Los agentes dobles se
contratan entre los espías enemigos. Los espías liquidables transmiten
falsos datos a los espías enemigos. Los espías flotantes vuelven para
traer sus informes. Entre los funcionarios del régimen enemigo, se hallan
aquéllos con los que se puede establecer contacto y a los que se puede sobornar
para averiguar la situación de su país y descubrir cualquier plan que se
trame contra ti, también pueden ser utilizados para crear desavenencias y
desarmonía. En consecuencia, nadie en las fuerzas armadas es tratado con tanta
familiaridad como los espías, ni a nadie se le otorgan recompensas tan grandes
como a ellos, ni hay asunto más secreto que el espionaje. Si no se trata bien a
los espías, pueden convertirse en renegados y trabajar para el enemigo. No se
pueden utilizar a los espías sin sagacidad y conocimiento; no puede uno
servirse de espías sin humanidad y justicia, no se puede obtener la verdad de
los espías sin sutileza. Ciertamente, es un asunto muy delicado. Los espías son
útiles en todas partes. Cada asunto requiere un conocimiento previo. Si algún
asunto de espionaje es divulgado antes de que el espía haya informado, éste y
el que lo haya divulgado deben eliminarse. Siempre que quieras atacar a un
ejército, asediar una ciudad o atacar a una persona, has de conocer previamente
la identidad de los generales que la defienden, de sus aliados, sus visitantes,
sus centinelas y de sus criados; así pues, haz que tus espías averigüen todo
sobre ellos. Siempre que vayas a atacar y a combatir, debes conocer primero los
talentos de los servidores del enemigo, y así puedes enfrentarte a ellos según
sus capacidades. Debes buscar a agentes enemigos que hayan venido a espiarte,
sobornarlos e inducirlos a pasarse a tu lado, para poder utilizarlos como
agentes dobles. Con la información obtenida de esta manera, puedes encontrar
espías nativos y espías internos para contratarlos. Con la información obtenida
de éstos, puedes fabricar información falsa sirviéndote de espías liquidables.
Con la información así obtenida, puedes hacer que los espías flotantes actúen
según los planes previstos. Es esencial para un gobernante conocer las cinco
clases de espionaje, y este conocimiento depende de los agentes dobles; así
pues, éstos deben ser bien tratados.Así, sólo un gobernante brillante o un
general sabio que pueda utilizar a los más inteligentes para el espionaje,
puede estar seguro de la victoria. El espionaje es esencial para las
operaciones militares, y los ejércitos dependen de él para llevar a cabo
sus acciones. No será ventajoso para el ejército actuar sin conocer la
situación del enemigo, y conocer la situación del enemigo no es posible sin
el espionaje.