Ana María Fuster Lavín
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Cuatro estaciones, dos amantes y una mariposa

 

A mis padres, por enseñarme que el amor es eterno

 

 

 

 

 

1. Sonata de primavera: Rita y la mariposa

 

Las mariposas danzan hacia el final de un camino de sueños, también pueden marcar el inicio del arco iris, donde los juegos se convierten en esperanzas. Julio mira a Rita a través de la reja que divide los jardines de sus casas. Quisiera ser el aire que escapa de tu risa, es también una canción en la radio, y a los doce años es tan difícil saber lo que siente el pecho de los amantes. Julio seguía observando a la niña brincando la cuica, y su transformer cayó entre los helechos. Aquella odiosa chiquilla, ya no lo era, sino la princesa encantada de un jardín bañado de miradas que parió la magia, y, ahora, el amor despierta. Rita se acercó sonriente a Julio y le prestó su cuica. Brincaron juntos el mundo de las sensaciones. El atardecer amenazaba, también los llamados maternales a cenar. Un mano a mano de despedida y se juntaron sus labios. Un beso, y el alma de niño se inunda de hormigas, pétalos, el sol, dos sonrisas. Julio, mami y yo nos mudamos a Nueva York en mayo. La primavera también ahogó el espíritu de las mariposas. Sólo una lágrima marcó el primer adiós.

 

 

2. Preludio de verano: La erótica de Julio

 

Una golondrina no hace verano, dice el refrán, pero Julio no lo entiende, en estos momentos suda nervioso y excitado. Diez años no son nada o lo son todo en un viaje sin puertos. Le quedan doce monedas, y sus deseos comienzan a emprender vuelo, mientras Rita saluda a su mínimo público sumergida en una copa de martini del tamaño de un jacuzzi. La música grabada ronronea un violín desafinado, el trino de su espera, aún así ella se contorsiona rítmica y en cada compás remueve los aromas amargos en pétalos plásticos perfumados con summer breeze en aerosol. Recordó su primer beso. Otras cuatro monedas. Julio comienza a deshidratar sus fluidos y feromonas, mira a su alrededor, no es que sea celoso, bueno sí… Tampoco no puede evitarlo, el calor exterior, otra calle abandonada de un suburbio de Atlantic City, es refrescante ante el mundo de Rita en su copa, toda una estrella que lo deslumbra, y es que su sexo y los pezones están cubierto por brillantes. Ella es una diosa, y él se deshoja frente a tanta belleza. Bajan las monedas adicionales y Rita se acaricia los muslos con una mano, mientras lacta su índice derecho antes de acercarlo a sus luces inferiores Julio quisiera ahogarse en la copa y poder lactar hasta el último poro de esa piel de nácar saciarse del líquido de aventuras añejas, destiladas y otras nuevas que manaba aquella hermosa cueva rosada. Miraba a su alrededor, no quería que nadie más la llenara de ojos. Toca nervioso su bolsillo en el piso, quedan pocas monedas y sus calzoncillos amarillean gelatinosos. La puerta se abre y Julio se levanta veloz a cerrarla, aunque la erección golpea la butaca y se retuerce del dolor, pero nadie podía aspirar a tanta belleza sólo él… Rita mírame, el jardín de las mariposas y la primavera todavía son nuestras… Una sola luminosa mirada azul bastó para que Julio comenzara a convulsionar, la cortina se cerraba, y no le quedaban monedas, el verano estaba por comenzar.

 

 

3. Réquiem de otoño: dueto para un café

 

Más allá de los recuerdos está el mar de las esperanzas, Cupey, Atlantic City, ahora Miramar, son lo mismo para Rita que va sumando las cuentas del restaurante que administra mientras recuerda cómo se va quemando el corazón de la soledad y es que la magia duerme poco en la cama de un amante. Ella sabe que el tiempo de las mariposas ya quedó en un rincón oscuro como aquel hombre tembloroso que toma un café con tostadas, y ya no tiene sueños. Podemos ningunear dos dólares cincuenta centavos cuando las intuiciones susurran nombres de la infancia. Señor, hoy la casa invita. El hombre que se cae al bajarse de su silla y se golpea en el trasero, puede recibir dolores de alma aún más duros. Él se levantó sin levantar la vista, contó sus doce monedas, luego salió silente moviendo las manos hacia el cielo. No hay cortina que cierre treinta años, tampoco el recuerdo de un beso. Rita lo observó alejándose intrigada, esa noche abandonó a su amante y renunció al restauran, en la mañana se sentó en una cafetería. Aquel hombre se acercó enchaquetado, se acercó a ella, ¿conoces al dueño de tus pasos? Rita no comprendió. Nada, ¿la puedo invitar a un café? Hoy es mi turno. Asintió temblorosa, ¿habría visto antes a ese hombre? La ciudad también está perdida, pero yo vivo desde un julio hace 40 años en el duelo de las almas perdidas, sigo buscando mi amor. Ella rió pensando en su diario de aventuras y desventuras, ¿dónde se podría encontrar ese amor?, fue lo único que le murmuró. ¿Regresarías en primavera al jardín de las mariposas? Rita no comprendió, se tomó el café y se marchó.

