Alfredo Lavergne
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América

 


Norte Central Sur
América
Con lo vertical de la aventura
Con desmembradas columnas
Con 500 años lineales
Con el olvido que te aplican
Con tus gigantes petrificados
Con tus chimeneas de fe.

Ahora que sentiste las manos en la siembra
Ahora que el calor y el frío te conmueven
Ahora que descubriste tu majestuosidad océana

Ahora que eres testigo
de la influencia de tus grandes ciudades.

América

Pueblo que espera su tierra. Tierra que espera su pueblo

Continente

Del futuro lenguaje
De la futura identidad
Del arco-iras al arco-iris.

¡Qué sabiduría la tuya, al recrear nuestras mejillas con defensas¡

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


AMAMOS

 

 

Así es la estrella que cargamos en el llavero
y así de simple nos desclavamos de los zapatos.
Yo,
viajé y viajaré de casa en casa
siguiendo el tendido eléctrico.


Que va de soledad en soledad
Que es un presuntuoso plagio al horizonte
Que son la miserable extensión de la vida
Que es larga sombra en la nieve
Que se arrastra por la tierra


Que son surcos dejados por otras tristezas
y que van, porque no regresan.


Así,
también te alejas del sufrimiento
y un poco a sabiendas
tras la nada,
amamos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Él en la poesía chilena

 


No sé si le importa mucho si existe o no
o si será proceso por que habría creado
la función desarrollo.

Por la ascensión abrasada del volcán en erupción,
por los desencantos de la tierra que tiembla al acomodarse,
por el rescate cabizalto que asumen los remolinos de viento,
por el légamo del Mapocho que amasija desechos para la ciudad,
por la nostalgia que nos empuja a enraizarnos en paisajes recreados
o por el duro revés del mar que nos azota.

A Él y a todo los pudúes.

En nombre de escondites subjetivos
y de refugios oficiales,
vuestro Chile
no los puede catalogar de imaginarios o performistas.

Los que creemos
que la cabeza de la gente no está en todo lugar
y la naturaleza en todas partes.

Los que proponemos
que no hay sobrenatural
y que existe la naturaleza desconocida.

Aseguramos que no fue Él

responsable
de haber entregado tres veces
el mejillón de su Pisagua.

Aunque nada y todo es de Él,
con conciencia o sin ella
estamos tristes.

Hay un vacío en nuestro espacio terrenal,
en la flora y fauna que mueren
como los recuerdos que se transplantan,
sin juzgar a los individuos que aplaudieron
el golpe de las familias propietarias.

También de la cadena y valles vinosos.

Ellos,
que arrastran al Padre nuestro,
que se multiplican
si atrapamos peces en sus redes,
y que lanzaron nuestras flores
a los ríos desaparecidos de esa historia

y si no existe,
nada hemos perdido
de la sensibilidad frente a la realidad,
de la solidaridad en la condición humana
y de lucidez al afrontar fenómenos naturales.

Nada del respeto a la vida y la muerte.

Alguien se cansó de observarnos,
de ocuparse de nosotros
y aparece o desaparece
por obra del hombre.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


La inmensa memoria de la boca


La crisis de los labios aprieta la flor
y la lengua da un zarpazo de espina.

Todos nuestros muertos son poesía

Son ovejas sin mascaradas
Son la caminata río arriba
Son amores en pie de derecho
Son el lobo que lame el ojo del volcán
Son codos en los que se apoya la lluvia
Son los familiares de la flora por región
Son los que doblan el cansancio
Son la cuerda gruesa del abismo externo
Son los pétalos que insisten en el mármol
y son tu ciudad
que aprende a decir, te quiero.

Escuchen como se presta
a naufragar la espuma del olvido
y como el martillo
se presenta para otra utilidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Ojo de agua o Inca Colla


Poesía sería el nombre del arte
que trabajan los poetas.

En los poetas vemos distintos estilos
Cargan géneros poéticos como lanzas
Se disparan encerrados en generaciones
Acostumbran a descalificarse en público
Su desierto esta dividido políticamente
Se divorcian como el jarrón de las flores
Algunos se desnudan y otros se disfrazan.

A ciertos poetas,
la muerte les rezaría un Padre mío,
los piojos reales les distraen la libertad,
el amanecer les gana a la "payaya",
el tronco indígena les pesa la consecuencia,
la rima los desorienta en el tiempo,
y la palabra los entrega a la corriente.

En el reino de la cultura son inspirados
y trabajadores
en el universo de las necesidades.

En Chile uno levanta una piedra
y encuentran
los modales del veneno que los separa.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Sin poesía la humanidad agoniza

 


Al cabo de un tiempo
El pasado sumiso gira sin morder la cola
El espino se corona de cuarzo de sien
Los relámpagos de tejidos mudos
Las hojas son aire que se estremece
El espanto quiebra el báculo de la huella
Las patas de conejos raspan espejos
El trópico pierde en sus mandíbulas
Los frutos arrastran el tronco al monte
Cenan las piedras en el pozo de los niños
Las uñas de las plumas hacen cortacircuito
El arco del verbo pasa por el filo del clavel
Las bocas piden un bien a los traspiés
Las guaridas entregan los ríos perdidos
Los colores gimen en los polos
El bostezo cava la sed en la iguana
El celo galopa en el sol.

Se cumple la profecía de las 9.01 horas.

Sin poesía, la humanidad agoniza.
Primero mueren los poetas.
Tardíos y solitarios
los dioses se echan al hombro
las máscaras.

Sin poesía,
la humanidad agoniza
y la mujer que amamos da a luz otro amor.

 

 

 

 

© Alfredo Lavergne

 

 

Alfredo Lavergne nació en Valparaíso, 1952. Se radica en Montreal, Québec, Canadá,  en 1976 y se suma al estudio de la obra huidobriana, a la poesía japonesa (Haiku) y a la creación literaria. Colabora en revistas especializadas, festivales y periódicos. Su obra ha sido incluida en diversas antologías y revistas. Ha publicado nueve libros de poesía en castellano y tres bilingües en idiomas castellano-francés.

Bibliografía

"Cahier Fluvial": Montreal, Levres Urbaines 1997.

El Puente: Montreal, Orphée 1995.

La mano en la velocidad: Montreal, Orphée 1993.

Alguien soñó que no moría/

On ne rêve pas encore à la mort :Montreal, Orphée 1993.

El viejo de los zapatos: Montreal, Orphée 1991.

Retro-perspectiva /

Retro-perspective: Montreal, Orphée 1991.

Palos con palitos: Montreal, Orphée 1990.

Rasgos separados /

Traits distinctifs : Montreal, Orphée 1989.

Índice agresivo: Montreal, Orphée 1987.

Alas dispersas: Montreal, Orphée 1986.

Cada fruto. Montreal, Orphée 1986.

Desde el suelo: Montreal, Orphée, 1981.

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