Unidad 3: Afectos , Amor ,
Sexualidad
APUNTEMOS A LAS EMOCIONES
La
vida cotidiana nos provoca todas las emociones posibles. Una persona que pase
unas horas ante un televisor vive un gran número de ellas condensadas en un
corto período ¿Qué significa emocionarse? En el lenguaje común emocionarse
significa sensibilizarse por lo que se percibe, lo que se traduce en
cierto lagrimeo ante un estímulo triste
o en una sonrisa ante algo enternecedor. El término emoción deriva de un verbo
que en latín significa "remover", "excitar", y se utiliza
en psicología para designar una modificación de la conducta que aparece en
respuesta a un estímulo, con manifestaciones fisiológicas y que es percibida
por nuestro psiquismo como placentera o displacentera. Existe un gran número de
emociones y si dentro de ellas tomamos por ejemplo a la verguenza, podemos
entenderla como una alteración de la conducta en respuesta a un estímulo
(tenemos que hacer algo que nunca hicimos y que nos parece ridículo), que
incluye cambios fisiológicos (rubor en la cara) y una sensación de displacer
asociada.
La
sensibilidad entre las personas es muy variable y hay algunas que sólo producen
respuesta a estímulos muy intensos mientras que otras, a quienes llamamos "sensibles",
lo hacen a pequeños estímulos con respuestas intensas. Estadísticamente se
comprueba que los hombres muestran menos sensibilidad que las mujeres, pero se
discute e investiga si esto es así por razones biológicas o porque han sido educados
para enmascarar. sus emociones ya que ser sensible no se considera propio de un
hombre.
Se
ha intentado diferenciar entre las emociones (alteraciones bruscas e intensas
del ánimo), las pasiones (alteraciones más intensas y duraderas en el tiempo) y
los sentimientos (alteraciones de menor intensiclad que las emociones pero de
mayor duración). En la realidad es muy dificil mantener esta distinción y las
tres manifestaciones se agrupan dentro de lo que denominamos afectos en los seres humanos. En el
lenguaje común se utiliza afecto como sinónimo de amor, pero los afectos son
tanto las emociones, como los
sentimientos y las pasiones que provocan alteraciones en nuestro
psiquismo.
Se
podría hacer una lista muy larga de afectos diferentes (simpatía, amistad, ternura,
ira, desagrado, odio, asco, euforia, etc.) pero en lo que sigue vamos a
examinar particularmente uno: el amor.
¿QUÉ ES EL AMOR?
Filósofos,
poetas, historiadores y psicólogos se han interesado a lo largo de diferentes
épocas por contestar esta pregunta, una enorme variedad de respuestas muestra
que el tema es sumamente complejo. Podemos reaccionar ante esto diciendo:
"¿para qué contestarse qué es el amor?, basta con sentirlo". Pero
entonces surgen diferentes interrogantes: ¿todos sentimos lo mismo cuando
decimos que amamos? ¿hemos sentido lo mismo a lo largo de los tiempos?
Es
interesante analizar cómo han ido variando las ideas acerca del amor a lo largo
de diferentes épocas para llegar a la conclusión de que es imposible pensar que
se trate de un concepto único. Podemos suponer que existe un sentimiento básico
que nos lleva a acercarnos y ocupamos de otros, que nos liga positivamente a
los demás y que ha existido como base a lo largo de la historia de la
humanidad, pero sobre este sentimiento la cultura ha diseñado diferentes modos
de amar.
Los
griegos tuvieron en Eros al dios del amor. Su misión era la de hacer que los
hombres y las mujeres se amaran, y que se extendiera la fecundidad sobre la
tierra. Para esto el joven dios llevaba arco y flechas con las que hería a sus
víctimas. Para algunos filósofos el amor era un principio de unión tanto de los elementos naturales como de los
seres humanos. Platón diferenciaba tres clases de amor: el del cuerpo, el del
alma y una mezcla de ambos. El amor era siempre amor a algo que no se posee
pero que tampoco falta totalmente, era hijo de la Pobreza y la Riqueza,
una oscilación entre el poseer lo amado (que terminada con el amor) y el no
poseer (que no permitiría amar).
