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El final de la Edad de Bronce



En los archivos hititas se conservan unos veinte textos en los que se hace referencia al reino de Akhkhiyawa. Desde que se descifró la escritura hitita se ha intentado reconocer en los pobladores de este reino a los aqueos, denominación que los poemas Homéricos aplican a los griegos que participaran en la guerra de Troya y, probablemente, el nombre con que se designaban a sí mismos en la época micénica.

La mayoría de los especialistas acepta hoy esta identificación, pero subsiste el problema de la ubicación de este reino. Algunos piensan

que estaba en el continente, pero todas las probabilidades están en contra de opinión. Puesto que tal reino de Akhkhiyawa estaba lo suficientemente cerca del reino hitita como para amenazarle en la última etapa de su historia, es casi seguro que se trata de un reino aqueo ubicado en Rodas. En todo caso, los datos hititas no nos informan sino que las gentes de este reino, fueran o no griegos micénicos, tomaron parte, en la segunda mitad del siglo XIH a.C., en las hostilidades y actos de piratería que se produjeron contra las fronteras del reino hitita. Este fue destruido entre 1.200 y 1.190 a.C. Aunque no tenemos testimonios acerca del pueblo que lo destruyo, parece cada vez más probable que su ruina está vinculada a las devastaciones provocadas en el Mediterráneo oriental por una coalición de pueblos, mencionada por dos veces en las fuentes egipcias, con la equívoca denominación de "Pueblos del Mar". Al parecer se trataba de pueblos de la más variada procedencia que aún no han podido ser identificados, con excepcion de los filisteos.

Alrededor de esa fecha (1.200 a.C.) se produjo el abrupto final de la mayor parte de estas civilizaciones del bronce. Desde Tesalia en el norte hasta Laconia en el sur, hay al menos una docena de fortalezas arrasadas, entre ellas Yolco, Gla, Pfios, Micenas, etc.

Tanta destrucción es difícil imaginarla independientemente de los actos de piratería de los pueblos del mar y de los destructores del imperio hitita. También se registraron trastornos en regiones tan alejadas como Mesopotamia en el este e Italia en el oeste. Ello indica un amplio movimiento de pueblos no organizados en forma de una auténtica coalición, sino provocado por alguna causa que expulsara a aquellas gentes de algún lugar. Algunos piensan que el centro originario de estos movimientos estuvo en la región cárpato-danubiana de Europa. Otros prefieren creer que en el Asia Menor.

Por lo que se refiere a Grecia el ataque vino del norte, fuesen cuales fuesen sus orígenes remotos. Los intrusos penetraron con éxito y consiguieron destruir tanto las fortalezas del Peloponeso como la organizacion política que sostenían. Como el Peloponeso y Creta fueron en siglos posteriores la sede del dialecto dorico, muchos historiadores creen que estos invasores fueron "dorios", una rama de la inmigración de lengua griega que se había asentado en la parte noroccidental de la penínstúa, permaneciendo allí tal vez durante mil años, al margen de la brillante civilización del bronce que se desarrolló en el resto de Grecia. Luego comenzaron a moverse lentamente hacia el sur y su desplazamiento fue quizá una consecuencia del movimiento de pueblos producido en los Balcanes. Cuando hacia el 1.200 a.C. se rompió el equilibrio de poder existente en el mundo griego, aprovecharon su oportunidad. En realidad, ellos no ocasionaron la caída del imperio micénico sino que se aprovecharon de las condiciones generales existentes en ese momento y que, de todos modos, lo hubieran hecho caer.

La tradicion ha conservado un recuerdo muy vivo de este amplio movimiento de pueblos en el mito del retorno de los Heráclidas. Se decía que, después de muerto Héracles, sus hijos tuvieron que huir del Peloponeso por causa de su primo, el cruel Euristeo.

Varias veces sus descendientes intentaron retomar al Peloponeso pero fracasaron. Finalmente, un siglo después de la muerte de Heracles, sus descendientes recuperaron su reino. La tradición consideraba a los Heráclidas como los jefes y conductores de unos invasores nórdicos, los dorios. La ruta que siguieron los dorios en su marcha hacia el Peloponeso ofrece muchas dudas. Al parecer unos penetraron en esta región atravesando el golfo de Corinto en Naupacta y se instalaron en la Élida,



Acaya y Laconia. Otros penetraron por tierra a través del istmo de Corinto y se instalaron sobre todo en Argos, Corinto y Megara.

