Juan Carlos Galván
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Color de púrpura

 

 

... formando olas pausadas en el caso que hierve, adentra cartón, madera, cañas secas del maíz, olotes expuestos al sol para que no hagan humo, la sonrisa siempre alerta, una vocecilla que se expande cuando regaña. Va, regresa y acaricia la servilleta extendida sobre las piernas en donde adormece una tortilla nacida entre sus manos toscas.

Fuego en la sangre y humo en los pulmones, atrofiados más en cada surcar de olas, espirales encaminadas hacia las ranuras del tejado como ojos al cielo, a la lluvia, al sol. Recta figura de humo que desciende hasta el pedazo de leña que enciende el cigarrillo de hoja, papel arroz, papel dulce. Aspirar:

 

Cáncer en los huesos.

 

Entre el fajo y refajo de fondos montados uno sobre otro, se oculta la herida que te dejó mi abuelo al odiarte por respetarlo y callar, sumisa, explicándome: "... el abuelo tiene los ojos púrpura, peor no se los puedes ver sin el odio hacia nosotros..." hacia ti, por enseñarme silenciosa tu amor al viejo.

Ignoraste que conocí tu trajinar, manos de diosa de barro que lo iba creando todo a un mismo tiempo por la casa, encorvada ante todo por los años que no te bastaron para alcanzar el corazón de mi abuelo, el amor que dejó en la casa de donde fuiste extraída una noche a hurtadillas para surcar entre olas de incienso y velas y luces de templo, la promesa de fidelidad inconclusa y la mutua compañía tanto en la pobreza como en el dolor. Infierno distinto al que habitó mi abuelo al marcharse huyendo de la preñez que te engendró su hoz de campesino, cetro de pequeño juez del pueblo, hace todos esos años.

Y yo, nieto de aquella primera noche de amor en el petate, contemplo ahora su satisfacción. ¿Porqué ocultaste las monedas para la compra de un ataúd en donde meterte, o una lápida para no olvidar tu nombre: JUANA. Muerta hace tantos años... desde que agitas el cazo con oleaje de humo y llamaradas que te protegen del infierno, del fuego de los ojos odiopúrpura de mi abuelo...

Mírate ahora, recluida para salvaguardar tu honor y dignidad. Y callas el secreto del tesoro oculto para no hacer aporte de una moneda ganada con el humo en los pulmones o en los ojos, como huyendo a otro infierno, hacia el hueco de las tejas destrozadas por el correr nocturno, romántico nocturno de los gatos... Vas y regresas del pasillo a la calle llevando cubetas de agua sucia: monedas escondidas a los ojos del viejo, entre la vestimenta que te inventaste para remedio de la eternidad.

Deambulas siempre por la casa. En las manos los mejorales y la coca-cola que te calman el efluvio de un orgasmo distinto al que te enseñó mi abuelo:

 

Cáncer en los huesos...

 

Pestilencia en la caja y el repudio de tu hijo, porque no dejaste dicho en donde están las monedas, oro para comprarle al viejo, también, una caja, por si un día se muere, para que no te siga el paso hasta la tumba y se arrastre a ganarte el humo filtrado en los pulmones, por las ranuras del tejado en ruinas, de tu amor nocturno, la primera noche de tu entrega y descansara mi abuelo a beneplácito de su alcurnia: Juez Primero del Condado en el Año del Señor...

De todos esos años que permaneces arrullándote, acariciando la tortilla en la servilleta, a la espera de las otras que se cocen lentas... al ritmo de las olas y vapor de atole que deberá desecharse porque ya no se vende y los cerdos no quieren tragarlo... Vas y regresas matando el hambre que no cabe más en tus intestinos destrozados.

Aspirinas que te calman el odio hacia tu viejo amor, con sus ojos púrpura y no azules del odio que heredé como nieto. Vestido que esconde tu preñez de monedas de oro, el legado al viejo para cuando se muera, que dios no te ha escuchado, y tenga una caja para meterse a pudrir.

Pero te fuiste olvidando dejar el recado, no: "...sobre las brazas está la comida, voy al templo...", sino: "...para que te mueras y tengas de mí, el abrigo del humo de la primera noche de mi entrega, con tu odio entre mis piernas, color de púrpura..."

 

 

 

© Juan Carlos Galván Vela

 

 

 

Juan Carlos Galván Vela. (Pueblo Nuevo, Gto. México 1960) Periodista, Narrador y Poeta, Docente. Fue Becario de la Universidad Quetzalcoatl en Irapuato, durante el periodo 2002-2003. Premio Nacional de Cuento "Francisco J. Mújica" CREA 1988, y Premio al Mérito Periodístico 1999. Reconocido como el periodista del Año 1999 por la Universidad Quetzalcoatl. Cuenta con tres poemarios Puerto de Águilas, Horizontes, y El desierto del Mar; autor de la novela inédita Silencio, y dos volúmenes de cuentos: La luna creció en el tecolote e Itinerario de la desolación. Durante veintiún años de actividad periodística, acumuló veintiún preseas diversas.

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