Entre
los romanos el dios del amor se llamó Cupido y es a él a quien todavía hoy se
le adjudican "flechazos" promotores de romances. Por otra parte,
algunos aspectos de la cultura oriental que influyeron en Occidente concebían
al amor sobre todo como sensualidad, excitación de los sentidos. Los romanos
sintetizaron estas dos comentes, la griega y la oriental, y, entre ellos,
Ovidio consideró que podía aprenderse a amar como podía hacerse con cualquier
otro arte. Escribió su libro Arte de
Amar, dedicado a enseñar a los jóvenes cómo ganar el favor de las mujeres.
En él se decribía al amor como una servidumbre de los mortales respecto al
dios Cupido; el dios flecha a un mortal y éste queda sometido a su tiranía,
como si todo ocurriera desde afuera de la persona.
En
la Edad Media el concepto de servidumbre
del amor llega a su apogeo. En el siglo Yl entre la nobleza, en Francia,
Eleonor de Aquitania, reina e intelectual de la época, encabezó un movimiento
que llegó a tener una enorme
influencia: el del amor cortés. El caballero que amaba se convenía en vasallo
pero no ya ante su señor, sino ante la dama amada. La figura de la mujer surgió
allí con relevancia al punto de considerar a quien la amaba, su siervo. Las
reglas del amor cortés le imponían al caballero someterse a los menores caprichos
de su dama por absurdos e injustos que éstos fueran. Pero también las damas
debían someterse a estrictas reglas y tanto- éxito tuvo este verdadero código
amoroso que se establecieron cortes en las que se juzgaron y se impusieron
penas a los que trasgredían las reglas. El amor se entendía básicamente como
algo inalcanzable que provocaba, por lo tanto, sufrimiento, trabajos continuos,
desesperanza y nuevas esperanzas nunca satisfechas totalmente. Éste fue el
amor que revivió Don Quijote por Dulcinea del Toboso, amor imposible, siempre
esperado, que lo llevaba a mil sacrificios y trabajos, sin esperar demasiado a
cambio.
Durante
el Renacimiento se mantuvo la idea del amor cortés pero con menor rigidez. El
hombre que amaba no era ya un esclavo sometido a rígidas leyes, era un hombre
que sentía; del amor se valoraba el sentimiento, no solamente el cumplimiento
de un código, y el sentimiento como tal era subjetivo. Para el Renacimiento el
individuo pasó a estar en el centro de la escena y con él aparecía también el amor a sí mismo, impensable para la
masificación medieval. En esta época también alcanza una altísima expresií)n
otra manifestación del amor: el amor a
Dios. Los grandes místicos, como fueron en España santa Teresa de Jesús y
San Juan de la cruz, expresaron este sentimiento poéticamente. La unión con
Dios, total, absoluta, que lleva a la experiencia mística, fue consiúeraúa la
forma suprema úe este sentimiento. Pero, al mismo tiempo, el Renacimiento se
caracterizí) por ser la época en la cual la razón fue muy valorizada, de manera
que se generó) una suerte de desequilibrio a favor de lo intelectual por sobre
lo afectivo, como reacción a este proceso, en el siglo XVIII eclosiona el
movimiento ri)mántico que desprecia la razón y valoriza al sentimiento por
encima de todo.
Lo
que define a los románticos es la pasión. Pasión,
del griego patbos, significa
sufrimiento, y así entendieron los románticos al amor. Para ellos los
sentimientos ocupaban el centro de Ía vida y si para sentir era necesario sufrir,
se complacían en ello. Al mismo tiempo el individualismo avanzaba y el amor
encontraba un lugar de privilegio tan grande que ya valía por sí mismo; es
decir que no importaba que fuera amor a alguien, un romántico se enamoraba del
amor mismo.
En
épocas más recientes se ha tendido a identificar al amor con la sexualidad. La llamada "revolución
sexual", que proclamó la liberalización en las relaciones entre las personas
y llevó a privilegiar la sexualidad sobre otras formas de vínculo, en los años 60,
tuvo tanta influencia en este sentido que hoy en día la palabra
"amor" se utiliza en los medios masivos prácticamente como sinónimo
de sexualidad.
