Consideremos que la
noticia es el gran argumento inductor (especulativo en ocasiones) del
poder, de los poderes. ¿Habrá comenzado ahí la devaluación de la
palabra? ¿Deberíamos plantearnos como tema de reflexión la diferencia
entre noticia y realidad, una y otra sustento de la politica y, por
extensión, de la vida social?
No estaría de más reparar en tal cuestión, y así podemos constatar
que cada dia, como lectores, entregamos buena parte de nuestra libertad
y nuestra voluntad en favor de la noticia, que es, genéricamente, uno
de los fundamentos de nuestro discurrir racional. La noticia (su
exposición, su valoración implícita) como la referencia que abre y
cierra a la vez un contenido. Que exhibe y roba. Que seduce y defrauda.
La noticia, pensemos, es la duplicidad. Más allá de sí misma es lo
que es y lo que no es. (De ahí que, esencialmente, suscite en nosotros
de un modo inevitable el contenido de la apariencia. La apariencia que
despierta, que acucia, que alerta).
De ahí que la consuetudinaria realidad del periódico vaya, para el
lector atento y solo, tántas veces más allá de su frugal
presentación. Y aún perviva, por causa de alguno de sus contenidos, en
el ánimo. Lo que ratifica una significación más honda y superior a lo
que da a entender la pasajera disponibilidad que se le presta cada
mañana.
Y todo por causa de la aportación sustantiva (reflexiva) que encierra
la noticia. ¿O acaso las palabras a solas, por sí propio?.
"Ocurre que las palabras, todas las palabras, tienen tantos matices
secundarios, tantos dobles sentidos; evocan tantas sensaciones
secundarias y tantas dobles sensaciones...". Tal escribió Musil en
las primeras notas de su Diario. Lo hizo al modo de una auto-advertencia
luego de elegir para sí el nombre de "monsieur le
vivisecteur". Y, acto seguido, se inmoló en el fuego de esa bella
duda que le inspiraron las palabras para hacernos llegar, a mi entender,
uno de los los legados literarios más dignos que pueda desear la
inteligencia.
¿Es real el significado que nosotros deducimos de lo que acontece o ha
acontecido en Mexico, en Rusia, en Laos? ¿Qué grados de luz y de
sombra poseen, qué noticia expresan y qué contranoticia guardan unos
resultados electorales, por ejemplo? ¿Y qué intención real oculta la
voluntad manifiesta de un gobierno? Mas en todo momento hemos de elegir
un significado, incluso decidir una opinión al respecto, pues nos hemos
educado para adoptar cada mañana la noticia como necesidad, como
alimento.
Es curioso cómo algunos mensajeros se han disciplinado a fin de
propagar la confusión como argumento. La inteligencia ha sido
despertada, para bien, a través de los medios de comunicación; sin
embargo solo alcanzamos a ver por lo común, a causa de la pericia de
los decoradores, una parte del lugar donde hemos despertado. Lo que nos
aboca, indirectamente, a ser injustos. Y ello porque, en esencia, hemos
debido elegir sobre una parte de realidad y otra de apariencia.
El caso es que de la elección, de la decisión, debiera derivarse
criterio, y sin embargo ahí es donde el alimento va a resultar escaso.
Por dos razones: la una porque en toda noticia se guarda deliberadamente
una parte de sombra de la que no alcanzamos a discernir su contenido por
causa del engaño en que nos han sumido las palabras deliberadamente mal
empleadas. La otra porque (como algo innato, por razön de vida de la
propia realidad) en el transcurso de la duda ya ha nacido otra noticia
que robará el sosiego que exigía la anterior, y a tal seducción
cederemos.
Pero he aquí entonces que, llegados a este punto, la inteligencia
quizás haya buscado ya refugio, a modo de redención. Tal como ha
escrito el "vivisecteur" en su elegida soledad: "En
cualquier caso, no se puede decir que yo busco, en definitiva, de ambas
posibilidades la que me resulta más ventajosa desde el punto de vista
psíquico (Ceder o superar. Hacer valer, tal vez, un imperativo). Pues,
en muchos casos, la reflexión me llevará a ideas muy diferentes, y
así la alternativa queda eliminada".
A fuer de ser sinceros habría que confesar que hasta este grado de
especulación nos ha traido el manido ir y venir diario de noticias,
sobre todo politicas, y de las lentas y vagas y profusamente matizadas
(y espiadas, al parecer, unas de otras) especulaciones a que dan lugar,
como si la realidad fuese tan elastica y deformable que pudiera adoptar
la forma que quiera aquel que la transmite o analiza. Sensación que
suele irrumpir en la conciencia del lector cuando el ánimo matinal
está intacto y receptivo, sumiso a los contenidos del mensaje.
Con la voluntad a punto de los buenos propósitos al despertar, uno
acude a las pequeñas exigencias de lo cotidiano, por ejemplo pasar las
hojas del periódico, para dar al poco con la inevitabilidad de la
información, de la noticia... La presencia, en fin, de ese mundo real
en el que se agazapan una parte de ficción y las sombras más
interesadas.
Gracias que la mañana a veces es virginalmente luminosa como para tener
que ceder al pesimismo, razón por la cual uno, antes de levantarse de
la mesa para enfilar el acceso al garaje, trata de recordar una vez más
a "monsieur le vivisecteur" y su ironía: "Yo trato de
conocer los caminos que llevan a la santidad, para saber si se puede ir
en coche".
Un lujo de reflexión, obviamente.
© Ricardo
Martínez
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