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LOS MOCHE EN PAÑAMARCA

Por: Lorenzo Samaniego Román*

 

En los primeros siglos de nuestra era, en el valle de Moche de la provincia de Trujillo, empezó a constituirse una sociedad de tipo militarista, que primero consolidó su poder e influencia en aquella parte y luego se lanzó a la conquista y dominio de un vasto territorio en base a un ejército organizado y disciplinado.

Esta sociedad había alcanzado notable desarrollo técnico y científico. Su alfarería de carácter realista expresa la habilidad artística de sus artesanos, de sus costumbres, creencias y modos de vida; de las tremendas pirámides de barro con una técnica constructiva nueva y los sistemas de canales de regadío intervaIles, del increíble avance en la ingeniería hidráulica.

Todo lo anterior, apoyado por un aparato burocrático y militar, condujo a la Cultura Mochica a extender sus dominios en un amplio territorio: por el norte hasta Piura y por el sur hasta el valle de Nepeña; de tal modo, Pañamarca fue un bastión importantísimo, cuyo rol político-religioso sirvió para asegurar el límite meridional Mochica y, por lo mismo, de los antiguos pueblos de Nepeña. Esto explica el carácter estratégico y defensivo, elementos constituyentes y primordiales en la construcción de este centro.

La influencia Mochica en el valle marcó una época de intromisión con elementos culturales distintos a los que se habían generado desde muchos milenios atrás, sentando las bases para otras invasiones como la del pueblo Chimú unos siglos después.

Del kilómetro 405 de la carretera Panamericana Norte se des­prende hacia el este una vía asafaltada hasta Moro, pasando por el pueblo de San Jacinto; de tal modo, luego de avanzar 11 kilómetros por esta carretera está el ingreso a la zona arqueo­lógica de Pañamarca, inmediatamente después del pequeño caserío de Capellanía, rodeado de extensos cañaverales.

El valle no es accidentado en la zona costa; así, partiendo desde la bahía de Samanco hasta Capellanía no se encuentra elevación rocosa al medio de él y es precisamente en este punto que se levanta una prominencia granítica que como otero domina al valle arriba y abajo. La especial ubicación de esta montaña, de forma caprichosa con sus concavidades suaves y sugerentes, sirvió de morada protección a los antiguos pobla­dores de Nepeña. El sitio, por lo mismo, fue aprovechado después por los mochicas, gente que llegó del norte en plan de conquista.

Pañamarca es el nombre con el que se conoce a la totalidad de las construcciones sobre aquella montaña, Squier la había deno­minado Fortaleza de Tierra Firme y Middendorf, Pañamarquilla.

En la parte más alta se contruyó, antes de nuestra era, un edificio escalonado orientado hacia el noroeste, formado por dos plataformas superpuestas hechas con piedras y mortero de barro, usando además cuñas del mismo material. La primera plataforma, en la parte anterior y central, muestra el ingreso y una escalinata de piedra hacia la segunda plataforma, que en la parte central tiene un compartimiento cuadrado hun­dido, con reocupación mochica.

Esta pirámide, que denomino Pañamarca (Primera Epoca), tiene los muros exteriores levemente inclinados hacia adentro, como es característico en monumentos como Pashas, palacio de Chanquillo o Kilway. Otras construcciones que pudieron haber alrededor de este edificio fueron destruidas o cubiertas por los mochicas, quedan­do sólo éste y reutilizado. Cronológicamente y culturalmente está emparentado con Paredones, Siete Huacas, etc.

Toda la edificación posterior corresponde a la ocupación Mochica y algunos sectores fueron modificados en épocas tardías, pues hay evidencias de reocupación Wari y Chimú. Los mochicas con tradición distinta en la construcción, reocupan el sitio por su ubicación estratégica, fabrican miles de adobes con el aporte del pueblo conquistado; estos ladrillos crudos, deforma. paralelepípeda y hechos con molde se colocaban en los muros, de "cabeza", de "soga" y también de "canto", adheridos con morteros de barro. Los muros son altos y de doble paramento, tienen corte tropezoidal; en tanto, los muros de contención eran inclinados suavemente hacia el interior. Es factible ver en algunas partes el uso de piedras para la base, pero en realidad no es lo general.