La marejada dorica abarcaba casi toda Grecia. Solo algunas regiones escaparon indemnes; tal es el caso de Arcadia, en el centro del Peloponeso, y Atenas, que no sabemos si fue dejada a un lado por los invasores o si resistió su ataque logrando rechazarlo.

No hay duda que la Regada de los dorios coincidió, en Grecia, con múltiples trastornos. En consecuencia, los investigadores se inclinaron a ver en estos invasores el origen de tales trastornos y a atribuirles una se-

rie de cambios importantes.

Durante mucho tiempo se ha sostenido que los dorios introdujeron dos novedades de gran importancia: la metalurgia del hierro y la cerámica de estilo geométrico. De esa manera podía explicarse fácilmente su conquista del Peloponeso ya que sus armas de hierro eran muy superiores a las de bronce de los aqueos. Actualmente, sin embargo, no existe ninguna duda de que fue en Anatolia donde primero se conoció el trabajo del hierro, cuyo monopolio tuvieron los hititas durante mucho tiempo. Una vez producida la ruina del imperio hitita, hacia 1.200 a.C., el manejo del hierro, se extendió por Palestina y Creta y de allí, seguramente, pasó a Grecia continental.



Fue en Grecia donde los dorios se familiarizaron con el hierro.

Tampoco podemos atribuir a los dorios la introducción en Grecia del estilo geométrico. Este parece haber sido una derivación del arte micénico sobre el cual actuaron influencias orientales. Además, este estilo alcanzó sus más brillantes manifestaciones en Chipre y en Atenas, que no habían sido afectadas por la invasión de los dorios. En cuanto a la incineración de los cadáveres, tampoco parece haber sido una aportación exclusiva de los dorios ya que la civilización micénica había comenzado a utilizarla, aunque muy rara vez.

En el terreno de lo social encontramos algunas aportaciones de los invasores, especialmente en lo que se refiere a la implantación de un sistema férreamente patriarcal según la tradición indoeuropeo. El ideal de esta sociedad es el caballeresco, que exalta las virtudes varoniles, la fuerza, el valor, la fidelidad. En todas las regiones donde se establecieron aplicaron su dura mano sobre las poblaciones sometidas, convirtiéndolas en esclavas. El caso más conocido es el de los flotas de Esparta.

En el campo religioso hubo asimismo innovaciones pues allí también se puso de manifiesto la superioridad masculina. Es el momento en que dos divinidades masculinas, Zeus y Apolo, afirman su dominio por todas partes a expensas de las divinidades femeninas vinculadas a la tierra.

No debemos pues, sobreestimar las aportaciones de los dorios y atribuirles la destrucción de la brillante civilización del bronce griego.

Esta ya estaba en decadencia como resultado del complejo movimiento de pueblos y migraciones que durante los siglos XIII y XII a.C. habían afectado el Mediterráneo oriental. Su llegada sólo sirvió para acelerar el proceso.

Durante los dos o tres siglos siguientes se puede apreciar un vacío de poder en todo el Mediterráneo oriental. Fortalezas y palacios se derribaron sin ser reedificados y todo parece indicar que se produjo un descenso notable en el nivel de vida, así como grandes movimientos migratorios y una considerable reducción de la población.

Desaparecen los grandes imperios característicos de la Edad de Bronce y el comercio se paraliza notablemente.

Como también desaparece el manejo de la escritura, lo poco que sabemos es a través de la arqueología.

Sin embargo, en estos siglos oscuros se estaba gestando un nuevo tipo de sociedad y de cultura griega. Por esa razón, al calificar de oscuros los siglos que corren entre el 1200 a.C. y el 800 a.C. aproximadamente, debemos señalar que los que estamos a oscuras somos nosotros.

En medio de esa evidente pobreza material, se estaba dando forma a un nuevo mundo.





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