Pinceladas de D. Manuel Domingo y Sol

   Sacerdotes y nada m�s que sacerdotes

    El Beato Manuel Domingo y Sol naci� en Tortosa (Tarragona) el d�a 1 de abril de 1836. Hizo sus estudios eclesi�sticos en el seminario de su di�cesis y obtuvo la licenciatura y el doctorado en teolog�a en la Universidad de Valencia.

      Ordenado sacerdote el 2 de junio de 1860, ejerci� el apostolado en diversas parroquias de su di�cesis y como profesor de religi�n en el instituto, distingui�ndose como ap�stol de la juventud y promotor de vocaciones apost�licas entre los seglares.

        Confesor de algunos monasterios de religiosas, fue tambi�n  ap�stol de las vocaciones de vida consagrada, contribuyendo a la fundaci�n de varios conventos y ayudando a diversas congregaciones.

        Buscaba con celo incansable una dedicaci�n de amplios frutos: as� fue como el conocimiento de la vida de algunos seminaristas pobres de su di�cesis le abri� el camino a su apostolado m�s peculiar: �Entre todas las obras de celo no hay ninguna tan grande y de tanta gloria de Dios como contribuir a dar muchos y buenos sacerdotes a la Iglesia�.

        As� fund� el Colegio de Vocaciones de San Jos� de Tortosa, al que le siguen el de Valencia, Murcia, Orihuela, Toledo, Almer�a, Plasencia, Lisboa, que marcan un nuevo rumbo en la formaci�n sacer�dotal en Espa�a y Portugal. Para la renovaci�n espiritual e intelectual del clero, culmina con el Pontificio Colegio Espa�ol de San Jos� de Roma.

        Toda esta labor hizo que los obispos posteriormente le apremiasen para que asumiera la direcci�n de sus seminarios diocesanos (en Espa�a los de Astorga, Toledo, Zaragoza, Sig�enza, Cuenca, Badajoz, Baeza, Ja�n, M�laga, Ciudad Real, Barcelona, Segovia, Almer�a y Tarragona;  en M�xico el de Chilapa, Puebla de los �ngeles, Cuernavaca y Quer�taro). Y para la intercomunicaci�n de los Seminarios y Colegios Diocesanos  de Vocaciones fund� la revista �El Correo Josefino�.

        Desde lo m�s profundo de su alma sacerdotal, un esp�ritu daba vida a tanta actividad: la reparaci�n a Dios por Jesucristo, plasmada externamente en sus Templos de Reparaci�n, de los que fund� el de Tortosa, donde reposan sus restos, y el de San Felipe de Jes�s, en M�xico. Para perpetuar y con�solidar estos apostolados, intuye en la oraci�n la idea de fundar la Hermandad de sacerdotes Operarios, que, seg�n �l dijo, �ha brotado del Coraz�n de Jes�s Sacramentado, silencioso, olvidado, desconocido, ultra�jado�. Desde este esp�ritu reparador quiso que su Hermandad trabajase en el campo de las vocaciones sacerdotales, religiosas y apost�licas, y en la pas�toral juvenil.

        El retrat� su vida con esta confesi�n: �El Se�or me ha hecho gustar, y en abundancia, de todos los consuelos y sinsabores de los varios campos del ministerio sacerdotal: cura de almas, ense�anza, monjas, asociaciones y �l�timamente fomentador de vocaciones eclesi�sticas, y de todo, esto �ltimo es lo que forma y formar� mi gozo y mi corona� Y tambi�n: �Si descendi�ramos al fondo, al manantial de los sentimientos de nuestra piedad, encontra�r�amos que el origen de nuestro deseo del bien y del fomento de las voca�ciones eclesi�sticas, de que Dios nos d� muchos y buenos sacerdotes, ha sido nuestro instintivo amor a Jes�s Sacramentado.�

        Cargado de obras buenas y de nuevos proyectos de celo apost�lico, descans� en los brazos del Se�or en Tortosa, el 25 de enero de 1909.

        El d�a 4 de mayo de 1970, el Papa Pablo VI reconoce sus virtudes heroicas y no duda en llamarlo �santo ap�stol de las vocaciones sacerdotales�. Diecisiete a�os m�s tarde, Su Santidad Juan Pablo II lo beatific� en la Bas�lica de San Pedro de Roma el 29 de marzo de 1987.

 

 

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