De
todos modos es interesante notar que en la sociedad actual subsiste algo de
todas las épocas que recorrimos en esta brevísima historia del amor. La
sensualidad y el erotismo que vinieron de oriente mantienen su vigencia, el
amor cortés subsiste en muchas costumbres: invitar, hacer regalos, recordar
aniversarios. El Renacimiento permitió descubrir el amor a sí mismo con un
espacio dentro de la cultura, la autoestima. El romanticismo subsiste en
nuestros días: el amor como pasión, como sufrimiento, alimenta la mayoría de
las telenovelas y buena parte de obras teatrales y cinematográficas. En ellos
la razón es considerada mezquina, es acusada de engañar a los verdaderos
sentimientos, de desnaturalizarlos. Finalmente, la revolución sexual de los 60
mantiene en parte su vigencia coexistiendo con todo lo anterior.
VOLVAMOS A LAS PULSIONES
En
1905 Sigmund Freud publicó sus Tres
ensayos sobre una teoría sexual. En ellos se proponía explicar el origen de
una enfermedad mental, la neurosis, y para ello postulaba la existencia de
sexualidad en los niños, la cual por entonces no era considerada o era
explícitamente negada. Los niños eran vistos como seres angelicales,
desprovistos de sexualidad, que se pensaba irrumpía por primera vez,
bruscamente, en la pubertad.
En
oposición a estas ideas, Freud postuló la existencia de una pulsión sexual
presente desde el nacimiento. Denominó libido
(del latín, "deseo") a una energía originada en la pulsión sexual
y consideró al amor como la transformación de esa energía pulsional, como una
sublimación. La libido se origina en la pulsión sexual y es sublimada en el
amor, pudiendo así tener dos destinos :1. el de dirigirse hacia una persona
(libido objetal); 2, el de recaer sobre el propio yo (libido narcisista). En
condiciones normales los dos destinos se complementan: la persona se ama y es
capaz de amar a otro. Pasar del exclusivo amor hacia sí mismo al amor hacia
otro es un largo proceso de aprendizaje.
La
satisfacción de la pulsión sexual evoluciona a través de diferentes etapas en
la primera infancia. En [os primeros meses de vida se satisface al mamar, el
primer contacto placentero con la madre se produce a través de la boca del bebé
y esta zona, la boca, se convertirá así en una fuente de placer o zona erógena. En la medida en que es la
boca la zona del cuerpo que produce placer en la succión y en el chupeteo, esta
etapa recibe el nombre de etapa oral, considerándose
su duración hasta los 18 meses de vida. Lo que ha ocurrido es que la libido se
ha fijado en la boca convirtiendo a la misma en la primera zona erógena.
Entre
los 18 y los 24 meses el niño ha sido destetado y comienza su control de esfinteres,
aprenderá a dejar los pañales y avisará cuándo necesita defecar u orinar. Freud
postuló que este período produce un cambio importante ya que la zona anal del
cuerpo se convierte en fuente de placer provocado por la capacidad de poder
controlar la defecación y expulsar en un momento determinado luego de realizar
cierto esfuerzo de espera. Es en el ano y la piel que lo rodean donde se fija
entonces la libido convirtiéndola en zona erógena y la etapa se denomina etapa anal, durando hasta los tres años.
La libido tiene normalmente la propiedad de desplazarse y fijarse a esta nueva
zona del cuerpo sin perder la boca su condición de erógena.
El
temor angustiante, consciente o inconsciente, a perder el falo, en la
terminología psicoanalítica se lo denomina complejo de castración. En
definitiva, esta vivencia angustiante, debe pensarse como se pensó el destete y
la pérdida de las heces en el niño
De
los tres a los cinco años el niño o la niña transitan la etapa fálica, en la cual son fuente de placer el pene en el varón y
el clítoris en la mujer. Un nuevo desplazamiento de la libido ha llevado a que
en esta etapa prevalezcan estas zonas del cuerpo como erógenas. En esta etapa
de la evolución libidinosa, el pene, o falo, palabra usada para designarlo,
adquiere para el niño un valor mágico, cuyo simbolismo se encuentra en muchos
mitos y leyendas .
En
los primeros tiempos de vida el niño varón no reconoce más órgano genital que
el suyo, atribuyendo su existencia a los demás, incluso a las mujeres y a los
objetos inanimados. El descubrir que hay seres sin pene lo horroriza, pues
llega a suponer que las niñas tuvieron pene alguna vez y lo perdieron como castigo
por la masturbación. Esto lo angustia,
pues teme que pueda ocurrirle lo mismo, no olvidemos la importancia de
esta zona del organismo que él identifica con el Yo.