Las construcciones son de tipo piramidal, con muros altos ence­rrando espacios abiertos. Se ejecutaron sobre terrazas dispues­tas en diversos niveles, adaptándose a las irregularidades de la base rocosa, reservando el nivel más alto para el edificio de mayor importancia: el templo. Como signo de protección y defensa todo el conjunto fue rodeado de murallas, aún bien conservadas. La arquitectura Mochica se identifica por sus grandes volúmenes de formas geométricas y rodeados de amplios espacios abiertos, como se ve en el sitio donde destacan tres pirámides.

La más importante está hecha con cinco plataformas superpues­tas, comunicados por rampas en forma de zig-zag que están en la fachada principal, orientada hacia el noroeste, tal como la antigua construcción de piedra. Desde el centro hacia la fachada posterior, esta pirámide trunca tiene un corte longitudinal y profundo, hecho siglos atrás con la intención de buscar algún tesoro oculto. Esta estructura es el templo principal y de mayor visibilidad en el conjunto arquitectónico. La segunda pirámide, frente al templo principal y separados por un patio, es de menor altura, también cortada por el centro y donde había. una pintura mural muy difundida en la literatura arqueólógica (Bonavía 1959). La tercera pirámide, al norte de las anteriores, todavía permanece enterrada.

Con estos volúmenes de adobe y barro se distribuyen en el resto del área patios y habitaciones delimitados por elevados muros; también hay dos cementerios que se pueden reconocer sin dificul­tad alguna por los innumerables huecos, producto de las ex­cavaciones ilegales de los "huaqueros".

Mención especial merece el arte incomparable de las pinturas murales y probablemente Pañamarca, a pesar de los embates del tiempo, de la naturaleza y del hombre, es el que conserva la mayor cantidad de ellos en el área. Originalmente los muros estaban enlucidos y pintados; no como se ve ahora, todos de un solo color o con tenues huellas de pintura, prontas a desaparecer si no hay labor de conservación.

Imaginar Pañamarca lleno de colorido, con imágenes y mensajes, despiertan el profundo respeto hacia sus creadores y una razón para su definitiva conservación. El muro, una vez levantado, era enlucido con barro escogido, a continuación se pintaba de color blanco y mediante trazos in­cisos, pocos profundos, se ejecutaba el diseño de las figuras que cobraban vida al ser cubiertos de diversos colores. Se representaron escenas míticas, religiosas, guerreras, etc. Los murales de extraordinario colorido están siempre delimitados por bandas anchas, llenos de figuras de diferentes tamaños para evitar el vacío. Los colores usuales son: blanco, rojo, azul, negro y matices de éstos.

Con Pañamarca, podemos afirmar, se establece el uso masivo del adobe en las construcciones, esto no niega el uso anterior del adobe. Punkurí fue construido con adobes y piedras, asimismo Cerro Blanco; pero por razones de economía y tiempo finalmente debió preferirse el adobe, debido a su fácil factura y por abundancia de la materia prima para su elaboración.

Las enormes pirámides de Pañamarca, las gruesas y altas mura­llas, como cementerios en su interior, quebraron momentáneamente la formalidad distributiva de los espacios y volúmenes de las concepciones constructivas anteriores a este centro político­religioso, que resumía con su presencia la imposición militar norteña.

Sin embargo, es de suponer que los pueblos de la Cuenca de Nepeña, perdida su libertad y desarrollo propio, abrigaron siempre la esperanza de liberarse y cuando sucedió esto casi todas las formas culturales extrañas quedaron de lado, porque luego de Pañamarca no se prolongó el estilo Mochica, sino que volvieron los antiguos patrones de construcción, remozados con nuevas ideas.

La ocupación Mochica, en suma, señala un período cronológico ­cultural bien definido, que concretiza, además, el máximo desa­rrollo territorial de esta sociedad en la costa norte hasta el siglo V d. n. e.

*Moro: Historia y Turismo. Municipalidad Distrital de Moro. Chimbote, 1992.

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