 

 

4. Vals de invierno: Rita y Julio, reencuentros

 

"Un, dos, tres; un, dos tres. Marquen bien el paso, ahora cambien de pareja. Un, dos, tres; un, dos, tres." ¿Te he visto antes? No crees que estás muy viejo para ese rapeo adolescente. Han pasado diez, treinta, o veinte, podríamos tener doce años y darnos el primer beso, o setenta y dos y bailar nuestro primer vals. Ahora nos salvamos, un viejo cursi…

"Un dos tres; un dos tres." El vaivén del baile marea lo suficiente. Sí, Rita, es el tiempo de las mariposas, de pintar golondrinas sobre el caparazón de la tortuga, de olvidar un martini, o un café sin pagar, bailemos esta pieza. Pero, ¿qué cosas raras dices? Tienes corazón de joven poeta, Siempre me sentí como un naufrago tras tus pasos… ¿Cómo puedes decir eso? Ni me conoces, mira viejo loco, si ya acabó la clase.

"Un, dos, tres; un, dos, tres". Nuestra pieza no vuelve a terminar, siquiera cuando nos reencontremos en la eterna primavera. Soy Julio, ¿recuerdas nuestro beso en el jardín? ¿Beso? Olvidando que te seguí a Nueva York, y no estabas.., Atlantic City, también en Miramar cuando administrabas aquel restaurante y yo me había dejado la cartera, o el café al día siguiente… ¡Me mareo!

"Un dos tres…" ¡Ay, alguien ayude a la señora que estaba asomada en la ventana, se cayó! "Llévenla a la enfermería. No, no se apuren, es doña Rita, siempre está sola, no habla con nadie, lleva viviendo en esta égida muchos años, a veces llora, siempre luce triste y melancólica. Llévenla rápido, luce inconsciente, al menos sonríe. Se nos va…"

Todavía podemos volar en nuestros recuerdos, también amarnos, Rita. ¿Amarnos? Sí, ese es mi nombre, ahora recuerdo, Julio… Yo tampoco te olvidé, no supe dónde buscarte. Ya te encontré, mi amor, no te dejaré ir… Sí, recuerdo, Julio, bésame de nuevo… ¿Escuchaste, amor? La canción de las mariposas….

 

 

Del libro inédito Bocetos de una ciudad silente

 

 

 

© Ana María Fuster Lavín

 

 

 


Ana María Fuster Lavín. Escritora puertorriqueña (San Juan, Puerto Rico,1967). Graduada, con postgrado, en estudios hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, con una segunda especialización en música. Es editora de libros y correctora legal, además de analista literario. Además ha escrito y editado literatura infantil para distintas editoriales. Textos suyos han sido publicados en el semanario Claridad (del cual es columnista), El Nuevo Día, Primera Hora, El Vocero, y en las revistas Novum, de la Universidad de Guadalajara, y Taller Literario,Identidad, Cuervo,  Revista Interamericana, Zurde y Sótano 00931, de Puerto Rico, así como en las revistas digitales Desde el límite, En la orilla, Letras Salvajes, Borinquen Literario, Cuento.com y El Confesionario, entre otras. Ha sido incluida en las antologías Cuentogotas 3 (Uruguay, Ed. Bianchi, 2003), Entresiglos 2 (Uruguay, Ed. Bianchi, 2003), Círculo de Poesía (Uruguay, Ed. Bianchi, 2003) y Nueva poesía Hispanoamericana (Lord Byron Editores, 2004), y (Per)versiones desde el paraíso, antología de poesía puertorriqueña entresiglos. Ha ganado diversos premios en ensayo, poesía y cuento.
Su primer libro de cuentos para adultos, titulado Verdades caprichosas (First Book Pub., 2002), ganó una mención honorífica por el Instituto de Literatura Puertorriqueña (2002). Ha publicado el libro de cuentos Réquiem (Ed. Isla Negra, 2005) el  poemario El libro de las sombras (Ed. Isla Negra, 2006). También ha escrito los libros Bocetos de una ciudad silente (cuentos, inédito), El jardín de la dama duende, Palabras embotelladas y  Anónimos y clandestinos (tres poemarios inéditos). Ha obtenido diversos premios en ensayo, cuento y poesía. En proceso, novela Muerte de un Poeta.
Tiene el web-blog
http://bocetosdeselene.blogspot.com
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