Desde
el punto de vista de la descarga libidinosa puede decirse que en el niño existe
un orgasmo semejante al del adulto, diferenciándose tan sólo porque al faltar
la producción del líquido seminal no existe eyaculación, es un equivalente de
la polución de los adultos. Esto se corrobora por el hecho de que en muchos
enuréticos el síntoma desaparece al llegar a la pubertad en que lo suplantan
las poluciones.
Ésta
es una época en la cual naturalmente aparecen en el varón enamoramiento de su
madre y rechazo hacia el padre y en la nena enamoramiento del padre y rechazo
hacia la madre. A esta etapa que el psicoanálisis considera crucial en la
definición de la sexualidad adulta, se la denomina complejo de Edipo. El nombre surge del mito sobre el rey de Tebas
que mató a su padre y se casó con su madre, cumpliendo así una predicción que
se le había hecho al nacer. Para el ser humano, superar el complejo de Edipo
significa aceptar que no son los padres del sexo opuesto el objeto de amor ni
los del mismo sexo rivales a los que hay que eliminar, y encontrar sustitutos
válidos en otras personas, así como mantener una relación armoniosa con el
padre o madre "rival". De todo este proceso de movilidad de la libido
surgen diferentes zonas erógenas que se incluyen como fuentes de placer en la
sexualidad madura, lo que no resta importancia a la participación de toda la
piel como órgano sensible productor de sensaciones placenteras.
La
existencia de zonas erógenas lleva, a lo largo de la infancia, a estimularlas
en la búsqueda de un placer [[amado autoerótico
en la medida en que depende de la relación del ser humano con su propio
cuerpo. La actividad autoerótica en la infancia es un proceso de conocimiento
del propio cuerpo que prepara para la sexualidad madura, la cual supone una
actividad que incluya a otro ser humano.
Llegar
a la madurez sexual o genitalidad en
la adolescencia, significa haber realizado normalmente el proceso de desarrollo
sexual en la infancia. Entre los seis años y la eclosión de la pubertad,
transcurre un período en el cual la sexualidad no se manifiesta de manera
directa, el sexo opuesto parece ser más enemigo o indiferente que interesante.
Freud la llamó etapa de latencia, porque
en ella la sexualidad que era manifiesta, espontánea en los años anteriores,
pasa a esconderse, a reprimirse. La latencia es la edad en la cual los chistes
de origen sexual y las malas palabras son muy placenteros, pero el placer que
produce el propio cuerpo se esconde. La libido se sublima, es decir, puede
utilizarse para el aprendizaje y la creación artística y aparece con más fuerza
la ternura.
La
pubertad manifiesta la eclosión hormonal que prepara al cuerpo para la
sexualidad madura. La adolescencia es la etapa en la cual estos procesos se han
completado y el psiquismo se va adaptando a ellos integrando los afectos, el
conocimiento de sí mismo y del otro que se busca como pareja. Alcanzar una
sexualidad madura no debe entenderse como un estado logrado en un momento dado
sino como un proceso dinámico.
¿ENAMORARSE O NO ENAMORARSE?
En
diferentes épocas el enamoramiento ha tenido distinta importancia en las
relaciones entre las personas. Desde los vínculos de pareja establecidos por
las familias sin conocimiento de los interesados hasta el concepto romántico
de pasión arrolladora que no deja pensar, que suspende la razón y que es lo
único que vale la pena vivir, hay diferentes matices. Frases populares han
sostenido posiciones encontradas como "con el tiempo llega el amor"
para tranquilizar a quienes formaban pareja sin enamorarse, o bien "el matrimonio
es la tumba del amor" para angustiar a quienes estaban enamorados y temían
pasar esa etapa.
Sin
duda el enamoramiento es un momento, una etapa dentro de la relación amorosa.
¿Qué lo produce? Es quizás uno de los momentos más fuertes de idealizción entre
seres humanos. Cuando sobreviene el enamoramiento-idealización, la
persona-objeto del mismo se convierte de la noche a la mañana en alguien
perfecto. Al enamorado no le sirve que
le repitan sus sentimientos anteriores hacia esa persona, no los reconoce como
propios, considera que no estaba en condiciones de entender nada, se burla de
lo que decía y sostiene que ahora tiene razón: el objeto de su amor es
perfecto. Mientras dura el enamoramiento también se produce una proyección de
uno en el otro, ambos enamorados funcionan al unísono, son uno. Federico
García Lorca describió el dolor que le producía su amor lejano, la sensación de
pérdida de sí mismo en ese alejamiento:
Amor
de mis entrañas, viva muerte
en
vano espero tu palabra escrita,
y
siento, con la flor que se marchita
que
si vivo sin mí, quiero perderte.
¿Qué
lleva a una persona a enamorarse? Erich Frorrtrn, un psicoanalista que escribió
otro libro denominado como el de Ovidio, El arte de amar formula una hipótesis
interesante sobre el tema: piensa que una persona se enamorará con mayor
intensidad cuanto más fuerte haya sido su soledad previa. De hecho una
ohservación frecuente es que los enamoramientos de las personas tímidas, con
dificultades de relación, son muy intensos, mientras que aquel que tiene
facilidad para relacionarse y ha tenido muchas parejas no llega a tal
intensidad. Para Fromm el grado de enamoramiento no es una medida de la bondad
de la pareja elegida, solamente expresa la necesidad que tenía uno de enamorarse
por la soledad que había sufrido previamente.
Y
entonces, ¿qué función cumple el enamoramiento, por qué existe? Se puede postular
como hipótesis la necesidad de superar la dificultad de vincularse con otro. No
es fácil entregar la propia intimidad, mostrar afecto, exponerse a perder o a
sufrir, a no ser recompensado. El enamoramiento permitiría superar esos
temores: si el otro es perfecto ¿cómo no entregarse afectivamente?; si el otro
es parte de uno y uno del otro, entonces la unión ya se produjo, casi no es
necesario hacer ningún esfuerzo para conocerse, para intimar. Por otra parte
el enamoramiento sería también la sublimación de la excitación sexual que la
persona produce y que no puede ser derivada a la relación fisica. Esto es claro
en los fenómenos que producen las estrellas del cine o de la canción,
enamoraiuientos de enorme intensidad con un correlato de ningún acercamiento
fisico.
"Nadie
es demasiado grande para su valet" se dijo alguna vez, es decir que, en la
intimidad, en lo cotidiano, la idealización se resquebraja. La distancia
favorece la idealización, la cercanía la obliga a contrastar con la realidad y
es más dificil mantenerla. La vida cotidiana requiere que quienes forman una
pareja sean dos individualidades con funcionamiento autónomo y no una fusión
de ambos. Por eso con el tiempo y la convivencia, el enamoramiento cede ante la
visión real de la persona. si quien se casó lo hizo en un estado de extrema
idealización, el encontrarse con una persona, mejor o peor, pero persona, puede
llevarle a una desilusión que justifique pensar que todo amor muere con el
matrimonio. Por el contrario, quien forma una pareja con menor grado de
idealización, tiene más para ganar con el tiempo.
Esto
último no sería válido para los donjuanes y las inconstantes, quienes viven
tras el enamoramiento y se van luego. Son enamorados del amor, no de personas
reales. su placer consiste en sentirse amado, en idealizar y a partir de allí
valorizarse a sí mismos, ya que "si la persona que amo es ideal, yo
también debo serlo cuando me corresponde". Necesitan constantemente
seducir, los excita el desafío, coleccionan conquistas, pero no se quedan a
amar y en realidad tampoco se enamoran aunque vivan detrás de lograrlo.
Desmond
Morris, un zoólogo que estudió a los seres humanos desde la perspectiva de un
especialista en monos, hizo una hipótesis sobre el origen del enamoramiento: el
hombre primitivo dedicado a cazar, tuvo necesidad de lograr la fidelidad de su
pareja cuando la dejaba sola. Esto era importante porque los hombres peleaban
por las mujeres cada vez con más fuerza y mejores armas entre ellos. Por otra
parte, el lento crecimiento, la larga crianza de los hijos, requería repartir
el cuidado entre amhos padres por lo que era necesario un vínculo estable entre
ellos. La facultad de enamorarse cumplió así con el fin de lograr un lazo
estrecho en la pareja.
EL AMOR COMO UN ARTE
Nadie
nace sabiendo amar. Lo aprende a partir del nacimiento en la medida en que lo
reciba de quienes se ocupan de su persona. Las experiencias de satisfacción que
tienen que ver con aquellas zonas que se volverán erógenas en su cuerpo le
harán reconocer lo placentero y buscarlo. Sus padres, como personas que le
brindan cuidados, que lo reconocen como alguien independiente con sus
necesidades y deseos, que le dan ternura y le dedican tiempo, constituyen un
modelo sobre el cual se irán modelando los vínculos posteriores. A partir de
la superación del complejo de Edipo, el psicoanálisis plantea que un ser humano
está en condiciones de encontrar otros objetos de amor fuera de su familia
aunque tenga por delante todavía muchos años de desarrollo fisico y psíquico,
de húsquedas y experiencias en la adolescencia hasta que lo logre
satisfactoriamente.
Si
seguimos a Erich Fromm, los elementos básicos que describe como constitutivos
del amor son: cuidado, responsabilidad,
respeto y conocimiento. Así
entendido este sentimiento aparece en diferentes tipos de vínculos: entre
padres e hijos, entre hermanos o amigos, en una pareja, en el amor de un ser
humano a otro superior y en el amor a sí mismo.
..
El cuidado del otro aparece claramente expresado entre padres e hijos, pero en
el amor entre hermanos, entre amigos y el amor a sí mismo también es un componente
esencial. La responsabilidad no es un deber sino estar dispuesto a responder,
sentirse a cargo de quien se ama así como de sí mismo. El término respeto se lo
toma desde su etimología, como "mirar, ver a alguien tal como es",
tener conciencia de que se trata de otro y permitirle desarrollarse tal cual es
y no como un servidor de uno. Tal respeto requiere conocimiento del otro, lo
que lleva tiempo y dedicación. Fromn sostiene también que la unión con otro ser
humano satisface un deseo básico de las personas: el de llegar a atrapar
"el secreto del hombre", conocer a otro y conocerse a sí mismo,
siendo este proceso puramente afectivo y no intelectual.
Respecto
a los diversos vínculos involucrados en el amor, el amor materno es para este
autor el ejemplo del amor incondicional. El hijo no necesita hacer nada para
lograrlo y tampoco puede hacer nada para conseguirlo cuando no existe. El
padre, en cambio, va creando su relación con el hijo de un modo menos
biológico; su amor es condicional, debe ganarse, puede perderse. El padre no
representa a la naturaleza sino lo cultural, lo racional, ante sus hijos. Si el
amor maternal exagera sus exigencias, degenera en opresión y sumisión; si
exagera la dependencia, no permite el crecimiento, la independencia.
El
amor fraterno es el más básico. Es el afecto a cualquier otro ser humano sobre
el cual se fundamenta el precepto bíblico "ama a tu prójimo como a ti
mismo". Sustenta la hermandad y la igualdad en las sociedades humanas. la
ternura para Fromm no es la sublimación de instintos sexuales sino el producto
del amor fraterno y existe en todas las
formas del amor.
El
amor erótico incluye el deseo sexual y la posibilidad de concretarlo. Se
origina en la soledad del ser humano y la necesidad de llenarla una vez perdido
el mundo de la infancia en el cual la madre sobre todo era fuente de afecto y
compañía. La unión sexual logra el ideal de fusión que busca el ser humano, y
en ese sentido, momentáneamente, obtiene lo mismo que el amor. Pero cuando tal
unión no conlleva amor, deja luego mayor sensación de vacío, de odio o rechazo
hacia el otro. Podemos ahora completar el análisis comenzado en el punto
relativo a las pulsiones sexuales. Él amor erótico maduro también implica como
toda otra forma de amor: cuidado del otro, que supone la evitación del daño en
la búsqueda del placer; responsabilidad hacia el otro en vez de establecer este
tipo de vínculo de manera superficial e intrascendente; respeto por el otro,
que implica reconocerlo como alguien diferente que no está a disposición de
uno, y conocimiento del otro que permite profundizar la relación
permanentemente.
Se
suele creer que amar a los demás es virtuoso, y amarse a sí mismo, egoísta.
Pero nosotros somos también objeto de nuestros sentimientos por lo que toda
persona capaz de amar a otros debe sentir amor a sí mismo. Entonces ¿qué es el
egoísmo? El egoísmo es el sentimiento por el cual se desea todo para sí y no se
siente placer en dar sino sólo en recibir. Si el narcisismo es el amor normal
hacia uno mismo, habrá un narcisismo anormal o patológico que es el sustrato
del egoísmo, una excesiva tendencia a centrarse en uno mismo desconsiderando al
otro.
En
esta experiencia no se espera nada de Él, se siente amor, se siente la unión
con Dios y a través de esa unión se entiende al mundo, al resto de los seres
humanos. Esta forma del amor ha perdido su lugar tradicional en la sociedad
moderna y a criterio de algunos investigadores el espacio de la experiencia
mística ha sido cubierto por drogas y música que llevan a sentir un equivalente
de aquella unión estrecha, esa sensación de ser uno con el otro, que se lograba
.a través de la experiencia religiosa.
En síntesis, lo que importa
en relación a todas las formas del amor es que lograr sen-
tir y desarrollar el mismo es un arte que exige tina preparación constante.
¿QUÉ NO ES AMOR?
A
menudo a través de la literatura, el cine o la televisión, aparecen expresiones
de aquello que se considera amor y que poco tiene que ver con lo que hemos
definido anteriormente siguiendo a Fromm. Algunos personajes declaman desde
las pantallas que su amor se mide por la intensidad de sus celos. Es decir que
miden este sentimiento de manera indirecta y a partir de otro, el de los
celos. ¿Qué son los celos ? Celar a tina persona significa necesitar
controlarla; los celos son una
manifestación de posesividad sobre el otro, son un sentimiento normal, en la
medida en que toda persona que deposita su aÍecto en otra no quiere o teme
exponerse a perderlo, pero en ocasiones esta posesividad sale de los límites
normales y se conviene en una pesadilla que no permite la vida del otro en
forma independiente. En este caso el sentimiento en juego no es el amor, es
solamente posesividad y necesidad de control. Pero sentirse celado es para
algunas personas, por ejemplo aquellas temerosas o demostrativas, una clara
prueba de ser amadas y huscan relaciones en las cuales este sentimiento se les
demuestre con fuerza, sufriendo luego las consecuencias. Los celos se han
considerado un sentimiento muy semejante a la envidia, siendo ésta la necesidad
de poseer o controlar lo que el otro posee, con la diferencia que en la envidia
sólo están presentes dos personas, el que envidia y el envidiado, mientras que
en los celos siempre aparecen tres ya que, real o imaginario, siempre tiene que
haber un rival. Ambos sentimientos cuando se desarrollan de manera anormal
llevan a la destrucción del otro o de lo que el otro posee, porque no se
tolera la menor posibilidad de independencia y antes que eso se prefiere su
destrucción.
En
otros casos se describe al amor como una rutina, de manera que lo que demuestra
que el sentimiento existe, es la cantidad de tiempo desde que la pareja o los
amigos se conocen o están juntos. Más allá del grado de conocimiento que hayan
logrado el uno del otro, más allá del cuidado o responsabilidad que sientan en
esa relación, se considera que la misma expresa amor simplemente por haberse
mantenido a través del paso del tiempo. Es obvio que existen personas que se
encuentran habitualmente, conversan siempre de los mismos temas y en realidad
nunca llegan a conocer al otro en profundidad. Esto puede ocurrir entre
conocidos o aun entre padres e hijos, y esta rutina permanente en ciertas
ocasiones entra en crisis mostrando la fragilidad de su estructura.
La
simbiosis, que era normal en los primeros años de la vida, y que fue una
continuación de esa relación estrecha entre madre e hijo hasta que el bebé
madurara y pudiera alejarse, no siempre se supera normalmente y lleva a relaciones
afectivas con un fuerte componente simbiótico. Así como hijos adultos en
ocasiones no logran la independencia afectiva y quedan ligados a sus padres, en
particular a sus madres, también hay otros que logran superar ese vínculo
original pero desarrollan relaciones de pareja fuertemente simbióticas. son
personas que a pesar de ser dos funcionan como una: nunca salen de manera
independiente, tienen los mismos gustos en todo, uno se ocupa de algunas cosas
(ganar dinero, hacer trámites) y depende totalmente de la otra (que sabe todo
acerca de la casa) pero ninguno de los dos sabe todo lo que necesita para vivir
solo. Cuando uno de los miembros de estas parejas fallece, el otro siente no
solamente que ha perdido a un ser querido sino que ha perdido parte de sí mismo
y superar la situación es muy dificil.